No estuvo más airado Agamenón en Troya al tiempo que, metiendo la tramoya del gran Paladión...
Si por un instante suponemos resuscitados los PP. de la Compañía, cata trasmutado repentinamente, como en comedia de tramoya, todo el teatro del mundo.
Por de pronto, cuando hubo que despojarle de la hopalanda del sabio, tirando por tramoya de una cuerda, le dejaron en mangas de camisa y con media barba.
Vio el gato astuto por la claraboya a un ángel y a la reina de las nieves maniobrando sonrientes la
tramoya tejida con telares de hilos leves.
Antonio Domínguez Hidalgo
Pero acaso, si ahora, fuese el cortejo de una casada... Yo comprendiendo la intención aviesa del fraile, le dije refrenada y ronca la voz: —¡Es una vil tramoya!
Argote: Eso tememos; pero, aunque lo mandase el Papa y todos los consejos del mundo, no lo haríamos; porque el Rey no lo puede querer, y esa sería una tramoya, o una orden que darían de miedo y sin facultad.
Muy enternecido también cuando le dejaron meter baza, Laucha aprovechó para contar por lo menudo, toda la tramoya del aparecido: hacían correr una sábana con unas cañas a modo de brazos, por la soga doble de la ropa, montada sobre unas roldanitas, y luego la retiraban rápidamente por encima de la tapia con un piolín; hablando por un gran embudo de vidrio prestado por Silvestre, lo mismo que el caldero-campana, y la calavera -como la saben hasta los niños de teta- era una cáscara de sandía con agujeros y una vela adentro: sólo que la habían perfeccionado soplando por un canuto licopodio para hacer las llamaradas.
Cuando en los espectáculos del mundo son los actores los hombres y las mujeres, la luz artificial es de necesidad. Es muy grande la Naturaleza y muy pequeña la Humanidad para exponerlas juntas sin que se descubra la tramoya.
Simón, que desde el punto que dejó de ser dios le descontenta esta tierra de Troya, y tiene algún barrunto de que puede salirle mal la cuenta si llega a descubrirse la tramoya, quisiera abandonar tales regiones; mas entre tanto el sabio compañero, emprendió excavaciones, por comprobar las fábulas de Homero; y héteme aquí con nuevas detenciones.
-Yo cuento, señor, con que no baje de quinientos reales después de pagar la bodega, las luces y los dos tamborileros que han de tocar durante los intermedios.-Pues ahí van mil, contestó el bendito señor, dándole un cartucho de monedas que ya llevaba preparado al efecto; pero es preciso que ahora mismo desaloje usted el local, y sin perder un solo minuto salga con su gente de Santander.» El comediante vio el cielo abierto, hizo lo que deseaba el Intendente, y, sin salir éste de la bodega, se desarmó la tramoya, se cargaron las caballerías, montaron los comediantes...
Y si acaso me preguntan, fácil será responderles que soy uno de los que son entrantes y salientes, sin que sepan ellos mismos por qué van ni por qué vienen; a los cuales, un autor de chistes y de sainetes, no halló más definición, que llamarles mequetrefes. RACIMO: Hacia acá viene un lacayo. ¡Oh, quiera el cielo que acierte a urdir bien esta tramoya! ¿Oye, hidalgo?
Y con un mozo que, mejorando lo presente, nunca le podrá pagar a Dios lo que Dios le dio a manos llenas: güenas rentas, güen corazón, güen tronco y mejores ramas. Pero si usté le conocerá; si con quien se ha casao ha sío con Currito, el hijo de los Tramoya, los de Echevarría.