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DE LA VIDA
DE LA VIDA
HOMENAJE AL 452º ANIVERSARIO DE LA VILLA
DE LOS REYES DE SANTIAGO DE ABANCAY
CIRO V. PALOMINO DONGO
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CIRO V. PALOMINO DONGO
Dedicado a la Villa de los Reyes
de Santiago de Abancay, que en
silencio y en medio de la
apatía de sus hijos, cumple
452º años de su fundación española.
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DE LA VIDA
PRESENTACION
Han pasado 452 años desde el día en que por encargo del virrey Francisco de
Toledo, el licenciado Nicolás Ruiz de Estrada, el día 18 de enero de 1572 realizó la
reducción de los indios del valle de los amancaes, fundando un poblado colonial a la
traza romana, plaza mayor, calles derechas, manzanas cuadrilongas, a la que puso el
nombre de Villa de Santiago de los Reyes de Abancay en homenaje a la Ciudad de los
Reyes, que así se llamaba Lima, que en ese mismo día cumplía su 37 aniversario; y,
eso para mí es muy importante.
Se imaginan el gran cambio que se produjo a la actualidad en estos más de cuatro
siglos y medio, que va de los pocos españoles que se afincaron en las tierras del Estado
Inca, que eran cultivadas por mitmas traídos en la década de 1470 desde 10 lugares de
la Costa, uno de la Sierra de Lima y para las partes altas de cuatro diferentes lugares
de Puno, que superaron los 5,000 individuos. Todo un éxodo para aquellos tiempos.
Ahora aquella centenaria villa se ha convertido en la ciudad de Abancay, capital
de la Región Apurímac que alberga más de 90,000 habitantes que después de las
haciendas y los gamonales, la reforma agraria, la “guerra sucia” de los años 80 del siglo
pasado, el boom minero y la minería ilegal, la pobreza, la exclusión y una mal
entendida modernidad crece y sigue creciendo inexorablemente al parecer sin medida
y sin un Norte a donde llegar.
Luego de esto, he querido rendirle mi homenaje a aquella remota Villa de Los
Reyes de Santiago de Abancay, publicando unas cuantas historias, cuentos, anécdotas
y apreciaciones de mi autoría que los he venido publicando en las Redes Sociales con
el propósito de expresar, desde el sitio donde vivo, pienso y siento, mis opiniones,
fantasías y algo del inconsciente colectivo apurimeño, expresado en la información que
nos han heredado nuestros antepasados y que como experiencias comunes
compartimos.
Bueno sin más decir. ¡Allá vamos!
Abancay, 18 de enero del 2024
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CIRO V. PALOMINO DONGO
ANALÍA
Esta es una de esas extrañas historias que de un modo u otro y sin que lo hayas deseado
acaban siendo parte de ti.
Como sucede en estos tiempos del COVID–19 y del trabajo remoto, alguien me llamó
por el celular. Como de costumbre le pregunté de qué Comunidad me estaba llamando y cuál
era su consulta. Me respondió que se trataba de un asunto particular y que le entendiera lo que
quería decirme en una entrevista privada. Le respondí que en todos los casos sólo estaba
atendiendo por el móvil. “Total, aunque nos viéramos a los ojos, no haríamos más que
conversar”. Pero si quería verme podía ser a través de una videollamada por las redes sociales.
Me aclaró que no eran comuneras, sino vecinas de la ciudad y que el motivo de su
consulta era un asunto de vida o muerte que las tenía muy preocupadas. "¿Sabe dónde vivo?",
le pregunté. "¡Sí señor! Solo queríamos saber si podía recibirnos". "¿Cuántos son ustedes?",
le pregunté. "Somos tres mujeres". "¿Están vacunadas?" "Si señor, con todas las dosis". De
este y otros modos desconfiados y paranoicos hemos tenido que aprender a comportarnos en
los últimos tiempos. ¡Qué pena!
Ya en el patio de mi casa usando la doble mascarilla recomendada y guardando el
distanciamiento social del caso y todos premunidos de un frasquito pulverizador de alcohol,
tomamos asiento y luego que ellas se pusieran de acuerdo en que orden querían hablar, me
dispuse a escucharlas.
Como acostumbro, no les pedí su nombre. Eso lo hago solo al final, si de la consulta
resulta que hay que formular algún documento. La más conversadora o al menos la que tenía
algo que decir, me contó que allá por la costa Oeste de los Estados Unidos tenían una hermana
que cuando acabó el colegio pudo irse a trabajar a ese país, porque se la llevó una pareja de
gringos que hablaba bien el castellano y que por esos tiempos estaban adoptando a un
huerfanito de esta ciudad.
Contando con la garantía de la iglesia se logró el consentimiento de sus padres para
que pudiera salir de su casa, pero solo para que cuidara al adoptado. "Que bien puede ser su
hermanito" decían las monjitas. Y que cuando el niño llegara a valerse por sí mismo y ella
dominara el inglés, podría seguir educándose en lo que le guste o regresarse al Perú si así lo
decidía. Y que así fue como se fue.
Me contó que pasado el tiempo se acostumbró a la vida de los gringos y cuando podían
hablar por teléfono, con un acento de gringa latina les prometía que cuando viera un modo
seguro les haría llegar un montón de ropa y otras cosas muy útiles y bonitas que abundaban
por allí. También les dijo que estaba estudiando administración de empresas y que había
viajado por muchos lugares de Norteamérica y el mundo, porque sus patrones no perdonaban
salir de vacaciones.
En otra ocasión que les llamó, le hicieron saber que don Segundino Ustúa había
fallecido y que sus hijos que vivían en Lima estaban haciendo “querer” su hermosa chacra de
más de tres hectáreas con agua propia, árboles frutales, pinos, cipreses y eucaliptos, buenos
cercos, pero casi sin casa ni otras comodidades para las gentes. Que ese terreno tenía
documentos de los tiempos de la expropiación y lotización de la hacienda lo querían vender
en 80 mil soles.
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DE LA VIDA
Ella les respondió que “a ojo cerrado” deseaba comprarlo y que al día siguiente a la
misma hora le pusieran al habla con los interesados, para cerrar el trato y que se esperaran un
poquito, para que el dinero llegara a un banco de la ciudad a nombre de su hermana Jesusa.
Los vendedores dijeron que sí y que "gracias mamacita linda", porque dos días después lo
iban a vender en la mitad de ese precio. Pasado unos días se cerró el negocio a nombre de
quien me estaba narrando.
Desde ese día la percepción que todos sus familiares y conocidos tenían de ella cambió
enormemente hasta el extremo de hacer correr la noticia de que en los “yunaites”, la Analía
se había convertido en una “milluca” y no solo eso, sino que era una brillante administradora
de empresas.
Los gringos que la llevaron, ya con su "pikisiqui" crecido, debieron viajar a Guatemala
por órdenes de su trabajo que tenía que ver con eso de la cooperación técnica o la santa caridad
ecuménica, y como no quiso seguirlos porque quería cumplir sus aspiraciones, la dejaron
espiritualmente encargada a la parroquia del muy devoto padre Genaro Campolongo, y porque
además en ese país podrían conseguirse toda la servidumbre que quisieran. Pero no solo fue
eso, sino que con muchas recomendaciones la dejaron muy bien empleada en la mansión de
una pareja de ricachones que tenían un bello niño de cinco años que se llamaba Paul.
"Señor, mi hermanita es linda e inteligente, pues a pesar de haber llegado sola a
Norteamérica, rápidamente se abrió camino como empresaria y no solo eso, sino que se casó
con un gringo que tiene mucho dinero a quien le dio un hijito precioso e inteligente que se
llama Pablito y que ahora tiene cinco añitos. No sé porque aquí mi hermana, solo por
molestarme, dice que eso no es cierto y que además de la mala noticia que le estamos trayendo,
dice que hay algo más que quiere contarle.”
La aludida que era una jovencita algo mayor de 20 años, sólo para que supiera con
quién estaba hablando, me dijo que era una estudiante de derecho en una de las universidades
privadas del pueblo y que conocía muchísimo acerca de las redes sociales, así como un
montón de sus “tips” y que por eso mantenía un contacto muy estrecho con su hermana Analía
y sus amigas centroamericanas.
Luego me refirió que el motivo de su consulta era serio y por eso muy apremiante, cosa
que sus hermanas no querían entender, porque ellas estaban convencidas de otra cosa o más
bien atadas a una fantasía que habían acomodado en sus mentes y que no querían torcer,
mucho menos deshacer, porque así les gustaba, y así lo habían propalado allí por dónde iban.
El asunto que las traía; por lo menos a ella. Era que cuando llegó el COVID–19, sus
nuevos patrones le anunciaron que dejaría de trabajar para ellos, porque habían decidido
enviar a Paul a la casa de sus abuelos que vivían en otro Estado y que junto a dos de sus
primos y al cuidado de otra empleada pasarían la pandemia y cuando toda está desgracia se
haya acabado y tenga que volver su niño a casa, la llamarían para que todo volviera a ser
como siempre.
Pero como por más de un mes su hermana no respondía a sus llamadas ni mensajes en
el WhatsApp y porque también se había congelado su muro en el Facebook, decidió buscar a
sus amistades en las redes sociales, hasta que después de casi tres semanas de pedir auxilio a
todas ellas, una desconocida que decía ser hondureña y llamarse María Dolores respondió,
diciéndole que eran amigas de la iglesia del padre Genaro Campolongo, que estaba allí donde
ella vivía.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
Para decirle que la verdad era que en la parroquia nadie sabía que Analía vivía sola en
aquel barrio donde residían hacinados un montón de latinos que están convencidos que la
pandemia es un invento de los gringos y que las vacunas eran un veneno para deshacerse de
los negros, los asiáticos y los latinos. Tampoco sabían que le rentaba una habitación a un
ecuatoriano que de vez en cuando se aparecía por la iglesia con su cara de santurrón.
Y que sólo cuando se sintió bastante mal se fue sola al hospital del condado y ninguno
de los que la conocía se hubiera enterado de nada, si es que por la cuadra no se aparecía una
brigada de emergencia sanitaria para aislar a todos los que hubieran tenido contacto con ella
en los últimos quince días. Pero como los que vivían en esa edificación negaron haber tenido
algo que ver con ella, los sanitarios se limitaron a tomarles sus nombres y a notificarles para
que se hagan una prueba molecular (PSR) y después de colocar un letrero advirtiendo que el
lugar estaba infestado de COVID–19, desaparecieron.
Lo más duro de aquella noticia es que Analía jamás salió de aquel hospital o si salió,
salió muerta. Pero por esos momentos todo estaba envuelto en una sombra de misterio, porque
ningún ser humano se había presentado ante ese nosocomio afirmando ser su pariente, su
amigo, su colega o su socio, para preguntar qué fue de ella.
Las cosas hubieran seguido así de oscuras y misteriosas, si no fuera porque el
ecuatoriano, después de haber traficado selectivamente todas sus pertenencias, se apareció
por la iglesia del padre Genaro Campolongo con cinco grandes y repletas bolsas de plástico,
no para decirle que necesitaba desocupada su habitación, sino para demostrarle que como
buen cristiano quería que se regalara todo su contenido a los pobres. El cura no le dijo nada y
cuando desapareció de su vista, ordenó a los voluntarios que se quemara todo, ahí dónde se
quema la basura por temor al virus.
Y ahí hubiera quedado todo, si no fuera porque el padre Genaro se acercó al crematorio
para supervisar lo que había ordenado. Pero algún temeroso de Dios no se atrevió a incinerar
unas medallitas de plata, estampitas de cristos y vírgenes peruanos, un rosario de semillas
amazónicas, relicarios, detentes y un precioso crucifijo de madera hecho por algún artesano
andino. Fue entonces que comenzó a preocuparse por la dueña de aquellos santos objetos, así
que se prometió visitar aquel hospital para preguntar por la suerte de Analía HQ
Allí se enteró que a pesar de tener un Medicare, llegó muy infectada y con un pánico
irracional que le hizo creer que esa maldición China había llegado hasta allí donde vivía para
matarla, aprovechando que estaba lejos de su casa y huérfana de su familia, sus alimentos, sus
curaciones, sus creencias, sus paisajes, sus recuerdos, sus sueños y su vida. Al segundo día
pasó a la unidad de cuidados intensivos para permanecer intubada por más de una semana.
Aun así, debido a su juventud superó aquel tormento.
Pero una mañana se despertó llena de entusiasmo, no porque estaba en el buen camino
de recuperar su salud, sino porque estaba convencida de que en sus sueños se le habían
aparecido sus abuelos para llevársela, y al parecer se la llevaron, porque al atardecer de ese
día hablando en el lenguaje ancestral de los incas con los fantasmas que la rodeaban, se murió
mirando fijamente una de las ventanas por dónde algunas veces se aparecen los familiares de
los otros enfermos, para hacerles saber que los quieren muchísimo y que desean de todo
corazón que vuelvan ahí dónde los están esperando.
Luego le hicieron saber que entre las pertenencias que dejó la occisa estaban su
pasaporte, un celular y dos tarjetas de ahorros y que con lo que llegó ella, por razones obvias,
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DE LA VIDA
se quemó. Y que: “Si tiene parientes háganselo saber para entregárselos, pero siempre por su
intermedio”.
"Debe ser por la intercesión del santísimo Espíritu Santo, que me has encontrado en el
preciso momento en que yo también estaba rogando encontrarme con alguno de ustedes", le
dijo la hondureña que todo eso y muchas otras cosas más respecto de Analía le iba contando.
Después de unos días le avisó que a través del servicio diplomático de nuestro país le
enviaran un poder amplio y suficiente para que pudiera retirar todos los documentos que
estaban bajo la custodia de aquel hospital, así como para poder mover el poco dinero que
podía haber en esas tarjetas. “Con esos dineritos podría recuperar los restos de la querida
Analía, incinerarlos y enviárselos vía DHL a su pueblo, para que ustedes que son muy
piadosos puedan darle una cristiana sepultura”.
Después de esta triste historia pude percatarme que el motivo de la consulta era si
resultaba conveniente darle el poder amplio y suficiente que esa María Dolores estaba
pidiendo, para que pudiera mover los dineros de aquellas tarjetas.
–No va a ser fácil como ella cree o ustedes estarán pensando, porque en primer lugar
necesitaríamos tener un certificado de defunción extendido por aquel hospital que esté
perfectamente traducido por el Cónsul peruano, con base al cual se podría inscribir su
defunción en los Registros Civiles de la RENIEC y recién con ese documento iniciar un
proceso notarial de Sucesión Intestada y solo cuando esté inscrito en la SUNARP y que por
ese motivo ustedes hayan pasado a ser herederos legales de su hermana Analía, recién podrían
tener derecho para enviar el poder que les pide esa amiga, para que pueda hacer lo que ella
está pensando. Pero para qué necesita esa mujer incinerar un cadáver que supuestamente ya
ha sido quemado por orden de los organismos sanitarios encargados de la lucha contra el
COVID–19. –Les hice saber.
–Señor, yo estoy segura de que en esas tarjetas están depositados todos sus ahorros de los
muchos años que ella ha trabajado en ese país. Yo creo que en esas tarjetas no hay unos pocos
dólares, sino muchos. Porque trabajando cómo y dónde trabajaba, no gastaba casi nada. –Y
agregó. –La verdad es que en alguna ocasión ella me confió que tenía más de 400 mil dólares
ahorrados para financiar su proyecto en “Shangri–la”, como a ella le gustaba llamar a la chacra
que había comprado y donde quería instalar un lujoso centro turístico de reeducación y
rehabilitación neurológica y que solo por eso estaba rompiéndose los lomos en tierras
extrañas.
Cómo todos nos quedamos mudos, porque la conversación había caído en el vacío de
las suposiciones, me limité a decirles. “Bueno, para terminar. Lo que nos conviene es
averiguar el modo de comunicarse con ese padre Genaro Campolongo. Tú que eres experta
en redes sociales de repente por ese medio lo encuentras”. Le dije a la estudiante de derecho.
Luego de esa entrevista, espoleado por la curiosidad abrí el Facebook para ver el muro
de Analía HQ. ¡Vaya sorpresa! Como casi siempre escribo algo sobre la historia de mi región
o publico algunas fotografías de sus paisajes, sus costumbres, su gente, así como realizo
investigaciones de interés regional, tal vez como muchas personas, alguna vez me pidió ser
su amigo virtual y la acepté, así que pude viajar ampliamente por el historial de su muro.
Nunca había sentido esa extraña sensación de conocer a alguien que estaba ahí
mirándome desde la inexistente profundidad del ciberespacio con agradables sonrisas en su
rostro. Estaba en eso cuando se me ocurrió preguntarme: “¿Es ella o ya no es ella? ¿Está o ya
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no está aquí donde pensamos que estamos todos?”. Tanto más cuando no existía ninguna
certeza de su muerte, más que las afirmaciones no confirmadas de una hermana menor que
aseguraba que ya no estaba más en este mundo, porque alguien que ella no conocía y que
respondía virtualmente al nombre de María Dolores le había anunciado su muerte y a quien
solo le interesaba las dos tarjetas de ahorros que estaban guardadas en la administración de
un hospital que ni siquiera sabíamos si existía.
Esta “realidad secundaria” me erizó la piel, porque sin darnos cuenta estábamos
comenzando a creer que más allá de la realidad que nos hicieron conocer y que aceptamos tal
cual por ser material, delante de nuestras narices está apareciendo otra virtual que todavía no
estamos capacitados para aceptarla y conocerla en su real dimensión, pero que sin darnos
cuenta está comenzando a existir dentro o junto a lo que consideramos nuestras vidas.
La foto de su perfil está bien lograda y por eso es llamativa. Presenta a una típica
muchacha de nuestros valles interandinos. Mestizas de piel clara y adornadas con las
facciones traídas a la península ibérica de todas partes de Europa, del Medio Oriente y más
allá, pero con ese gracioso toque de rusticidad indoamericana, para decirnos que dentro de
esa hembra habita una mujer fuerte. De abundante cabellera castaña algo rizada o de un
brillante manto negro de pelo lacio que les cae hasta la cintura y unos grandes y seductores
ojos pardos o negros. No muy altas, pero tampoco gordas y todas ellas metidas en un orgullo
altanero y algo salvaje que las hace capaces de alcanzar lo que ni piensan.
Su muro aún exhibe muchas fotografías de paisajes de playas, de mares, de calles, de
parques, de plazas, de miles de personas caminando por atestadas avenidas, de interiores de
ricas viviendas o caros restaurantes, de objetos curiosos, de un gringo adulto bastante
atractivo, de un lindo niño de cinco años y de los dos amorosamente juntos. Algunas muy
logradas y una que otra espectacular y de tanto en tanto, ella sola en poses bastante coquetas.
Pero las más bonitas, ella elegantemente vestida con grandes ramos de preciosas flores entre
sus brazos.
Hay algunas selfis mostrando de fondo hermosas fachadas de emblemáticos edificios
o lujosas viviendas. También aparece todos los ángulos de una suntuosa piscina, un
espléndido jacuzzi, un bien montado gimnasio doméstico, un amplio e iluminado dormitorio
y otros autorretratos con fondos de hermosas playas, tupidos bosques de altos árboles,
inmensos lagos, ríos cristalinos, puentes colosales y verdes montañas en lontananza y muchas
fotografías de ella con un niño y algunas con el gringo guapo y otras los tres en un hermoso
jardín. Quien no supiera su rol en esa familia fácilmente podría suponer que se trata de ella,
su amado esposo y su querido hijo.
Si está viva, nadie lo sabe. Si se ha muerto, eso no lo saben ni siquiera sus parientes.
Pero por ahora, para que pueda seguir viviendo por lo menos dentro de esa “nueva realidad”
que poco a poco viene engulléndonos, es que aún se mantengan a golpe de un mágico clic sus
fotografías y sus pequeñas historias en la web. ¿O me equivoco? Porque de repente también
pueda que su alma esté metida en el fondo de algún cielo, donde no le haga falta saber de qué
cadáver salió, ni mucho menos de algún pasaporte o de tarjetas de ahorros.
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DE LA VIDA
MI ENCUENTRO CON MICHIMAUS
Como en otras noches, a pesar de sentirme cansado por los ajetreos del día, no pude
conciliar el sueño y así estuve esperando caer dormido, y como ese consuelo no viene cuando
uno quiere, sino cuando le da la gana, así que a las dos de la mañana apagué todo y cerré los
ojos pensando únicamente en el sueño que debía acudir.
Lo cierto fue que, al comienzo del alba, mal que bien, me quedé dormido y me levanté
a las nueve y cuarenta y tres minutos de la mañana, según me dijeron las lucecitas blancas de
mi reloj digital de pulsera. “¿Qué raro si yo nunca duermo hasta tan tarde?”, pensé
desconcertado.
Aún en pijamas bajé de mi dormitorio y no hallé despierto a alguien. Así que recorrí
toda la casa buscando a los que viven conmigo y me percaté que todos estaban durmiendo y
los dejé así, porque no tenía derecho a despertar a nadie, solo porque yo estaba de pie. Total,
yo mismo había dormido como un haragán.
Como no quería molestar a mis amados dormilones, salí a comprar el pan para el
desayuno. Así que me asomé a la calle y al abrir la puerta todo a mi alrededor se encontraba
en un profundo silencio, no había el alboroto de carros y de gente que normalmente se produce
a esa hora. Pero lo más extraño es que en lugar de mi calle estaba un camino, como esos de
herradura que se muestran en los campos, aunque ese era más amplio y sin dirección y lleno
de una luz que no salía de alguna fuente, sino de la propia vereda y que por sus costados todo
brillaba mágicamente.
“¿A dónde llevará este camino?” Pensé.
Entonces, como cuando caminando por la campiña, me encuentro con una vía
inesperada, casi siempre me atrevo a recorrerla siquiera un tramo para saber a dónde podría
llevarme. Bajo esa misma curiosidad me animé a recorrerla. Pero qué raro, a pesar de marchar
a buen ritmo por no sé cuanta distancia, no advertía ningún malestar o cansancio y más
sorprendente aún, me sentía como si fuera un jovencito lleno de vida y feliz de estar andando
sin los horribles dolores que me producen las bursitis trocantéreas y las otras molestias que
me quieren paralizar.
Después de caminar no sé por cuanto tiempo, eso era lo de menos en esa senda, cuando
de pronto vi a mi gato sentado sobre una piedra. "!Hola Michimaus!" Le dije y sin moverse
de su asiento me respondió. "!Hola!". No me sorprendió que me hablara, porque siempre que
le hablaba sentía como que me entendía.
Cómo hacía tiempo que no lo veía, le pregunté. "¿No sabía que tú también habías
encontrado este camino?". "En realidad no lo encontré, sino que me aparecí aquí cuando sentí
que lloraste por mí, entonces me puse a esperarte". Como no entendí su respuesta, solo atiné
a decirle que cómo estaba muy viejo y enfermo y se había perdido entre las sombras para
nunca más volver. “He llorado porque pensé que habías muerto”, le hice saber.
–Si, he sentido tu llanto al saber que había salido de tu vida.
–Lloré porque te quería o te quiero. Ya no sé qué decir en medio de este extraño camino. –Le
dije haciéndole las señas de quién no domina una insólita circunstancia.
–Porque me quieres y yo te quiero, por eso te estado esperando. –Me hizo saber.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
–¿Y por qué? –Le pregunté.
–Para que me preguntaras, todo lo que ahora mismo quieres saber.
–¿Cuánto tiempo llevas esperándome?
–El tiempo solo existe para los mortales. –Me respondió de tan mala gana, como si le hubiera
hecho una pregunta ociosa. –Como aquí no existen las distancias no hay necesidad del tiempo.
Y aunque esto parezca un camino, no lo es.
–¿Entonces qué es? –Le pregunté confundido.
–Es una puerta a otro mundo. –Me respondió.
–¡No me digas que te has muerto!
–La muerte no existe como alguna vez creímos. –Me respondió con total simplicidad y sin
ganas de darme sabias explicaciones.
Después de un momento que no supe cuánto duró, porque ahí no pasaba el tiempo, me
preguntó. "¿Hoy día a las nueve y cuarenta y tres te has despertado mientras en tu casa estaban
todos dormidos? Le respondí que sí. "Bueno pues, es la primera vez que realmente estabas
despierto”. Y luego agregó. “¿Cuándo has salido de tu casa te has encontrado con esto que
parece un camino?" Sorprendido le respondí que sí. “¿Hoy día, como lo han hecho siempre,
te han abrumado tus pensamientos?” Absorto le respondí. “¡Ni siquiera se han asomado por
algún lado!”. "¿Sientes que estás muerto?". "¡Por supuesto que no, incluso me siento tan joven
como hace muchos años atrás!". Le respondí con ínfulas de adolescente. Después nos pusimos
a caminar hacia adelante, porque en ese camino no se puede dar la vuelta y regresar.
De pronto me sacó de esa senda diciéndome. "Ven, quiero que veas algo". Luego de
atravesar algunas cortinas que parecían lluvias de luz, me enseñó un bellísimo paisaje.
"¿Conoces esto?” Me preguntó. "Yo creo que sí, se parece a la imagen del paisaje de un
almanaque que por todo un año tuve el placer de ver en una de las paredes de mi trabajo”. Le
respondí. "Es el mismo, sino que ahora ya no existe allá donde vivíamos, porque los hombres
lo han destruido". "Y como es que ahora podemos verlo". Le repliqué. "Es porque una perfecta
imagen holográfica de su belleza se ha almacenado aquí. Me reveló. "¿No entiendo, puedes
explicarme? Le supliqué. "Parece que todo lo bueno y bello que por miles de años ha existido
en el sitio que hemos dejado y cuando alguien o algo lo destruye una copia de ella se aloja en
este lugar, pero aún no sé por qué, ni para qué".
–¿Entonces todos los hombres que han muerto deben tener una copia por aquí? –Le pregunté
muy emocionado.
–No, los hombres ni en copia se alojan en este lugar. Sin embargo, algunos de ellos deben
pasar por esta puerta-camino para seguir el viaje eterno por todos los mundos y todas las
dimensiones.
–¿Y por qué no pueden viajar todos?
–Porque ellos saben lo que es bueno y lo que es malo en el mundo donde han nacido, que es
el punto de partida del viaje eterno. A los hombres que por su cuenta han optado ser malos en
el mundo que hemos dejado atrás, no se les abre esta puerta-camino.
–¿Sólo los hombres pueden ser malos?
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DE LA VIDA
–Sólo ellos, porque nacen para la conciencia. El resto responde al natural movimiento del
cosmos que siempre va de menos a más y de peor a mejor. –Me respondió sin darme mayores
explicaciones.
–¿Y qué pasa con los malos? –Le pregunté con mucha curiosidad.
–Ellos no despiertan mientras todos están durmiendo. Ni se les tiende este camino en el lugar
dónde mueren. Simplemente desaparecen. Ya no hay nada más para ellos y a pesar de eso,
resulta increíble que sean miles de millones los que están destruyendo su conciencia, la
naturaleza del mundo que dejamos atrás, su propia comunidad y lo peor es que se están
matando entre ellos, y por eso esta maravillosa senda casi siempre está solitaria.
–Michimaus. ¿Qué es ser bueno y qué es ser malo? –Le pregunté lleno de dudas.
–¿Tú has conocido el amor? –Me preguntó.
–Si. ¡Claro que sí! –Le respondí.
–Entonces tú tienes la respuesta. ¡Respóndete pues! –Me apremió.
"No sé qué debo hacer para entender o admitir lo que me dices, porque aquí todo parece
resuelto y por eso irreal y bastante loco”. Le confíe. "Aquí ya no somos del sitio en el que
fuimos, donde todo tiene que ser complicado y hasta infeliz para ser entendido. Aquí no
existen las teorías, los dogmas ni los misterios. Aquí no necesitamos saber para ser mejores.
Aquí todo está revelado y por eso es simple y bondadoso. Me predicó.
–Eso entiendo. ¿Pero a dónde llega este camino? –Le pregunté sin dudar que lo sabía.
–Cuando después de ver y conocer muchas maravillas que te mostraré, en algún momento yo
me despediré llorando como tú lo has hecho por mí. Sin ser ya tú nunca más, ingresarás a un
mundo mucho más grande, más perfecto y bueno que el que nos ha tocado vivir. Allí te estarán
esperando como a un bebé los que te criarán y te enseñarán a vivir en ese mundo nuevo. Más
de eso no sé.
Y así seguimos caminando mientras Michimaus me enseñaba todo lo lindo que pudo
haber sido el mundo que dejamos atrás y porqué todo lo bueno que tenía se echaba a perder
por culpa de los malvados, sin darse cuenta de que ellos también se están perdiendo del todo.
–Michimaus. ¿Algún día todos los hombres serán buenos?
–Como están las cosas, creo que no. Parece que primero destruirán su planeta y luego se
matarán entre ellos y ya no se verá a ningún alma de ese mundo andar lleno de gozo por este
camino. –Me dijo con tono desilusionado.
En algún momento me explicó que dentro del cosmos en miles de millones de años se
forman algunos planetas donde emerge y evoluciona la vida hasta que surge la conciencia en
los cerebros de su especie más elevada, y por eso pueden reconocer su propia existencia, sus
pensamientos, sus sentimientos, sus percepciones y el entorno que les rodea, a más de tener
una experiencia subjetiva de la realidad. Y me dijo que gracias a ello son aquella parte especial
del cosmos que, por encima de las estrellas, las galaxias y los cúmulos, son libres y capaces
de dar sentido a su existencia. Pero lastimosamente después de sus vidas terrenales y primarias
sólo un puñado de ellos pueden llegar hasta aquí, para tener la dicha de asomarse a otros
mundos y de allí a otros y otros más, y así eternamente.
–Michimaus. ¿Existen las almas? ¿Yo soy un alma? –Le pregunté.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
–Ahora que ya no eres lo que has sido. ¿Te sientes un alma? –Me preguntó.
–!Sí! –Le respondí categóricamente.
–¿Porqué? –Me preguntó.
En ese instante no supe que responderle, pero luego como si en mi interior se hubiera
producido un golpe de luz o algo más extraordinario, le respondí casi gritando desde dentro
hacia afuera y viceversa. –¡Porque mi conciencia fluye continuamente como un río de
sabiduría y felicidad!
–Qué bueno que sea así, porque ese será tu pasaporte para la eternidad. No lo pierdas nunca.
–Michimaus, podemos volver a nacer allí donde hemos vivido? –Le pregunté.
–No, no podemos volver a nacer, ni a reencarnarnos, porque como todo está en perpetuo
movimiento, nada puede repetirse.
Luego de ver todas las maravillas y de entender todas las revelaciones que mi mentor
me enseñó, llegó un momento en que me dijo.
–Tengo ganas de llorar, porque en este punto vas a dejar de ser lo que hasta aquí has sido para
mí y para ti, puesto que deberás nacer en otro mundo.
–Michimaus. ¿Ese es el cielo? ¿Ahí está Dios? –Le pregunté cargado de curiosidad.
–No es el cielo o paraíso de los hebreos, ni el Asgard de los vikingos, ni el Jannah de los
musulmanes, ni el olimpo de los griegos, ni el Swarga del hinduismo, ni los trece cielos de
los aztecas, ni el Apumayo de los incas, ni nada de eso. Sólo es un mundo de otra dimensión
o de otro universo que a partir de ahora conocerás, vivirás y llegado el momento lo dejarás
por otro. Tampoco ahí está Dios. ¿Acaso no te has dado cuenta de que Dios es absolutamente
todo? –Y se marchó en sentido contrario al camino y desapareció.
