Japón me llama, me seguirá llamando siempre, por su literatura, por sus tradiciones y sus innovaciones, por su forma de ser, de hacer, de apreciar, de evadirse, de reconquistar, de educar. Su dualidad tan aparentemente incoherente, su pluralidad. Los paisajes, la gente, el ritmo de la ciudad, las bolitas que les distraen, o los trenes que les conectan, que les cruzan.
Esto para decir que me encanta Wim Wenders, su pasión y su admiración por Ozu. Me gusta demasiado el…