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Diferencia entre revisiones de «Revolución filipina»

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== Antecedentes ==
== Antecedentes ==

Revisión del 09:40 29 mar 2023

Revolución filipina
Primera guerra de independencia Filipina
Parte de la Guerra hispano-estadounidense

Fotografía del congreso revolucionario de Filipinas en el siglo XIX en Malolos. Aguinaldo finalmente firmó la Constitución el 21 de enero de 1899, tras introducir cambios y ser aprobada por el congreso.
Fecha 1896 - 1898
Lugar Filipinas
Resultado Expulsión de los españoles, salvo de Manila, en manos estadounidenses. Inicio de la Guerra Filipino-Estadounidense.
Beligerantes
Rebeldes filipinos (Rebeldes)

Respaldados por:

Estados Unidos
Imperio español (Realistas)
Comandantes
Andrés Bonifacio
Emilio Aguinaldo
Mariano Trías
Mariano Llanera
Teodorico Luna
Ramón Blanco
Camilo de Polavieja
Primo de Rivera
Diego de los Ríos
Saturnino Martín Cerezo
Fuerzas en combate
30 000 25 000
Bajas
Desconocidas 260 muertos y 920 heridos[1]
+2000 muertos en combate[2]

La Revolución filipina[3]​ fue un conflicto armado entre el gobierno colonial español y los insurrectos filipinos del Katipunan, fundado por Andrés Bonifacio, que, si bien terminó con el dominio español sobre el archipiélago, sirvió como inicio de la guerra filipino-estadounidense.[4]

Antecedentes

En el siglo xix, y en plena crisis colonial española, la metrópoli miró hacia el Pacífico como la fórmula para aliviar sus males en los dominios americanos. Esta situación se produjo fundamentalmente al concluir la guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878), cuando muchas inversiones se reorientaron hacia Filipinas, porque se creyó que un lugar tan lejano no podría interesar a la nueva potencia emergente en el panorama mundial, Estados Unidos.

Haciéndose eco de estas inquietudes el ministro de Marina, Santiago Durán, manifestó que la recolonización de Filipinas era indispensable para España. En esos momentos, cuando la península estaba «a punto de ver desaparecer su preponderancia en las Antillas», aparecían nuevas oportunidades en Extremo Oriente.[cita requerida] Según Durán, se abrían «las puertas de un imperio marítimo, fuente de inagotable prosperidad y de riqueza».[cita requerida] Para la promoción del mercado filipino se organizó una exposición en Madrid en 1887, y un año después, en el seno de la Exposición Universal de Barcelona, Filipinas tuvo su propio pabellón.

Por otra parte, se había producido un hecho que acortaba enormemente las distancias. En 1869 se inauguró el canal de Suez. A partir de entonces, la travesía entre España y Filipinas duraba de veinte a treinta días, dependiendo de las condiciones meteorológicas. El suceso también tuvo una notable trascendencias para Barcelona, porque se convirtió en el puerto español que recibía todo el tráfico marítimo procedente del Pacífico.

Los tres ilustrados filipinos más célebres en el siglo xix, de izquierda a derecha: José Rizal, Marcelo del Pilar, y Mariano Ponce.

Estas esperanzas fijadas por los hombres de negocios españoles en el archipiélago del Pacífico tenían su fundamento. La economía filipina era dinámica y su nivel de vida solo resultaba equiparable, en aquella zona, al de Japón, de manera que los productos manufacturados en la metrópoli eran consumidos por los habitantes de la colonia (cosa que no ocurría en Cuba). Pero también había factores que no se tuvieron en cuenta. Por ejemplo, que los chinos controlaban el comercio y los negocios y que existía una poderosa oligarquía local. Una muestra de ellos fue el Banco Español Filipino, fundado en 1851 y primera entidad financiera moderna del continente asiático. Sin embargo, el control de la firma estaba en manos chinas y filipinas, de tal forma que nunca hicieron demasiado caso de las necesidades de las autoridades coloniales.

Los siglos de dominación española no fueron siempre tiempos de paz. Hasta 1896, las tropas españolas, que también nutrían sus filas con regimientos isleños, resolvieron los levantamientos contra la ocupación sin excesivos problemas. Pero el germen de la revuelta estaba sembrado. Las manifestaciones de descontento se canalizaron a través de la aparición de determinadas asociaciones en la última década del siglo xix.

