En el primer visionado me pareció que, aunque caía en la espectacularización del sufrimiento de la protagonista, había un discurso de fondo que era interesante. Creo que me obnubiló ver por primera vez una representación de la gordofobia que no estaba validada por la risa, que no estaba justificada por la narración. Pero en este segundo visionado le he visto todas las fallas y, desgraciadamente, creo que cae en los mismos clichés de siempre, y, en lugar de subvertirlos, los refuerza.