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José Antonio Mazzoti
Lima 1961
(Selección y comentario de Rafael Hidalgo)
José Antonio Mazzotti (Lima, 1961) constituye una de las
voces poéticas contemporáneas más sobresalientes del Perú y
Latinoamérica, además de un exhaustivo investigador, docente
y crítico literario. Su amplia obra poética ha sido merecedora de
importantes reconocimientos como el consagrado Premio José
Lezama Lima de Poesía otorgado por la Casa de las Américas, en
el 2018, por su notable libro El zorro y la luna: poemas reunidos dos
1981 – 2016.
El poeta reside en Boston, Estados Unidos, en donde ejerce
una reconocida e intensa actividad académica y cultural; pero
también ha vivido en la selva, costa norte y en la sierra; por lo
tanto, el Perú constituye una fuente esencial de imágenes para su
poesía, así como su objeto de estudio.
De su vasta y celebrada producción poética es trascendental
la reivindicación de la tradición oral amazónica a través de la
fusión de lo ancestral y del lenguaje poético moderno en el
espléndido libro NAWA ISKO IKI/ cantos amazónicos (hipocampos
editores, 2019). Mazzotti ha logrado reintegrar a la escritura poética
contemporánea la visión mítico - ancestral de la comunidad
Iskonawa.
NAWA ISKO IKI tiene un interesante antecedente en Apu
Kalypso/ palabras de la bruma, editado en el 2015, notable libro en el
que a través de la calidad de sus versos el poeta recrea la historia
mítica en la visión andino-amazónica y del griego. Apu Kalypso
es la conjunción de dos palabras, del quechua “Apu” que en la
cosmovisión del mundo andino hace referencia a las montañas
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sagradas con el término de la mitología griega “Calipso”, ninfa
hija de Atlas y que detuvo a Odiseo en la isla Ogigia por siete
años. A través de esta fusión andino – occidental, el poeta ofrece
una visión única en la que se reflexiona sobre nuestros orígenes
y sobre la importancia de la relación hombre – naturaleza para
su conservación y supervivencia. Es un reclamo a reaccionar
de manera activa frente al peligro de la extinción. Es, acaso, este
interés por la naturaleza que lleva al poeta involucrarse en el
estudio de la lengua iskonawa, una de las 17 lenguas de la familia
lingüística pano, así como en el rescate de sus mitos. Es por ello, que
la trayectoria académica de José Antonio Mazzotti es reconocida
también por su ferviente preocupación para la protección de la
cultura originaria y la lengua amazónica.
Mazzotti en NAWA ISKO IKI ofrece, como se ha señalado,
un estupendo poemario con un magistral uso de imágenes en
las que la tradición oral Iskonawa se rescata y reelabora con los
recursos propios del lenguaje poético moderno.
No en vano, el extraordinario poeta cubano José Kozer
sostiene sobre el libro: “Considero NAWA ISKO IKI / cantos
amazónicos de José Antonio Mazzotti un cabal ejemplo de esa
modernidad auténtica donde se conjuga lo ancestral con toda la
carga espesa y ardua de una larga historia que desemboca en la
actual modernidad: amalgama donde lo disímil y complejo de
lo que en apariencia no se relaciona, sólo un poeta de la altura
de Mazzotti, ajeno a atuendos y falsos paramentos, es capaz
de armonizar. Dos lenguas que acaban siendo una gracias a
la capacidad poética que no tiene empacho en correr el riesgo
de intentar sintetizar tradición y modernidad: todo doble, en el
amoroso respeto que reúne una Amazonía mitificada que hay que
rescatar y devolver al presente como fundamento de la verdadera
historia de un país, de todo país. Sirvan de ejemplo de esta doble
conjunción de lenguas dos versos de Mazzotti: Harían fiesta todos
juntos, pero faltaba carne suave, pulpacona o hacernos ver como
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Boniniken por no entender: Vivirá para siempre / Comiendo tierra
del bosque, ignorante de su lengua. Evidente de esa verdadera lengua
doble y múltiple que Mazzotti nos rescata poéticamente”.
NAWA ISKO IKI presenta en su contenido estructural un
“Aviso al lector” y dos apartados: “Cantos amazónicos” que reúne
16 poemas que contextualizan el imaginario amazónico, y “El río
místico”, con un único poema “Suenan las aguas estancadas a
barullo de fiesta” que hacen un total de diecisiete textos poéticos.
