Definiría como magistral la manera en la que me ha sumergido en expectativas tan fehacientes que he ignorado completamente cualquiera de las demás opciones posibles. Un ritmo calculado al milímetro, una tensión audiovisual constante, aunque con descansos merecidos, y personajes y roles tan creíbles, han terminado por anestesiar mi capacidad para descubrir qué ocurría.
Mis dieces.