A la maldad le gustan los niños...
Y a los niños les gusta la maldad.
A la maldad le gustan los niños...
Y a los niños les gusta la maldad.
Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla....
tachan, taachan, ¡taaaachan!...
bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...
¡boom!
¡bla, ¡¡bla!!,
tachan, ta-ta-ta-chan...
¡mega-boom!...
bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla,bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla,bla, bla,…
La auténtica primera película de terror colombiana, estrenada varios meses antes que Funeral Siniestro de Jairo Pinilla. Se trata de un melodrama de terror granguiñolesco, al estilo de los de Robert Aldrich protagonizados por Better Davis, "What Ever Happened to Baby Jane?" y "Hush...Hush, Sweet Charlotte". Pese a su pobre factura técnica, su torpe desarrollo narrativo y sus malas interpretaciones, un título a revindicar por su innegable valor histórico.
La personalísima aportación de la británica Rose Glass al cine de posesiones es simple y llanamente la película de terror del año: Tanto un descenso a los infiernos del más desquiciado fervor religioso como un ascenso a los cielos de la revelación mística, ejercicio de estilo de riguroso clasicismo formal como vanguardia estilística, cine de género y de autor; Saint Maud ofrece todo eso, y mucho más, y logra helar la sangre del sobrecogido espectador, particularmente en su inolvidable tramo final, sin necesidad de recurrir a los consabidos efectismos del género.