En cambio, yo avancé unos pasos más y vi algo que jamás había visto, pero como
estaba en la simplicidad de aquel camino, diré que fue una luz de luces y luego me moví a
otro sueño.
Después y como siempre me desperté a las cinco y media de la mañana de otro día
común y corriente, como acostumbra a hacerlo el viejo que a pesar mío estoy aprendiendo a
Ser. Antes de levantarme me puse a pensar si soñé con mi fin o si entre mis sueños me fui. O
talvez de un infinito número, este sólo sea un modo más de abandonar este mundo.
Días más tarde, como si se tratara de un llamado de aquel extraño sueño, recordé haber
escuchado: “¡NO TE OLVIDES DE TI!”
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DE LA VIDA
¿SIENTES QUE HAY ALGUIEN MÁS?
Como así era nuestro trabajo, tuvimos que viajar hacia un pueblo remoto donde el
proceso de Reforma Agraria, que transformó por completo la tenencia de la tierra rústica en
el Perú, había dejado dentro de un predio afectado, un área libre, sin señalar porqué ni para
qué, solo que en su plano decía. “AREA RESERVADA MINAG” (Ministerio de
Agricultura). Como quiera que ese predio tenía poco más de 20 hectáreas de extensión y como
“la tierra es para quien la trabaja”, decidimos incluirla dentro de las tierras pendientes de
adjudicación que debían hacerse a favor de dos posesionarios de estas, así que debíamos
situarnos en el lugar para hacer la medición y la inspección ocular para constatar que eran
directamente conducidas y plenamente explotadas por sus peticionarios.
Junto a uno de los interesados, el chofer de la camioneta, el topógrafo y el ingeniero
jefe del equipo, llegamos casi de noche al pueblo, donde fuimos atendidos con mucho esmero.
Luego de la cena y la sobremesa donde hablamos acerca de lo que convenía para realizar
nuestra tarea y no tenerla que hacer al día siguiente que solo alcanzaría para realizar los
trabajos de campo, llegó la hora de irnos a dormir, así que entre los recurrentes habían
acordado que yo y el ingeniero jefe debíamos quedarnos a dormir en esa vieja casona que
quedaba en las afueras del pueblo y que en tiempos de la colonia era una antigua hacienda o
algo así. El chofer y el topógrafo se irían a dormir a la casa del otro interesado que estaba en
el pueblo.
Como los que quedamos en la casona, estábamos acostumbrados a dormir a partir de
las diez de la noche y particularmente yo que siempre ando interesado en que me cuenten lo
que ellos conocen como la historia de sus pueblos; a la advocación de que Santo se había
construido su iglesia y qué curas eran sus doctrineros; qué familias vivían o vivieron en ese
pueblo; a qué se dedicaban sus antepasados; si había restos arqueológicos precolombinos,
haciendas coloniales o antiguas minas en sus alrededores, etc.
Habiéndose armado la charla que yo deseaba, por supuesto que no me moví de aquel
comedor que del otro lado tenía un enorme fogón con decenas de cuyes. Y así, a la luz de un
mechero a kerosene siempre rodeado de impertinentes y suicidas mariposas nocturnas, los
varones me contaron todo lo que sabían y de cuando en cuando una de las mujeres de la
reunión me contaba algo que yo debía saber, porque al parecer era una de las hijas de las
familias más antiguas del lugar.
Y cuando terminaron de contarme las leyendas, mitos y cuentos de terror de ese pueblo,
llegó la hora de irnos todos a dormir. Así que en medio de la oscuridad nos condujeron al
segundo piso por una vetusta escalera de madera que hasta se podría decir que rechinaba de
dolor, pasando por un pasadizo entablado que sonaba igual de doloroso por fin llegamos a
una puerta que se abrió con un ruido no menos quejumbroso. Aquella habitación tenía un olor
muy, pero muy antiguo o, mejor dicho, como que exhalaba un tufo que salía del fondo de los
tiempos.
No estaba desocupada, sino todo lo contrario, pues por todas partes estaban
amontonados varios bultos que sabe Dios qué podrían contener. A la luz del mechero
débilmente pude otear que eran dos camas de madera separadas por una mesa de noche que
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CIRO V. PALOMINO DONGO
estaba pegada a una de ellas y un espacio de metro y medio entre ambas con una bacinica
blanca al centro.
–¿Les dejo el mechero? –Nos preguntó nuestro anfitrión.
–No, no hace falta, porque para cualquier emergencia tenemos una linterna. –Le respondí
pensando que si por A o B se caía ese mechero se podía incendiar todo ese vetusto caserón.
“¡Buenas noches!”. Nos dijo y le respondimos. “¡Buenas noches!”, y nos dispusimos
a dormir. Lejos de conciliar el sueño, me quedé hilando la secuencia de todas las historias que
había escuchado en aquel comedor, para saber qué podría haber sucedido a lo largo de la
colonia en esos parajes. Ya en mí casa con la bibliografía que dispongo podría saber si fue
una reducción de indios de los tiempos del virrey Francisco de Toledo o si fue posterior.
Cuando ya estaba comenzando a quedarme dormido oí la voz de mi colega.
–¿Sientes que hay alguien más en el cuarto? –Me preguntó con una voz empequeñecida y
temerosa.
–No. Yo creo que solo estamos los dos. ¿Por qué preguntas eso? ¿Estás de miedo? –Le
respondí preguntando.
–Siento que alguien está como respirando casi cerca de mi oído, como cuando agonizaba mi
abuelita y yo escondido en un rincón de su cuarto, vi cómo se murió. –Me dijo con un tono
de voz que nunca le escuché, porque era como la de un niño muy asustado.
–Eso te pasa por “sapo”. No hay nadie más que los dos en este cuarto, a menos que un perro
esté durmiendo metido entre estos bultos, pero yo, no oigo nada. –Le dije para acabar ese
asunto y empezar a dormir.
No sé si ya estaba dormido o comenzando a tener mi primer sueño, cuando me despertó
un grito ahogado como dicen que en el último segundo de sus vidas hacen los que se están
muriendo y para despertarlo grité. “¡Qué te pasa!!”. Como no me respondió me levanté y tomé
mi mochila que estaba al pie de mi cama, la abrí y rápidamente saqué la linterna y dirigiéndola
a donde estaba, la encendí y lo vi encogido en posesión fetal, sudando y temblando.
Cuando dirigí la linterna por todos lados para ver si por ahí se encontraba algún perro
escondido, me di con la sorpresa que en la mesa de noche que estaba pegada a su cama había
una calavera dirigiendo las cuencas vacías de sus ojos hacia su cama, a la altura de la
almohada donde debió estar recostada su cabeza.
–No es nada. Solo es una calavera. ¿Tienes miedo a las calaveras? –Le pregunté.
–¡Sácala!! ¡Por favor, sácala!! –Me suplicó desde el ahogo que le producía estar tan
extraordinariamente encogido. –¡Bótala!
Me fui hasta su lado tomé la calavera, abrí la puerta del cuarto y la dejé en el entablado
a un costado de esta y la cerré tan firmemente como para que mi colega supiera que estábamos
solos y seguros.
–No te preocupes. Ya no está. La boté al patio. Además, no hay nadie más que nosotros en el
cuarto. –Le dije para calmarlo y me eché a dormir.
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DE LA VIDA
Cuando desperté vi que mi compañero ya no estaba en la habitación y mientras me
acomodaba la ropa oí que una mujer decía gritando de espanto. “¡Mama Gerarda!!” Entonces
salí del cuarto para ver de qué se trataba y me enteré de que esa Gerarda era la bendita
calavera.
–¿Por qué lo han botado señor!! –Me increpó llena de cólera.
–Porque nosotros no dormimos con calaveras, sino con mujeres de carne y hueso, o sea vivitas
y coleando. –Le respondí con desenfado, para bajarle el drama a la escena que me quería
hacer.
Más adelante no comenté absolutamente nada sobre el ataque de pánico que le produjo
a mi colega, la presencia no advertida de esa calavera cerca de su cama. Total, todos tenemos
nuestros traumas infantiles y también porque lo extraño y sobrenatural no nos es extraño. A
nadie.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
EL CHISMORREO
Entonces en medio de la conversación, una mujer alzando la voz con el deseo de que
la escucharan todos, se quejó de su marido diciendo que unos amigos que son unos yogas
ricachones que viven en una casa de ensueño en el valle sagrado de los incas, les habían
invitado a pasar una semana con un grupo de personas muy especiales y que después todos
los invitados irían a visitar unos secretos y místicos lugares llenos de paisajes espectaculares
y la mejor vibración espiritual que puede enviar el cosmos, y que ese maravilloso paseo
culminaría en una visita mística a Machupicchu.
Pero a pesar de que todos los gastos estaban pagados, el pelmazo de su marido sólo
porque no le cae bien esa buena onda, el más que imbécil, se negó a aceptar la invitación y
por su culpa no pudo viajar ella.
Cuando acabó esa confesión, alguien por ahí, sin dirigirse a ninguno en voz baja
murmuró. "Eso que está diciendo es la pura verdad" y como no dijo más nada, continuó la
tertulia.
Por ahí alguien dijo que eso que contó no era nada, puesto que el mucho más que
imbécil de su hermano, hasta ahora y sin decir porqué, no aceptó un tour con todos los gastos
pagados para dos personas a Europa. "Se imaginan perderse Paris, Madrid, Roma, Venecia,
Bruselas, Berlín, Viena, Estocolmo, la Riviera francesa, Montecarlo y sabe dios que otros
hermosos y turísticos lugares más. Y otra vez la misma voz indiferente farfulló. "Eso que está
diciendo es la pura verdad", y como al parecer nadie más que yo lo había escuchado, la plática
continuó.
Por ahí en esa reunión, vino “in crescendo” un dulce chisme acerca de la hija de una
fulana que dicen se había conseguido un “Sugar Daddy" o sea un vejete ricachón que, no solo
la mantenía cómo a una reina, sino que le había comprado un enorme departamento en una
zona bien pituca de Lima y la había puesto al timón de un Mercedes Benz y al frente de la
administración de un inmenso hotel de cinco estrellas y varias boutiques de lujo.
Cuando el uso de la palabra estaba en poder de otra mujer comenzó a contar una
historia mucho más loca y fantástica, pues lo que iba decir los iba a dejar con la boca abierta
y comenzó a revelar un gran secreto, que daba cuenta de que en la demolición de la vieja
casona del centro de la ciudad que se vendió por una bicoca, a solo un metro del suelo de una
esquina del inmueble, sus nuevos propietarios encontraron una enorme chomba repleta de
antiguas monedas de oro y de plata, varias joyas con incrustaciones de piedras preciosas,
lingotes de oro y muchas otras riquezas más, que les permitió levantar el enorme edificio de
ocho pisos que se exhibe en esa esquina. Y una vez más alcancé a oír aquel tenue y simplón
estribillo. "Eso que está diciendo es la pura verdad".
Como para decir algo asombroso, uno de los invitados preparando escandalosamente
su garganta contó que el hijo de un compadre suyo le resultó un experto minero de
criptomonedas. “¿Saben lo que son las criptomonedas?” Preguntó. Como todos dijeron sí, aun
cuando no supieran nada, porque ninguno de ellos quería, ni ahora ni nunca, pasar por
ignorante, la novedad continuó.
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DE LA VIDA
La cosa fue que el jovencito que se llama Yeyson y que apenas tiene 20 años, no sabía
decir cómo, pero había ciertamente calculado que esas monedas virtuales de un momento a
otro iban a tener una espectacular alza en la bolsa de valores de las divisas virtuales, porque
el muchacho era un genio en eso del Internet y de la “minería” de criptomonedas, y por eso
como un loco andaba ofreciendo hasta el 50% de sus ganancias, si algunos de sus amigos
deseaban ser sus socios en esa inversión, pero ninguno de ellos, misios como eran y hasta
“Supermantenidos”, podían siquiera contribuir con 100 dólares que pudieran disminuir los
32,000 dólares que necesitaba aquel superdotado, para adquirir algunas de ellas.
Hasta que su madre al verlo tan ansioso y hasta deprimido le preguntó por la razón de
su angustia. El muchacho le respondió que le agradecía su desvelo, pero lo que le iba a
responder no podría disipar su inquietud, porque lo que a él le preocupaba era algo que aún
no se puede entender en estos días por tratarse de un asunto del futuro. Cómo no entendió ni
“pajaritos” lo que su hijo quería decirle, la madre le hizo saber a su padre que su hijito estaba
metido en algunas cosas malignas y hasta desquiciadas del Internet que no quería revelar a
nadie, ni a ella misma.
Cuando el hombre de la casa, lo abordó pidiéndole una explicación satisfactoria sobre
lo que andaba haciendo en eso del Internet que hasta loco lo estaba volviendo. El muchacho,
lentamente, poco a poco y hasta “con manzanitas” le explicó de modo claro, inequívoco y
categórico que era lo que lo estaba desquiciando, y cuando por fin su padre que era inteligente
como él y por eso un funcionario de carrera del Gobierno Regional, comprendió que eso no
era cosa de locos, sino algo mucho más genial que alguien pudiera imaginarse. Entonces le
dijo que, si el asunto era así, podía hipotecar la casa que con el ahorro de muchos años y
después de muchas privaciones construyó, por esa suma y algo más. “¿Puedes hacer que te
den 50,000 dólares?” Le preguntó. “Veremos que nos dice el banco”. Le respondió.
Después de un breve trámite, porque la casa era grandecita y bastante aderezada, el
banco les otorgó los 50,000 dólares y el muchacho se dio día y noche al Internet y cuando
terminó les dijo a sus padres, que con un poco más de paciencia se verían los resultados. Y a
casi un mes de aquella gestión y cuando estaba a punto de vencerse la primera cuota que el
banco debía cobrar por el préstamo hipotecario, el Yeison comenzó a gritar como un chiflado.
“¡BINGO!”, “¡BINGO!”, “¡BINGO!”. Cuando su madre fue a enterarse que estaba
pasando, el muchacho comenzó a saltar de alegría dándole vueltas y después se puso a bailar
con ella. Ya un poco más tranquilo, pero con el corazón latiéndole locamente, le dijo gritando:
“¡Hemos ganado mamá! ¡Hemos ganado 383,000 dólares” “¡Yo sabía! ¡Yo sabía!” “¡Gracias
por confiar en mí!”.
Después de todos los trámites, un buen día se fueron a pagar la hipoteca del banco más
sus intereses y todos sus caprichos que a la “hora de los loros” te dicen que debes. Y ya libres
de esos especuladores se fueron a comprar el primer automóvil del Yeison y un terrenito de
2,000 metros cuadrados ubicado en la cima de una pequeña colina de las afueras del pueblo
que tiene agua potable, luz eléctrica y entra el Internet, para su futuro chalet, y dejaron el resto
del dinero en el banco, para que el genio de las criptomonedas pudiera seguir ganando hasta
hacerse millonario. Al cabo de esta increíble historia la vocecilla que cada vez era más
apagada volvió a decir. "Eso que está diciendo es la pura verdad".
Luego la conversación continuó siguiendo la línea que trazan los noticieros nacionales
y los programas periodísticos dominicales de la televisión con sus insólitos y hasta enfermizos
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CIRO V. PALOMINO DONGO
destapes. A propósito, lo hacen así, porque si una novedad no revela algún secreto oculto,
algo morboso o una asquerosidad no es noticia que valga la pena ser comentada y menos tener
el privilegio de ser corregida, mejorada y aumentada por las jugosas lenguas que abundan en
todas partes.
Después pasaron a las novedades locales donde los sucesos, si es que en realidad
existieron, que inicialmente pudieron ser de un modo común y corriente y hasta sui generis.
Pero que empezando en "A" acabaron siendo todo el abecedario, de modo que nunca se sabrá
de que parte de esa realidad o fantasía están hablando, entonces todo parece surrealista. Y de
vez en cuando siempre en apacible tono la apagada vocecilla de aquel sosegado oyente,
repitiendo. "Eso que está diciendo es la pura verdad".
Entonces fue que furtivamente me acerqué al paisano que, como el cuervo del poema
de Edgar Allan Poe repetía aquel estribillo de "Nunca más", para preguntarle porqué siempre
y sin referirse a nadie estaba repitiendo. "Eso que está diciendo es la pura verdad".
Su respuesta fue primero mirarme fijamente a los ojos y después de un largo rato
decirme.
–¡Acaso no te has dado cuenta de que todos se están engañando mutuamente supuestamente
“diciendo la verdad”! Eso es algo muy común en la sociedad actual. ¿No has reparado que
cuando estamos mintiendo indefectiblemente levantamos el tono de nuestra voz? Pero lo
cierto es que mentimos todo el tiempo, aun cuando eso de mentir suponga un esfuerzo mental
mucho mayor que decir la verdad. En eso los políticos son unos expertos y hasta llegan al
extremo de creer a pie juntillas lo que nos mienten, y siempre que les sirva para conservar su
cuota de poder, también suelen creer las mentiras de sus colegas.
–¿Entonces de qué deben hablar? –Le pregunté.
–Con voz tranquila deberían hablar de una variedad de temas. Por ejemplo, podrían discutir
sobre los eventos cotidianos que suceden en nuestra comunidad, sus anécdotas y chistes, el
futuro, nuestros intereses y pasatiempos en común, sobre la amistad que los reúne y de los
amores y tirrias que tenemos todos. También podríamos hablar sobre los rumores que circulan
en nuestra imaginación para entender mejor la situación y sobre lo que podríamos hacer para
mejorar nuestro entorno a fin de resolver los problemas que nos afectan a todos. En fin,
podrían conectarse entre sí en un nivel más profundo.
–Pero amigo, eso nunca lo harán, porque, así como los ves y escuchas, así son todos ellos.
Sólo siendo así se creen ser los más modernos, los más refinados, la gente bonita, los
“másmás” y hasta el jet set de este pueblo. Pero cuando alguien les hace notar ese defecto,
ellos dicen: “Así soy yo y nadie me va a cambiar” ¿Y quién puede con eso?
–Si pues, poco se puede esperar y hacer con la gente que ha sido absorbida por la televisión,
las redes sociales, el consumismo y todo lo demás, hasta hacerles creer que para pasar sus
vidas solo es suficiente chismear sin importar nada más. Ellos piensan que deben y pueden
ser lo que no entienden los demás para ser los mejores, aunque de todas partes y modos los
problemas de la vida real los abrumen. ¿Has visto que todos tienen un Smartphone en sus
manos? –Cuando con la cabeza asentí positivamente, continuó. –Entonces tienen oportunidad
para leer y aprender algo más de lo que ignoran y no estar hablando como lo hacían los
antiguos paisanos de este lugar que por falta de cultura decían lo que se les ocurría o
18
DE LA VIDA
imaginaban, o se dedicaban a chismear sobre los linajes, las fortunas y las maldades de los
hacendados y de lo que estos hablaban con las altaneras autoridades y los curas acerca de todo
esto que, aunque oficialmente se llame ciudad, sus habitantes siguen siendo unos patéticos
pueblerinos.
Después de despedirme de todos me alejé de aquella reunión, pensando en la teoría del
“chismorreo” que leí en el libro “De animales a dioses” de Yubal Harari, que dice que nuestro
lenguaje evolucionó como un medio para compartir información sobre el mundo. Pero sobre
todo para transmitir información acerca de los propios humanos como una variante del
chismorreo, pues ante todo los hombres somos unos animales sociales.
Por esto la cooperación en grupo es esencial para nuestra supervivencia y reproducción
y por eso para nosotros es más importante saber quién de nuestro entorno social odia a quién,
quién ama a quién, quién es honesto y quién es un tramposo. Esta teoría nos dice que
probablemente los Homo sapiens arcaicos tenían dificultades para hablar unos a espaldas de
los otros, una capacidad muy perniciosa, que en realidad es esencial para la cooperación
humana en multitud. Pero las nuevas capacidades lingüísticas que los humanos modernos
adquirimos hace unos 70,000 años nos permitieron chismorrear durante horas y gracias a eso
pudimos desarrollar nuevos tipos de cooperación cada vez más estrechas y refinadas.
Y seguí pensando en que ahora la inmensa mayoría de nuestra comunicación ya sea a
través de mensajes de correo electrónico, de llamadas telefónicas, chats, redes sociales o de
columnas de periódicos, es puro chismorreo, y esto lo sentimos tan natural que hasta nos
parece que nuestro lenguaje hubiera evolucionado sólo para este fin. Por eso en las reuniones
como esa que acabo de abandonar la gente no está ahí para hablar de la invasión de Rusia
sobre Ucrania, de los descubrimientos del telescopio espacial James Webb o el nuevo papel
de China en la política y la economía mundial. ¡No!
Hablan de asuntos como los que contaron, sin importarles si les creen o no. Total, se
trata de chismear a gusto y si es a cerca de las fechorías de los demás, ¡mejor! Y por eso el
periodismo es el cuarto poder, porque con su chismorreo informa de todo a la sociedad, para
que esta se proteja de los ladrones, tramposos y vividores. “El periodismo da poder a la gente”,
dicen.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
LA BELLACA HISTORIA DEL JACINTO Y LA RAIMUNDA
La Raimunda era una joven campesina de Abancay que a principios del siglo vivía en
Andahuaylas. Era una inquieta comerciante de esas que en quechua llaman una “kuski”. Que,
de la noche a la mañana, bien se ponía a vender en los mercados, mercadillos y “paraditas”
toda clase de plásticos, animales, abarrotes, alimentos y hasta alfalfa. Solía ufanarse diciendo.
“Plata hay, solo hay que saber dónde buscarla”. En una de sus andanzas había conocido al
Jacinto, un buscón andahuaylino que traficaba toda clase de robos, especialmente celulares,
laptops, pequeñas joyas de oro y plata y traficaba algunos dólares, euros y hasta yuanes
chinos, porque decía que ese era el dinero del futuro.
Como suele suceder entre esta canalla, una vez que mutuamente conocen su ciego amor
por el dinero y si es fácil mejor, casi inmediatamente se aparean, aunque después a sus
parientes y amigos les digan que ambos se habían enamorado perdidamente. Como si se
tratara de un rito, después del “chuculún” Jacinto le obsequiaba algunas pequeñas baratijas
bañadas en oro y otras más grandes de plata, mientras la Raimunda le invitaba pollo a la brasa
en el “Pollo Loko”, que funcionaba en el segundo piso de una improvisada construcción que
tenía un baño tan apestoso que a la gente decente le quitaba el apetito y hasta le provocaba
vomitar. Comida oriental en un ostentoso chifa del centro de la ciudad que se llamaba
“Beijing” y que dirigía un chino medio cojo y completamente sucio. Pero los viernes y
sábados por la noche chupaban como vampiros cualquier licor en el Restobar “La chamba
loca” que encima de su improvisada barra exhibía una gigantografía que decía. “¡SI SABEN
CÓMO ME PONGO PA’QUE ME INVITAN!!”.
Aparte de sus sucios negocios al Jacinto le encantaba andar metido en toda clase de
movimientos políticos regionales y locales, porque entre los que pasaban por ahí encontraba
a los “huaykis” que podían comprarle su mercadería. Además, según él entre la gente
profesional que milita en esas movidas, podía llegar a tener amigos abogados, que en el
momento menos pensado podían servirle, si acaso en una de sus andanzas llegara a tener
problemas con la policía o la justicia. Para caerles bien les ofrecía sus servicios como matón,
diciéndoles. “¡Doctor, yo puedo sacarle la concha de su madre a cualquiera que le esté
molestando más de la cuenta!”. Cuando alguno de sus protegidos se ufanó delante de sus
amigos de tenerlo como su guardaespaldas. Uno de ellos le dijo sarcásticamente. “¿Y cómo
te va a defender ese enano? Si apenas puede con su alma”. Con aires de sabiduría le respondió.
“Eso no me importa. Porque mientras le estén sacando la mierda al petizo, yo me escapo”.
Un día el Jacinto le anunció a la Raimunda que tenía que ir a Abancay, para arreglar
los asuntos de una herencia que le correspondía dentro de una chacra y de una casita de
ochenta metros cuadrados que su padre había construido en esa ciudad para refugiarse del
terrorismo. Cuando se hizo con la casa, porque a su hermana le tocó la chacra volvió a
Andahuaylas. Por un tiempo estuvieron cada cual es su misma movida, pero para vender
juntos pesticidas y medicamentos veterinarios se hicieron socios, hasta que en eso de andar
de pueblo en pueblo con esos menjurjes “bamba”, alguien les propuso ganar una buena
cantidad de dinero si se atrevían a realizar algunos “pases mágicos” con eso de los “quesitos
del valle”, encargos que debían primero llegar a Andahuaylas y de allí hasta Abancay, y que
ganarían algo más suculento si lo hacían llegar hasta Izcuchaca en el Cusco.
20
DE LA VIDA
“¡Prueben nomás! ¿Además, qué pueden perder?”. Primero y para probar sería sólo un
kilito y ya ellos verían la forma de hacerlo llegar a Izcuchaca y entregarlo a un “pata” que les
estaría esperando en el lugar. Una vez terminado “el pase”, el mismo “pata” les daría un
número telefónico diferente y quién debía recogerlo podía ser “otra punta”. Lo mismo sería
en la entrega de Andahuaylas. Y que por cada kilo que llegara a su destino. “El pago será
tanto (¿?) y por adelantado en Abancay por cada kilo que llegue a su destino. Pero no se
atrevan a romper la cadena de distribución, salvo que por descuido de uno de ustedes suceda
"la cagada". Tampoco gasten todo el dinero que ganarán hasta el día en que ya no necesitemos
de sus servicios, pues cuando algún “sapo” se entere que gastan más de lo que ganan en las
huevadas que venden, puede irse con el soplo a los tombos de la División Antidrogas”.
La cosa fue que al enterarse de semejante ganancia y que gracias a ello ya no tendrían
que andar con la cara de cojudos o de pordioseros ofreciendo cualquier adefesio. Sobre todo,
él, pues ya no tendría que andar corriendo riesgos para ganarse 50 o 100 soles dos o tres veces
a la semana. Así que entre los dos convinieron que ella haría la posta de Andahuaylas a
Abancay y el Jacinto la que seguía hasta Izcuchaca y que con toda la plata que él recibiría se
comprarían dólares en el Cusco los que se mantendrían escondidos en algún lugar de la casita
que él había heredado y que ya después verían que se haría con ellos. Convenido esto y tras
ponerse de acuerdo en las “comunicaciones en clave” que debían hacerse por el celular,
empezó la movida.
Las ganancias se fueron acumulando rápidamente, porque en su ambición llegaron a
transportar cada vez mayores cantidades de la “vaina”, porque habían llegado a encontrar
hasta cinco métodos diferentes y probados de pasar desapercibidos, siempre bajo el disfraz de
ser comerciantes ambulantes de toda clase de las cosas que los campesinos de los pueblos por
donde pasaban están deseosos de adquirir. Incluso la Raimunda se hacía pasar de adivina,
curandera y hasta sanadora espiritual, y para dar crédito de esa su condición siempre se la veía
con una lliclla a la espalda repleta de hierbas curativas, sobres de sahumerios, las pócimas y
los otros insumos de la medicina tradicional andina; mientras que él, aparentemente sin
ningún apuro, seguía ofreciendo en los mercadillos y las ferias dominicales de los pueblos de
su ruta los polvos para desparasitar al ganado, los gatos y los perros y los venenos para las
ratas y toda clase de plagas. Y así, casi sin darse cuenta pasaron los meses y pronto llegarían
a un año dentro de la misma peligrosa rutina.
A pesar de que su trabajo era ultrasecreto y super clandestino, y que supuestamente
ellos no se conocían “ni en la pelea de perros”, no dejaron de llegarle a ella los chismes de
que el Jacinto estaba saliendo con una mujer más joven, alta, guapa, más blanquiñosa que ella
y que con la plata de su enamorado estudiaba enfermería en el “Alas” y que ambos vivían en
un flamante departamento del centro de la ciudad y que incluso estaban adquiriendo un terreno
para construirse un enorme hotel. Entonces fue que la Raimunda pidió permiso a “los jefes”,
para suspender por un par de semanas el envío de las remesas, porque tenía que viajar al
Cusco para hacerse un despistaje de cáncer a los ovarios, puesto que con mucha preocupación
así le había recomendado una doctorita especialista que atendía en Andahuaylas. Ellos dijeron
que no había ningún problema y que se tomara todo el tiempo que haga falta, pero eso sí, si
quería volver al negocio que les hiciera saber con tiempo.
21
CIRO V. PALOMINO DONGO
Cuando con la sangre hirviendo de rabia confrontó al Jacinto, este le dijo que era falso
lo del departamento y eso del terreno para construir un gran hotel, pero que no podía negar
que tenía una “limpia sable nomás, para soltar la piedra” o quería que se volviera ciego de
tanto pajearse. “Nosotros no somos nada. Solo tenemos lo que ganamos en esa ‘vaina’ que
además ya me está cansando por ser demasiado arriesgada y porque un ‘pata’ abogado me
dijo que por su transporte pueden meterte a la cárcel hasta por doce años y que además te
quitan todo lo que tienes tú y tus familiares. Si quieres vamos a mi casa y verás que el dinero
que hemos ahorrado juntos está enterito”, y se fueron. Cuando la Raimunda se percató que
todo estaba en su lugar, salió llena de júbilo, y como al bendito dinero no le había pasado
nada, volvieron a su “chuculún” de antes, pero sin dejar de comer y chupar rico y harto.
Después de algunos meses de aquel encuentro, los parientes del Jacinto comenzaron a
hacer correr el chisme de que junto a la Raimunda habían montado un próspero negocio de
una agroveterinaria ambulante, aunque sabían que se habían metido a ser “cargachos” de la
pasta básica de cocaína de los narcotraficantes del VRAEM y que en ese boyante negocio
habían ganado casi dos millones de soles, pero que esa maldita llegó de Andahuaylas para
emborracharlo y envenenarlo con los productos de su negocio y después que hizo desaparecer
su cadáver, voló con todo su dinero.
Por su parte los parientes de la Raimunda hicieron correr el mismo chisme diciendo
que el perro del Jacinto, con engaños le hizo venir desde Andahuaylas, para que después de
emborracharla, envenenarla con el contenido de los sobres de veneno que el mismo vendía y
luego de hacer desaparecer su cadáver, se esfumó con todo el dinero que en su sociedad habían
acumulado.
Pero la verdad fue que cuando la mafia cayó en la cuenta de que ambos habían llegado
a conocer mucho acerca de su negocio, especialmente sobre sus contactos y las rutas por
donde salía la droga, así que decidieron darles de baja y como los tenían "reglados", porque
habían llegado a mover considerables cantidades de la "merca", entonces inventaron lo de la
estudiante universitaria, el lujoso departamento donde vivían y el terreno para construir un
enorme hotel. De modo que lograron nuevamente juntarlos y por el enfado de ella al entrar a
la casucha del Jacinto y su alegría al salir, lograron enterarse dónde estaba escondido el buen
dinero que les habían pagado por sus servicios.
Despues de haber recuperado todos aquellos dólares escondidos, simplemente los
mataron y en algún paraje sin Dios y sin nombre, quemaron sus cadáveres con las llantas que
recogieron de los varios basurales que existen al salir de la ciudad.
