Ejemplos ?
¡Cuantas conspiraciones, cuantas tramas, que gasto de ingenio y fuerza hicimos para luchar contra la fatalidad, encarnada a nuestros ojos en el portero, colgado de la cuerda maldecida! Aquella cuerda tenía más nudos que la que en el gimnasio empleábamos para trepar a pulso.
en acción. Al aparecer en la puerta del gimnasio, un estremecimiento corrió en las filas de los que acabábamos de jurar ser libres o morir.
El encierro es un recuerdo punzante que no me abandona; eterno candidato para ocuparlo, su huésped frecuente, conocía una por una sus condiciones, sus escasos recursos, sus numerosas inscripciones y aquel olor húmedo, acre, que se me incrustaba en la nariz y me acompañaba una semana entera. La puerta daba a un descanso de la escalera que se abría frente al gimnasio.
y diez pesos en la mano, que yo corría a convertir en cigarros en la portería; aquí fue donde el padre Agüero pilló al alba a Adolfo Saldías, que volvía de una escapada y, a la luz de la luna que entraba por los cristales del gimnasio...
Fedro Vengo, Sócrates, de casa de Lisias, hijo de Céfalo, y voy a pasearme fuera de muros; porque he pasado toda la mañana sentado junto a Lisias, y siguiendo el precepto de Acumenos, tu amigo y mío, me paseo por las vías públicas, porque dice que proporcionan mayor recreo y salubridad que las carreras en el gimnasio.
- A sus órdenes, jefazo. - Limpia mis zapatos. - En un dizme ya, pa luego, luego. - ¿Vas a algún gimnasio, verdad? - Síjefe. - Se ve; tienes buen cuerpo.
Esa danza del palo fue entre los indios una diversión de mucha agilidad y atrevimiento; porque se echaban desde lo alto del palo, que tenía unas veinte varas, y venían por el aire dando volteos y haciendo pruebas de gimnasio sin sujetarse más que con la soga, que ellos tejían muy fina y fuerte, y llamaban metate.
Éramos filósofos descreídos y un tanto cínicos, nos revolcábamos en el gimnasio, y el eterno botín de doble suela, ancho y largo, nos permitía correr como gamos en el rescate.
En nuestro curso tenemos deporte por las tardes, y yo debería estar allí de todas formas." A esta sugerencia, que acepté con entusiasmo, debo una de las más interesantes e instructivas experiencias de aquellos primeros días durante los cuales estaba trabando conocimiento con la civilización del siglo veinte. En la puerta del gimnasio, Edith nos dejó para unirse a su clase en el anfiteatro.
"¿Cuánto tiempo dura esta educación gimnástica pública?" "Es tan obligatoria como cualquier parte de la educación hasta que el cuerpo se ha desarrollado, lo cual nosotros situamos a la edad de veinticuatro años; pero prácticamente continúa toda la vida, aunque, desde luego, conforme al sentir de cada uno." "¿Quiere decir que usted hace ejercicio regularmente en un gimnasio?" "¿Por qué no?
Pero corporalmente no eres feo, extranjero, para las mujeres, que es a lo que has venido a Tebas: tu melena va tendida, no como para el gimnasio, junto a la misma mejilla llena de deseo, la piel la tienes blanca de propósito, no por los rayos del sol, sino por la sombra, y compites con Afrodita en belleza.
tú, para que pueda ayudarme el favor de tu gimnasio; que para lo que queda, aunque parece poco, al señor Anastasio Pantaleón de la Parrilla invoco, porque de su tabaco me dé siquiera cuanto cubra un taco.