Es ingenuo quien crea en las casualidades, y aún más, quien niegue el destino.
Estoy acá escribiendo esto porque así lo quiso el hado. Porque mis bisabuelos escaparon de Europa rumbo a Sudamérica. Porque tuvieron hijos, mis abuelos, que se conocieron, que tuvieron hijos, mis padres, que también se conocieron, que tuvieron hijos. Y así, generación tras generación, el destino se trenzó en nuestra sangre, llevándonos a lugares que no imaginamos, a encuentros que parecieron fortuitos pero estaban escritos mucho…