Así acabaron las ambiciones, los sueños, las vidas y la bellaca historia del Jacinto y la
Raimunda.
22
DE LA VIDA
LA ABDUCCION
Después de haber realizado mi trabajo en aquel alto poblado andino, cerca de las siete
de la noche y antes que se acabe la comida del único buen restaurante del lugar me fui a cenar.
Ya en el negocio que tenía unas mesas grandes como para diez comensales y para sentarse
unas largas bancas de madera, me encontré con el personal de otras oficinas y algunos
conocidos que me invitaron a tomar asiento en su mesa para compartir la cena.
Eso me alegra de muchos modos, toda vez que siempre es bueno encontrarse con
personas conocidas y conocer a otras, pero sobre todo poder socializar con ellas, más aún en
un pueblo que está sobre los 3,500 metros de altura y ahí y en cualquier lugar a esa cota, hace
tanto frio que todos los habitantes de esos poblados a esas horas ya están metidos en sus casas
o tal vez ya durmiendo como las gallinas.
Acabada la cena alguien pidió una botella de vino y nos invitó a servirnos al tiempo
que empezó una simpática charla que poco a poco fue poniéndose interesante. Por mi parte le
pregunté a la mesera si podían prepararme un chocolate y para mi suerte dijo que sí. Entonces
pregunté a los amigos si alguno deseaba servirse una tasa, solo uno dijo que sí y con panes.
Mientras los otros pidieron un “té piteado” con mucho limón y el buen aguardiente de caña
de la región.
Por ahí alguien se puso a contar que en una comunidad no muy lejos de donde
estábamos, un profesor se fue a cazar vizcachas a los pedregales de unas alturas donde había
una laguna y un pequeño bosque de cceuñas. Abreviando la historia que estaba bastante
colorida y bien narrada, contó que por casualidad el cazador se encontró con una veta de oro
y se hizo millonario.
Luego de esa historia alguien contó otra aún más fantástica que tenía que ver con el
entierro de gente viva en las afueras de las bocaminas, ofrecidas como “pago” a los malditos
"chinchillicos" que habitan en las profundidades de la montaña, para que sin hacer problemas
les suelten sus minerales. Y como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, se sucedieron otras
cada vez más increíbles historias mientras que corría sin parar el abrigador “té piteado”. Por
mi parte yo conté una anécdota que me sucedió en esas alturas y como noté que les gustó creí
que debía escribirla para publicarla en mis redes sociales. Sin darnos cuenta de la hora advertí
que solo nosotros estábamos en el local, y no solo eso, sino que en otra mesa estaban
escuchando atentamente la dueña del negocio, su cocinera, su mesera y dos mujeres más,
seguramente porque al igual que yo, ellas también gozaban con aquellos extraordinarios
relatos.
Fue entonces que le tocó el turno a un simpático y listo ingeniero que vino a trabajar a
estos pueblos desde su lejano Tumbes, pero antes de hacernos saber lo que nos iba a contar,
pidió una ronda de “té piteado” para todos y contó que por motivos de trabajo una noche tuvo
que viajar urgentemente a la capital a una reunión con el gobernador regional. Eso le
molestaba porque manejar de noche, en ese tiempo y con la espesa neblina que lo cubre todo
era muy arriesgado. “Pero ni modo, había que hacerlo sí o sí”.
Cuando la camioneta estaba a la altura del riachuelo que baja de las punas para unirse
al rio grande, en un paraje que llaman “Cedruyoc”, de pronto la niebla se despejó, lo que le
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CIRO V. PALOMINO DONGO
hizo saber que la noche estaba muy oscura, pero también que ya no debía preocuparse de
romperse los ojos para ver a través de ella.
De un momento a otro vio que del otro lado venía una motocicleta y se compadeció
del conductor por lo que le tocaba padecer, no solo por causa de la neblina sino por el frio
brutal que hacía afuera. “Pero por Dios, hay cada tipo”, pensó. De repente notó que la luz de
la motocicleta comenzó a ampliarse más y más hasta convencerle de que eso que se
aproximaba no podía ser ningún vehículo que conducimos los cristianos. No supo de donde,
pero sintió que alguien con una clara y grata voz lo llamaba por su nombre, entonces miró a
todos lados y hasta gritó. “!Quién?”, pero nadie le respondió, y así estuvo inquieto hasta que
reparó que la voz que volvió a repetir su nombre no venía de afuera, sino que estaba dentro
de su cabeza, cerebro o mente, no sabría decirlo. Pero cuando se dio cuenta de eso, la misma
voz le dijo. “No temas, no estás volviéndote loco. Solo sintonízate conmigo”.
De pronto la luz que iba creciendo, creció tanto hasta que en todo el lugar se hizo como
de día y la misma voz interior con un suave y persuasivo tono le ordenó. “Baja de la camioneta
y ven hasta la fuente de la luz que estoy emitiendo”, y como no sentía miedo, se bajó y llegó
hasta donde le había indicado.
No sabría decir que pasó después, pero cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba
en el mismo lugar y metido en la camioneta y que ya eran las siete y media de la mañana y
como no recordaba aquello que le había sucedido, pensó que se había dormido y se dijo. “Si
corro a la mayor velocidad que puede dar esta carcocha, puedo llegar a mi reunión con el
gobernador regional”. Y arrancó.
Cuando llegó a la ciudad, no tuvo más remedio que dirigirse directamente a la reunión,
porque estaba al borde de la hora señalada, pero ya en el lugar le dijeron que no había ninguna
reunión, porque el señor gobernador regional no trabajaba los sábados. “¡QUÉ?, ¡QUÉ? Si
él había salido del pueblo donde trabajaba el jueves por la noche para reunirse con esa
autoridad el viernes, porqué recién llegó el sábado. ¿Qué pasó o qué le pasó todo el viernes?
No recordaba. Maldita sea, no recordaba, nada de nada.
Después de ver su reloj con calendario comprobó que efectivamente era sábado y se
fue a su casa, para ver si su esposa podía explicarle o por lo menos consolarle de ese extraño,
muy extraño suceso. “¿Y qué pasó con tú reunión con el Presidente Regional?” Le preguntó
alguien. “¡Que Presidente Regional, ni la puta que parió. Si lo que me estaba pasando era más
jodido que cualquier reunión con un pendejo y más aún si por culpa de ese huevón tuve que
viajar por esa carretera peligrosa y solitaria a altas horas de la noche”. Le respondió.
“¿Ingeniero si no recordaba nada de nada, ¿cómo es que se acuerda de esa creciente luz y la
amable voz interior que le habló en esa carretera?” “Por favor déjame contarlo todo y te
enteras”. Le respondió con tono de molestia.
Luego nos contó que, al llegar a su casa, encontró a su mujer totalmente cabreada,
porque el jueves por la noche le había comunicado por el celular que estaba partiendo a esa
ciudad y recién conchúdamente se apareció el sábado. Más confundido aún se metió en su
dormitorio y se cerró con llave por dentro y desde afuera escuchaba que su mujer le gritaba.
“¡Seguro que en el cuarto de algún sucio hostal te has metido con la “meretriz” y desde allí
han pedido comida y trago, hasta que esa puta logró sacarte todo el dinero que cargabas!”
“¡Sucio!! ¡Cochino!! ¡Conchudo!! ¡Sinvergüenza!!”, gritaba a voz en cuello y sin parar. “¡Y
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DE LA VIDA
como no tienes huevos para decirme la verdad, te encierras en el dormitorio como un
maricón!!”.
Luego nos aclaró que la tal “meretriz” se llamaba Emperatriz y que era una guapa,
inteligente y gentil secretaria que alguna vez trabajó con él y como tenían mucho que hacer
algunas veces debían salir después de la hora de trabajo y como toda mujer insegura,
gratuitamente su esposa se metió en el infierno de los celos.
Cuando vio que ese ataque de celos no iría a parar nunca y que pronto llegaría su hijita
de sus clases sabatinas de violín, lo mejor que pudo hacer era salir de allí, ir a la iglesia a
rezar, rogar, implorar a Dios, a la Virgen María y a todos los Santos para que aquello que le
sucedió no sea el inicio de una enfermedad mental o de una avería en su cerebro. Luego de
eso se devolvió al lugar de su trabajo de donde no volvería hasta que el mismo se haya
explicado todo eso que le pasó. “¿Y su esposa? Le preguntó la dueña del local. “En ese
momento no me importaba nada ni nadie, menos una mujer celosa y pesada”.
Luego contó que a causa de ese extraño suceso que él mismo no podía explicarse y ni
siquiera contarle a nadie, para que no creyeran que se había vuelto loco, no pudo dormir
durante dos semanas hasta que un día se sintió muy cansado y sin ganas de hacer nada, ni
siquiera de comer. Así que apenas terminó la jornada se fue a su cuarto a dormir, dormir y
solo dormir, si era posible hasta morir. Entonces no sabría decir a qué hora de la noche y
tampoco podría decir si soñó o tuvo un viaje astral dentro de su memoria; y del mismo modo,
no sabría decir si recordó o volvió a vivir el episodio que contó antes, es decir aquel donde la
luz se agrandó hasta hacerse como de día y él bajó de la camioneta. Solo sabe que a partir de
ese sueño lo recuerda.
También con la misma intensidad soñó que la luz que quemó la noche en aquel paraje
se fue reduciendo velozmente hasta concentrarse tan solamente en su persona y de pronto vio
como esa luz salía de su cuerpo e iluminaba una rampa que con alegría lo invitaba a seguir
avanzando, hasta que se encontró en medio de una habitación ovalada de unos ocho metros
por ocho, totalmente iluminada por una refrescante y apaciguadora luz que salía de todos
lados, pero también notó que había un asiento como de piloto de avión al frente del más
curvado de sus lados. Entonces oyó dentro de su cabeza la misma apacible y calmada voz que
le habló en aquel paraje, que le dijo. “No temas, toma asiento”. Cuando se acomodó, siguiendo
las indicaciones de la misma voz hizo todo lo que debía hacer en ese sillón. En cuanto terminó
de hacer lo que le indicaron, recién cayó en la cuenta de que lo habían invitado a una nave
espacial.
–En mis sueños, ¡ah! Solo en mis sueños”. -Dijo para aclarar de qué se trataba eso que a su
parecer realmente vivió.
Después contó que había viajado por encima del planeta y que de repente vio que
navegaba sobre millones de estrellas. Que, además desde ahí, a lo lejos se podían ver miles y
miles de galaxias, pero en medio de todo, la más negra oscuridad que separa los elementos
celestiales. Cuando terminó aquel tour espacial, de pronto sintió como si el “platillo” se
hubiera posado en algún paradero y parece que fue así, porque se abrió una puerta y con el
mismo haz de luz lo transportaron a través del vació, entonces pudo ver que se encontraba en
el vientre de una nave enorme, más que enorme: ¡Gigantesca!!
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CIRO V. PALOMINO DONGO
De repente se vio metido dentro de un gran salón iluminado, igual que la habitación de
la nave que lo trajo, pero su mayor sorpresa fue que se encontró con más de cien seres
humanos de todas las latitudes del planeta y que podía comunicarse con ellos a través de su
mente y en su propio idioma, como si se tratara de una perfecta traducción simultánea y así
fue como pudo entenderse con toda clase de europeos, asiáticos, africanos y de otras partes
del mundo, y para su mayor asombro habían desaparecido todas las diferencias que solemos
tener mientras habitamos en la tierra y más aún cuando todos estaban metidos en una
gigantesca nave ajena a la manufactura humana. Pero la verdad era que no sabría decir por
qué no la sentían ajena.
El asunto fue que estaban ahí para asistir a una capacitación y cuando se dio el
momento la voz interior les dictó dentro de sus mentes un montón de instrucciones, para lo
que iba a venir. Pero además les advirtió que cuando volvieran al lugar de donde los
recogieron olvidarían muchas cosas de lo que habían aprendido en esa reunión y cuando
llegase el momento recordarían perfectamente todo lo que debían hacer.
“Tienen instalado un biochip en una parte de vuestros cerebros que ya ha evolucionado
lo suficiente como para poder alojarlo. Solo recordarán lo necesario para que no crean que
están locos. Como nuestro primer deber es evitar toda la confusión que genera la ignorancia,
los credos, las supersticiones y los fundamentalismos, nosotros no podemos aparecernos
súbitamente ante la especie humana, para decirle que somos los visitantes de otro mundo,
porque eso causaría un caos y hasta una locura colectiva, así que estamos preparando a miles
de ustedes para que nos anuncien y preparen a sus semejantes para nuestro encuentro. Yo sé
que ustedes están pensando. '¿Por qué y para qué?' Porque ustedes han desarrollado vuestra
conciencia en función de sus conocimientos, su ciencia, su tecnología, su filosofía, sus
políticas, sus credos y otras tantas cosas más, de los que en mayor o menor grado se sienten
satisfechos y orgullosos, pero sin embargo muy íntimamente están convencidos de que todo
eso no está bien, porque anima el egoísmo, la codicia, el narcisismo, los populismos y los
nacionalismos que los alienta a mantener la sobreexplotación de la naturaleza y en ese
estúpido afán están devorándose su bello planeta. Pero no se desanimen, porque todo el
universo que nosotros les haremos conocer es compasivo, y por eso ha llegado la hora de
nuestra presencia entre ustedes, para poner fin, no solo a vuestra propia autodestrucción como
especie, sino a la destrucción de su mundo que como el nuestro es único y fundamental para
la evolución de la vida”.
–Eso es más o menos lo que nos hizo entender, pero en mis sueños, ¡ah! Solo en mis sueños”.
–Acotó.
Finalmente dijo que cuando se despertó su alma volvió a su cuerpo y aunque no
recordaba todo lo que les habían hablado en esa instrucción espacial, por fin había
comprendido lo que necesitaba saber acerca de ese viernes perdido. Y para satisfacer algo que
les preocupaba a las mujeres de la reunión les dijo que le llamó a su esposa pidiéndole perdón
por no haber estado en casa ese viernes y que le diera otra oportunidad porque ya era un
marido amoroso y un padre responsable y que ella, sólo por su hijita lo perdonó y que él, solo
por su hijita, quería vivir en paz con todo el mundo, porque debía prepararla para las
maravillas que con la nueva conciencia pronto se iban a asomar
–Y cómo son esos extraterrestres? –Preguntó alguien.
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DE LA VIDA
–Lo cierto es que por ningún lado de mis sueños los vi o éstos hicieron que los viera. Yo creo
que para ellos todo lo que está fuera de su mundo los puede matar como a nosotros el espacio
exterior. Y si dentro de sus naves habían construido un espacio para los humanos, era sólo
para nosotros; será por eso que no pudimos verlos. O talvez, tan solo sus extraordinarias naves
y sus máquinas controladas desde su mundo llegaron hasta nosotros para hacernos saber que
estamos en peligro. –Respondió dibujando en su rostro un gesto pleno de duda.
Cuando toqué una parte de la banca estaba tan fría como un hielo, entonces pensé que
ahí afuera la temperatura estaría a 4 o 5 grados centígrados y que era mejor retirarme, porque
las sábanas y las frazadas de la cama del hotel debían estar tan frías como una calamina.
Menos mal que traje mi bolsa de plumas de ganso para meterme en ella y cubrirme con las
pesadas frazadas artesanales de lana de oveja que ofrecía esa posada. Pagando lo que me
correspondía, me despedí dándoles la mano a todos y algunos hasta me abrazaron, mientras
ellos se quedaron para unas rondas más de “té piteado”.
En medio del frio de aquella estrecha calleja me puse a meditar en el fantástico sueño
que acababa de escuchar, pensando que ese amigo debía ser un adicto a los videos de ciencia
ficción, de misterio o las conjeturas de los teóricos de los antiguos astronautas que se publican
en History Channel o las miles que está colgados en el YouTube que lo está enloqueciendo.
O que le tiene tanto miedo a su mujer, que se inventó ese cuento para ocultar u olvidar para
siempre un día completo de su vida por amor a esa tal Emperatriz.
O tal vez, de algún modo, sea cierto lo que nos contó, pues en estos tiempos en que los
telescopios espaciales nos están revelando increíbles descubrimientos acerca del universo y
de la materia y energía oscura, o el desarrollo de la mecánica cuántica que ya se va metiendo
en nuestros inventos, o la temible aparición de la inteligencia artificial que puede
desemplearnos a todos. Pero a pesar de todas esas maravillas seguimos indolentemente
destruyendo nuestro único mundo y que aún por desquiciados sentimentalismos patrioteros y
hasta religiosos seguimos matándonos entre nosotros. ¡Ya nada se sabe!
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CIRO V. PALOMINO DONGO
¡COMO DESEO SER TU AMOR!
“–Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es
muy simple: no se ve bien sino con el corazón.
Lo esencial es invisible a los ojos”.
(Saint-Exupéry, “El principito”)
Por una de las calles por donde a veces solía caminar durante mi salvaje adolescencia,
me di cuenta de que a una de esas casas habían llegado de vacaciones unas extrañas niñas que
se dejaban ver por casi todo el pueblo que con mucha curiosidad estaban conociendo.
Una mañana tropecé con toda esa familia y advertí que en medio de ella estaban las
recién llegadas y no sé por qué una de ellas se puso a mirarme, mientras que casi sin darme
cuenta yo también la estaba mirando. No fue que nuestros ojos se habrían tropezado con algo
que les interesaba, sino que solamente era una mutua curiosidad. Pero a pesar de ser algo que
siempre por hacer hacemos, lo que me sorprendió fue que antes que la viera, ella ya me estaba
mirando y mayor fue mi sorpresa cuando a mis espaldas oí que le preguntaba a alguien.
“¿Quién es?”.
Aquella escena se habría congelado así, si no fuera porque otro día, en el cine, me
tropecé con la misma inquieta mirada, pero también con una coqueta sonrisa. Como era la
primera vez que una pilluela me miraba sin recato alguno, me confundí terriblemente y
cuando terminé de instalarme en una de las butacas, todavía azorado me puse a pensar. "Qué
cara habría puesto, que hasta acabó por sonreírse".
Por esos días llegaron los carnavales. Yo y mi pandilla salimos a jugar con agua.
Cuando pasamos por la calle de aquella casa, salieron seis muchachas pertrechadas de grandes
baldes de agua resueltas a mojarnos hasta los huesos, pero no solo les respondimos con los
globos que teníamos en unas bolsas de plástico, sino que cuando nos percatamos que en el
patio de esa casa había un caño que estaba a pocos metros de la puerta, nos metimos al interior
para mojarlas como se merecían, pero igual acabamos todos empapados y satisfechos de haber
ganado, mientras que ellas se ufanaban de igual triunfo. Entre la bulla y los gritos de esa
refriega me aprendí su nombre y un poco de lo que estaba hecho su cuerpo, su rostro, sus
cabellos, el tono de su voz y de sus risas, pero luego no quedó nada más que la novedad de
saber que las visitantes eran unas atrevidas carnavaleras.
Después de eso mi vida continuó como debía, aunque a veces era como venía. Hasta
que una tarde una niña llamándome a gritos me alcanzó, para entregarme una tarjeta hecha a
mano en cartulina amarilla con dibujos de flores, corazones y algunas formas más, pintadas
con lápices de colores, dónde con una bella letra me avisaba que a partir de las cuatro de la
tarde del sábado estaba invitado a una fiesta juvenil que se llevaría a cabo en otra dirección.
No era la primera vez que era invitado a una fiesta, ya había ido a otras, pero nunca había
asistido a una social. Era una reunión para conocerse, departir, bailar y sentirse bien, y como
no era de cumpleaños, no había que llevar regalos sino muchas ganas de relacionarse, según
me aclaró mi hermana.
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DE LA VIDA
Llegué ahí con lo mejor que tenía para vestirme. De inmediato reparé que era una fiesta
moderna, iluminada con focos de colores y donde sonaba música nuevaolera, un poco de rock
y algunas baladas. Ahí encontré algunos amigos y a otros conocidos y desconocidos. Después
de saludar a todos me enteré de que habían asistido más mujeres que varones, pero eso no
importaba, total cuando estas quieren moverse bailan solas o entre ellas.
De repente por ahí una conocida pizpireta llamó mi atención, para decirme. "En la
próxima me sacas a bailar" y así fue como bailamos una balada que ya estaba preparada,
porque ellas que eran las dueñas de la fiesta controlaban el tocadiscos. En medio de esa
tonada, a boca de jarro me dijo: "La Zoe está templada de ti. ¡Declárate!, porque ella ha hecho
la tarjeta que te llegó y por ella hemos organizado esta fiesta. ¡No seas tonto! Yo te aviso
cuando".
No recuerdo cuánto más duró aquella música, ni cómo seguí bailando, porque me puse
horriblemente intranquilo. No era la primera vez, ya otras veces me había puesto inquieto,
pero era por temor a un examen, una presentación artística en el colegio, una inyección o una
tortuosa curación, pero era la primera vez que me ponía nervioso por algo que nunca había
pensado hacer, ni que jamás me llegara a suceder. Era tanta mi turbación que hasta pensé en
largarme, pero eso de la tarjeta, una fiesta de ella y ese "¡No seas tonto!" desafiaba mi hombría
y hasta mí corazón me decía. "¡No seas tonto!".
La fiesta continuó hasta que mi atroz alcahueta se acercó para preguntarme. "¿Ya?", y
para acabar con ese terco comedimiento le dije que sí, y aunque me arrepentí de ceder a su
papel de Celestina, no tuve más remedio que seguir con lo que el destino me tenía preparado,
de modo que cuando llegó el momento me acerqué a la bendita Zoe y viendo que estaba más
bonita que ninguna, le pregunté nerviosamente. “¿Quieres bailar conmigo?" Sin
responderme salió a la pista, y cuando empezó a sonar la potente voz del cantante de Los
Galos que decía casi gritando. "¡Cómo deseo ser tu amor!, para poder vibrar así con cada
espacio de tu cuerpo. Cómo deseo ver la luz de la mañana y junto a mi sentir el aliento de tu
boca ...", entonces tímidamente comenzamos a bailar acomodando nuestros pasos, pero
después de encontrarse nuestras presencias se nos fue toda señal de vergüenza y cada vez más
pegados nos olvidamos de todo lo que nos rodeaba y justo cuando estaba por acabar aquella
balada le dije dulcemente al oído. "Cómo deseo ser tu amor".
Inmediatamente se desprendió de mí y corrió a avisarles a sus primas y a todas sus
amigas que ya tenía enamorado y se armó un alegre alboroto ahí donde estaban ellas y yo
medio que me sonrojé, pero casi en el acto reparé que como en las películas ya tenía "mi
chica" y lo mejor, de tierras extrañas. Después y hasta el final de la fiesta, ella bailó sólo
conmigo.
Mientras la acompañaba al lugar donde se alojaba, le dije que si podía visitarla al día
siguiente. "Claro que tenemos que vernos, pero en esa casa no. No quiero que mi tía que es
muy buena y piadosa se entere que solo en unos cuantos días ya tengo enamorado en esta
ciudad. La quiero mucho y no deseo que piense mal de mí", me dijo muy seriamente y luego
agregó con un tono más alegre. "Y dónde crees tú qué podemos encontrarnos mañana por la
tarde". Yo le sugerí que podía ser en el parque de la capilla que estaba a la entrada de la
campiña norte del pueblo a las tres de la tarde. Cuando llegamos a la puerta de su casa, esperó
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CIRO V. PALOMINO DONGO
a que todos entraran y cuando desde dentro la estaban apurando, aprovechando que la calle
estaba desierta se despidió dándome un pequeño pero tibio beso en la boca. Yo me quedé
pasmado por todo eso que me estaba pasando, pero sobre todo por aquel sorpresivo beso.
No recuerdo si dormí, ni cómo me levanté. Si desayuné, ni qué almorcé, solo sé que
me bañé dos veces y me vestí y desvestí varias veces hasta maldecir mi mal gusto para vestir.
Al final, para acabar con esa angustiosa preocupación, me acordé de una frase que alguna vez
leí y me aprendí de memoria. "¡SE TÚ! ESO ES TODO". Después me fui a parar en ese
parque desde las dos de la tarde. A medida que pasaban los minutos, mi corazón se aceleraba
más y más, hasta que cerca de la hora señalada se asomó ella como una aparición encarnada,
una generosa bendición, un milagro del amor.
Ella, que ya era toda Ella desde el comienzo de los tiempos, estaba linda, muy linda.
Linda desde el espacio que la dibujaba hasta el infinito. Venía hacia mí finamente vestida con
una blusa blanca, un pantalón celeste y un par de zapatitos blancos y llevaba en las manos un
coqueto monedero y una chompa liviana. Lleno de emoción vi cómo el viento jugaba con su
hermosa cabellera y viceversa. Cuando llegué hasta su lado me alcanzó su chompa
diciéndome suavemente. "Ayúdame por favor". Estábamos tan emocionados con ese
encuentro que no alcanzamos a decirnos algo. Solo nos miramos maravillados como cuando
estamos frente a una hermosa flor, un bello paisaje o una mística revelación.
Para calmarnos de esa fuerte impresión, miramos a todas partes para saber por dónde
debíamos salir de aquel lugar. Yo le indiqué por dónde y nos internamos en un camino de
herradura rodeado de cercos de piedra, donde además de espinas, por su cuenta la naturaleza
había sembrado algunas flores silvestres que la lluvia las había levantado para exhibir su
belleza. Por un buen rato caminamos sin decirnos nada. Sin romper aquel mágico silencio
arranqué una bella flor que estaba al alcance de mi mano y se la hundí en los cabellos por
encima de su oreja izquierda, entonces ella muy emocionada me tomó de la mano y así
seguimos caminando.
A veces después de mirarla a los ojos le mostraba algunas flores avisándole sus
nombres nativos o le hacía escuchar el canto de algún pájaro, diciéndole: "Son como tú" y
ella agradecía mi galantería con una extensa sonrisa. En algún momento ella vio algo a un
costado del camino, se paró y levantó del suelo un pequeño guijarro de cuarzo blanco.
Después de limpiarlo con mucho cariño me lo alcanzó diciendo. "Toma, guárdala. Soy yo".
Después de meterla en mi bolsillo la abracé y ella como queriendo abrigarse de un fuerte
escalofrío me tomó de la cintura pegando su cabeza en mi pecho y así seguimos caminando
dentro de un silencio inundado por toda clase de sublimes emociones que nos estaban llegando
de otros mundos. De otras dimensiones.
Los campesinos que por ese mismo camino comenzaban a regresar de sus chacras, al
ver así de enredados a casi dos niños, nos obsequiaban sus simpáticas sonrisas y algunos nos
lanzaban finos piropos en quechua que yo le traducía, diciéndole que estaban dirigidos a
hacernos saber que solo el amor inocente es verdadero, tanto así que para serlo no necesita ni
siquiera ser correspondido. Felizmente lo nuestro, era diferente.
En alguna parte de aquel camino nos dimos un tembloroso y tierno beso que nos
encendió hasta hacernos brillar. Y brillamos no para resaltar, sino para no perdernos cuando
nuestro sol deje de alumbrarnos o para volvernos a encontrar. El resto de lo que merodeaba
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DE LA VIDA
por dentro nuestro o por fuera de nuestras vidas, simplemente no existía, porque no valía la
pena dar cuenta de nuestras familias, amigos o del colegio, menos de nuestros gustos,
caprichos, prejuicios y la “mala hierba” que cargamos todos, porque algo más sutil y muy
auténtico nos venía atrapando.
Y así seguimos furtivamente juntándonos, como aquella vez en el cine que en medio
de la oscuridad tuvimos que encontrarnos para estar solos. La verdad es que no vimos la
historia que debía contarnos la película, porque la nuestra era la más bella, la más feliz, la más
romántica, la eterna.
Recuerdo que una mañana fuimos a bañarnos a una piscina pública, pero no nos gustó
porque estaba atiborrada de gente, así que nos fuimos a pasear por la ciudad y en algún lugar
nos servimos chicha blanca con maicillos y nos compramos dos sublimes. Una tarde entramos
a una fiesta de paga dónde bailamos payasamente la mala música que ahí sonaba. Una noche
en una pastelería nos contamos los chistes que nos sabíamos y aun cuando ya me sabía casi
todos los que ella contaba, cuánto me gustaba su vivaracho modo de contarlo y a modo de
aplauso lanzaba al aire una franca carcajada, pero seguramente algo así hacia ella a mi turno.
Otro día salimos a caminar por las calles junto a sus amigas y sus “chicos” haciendo las
tonterías que los adolescentes suelen hacer, como eso de comprarnos una bolsa de coca y
ponernos a “chacchar” y después servirnos sendos chupetes para saber si por causa de esas
hojas la boca ya no sentía el sabor ni el frío.
Un buen día nos fuimos a la orilla de un río y después de remojar nuestros pies en sus
frías aguas, nos tumbamos sobre el pasto para contemplar el viaje de las nubes debajo de un
cielo intensamente azul y nos pusimos a descubrir sus formas. “Esa se parece a una oveja”.
“Esa es un dragón”. “Aquella es un ángel con un ala rota”. Esa es así o esa otra es asá, hasta
que nos aburrimos de ese juego y empezamos a decir: “Esa se parece a una nube”. “Aquella
otra también”. Después bailando y a voz en cuello cantamos las canciones que nos sabíamos
y nos dedicamos muy amorosamente las que solamente sabía uno de los dos.
Más tarde nos acercamos a un pequeño pozo para mirarnos reflejados en sus tremolas
aguas y luego, aun descalzos, nos pusimos a saltar sobre las piedras de su cauce y al ver cómo
sus aguas corrían llevándose algunos trozos de ramas caídas, unos pequeños haces de paja y
muchas hojas muertas, mirándonos a los ojos y sin mediar palabra nos dijimos. "Este es el río
de la vida. ¿Cuál de todo esto que se lleva seremos tú y yo?", y sintiendo una nueva y extraña
pena nos alejamos de aquella ribera. Ya al caer la tarde y para consolarnos nos dimos unos
fuertes abrazos y unos tiernos besos.
Otro día nos fuimos de excursión llevando comida y todo lo necesario, al hermoso
bosque natural y las lagunas que tiene una de las altas montañas que rodean al pueblo. A pesar
del duro esfuerzo que acarrea esa jornada para los que nunca han hecho esa caminata, y
también a pesar de que por momentos la veía “sacar la lengua” de cansancio, no se rindió.
Más bien coronada de hermosas flores me acompañó a buen ritmo y sin dejar de señalarme
llena de emoción lo maravilloso que le resultaba todo lo que estaba viendo y sintiendo.
Cuando descansamos en un amplio claro de esa espesura, me dijo señalando con el índice.
“Allí levantaremos nuestra casa, allá el almacén y más allá la huerta y el corral’. A lo que yo
agregué. “Y por ahí mi taller”. Después para potenciar nuestras fuerzas, hicimos una pequeña
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sesión de meditación para absorber la energía sideral que como un río cósmico discurre por
toda esa floresta andina. Luego seguimos caminando llenos de ilusión y contento.
De mi parte puedo confesar que ese prodigio que me estaba sucediendo nunca sabría
explicarlo con palabras, porque en este mundo aún no se ha inventado el lenguaje de la
felicidad, entonces sólo metafóricamente puedo decir que era algo así como entre extraño y
familiar que venía alzándose desde el mismo fondo de todo lo que yo era por ese entonces,
para inundarme de una fascinación salida de algún lugar jamás revelado a mortal alguno, o
algo así.
