Hace no mucho escribí sobre El tercer paisaje (2024) de Julen Etxebarria, en donde comenté el potencial creativo de la naturaleza y el tiempo al deteriorar la dimensión material del arte. En Sedmikrásky (1966), esta capacidad creativa a través de la destrucción se desprende enteramente de la mano humana, ya sea en el acto diegético o en la realización cinematográfica, en el montaje.
Al deshacer con agencia, la acción adquiere el carácter y el sesgo de sus artífices, Marie I…