velada


También se encuentra en: Sinónimos.

velada

1. s. f. Reunión nocturna que se hace después de cenar para conversar la velada se alargó hasta bien entrada la madrugada.
2. LITERATURA, MÚSICA Fiesta musical o literaria que se celebra por la noche.
3. Acción y resultado de velar o permanecer despierto.
4. Concurrencia de gente a un lugar público con motivo de alguna festividad o para asistir a algún espectáculo.
Gran Diccionario de la Lengua Española © 2022 Larousse Editorial, S.L.

velada

 
f. Velación (velar).
Reunión nocturna de varias personas para solazarse a base de recitación, música, juegos, etc.
p. ext.Acto destinado a alguno de estos fines.
velada de las armas En la antigua caballería, pasar la noche, el que iba a ser armado caballero, velando en una capilla al lado de sus armas.

Velada

 
Mun. de la prov. española de Toledo; 2 372 h.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.

velada

(be'laða)
sustantivo femenino
1. reunión nocturna de personas para cenar y divertirse Pasé una velada encantadora contigo.
2. evento musical, artístico o deportivo realzado de noche Compré entradas para una velada de boxeo.
Kernerman English Multilingual Dictionary © 2006-2013 K Dictionaries Ltd.
Sinónimos

velada

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.
Traducciones

velada

social

velada

serata

velada

avond

velada

noite

velada

مساء

velada

вечер

velada

večer

velada

aften

velada

ערב

velada

저녁

velada

kväll

velada

SF(evening) party, soirée
velada de boxeofight night
velada musicalmusical evening
Collins Spanish Dictionary - Complete and Unabridged 8th Edition 2005 © William Collins Sons & Co. Ltd. 1971, 1988 © HarperCollins Publishers 1992, 1993, 1996, 1997, 2000, 2003, 2005
Ejemplos ?
-No, no me gusta hablar de mi persona -objetó la olla de barro-. Organicemos una velada. Yo empezaré contando la historia de mi vida, y luego los demás harán lo mismo; así no se embrolla uno y resulta más divertido.
Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarro rancho de dos pisos —el inferior de barro y el alto de madera, con corredores y baranda de chalet —, habían sentido los pasos de su dueño, que se detuvo un momento en la esquina del rancho y miró el sol, alto ya. Tenía aún la mirada muerta y el labio pendiente tras su solitaria velada de whisky, más prolongada que las habituales.
-Francamente, me han desilusionado -dijo el cesto-. ¡Vaya manera estúpida de pasar una velada! En lugar de ir cada cuál por su lado, ¿no sería mucho mejor hacer las cosas con orden?
Por fin el sol se hundió tras el negro palmar del arroyo, y en la calma de la noche plateada los perros se estacionaron alrededor del rancho, en cuyo piso alto míster Jones recomenzaba su velada de whisky .
-Te quiero bien -dijo-; confiaba en que podríamos seguir juntos mucho tiempo, y he aquí que voy a perderte. ¡Mi pobre, mi querido Juan!, me dan ganas de llorar, pero no quiero turbar tu alegría en esta última velada que pasamos juntos.
Al día siguiente debía celebrarse la segunda prueba. La velada transcurrió como la anterior. Cuando Juan se hubo dormido, el compañero siguió a la princesa a la montaña, vapuleándola más fuertemente aún que la víspera, pues se había llevado dos varas; nadie lo vio, y él, en cambio, pudo oírlo todo.
Me vi obligado a obedecer a Talbot, porque él se mostró totalmente sordo a una nueva pregunta, y durante el resto de la velada atendió exclusivamente a lo que estaba sucediendo en el escenario.
Entre tanto, diariamente preguntaba por Talbot, en su hotel, y recibía el eterno "todavía no ha regresado" de su lacayo; sentía que volvía a invadirme la indignación. En aquella velada, por lo tanto, me encontraba próximo a la locura.
Fray Ambrosio, luego de haber hablado, rióse abundantemente, y aún quedaba en la bóveda de la sacristía la oscura e informe resonancia de aquella risa jocunda, cuando entró un seminarista pálido, que tenía la boca encendida como una doncella, en contraste con su lívido perfil de aguilucho, donde la nariz corva y la pupila redonda, velada por el párpado, llegaban a tener una expresión cruel.
La luna llena, manchada como de paño enfermizo, a veces irrumpía flotando también con timidez en la inmensidad del fuliginoso celaje y su henchida esfera de plata avejentada, se veía aún más deslucida, velada por el humo citadino que movía un creciente viento, acaso cual película de hombres lobos, zombis, momias y vampiros.
No es que de aquella tapada de incivil ni de villano, de desdeñoso o liviano el exterior tenga nada, no; su figura velada es atractiva, es simpática, su mano es aristocrática, si persona exhala esencia de rosas… mas su presencia le es a García antipática.
Resultaba extraño, e incluso pensándolo bien, inquietante a la larga, aquella solitaria velada de un enmascarado recostado en un sillón, en el claroscuro de un piso bajo atestado de objetos, aislado por los tapices, con la llama alta de una lámpara de petróleo y el vacilar de dos largas velas blancas, esbeltas, como funerarias, reflejadas en los espejos colgados del muro ¡y De Jacquels no llegaba!