En “Aviso al lector”, el poeta nos señala: “Entre la poesía y el
relato mítico (que es una de las formas más antiguas de la poesía),
lo cantos de este libro se fueron construyendo libremente, en
su mayor parte inspirados en narraciones ya existentes, pero
transformándose de acuerdo con mi propio ritmo y sentido de la
composición, a veces citando, muchas otras inventando […]”.
El libro lleva un epígrafe de San Juan de la Cruz que dice “A
la tarde de la vida / te examinarán en el amor”. Mazzotti procesa y
transforma el amor conduciéndolo hacia quienes sufren el olvido
y el despojo, hacia la naturaleza desprotegida y vulnerada.
El libro responde al trabajo de investigación realizado
por Mazzotti y su equipo, quienes se internaron en los poblados
donde habitan los últimos hablantes iskonawas (selva de Ucayali)
de los que recogieron canciones y relatos iskonawas, así como el
volumen Tradición oral iskonawa (2018) que conforman los relatos
que sirven de inspiración a los poemas.
Efectivamente, Mazzotti recrea y reelabora espléndidamente
los mitos y leyendas a través de un lenguaje lírico - narrativo
original en el que dialoga con los legítimos transmisores de
estas historias quienes son los últimos hablantes del iskonawa:
Juana Rodríguez Meza (Pibi Awin), Nelita Rodríguez Campos
(Nawa Nika), Isabel Campos Rodríguez (Kishte), Pablo Sangama
Rodríguez (Wini Kera), José Pérez Rodríguez (Chibi Kanwá) y
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Germán Campos Rodríguez.
En NAWA ISKO IKI se materializa una reivindicación
del lenguaje mítico para el lenguaje poético contemporáneo.
Es imprescindible destacar también cómo Mazzotti ha logrado
incorporar en este libro una abundancia de términos del lenguaje
amazónico que visibilizan y enriquecen el discurso poético.
En ese sentido, coincidimos plenamente con el poeta y
crítico literario Ricardo González Vigil quien se refiere al libro
de José Antonio Mazzotti como una “espléndida entrega [...]
la reelaboración, con los recursos del lenguaje poético (líriconarrativo) contemporáneo, de la tradición oral Iskonawa que nos
ofrece, en plena madurez poética, José Antonio Mazzotti [...] uno
de los mejores libros de la poesía hispanoamericana nutrida por
cosmovisiones amerindias”.
NAWA ISKO IKI visibiliza la cosmovisión, origen tradición
del poblador de la Amazonía, así como los vínculos entre la
naturaleza, los animales y todos los seres vivientes quienes en
algunos poemas se transforman o metamorfosean conservando la
esencia mágica y particular del pensamiento mítico.
Precisamente, la investigadora, docente y crítica literaria
Giancarla Di Laura señala: “Este libro es, desde todo punto de
vista, un aporte a la visión ecologista y humanista de nuestra
existencia y un alegato elocuente para apreciar la belleza de la
poesía inherente al conocimiento milenario. En suma, estamos
ante uno de los mejores y más trascendentes libros de poesía
publicados en el Perú en los últimos años”.
La poesía Mazzoti exhala el humor del territorio
amazónico. En el libro, José Antonio Mazzotti no solo recrea la
cosmovisión iskonawa, ofreciéndonos a través de un discurso
poético bellamente elaborado, sino también asume un decidido
partido por los pueblos originarios. Nawa Isko Iki significa
“Soy del pueblo o de la gente Isko”, esta identidad que asume
el yo poético lo compromete y adhiere con sus reclamos ante la
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injusticia histórica que los oprime. Como es conocido, Mazzotti
ejerce, desde hace muchos años, un reconocido activismo literario,
y desarrolla investigaciones sobre la poesía virreinal peruana, la
poesía latinoamericana de hoy, el éxodo literario hispanohablante
en los Estados Unidos.
Y como corresponde a un gran orfebre de la palabra, aquí
una muestra poética de Mazzotti quien resplandece en el cielo
poético con sus manchas de huito.
Lima, enero 2021
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EL CANTO DE LAS MANCHAS DE LA LUNA
Hermosa como un cántaro marchaba al río Piwi Niká.
