La manera en que el filme maneja el contraste entre la vida y la muerte, así como las distintas facetas del duelo que se vive ante una inevitable tragedia, es simplemente fascinante. Cada personaje tiene su complejidad bien desarrollada, y aunque en la mayor parte del tiempo se aligera gracias a la perspectiva de Sol, lo cierto es que todas las emociones convergen hacia un momento clave: la despedida de Tonatiuh, cuya mezcla de felicidad y tristeza deja en el espectador con un hueco en el pecho.