Por fin volvemos a la idea original del vampiro como vehículo del deseo, el erotismo y el anhelo. Pura gratitud con Eggers. Profundamente asquerosa y hermosa.
PD: Los hombres deberían volver a vestirse como en el siglo XIX.
Vomite, llore, todo por un estornudo. Nunca hay que confiar en un hombre rubio.