"El guerrero número 13" enfrentó dos veces la mala suerte: el número de su título y el de su año (1999) si damos vuelta a los últimos tres dígitos. Sólo así me explico su fracaso, su lamentable olvido.
Tiene un hallazgo que, más que un disparatado capricho argumental, supone una de las máximas pruebas de fe que se han impuesto al espectador de pura raza cinematográfica: la secuencia de aprendizaje del idioma que le toma una noche al personaje de…