-Que me aspen-, dijo, cuando la examinó jaula por jaula, -si el corral de mi casa no tiene que ver más que esto: para cuatro pavos, dos mastines y un mico, no necesitaba el Gobierno un presupuesto y un personal como los de esta casa, cuyo título es una burla completa de lo que sus verjas debieran encerrar.
Oraba el padre de hinojos en un pico de la alfombra que disimulaba en parte la humedad de las baldosas, y él, recostado en las verjas del coro, en dulces memorias dejaba vagar perdida al ánima irreligiosa.
La villa de la señorita Indrah estaba envuelta en una atmósfera de superstición. No había en la aldea quien hubiera atravesado las verjas de los jardines ni el misterio de los aposentos.
Va de continuo a la iglesia y al pie del coro se aposta, troneras y celosías de día y de noche ronda. Mas ni ve ni alcanza nada, pues entre verjas y tocas todas son blancas visiones que a lo lejos se evaporan.
Rápidamente recorrimos el camino de más de una legua que va hasta Resina, y que es una calle continua de palacios,
verjas de jardines y elegantes edificios, que, iluminados por la luna, parecían la decoración de un teatro.
Ángel de Saavedra
Los que ataren animales de cualquier clase en árboles o verjas de los jardines, de las plazas, de los paseos públicos o avenidas, o en los postes de las líneas de telégrafo, teléfono o luz eléctrica; 18.
Este cuarto, un alargado local lleno de armarios y cristaleras, con un escritorio y un espejo grande inclinable en ángulo, recibía luz de tres polvorientas ventanas, protegidas con verjas, que daban a un patio común.
La calle era tranquila, románticamente burguesa, con
verjas pintadas ante los jardines, fuentecillas dormidas entre los arbustos y algunas estatuas de yeso averiadas.
Roberto Arlt
¿Rompe en sus turbios espejos amor la devanadera de sus crepúsculos viejos? II En un jardín te he soñado, alto, Guiomar sobre el río, jardín de un tiempo cerrado con
verjas de hierro frío.
Antonio Machado
Hoy la Alameda con sus estatuas y sus verjas, y su jardín y su fuente, será más artística, pero no más poética que la Alameda de nuestra in- fancia.
Había columnas truncadas revestidas de hiedra; había cruces en que se enredaban campanillas; había pirámides coronadas por un busto; había, incluso estatuas o más bien monigotes, y el dorado de las
verjas nuevas desafinaba al sol como desafinaba la blancura sacarina del recién esculpido alabastro italiano.
Emilia Pardo Bazán
Allá, a través alumbrado, de un arco el contorno crece, y un antro infernal parece de cárdeno resplandor; allí las verjas clavadas en los pilares sujetos, fugitivos esqueletos representan con pavor.