Antes de la forma, antes del ojo que se cierra sobre sí mismo,
hay un pulso negro, un vértigo sin arista.
El hueso no es hueso, es el temblor de una pregunta sin boca,
una órbita fracturada en su propio nacimiento.
Danza: la carne que olvida su peso,
la máquina que devora su propia certeza,
una voz que se hunde en el vacío con la precisión de un cálculo erróneo.
No hay trayectorias, solo la persistencia del giro,
la repetición…