Sea obedecida la orden poner tejas en las Casas de algunos Vecinos y los Conventos de la Ciudad como lo estipulan las Ordenanzas.- Y, luego, propuso el Procurador General que este Cabildo es patrón del Hospital de esta Ciudad, que hoy se está fabricando con costa de más de diez mil pesos, y que por estar la Ciudad llena de paja y bijao con que será mas fácil se queme todo y se pierda y, especialmente, las casas de Ana de Vera, Blas de Vera, Joan Suarez de Solís y el Tesorero Gabriel de Linares, y que esto se dé en remediar.
Y a los conventos de esta Ciudad que vayan los Señores Alcaldes de parte de este Cabildo a pedirles hagan lo mismo, con asistencia de Procurador General por ser Ordenanza de esta Ciudad y por el notable riesgo.
¡Viejo pueblo del sol y de los toros, así conserves por los siglos de los siglos, tu genio mentiroso, hiperbólico, jacaresco, y por los siglos te aduermas al son de la guitarra, consolado de tus grandes dolores, perdidas para siempre la sopa de los conventos y las Indias!
— Sólo se exceptúan de la enajenación que queda prevenida, los edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto del instituto de las corporaciones, aún cuando se arriende alguna parte no separada de ellos, como los conventos, palacios episcopales y municipales, colegios, hospitales, hospicios, mercados, casas de corrección y de beneficencia; como parte de cada uno de dichos edificios podrá comprenderse en esta excepción una casa que esté unida a ellos y la habiten por razón de oficio los que sirven al objeto de la institución, como las casas de los párrocos y de los capellanes de religiosas.
Creó el gobierno la instrucción primaria, reclamó el clero la instrucción del niño, centros y clubs la del obrero pobre, los sabios jesuítas la del rico, la del centro burgués los escolapios, y cientos de hermanitas y hermanitos, por santos institutos y conventos con objeto tan santo repartidos, la de las vendedoras del mercado, la de los camareros, los mendigos, asilados, zinzayas, costureras, todo lo perdulario y perdedizo, todo lo suelto, abandonado y prófugo, todo, en fin, lo extraviado y lo perdido… ¡Y aún hay doce millones de españoles que no sabemos leer!… Pues… es un mito.
Pero junto con esta noticia, siempre igual, llegaban en los buques otras novedades que se desembarcaban cautelosamente, como horrible contrabando: libros ocultos en barriles, periódicos que servían de inocente forro a obras de devoción, folletos disimulados entre mercancías, y una bocanada de aire europeo esparcíase por las ciudades coloniales, soñolientas a la sombra de sus innumerables
conventos.
Vicente Blasco Ibáñez
El chocolate humeaba con grato y exquisito aroma: era el tradicional soconusco de los conventos, aquel que en otro tiempo enviaban como regalo a los abades, los señores visorreyes de las Indias.
Las bibliotecas de los conventos abundaban, es verdad, en infolios latinos, lengua que siempre fué pro- blemático alcanzasen, ni medianamente, á traducir las monjas de nuestros monasterios.
Sin que pueda determinarse á punto fijo cuándo tuvo lu- gar la primera lidia de gallos en Lima, sábese de cierto que medio siglo después de fundada la ciudad era ya general la afición; y que en las calles, plazuelas, huertas, y aun en los claustros de los conventos había jugadas de á pico y de á navaja.
El cáustico escritor francés, que por cuya conducta, se afirma, no pudo continuar en los conventos y a seguir participando de la pureza benedictina y de la ciencia de sus compañeros de orden, ha quedado en la historia de la literatura francesa como certero cultivador de un género literario que ha proyectado al mundo personajes suscitadores de grande hilaridad, sátira y entretenimiento, donde a pesar de eso, subyace una fuerte intención educativa sobre una nueva moral opuesta a la medieval.
A lo que contestaba el coro: Al glorioso mamón digámosle todas Kyrieleysón. De los conventos de monjas pasaron los vítores á los con- ventos de frailes.
Las recreaciones 6 fiestas, i)or elección de abadesa, duraban ocho días, en los cuáles las devotas representífban eutremesies, organizaban cuadrillas ele danzas, quemaban árboles de fue- go, y conventos hubo, como el de la Concepción, donde se ca- pearon becerros, funcionando las muchachas de toreros.