Esta es la muestra de que el cine comercial de Tondero no tiene que ser flojo para llenar salas. Una fotografía bella, escenas conmovedoras y chistes (monses y bien peruanos) que esta vez si dieron risa. Este es el intento que se busca para el cine comercial peruano, que dejen de tratar al espectador como un sonso y empiecen a cuidar más el contenido que le brindan.
Ahora, la imparcialidad de la historia es cuestionable. El único error de Ernesto…