Pero no solo era yo el sorprendido con esa magia que nos estaba ocurriendo, pues un
día, embelesada por la felicidad que la embargaba, me dijo señalándome con los ojos y
moviendo la cabeza. "!Tú! ¿Por qué desde que te vi tengo la necesidad de amarte tanto?” y
bajándola agregó. “Tengo miedo de volver a lo que siempre hago, a lo que siempre pienso y
siento, a lo que siempre debo ser para mi familia, y que este bello mundo que se está
levantando delante de nosotros vaya finalmente a quebrarse”. No le dije nada porque yo
también albergaba el mismo temor. Pero aun así nos atrevimos a volar por encima de todas
las ilusiones, pues ya no necesitábamos de ninguna, porque lo nuestra era algo más fuerte y
real que los efímeros deseos de una vida nacida para la muerte.
Una noche soñé que íbamos caminando tomados de la mano por las inmensas playas
de un mar sin nombre, que rompía sus mansas olas allí donde se mojaban nuestros pies y que
de un momento a otro ella se soltaba de mí y lanzando al aire la más clara de sus risas comenzó
a correr levantando sobre el agua lindas salpicaduras allí donde sus veloces pies se posaban y
así se iba alejando hasta hacerse cada vez más y más pequeña en la distancia, mientras mi
corazón lleno de las tiernas emociones que obsequia el primer amor que se recibe y se da,
quería saltar de mi pecho lleno de felicidad. Pero cuando quise echarme a correr para
alcanzarla y repantigarme a su lado con el agua hasta la panza, de repente a mis espaldas
escuché nítidamente su cristalina voz llamándome desde lejos, me volví y no vi a nadie, solo
la desierta playa llenándose de sombras. Entonces me salí de ese extraño sueño sudando.
Por la mañana le conté a mi madre la rara visión que me había ofrecido aquel
espejismo. Sin dudarlo me dijo: “Un buen viaje y sin novedades”. Esa interpretación me cayó
como un rayo. Más tarde me enteré que Zoe debía retornar inmediatamente a la casa de sus
padres. “¡Déjate de estupideces! ¡Mañana mismo y a primera hora!” La urgencia era porque
su mocosa hermanita se había dado el trabajo de contarles todas las diabluras que estaba
haciendo la Zoe con el muchacho más loco del pueblo a espaldas de sus nobles tíos y que
además se estaba volviendo medio chiflada porque andaba hablando cosas raras.
Por primera vez tomé conciencia de que sólo por ser mujer estaban siendo muy injustos
con ella, comparado con la preocupación que tenía mi madre y mis hermanas de verme limpio,
guapo y bien vestido, porque estaba enamorado y según ellas el amor nos hace más
bondadosos. Incluso mi padre, por otras razones, andaba satisfecho con la noticia.
“Nos vemos a las siete de la noche”, me dijo resueltamente. Como ya no había nada
que esconder, delante de todos a las siete nos encontramos y sin decir nada nos fuimos a sentar
en una discreta banca de la Plaza de Armas donde permanecimos hablándonos con los ojos y
diciéndonos las cosas más dulces que seguramente nunca más podríamos decirnos, mientras
que con las manos nos acariciamos nuestros apenados rostros más allá de las nueve.
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DE LA VIDA
Cuando llegó el momento de regresar, me miró con mucha ternura y de pronto se echó
a llorar amargamente preguntándose y preguntándome. “Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué?”, y
como no sabía que responderle me entró una pena que me desgarró el alma y llorando le dije.
“!Por favor no llores, tú sabes que pase lo que pase, yo siempre te voy a querer!”.
“!Perdóname!”, me dijo y como pudo comenzó a limpiarme las lágrimas. Por el camino me
alcanzó otro pedazo de la cartulina amarilla donde había escrito su dirección por si quería
escribirle algo, y advirtiéndome. “Cuando yo te escriba, en el mismo sobre recibirás un
corazón recortado en una cartulina del mismo color”. Al ver que la calle ya se mostraba
solitaria nos besamos en la boca, en los ojos, en la frente y en las manos y nos miramos con
tanta aflicción que por poco nos morimos.
Después de varios dolorosos borradores, por fin pude acabar una carta llena de
esperanzas y se la envié. Al cabo de dos semanas, su prima llegó hasta mi casa para
entregarme un mensaje que dizque me había enviado ella. No sé por qué no quise abrirla, pues
la letra con que estaba escrito mi nombre no era la suya, pero cuando por fin me decidí abrirla
no encontré ningún corazón de cartulina, y cuando comencé a leerla la misma extraña letra
me rompió el alma, porque entre un montón de sonseras, decía: “Todavía somos jóvenes”.
“Tenemos todo el tiempo del mundo”. “Debemos acabar el colegio y la universidad y
volvernos a encontrar cuando seamos mayores y buenos profesionales…”. ¿Qué jóvenes?
¿Qué tiempo? ¿Qué mundo? ¿Qué colegio? ¿Qué universidad? ¿Qué buenos profesionales?
Vaya comedimiento, pues con ese adefesioso lenguaje Zoe no me habría escrito nunca.
Además nuestras vidas eran para esos momentos y para nosotros, o no eran nuestras.
Todavía no logro entender cómo ambos llegamos a tener un boleto para ingresar al
paraíso de un mundo casi inexistente que se iba construyendo gracias a la pureza de nuestros
sentimientos que con mucha potencia emergían desde el fondo de nuestras almas, pero
también con la resuelta voluntad de nuestros corazones y nuestros pensamientos que
dulcemente se entrelazaban sin querer parecer un signo de pertenencia: "Tú de mí y yo de ti".
Éramos los polos opuestos de una poderosa energía que necesitaba mantenernos unidos para
revelarnos un asombroso misterio que era mucho más grande que esa obsesión que algunos
llaman “amor”. Que un día se siente y otro día ya no, y hasta se puede curar porque solamente
es una enfermedad.
Aunque en el sobre de mi carta puse mi dirección, nunca me llegó nada. Pasado algunos
meses decidí incluir en mi propósito vital mantener en mi corazón el recuerdo del silencioso
pero exaltado amor que nos tuvimos y que fue un milagro para mi vida y una bendición para
mi alma, así como agradecer a esa niña que con solo una mirada me inspiró a descubrir y
expandir mis emociones para poder transitar por los apacibles senderos de la compasión.
Terminando el colegio, salí de mi pueblo para estudiar en una universidad de la gran
ciudad. Allí conocí mucho de eso que la gente llama amor, que no era otra cosa más que el
frío cálculo de una infinidad de intereses y ambiciones previas al matrimonio o simplemente
un brutal apareo y punto. Claro que nunca dejé de suponer que por ahí dónde campean las
“buenas vibras” deben existir los amores eternos, pero desgraciadamente esos no se dejan ver,
porque están hechos del material con que se hacen los ángeles.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
Muchos años más adelante me puse a pensar que el verdadero amor no vive dentro del
tiempo de esta terrestre vida. No vendrá un día o algún día, eso llega en el momento en que
nuestras almas están sintonizadas con las vibraciones de una sutil y especial dimensión
espiritual. Pero cuando comienza a operar muy dentro nuestro porque está hecho para
nosotros, todavía no sabe expresar sus pensamientos, solo puede hacernos sentir muchas cosas
que aún no tienen palabras dentro del lenguaje de intereses y necesidades con que los humanos
solemos comunicarnos y por eso mismo nadie sabe todavía de qué se trata, solo intuimos que
es inmensamente bueno y que puede regalarnos paraísos. El día en que el amor comience a
hablarnos, será a través de buenas acciones y otros prodigios más.
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DE LA VIDA
LA DOCTRINA
Tengo metida en la memoria un viaje que hice a una puna remota para realizar una
inspección ocular con motivo del reconocimiento oficial de una Comunidad Campesina.
Recuerdo que desde un pueblo colonial que aparece en el listado de las reducciones de indios
que se hizo en tiempos del virrey Francisco de Toledo, allá por los años 70 del siglo XVI,
como a las cinco de la mañana salí con el entusiasmo que me producen estos viajes a lugares
desconocidos, pero para mí mala suerte, sin desayunarme.
“!Este es el mejor caballo señor!”. Y cuando vi al jamelgo, me imaginé a don Quijote
frente a su Rocinante, porque si bien ese no era tan flaco, sin embargo, tenía un semblante
triste y cansado que sin duda le marcó el esfuerzo de subir y bajar desde el valle templado a
las gélidas punas. Pero igual salí montado en ese penco para decirles a mis anfitriones que yo
también era un jinete. Subimos por una quebrada por donde bajaba un cristalino y bullicioso
rio que remontaba inmensas piedras finamente pulidas por sus aguas, probablemente desde
que comenzó a acomodarse esta cordillera cuando terminó de elevarse desde el fondo del
océano.
Al comienzo del viaje nos tropezamos con amplias y bellas chacras con sus casitas de
adobe recubiertas con arcilla y pintadas con ocres de colores de donde salía por los techos de
paja el humo de los fogones. Con la panza vacía me puse a pensar. “Allí si se desayuna”. A
medida que fuimos ascendiendo la quebrada se fue estrechando y el rio se hizo menos
caudaloso y bullicioso, la vegetación más escasa y el aire más frio. Fue a partir de esa altura
que el camino comenzó a angostarse, porque comenzamos a ascender al filo de unos barrancos
y después de precipicios.
De repente mi rocín comenzó a inquietarse como si hubiera visto un puma, entonces
le supliqué al que estaba a mi lado que sujetara al animal porque deseaba bajarme. “¡Péguele
duro con el fuete señor! Se está mañoseando”, me aconsejó. “Por favor quiero bajarme, debo
orinar” Le dije y recién me hizo caso. Cuando los demás vieron que me apeé del caballo se
preocuparon de sobremanera, para calmarlos les dije. “Desde aquí voy a caminar, porque yo
he venido a trabajar, no a matarme”. “¡Pero falta mucho señor!” Me advirtieron. “No se
preocupen, voy a llegar”. Les dije y comencé a caminar.
Más adelante en una parte vi a lo lejos un cerro que tenía la forma del tocón de un
gigantesco árbol, igual al Cerro Baúl de Moquegua. Cuando pregunté sobre esa extraña
montaña me dijeron que se llamaba “Llaqtagentil”, y que ahí existía una antigua ciudad que
fue destruida por Dios con una gigantesca bola de fuego que cayó de los cielos, porque sus
habitantes eran unos idólatras muy pecadores. Yo me puse a pensar que seguramente en ese
lugar existirían algunas ruinas incaicas o de un tiempo más remoto, con un adoratorio a los
dioses ancestrales, un usno o una huaca que seguramente fue muy importante para los
pobladores de aquellos tiempos. Y que durante la reducción de los indígenas en pueblos de
traza romana (Plaza Mayor, cuadras, calles y solares) seguramente sacaron a la fuerza a los
habitantes de esa “llacta” nativa para reducirlos en el pueblo colonial que dejamos atrás, y si
se atrevían a volver los mataban.
35
CIRO V. PALOMINO DONGO
Mientras iba caminando disfrutando del aire, la luz y del telúrico paisaje que ofrecía
aquellas serranías, me vino a la memoria que poco después de las reducciones de indios, llegó
la evangelización promovida por los reyes de España y la iglesia católica, para convertir al
cristianismo a todas las poblaciones de los territorios conquistados en América con la
participación de más de 5,000 curas doctrineros entre mercedarios, franciscanos, dominicos,
jesuitas y agustinos que, con el fin de evitar conflictos entre ellos, se les tuvo que asignar un
territorio para cada orden sacerdotal, donde contando con la mano de obra aborigen que desde
antiguo eran buenos albañiles y picapedreros construyeron templos, iglesias y monasterios
para ese fin.
Pues bien, durante la evangelización esos curas doctrineros estuvieron a cargo de que
los indios fueran buenos vasallos del rey de España dentro de los pueblos reducidos, pero
además de administrar los sacramentos, vigilaban las cofradías, juzgaban en primera o
segunda instancia cuestiones pertinentes a la moral, al bien público y al orden social, así como
auxiliaban a las demás autoridades. También tenían potestad sobre cada indígena que habitaba
el pueblo de su doctrina, otorgándoles permiso para que pudieran salir del mismo.
Sin duda fue que durante la evangelización los curas doctrineros de ese lugar y de
otras partes, inventaron ese y otros muchos cuentos como eso de la colosal bola de fuego que
destruyó a los adoradores de Wiracocha, el sol, la luna, el rayo y las huacas, para que los
indígenas de sus doctrinas no se atreviesen a volver a ese lugar y menos adorar lo que allí
existía, sino Dios les arrojaría muchas más bolas de fuego que destruirían todos los pueblos
de la comarca. Y tan efectivo fue ese temor infundido que duró muchos siglos y seguramente
seguirá durando mientras perdure la fe en los nuevos ídolos y el credo que llegó con los
conquistadores.
“Pero eso no era nada nuevo”, me refuté yo mismo, porque a lo largo de la historia
humana así se ha procedido en todas las conquistas para lograr mantener los territorios
ganados en uno y cien combates. Pero en estos tiempos que corren, ya no se trata de invadir
países y someter con armas y credos religiosos a su población, sino que, a través de las
ideologías políticas de izquierda o de derecha, como si fueran verdades infalibles y eternas,
manipulan la mente de los incautos ciudadanos, para hacer casi lo mismo que los curas
doctrineros del siglo XVI, pero esta vez para apropiarse del fruto de su trabajo, de sus
territorios ancestrales y sus recursos naturales. “!Qué lejos aún estamos de la libertad!”, pensé
suspirando, porque aún estamos en la época medieval de las doctrinas y los adoctrinamientos.
Como a medida que íbamos avanzando, el cerro ese se iba haciendo más y más grande,
sospeché que del lugar donde estaba yendo, no estaría muy lejos y en realidad así era. Después
de la Inspección Ocular que empezó cerca del mediodía y duró un par de horas y luego de la
huatia con charqui de carne de alpaca asado en el fuego y chancado que, al menos para mí, es
una delicia y un buen mote de maíz blanco con queso y un jarro de mate de muña sin azúcar
que acabó a las dos de la tarde, pregunté. “¿En cuánto tiempo se puede llegar a Llaqtagentil?”
Muchos de los comuneros me dijeron que a medianoche, otros que mañana, pero no faltó
alguno más viejo que dijo que nunca, porque primero me moriría antes de llegar a ese lugar
maldecido por Dios. Yo que veía el “Cerro Tocón” como empecé a llamarlo, tan cerca supe
que por temor me estaban mintiendo.
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DE LA VIDA
De pronto se me acercó un muchacho de esos que son criados y hasta nacidos en Lima
o alguna ciudad de la Costa, para decirme. “Bien caminadito se podría estar máximo en dos
horas, porque tiene un camino inca bien clarito que hasta de noche se puede andar”.
“¿Conoces el lugar?”. Le pregunté. “No, pero tengo ganas de conocerlo, porque yo no creo
en las sonseras que piensa la gente”. “¿Qué gente?” “Toda la gente de estos pueblos”. Me
respondió. “¿Entonces vamos?” Le pregunté. “¡Vamos!”. Y nos fuimos mientras que los más
viejos nos hacían cruces por las espaldas, no adiviné si era para que nos fuera bien o para que
nos muriéramos bendecidos.
Un poco más allá de las cuatro de la tarde llegamos al lugar, era una planicie circular
y ligeramente hundida que te hacía sentir que estabas en un anfiteatro de más o menos diez
hectáreas de extensión que albergaba los restos de una antigua ciudadela al parecer Wari,
bastante bien conservada. Cuando vimos un sistema de riego nos preguntamos cómo y de
dónde podría haber llegado el agua a ese lugar. Paseamos por sus estrechas calles y visitamos
las habitaciones más grandes preguntándonos que podrían haber sido. En una de ellas
sorprendimos a dos enormes tarucas que asustadas saltaron por encima nuestro. Por su
ubicación central y visible adivinamos que algunas construcciones podían ser adoratorios
levantados para que se expresara la fe de aquellos “abuelos”.
Nos movimos por aquí y por allá, mientras que yo en voz alta hacía mis conjeturas.
“Esto debe ser un usnu, estas deben ser fuentes ceremoniales, aquella una colca”. Cuando no
habíamos recorrido ni la mitad de esa ciudadela de repente se pasó la tarde y pronto sobre ésta
y las demás interminables montañas, caería la noche con su inmenso y cercano manto de
luminosas estrellas que en algo aclararían nuestro camino. En ese momento mi aventurero
acompañante me dijo con un dejo de temor. “Mejor vámonos ya”. “¿Tienes miedo?” Le
pregunté, como no me respondió le dije. “Yo voy a regresar a este lugar con mis amigos con
carpas y comida suficiente para quedarnos todo lo que haga falta, hasta averiguar de dónde y
cómo llegaba el agua y otras cosas más”. Y nos echamos a andar más ligerito que cuando
vinimos y solo así, casi a medianoche llegamos a la Plaza de Armas del pueblo de donde había
partido con la comitiva de los interesados en convertir en Comunidad Campesina aquellas
tierras, incluido el “Cerro Tocón”.
Por mi acompañante me enteré que el Presidente gestor nos estaba esperando y cuando
me vio, con tono de alivio me preguntó. “Buenas noches, señor. ¿Cómo es ese sitio?” “¡Nada
que ver!”. Le respondí de este modo porque la gente de esos lugares cree que en esas “llaqtas”
precolombinas, como en las películas de Indiana Jones a simple vista uno se puede tropezar
con keros, collares, pectorales, cinturones, orejeras y otras joyas de oro y que por ese motivo
las almas de los malditos gentiles de ese lugar asumiendo la forma de sus familiares o amigos
van a salir a vagar por los caminos y las aldeas matando a los niños, ancianos, mujeres
embarazadas y perros en busca de sus tesoros robados.
En medio de esta conjetura, mi compañero de aventura me dijo. “¡Este huevón ha
creído que no íbamos a volver o que saldríamos de ese lugar completamente locos al ver de
qué modo cruel diosito les ha sacado la mierda a todos los pecadores de “Llaqtagentil”, y eso
no le conviene porque si no, quién va ha resolver los trámites para el reconocimiento de la
comunidad”
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CIRO V. PALOMINO DONGO
Me despedí de ambos y me fui al lugar donde debía alojarme. Mientras me estaba
alejando el “limaquito” con tono cómplice y levantando hacia arriba el pulgar de su mano
derecha me preguntó. “¿Na’ que ver, no?” “¡Exacto!” Le respondí con el mismo gesto y me
fui a dormir muy cansado y hambriento.
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DE LA VIDA
LA VETA
Cuando al mediodía, junto a mis colegas estaba almorzando en el restaurante que
festivamente llamamos, "el centro de engorde”, me encontré con un compañero de trabajo, de
esos que por años andan buscando empleo en los Proyectos de Inversión Pública, y a ver si
gracias a Dios y su misericordia lo encuentran.
Después de saludarlo y escuchar con atención sus apremiantes quejas, solo cuando
acabaron éstas por fin logró tranquilizarse. Para distraerlo de su ansiedad, le pregunté sobre
el daño que la minería ilegal está causando a las cabeceras de las cuencas de su provincia y
su impacto sobre la agricultura y la ganadería de la zona, me confió. “De haber hay. A veces
tan poca que ni siquiera se habla y otras veces tanta que te provoca meterte en ese negocio
donde como si nada se habla de miles de soles, para no andar como un limosnero buscando
chamba”.
Luego me contó que, en una comunidad no muy lejana de la capital de su provincia,
un profesor se fue a cazar vizcachas a los pedregales de unas alturas donde al pie de una gran
montaña existe una laguna y un pequeño bosque de cceuñas en sus inmediaciones. Ya antes
había estado ahí para lo mismo, pero esa vez se encontró con tantos de esos animalitos que
en poco más de una hora había cazado lo suficiente como para llenar su mochila y pensó que
ya era suficiente.
Como es la costumbre ancestral de las gentes de las gentes de esos pueblos, hizo un
“pago” al “Apu” del lugar y la laguna, por haberle permitido llevarse algunas de sus criaturas
y para ello buscó un lugar propicio cerca de una roca larga y rojiza que estaba incrustada al
pie del cerro que desde allí se levanta. Luego sacó de uno de los bolsillos de su mochila una
pequeña bolsa de plástico que contenía un sahumerio preparado a base de coca, cigarros,
incienso, palo santo, laurel, romero, salvia, manzanilla, etc., que se venden en los mercados
de los pueblos. Luego tomó un poco de paja y algunos palitos secos que estaban a la mano
con los que encendió una fogata donde echó el contenido de la bolsa y mientras el aromático
humo se iba levantando, de rodillas mirando al cielo y casi gritando lanzó al aire sus alabanzas
y su gratitud en quechua.
–¿Y qué dicen? –Le pregunté lleno de curiosidad.
–Son casi iguales a las silenciosas oraciones que rezamos en las iglesias, para que nos
concedan una gracia. Pero en esos casos se hace nombrando a los Apus y a las lagunas para
darles las gracias por los favores recibidos. Esa es la diferencia, a unos les pides que te hagan
el milagro de darte lo que deseas y a los otros les agradeces por lo que te dieron.
Luego me contó que, como si se tratara de algo prodigioso, después de su ofrenda se
abrieron las nubes y brilló como solo puede brillar el sol en las punas. En ese instante notó
que brillaban unos pequeños puntitos amarillos sobre la roca rojiza y cuando se acercó a
curiosear qué era eso, cayó en la cuenta de que eran pequeñas pepitas de oro incrustadas en
la peñasco. Entonces con una piedra puntiaguda comenzó a chanca la roca; después de lograr
reunir una cantidad que a simple vista parecían tres kilos, en realidad pesaba mucho más que
eso. Sin embargo, paró, pues le invadió la sospecha de que sólo podría tratarse de chalcopirita
o lo que se llama “el oro de los tontos”.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
Ya en su casa, en un gran batán que tenía trituró lo más fino que pudo todo ese material.
Más adelante, con mucha agua separó el mineral que contenía ese polvo con una bandeja de
plástico de las que se usan para "lavar" oro en los arroyos. Cuando el material más pesado se
mantuvo en el fondo de la criba brillando, se convenció que era. “¡Oro! ¡Oro!!” Solo de esa
cantidad de material logró obtener casi una onza. Más tarde por medio de un especialista se
enteró que era de alta ley.
Después con sus tres hijos varones portando picos, combo y cinceles volvió al lugar,
pero antes de laborar “pagaron” más generosamente al "Apu" y a la laguna. Cuando lograron
cargar más de 20 kilos del material extraído en cada una de sus mochilas, se pusieron a limpiar
minuciosamente el lugar para que nadie se entere que por ahí alguien estaba laborando.
Finalmente se despidieron haciendo muchas reverencias a la montaña y la laguna.
Más tarde con acémilas, volvieron varias veces al lugar, porque el oro metido en esa
roca rojiza no terminaba de acabarse y también porque hasta tres comerciantes de oro del
Cusco llegaban a la capital de la provincia, para comprarles el precioso metal que lograban
obtener en la moderna maquinaria que habían adquirido. Hasta que un día, uno de los
comerciantes se apareció en la comunidad con un chino alto, flaco, con el cabello hirsuto y
un cigarrillo que por su cuenta se consumía en su boca como si fuera un cenicero, para decirle
que quería comprarle en dólares todo el oro que tenía y le ofreció una fortuna si le revelaba
el lugar de donde lo extraía. Dicen que el profesor le respondió al chinito codicioso. “Primero
me compras en dólares todo el oro que ahora tengo y después te digo de dónde lo consigo”.
Luego de haber recibido varios fajos de dólares a cambio del oro que le entregó, el
profesor empezó a contarle la misma historia que le había sucedido, pero sin revelarles las
señas del lugar, es decir de la laguna y el “Apu” que los lugareños llaman “Ayaorcco”, el
cercano bosque de cceuñas y otros detalles más, pero sí les dijo que se trataba de una puna
inmensa donde existía un promontorio de grandes piedras con cientos de vizcachas, entre las
que estaba una roca rojiza que brillaba ostensiblemente por el oro que contenía. “Cuando
termine de romper y trasladar toda la veta incrustada en esa piedra podemos ponernos de
acuerdo, para que a cambio de lo que convengamos te dé sus coordinadas UTM y por el
Google Earth te señalo la ruta para llegar a ella. Tú sabes 'Bruce Lee', donde hay una, puede
haber más. ¿De acuerdo?”.
Muy rápidamente corrió la noticia de que el “profe” se había comprado una casa
enorme en una urbanización pituca del Cusco y una camioneta Toyota Prado y dos de sus
hijos hicieron lo mismo y el tercero en Arequipa, pero la menor de todos prefirió hacer su
vida en un departamento de lujo en Lima, conducir un automóvil japonés nuevo y vestir ropa
de las mejores marcas que, si bien podían decir algo de ella, más no de lo que en realidad era.
Pero como los peores enemigos están dentro de la familia y los paisanos, pronto las
malas lenguas comenzaron a decir que, siempre en su afición de cazador, un buen día
caminando por una puna lejana el "prosor" vio a la distancia un montón de grandes piedras y
por curiosidad o porque ya conocía un buen dato acerca de ese lugar se dirigió hasta allí.
Cuando llegó merodeó por aquel pequeño bosque de piedras y después de un rato pudo ver
un agujero que parecía la entrada a un lugar secreto. Luego de encomendarse a los dioses de
los “abuelos” y de los españoles, se atrevió a entrar encendiendo una linterna. Unos pasos
más allá tropezó con una escalinata que lo condujo hacia la rica e intacta tumba de un jerarca
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DE LA VIDA
Wari sepultado junto a su esposa y sus sirvientes, de dónde sacó coronas, máscaras,
pectorales, collares, brazaletes, orejeras, vasos ceremoniales y un montón de alhajas de oro,
así como delicadísimos tejidos y un sin número de suntuosas piezas de alfarería, que acabó
vendiéndoselos a unos huaqueros cusqueños y a un coleccionista chino de antigüedades.
Otros dijeron que aprovechando toda la coca que en cantidades llega a esa provincia
altoandina, para que la gente siga chacchando como lo hacían sus antepasados desde Manco
Cápac. Con esas hojas el “prosor” fabricaba kilos y kilos de pasta básica de cocaína que le
compraban unos narcos cusqueños y varios mafiosos chinos y fue así como se hizo millonario.
Algunos menos despistados y conocedores de cómo ahora la gente se hace millonaria,
dijeron que seguramente se habría topado con una rica veta de oro que podría estar en uno de
esos pequeños agujeros donde a rastras los mineros precolombinos cavaban para extraer la
roca cargada de oro para pagar sus tributos al Sapa Inca, y que después los españoles
explotaron hasta que no quedara ni oro, ni indios. Sin embargo, en algunos de esos huecos
murieron enterrados algunos por culpa del “Supay” de la montaña. “A quién Dios se la dio,
San Pedro se la bendiga” decían al tiempo que soñaban con igual fortuna.
Luego me contó que se había enterado que el “jataso” que se había comprado en el
Cusco, era de un ex Gerente General Regional que lo había entregado al Poder Judicial en
pago de la Reparación Civil que la Sala Penal le había fijado, por la comisión de varios delitos
contra el patrimonio en agravio del Estado. Pero cuando el “prosor” quiso pelearla con un
buen abogado, tuvo la suerte que el letrado le dijera. “Mi estimado, necesitamos demostrar de
dónde salieron los dineros para la adquisición de esa propiedad, así que será necesario tener
en mis manos los documentos de sus cuentas de ahorro, de la venta de algún predio suyo o
heredado para su adquisición. En fin todos los instrumentos legales mediante los cuáles
podamos demostrar a los vocales y al fiscal superior que ese inmueble lo ha adquirido con el
fruto del trabajo de toda su vida”. Y cómo no era así, el asunto quedó ahí.
Una vez más, pero con mucho más cuidado, el “prosor se compró una casa más bacana
en Ica, porque todavía tiene escondido en algún lugar secreto de su casa comunal un
chuchunal de dólares”. Ya después de ese incidente en que por poco descubren la procedencia
ilegal de sus dineros, se fue a consultar al más famoso chamán de su provincia. Quién luego
de escuchar su historia, éste le preguntó. “¿Has hecho un ‘pago’ cuando te compraste esa
casa?” “No”. Le respondió. “¿Has hecho un ‘pago’ cuando te compraste el carro?” “No”. Fue
su respuesta. “¿Tus hijos han hecho un ‘pago’ por todo lo que se compraron con lo que les
dio el ‘Apu’?” “Creo que no”.
Entonces el sabio andino mirando al cielo, solemnemente le dijo.
–Desde el comienzo de todo, para nuestros pueblos las cosas más preciadas son las personales.
En tu caso el oro que se hallaba escondido en esa gran roca rojiza era una cosa personal y
muy querida del “Apu” y si te lo ha dado es porque tú con mucha fe le ofreciste un “pago”,
hasta ahí todo estaba bien y en calma. Pero tú has cambiado por dinero el regalo que te dio y
con él te has comprado muchas cosas, entonces debiste agradecer por cada una de las cosas
importantes que ese dinero te ha dado, a menos que los hayas compartido con tus semejantes,
en ese caso no hace falta. Si no lo haces puedes perderlo todo. ¿Me entiendes? –Cuando con
la cabeza le dijo que sí, acotó. –Nuestros “Apus” no castigan nuestra alma, porque esa
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pertenece al cosmos, pero no soportan a los ingratos, puesto que en nuestro mundo todo es
dando-dando. ¡Nunca te olvides de eso!
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DE LA VIDA
EL CURSO DE CAPACITACIÓN
Estando de viaje en Comisión de Servicios a la capital de una lejana provincia, para
dictar una charla sobre Gestión Comunal que había organizado una ONG, que solo mi jefe
sabía de su existencia.
Cuando muy temprano llegamos al lugar, no encontramos a ninguno de los
organizadores esperándonos en el lugar convenido, así que para hacer tiempo nos fuimos al
mercado del pueblo, para tomar un suculento desayuno que no solo nos llenara la panza, sino
que además nos calentara el cuerpo. Y para garantizar eso es necesario comerse un caldo de
gallina, de cabeza o de res.
Justo cuando estábamos por acabar de desayunarnos, se apareció uno de los
responsables de la organización del evento, para pedirnos disculpas por no haber estado
presente donde debía esperarnos y en compensación se ofreció pagar lo que habíamos
consumido mi compañero y yo.
"¿Dónde se va a llevar a cabo el curso?" Le pregunté. En el auditorio de la
municipalidad me contestó. "Entonces vamos para allá, porque hay que registrar a los
asistentes y entregarles el material para el curso". Cuando llegamos al lugar solo estaban
presentes dos empleados de la ONG, que estaban muy preocupados porque solo habían
llegado seis comuneros y como ya estábamos cerca de la hora fijada, para calmarlos les dije.
"Esperaremos a que lleguen a diez y arrancamos con el curso. No soy un cantante engreído
como para pretender que me escuche una multitud". Se sonrieron, pero la mujer del grupo me
comunicó que ya habían contratado sesenta almuerzos completos, es decir, sopa, pan,
segundo, refresco y fruta. "Bueno, entonces, tendremos que comer a cuatro almuerzos cada
uno, alucinando que estamos en Jueves Santo". Y nos pusimos a reír de mala gana.
