Retrato de una mujer en llamas es ese respiro que, luego de besar a alguien, uno deja escapar entre nuestros labios; no por simple instinto sino necesidad, en un ciego manotazo al aire como pidiendo ayuda cuando comenzas a sentir en todo tu cuerpo la presión de tu propio amor aplastándote.
¿Qué puede hacer uno ante la inmensidad de tal sentimiento? ¿Ante la abrumante noción de todas las posibilidades a las que puede llevar, buenas o malas? Se puede sentir, y se puede recordar.
Siempre me voy a dar vuelta. Siempre voy a recordar. Siempre voy a amar. Es inevitable.