Unas tuvieron un carácter vagamente autonomista y hallaron simpatías entre los demócratas y los masones españoles, como la Liga Filipina, fundada por José Rizal en 1892. Político e intelectual, pretendía que el archipiélago abandonase el régimen colonial para integrarse a las instituciones españolas. Muchas, sin embargo, optaron por una vía más radical, como sucedió con la Venerable Sociedad Suprema de los Hijos del Pueblo, conocida en el idioma tagalo como Katipunan. Se trataba de una sociedad secreta, constituida por revolucionarios e independentistas en julio de 1892 para conseguir la emancipación sin descartar los medios violentos, en contraste con el pacifismo de Rizal. El grupo, con Emilio Aguinaldo como líder más destacado, tenía tres grandes objetivos: luchar por la soberanía de Filipinas, promover una sociedad más solidaria y defender y extender los valores democráticos.

Desarrollo

En agosto de 1896, los independentistas tagalos se sublevaron y hostigaron a las tropas españolas a través de una guerra de guerrillas. El ejército colonial, al mando del general Polavieja, declaró el estado de guerra el día 24, con una dura respuesta. Entre sus víctimas figuró José Rizal, acusado injustamente de complicidad con el Katipunan. Por ello fue detenido aquel mismo año, juzgado y fusilado por las tropas coloniales. Su muerte supuso un error de las autoridades de la isla y prendió la mecha definitiva de la sublevación, avivada ya por las noticias de la revolución que había dado comienzo en Cuba en febrero de 1895.

En 1896, miembros del Katipunan habían fundado la República del Kakarong en la localidad de Kakarong de Sili (Kakarong Real o Caracóng de Sile), en la provincia de Bulacán, isla de Luzón. La lideraban Canuto Villanueva como jefe supremo y el general Eusebio Roque —conocido como «Maestrong Sebio» o «Dimabungo»—, el cual estaba al mando de un ejército entre 3000 a 6000 hombres, y habían constituido una verdadera ciudad fortaleza. Al enterarse, el Gobierno español lanzó una ofensiva y, el 1 de enero de 1897, el comandante José Olaguer Feliú, al mando de una columna de seiscientos soldados españoles, tomó por asalto la fortificación de Caracong de Sile, derrotando a los katipuneros.

Bandera usada por los revolucionarios filipinos.

La guerrilla, mal organizada, mal armada y para colmo dividida, se vio incapaz de liberar el archipiélago. Sin embargo, los españoles tampoco conseguían imponerse a pesar de la represión y de sus victorias parciales. En realidad, para hacer frente al ímpetu independentista, España oponía muy pocas fuerzas. Según los cálculos, cuando se iniciaron las hostilidades, las tropas coloniales estaban compuestas por unos 14 000 hombres del ejército de tierra, en los que estaban integrados contingentes de guardias civiles y carabineros, a los que había que sumar unos 3000 de la armada: en total unos 17 000 hombres, de los cuales dos tercios eran nativos.

El 1 de noviembre de 1897 el Katipunan proclamó la República de Biac-na-Bató, el primer gobierno de Filipinas con Emilio Aguinaldo a la presidencia, y su primera constitución. Ante esta situación, Madrid sustituyó a Polavieja por el general Fernando Primo de Rivera, que comprendió la necesidad de negociar.[5]​ A cambio de la rendición, prometió iniciar un proceso de reformas entre cuyos puntos figuraban la igualdad entre nativos y españoles, autonomía económica para el archipiélago, expulsión de las órdenes religiosas y diputados propios en las Cortes españolas.

Finalmente el 14 de diciembre de 1897 Primo de Rivera y los rebeldes firmaron el Pacto de Biak-na-Bató, disolviendo así el breve gobierno filipino, que duró 45 días. Los líderes independentistas, como Emilio Aguinaldo, emprendieron el camino del exilio, no sin antes recibir dinero del Gobierno español con el fin de asegurar su subsistencia en el extranjero. La paz, después de muchos esfuerzos, parecía asegurada. Fue entonces cuando entró en escena un actor imprevisto: los Estados Unidos.

Primeros datos de la Revolución filipina

Orígenes

Mapa de Filipinas a finales del siglo XIX.