"¿Qué ha pasado, no han sabido convocar o los comuneros no los conocen?" Les
pregunté y casi en coro me respondieron que el curso estaba registrado como parte del
programa de festejos por el día de la creación de la provincia, pero a pesar de sus reclamos,
al Gobernador se le ocurrió programar su dictado para el día central que era precisamente hoy,
y que esta sería la causa por la que los directivos comunales no pudieron venir porque en cada
uno de los distritos de esa provincia también se celebra dicho aniversario. “¿Entonces, en
otras palabras, no va llegar nadie más?” Les pregunté. El director con mucha pena me confió
que seguramente no vendría nadie más.
Cuando les pregunté sobre lo que sería el programa para el día central, me respondieron
que estaba previsto una misa Te Deum en la iglesia, luego se haría un desfile cívico, militar
y escolar y que después del mediodía se realizaría una corrida de toros con astados de media
sangre y toreros de reconocida fama. Luego les dije que por un rato iría al local que tiene mi
trabajo en esta capital, para entregar algunos documentos que había traído para su trámite. Y
allí me fui.
Para llegar a donde iba, tuve que pasar por la Plaza de Armas del pueblo y vi como una
novedad para mí, que allí estaban reunidos varios grupos de músicos vernaculares vestidos
con sus alegres trajes típicos y exhibiendo orgullosamente sus wacrapucus, tambores,
pinkullos, quenas, tinyas y algunos tenían arpas, guitarras, mandolinas y violines. Imagen
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CIRO V. PALOMINO DONGO
extraordinaria que me gustó de sobremanera. Eran como cincuenta y a los que me permitieron
les hice algunas fotografías. Cuando les pregunté, por qué no estaban tocando como en una
verbena, me dijeron que por respeto a las autoridades que en esos momentos estaban oyendo
la misa y que para el desfile tocaría la banda que la municipalidad había contratado en la
capital del departamento y que ellos amenizarían la corrida de toros que por la tarde se llevaría
a cabo en el ruedo del pueblo.
Llegué hasta el local, saludé y con gran entusiasmo me saludaron también y cuando
les pregunté sobre el dictado del curso, me dijeron que no sabían nada de nada y que nunca
habían escuchado hablar de la ONG que me había invitado. Cuando me estaba despidiendo
de los colegas me preguntaron que, si podían asistir al curso, les dije. "!Claro que sí! Por su
participación serán premiados con un certificado de asistencia y un suculento almuerzo
completo”. "!Gracias Jefe!" dijeron en coro a modo de despedida.
Cuando llegué al auditorio, estaban igual de apenados, porque nadie más se había
sumado a la magra asistencia. Para levantarles el ánimo les anuncié que tendríamos tres
asistentes más. Cómo ni esa noticia logró animarlos les propuse que mejor fuera cancelar el
curso y que en otra oportunidad lo haríamos contando con una mejor convocatoria. Todos los
miembros de la ONG con un mismo gesto me dijeron sin decirme nada. “¡Estás loco!". Luego
les reproché que ni los empleados locales de mi trabajo sabían de la realización de este evento,
cómo es que sabrían los comuneros y otros interesados. Se miraron entre ellos y luego se
quedaron no solamente callados, sino súbitamente colgados. Al verlos así, me puse a
reflexionar sobre lo poco que estaba contribuyendo con esa mi actitud y para remediarlo les
pregunté con mucho interés. "¿De verdad tienen contratados esos sesenta almuerzos?” Me
contestaron que no solo contratados, sino pagados también.
Entonces regresé a la Plaza de Armas del pueblo y haciendo algunos ademanes para
llamar la atención, me dirigí al grupo más grande de los músicos que estaban allí y con el
vozarrón que cuando me hace falta suelo hacerme escuchar, les pregunté muy seriamente
"¿Quieren disfrutar de un delicioso almuerzo con sopa, segundo, refresco, frutas y panes?"
Como si no fueran a almorzar ese día, todos dijeron que sí. "Para eso tienen que asistir a un
pequeño curso sobre Comunidades Campesinas que dictaré en el auditorio de la
municipalidad! "¿A qué hora?" Preguntó uno de los interesados. "!Ahorita mismo! ¡Síganme
los buenos!"
Cuando llegué dónde estaban los organizadores me estaban siguiendo más de veinte
músicos, así que les dije que se anotaran en el padrón de asistencia y que luego recibirían un
folder con el material que contiene el curso, un lapicero, hojas en blanco para anotar lo que
les interese, y que al finalizar el evento se les entregaría un diploma y un ticket para disfrutar
de un rico almuerzo. “¿De acuerdo?" Les pregunté y cuando me dijeron que sí, entré al
auditorio para preparar el dictado de la charla: Pizarrón, plumones, mota, multimedia, alma,
vida y corazón.
Cuando empezó el curso el auditorio estaba lleno de wacrapucus, tambores, pinkullos,
quenas, tinyas, arpas, guitarras, mandolinas y violines y algunos paisanos interesados en el
curso o en ganarse un almuerzo, no sabría decirlo. Después de un rato la mujer del grupo me
interrumpió para decirme que sumados nosotros ya estábamos llegando a los sesenta
asistentes y qué haríamos si llegaban más. Le pregunté cuántos certificados de asistencia
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DE LA VIDA
tenían. Me dijo que cien, porque la imprenta trabaja solo por cientos. "Recibe a los sesenta,
ya nosotros sabremos dónde o qué almorzamos. A los que se anoten después de los sesenta,
les advierten que sólo se les dará un certificado de asistencia, pero no el ticket para el almuerzo
porque se les a agotado”. "!Señor, no tenemos tickets!" Le pregunté que si tenían algún sello,
como me respondió que sí, le dije con algo de enfado. "¡Inventen pues mamacita. Inventen.!
¡Numerado y firmado!".
Lo que me fascina y a la vez me apena de estos cursos, es que muchos comuneros
recién se enteran que la Comunidad Campesina es la única institución precolombina que
sobrevivió a la conquista y la colonización y que deriva del Ayllu que tiene más de tres mil
años de antigüedad, pero también ignoran de qué se trata legalmente estas, y qué son los
comuneros calificados y los no calificados, así como acerca de su territorio, asamblea general,
directiva, padrones, derechos, obligaciones, prohibiciones de sus integrantes, uso de tierras
comunales, faenas, justicia comunera, recursos naturales, estatuto, anexos, empresa comunal,
elecciones comunales, etc., etc., por ser asuntos que les incumbe a todos. Pero nadie se los ha
dicho del modo más sencillo posible y con la ley en la mano de qué se trata todo eso que
deberían sabérselo al dedillo.
Sólo saben que pertenecen a una comunidad donde uno o dos grupos de “autoridades"
por turnos se encargan de dirigirlos durante todas sus vidas, es decir hasta que a los
gobernantes y los gobernados, les llegue la muerte. Lo que es más revelador para los
asistentes, es que recién llegan a enterarse que sus directivos tampoco saben lo que dice la
ley, sino que gobiernan la comunidad según unas antiguas costumbres que no han hecho más
que mantener a su pueblo en un indolente atraso, como si aún estuvieran en los tiempos de la
colonia.
En buena cuenta están igual a nosotros, que casi en completa ignorancia acerca de la
Constitución Política del Estado que rige la vida de nuestro país, solo seducidos por la
propaganda acudimos a elegir presidentes, congresistas, gobernadores, alcaldes y otras
autoridades que casi por unanimidad nos ofrecen una decepción y llenan nuestras cárceles, y
a pesar de que nos juramos que la próxima vez no caeremos en sus chanchullos, pero
sometidos por la misma ignorancia, una vez más elegimos a las nuevas autoridades que al
final resultan iguales o peores.
Recuerdo que estaba muy feliz por estar capacitando a esos juglares andinos, que en
su vida diaria son como cualquier otro comunero, que con el sudor de sus frentes cultivan y
cosechan su pan de cada día y el resto del tiempo lo dedican a la crianza de su ganado, pero
al mismo tiempo son algo carpinteros, albañiles, herreros, talabarteros, hilanderos, tejedores,
curanderos, cocineros y hacen un poco de lo que se hace en otros antiguos oficios. Pero estos
además estaban bendecidos con el don de la música y por eso debían estar presentes en
cualquier fiesta, ceremonia o acontecimiento cívico o religioso con el único deseo de trasmitir
y hacer prevalecer la música y las costumbres de sus ancestros, pero también para que los
paisanos canten, dancen y suelten al aire sus atávicas alegrías que son la sal de sus vidas.
Después de las infaltables preguntas y sus respuestas, por fin terminó el curso. Como
si estuvieran enseñados ya en la calle hicieron una columna de a dos y tocando sus alegres
marchas andinas nos dirigimos al lugar del almuerzo a dónde llegué embriagado por una muy
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CIRO V. PALOMINO DONGO
personal emoción que me quitó el hambre y cualquier otra necesidad con la que tengo
acostumbrado a mi cuerpo.
Precisamente cuando estaba gozando de ese singular placer, el compañero chófer me
comunicó con evidente alarma que no habría almuerzo para los dos. Le respondí que, porqué
tendría que haber para nosotros, sí nos han pagado viáticos y que de ahí debe salir nuestra
alimentación. "Ya sé eso doctor, pero no hay un restaurante abierto a esta hora, porque todo
el pueblo se fue a la corrida de toros." “Entonces vámonos al ruedo, estoy seguro que allí debe
de haber mucho para comer."
Después de absolver las consultas de parte de algunos interesados que quieren
aprovechar la oportunidad de entrevistarse con un abogado gratuito y especializado en la
materia, para saber algo que les afecta en función de la tenencia de las tierras comunales o
acerca de la minería ilegal. Sin embargo, las más de las veces estas consultas son quejas contra
algún "enemigo a muerte", que generalmente es su pariente y que puede durar todo el tiempo
que los quejosos quisieran si es que uno no le pone fin.
Cuando llegamos al ruedo, mi colega se fue a escoger que deseaba comer, mientras
que yo me deleitaba con las imágenes que a raudales me ofrecía aquella antigua costumbre
traída de España junto con los astados y que se ha instalado poderosamente en las costumbres
y el inconsciente colectivo de estos pueblos comuneros. Pero por ahí también vi
desperdigados en grupos a mis atentos alumnos tocando jubilosamente sus marchas taurinas
o interpretando sus antiguas canciones.
En ese pueblo los vecinos habían acostumbrado a asistir a las corridas de toros con
toda su familia, dónde las mujeres llevan envueltas en llicllas, ollas con toda clase de
deliciosos potajes y abundante cancha, mote, charqui y quesos, mientras los hombres se
encargan de comprar por cajas la cerveza que haga falta para que se arme la jarana. Es algo
así como un picnic taurino.
Estando yo en medio de estos confortables gozos y reflexiones, se apareció el jefe de
la ONG fantasma a la que serví, con un plato de “cancacho” de cordero y una caja de cerveza
y sin decirme nada, porque una enorme sonrisa ocupaba sus labios, desapareció. Poco después
se apareció mi colega y al verme comiendo tan rico, me preguntó dónde lo había comprado.
Le respondí con un refrán que aprendí de un antiguo amorcito universitario. "Al que no
desespera, algo mejor le espera". "La caja la trajeron también ellos?" "Así es", "Pero jefe,
tenemos que viajar". “Precisamente por eso no vamos a tomar". Y por tanto se la regalé a un
grupo de músicos "chicheros" de Abancay que estaban animando la fiesta. Después de eso los
“pikis” cumbiamberos a modo de agradecimiento me saludaron varias veces por unos
potentes parlantes que se dejaban escuchar no solo en esa plaza, sino en la inmensidad de esas
alturas.
Cuando estaba tratando de entender los afanes que se desarrollaban en la arena, vi a lo
lejos una enorme nube negra que tenía la forma de la panza de un enorme barco y se dirigía
hacia el coso y el pueblo, entonces presentí que en cualquier momento iría a llover. Y así fue,
porque se desató un chaparrón inclemente que nos puso a todos los pies en polvorosa, de
modo que las mujeres recogieron sus comidas y los varones de cada grupo empezaron a correr
con dos, tres y hasta cuatro cajas de cerveza, mientras el distribuidor de aquella bebida
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DE LA VIDA
suplicaba por los potentes parlantes que no se lleven sus cajas y sus botellas de cerveza, y
que: “!No se vayan!! ¡¡Ya va a pasar!! ¡¡La lluvia va a pasar!!”
Por nuestra parte ya algo mojados por fin llegamos hasta la camioneta, rápidamente
nos subimos y cuando el vehículo retrocedió nos dimos con el enorme susto de que un niño
de unos diez años se había protegido de la lluvia metiéndose debajo del vehículo. Felizmente
no pasó nada de eso que, en esos momentos, ni siquiera quería imaginarme. “!Vámonos!, ya
tuvimos suficiente por hoy. Menos mal que Dios está con nosotros". Dije eso al tiempo que
me persignaba.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
“¡TA’SUAGÜELA!”
Llegando entré y saludé a quienes me estaban mirando y amablemente contesté a
quiénes me saludaron. En seguida me aproximé al cajón que contenía los restos mortales del
difunto, me santigüé y con mucho fervor elevé mis oraciones por su alma. Luego de leer de
reojo los nombres que aparecían en las blanquinegras esquelas que se lucían en los enormes
y bonitos arreglos florales que expresaban su cariño y su dolor a los deudos, me acerqué a
darles mi más sentido pésame y a manera de consuelo le dije al oído a la viuda. "Los tiempos
de Dios son perfectos".
En seguida muy seriamente saludé a todos los presentes estrechándoles la mano y ellos
me alcanzaron la suya con un gesto de dolor estampado en sus rostros que me decía. “¡Que
en paz descanse!”. Luego busqué un lugar dónde tomar asiento por unas horas, para
acompañar en su sufrimiento a la familia. Después se fueron armando los grupos donde los
asistentes, desde los más vivarachos hasta los más opas, se pusieron a conversar, narrar y oír
anécdotas y escuchar algunos chistes refinados o los malvados chismes que la alegre gente de
este valle suele contar. Eso no puede ser de otro modo, porque estaban ni más, ni menos que
en el velorio de un paisano, del que dirán casi todos los que harán uso de la palabra en su
camino al cementerio. “¡Querido amigo no te has muerto, tan solo te has adelantado!”
Llegado el momento nos sirvieron unas tasas de ponche de almendras con un toque de
aguardiente de caña del valle, acompañado de un trozo de torta, cuyo olor y sabor, por lo
menos a mí, me acercó a los felices tiempos de la infancia, y quizá por eso se hizo más sabrosa
la charla, pero sin perder la compostura, toda vez que la presencia del difunto y su
inconsolable familia, desde su lugar, imponían un compasivo respeto. Sin participar
directamente en ninguna de esas tertulias, yo me deleitaba escuchando las viejas chanzas
pueblerinas que ahí se dicen o sorprendiéndome con las novedades que sucedieron delante de
mis propias narices, pero que en todo o en parte, no me enteré. O lo bueno y lo malo que le
sucedió a alguno de los paisanos. Y así muy sutilmente hablaban sin aludir puntualmente a
alguien o algunos, aunque eso no era necesario, porque al tiro se sabía de quién o de quiénes
y porqué estaban hablando. A veces lo hacían de un modo tan general que podrían estar
hablando de varios de ellos, incluso de ti mismo sin que te dieras cuenta.
Por ahí la viuda de uno de los que se murieron cruelmente en los peores momentos de
la pandemia, sin poder quejarse, ni despedirse de sus seres queridos, refiriéndose al fallecido
como un pariente lejano y sin que se lo preguntaran comentó. “Por ejemplo mi abuelita que
en sus buenos tiempos fue una hermosa mujer y la principal heredera de la hacienda
“Orccopampa", tuvo dos hijos para Lucio Rodríguez, otros dos para un comerciante
arequipeño que apellidaba Cabrera, uno para el administrador de su hacienda y el ultimito
para un Guardia Civil que se llamaba Andrés Arce, que era tío del difunto”.
Al oír eso me apareció en la cabeza un signo de admiración que me dijo. “¡Ta'suagüela!
y ni siquiera tuvo necesidad de casarse con ninguno”. Pero haciendo rápida memoria acerca
de lo que se dijo, ese hecho no era ninguna novedad en otros tiempos, pues ser madre soltera
con muchos hijos no era nada raro y eso sucedía dentro de no pocas familias que viviendo en
la ciudad, eran dueñas de un pequeño fundo de esos que a los paisanos les encanta llamarla
"hacienda" o de una buena chacra en las inmediaciones del pueblo, de donde a base de un
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DE LA VIDA
trabajo constante salía el diario yantar en forma de maíz para los tamales, las humitas, los
choclos, el mote, la chochoca, el guiñapo, etc. Sin faltar las manzanas, peras, paltas, duraznos,
pacaes, lucmas, higos, membrillos, ciruelos, nísperos, guayabas y los frutos de otros árboles
exóticos que podían echar exitosamente sus raíces en esta tierra.
Tampoco les faltaba gallinas, patos, cuyes, conejos y chanchos que con mucha
dedicación se criaban para el autoconsumo y si por su abundancia se vendían algunos, era
para comprar las otras cosas que también se comían, como el arroz, azúcar, harina, aceitunas,
chocolates, fideos, avena y panes cuando no se elaboraban en casa. Sin que les faltara un
pequeño hato de ganado cuyo número dependía de la disponibilidad de sus pastos, de donde
se proveían de leche, quesos y mantequilla. En su momento la venta de los toros les dejaba
algún dinero para adquirir la vestimenta de todos sus miembros y atender la educación de los
menores, que sí o sí, debían ser lo mejor de la familia. Y si después de todo sobraba algo se
convertía en un ahorro para adquirir herramientas, semillas y todo el menaje de la casa, así
como para cubrir el pago de la luz eléctrica y las necesidades mayores como los de la salud y
la ampliación o mantenimiento de la casa.
Sin ser feministas esas mujeres se sentían mejor que los hombres que pasaron por sus
vidas y con su inmenso amor, como una gallina con sus polluelos, se preocupaba por todas
las necesidades vitales de su prole y por eso ni a ellas, ni a sus parientes les interesaba dar
cuenta de porqué los padres de sus hijos no se quedaban a vivir a su lado, para compartir las
responsabilidades del hogar o por lo menos de sus hijos.
Al parecer por esos tiempos los hombres no eran tan importantes para las mujeres como
lo son ahora, aunque esto último tampoco es cierto del todo, porque si algún valor suelen darle
a sus hombres, es solo para subirlos a lo más alto que puede remontarles su ego y narcisismo,
para luego dejarlos caer inmisericordemente en la forma de una andanada de juicios de
alimentos y sus incrementos, donde los jueces, aun sabiendo que el obligado es un vago y
bueno para nada, solo para hacerle saber que pueden hacer lo que les da la gana con la
“justicia” que administran, les clavan una obligación alimenticia que jamás, ni trabajando
podrían pagar y por esa razón estos pobres diablos acaban lamiendo las rejas de la cárcel por
la comisión del delito de omisión a la asistencia familiar, hasta que sus parientes y amigos
haciendo varias polladas “Pro-Kevin”, logran reunir y pagar todo lo que debe el “angelito”,
para que pueda abandonar su encierro.
Pero esa desgracia volverá a sucederles cada vez que a la “malas madres” de sus
odiosas criaturas les dé la gana, especialmente cuando vean que sus expresidiarios, con su
colita o un moño adefesioso, sus tatuajes nazis en los brazos, montados en una cagona moto
china, están saliendo o conviviendo con otra mujer.
–¡No te voy a dejar en paz huevón! Porque por tu culpa estoy metida en este horrible pueblo
criando solita a tu hijo, cuando por mi juventud y belleza debería estar en Estados Unidos o
Europa. –Les suelen decir.
–¡Hablas huevadas solo porque tienes lengua! Ni te atrevas a seguir jodiéndome, porque estoy
juntando plata para hacerle una prueba de ADN a quién dices que es mi hijo y con eso te voy
a cagar cholita de mierda y por pendeja te van a meter a la cárcel donde te está esperando la
prima hermana de la Abencia Meza. –Les suelen responder.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
–¡Cholita? Para que sepas maricón, ¡yo soy hacendada!! Acaso crees que no sé qué ahí adentro
te ha hecho su mujer el negro del wasap y por eso estás loco por volver.
–Ya te he dicho cholita cachera, tu comunidad no es tu hacienda.
En cambio, en aquellos tiempos, los críos sin padre de esas mujeres eran los queridos
vástagos de todos los adultos de la familia y cada quién a su modo se encargaba de enseñarle
con mucha paciencia el oficio con el que se mantenían.
Después escuché decir a la misma mujer que los hijos de su abuelita e incluso su propia
madre, un día salieron del pueblo por su cuenta con rumbo a las principales ciudades del país,
cargando una pequeña maleta y una carta de súplica o recomendación a un pariente o a un
buen amigo de la familia para que con el correr del tiempo y después de mucho trabajo y
grandes sacrificios acabaran siendo buenos profesionales, exitosos empresarios o
simplemente buenos hombres y por eso útiles a su familia, la sociedad y la patria. Incluso
contó que alguno de sus tíos fue a buscar a sus padres biológicos, no solamente para
conocerlos, sino hasta para brindarles su apoyo. “Tan bonito los habían criado que como todo
buen cristiano no tenían envenenada su alma de resentimiento”. Decía orgullosamente.
En esta parte de la conversación nos sirvieron un suculento caldo de gallina, porque ya
era las ocho de la noche y por ese motivo la mayoría de los presentes dejaron de hablar.
Entonces en medio de ese pequeño silencio me puse a pensar. “¿Así de simple habrá sido la
vida en otros tiempos? O solo se trata del cotorreo que ocupan las soñolientas horas de los
velorios”.
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DE LA VIDA
¡SAQUENME DE AQUÍ!!
Había una vez un niño muy mimado, consentido y sobreprotegido que se llamaba
Brayan. Desde los dos años, como si se tratara de fantasías inocuas, se había acostumbrado a
ver en el celular los a veces violentos dibujos animados que se alojan en el YouTube, pero
aun así sus padres lo dejaban ver mañana, tarde y noche con tal de que no los moleste.
A los tres años, aún sin saber leer ni escribir, ya era un experto en manejar el celular y
por medio de su micrófono podía acceder a lo que quería ver. “¡Capitán América!”. Llamaba
gritando e inmediatamente el celular le mostraba varios capítulos del Capitán América. De
modo que cuando se le antojaba podía ver hasta treinta videos de diferentes series.
Cuando le tocó ir al Jardín de la Infancia, para él fue una verdadera tortura, pues todas
las mañanas de lunes a viernes no podría estar viendo a su voluntad horas y horas los dibujos
animados que ofrecía el celular. Algunas veces hacía hasta lo imposible para no ir a clases a
fin de quedarse en la cama mirando lo que se le antojaba y gritando sobre estimulado y
eufórico cuando quería festejar lo que veía.
A los cuatro años ya era un vicioso completo, pues con tal de no molestar y muchas
veces hasta fregar, había logrado que le asignaran un celular y con el se levantaba, tomaba
desayuno, almorzaba y cenaba y si no lo dejaban salirse con su gusto, se negaba a tomar sus
alimentos. Y no solo eso, sino que había dejado de tener amigos, jugar, correr, pasear como
lo hacían los otros niños de su edad. Lo más grave de todo es que a esa corta edad acabó
creyendo, como un tonto, que los dibujos animados existían de verdad y no solo eso, sino
hasta llegó a pensar que lo que sucedía afuera no era tan real como alguna vez pensó.
Un día fueron a buscarlo a su dormitorio y no estaba. Solo encontraron el celular
exhibiendo uno de los episodios de los dibujitos a los que se había enviciado y nada más. Lo
buscaron por toda la casa y nada, desesperados salieron a la calle y nada, luego lo buscaron
por las calles cercanas a su casa y nada. Se subieron a su automóvil y peinaron casi todas las
calles de la ciudad y nada. Ya al anochecer se fueron a la comisaría a reportar la pérdida de
su hijo y el jefe policial activó una “Alerta de Emergencia” y se dispuso su búsqueda.
Prometiéndoles darles todos los pormenores del proceso de su ubicación, los despidieron.
Al día siguiente, después del último reporte de la policía sobre la búsqueda del Brayan
que tampoco era positivo, su mamá recibió un mensaje por wasap de un teléfono desconocido
que le decía: “?Quieres encontrar a tu hijo? Ingresa a este link”. Desesperada la mujer ingresó
a esa dirección y adivinen que pasó. ¡Ahí estaba el Brayan, metido en el celular! Con quién
la misma ropa y su cara de despistado de la realidad. La madre pensó que lo habían
secuestrado y que con ese video los delincuentes estaban dando una fe de vida y que pronto
les comunicarían las condiciones de su rescate.
Entonces sonó otra vez el tono de su wasap y cuando lo abrió vio que desde un mensaje
de voz alguien le decía.
-¡Señora, nadie ha secuestrado a su hijo! Lo que pasó es que el niño se ha sumergido de lleno
en la fantasía de los dibujos animados que ofrece el YouTube y con la ayuda de ustedes se ha
enajenado de la realidad y ahora está con la dopamina al máximo metido en el ciberespacio.
51
CIRO V. PALOMINO DONGO
Si lo quiere rescatar le suplico que no apague el celular, ni que éste deje de funcionar, porque
se acabó la carga de la batería o por falta de pago a su operadora, en cualquiera de ambos
casos ya no volverá a verlo jamás o pueda que de algún modo vuelva a verlo, pero convertido
en un dibujo animado o algo por el estilo. ¡Le advierto, no deje que se apague el celular! Más
adelante le daré otras instrucciones.
Luego le dio la misma dirección en donde estaba el Brayan. Como lo encontró
sumamente desesperado le preguntó. “¿Qué pasó hijito?” “¿De verdad estás en el
ciberespacio?
-¡Mamá, mamacita linda! No sé si este es el ciberespacio o me estoy volviendo loco, pero
aquí hay miles de señores dibujantes que son los que de su imaginación o de puras mentiras
crean los dibujos animados y como estoy metido en este lio, con mi voz, mi cara y mí cuerpo
quieren convertirme en el dibujo de un zorrino malvado y hacerme actuar en dos o tres
capítulos de un anime muy violento y chiflado, que si tiene éxito puede durar algunas
temporadas, y si no me van a tirar a la basura digital, pero, de cualquier forma, tarde o
temprano, me van a desechar. ¡Por favor sácame de aquí, mamacita preciosa!
Inmediatamente la madre escribió un mensaje al teléfono de donde enviaban los
wasaps y le preguntó cómo podía rescatar a su hijito, pues si de algún modo estaba allí, debía
haber otro modo para que pueda salir. “¡Por favor, deme un consejo, una esperanza!”. Al
momento recibió otro mensaje que decía.
-Entre a esta dirección que es una ruta que parte desde dónde usted vive hasta Choquequirao.
Lo que ha pasado es que su hijo contando con el beneplácito de ustedes ha creído que lo real
eran los dibujos animados que durante varias horas del día ávidamente consumía y no la
realidad que por haber nacido, a diario y en grandes cantidades, nos ofrece nuestra madre
tierra. Así que ahora ustedes tienen la enorme responsabilidad de volverlo al mundo real y
enseñarle a vivirlo. -Le dijo.
-Y que debemos hacer para que vuelva a la realidad. -Le preguntó la desesperada madre.
-Ustedes no tienen que hacer nada, pues bastante de esa nada ya han hecho para que a Brayan
le suceda esta desgracia; como eso de permitirle usar el celular asiduamente y muchas veces
a escondidas, hasta convertirse en un adicto, y así ocupar el mayor tiempo de su ocio e
inclusive cambiar su estado de ánimo y la rutina de un niño normal.
-Confieso que también soy adicta a las redes sociales que ofrece el celular. Pero por amor a
Dios, ya no me regañe más y dígame de qué modo puedo rescatar a mi niño. -Suplicó la mujer.
-Para eso Brayan debe realizar diez tareas que tienen que ver con la mismísima realidad si él
desea volver a vuestro lado, pero si se siente feliz allí donde está ahora, déjelo ser. Total la
máxima aspiración de los padres es la felicidad de sus hijos. -Le recordó.
-¿Y cuáles son esas tareas?
-Primero debe ir a pie desde la ciudad hasta Choquequirao, para realizar las siguientes tareas:
1) Avistar 20 aves y preguntar por sus nombres. 2) Conocer el nombre de 30 lugares que
existen en el camino que bien pueden ser cerros, nevados, colinas, parajes, fundos, estancias,
Comunidades, chacras, pampas, pequeños bosques, punas, etc. 3) Luego en Cachora y
Marampata conocer el nombre de 20 productos que cultivan los comuneros de ese lugar. 4)
52
DE LA VIDA
Averiguar el nombre de 20 animales de la fauna silvestre. 5) Conocer 10 animales domésticos
que los lugareños crían para su alimentación. 6) Conocer 10 plantas silvestres que ofrecen sus
frutos a los lugareños. 7) Ya en la orilla del río Apurímac deberá averiguar qué clase de peces
viven en sus aguas. 8) En las playas del mismo río deberá acumular en un lugar hasta 50
piedras de diferentes tipos, colores y tamaños solo para saber la inmensa variedad de ellas. 9)
Ya en Choquequirao deberá averiguar quiénes construyeron y vivieron en ese Santuario
ancestral y qué clase de edificaciones levantaron en ese sitio y 10) Por la noche tendido de
espaldas en el Usnu ceremonial de ese santuario ancestral deberá contar doscientas estrellas,
para que sepa que el cosmos también existe.
-¿Pero podrá hacer todo eso? -Preguntó recelosa la madre.
-¡Puede! Pero ustedes con sus engreimientos y sus descuidos no le han permitido desarrollarse
como debe hacerlo un ser humano normal y han dejado que se sumerja de lleno en la fantasía
de los dibujos animados, hasta llegar al extremo de creer que esas tonterías existen como algo
real y olvidarse de la función de sus cinco sentidos, su intuición y la realidad que se
desenvuelve dentro de las cuatro dimensiones que nos rodean; es decir, largo, ancho, altura y
tiempo-espacio. Y por eso ahora está muerto y sin amor para la vida normal, pero resucitado
en “modo zombi”, o sea, ahí donde ahora está, es, pero para la realidad ya no es. Señora en
esta vida y dentro de nuestro mundo real un hombre normal lo puede todo, incluso con el
tiempo desde este mismo lugar ese hombre podrá viajar hasta las estrellas.
-¿Y cómo podrá realizar esas diez tareas? -Preguntó con mucha vergüenza la mujer, pues todo
lo que le dijo era cierto.
-Después de esta charla le voy a dejar una dirección que en realidad es un video que empezará
en la puerta de su casa y llegará hasta Choquequirao, en cuanto empiece aparecerá el niño
dentro de él y será usted quién deberá decirle las tareas que debe hacer, pero en ningún
momento, por más que usted conozca, le ayudará a desarrollarlas, pues dentro del video
interactuará con los personajes que aparecerán en él, para que le informen acerca de lo que
deba preguntarles y conocer lo que deba conocer, para cumplir sus tareas. Usted solo
dedíquese a animarlo, es decir, a despertarlo. -Le aconsejó.
-¿Y si tiene hambre y desea comer algo para restaurar sus fuerzas o si llegada la noche dónde
va a dormir para que pueda descansar? -Preguntó la mujer muy preocupada.
-¡Señora, no seamos fariseos! Acaso cuando Brayan andaba metido en el celular comía algo
o cuando llegaba la noche deseaba descansar. Usted sabe que ya su niño está entrenado para
no comer ni dormir.