Sus piernas tahuarinas relumbraban con azúcar de cedro.
En las flores del achiote se elevaban sobre las shushupes
Y dejaban en las cochas de diamante su gusto de jazmín.
Era tanto su encanto que los colibríes le zumbaban al oído
Y el deseo como un fuego se prendía en el pecho de su hermano
Churu. Una noche la sorprende durmiendo desnuda al calor
De la cocona. Se desliza entre sus piernas de aguaymanto.
Y en cada estrella, por semanas. Pero Piwi Niká no lo sabía.
No conocía a su amante, delirando con pociones de brujo,
Churu reptaba como una boa en la sombra, reía
Con el sabor de la fruta más dulce que todos deseaban.
Piwi Niká en la neblina guardó fuerzas y pintó la cara
Del oscuro con huito. Después se durmió, pero recordaba
Que un hombre al día siguiente buscaría con la cara
Manchada. Pasaron muchos. Quince, treinta, ni uno solo
Mostraba la cara manchada. Hasta que por la tarde, el último
En volver de la caza era Churu. Y tenía la cara manchada.
“Fue mi hermano”, dijo Piwi. Y lloró. Llamó a su madre Wari.
Le pidió consejo. Desde el cielo el sol su madre le confió su voz.
Caía la noche y atisbaron un mono coto balanceándose lejos.
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“Vayamos a cazarlo”, dijo Piwi Niká. Subieron cuatro hombres.
Churu fue el primero. De arriba soltaba los pedazos del coto
Uno por uno: brazos y cabeza cayeron bajo el filo del cuchillo.
Harían fiesta todos juntos, pero faltaba carne suave, pulpacona.
Piwi Niká avistó otro mono. O eso dijo, y subió un joven valeroso
Y los brazos y piernas del hermano cayeron como frutas rojas
Sobre la alfombra de las bokon ibo, cabezonas y hambrientas.
En su kahe encerrados tendieron las centellas en el terciopelo.
Y un grito extraño, de otro mundo se acercaba, los llamaba
Con furia y venganza: la cabeza de Churu volaba hacia ellos.
Tuvieron que sellar las puertas, los resquicios para que Churu
No entrara con su rabia de lupuna. “Seré comegente”, aullaba.
“Lupuna”.
“¿Quién me ha descuartizado?”. Y Piwi Niká y su campeón
temblaban.
Pero Wari decidió llegar temprano y
Churu se escapó hacia el cielo
Iluminándolo. Hasta hoy resplandece con sus manchas de huito.
(Libro: NAWA ISKO IKI/cantos amazónicos)
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SABIDURÍA DEL PÁJARO ISKO
Yuushiña con sus hijos reza a los pies de la montaña.
El Rüe Biri es alto y los monos escasean. Los sajinos
Se funden en los árboles y llaman a sus fantasmas.
Yuushiña enciende su cigarro en la nariz. De pronto
Ve al pájaro de cola luminosa y su huerto de maní.
Yuushiña quiere hablar al dios alado, suplicarle
Sabiduría. Con sus hijos alista las talegas. Será un viaje
Largo y peligroso. Ya son seis. Yuushiña y sus hijos grandes,
Mozos como cachimba de hojas verdes derramándose.
Uno de ellos quiere adelantarse. Es el soberbio paenmi.
Su padre le dice: “Debemos llegar juntos y hablar con el isko;
Juntos no nos hará nada, con su cola puede lancearnos”.
Por la noche el malcriado se desliza silencioso, carga sus flechas
Y avanza lentamente. Quiere atrapar al isko, hacerlo su sirviente.
Una pantera negra se levanta de su pecho imberbe. Lo desgarra.
El isko sólo duerme con un ojo. Le advierte que no suba.
Tensa el arco
Y clava su lanza amarilla en la cabeza
del soberbio. Cae temblando.
Cuando su padre lo recoge, llora de
rabia y congoja, pero entiende
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Los designios del ave misteriosa. “Hermano isko, por favor
perdona
A este mancebo torpe. Yo he venido a pedirte humildemente
un canto,
Las notas que dibujan los surcos del maní”. El Pájaro lo mira
fijamente.
“Prende una hoguera”, le dice. Yuushiña enciende el bosque,
se refugia
Y arriba truena “Kutsa kuturús”. Cae la lluvia en la mañana,
las raíces
se limpian de la baba de los suris, y en el aire un aroma
de orquídeas.
