Sin la atmósfera que genera una sala de cine y la banda sonora sumergiéndote en la pantalla, en este visionado me ha parecido menos espectacular.
No por ello deja de ser un peliculón.
La puedo ver tres mil veces y no me cansaré.
El vestuario desnudo, con jóvenes e inmaduros atletas, vigorosos y mostrando el individualismo. Enfrentándose tras el partido por la egoista decisión de un jugador de no pasar el balón. Entre piques y risas se permiten arrancar una tirita al chico para llamar su atención y escaldarlo.
La suciedad cae a chorros entre las esqueléticas piernas de los deportistas. Se bañan juntos, se limpian juntos. Las heridas se curan con cariño, con intimidad. Los cuerpos desnudos conviven en hermandad. Los protagonistas del enfrentamiento post-partido son ahora los que logran la victoria para el equipo.
Al guionista ya le da igual si realmente está loca o no. Y cómo me gusta eso.