-¿Cuánto tiempo durarán las tareas que debe realizar mí Brayan y como podré saber yo que
está cumpliendo cada una de ellas? -Preguntó angustiada la mujer.
-Todo el tiempo que necesite. Pero si Brayan quiere de todo corazón volver a su lado y a la
realidad que usted le debe ofrecer y mostrar, la respuesta puede ser, muy pronto. Cuando el
niño cumpla satisfactoriamente una tarea aparecerá un like (dedito arriba) y el número de la
tarea cumplida en toda la pantalla de su móvil.
53
CIRO V. PALOMINO DONGO
No se imaginan cómo, ni yo tampoco, pero Brayan en mucho tiempo y con grande
esfuerzo, lágrimas y sudor, tal como en su momento lo hicieron los míticos Gilgamesh y
Hércules, cumplió todas las tareas y una mañana se apareció en su cama y no se despertó
hasta el día siguiente. Entonces se levantó, se bañó por sí mismo, tomó todo su desayuno y
con su mochila en la espalda se fue solito a la escuela. Cuando volvió alegre de ella, almorzó
de buena gana y se puso a hacer sus tareas, porque quería aprender a leer de verdad, pues
deseaba saber que más podían decir los libros acerca de la realidad.
A los dos días su padre le preguntó. -¿Recuerdas lo que te ha sucedido?
Le respondió que no, pero si recuerda que en sus sueños caminó a pie hasta
Choquequirao y que en el camino aprendió muchas cosas y que seguramente hay mucho más
de ellas en otros sitios y si éstas estaban fuera de su alcance probablemente debían estar
escritas en los libros.
-¿Sabes lo que es esto? Le preguntó mostrándole su celular.
-Es tu celular o acaso no sabes que es tuyo. – Le respondió con indiferencia el niño.
-¿Y el tuyo? -Le preguntó lleno de curiosidad.
-Debe estar por ahí, pero no me interesa, total nadie me va a llamar y mejor que sea así, porque
tengo mucho que hacer y aprender. Está lindo el día.
54
DE LA VIDA
LOS PUNTEADOS POR EL AMOR
Llegado el mes de junio alguien de mi trabajo se acordó que debía organizarse la no sé
qué versión de la Feria Agropecuaria del pueblo, solo porque figuraba en el Calendario de
Ferias del ministerio del ramo. Pero como en la región no existen organizaciones de
productores agropecuarios formales serias y con personería jurídica inscrita en los registros
públicos y vigente, salvo algunas informales que con fines políticos se aparecen en tiempos
electorales o para sacarle alguna ventaja económica al Estado o a las empresas mineras
formales. Así que: “¡Maldita sea!” Una vez más todos los trabajadores, debíamos, sí o sí,
planificar, organizar y realizar la feria que correspondía a ese año.
De modo que en una reunión de trabajadores debían organizarse las comisiones para
cada una de las actividades que debe tener una feria como agricultura, ganadería, artesanía,
agroindustria, gastronomía, etc., y entre ellas la más “tranca”, espectáculos. Para mí mala
suerte algún comedido me propuso como responsable de esta última y sin que supiera cuántos
levantaron la mano mostrando su conformidad con mi candidatura no consentida, de modo
que con un unánime voto de aplauso resulté elegido.
Para esa tarea había que contratar a los artistas que día a día y desde media mañana
debían animar la bendita feria. Es decir, por la mañana show infantil para los peques, después
música criolla para acompañar el almuerzo, luego un poco de música moderna para animar la
tarde. En ese segmento se le brinda facilidades a los jóvenes artistas locales que deseen
interpretar cualquier género musical de su repertorio, quienes generalmente ruegan por actuar
gratuitamente dentro de ese espacio, porque aprovechan la ocasión para hacerse conocidos y
para ese fin, metidos entre el público, sus amigos o parientes reparten volantes y tarjetas donde
señalan las virtudes de su arte y con quien contactarse para los contratos. Algunos resultan
ser buenos y prometedores, pero la mayoría son “más malos que el hambre”, como ese grupo
de rock que interpretó en inglés los más famosos temas del género, pero que
irremediablemente lo echaron a perder absolutamente todos.
Ya cuando acaba la tarde y cae la noche se encienden las luces y se aumenta el volumen
de los parlantes, porque debe empezar: “¡LA FIESTA!! ¡LA FANTÁSTICA FIESTA!!!” que
a todo pulmón se anuncia en los potentes parlantes y que deberá durar los cinco días de la
feria. A las seis de la tarde un artista con su acompañamiento o un grupo musical y luego
desde las ocho hasta las diez de la noche un cantante o conjunto con cartelera nacional o por
lo menos conocidos en el sur del país o, un aclamado grupo musical con todo y sus calatas.
No quiero referir en detalle con qué clase de gente te tropiezas cuando estás al frente
de esa comisión, pues algunos se creen superestrellas y te hablan medio raro y para que hagan
su trabajo hay que engreírlos con todo lo que te piden, por lo menos con lo que les puedes
cumplir en ese momento. Por ejemplo, uno me dijo que para que saliera al escenario debíamos
pagar su alojamiento en el hotel de turistas, le dije que sí, pero cuando acabó -al menos para
mí- su horrible actuación, le dije que leyera bien su contrato, entonces fue cuando de cólera e
impotencia le salió toda su mariconada.
Otros se aparecen pidiéndote que le pagues de inmediato el dinero del contrato, caso
contrario no se aparecerán en el escenario. Entonces te pones a pensar en cuántas ocasiones
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CIRO V. PALOMINO DONGO
los habrán “cabeceado” y por eso son súper desconfiados, pero también supones que de
repente son tan malos músicos y por eso cobran por adelantado. Lo que más molesta es que
estos saltimbanquis a última hora te hacen un montón de estúpidas sugerencias como eso de
que: “¿Pueden alcanzarle dos cajas de cervezas a nuestros fans que están a la izquierda?”.
Otra se apareció casi afónica y con cara de no haber chupado un par de días y sin dormir,
pidiendo una botella de “caña miel” y cuando se sopló un par de largos tragos cantó sin
problemas. Y casi todos tienen reclamos acerca del piso del escenario, el aire del escenario,
las luces del escenario, el sonido del escenario, la voz del animador y de las mariposas
nocturnas que los están molestando y otras sonseras más que no logré adivinar de qué se
trataban.
Claro que existen los artistas muy educados y agradecidos por haberlos preferido a la
hora de formular el programa del espectáculo. “Señor, quiero manifestarle que hemos tenido
el honor de animar esta preciosa feria y por eso deseamos ser parte del elenco artístico en los
futuros eventos que organice vuestra institución. ¿Qué le pareció nuestra presentación?”
“¡Fabulosa!! Y con la misma educación, una amplia sonrisa y los dos deditos arriba.
Después de cinco tortuosos días por fin llegó la presentación estelar de “Los punteados
por el amor”, el grupo estelar que cerraría todo el espectáculo y la mismísima feria.
Por la tarde después de muchos años me encontré con un amigo de mi niñez y
adolescencia. La verdad es que tenía muy gratos recuerdos de él y al parecer él de mí, de
modo que nos abrazamos llenos de emoción y alegría y como él quería (y yo también)
olvidarnos de todo ese adefesio que estaba frente a nosotros y ponernos a disfrutar unas
cervezas, para recordar aquellos buenos tiempos que jamás se alejaron de nuestras memorias,
pero lamentablemente tuve que decirle que tenía esa responsabilidad y que apenas comenzara
la presentación del último grupo nos reuniríamos de verdad. Así que ya bastante cansado de
todo aquello me instalé en el escenario para garantizar que esas “superestrellas” empezaran a
hacer lo que hacen, sin interesarme lo que pudieran realmente hacer, decir, tocar o cantar.
Total, su música no es ni será de mi gusto, porque yo nací el 53 y por eso escuché la buena
música que aún me mueven las ideas y el espíritu o me rompen el corazón o el alma.
Estaba en eso hasta que por ahí se apareció el vocalista del grupo, un petizo bastante
calaverón que bien podría llamarse el Brandon, el Yónatan, el Yeison o el Kevin a reclamarme
muy malcriadamente.
-¡El equipo no tiene “Mixer”, ni “Delay”, ni Rivers”!!
-¿Qué son esas vainas? -Le pregunté muy extrañado.
-Son efectos de sonido que se necesitan para que puedan salir bien la voz del cantante y el
sonido de las guitarras. -Me aclaró el que parecía ser el director del grupo.
-¿Son algo así como robots electrónicos que hacen que ustedes suenen diferentes a lo que en
verdad son? -Le pregunté poniendo la cara de alguien que no podía creerlo, porque me estaban
diciendo que no eran auténticos.
-Algo así, pero no tanto. -Trató de explicarme.
-Bueno. ¡Si no hay. No hay! Pero en ningún renglón de nuestro contrato dice que ustedes
deben interpretar su música ayudados por micrófonos especiales y efectos electrónicos que
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DE LA VIDA
les hagan sonar diferente a lo que en verdad ustedes suenan y tampoco que esa es
responsabilidad nuestra. Pues para mí los buenos cantantes son los auténticos, los que suenan
como son. A capela. ¿Me entienden? -Les dije sin complicarme la vida, porque lo que me
estaban diciendo era algo así como si en su noche de bodas, la novia le dijera a su flamante
esposo que en realidad es un varón, y bueno, sino es mujer, jamás será su esposa.
-¡Sino tienen esos equipos yo no salgo a cantar! -Amenazó furiosamente con su voz rechinante
el cantante calaverón.
-¡A mí no me vengas con amenazas!, porque si no sales, agarro el micro y con mi voz que es
de verdad y de varón, le comunico al público que tú no quieres cantar, porque el equipo no
tiene los efectos de sonido para que cantes bonito, porque tu verdadera voz es una churreta y
vas a ver cómo la gente te revienta a botellazos y mañana mismo esta estafa aparece en las
televisoras y los periódicos a nivel nacional, porque aquí están todos sus corresponsales. -Dije
eso y me acerqué al dueño del equipo de sonido, para decirle que quería dirigirme al público.
Estaba en eso cuando se acercó el jefe del grupo para decirme. “No se preocupe señor,
vamos a salir y ya verá lo bueno que somos con o sin lo que nos está negando”. “¡Más les
vale!”. Le dije alto y claro y me calmé.
Lo cierto fue que esos “punteados” podían salir como les diera la gana, puesto que a
esas horas sus fans y el público entero estaba poco, a medias o bien borracho como para que
se dieran cuenta de cualquier diferencia, pues desde ahí arriba se veía que muchos borrachines
estaban desesperados buscando al “cuerito” que les habían hecho gastar su dinero en comida,
regalitos y algunos caprichitos y que justo en esos momentos se habían hecho humo.
Los adolescentes estaban ocupados en gritar, no porque aquellas “estrellas” los
hicieran delirar, sino gritaban por gritar, como queriendo sacarse algún “clavo” o simplemente
porque querían “chonguear’ a su gusto, y los otros estaban tan borrachos que no sabían dónde
estaban parados y sólo estaban esperando que la gente comience a moverse para que ellos
también pudieran moverse y seguramente, al igual que yo, el resto estaba pensando en cómo
llegar a la ciudad desde tan lejos y sin la garantía de que hubiera una movilidad segura para
llegar a sus casas.
Después de dejar todo en orden, me fui al encuentro de mi amigo y de cuando en
cuando volteaba la cabeza hacia el escenario, para ver y oír cómo aquel “pulmón de gato” sin
su “Mixer”, su “Delay”, ni su “Rivers”, cantaba hasta las huevas, pero se movía muy al gusto
de sus fans y de verdad los enloquecía.
Cuando le conté ese impase a mi amigo, me dijo: “Todos estos artistas modernos
cantan y tocan full tecnología y hasta ganan concursos internacionales. Son como esos
culisueltos que a fuerza de implantes y hormonas llegar a ser mamacitas y papacitos, aunque
sean hembritas sin huevos y machitos sin pichula”.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ
(Mis locos tiempos en la G.U.E. “Miguel Grau de Abancay)
Corrían los años 60’ del siglo XX y por esos tiempos escuchaba a mi padre cantar este
tango con mucho sentimiento y sólo para él: “¡Siglo veinte, cambalache, problemático y
febril! El que no llora no mama y el que no roba es un gil…..¡Dale nomás! ¡Dale que va! ¡Que
allá en el horno no vamo’ a encontrar!.....¡No pienses más sentate a un la'o que a nadie importa
si naciste honra'o!.... Es lo mismo el que trabaja noche y día como un buey que el que vive de
los otros que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley”. Ahora que lo recuerdo
después de 60 años me parece que todo sigue igual.
Por esos años era presidente del Perú el arquitecto limeño Fernando Belaúnde Terry
que ganó las elecciones de 1963 para gobernar hasta 1969. En Roma el sumo pontífice de la
Iglesia Católica era el italiano Giovanni Montini que asumió su papado con el nombre de
Pablo VI. En Estados Unidos de Norteamérica gobernaba el presidente Lyndon Johnson que
asumió el cargo tras el asesinato de su predecesor John F. Kennedy en noviembre de 1963,
para entregarlo al presidente Richard Nixon en enero de 1969.
En el año 1966, como seguramente lo habrán hecho varios compañeros de mi
promoción, llegué a la Gran Unidad Escolar “Miguel Grau”, para terminar la primaria y allí
mismo empezar la secundaria. Por suerte me tocó llegar a las manos del profesor Efraín
Viladegut Gutiérrez que además era su director, quien me hizo entender que el arte de enseñar
y aprender podía ser un juego que solo necesitaba prestarle la máxima atención.
Mi nuevo colegio era el más grande y nuevecito de la ciudad, aunque un poco más
lejos, porque mi anterior escuela “La Prevo” estaba a la vuelta de mi casa, pero eso no
importaba, pues todo aquello desconocido que me rodeaba era completamente nuevo y en
todo sentido más extraordinario, ya que tenía un local más amplio formado por dos grandes
pabellones de dos pisos cada uno con muchas aulas y un formidable patio de cemento y varios
más pero en estado natural. También tenía varios profesores y un montón de alumnos de todas
las edades superiores a la mía y los más veteranos eran los de quinto de secundaria a quienes
yo los veía viejos, como a señores.
Lo más increíble era que no tenía paredes y estaba rodeado de un enorme bosque de
eucaliptos. Para llegar hasta ahí debía pasar por la puerta de la capilla del Señor de la Caída
y cruzar un puente sobre el río Olivo.
Lo primero que hicimos los más palomillas y acostumbrados a pasearnos por la
campiña abanquina, fue investigar qué había bosque adentro. Así supimos que hacia el Norte
uno se tropezaba con una enorme acequia que se llamaba Chamanayarcca. Pasando ese canal
no convenía ir más arriba, porque había algunas chacras donde ladraban feroces perros.
Hacia el Oeste se podía llegar a un enorme reservorio de agua que quedaba al pie del
Sector Pucapuca, donde según una vieja leyenda era muy peligroso bañarse en sus aguas,
porque del fondo de ese estanque podía salir una desdichada mujer, que en medio de una
locura de amor se había matado en ese pozo, y sin ningún aviso “jalarte de las patas” hasta el
fondo, pensando que eras uno de los hijitos del amante traicionero.
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DE LA VIDA
En el sotobosque de aquel eucaliptal crecían pastos naturales y muchos arbustos y
matorrales de huaranguayes, tucnaes, chamanas, lenguaywacas, pikipichana, anispampa,
higuerillas, tunales, molles, etc., y algunas pencas de maguey, matas de retamas y en los
lugares húmedos y los cercos unas cuántas ciracas y maticos, por donde correteaban nerviosas
las lagartijas ya casi al borde de la extinción por culpa de los mocosos que las perseguían para
matarlas.
También y según la estación había muchos jesjentos, huayronccos, chillicos,
tancayllos, ninacaras, pachacchaquis, wilcas, avispas, langostas, hormigas como las sisis que
eran pequeñitas y picaban muy fuerte, las negras que andaban sobre los arbustos, y por los
suelos trajinando sobre sus propios caminos las grandes hormigas marrones trasladando su
carga de pastos y yerbas cortadas hasta su hormiguero y muchas mariposas que revoloteaban
de flor en flor y sin que lo notáramos algunas hacían su metamorfosis en nuestras propias
narices. Y por los días del inicio de la temporada de lluvias se aparecían algunas apasancas
negras y una que otra de color marrón.
Sobre las ramas de los eucaliptos y los altos molles se posaban y cantaban muy
temprano en la mañana y al atardecer muchos pichincos, cuculis, urpis, chaiñas, tuyas,
chihuacos, checcollos y revoloteaban velozmente algunos picaflores.
Por el Sur estaba el barrio y el estadio “El Olivo” y le seguía una ciudad que iba
creciendo a toda prisa, gracias a la expropiación de la hacienda Patibamba. Por el Este corría
el río Olivo que aun venía todo el año y en tiempo de lluvias se tornaba peligroso para los
pikis. Allí construíamos nuestras pozas para bañarnos en calzoncillos en el “tiempo de baños”
que empezaba después de las vacaciones de medio año hasta la clausura del año escolar.
Lo que más nos emocionaba era que dentro del bosque existían montones de grandes
piedras calcáreas por todos lados. Esos eran los lugares perfectos para encontrarnos y jugar
sin descanso. Más tarde cuando nos llegó la adolescencia se convirtieron en nuestros
escondrijos para hablar de la vida, las muchachas, escuchar música y fumar.
Por aquellos tiempos sucedieron muchos acontecimientos económicos, políticos,
sociales y culturales que cambiaron la historia del Perú y del mundo y todo eso podíamos
saberlo gracias a la onda corta de las radios a tubos que teníamos en casa. Inquietos por saber
algo más allá de todo lo monótono que pasaba en Abancay que por ese entonces solo
alcanzaba a ser un pueblo que crecía.
Y como ya sabíamos en qué punto del dial podíamos sintonizar las trasmisiones en
español de Radio Francia Internacional, la BBC de Londres, Radio Nederland de Holanda,
Radio La Voz de América y otras, podíamos conectarnos con el mundo exterior. Por las
noches sintonizábamos Radio Miraflores que llegaba con todas las novedades musicales de
Lima y el exterior.
Otro acontecimiento que estaba sucediendo fue que en esos tiempos nuestro
departamento ya se encontraba conectado por carretera con muchos lugares de la Sierra y con
todas las ciudades de la Costa. Bueno pues, por esas carreteras se fueron y se estaban yendo
a buscar mejor porvenir los colonos de las haciendas de todas partes, de modo que en los años
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CIRO V. PALOMINO DONGO
60’ del siglo pasado ya no producían como antes porque ya no tenían colonos y sus dueños
comenzaron a venderlas por parcelas a quienes podían pagar algún precio por esas fracciones.
Eso estaba sucediendo por estos lares, porque hacía buen tiempo había llegado la idea
de que para hacer dinero y lograr preminencia social, ya no servía la economía agraria basada
en las prestaciones personales a cambio del uso de las tierras del latifundio, sino a través de
un sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción,
la fructificación del dinero y la concurrencia de sus actores en el mercado. Esa herramienta
se llamaba capitalismo.
De otra parte, por esas mismas carreteras llegaron a estas tierras las doctrinas políticas
del Marxismo, Leninismo y Maoísmo que preconizaban la propiedad conjunta de los medios
de producción y la eliminación de las clases sociales, la dictadura del proletariado en la etapa
socialista y la eliminación del Estado en la fase comunista. Y que la religión era el “opio de
los pueblos” y los curas eran los cómplices de la desigualdad y la injusticia social que alentaba
el capitalismo, pero a nuestra edad eso todavía nos tenía sin cuidado.
Por esas mismas emisoras también nos enteramos del nacimiento en los Estados
Unidos del jipismo que era un movimiento contracultural, libertario y pacifista. Los jipis
escuchaban rock psicodélico, groove y folk contestatario, abrazaban la revolución sexual y
creían en el amor libre. Por esos años miles de jóvenes norteamericanos y particularmente los
jipis se rebelaron contra el estado de cosas y contra la guerra en Vietnam, para no ser usados
como carne de cañón en un conflicto que consideraban, absurdo. Muchos de ellos buscaron
formas de experiencia poco usuales en esos tiempos, como la meditación.
Debido a su rechazo al consumismo optaron por la simplicidad voluntaria, ya sea por
motivaciones espirituales, religiosas, artísticas, políticas y ecológicas. Algunos participaron
en el activismo radical y en el uso de la marihuana y otras drogas “pesadas” con la intención
de alcanzar estados alterados de conciencia. Por esos años veíamos que algunos jipis pasaban
por Abancay con rumbo al Cusco. Cuando sabían hablar castellano nos decían que estaban
yendo a Machupicchu, porque allí se estaba trasladando el nuevo centro magnético de la
tierra y será por eso que incluso ahora se le considera un lugar energético a nivel mundial.
Por ese medio también nos enteramos de la intervención de Estados Unidos en la guerra
de Vietnam apoyando al régimen de Vietnam del Sur, en guerra contra el Vietnam del norte
apoyado por la ex Unión Soviética. Otra cosa que supimos y esta vez por los periódicos
también, es que en Inglaterra y el mundo entero se desató la beatlemanía con el rock de The
Beatles, conformada por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.
Por esos años también llegamos a enterarnos de la llamada “Guerra de los Seis Días”
entre Israel y los estados árabes vecinos, mientras en Bolivia, militares capturaron vivo y
mataron al guerrillero Ernesto “Che” Guevara, que en su juventud había pasado unos días en
Abancay según su libro de notas llamado “Diarios de Motocicleta”, mientras que en Sudáfrica
el doctor Christian Barnard realizaba el primer trasplante de corazón de la historia.
También supimos que en Francia se produjeron las revueltas estudiantiles de mayo del
68 iniciada por grupos estudiantiles contrarios a la sociedad de consumo, el capitalismo, el
imperialismo, el autoritarismo que en general desautorizaban los partidos políticos, el
gobierno, los sindicatos o la propia universidad. También nos llegamos a enterar que en
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DE LA VIDA
Memphis (Tennessee) fue asesinado el ganador del premio Nobel de la Paz de 1964, Martin
Luther King, activista que desarrolló una labor crucial en EE.UU. al frente del movimiento
por los derechos civiles para los afroamericanos y que protestó contra la guerra de Vietnam y
la pobreza en general.
En el Perú, el día 03 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado derrocó al
presidente constitucional Fernando Belaunde Terry, y en junio de 1969, promulgó el Decreto
Ley Nº 17716, “Ley de Reforma Agraria”, con el que puso fin a las haciendas y al
gamonalismo. En Apurímac se expropiaron 116 haciendas y revirtieron a propiedad del
Estado varios fundos considerados como predios abandonados o de tierras eriazas, en total se
afectaron más de 600,000 hectáreas. Dentro del proceso de Reforma Agraria en las tierras de
las principales haciendas se crearon 25 Cooperativas Agrarias de Producción que luego de
fracasar estrepitosamente, finalmente acabaron siendo parceladas y adjudicadas como
Unidades Agrícolas Familiares o convertidas en Comunidades Campesinas.
Fue particularmente emocionante escuchar en directo la llegada del primer hombre a
la Luna a cargo de la misión Apolo XI y cómo el 20 de julio de 1969 el astronauta Neil
Armstrong se convirtió en el primer hombre en pisar la superficie lunar pronunciando su
célebre frase: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
Lo que nos gustó mucho a algunos de nosotros y fue motivo de una tarea para Ciencias
Sociales que lo desarrollamos en una chichería, bebiéndonos unos “bayos” y jugando al
“tejo”, es que en el Estado de Nueva York, del 15 al 18 de agosto de 1969 se realizó el Festival
de Woodstock, considerado el festival hippie de rock más grande de la historia mundial, que
fue registrado en un documental titulado “Woodstock: 3 días de paz y música”, ganador de
un premio Óscar.
De ese festival se quedó grabado en mi mente y en mi corazón la canción With a little
help from my Friends (Con una ayudita de mis amigos) interpretada por Joe Cocker.
Seguramente en homenaje a todos mis verdaderos amigos que en mis momentos de necesidad
supieron darme una mano, como algunos que aún hoy saben hacerlo, pero de modo espiritual,
que a estas alturas de la vida es lo que más falta nos hace.
Y así nos íbamos enterando de muchos acontecimientos trascendentales de la historia
mundial, aunque sólo después entendí en qué dirección y medida habían afectado mi vida,
pero la más inmediata fue mi vivo deseo de salir, salir y salir del pueblo.
Lo que sí nos alcanzó y afectó ahí mismo fue el movimiento musical y cultural
denominado la Nueva Ola, que derivado del rock and roll y de los patrones de la cultura pop
de Europa fue un creciente fenómeno hispanoamericano. En nuestro país, las primeras bandas
de rock surgieron a finales de los años 50’. Pero las bandas más importantes de los años 60’
fueron Los Saicos, Los Shain's, Los York's, Los Silverston's, Los Doltons, Los Belking's, Los
Datsuns (Huancayo) y Los Spectros (Cusco), etc.
Aunque decir Nueva Ola era para denominar a los artistas de la escena beat, pero casi
de inmediato se usó también para involucrar a los baladistas, pues sus letras románticas
aparecían en las listas de los éxitos musicales del momento, porque muchos de ellos tenían
una influencia directa de Los Beatles. Los baladistas que más escuchamos en nuestros tiempos
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CIRO V. PALOMINO DONGO
de estudiantes del “Miguel Grau” fueron Palito Ortega, Leo Dan, Sandro, Roberto Carlos,
Nelson Ned, Nilton César, Los Ángeles Negros, Los Cinco Latinos, Los Galos, Los Golpes,
Jimmy Santi, Los Pasteles Verdes, César Altamirano, Pepe Miranda, Gustavo Hit Moreno,
Joe Danova, Los Iracundos, Los Shakers y muchos otros más.
A esa pléyade de “nuevaoleros” se sumaron los españoles Julio Iglesias, Marisol,
Raphael, Rocio Durcal, Nino Bravo, Jeanette, Massiel, Mari Trini, Miguel Ríos, Los Brincos,
Los Diablos, Los Bravos, Los Pasos, Los Gritos, La Formula V, Santabarbara y otros.
Aclarando que a todos no les gustaba los mismos. También nos llegaron los éxitos de otros
artistas europeos que cantaban en español como Adamo, Nicola di Bari y Charles Aznavour
y Albert Hammond.
Seguramente a muchos de mis compañeros les gustaban nuestros huaynos y en general
la música folclórica nacional, pero en esos tiempos y en la ciudad era muy difícil que te
confesaran esa afición.
Algunos comenzaron a mostrar con mucho orgullo su gusto por la música “chicha”
que era una mezcla de música tropical (la cumbia, el son, el mambo y la guaracha) y la música
andina principalmente el huayno, que con mucha “pegada” estaba surgiendo en los barrios
populares y barriadas de Lima, de la mano de Los destellos, Los ecos, El grupo maravilla,
Los girasoles y otros.
Felizmente la juventud actual tiene menos prejuicios y más libertad para asumir,
consumir e interpretar nuestra música autóctona, y eso: “¡No le importa a nadie!”.
En aquellos tiempos te vestías como podía vestirte la economía de tu familia. Como
fuera, la ropa tenía poca importancia porque las principales horas de los días más importantes
de la semana te la pasabas enfundado en el bendito uniforme kaki y los sábados y domingos,
sino estabas ayudando en la casa, andabas en trusa por las piscinas y los ríos, jugando al futbol
o caminando en ropa vieja por la campiña.
Aun así, no nos faltaron las ganas de vestir algo peculiar y si lo permitía el presupuesto
familiar podían darte algunos gustos que se reducían a mandarte confeccionar unas camisas
de colores llamativos algo cercanos a la psicodelia, eso sí de manga larga. Pantalones de boca
ancha y sacos de paño cuyo borde inferior debía llegarte a la altura de la punta de tus dedos,
o sea a medio muslo. Debía habernos quedado muy bacán porque nosotros andábamos muy
felices con esos trapos.
Antes de nuestra adolescencia las únicas fiestas que existían eran la que se hacían en
casa para festejar los cumpleaños de los adultos. Se suponía que estas debían ser la “fiesta”
para todos los miembros de la familia, desde el más pequeñito hasta el más anciano.
Pero de pronto por todos lados comenzaron a celebrarse las fiestas de los quince años de las
chicas. Esas fiestas, como lo son ahora, eran bastante ceremoniosas y su fin era presentar en
sociedad a una petiza que estaba dejando de ser una niña para convertirse en una señorita.
Creo que de ahí surgió la necesidad de vestirnos de un modo menos cotidiano y más formal,
porque si estando invitado querías asistir como te diera la gana, simplemente no te dejaban
entrar y “a llorar al Mariño”.
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DE LA VIDA
Como algunas veces no eras invitado a esas fiestas porque el hermano de la
quinceañera te odiaba o porque no éramos del agrado de sus padres o simplemente porque no
nos conocían, o habiendo sido invitados no asistíamos porque a veces esas fiestas eran
demasiado aparatosas, donde con mucha alharaca, igual a una gallina clueca, la madre de la
cumpleañera se pasaba dando órdenes por todo sitio, o también porque la música seguía
siendo la de siempre: Celina y Reutilio, Los Compadres, La Sonora Matancera, Hugo Blanco
y su Arpa Viajera y la infaltable música criolla, etc., entonces resultaba que la fiesta no era
de tu agrado y siendo así no valía la pena gastar en un regalo.
Así que, gracias a la generosa modernidad de algunos padres y sin supervisión, porque
éramos unos jovencitos “responsables”, en las salas de sus casas comenzamos a organizar
nuestras propias fiestas “psicodélicas” con música nuevaolera, rockera y algunas baladas de
moda para bailar pegaditos. La música salía de nuestros propios discos, la comida era bastante
misionera: chicha morada (a veces limonada nomás) y unas cuantas empanadas callejeras.
Los focos de todas partes estaban forrados con papel celofán de varios colores y por ahí sobre
una mesita una calavera sobre la que ardía una vela y otros estrambóticos adornos más. Esas
fiestas acababan a las diez de la noche en punto, porque era la hora en que las madres de
nuestras invitadas las venían a rescatar.
Felizmente nuestro futuro ya lo habíamos decidido como a nosotros se nos había
ocurrido. El mío era salir de Abancay apenas acabara la secundaria. A dónde, cómo, con qué,
no sabía. Pero el para qué si estaba muy claro, vagar por el mundo. “Libre, como el Sol cuando
amanece, Yo soy libre, como el mar. Libre como el ave que escapó de su prisión y puede al
fin, volar. Libre como el viento que recoge mi lamento y mi pesar, camino sin cesar detrás de
la verdad y sabré lo que es al fin, la libertad…” Eso se lo contaba a todos mis amigos, pero
las que más se admiraban y hasta envidiaban eran mis amigas.
“Si yo fuera hombre” solían decir suspirando, para hacerme saber que siendo así,
harían mucho más que yo. Algunas llegaban a renegar que la moderna “libertad” que ya estaba
brillando en todas partes del mundo fuera para un solo género. ¡Querían también ser libres!
Entonces hacían lo único que podían permitirse sin pedirle permiso a nadie y era enamorarse,
pero “enamorarse hasta las patas” y terminar embarazadas y metidas en algo más grande y de
mayor compromiso, la maternidad. Esa fue su salida al exterior, si no era de su casa, por lo
menos fuera de las reglas que había dictado para el beneplácito de su familia, la educación
religiosa. Otras se metieron en la cabeza aquella frase que proclama: “Sólo hay un bien: el
conocimiento” o algo así por el estilo y se hicieron profesionales.