La Revolución Filipina fue un cúmulo de ideas y de exposición a la comunidad internacional, que propició el inicio de los esfuerzos nacionalistas. El auge del nacionalismo filipino fue lento, pero inevitable. Los abusos del gobierno, el ejército y el clero españoles, frecuentes durante tres siglos de dominio colonial, y la denuncia de estos abusos por parte de los "ilustrados" a finales del siglo XIX, allanaron el camino para un pueblo filipino unido.[6][7]​ Sin embargo, el crecimiento del nacionalismo fue lento debido a la dificultad de las relaciones sociales y económicas entre los filipinos. En una carta fechada escrita por el escritor filipino José P. Rizal al padre Vicente García de la Ateneo Municipal de Manila, Rizal afirma que:[8]

Hay, pues, en Filipinas, un progreso o mejora que es individual, pero no hay progreso nacional.
17 de enero de 1891

Apertura de Manila al comercio mundial

Boceto de un galeón español durante el Comercio Manila-Acapulco.

Antes de la apertura de Manila al comercio exterior, las autoridades españolas disuadieron a los comerciantes extranjeros de residir en la colonia y dedicarse al comercio.[9]​ La real cédula de 2 de febrero de 1800 prohibía a los extranjeros residir en Filipinas. [10]​ al igual que los reales decretos de 1807 y 1816.[10]​ En 1823, Gobernador General Mariano Ricafort promulgó un edicto prohibiendo a los comerciantes extranjeros dedicarse al comercio al por menor y visitar las provincias con el propósito de comerciar. Fue reeditado por el gobernador general Luis Lardizábal en 1840.[11]​ Un real decreto promulgado en 1844 prohibía a los extranjeros viajar a provincias bajo cualquier pretexto, y en 1857 se renovaron varias leyes antiextranjeras. [12]

Con la amplia aceptación de las doctrinas del laissez-faire a finales del siglo XVIII, España relajó sus políticas mercantilistas. El Británico La captura y la ocupación de Manila en 1762-1764 hicieron que España se diera cuenta de la imposibilidad de aislar a la colonia de las relaciones y el comercio mundiales. [13]​ En 1789, se concedió permiso a los barcos extranjeros para transportar mercancías asiáticas a la puerto de Manila.[14]​ Ya antes de la década de 1780, muchos barcos extranjeros, entre ellos Clípers yanquis, habían visitado Manila a pesar de las normas contra los extranjeros. En 1790, el gobernador general Félix Berenguer de Marquina recomendó al rey de España abrir Manila al comercio mundial.[15]​ Además, la quiebra de la Real Compañía de Filipinas (Real Compaña de Filipinas) catapultó al rey español a abrir Manila al comercio mundial. En un real decreto emitido el 6 de septiembre de 1834, se revocaron los privilegios de la compañía y se abrió al comercio el puerto de Manila.[16]

Véase también

Referencias

  1. Tuñón de Lara, Manuel. La España del siglo XIX, Vol. 2. p. 82. 
  2. Clodfelter, 2017, p. 240.
  3. (en español: Revolución Filipina); (en filipino: Himagsikang Pilipino / Rebolusyong Pilipino (en español: Guerra Tagala) by the Spanish,Alexander M. Bielakowski (2013). Ethnic and Racial Minorities in the U.S. Military: A-L. ABC-CLIO. p. 204. ISBN 978-1-59884-427-6. 
  4. Guererro, Milagros; Encarnacion, Emmanuel; Villegas, Ramon (1996), «Andres Bonifacio and the 1896 Revolution», Sulyap Kultura (National Commission for Culture and the Arts) 1 (2): 3-12, archivado desde el original el November 15, 2010, consultado el July 8, 2009 .
  5. «Lea la introducción de 'Los Primo de Rivera'». Diario El Mundo - Lunes, 21 de abril de 2003. 2003. Consultado el 24 de agosto de 2007. 
  6. mb.com/spanish-occupation_detailed.htm «Ocupación española». Archivado desde el original el 7 de julio de 2011. Consultado el 3 de noviembre de 2009. 
  7. org/ «La muerte de Gomburza y el movimiento propagandístico». Philippine-History.org. Consultado el 3 de noviembre de 2009. 
  8. «Cartas y discursos de José Rizal», Philippine Education (Manila), December 1915: 315. .
  9. Zaide, 1957, p. 63
  10. a b Montero y Vidal, 1887, p. 360
  11. Blair y Robertson, 1903-1909, p. 10296
  12. Blair y Robertson, 1903-1909, p. 51071
  13. Zaide, 1957, p. 64
  14. de Moya, 1883, p. 183
  15. Jagor, 1873, p. 16
  16. Diaz Arenas, 1838, p. 4

Bibliografía

  • Clodfelter, Micheal (2017). Warfare and Armed Conflicts: A Statistical Encyclopedia of Casualty and Other Figures, 1492-2015 (en inglés). Jefferson, North Carolina: McFarland. ISBN 978-0786474707.