Plana con ganas. Menos gracia que Anuel sin autotune. Mira que Mangold sabe contar biopics de músicos atormentados, llendo a la psique del hombre que se esconde en el escenario, pero aquí pretende contarlo todo desde la música, y eso es imposible. Eso es en realidad huir del drama, blanco de conflictos para escenografíar pura apariencia.
Apenas hay diálogos, la construcción es nula, todo para que Bob Dylan (absoluto Chalamet, el eje de todo, de lo único) cante y no…