Por esos años no solo las fiestas psicodélicas se pusieron de moda, sino los clubes de
jóvenes. Uno que recuerdo era un círculo que los curas de la parroquia de Abancay habían
organizado en torno al coro y los acólitos de la catedral y tenían su local en la avenida Lima,
donde había una mesa de Pingpong, solo para los socios, una guitarra, un banyo, una
pandereta y una flauta y un tocadiscos donde sonaba y no dejaba de sonar “El último beso”
de los Doltons, que tampoco podías tocar. Otro club que los curas organizaron estaba en la
capilla del Señor de la Caída, al que ni siquiera llegué a acercarme porque sus socios eran
algo más silvestres.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
Lo que sí estaba de moda, como en todo el Perú, era el club de admiradoras del cantante
español Raphael, formado por las chicas del Santa Rosa. Nunca llegué a enterarme si allí se
hacía algo más que chiflarse por su ídolo, hasta que se nos ocurrió formar un club mixto en
torno a las fiestas, la nuevaola y el rock para diferenciarnos del resto. Aunque no fue
precisamente por eso, sino por lucir a nuestra regalada gana, comenzamos a vestirnos con
pantalones hechos de bayeta, coloridas camisas y ojotas de jebe de la calle Miscabamba y
llamarnos la “Generación 2000”.
La primera reacción de simpatía y admiración a esa rebeldía vino de algunas chicas del
colegio Santa Rosa, pues pintaron en sus maletines de lona con letras grandes y bonitas
“Generación 2000”, como señalando que eran o querían ser nuestras socias. El local de este
extravagante club era la calle, la Plaza de Armas, las fiestas que organizábamos, los cines y
la piscina Cristal. No sabíamos exactamente porqué, pero nuestros contemporáneos
comenzaron a hacer correr en el colegio el chisme de que nosotros éramos unos jipis
borrachos y fumadores de marihuana junto a nuestras socias que bailaban desnudas frente a
nosotros y que después hacían el amor con todos.
¡Bueno hubiera sido!, pero ese rumor llegó al colegio donde los profesores y auxiliares,
que desde siempre nos tenían ojeriza, se lo “creyeron” a pie juntillas solo para fregarnos más.
Pero ahí no quedó todo, algunos padres de familia de los adolescentes de ambos sexos también
se lo creyeron y hasta la policía nos puso en su radar.
Una noche cualquiera. Como siempre estábamos en la Plaza de Armas escuchando
nuestra música en un tocadiscos portátil de plástico que tenía la forma de un libro cerrado
cuando estaba apagado y de uno abierto a la hora de funcionar. Cuando de pronto se
aparecieron cuatro policías que amablemente nos invitaron a acompañarlos a la Comisaria,
muy bien, fuimos y cuando llegamos nos dijeron que en cualquier momento el Mayor (no
recuerdo su apellido) vendría a calificarnos y después nos iríamos a nuestras casas.
Después de morirnos toda la noche de frio, el Mayor se apareció a las ocho de la
mañana con la camioneta de la policía a la que nos hicieron subir y nos llevaron directamente
al colegio que estaba en plena formación de la mañana. Nos condujeron hasta el proscenio y
nos entregaron al Director y se fueron. El director nos hizo una señal para que lo siguiéramos
a su Despacho y fuimos tras él, de allí salió a terminar la rutina de la formación y cuando los
alumnos ya estaban en las aulas se apareció y quiso amonestarnos muy severamente.
Fue entonces cuando nos salimos de su oficina alegando que lo que nos había pasado
no fue dentro del colegio y que teníamos que ir a nuestras casas, para quejarnos a nuestros
padres por el abuso que habíamos sufrido siendo menores de edad y que después vendríamos
al colegio a asistir normalmente a nuestras clases.
Quiso decirnos algo más, pero lo miramos con tanto odio que se refrenó, porque
estábamos seguros de que esta trampa nos lo había tendido él, contando con la complicidad
de ese “tombo” abusivo, porque casi siempre que pasaba por las inmediaciones de la Plaza de
Armas, no nos interesaba su presencia y al parecer eso no le agradaba, seguramente porque
estaba acostumbrado a que los alumnos le tuvieran miedo en cualquier sitio. “Si no traen a su
padre o su apoderado, no ingresarán al colegio”, nos amenazó.
64
DE LA VIDA
Mi madre que era enemiga de los abusos y la mejor amiga de sus hijos, después de
escuchar nuestras quejas se fue a la Comisaría a pedirle una explicación al policía. Cuando se
entrevistó con él, ella con la voz amable y firme que tenía le dijo que era esposa de un buen
ex Guardia Civil y hermana del Oficial fulano y después le preguntó por qué motivos nos
había secuestrado toda la noche sabiendo que éramos menores de edad. “¿No correspondía
llamar a sus padres para decirnos qué estaba pasando? y no llevarlos hasta la formación del
colegio para hacerles pasar la peor vergüenza”.
También nos contó que el Mayor le dijo que él no tenía la culpa, sino los policías que
nos habían detenido y sin que él lo supiera nos habían retenido toda la noche. Cuando le pidió
el nombre de los policías para denunciarlos ante el Juez de Menores, por fin y lleno de cólera
y vergüenza le contó que ese pequeño incidente había sucedido solo por haber atendido la
súplica del director del colegio y solo con el sano propósito de que los alumnos se dedicaran
a hacer sus deberes, estudiar y dormir temprano y no estar andando en la calle hasta altas
horas de la noche.
Para calmarla le mostró el Cuaderno de Ocurrencias de la Comisaría, donde no aparecía
ningún reporte de nuestra detención y que gracias a eso no tendríamos antecedentes. Mi madre
le refutó: “¡Qué bien! Habrían podido matarlos y como eso no estaba escrito en ese cuaderno,
¡no pasaba nada!”. Nos contó que el oficial no supo que hacer y se limitó a disculparse de
todo corazón y hasta le devolvió nuestro tocadiscos y los discos, que ya estaban sonando en
el dormitorio de los policías.
Cuando fuimos al colegio el director había desaparecido, probablemente porque el
Mayor le contó por teléfono lo que había sucedido. Por ahí se apareció el auxiliar que más
nos odiaba para decirle. “Señora no pasó nada, ni va a pasar algo. Los chicos tienen que
atender sus clases”. Después me enteré que estaba escondido en la Dirección. Más adelante
la “maestra vida” me enseñó que todos los abusivos son cobardes.
Para despedirse mi madre nos dijo que todo debía quedar tal y como estaba, porque
todavía debíamos estar en el colegio para acabar la secundaria, no sin dejar de regañarnos por
todas nuestras chifladas ocurrencias y que si no habríamos pasado otras noches fuera de la
casa ella habría adivinado que estábamos en la Comisaría. Después de eso le supliqué
“Vámonos a casa mamá. No hemos dormido nada y tenemos hambre”.
El rumor que desató aquel suceso se convirtió en un colosal chisme de alcohol, drogas
y muchachas desnudas bailando para nosotros en la Plaza de Armas y otras tantas versiones
más. Hasta hubo una muy graciosa que decía que mientras nosotros estábamos en plena orgía,
temblando y en pijamas con un candelabro encendido en la mano salió de la parroquia el
Obispo de Abancay para suplicarnos que lo dejáramos dormir, pero nosotros le respondimos
arrojándole una botella de vino vacía que le reventó justo delante de los pies y por eso el buen
hombre de dios no tuvo más remedio que llamar a la policía.
Más adelante ya lejos de estos lares me vino a la memoria ese episodio, cuando escuché
una canción de Joan Manuel Serrat que en sus últimos versos decía: “…Escapad gente tierna
que esta tierra está enferma y no esperes mañana lo que no te dio ayer. Que no hay nada que
hacer. Toma tu mula, tu hembra y tu arreo y sigue el camino del pueblo hebreo y busca otra
luna. Tal vez mañana sonría la fortuna y si te toca llorar es mejor frente al mar.”
65
CIRO V. PALOMINO DONGO
Cuando por fin acabó la secundaria con todo y su fiesta de promoción, nos despedimos
de Abancay, según nosotros para siempre. Por mi parte, gracias a los conocimientos de mis
profesores del “Miguel Grau” y a mi afición de leer bien y bastante, sin necesidad de ninguna
academia ingresé a la Universidad Nacional “Federico Villarreal” a Estudios Generales en el
primer intento junto a mí entrañable amigo Alberto Gonzales Infantas “OA”. Cuando un día
nos encontramos en el patio de la “U”, se reía de un auxiliar que le había preguntado. “¿Vas
a ir a Lima? Mejor por qué no te quedas en Abancay, aquí la cárcel es más tranquila”. Y acotó.
“¡Puta madre! ¿En el colegio creerán que estamos en la universidad?” Yo le respondí. “!Ni
cagando!, creerán que estamos en la universidad del Frontón o Lurigancho” y nos reímos a
pierna suelta.
Cuando acabaron los cuatro ciclos de Estudios Generales, confieso que me hubiera
gustado optar por estudiar medicina, pero eso requería que viviera en mi casa y que mi mamá
me esté esperando con la comida calentita. Al final me decidí por Derecho, porque es una
carrera de leer y escribir, perfecto para un estudiante misio.
Solo había que comprarse unos cuadernos, convertirse en un ratón de bibliotecas y
prestarse algunos libros que la hemeroteca de la universidad me los facilitaba y leer, leer y
leer en el ómnibus, en los parques, en las colas y en todas partes donde había que hacer una
parada. Esa carrera me gustó desde el principio por su lógica para resolver situaciones
humanas en medio de conflictos de toda naturaleza, aunque sinceramente tengo más
inclinación por la investigación jurídica para asesorar con fundamento, que andar metido en
la teatralidad de los pleitos.
66
DE LA VIDA
EL VACIAMIENTO
La verdad es que estoy durmiendo mal o, muy poco. Pueden ser tres horas, desde las
10 de la noche hasta la una o dos de la mañana y otras dos o tres luego de una angustiosa
vigilia. Después de asimilar el cansancio que me produce ese inmisericorde desvelo, no puedo
decir que no sueño. Sueño, incluso puedo adivinar su borroso motivo, pero recordar, no
puedo.
Pero hoy día casi llegado el momento en que me debo despertar para dejar la cama por
un momento tuve un sueño muy vívido.
Soñé que estaba caminando por una de las aceras del Parque Ocampo cuando como si
lo estuviera buscando y por fin lo encontré, del otro lado de esa orilla venía hacia mí, no solo
lleno de contento, sino que, por escribir, diría, cubierto de una espiritual alegría, a pesar de
que siempre lo recordaba y lo recordaré cómo alguien apaciblemente triste. Era mi entrañable
amigo Gustavo Chirinos Zegarra, el “Tostao” de quién como diría Miguel Hernández de su
amigo Ramón Sije en su Elegía: “Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la
madrugada, temprano estás rodando por el suelo”. Antes de mirarnos a los ojos y abrazarnos,
vi que estaba más alto, más garboso y risueño que cuando andaba por las calles y las campiñas
del pueblo. En buena cuenta estaba mucho mejor que cuando atravesaba por las tribulaciones
de esta vida o lo que en cristiano se dice “por este valle de lágrimas”.
Me desperté contento por haber soñado y con quién había soñado y cuando estaba
acabando de despertarme me vino a la memoria un cuento que no sé si lo leí, lo soñé o recién
lo estaba imaginando, que cuenta la historia de que en algún lugar remoto vivían como vecinos
un poderoso terrateniente y un humilde campesino.
El primero tenía una gran fortuna que le obligaba a ocupar todo su tiempo en cuidar
que no mermara, sino que se multiplicara y para ello debía atender muchos negocios y todos
los demás modos de ganar dinero en abundancia. Y como correspondía a su riqueza vivía en
un gran y hermoso palacio con enormes habitaciones que fueron colmadas de suntuosas
alfombras, finísimos muebles, regios espejos, bellas pinturas, lujosas lámparas colgantes,
caros jarrones llenos de flores y plumas, donde debían vivir sus familiares cubiertos con ricas
vestimentas y cargados de preciosas joyas que además tenían que llenar sus estómagos con
los más sabrosos manjares y que por cierto debían distraer su tiempo hablando, caminando,
pensando, alegrándose, riéndose, aburriéndose y otras banalidades más que sólo ellos
entienden.
Y como todos los días de su existencia tenían mucho miedo a perder lo que atesoraban,
para el ejemplo o la envidia de todos, acabaron comportándose muy circunspectos, como a su
parecer debían hacerlo los miembros de una de las principales familias de aquella comarca,
sociedad y tiempo.
El otro tenía una pequeña chacra que apenas le daba para que durante una parte del año
alimentar a su mujer y sus hijos. Los otros momentos de su tiempo los dedicaba a su oficio
de albañil, carpintero y hasta picapedrero. La choza que ocupaban tenía dos habitaciones, una
le servía para comer y cocinar y la otra era su dormitorio. La verdad era que todos vivían
trabajando en los quehaceres de la chacra, pero también jugaban y se alegraban en la campiña,
67
CIRO V. PALOMINO DONGO
las montañas, los ríos, las lagunas, los bosques, las alturas, los caminos y en el pueblo cuando
lo visitaban, de manera que siempre llegara algo nuevo a sus vidas.
No hubo un año que su familia no viviera al borde de la miseria, pero siempre tenía la
esperanza que lo rescatara la alegría de las cosechas, la crianza de los animales menores y de
los pequeños dineros que ocasionalmente recibía de sus otros oficios, así como de la caza
menor y la recolección de los frutos que le ofrecía la naturaleza que lo rodeaba. En buena
cuenta siempre vivió con desenfado, aunque acabara vaciándose de lo poco que se procuraba.
Llegado el tiempo, como correspondía a una vida de trabajo y privaciones el campesino
murió tempranamente, y cuando le tocó llegar al lugar que le sigue a la muerte comprendió
que el más allá sólo era un profundo y oscuro vacío lleno de todos los que dejan de existir
para este mundo.
-¿Esto es todo? -Le preguntó a uno que se había muerto mucho tiempo antes que él.
-Parece que sí. -Le respondió y agregó. -Esto está vació porque aquí nadie ha traído nada, ni
siquiera la luz que alguna vez alumbró sus mentes. Aunque la mayor parte de los que llegan
supongan que siguen siendo lo que fueron allí donde vivieron.
-¿Y sí todo lo que sigue a la vida que llevamos está así de vacío, no te parece que mejor sería
que no quede nada, ni nosotros mismos? -Le preguntó.
-Pero como la energía es igual al producto de la masa por la velocidad de la luz al cuadrado
dividido entre dos, y como la masa no se crea ni se destruye, sino que solo se transforma,
resulta que es así cómo nos quedamos inmediatamente después de la muerte, pero con la
certeza de que, aun así, en algún instante que no es de este tiempo nos transformaremos.
-No sé porqué entiendo perfectamente todo lo raro que me estás diciendo. -Le confesó lleno
de desconcierto.
-Aquí se sabe y se entiende todo, porque aquí todo ese conocimiento no nos da ningún poder
sobre nadie ni nada. Además qué poder podemos tener en medio de este vacío.
-¿Y dónde está Dios? -Le preguntó lleno de curiosidad.
-Tú crees que Dios, en cualquiera de sus formas, sería tan sonso para andar por aquí. Los
dioses están dónde están los hombres suplicando fortuna, demandando salud, implorando
consuelo y llorando por todas aquellas necesidades que les hace falta para seguir viviendo
como en su ilusión desean. Pero aquí para qué nos servirían, sí ya estamos muertos y por eso
ya no tenemos que pedir nada a nadie. -¿Estás preocupado? –Le preguntó.
-No. Sólo que como he vivido lleno de necesidades y sobresaltos se me ha quedado la
costumbre de preguntar para saber cómo salir de cualquier apuro. Aunque me imagino que
para nosotros esto ya no representa ninguna angustia, porque todo lo que fuimos quedó atrás.
-Según me he informado al parecer esto no es todo, pues dentro de algún momento que puede
ser una eternidad, porque el tiempo ya no transcurre aquí, se iluminará un número del 1 al 9
en el lugar donde estuvo nuestros pechos y algunos de los que estamos aquí desaparecerán,
porque serán signados con el 0 que no vale nada. O sea, igual a este vacío.
-¿Y luego?
68
DE LA VIDA
-Para los que no desaparezcan, todo seguirá igual.
Más tarde, al igual que todos los mortales, llegaron a ese enorme vacío los otros
egoístas y codiciosos muertos que durante su existencia terrestre fueron grandes líderes
religiosos y políticos, extravagantes multimillonarios, sanguinarios guerreros, ilustrados
eruditos, consumados científicos y aquellos muchos mas que con todo su poder temporal no
le dieron sentido a la vida ni fin al sufrimiento de la muerte, incluso su vecino el rico, con la
pretensión, de que todos los aplaudieran o los saludaran muy respetuosamente y los colmaran
de halagos, porque se habían encargado de llenar ese vacío con todos los demás, pero no pasó
nada, porque allí todos eran iguales a esa misma nada.
En algún momento de un tiempo que no existe se iluminaron los números en el lugar
donde antes estaban sus pechos y luego que el campesino vio las cifras de los que estaban a
su lado, desapareció de aquel vacío. Pero justo en ese pequeño instante todos los que ya no
eran lo que fueron entendieron que al nacer para el mundo de los vivos llevamos encendido
en el pecho el número 1 y con el correr de los años, conforme a la vida que llevaron fueron
pasando al 2, luego al 3, al 4, al 5, etc. Pero los que en vida no se habían vaciado de todas sus
ambiciones, ansiedades, vanidades y banalidades hasta convertirse en 0, no podían agregar al
1 que al nacer trajeron el 0 que lograron vaciándose para llegar a ser 10 y luego 11, 12, 13…..
y después de otro vaciamiento seguir sumando 20, 21, 22…, y así sucesivamente.
Después de salir de la ducha sentí que en mis sueños vi a mi amigo “Tostao”, allá
donde quiera que esté, seguir creciendo 30, 31, 32, 33…. y por eso será que lo soñé cubierto
de un aura de mística alegría.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
FELIZ 149º ANIVERSARIO ABANCAY
“El pasado nunca se va,
le gusta esconderse
en la música, en la calle,
en los sueños,
en los recuerdos,
en la vida”
Yo nací y crecí en el mundo de un pueblo sumergido en lo profundo de un gran valle
que en tiempo de los incas se llamaba “Amancay”. Fue testigo de ese nombre Inca Roca, el
sexto Gobernante del imperio incaico, cuando en su afán de conquista: “….Llegó al valle
Amáncay, que quiere decir azucena, por la infinidad que de ellas se crían en aquel
valle. Aquella flor es diferente en forma y olor de la de España, porque la flor
amáncay de forma de una campana y el tallo verde, liso, sin hojas y sin olor ninguno.
Solamente porque se parece a la azucena en los colores blanca y verde, la llamaron
así los españoles. De Amáncay echó a mano derecha del camino hacia la gran
cordillera de la Sierra Nevada, y entre la cordillera y el camino halló pocos pueblos,
y ésos redujo a su Imperio. Llámanse estas naciones Tacmara y Quiñualla…..”.
(Comentarios Reales de los Incas. Inca Garcilaso de la Vega. 1609), y de aquel que el Padre
Reynaldo de Lizárraga, escribió: “….Más adelante se sigue el valle nombrado Amancay
por unas flores olorosas blancas que en él nacen en abundancia, así llamadas. Este
río nunca se vadea; tiene puente de cal y canto….,”. (Descripción breve de toda la tierra
del Perú -1605).
Más tarde con el mal hablar y entender de los españoles respecto de los topónimos
nativos o el aprendizaje del castellano por los indígenas y mestizos, acabó llamándose:
ABANCAY, a secas.
A este mi amplio valle lo bañan cinco pequeños ríos estacionales que en tiempos de
lluvia discurren dentro de unas quebradas que se llaman Ñacchero, Ullpuhuayco, SahuanayOlivo, Kolkaqui-Condebamba y Marcahuasi que mueren al entregar sus aguas al rio Mariño
que según un documento suscrito: “En la Hacienda de Cañaveral de Pachachaca; doctrina de
Abancay” del 22 de febrero de 1772, se llamaba “Guaxxacucho” (Huacracucho), que baja
desde la laguna Rontococha, porque antes de ser represada tenía la forma de un huevo y que
se encuentra en las alturas que están al Este del valle. Ya después los paisanos y las crónicas
de esos tiempos lo llamaban rio Abancay.
Pero cuando a comienzos del siglo XX el italiano Luis Petriconi compró la hacienda
de Patibamba, este río pasó a llamarse Mariño, debido a que el técnico que se encargó del
sembrío de los árboles de mora para la crianza del gusano de seda que impulsó la hacienda
era un portugués que apellidaba Marinho (que se pronuncia Mariño en español), éste comenzó
a cercar la orilla derecha del rio para que el ganado de los campesinos no se comieran los
plantones. Entonces como los lugareños no podían pastar ni abrevar sus rebaños comenzaron
a decir con desprecio y sarcasmo: “¡El rio del Mariño!”. Y con ese mote se quedó para
siempre.
70
DE LA VIDA
Los otros riachuelos bajan desde una montaña nevada que los paisanos y ahora
nosotros también llamamos muy respetuosamente “Apu” Ampay que, según antiguas
leyendas, esta y otras montañas nevadas eran seres prodigiosos, dotados de conciencia y
conocimiento, gracias a que recibían la energía que les llegaba desde las lejanas estrellas. En
las estribaciones de este poderoso dios ancestral, coronado de nieves perpetuas se forman las
lagunas de Willkaccocha, Yurakccocha, Uspaccocha y Anccasccocha y nacen cientos de
manantiales, así como los riachuelos que atravesando el valle acaban alimentando los
profundos y caudalosos ríos que corren lamiendo los cimientos de la cordillera hasta llegar a
la mar océano Huiraccocha (laguna gorda) y de donde nació la vida.
En sus faldas se formaron y crecieron enormes y floridos bosques húmedos para
albergar la vida de las plantas y animales. En aquellos tiempos inmemoriales, era este dios
primordial el que producía las lluvias, los rayos, los relámpagos, los truenos, las nevadas, el
granizo, los fuertes vientos, los arco iris, pero también las inundaciones, las sequías y los
huaycos.
Ese “Apu” nuestro no está solo, le acompañan “Apus” menores como el Soccllaccasa,
el Ccorahuire y el Quisapata, que vistos desde la distancia y según la estación pueden ser
verdes, marrones o azules. Las antiguas gentes de mi pueblo que le ofrecieron un altar en un
lugar que se llama “usnumocco”, señalaban que este Apu era el dueño de los animales salvajes
y de las plantas que nos matan y nos curan, pero además era el espíritu protector que velaba
por las gentes que habitaban mi valle, su ganado y sus cultivos. En fin, era el guardián de la
vida en todas sus formas y tamaños.
71
CIRO V. PALOMINO DONGO
LA DESPEDIDA
Recuerdo que, en mis tiempos de estudiante universitario, debía viajar a Lima por
Arequipa, porque la ruta de Chalhuanca se había derrumbado en varios tramos que hacían
imposible su tránsito. En esos días se presentó la ocasión de poder viajar juntos al Cusco,
porque tú debías hacer algunas compras para el taller de tu vidriería y yo debía tomar el tren
al día siguiente. En el camino nos contamos todo lo que saben todos, aunque en el fondo solo
es importante lo que queremos decir y solo escuchamos lo que queremos oír.
Llegamos a nuestro destino y como ya era tarde la noche, nos propusimos ir a cenar y
dormir por las inmediaciones de la estación del tren y allí nos fuimos.
Después por las inmediaciones de la estación de Wanchaq cenamos en un modesto
restaurante y nos alojamos en un hotelillo del lugar. Ya en la habitación preferimos convenir
que estábamos cansados y debíamos dormirnos porque al día siguiente teníamos que
madrugar y por eso apagamos el miserable foquito que lo iluminaba y nos dispusimos a
respirar por algunas horas el aire atrapado en aquel ófrico cuartucho.
En medio de la intimidad de aquella pequeña habitación yo hubiera querido contarte
todo lo que hacía en Lima para lograr mis empeños, por supuesto sin quejarme de mis
carencias y mis debilidades, y tú también habrías querido decirme todo lo que trajinaba por
tu mente y se alojaba en tu corazón, y por eso, hasta dos veces antes de dormirnos, me
preguntaste. "¿Estás dormido?". La primera vez te contesté que no, pero no te respondí a la
segunda, porque tú y yo éramos hombres y los hombres como nosotros no solíamos contarnos
lo que estábamos pensando, mucho menos lo que estábamos sintiendo. ¡Eso no podía suceder!
Parece que ni siquiera dormiste, porque cerca de las cuatro de la mañana me despertaste
para salir a comprar mi pasaje cuando aún no se armara el alboroto que suelen tener las
estaciones de todos los trenes del mundo.
Cuando todo estuvo en orden, me recomendaste que era mejor para mí desayunarme
las comidas ambulantes que venden en el tren porque era más rico y barato. Entonces sonaron
los silbidos del tren y los furiosos ruidos de su marcha, era la señal para abordarlo, lo que
quería decir que debía despedirme, pero antes que yo lo hiciera lo hiciste tú, contándome que
a la edad de catorce años, con todos los dolores y temores de haberte quedado huérfano de
padre, un día, sólo y sin rumbo en la vida, debiste partir en este mismo tren a buscar tu
destino, y creo que por esas cosas que se revuelcan dentro del alma volviste a tener catorce
años, pues esa vez se te cayeron las lágrimas, quizá porque tuviste a quien contarle tu
orfandad.
Después de abrazarnos como se hacen en las despedidas, me subí al tren y tú batiste
vigorosamente tu brazo derecho con la señal que se hace en los adioses y aun cuando ya me
estaba alejando tu mano seguía gritándome su adiós....adiós.....adiós y que te vaya bien,
mientras en medio de la marcha del tren se me alejaba en la distancia todo lo que fuiste tú y
tu sufrimiento, mientras yo me quedaba con todo el saco de mis ilusiones y mis ensueños a
cuestas.
72
DE LA VIDA
Sabes no quise decirle a nadie, porque los hombres no deben hacerlo jamás, pero en
aquella fría mañana en el vagón de aquel tren andino me desayuné en silencio la pena de mis
lágrimas, porque yo si tuve una despedida y viajaba seguro al encuentro del futuro con un
montón de sueños, amores y esperanzas metidos en mi cabeza, en mi corazón y en mi mochila,
y con la certeza de que tenía un puerto al cuál podía volver cuando quisiera.
Hasta este momento en que me asoman las lágrimas por una parte de mí que tuve que
despedir en esta omnipresente estación de la vida, donde unos bajan y otro suben. Aunque sé
que durante toda nuestra existencia tenemos que decirle adiós, con o sin pena, a todo lo que
se nos presenta o llevamos muy dentro nuestro, pero los humanos adioses son los que más
duelen.
73
CIRO V. PALOMINO DONGO
LOS MERCACHIFLES ONLINE
De repente cuando estás echándole una mirada a tus Redes Sociales, para saber que
están haciendo tus parientes o tus amigos reales y virtuales, por ahí aparecen unas ofertas en
línea de algunos productos que no sabes exactamente por qué lo quieres tener, pero supones
que te pueden ser útiles. Y de repente se aparece “el gusanito” ese de quererlo tener y porque
además su precio lo puedes pagar, y como eso es así, hasta te olvidas que todas esas vainas
no son lo que con tanta bonita publicidad te están ofreciendo.
Entonces cuando por curiosidad aprietas la pestaña que aparece en la parte inferior del
aviso te sorprendes con que automáticamente con esa acción les estás dando el número de tu
celular a los autores de la propaganda e inmediatamente empiezan a enviarte apremiantes
mensajes de texto o de voz o directamente te llama un hombre o una mujer que, según ellos,
tienen una voz súper persuasiva y comercial, por supuesto sin percatarse que su acento y su
angurrienta cháchara tiene un tufo a "barrunto", y entre otros “floros” te dicen que son parte
de una importante y prestigiosa empresa importadora, pidiéndote que en el acto les des tu
nombre completo, el número de tu celular y tu dirección.
Luego te dicen que tienes suerte, porque atienden a nivel nacional y para Abancay
están atendiendo a través de dos o tres empresas de encomiendas sin dejar de enviarte sus
direcciones con imágenes de Google Maps y después te preguntan que cuántas unidades
quieres comprar, toda vez que por una unidad es 80 soles, por dos tendrías la oferta de 140 y
por tres el ofertón de 120 soles, asegurándote que: "Por política de la empresa estamos
prolongando el Black Friday".
Luego te pones a chatear indagando por las demás características del producto que
puede ser una herramienta o un artefacto para cocinar, planchar, coser o simplemente una
novedad, y si es metálico o de plástico y otros detalles que según tú debería tener, y que si
tiene garantía. Inquietudes a las que te responden con muchísima paciencia y con más “floro”
todavía, casi lo mismo como hacen las arañas para que la mosca caiga en su red, y culminan
asegurándote que lo que vas a comprar es "lo más más" del mercado internacional.
Cuando acaba esta etapa, les preguntas.
-¿Cómo es el negocio? -A lo que inmediatamente te responden.
-Mire señor, usted nos envía un adelanto de 20 o 30 soles para asegurar el envío de su producto
y una vez recibida su transferencia, inmediatamente preparamos su pedido y lo depositamos
en la empresa de su preferencia y usted en uno o dos días se apersona a esa empresa en
Abancay, nos paga el saldo y le damos la clave para que retire el producto. ¿OK? -Te explica
con un tono muy didáctico y despacito, como si fueras un tarado.
Enseguida, en menos de un pestañeo te envían una imagen con la dirección de hasta
seis empresas financieras, sin faltar YAPE y PLIN, aunque luego te explican que para ellos
estas dos últimas referencias son el mejor medio de pago.
Entonces es cuando les dices. "Yo no puedo adelantarles nada, hasta tanto no tenga la
certeza de que el producto está físicamente y a mi nombre en los almacenes de esa empresa
de envíos. Es entonces cuando puedo pagarles. ¿Puede ser por PLIN?”. Luego ya sin pedir el
74
DE LA VIDA
adelanto y en apenas media hora te envían una imagen en primer plano de tu pedido donde
aparece tu nombre completo, el número de tu DNI y el de tu celular.
Si todo está en orden, pagas el total de su precio, te dan la clave y retiras tu encargo.
Lo triste es que cuando llegas a tu casa y abres el paquete, es en ese momento que te topas
con la sorpresa de que el producto que compraste no se parece casi en nada al que apareció
en el vídeo y la imagen de la publicidad con el que te ofrecieron, pues es más pequeño, más
ordinario y hasta feo y cuando lo echas a andar o lo usas no tiene la performance de la que
hacía gala en su muy bien lograda propaganda y es ahí cuando te das cuenta que muy poco
de lo que te imaginabas podrás lograr con ese cachivache y una vez más te convences de que
“lo barato cuesta caro” y es entonces cuando se te acaba la ilusión de ser un sofisticado
comprador online.