“Intenta subir hasta mi copa”, lo conmina. Y Yuushiña emprende
La escalera de maleza y moho. “Itsá Kuturús”, exclama el isko.
Hasta la tierra baja el curioso, se desliza como gota de resina.
Ebrio de sus poderes, el pájaro le dice en su silbido: “Sembrarás
Así, no muy hondo, dando aire a la semilla y sosteniendo
Los tallos con hilos de chonta. Cuidarás de su fruto sabroso”.
Y también le enseñó a crecer camote, blanco y rojo, y a esperar
La luna en la cosecha y el descanso. Los hijos de Yuushiña
Veían a sus críos correteando como hormigas cabezonas.
Tras hamaquear tres meses Yuushiña y su familia recordaron
Lo último que el isko les dijo: “partirás esa cosecha de maní
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Y de camote entre todos igualmente. No mezquines, no seas
yoichi”.
Y se levanta desde entonces como el brazo del simpira
Un arcoíris, sin fin y sin principio.
(Libro: NAWA ISKO IKI/cantos amazónicos)
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LA RAZÓN DEL CHULLACHAKI
Apareció una tarde Boniniken resplandeciendo quieto
A la orilla del bosque. Su barba parecía la luna alzada
Y su sonrisa la primera vista del alba esplendorosa.
Kitesh miraba, boquiabierta, la bondad de su padre
Que la llamaba penetrando en una trocha hambrienta.
“¿Adónde, padre mío, estás llevándome; a qué oscura
Cueva de piel de chonta me conducen tus pasos?”.
Pero ya Boniniken se perdía debajo de la niebla repentina.
Se hundía su silueta en el desierto húmedo, sus huellas
De pronto revelaban pies de dos especies de animales.
La primera, aún humana, se estiraba irremediablemente
Al compás de los troncos. La segunda tenía dos uñas
Mirando hacia atrás. Kitesh sintió un escalofrío de cuarzo
Y se miró perdida. “¿Adónde, padre mío, me has traído?”.
Y con el tiempo Kitesh se peinaba con esqueleto de paiche,
Sumía sus manos finas en sangre de ronsoco, se explayaba
En aletas transparentes que le crecían de las axilas, dulce
Mordida de sus labios filosos, hasta que fue poseída por el
Chullachaki, por diez lunas, y cuando el Chullachaki
Se cansó, apareció la ardilla Kapayoshi, de elegante figura.
Porque así es el amor cuando ocurre, como un chubasco
Barriendo el barro sobre la calzada, como el rayo que cierra
La herida de un lugar insignificante de pronto convertido
En el altar. Kitesh y Kapayoshi se adoraron como otorongos,
Borrachos de vicio y de masato, comulgaron de las plantas
Sagradas, se fundieron con el espíritu del bosque tupido,
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Al que sólo penetran los aventurados, dos cada cien años.
Ya sabemos el resto. Boniniken nunca entendió el porqué
Del Chullachaki. Tampoco al Kapayoshi. Vivirá para siempre
Comiendo tierra del bosque, ignorante de su lengua.
(Libro: NAWA ISKO IKI/cantos amazónicos)
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AMAZONAS
Padre poderoso que te esfumas en el horizonte,
Santificado sea tu fondo franela donde las conchas
Se funden con las ramas cimbreantes y las ramas
Un sueño milenario aletean en el desvientre de luz,
El sabor de la sábila y el oro esperma del paiche,
La iguana marrana, el cóndor delfín, la anguila mona,
Y el loto de alfombras que dibuja el chullachaqui.
Cubres lagos desde tu loma lechosa, desde tus
Sabanas sabrosas de savia soberbia, de subidas
Y bajadas restallando en el alcázar de tu sombra.
Padre sembrado de arena derretida flotando sideral,
Enfermo repentino incrustado de termómetros,
Tus ninfas, pústulas de arsón, y fungen pécora,
Tus algas ostentan las puntas quebradas, tus pirañas
Se muerden entre ellas danzando en la niebla sidérea.
