Ejemplos ?
Cómo deste lugar hice mudanza no sé, ni quién d’aquí me condujiese al triste albergue y a mi pobre estanza; sé que tornando en mí, como estuviese sin comer y dormir bien cuatro días y sin que el cuerpo de un lugar moviese, las ya desmamparadas vacas mías por otro tanto tiempo no gustaron las verdes hierbas ni las aguas frías; los pequeños hijuelos, que hallaron las tetas secas ya de las hambrientas madres, bramando al cielo se quejaron; las selvas, a su voz también atentas, bramando pareció que respondían, condolidas del daño y descontentas.
¡fuera mortal herida la que entonces me causara bala que de mi hembra cara fin puso a la dulce vida! Y a mis implumes hijuelos, mis delicias y cuidados, de su nido arrebatados lloran también mis desvelos.
Y de los viejos despiertas en los fríos corazones las juveniles pasiones, por tan largos años muertas. Las madres por sus hijuelos viven de ti recelosas, y noveles esposas inspiras amargos celos.
No te olvides de la viuda, de crecida prole ayuda, que, en medio a pobreza acerba, casto su lecho conserva y el antiguo amor no muda; ni del padre a quien están, con voz y ansioso ademán, la consorte y el enjambre de hijuelos, pálidos de hambre, pidiendo un trozo de pan.
-Solo, solo ¿cómo lo haré yo todo?- -Don abad, a mi casa yredes. Mi mujer, vos la visitaredes. La mi gente, vos me la manternedes. Mis hijuelos, vos me los criaredes. -¿Yo solo todo? -¡Ala he!
E1 modo de fermentar y prolificar sus hijuelos es de este modo: lléganse a las arenas de alguna ribera que esté expuesta a los rayos del sol meridiano, entre las cuales echan sus huevos cubriéndolos con su pata; que después hallan fermentados con sus embriones por medio del calor del Phebo; los cuales, luego que se hallan fuera de la membrana oval, se van por curso natural al agua.
Como el ave lleva a los implumes hijuelos la comida que coge, privándose de ella, así yo pasé largas noches sin dormir y días enteros entregado a la cruenta lucha con hombres que combatían por sus esposas.
Cuando hablaba así para sus adentros Ventura, gran retórico de lo inefable, en su violín no sonaban más que unos dulcísimos quejidos, que eran como el murmullo que hay en los nidos de las golondrinas cuando los hijuelos aguardan el alimento...
Los mirmidones seguían con armas y en buen orden al magnánimo Patroclo, hasta que alcanzaron a los teucros y les arremetieron con grandes bríos, esparciéndose como las avispas que moran en el camino, cuando los muchachos, siguiendo su costumbre de molestarlas, las irritan y consiguen con su imprudencia que dañen a buen número de personas, pues, si algún caminante pasa por allí, y sin querer las mueve, vuelan y defienden con ánimo valeroso a sus hijuelos; con un corazón y ánimo semejantes, se esparcieron los mirmidones desde las naves, y levantóse una gritería inmensa.
Mientras cantaba así, a media voz, se le ocurrió, muy osadamente en verdad, ínterin su mujer lavaba y vestía a sus hijuelos, dar algunos paseos por la llanura e ir a ver cómo crecían los nabos.
Pero una ánade vieja, que estaba oculta entre las cañas, corrió hacia él con el pico abierto, y le suplicó llorando que dejase a sus hijuelos.
-Eso no es tan fácil como piensas, replicó el lobo, pues es preciso aguardar a que esté en él la reina. La reina llegó en este intermedio, la cual, lo mismo que el rey, tenía en su pico gusanillos para dar de comer a sus hijuelos.