Con menos de una hora de duración, el Maestro Fujimoto y el grandioso Oshiyama entregan una de las experiencias más abrasadoras que nunca he tenido la oportunidad de vivir al ver un filme.
Cómo el tiempo de duración es corto, cada escena, cada plano se convierte de vital en importancia, no sólo en el sentido diegético, para los personajes y la historia, sino también en lo que transmiten visualmente al espectador, lo que comunican con la animación suave y fluida…