Padre que estás en las ovas con la audacia de quien
Invade la planicie mamífera con océanos barrosos,
Acidándose de úrea y de sueños de lavandería,
De blancuras por venir que no olfatean su caña de mayo,
Y miras con misericordia lo que hemos hecho de ti,
Un seguro sin techo, un dios inmortal, y solamente eres
El animal bóveda de los espíritus de todas las matas
Y todas las copaibas y las nectandras y los zancudos
Que beben de tu cuello carnoso el hidrógeno sangre,
La taruca tapiresca, el tortugo perezoso, la boa lagartija,
Y el tahuarí amarillo que los amaranta y charapea.
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Padre Yacuruna, estarás con tu lagarto negro por los
Abismos de las cochas plateadas en la luna de tu madre,
Corteza de tornillo cocinando la poción santificada que
Llevará tu grito ayaymama raspante por las quebradas,
Sentado como el simpira auscultarás los movimientos
De los intrusos, antorchas que suturan tus poros, estarás
Atento a la hoja inerte, alada de los rombos cristalinos, de
La caoba inmaculada y la cumala imberbe y la manchinga
Acurrucada en el pino chuncho y el cachimbo con sangre
De grado, investirás de honor como pantera esos cráneos,
Removerás con tus garras la hojarasca, acecharás
Esos monos desnudos extraviados de su sendero
Y esos monos vestidos que traerán la fiebre ceniza.
Padre Sachamama, te desgajas y abandonas tu piel
Que bordan las enanas cabezonas, definitivamente
Ordenadas, herederas del universo, en ellas te deslizas
Silencioso por las hojas del cedro y te recoges
En el vientre de una roca raída al acecho, escondiendo
Tus sables insaciables, paladines de tu vientre infinito.
Padre Yanapuma, brujo perverso entre los más malignos,
Tu silueta de pantera noche se confunde con los gallinazos
Para comer carne humana a cualquier costa, la más dulce
De todas las delicias que la selva ofrece porque su aroma
De animal limpio es más agradable a las entrañas rojizas
Que asoman por tus ojos amarillos, por tu amargura de dios
Momentáneo, de dios todopoderoso, lo que un rayo azota.
Padre Mapinguari, perezoso gigante, deambulas a veces
Tumbando los arbustos más altos, desgarrando pieles
Cubiertas de esmeraldas, bailas bajo las tormentas
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Cazando cocodrilos en las bolainas y en las orquídeas,
Saltando con los colibríes y los urcututos,
Trompeando con los trepatroncos y las guacamayas,
Tu monte de gigante es temido andante de los maqui
Sapas, colas de mano, arácnidos con tetas y cara
De gárgola asustada de los ocelotes, gruñidos y lentos,
De los relámpagos que paren tu sombra, abiertos
De piernas ante tu portento de portaestandarte.
Padre Chicua que revelas las infidelidades felices,
Las de los animales que sólo caen ante la gravedad
Del amor, sin condiciones ni futuro, sólo presente
Puro, insondable como tu bolsa de boa traga aldabas.
En tus serenas curvas se solaza el universo, erige
Su bastón de mando para besarte en cada abismo,
En cada noche bajo los troncos guarecidos y la lluvia
Lamiendo con furia su entrada al Paraíso, rezando
Ave María Bendita Tú eres entre todos los placeres,
Dispénsanos de rodillas, te lo pedimos humildes,
En tu leche palpitante y mullida nos fundimos en
El primer encuentro en el mar de la célula con cola
Y el recinto secreto de la esencia de la Eternidad.
Padre Yurupary que cruzas el caudal silente,
Subiste al cielo en misión oficial y así te pagaron,
Tomando la batuta los que antes te temían,
Decidieron ordenar la casa, hacerse cargo de todo,
Y tus hijos olvidados como los sajinos deambulan
Por las cortezas de las moenas y los motelos, rumiando
Las estrellas, reclamando tu regreso / el Sakro Cosmos
Restablecido por los siglos de los siglos, loado tu Nombre,
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Padre Tanrilla, frágil garza de patitas de flauta de amor,
Tu música levanta obeliscos, humedece las nubes plácidas
Que encuentran en su ritmo de posishon el goce eterno
Por el que vive y muere y se desdice en gemidos el coro
Que canta cada noche:
“Ayaymama, Huischuhuarca: Nuestra madre ha muerto
Y nos abandonaron”.
(Libro: Apu Kalypso / palabras de la bruma)
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