Y acabas maldiciéndote. "!Qué huevón eres! ¡Si sabías que esta sonsera era de la
China! ¿Por qué carajo has pensado que la vaina podía ser diferente?", y lo has hecho a pesar
de que sabías que: “Las dos frases más famosas del mundo son ‘I LOVE YOU’ Y ‘MADE
UN CHINA’ y que ninguna de las dos te ofrece garantía”. Después de un tiempo cuando ya
se te pasó esa amarga sorpresa lo único que te queda es resignarte diciéndote. "!Ya te han
hecho el cuento chino! Así que sereno moreno. Total, el dinero va y viene, pero la salud y el
buen humor, no. ¿O qué creías?, que era una herramienta alemana qué puede durar por varias
generaciones hasta acabar descansando por toda la eternidad en un museo".
Otra cosa que suele suceder en estos “pases online” es que una vez que los timadores
reciben los 20 o 30 soles de adelanto que les confían, se comen un ceviche con su chela helada
y después se van a buscar a otros “puntos” que abundan por todo el país. Y eso no es todo,
sino que existen incautos que les han pagado el íntegro del precio del producto que nunca van
a recibir. Mientras tanto a los timados sólo les queda pedir a los Apus, que algún sicario de
los cientos que pululan por todo lado los “tramiten” al infierno. Por supuesto sin dejar de
atormentarse con esa su “metida de pata”, porque la gente honesta se gana sus centavos con
muchísimo trabajo.
Un día un paisano me confió que como vio que los binoculares que estaba adquiriendo
a una “prestigiosa empresa online” no cumplía con todas las características que le señalaron
en su propaganda, porque lo vio en manos del amigo que se lo había recomendado; entonces
a pesar de que lo llamaron como diez veces, prefirió no ir al lugar donde le avisaron que llegó,
para pagar y retirar ese adefesio, porque no valía la pena.
Entonces una mañana en su celular recibió un mensaje de parte del “Tren de Aragua”
avisándole que si no pagaba online el producto que estaba en la empresa de envíos al día
siguiente en cualquier lugar o momento lo matarían a él o a cualquiera de los miembros de su
familia. “¡Estas reglado!”, le advertía.
Como el coterráneo al igual que todos los apurimeños es más terco que una mula se
fue a denunciar semejante amenaza a la policía, la defensoría del Pueblo, la Oficina de
Derechos Humanos, el Serenazgo, la Fiscalía y la Prefectura, a fin de pedir garantías para su
vida, su cuerpo y su salud, así como de todos los miembros de su familia que, eran como
veinte, contra el Gerente de la empresa que envió ese armatoste, y que en las comunicaciones
electrónicas que enviaba a los clientes de su negocio se hacía llamar Maikel Sturtzenegger
75
CIRO V. PALOMINO DONGO
Giordano, pero cuando había que “yapearlo” o “plinearlo” daba otro celular a nombre de
Jacinto Mallmanya Tecserupay; pues bien, éste sujeto lo llamó para decirle que él no haría
jamás semejante amenaza, porque era un en empresario honorable y no un delincuente y que
con su staff de abogados lo enjuiciaría por dañar la razón social y el prestigio de una empresa
ejemplar que trabajaba por el bien del país moviendo productos del mercado internacional y
cincuenta etcéteras más como eso de “yo pago mis impuestos”.
Entonces cuando el paisano le refutó diciéndole que cuál de los dos lo iba a demandar
“el gringo Sturzenegger o el indio Mallmanya”. Ahí quedó todo.
76
DE LA VIDA
EL CAMBRAY
Últimamente nos regalaron un cachorrito y lo aceptamos de buena gana, porque
nuestro perro Ringo que era un labrador retriever blanco, se murió. Se puede decir que, por
tragón, ya que los de está raza no tienen el mecanismo metabólico que a la hora de comer les
diga: “¡Basta!”, y como cualquier perro enterrar lo que ya no quieren hasta que nuevamente
les de hambre. De manera que los perros de esta casta pueden estar todo el día comiendo y
comiendo y por eso el mío era obeso. Además, era alérgico al pollo y otras comidas más y
siendo así, había que estar pendiente de lo que debía o podía comer.
Recuerdo que en un quinceañero que celebraron en donde vivo, unos adolescentes que
estaban borrachos porque hicieron ingresar una botella de pisco en una caja envuelta en papel
de regalo con el cuento de que era un presente para la quinceañera. Cuando les convidaron
una pollada como ya estaban “picados”, sin ningún respeto por el que dirán los anfitriones,
todos esos jijunas se la arrojaron a mi perro y el glotón se comió las siete y se tomó casi medio
balde de agua y al día siguiente estaba igual de hambriento, pero con el pecho y el culo rojo
por la alergia. Hasta que, según me contaron, en una fiesta infantil dejaron tirada una bolsa
grande de palomitas de maíz y se dio un atracón con ellas y eso le produjo una oclusión
intestinal y estuvo tapado y padeciendo por más de tres días, mientras nosotros sufríamos por
su recuperación.
Entonces el veterinario al ver mi desesperación me sugirió que no estaría demás hacerle
una cirugía por 700 soles. Cuando le pregunté si con eso salvaríamos su vida, me dijo que no,
pero que no estaba demás probar. “!O sea que quieres practicar una operación sin tener la
certeza de que va salir exitosa y encima de ello mi perro va a tener que sufrir más de lo que
está sufriendo y finalmente morir malamente, y encima tengo que pagarte!”. Le dije bastante
ofuscado. Cuando se dio cuenta de su estupidez, me sugirió que, por amor a dios, lo mejor era
una inyección y chau. Y antes que el “mataperros” cumpliera su sentencia, mi mejor amigo
se murió mansamente como fue toda su vida. Esta historia se parece a la de aquel compadrito
que sin tener mayor experticia se atrevió a hacer una liposucción y al final le resultó una
“almasuccion”.
Cómo estaba muy bien bañadito y loco por conocer más allá de la casa, me llevé a
pasear al cachorro Cambray, le puse ese nombre porque no es un buen aguardiente, tampoco
una buena chicha, sino "cambray" nomás. Tiene pinta de pastor, pero de allí no pasa, pero eso
sí, es jodidamente travieso, ya se comió el pasador de tres chancletas, me destrozó un par de
zapatos planos y muy cómodos que me regaló mi nuera y me rompió dos pantalones de vestir
con los que voy a trabajar y me ha robado varias medias y hasta mi pijama apareció en su
casa.
Ya sé porque no me molesta mucho la conducta del cachorro, pues así de jodido era
yo de niño, rompía vidrios, espejos, tazas, platos y hacía un montón de las diabluras que se
me ocurrían y por todo eso nunca me pegaron, pero si me resondraron y gritaron severamente
y hasta me cayeron muy buenos cocachos, y no por eso más adelante he andado quejándome
que de niño me traumaron y por eso soy infeliz.
77
CIRO V. PALOMINO DONGO
Así que nos fuimos a pie al camposanto. Ya en la calle andaba maravillado de todo lo
nuevo que estaba conociendo y de la mucha gente que había por todas partes, pero muy
temeroso de la bulla de los carros viejos que circulan por el pueblo echando humo. Estaba en
eso hasta que tuvo la mala suerte de pisar a un “chacu” que estaba durmiendo en la puerta de
una tienda y este reaccionó mordiéndolo malamente y fue así como el Cambray se enteró que,
precisamente uno de los de tu propia especie, sería el que te iría a clavar los colmillos y así
como todos nosotros aprendió su primera lección. "Respeta huevas tristes y no andes por ahí
pisando al prójimo” (en este caso debo decir al próximo). Por el resto del camino casi todos
los firulais lo quisieron atacar, menos los perros maltratados o sin dueño, lo que me hizo saber
que como los seres humanos, solo los que andan con buena salud, comidos y protegidos por
una herencia o un salario son los más jodidos.
Ya en el mausoleo de la familia, después de ofrecer flores, encender velas y conectarme
espiritualmente con mis familiares (eso no quiere decir que hablo con los muertos), sino que
recuerdo lo mejor que me ha pasado con ellos y dejándolos existir en esas felices
remembranzas siento que me calman, me consuelan y resignan. Luego de decir de mala gana
los inútiles rezos que me aprendí siendo acólito de la capilla del Señor de la Caída, me alejé
del lugar recordando aquel poema de David Harkins, titulado “Recuérdame”, que dice:
“Puedes llorar porque se ha ido,
o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva, o puedes abrirlos
y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no lo puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente,
sentir el vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a él le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir”.
Mi idea era soltar al Cambray para que a sus anchas se paseara por el cementerio, pero
como el pueblo es ya grandecito, porque en tiempos del terrorismo miles de familias salidas
de muchas Comunidades Campesinas, pueblos y provincias llegaron para refugiarse
aumentando considerablemente su población y por eso todos los días hay varios entierros, de
modo que el panteón estaba poblado de un montón de gente y el olor a flores chamuscadas
por dos o tres días de velorio se hacía notar. De otro lado, por aquí y por allá se escuchaban
los infaltables y conmovedores discursos fúnebres que en esos momentos a los fallecidos les
importa un carajo porque ya no están más en este mundo, y suponiendo que los hayan
escuchado, les estarán diciendo a los oradores.
-Como tú dices, no me he muerto, solamente me he adelantado. Quiero que sepas que en su
momento a ti también te van a hacer la misma broma de hablar bien de ti cuando ya no te
78
DE LA VIDA
interesa, pero si en vida me habrías dicho todo lo lindo que de mí estás hablando
públicamente, seguro que habría vivido siquiera un año más. Ya no jodan más y métanme al
hueco que con mi dinero he comprado, aunque mis deudos digan que mucho les ha costado.
Por todo lo que le pasó al Cambray en el camino al cementerio, tuve que volver a mi
casa en taxi. Al momento de pagar el servicio el taxista me preguntó. “¿Puede pagarme un
solcito más por el perrito?". "Espérame le voy a preguntar". Después de unos segundos le
respondí. "Dice que ni siquiera tiene bolsillos y por eso anda misio”. Un poco enfadado por
la mala costumbre que tiene esta gente de abusar de un modo u otro de las personas que toman
sus servicios para sacarles su dinero sin justificación racional alguna y muchas veces de
manera prepotente y grosera. “¡Hasta aquí la carrera cuesta 5 soles!”. Entonces cuando no les
quieres pagar se largan mandándote a la mierda y hasta la concha de tu madre. La verdad es
que con el celular puedes tomarle una foto al achorado y a su carro, pero a quién te quejas.
Como el chófer estaba cabreado porque el Cambray andaba misio, a manera de
comentario le dije.
-Ustedes creen que solo para vuestros bolsillos, los pasajeros tienen plata como si les cayera
del cielo y por eso suponen que tienen derecho a ganar de dónde no hay. Pero si un día suben
cuatro borrachos y hasta uno se vomita en el carro y dónde se bajan con las justas les pagan
la tarifa normal y a pesar de todo les dicen. "¡Gracias caballeros!" y hasta les ayudan a cargar
al que está más hasta las huevas.
Nos apeamos de taxi y el Cambray se metió feliz a la casa alucinando ser el Siddhartha
Gautama de los perros, porque a pesar de ser un príncipe mimado y consentido había conocido
muchas cosas malas de la vida. Espero que después no se alucine un místico perruno y quiera
abandonarme para buscar la iluminación.
79
CIRO V. PALOMINO DONGO
COMO TRATAR PSICOLOGICAMENTE A LOS FUMADORES
Con mucha admiración pude ver que ese mi profe del “cole”, estaba tan entero y lleno
de vitalidad que llegué a creer que no era tan mayor mío. "Quizá unos años más, pero no
tantos", pensé y que al contrario que yo, había cuidado mejor de su salud o que había
encontrado alguna fórmula mágica de simplificar el modo de llevar su existencia.
Después de agotar el motivo de nuestra cita, me contó.
–No me vas a creer, pero los alumnos que con más respeto se acercan para saludarme, son los
que he agarrado a puntapiés en el culo. En cambio, los otros ni siquiera tienen ganas de
mirarme.
–Me imagino que lo hacen porque los has traumado hasta lo más profundo de su Ser y en ese
estado de casi indefensión mental se acercan para saludarte, no porque te respeten, sino porque
inconscientemente creen que los vas a seguir pateando. –Puntualicé.
–¡No! Lo hacen porque están bien educados. –Fue su tajante respuesta.
Después de escuchar eso me puse a recordar sobre mi educación colegial en este pueblo
allá por los años 60 del siglo pasado, y sin arribar a ninguna sesuda conclusión, pensé que fue
difícil y violenta. No me refiero solo al hecho de recibir clases de modo autoritario sobre las
diferentes asignaturas con la permanente amenaza de ser “jalado” en las mismas e ir a una
difícil subsanación, la repetición del año escolar o la expulsión del colegio.
Esta era una más de las insanas manifestaciones de un pueblo aun metido dentro de
una sociedad feudal capitaneada por hacendados y gamonales que patéticamente desde el
ámbito político, económico, social y cultural aun dominaban el valle de los amancaes y sus
alrededores, sobre profesionales, comerciantes, curas, jueces, fiscales, prefectos,
subprefectos, policías, burócratas, maestros, colonos, huacchilleros, feudatarios, yanaconas,
aparceros, alquilos, arrendires, allegados, mejoreros, precarios y otras formas similares de
explotación indirecta de la tierra vinculada a la prestación de servicios personales sin
retribución salarial.
ººº---ººº
En tiempos del gobierno de Manuel Prado, por Ley Nº 12706 del 25 de enero de 1957,
se expropió las más de 6,000 hectáreas de tierras de la hacienda Patibamba más sus
construcciones e instalaciones, para la ampliación del área urbana de la ciudad de Abancay y
el fomento de la pequeña propiedad rural en los distintos Sectores de su campiña.
En los años en que la parcelación agrícola de la hacienda estaba en manos de la Junta
de Fomento de la Pequeña Propiedad de Apurímac, se consideró adjudicar un lote de esas
tierras en el sector Chinchichaca a favor del Colegio Nacional “Miguel Grau”.
Durante la primera mitad de la década de los años 60 el Colegio Nacional “Miguel
Grau” fue elevado a la categoría de Gran Unidad Escolar y sobre el terreno de Chinchichaca
se construyó dos pabellones de dos pisos para su funcionamiento. Fue entonces que las
oficinas y el material didáctico se trasladó del ya reducido local de la Av. Arequipa esquina
con el Jr. Cusco a ese lugar y seguramente como el presupuesto era exiguo el nuevo local no
tuvo cerco perimétrico hasta muchos años después. De modo que el flamante colegio quedó
80
DE LA VIDA
rodeado de un bosque de eucaliptos que hacía muchos años habían instalado los propietarios
de Patibamba.
¿Un colegio sin paredes y rodeado de un bosque de eucaliptos y otros árboles nativos
más? Y por todas partes montones de grandes piedras. Eso era increíble, pero para nuestra
alegría y conveniencia: ¡Cierto! En la primaria y el primer año de secundaria este era el sitio
ideal para jugar a las guerras entre cowboys y apaches y a las escondidas, aunque esto último
nunca funcionó, porque tenía uno y mil recovecos donde nunca nadie podría encontrarte.
Pero llegados a la adolescencia cada patota de íntimos comenzaron a adueñarse y
defender ciertos espacios bien escondidos, para repantigarse y hablar de todo lo que nos iba
llegando con la edad, entre los que estaban el colegio, los profesores, los auxiliares, los
compañeros, las niñas del pueblo, etc., algunos llegaban al extremo de quejarse de sus vidas
y de sus padres, hasta quedarnos amodorrados o dormidos.
Más adelante convertimos esos lugares en nuestros escondrijos, para llevar hasta su
perfección una afición que allí mismo habíamos aprendido con pitas secas de calabazas y que
llevamos a otro nivel con verdaderos cigarrillos de tabaco en las galerías de los cines Nilo y
Municipal. Dexter Junior era nuestro preferido solo porque eran pequeños, pero también
fumábamos el delicioso tabaco rubio del Camell sin filtro y cualquier otro que llegaba hasta
ese lugar y por ser más baratos cigarros negros como los Inca y Nacional.
Por esos tiempos según decían algunos profesores y especialmente los auxiliares,
teníamos en la dirección del colegio a un “peso pesado” del magisterio regional, pero a los
alumnos eso nos importaba un comino, porque los directores no enseñaban ni calificaban.
Un día nos mandó llamar a la dirección a cuatro de nosotros. Un poco nerviosos, pero
también llenos de curiosidad, queríamos saber para qué.
–¡Pasen caballeros! –Nos dijo muy amablemente y pasamos. Enseguida con igual atención
nos invitó. –¡Tomen asiento!
Le respondimos casi en coro. “!Gracias señor director!” y nos sentamos en cuatro de
las cinco sillas que estaban frente a su escritorio.
–No voy a decirles quién me lo contó, pero yo sé que ustedes son aficionados a degustar unos
cigarrillos. Además, eso lo sabe todo el mundo, así que mucho les voy a agradecer tengan a
bien fumar con mi persona unos cuantos. ¡No, no les va a pasar nada! –Nos advirtió y en
seguida sacó una cajetilla de cigarrillos rubios con filtro y tomando uno para él, comenzó a
servirnos uno para cada cual y después de encender el suyo, muy gentilmente encendió los
nuestros.
Después como si nada estuviera pasando, nos preguntó por nuestros nombres, los de
nuestros padres y que queríamos ser en la vida y otras cosas más, pero a cada instante nos
recordaba: “Fumen, fumen” y nosotros fumábamos un tanto estupefactos, pero sosegados.
Cuando ya estábamos casi a la mitad del cigarrillo, lleno de curiosidad nos preguntó si
sabíamos hacer “secas”, es decir tomar una bocanada, mostrar una fingida sonrisa y jalar el
aire entre los dientes hasta que el humo penetre directamente a los pulmones y mientras
hacíamos eso nos animaba: “Hagan secas, hagan secas”. A continuación, no supimos por qué,
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CIRO V. PALOMINO DONGO
nos dijo si sabíamos hacer argollitas. ¿Cómo que argollitas?, si eso lo sabe todo el mundo,
incluso es lo primero que se aprende cuando aún no puedes tragarte el humo.
Finalmente, con voz firme, pero con algo de compasión por el oscuro futuro que nos
esperaba, nos ordenó. “¡Pueden irse!” y salimos más extrañados que cuando entramos.
Más tarde nos llenamos de rabia contra el auxiliar soplón, porque no le había dicho al
director que entre los fumadores debía estar también el “fulano”, pero lo encubrió por ser hijo
de una autoridad local y también porque solo quería fregarnos a los cuatro.
Este era un energúmeno que andaba por el colegio y sus inmediaciones con un grueso
cordel de nylon con tres nudos en la punta con el que sádicamente, unas veces ahíto de rabia
y otras hasta riéndose, metía chicote al alumno que le daba la gana, porque a su parecer había
cometido una malcriadez o una travesura que solo a él le parecía inapropiado, y que esa “mala
conducta” podía corregirse o curarse con uno o varios chicotazos que invariablemente dejaba
un gran moretón y hasta una llaga en la espalda de sus víctimas.
Pero la peor parte de sus abusos la pasaban los alumnos que venían de los distritos
cercanos o de más allá, a quienes los castigaba con mayor crueldad, porque tenía la seguridad
de que nadie vendría a reclamar por ellos. Pero eso sí, no se metía con los hijos de las
autoridades, de los empleados de los sectores público o privado o de algunas familias que sí
protegían de todo mal a sus vástagos.
Recuerdo que de estos abusos casi nadie se quejaba en su casa, porque cuando
especialmente la madre del maltratado le exigía saber el porqué de esa llaga y se lo decía,
resultaba que luego de la queja de la dolida madre ante la dirección y la llamada de atención
al quejado, delante de todos sus compañeros ese palurdo le decía mostrándole el chicote: “A
ti no puedo corregirte, porque como un maricón sabes irte a quejar a tu mamita” y entonces
era cuando todos lo odiábamos -más que a él- al director por no prohibirle maltratar a los
alumnos.
La explicación para justificar esa su perversidad fue que esa era la única manera de
formar a los alumnos y encausarlos por la vida. O sea que en esos tiempos se iba al colegio
no solo para aprender la materia de los cursos, sino también para que gritándote te humillen
y castiguen gratuitamente hasta el extremo de incapacitarte para ver quién eras o podías ser,
porque según ese palurdo eso era bueno para ti y tu educación.
Casi dos semanas después de ese extraño convido que felizmente nunca llegó a
mayores, le escuché a mi padre charlar con su amigo el carpintero socialista Melchor
Torreblanca algo que le habían contado sus amigos profesores, y es que cuando el nuevo
director del plantel por medio de aquel malvado se había enterado que algunos estudiantes
fumaban dentro del bosque y luego de delatarlos le exigía que debía expulsarlos del colegio
para ejemplo de todos los demás, sin embargo el lo desafió a que tan solamente usando la
psicología podía quitarles la afición de fumar para siempre.
Que eso ya lo había hecho en otro colegio con el resultado de que los palomillas
acabaron mareados y vomitando, pero sobre todo prometiendo que nunca más iban a fumar
en su vida, pero los granujas del “Miguel Grau”, un poco más y le pedían el resto de los
cigarrillos de su cajetilla.
82
DE LA VIDA
EL CURA PALOMINO
De niño oí hablar a mi padre, mi tío y a otras personas mayores que en la capital de
una de las provincias de este departamento, vivía un cura que muy conchudamente tenía,
mantenía y convivía con un montón de sus hijos. Y no solo era eso, sino que, como cualquier
varón de aquel vecindario, disfrutaba de la vida social y cultural que solía existir en ese pueblo
durante el comienzo de la segunda mitad del siglo pasado.
Dentro de su feligresía se sabía que después de bautizar, confirmar, perdonar los
pecados, ofrecer misas, celebrar matrimonios, ungir con aceite a los moribundos y acompañar
a los muertos al cementerio, aquel cura participaba muy activamente de todas las fiestas
religiosas, populares y costumbristas de los pueblos de aquella provincia y su asistencia era
gratamente recibida, porque además de echarse sus tragos como cualquier invitado, era un
consumado guitarrista y un buen cantor de las tonadas que agradaban a los vecinos, pero eso
sí, sin dejar de guardar la estampa que su condición de clérigo, autoridad religiosa y párroco
de aquella ciudad provinciana le exigía. Y aunque no llegaba a bailar ni emborracharse
descaradamente, en su grata compañía todos los paisanos la pasaban muy bien.
Pues tenía ese raro sentimiento de ser atractivo y agradable allí donde su presencia se
hacía notar. Y por ese instintivo don de hacerse querer por caerles bien a todos, incluso sin
hablar, no pocos vecinos deseaban brindarle su amistad.
Pero sin embargo las personas que no lo conocían, además de endilgarle la paternidad
de un sinnúmero de vástagos desparramados por todos los distritos, pueblos y villorrios de
aquella comarca, supuestamente procreados con mujeres adultas, especialmente en las
solteronas y viudas, sin faltar algunas antojosas casadas que se atrevían a tentar a ese
"pescador de hombres", porque sabían que nunca saldría nada de sus labios sellados por
mandato divino. De modo que aquel pecado de desear a un hombre consagrado a mostrar en
este mundo el reino de los cielos, sería automáticamente borrado, porque no necesitaba de
confesión, ni mucho menos de perdón pues aquella falta se había cometido con quien debía
señalar la penitencia.
Dicen que ese cura fue hijo de una prominente y muy religiosa familia cusqueña. Que
primero estudio derecho y después de graduarse de abogado, cumpliendo con los designios
que le había marcado su familia, decidió ser el hombre de Dios de su casa, que ya tenía un
militar y una maestra. Así que, ingresó al Seminario y algunos años después se hizo sacerdote.
Luego de profesar sus votos monásticos, sin ningún miramiento acató la orden superior de
hacerse cargo de las almas de los fieles de la remota parroquia donde sirvió a Dios hasta su
muerte, pero sin muchas ganas de renunciar a buena parte de los deseos terrenales.
Por aquellos días la vida y el quehacer religioso del "doctor Palomino" que era como
le llamaban los que conocían y respetaban su amplio conocimiento de las ciencias jurídicas,
se desenvolvían con la naturalidad que solían hacerlo las gentes de aquellos pueblos, que
aceptaban sin ninguna mojigatería el hecho de que todo varón adulto tuviera la bendición de
ser padre de sus hijos, incluso sin importarles si era un cura, porque en sus mentes no podían
concebir aquello de renunciar voluntariamente a la reproducción que desde el comienzo de
los tiempos ha existido entre los hombres, los animales, las plantas y hasta los parásitos para
83
CIRO V. PALOMINO DONGO
seguir sobreviviendo, pues este designio ha existido tan naturalmente como el sol, las
montañas, las aguas y todo lo que vemos y sentimos gracias a que fuimos paridos vivos
dentro de la milagrosa cadena de la vida.
Será por eso por lo que en mi tierra se canta lleno de jubiló un carnavalito que dice:
"Lima, Lima nisccanqui, mejor que Lima Abancay. Señor curata huarmiyoc, colegialapa
huisayoc".
El chisme y la comidilla que le rodeaba y que la chusma maliciosa y cucufata
alegremente divulgaba por las principales ciudades del departamento, acerca de las hazañas
de un personaje al que ellos con desprecio llamaban "el cura Palomino", corría por dónde les
daba la gana. En alguno de ellos se decía que este don Juan con sotana le había puesto los
cuernos a más de la mitad de su parroquia y que había consolado a toda clase de viudas y
desvestido a todas las que se habían resignado a "vestir santos". ¿Pero cómo? Muy fácil, pues
ese truhan conocía al revés y al derecho, no solo los pecados de sus víctimas, sino sus
necesidades, angustias, sus debilidades y hasta sus carencias emocionales y si se sumaba a
esto la enorme capacidad seductora que podía tener un hombre culto, de finos modales y
seguro de si mismo, frente a unas féminas carentes de comprensión y sedientas de amor y
cariño, entonces en medio de ese trance no podía fallarle ningún lance amoroso.
Cuentan que cuando todos esos chismes fueron llegando a oídos de los demás curas.
Los más mojigatos solicitaron al obispo de la diócesis se aclaren todos los detalles de esas
muy malas noticias que empañaban el prestigio y la santidad de la iglesia. De modo que se
convocó a una reunión de sacerdotes de todas las parroquias con el objeto de recibir el informe
de los acusadores y el descargo del "doctor Palomino".
Llegado el momento los denunciantes hicieron comparecer a una niña de poco más de
seis años, porque estaban seguros de que era la hija del acusado y le preguntaron.
–¿Conoces a este señor?
–Si le conozco. –Respondió la niña.
–¿Y desde cuándo lo conoces?
–Desde siempre. –Respondió.
–¿Por qué lo conoces desde siempre? –Le volvieron a preguntar.
–Porque es mi papá. –Dijo con toda naturalidad.
Luego de un prolongado silencio, de pronto la asamblea se convirtió en un avispero
dónde todos y entre todos comenzaron a dar su opinión dentro de un enorme murmullo que
no decía nada. Cuando el obispo mandó a guardar silencio, le dio el uso de la palabra para
que formulara su descargo.
Dirigiéndose a la niña le preguntó. “¿Tú me quieres?” La niña contestó que sí y mucho.
“¿Por qué?” Le volvió a preguntar. "Porque eres mi papá y porque me das todo lo que me
hace falta", respondió. "¿Yo vivo en tu casa con tu mamá y tus hermanos?" Le preguntó. "No,
pero tú eres muy bueno conmigo, mi mamá y mis hermanos". Respondió.
84
DE LA VIDA
Después de eso el acusado asumió su defensa preguntándoles a todos sus colegas, si
de verdad sabían ¿qué era eso de ser cristiano? y si solo había un único modo de serlo. Todos
le respondieron de diferentes maneras, unos con muy sesudos racionamientos teológicos y
otros de un modo bastante simplón. Pero todos coincidieron en que era seguir las enseñanzas
de nuestro Señor y aplicarlos de todo corazón en el momento que correspondiera.
–Bueno pues, eso hago yo. Porque cuando un niño que voy a bautizar no tiene qué apellido
llevar, simplemente lo bautizo con el mío y a partir de ese momento, como si fuera su propio
padre me hago cargo de sus necesidades hasta donde alcanzan mis recursos. Pero si además
de eso, para los fines de su educación debo suscribir su paternidad ante el Registro Civil,
también lo hago de buena gana, porque para mi el apellido que llevo ya no me sirve para nada,
aún cuando para mi familia biológica pueda tener mucha importancia y valor. Pues desde el
momento que decidí con todo mi corazón servir a quien servimos, y renunciando a mi
parentela, pase a ser hermano de todos ustedes e hijo obediente de nuestros obispos, ya no
tengo linaje y por eso puedo regalar el apellido que me quedó a quien le haga falta, pero no
de un modo irresponsable, sino haciéndome cargo de la manutención de aquellos niños que
estoy prohijando, que según llevo mi cuenta son 36 criaturas de Dios, y eso seguirá siendo así
hasta el día en que me toque rendirle cuentas al Señor y no al ignorante populacho que puede
hablar lo que le venga en gana, ni a mis comedidos acusadores.
Por un momento la asamblea se quedó muda, hasta que ese lúgubre silencio se rompió
cuando el obispo despegándose de su asiento se acercó para abrazarlo y darle un beso en la
mejilla y después todos los reunidos hicieron lo mismo.
°°°000°°°
Cuando terminó de escuchar esa historia, le pregunto. –Y tú qué opinas. ¿Crees que
ese cura era inocente o culpable de lo que le estaban acusando?
–Haya hecho lo que haya hecho, para mí ese cura era inocente. Pero yo lo declaro culpable
por considerar su sexualidad como algo sucio y pecaminoso que hay que esconderla, bajo
supuestos imperativos espirituales y de santidad.
–¿Por qué?
–Porque el deseo sexual no se puede ignorar, toda vez que es una conducta innata e
inconsciente que se trasmite genéticamente entre los seres vivos de una misma especie. Sino
mira nomás los miles de brutalidades que han cometido y siguen cometiendo los curas
pedófilos y pederastas en todo el mundo y para evitar eso se necesita que todos tengan sus
mujeres o, de ser el caso, que salgan del closet y punto. ¡El resto es cuento!
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CIRO V. PALOMINO DONGO
EL MATERIALISTA
Corrían los años 70’ del siglo que dejamos atrás. Yo andaba metido en la universidad
buscando aprovechar la oportunidad que con mi ingreso me di, más el apoyo que mi familia
me brindaba, buscaba hacerme de una profesión para pasarla mejor más adelante.
Por esos tiempos quién mandaba en el país era el autodenominado Gobierno
Revolucionario de las Fuerzas Armadas, o sea eran “revolucionarios” porque a ellos les daba
la gana. Bueno pues, eran una vez más los militares que otra vez, aún en contra de la voluntad
de los peruanos y sin su consentimiento, se alucinaron los predestinados a salvar la patria.
Eran los mismos que jamás habían trabajado en algo que valiera la pena, como por
ejemplo fabricar una vela o un jabón, y mucho menos librar una victoriosa batalla donde el
país haya logrado recuperar algún territorio perdido a lo largo de su historia o defender el que
nos quedaba. Pero sin embargo se arrogaban el derecho de gobernarnos en nombre del orden,
la justicia social y el pueblo.
Bueno, aquel entonces ese régimen nos llegó con la impronta de ser de “izquierda”, es
decir revolucionarios, o sea contrarios a la “derecha” y por eso a favor y en defensa del pueblo,
como si todo lo que se llama pueblo o se conoce como tal fuera necesariamente de “izquierda”.
Según esa bellaca idea que aún persiste en nuestros días, los ricos que no son del pueblo
son de la “derecha” y por tanto no quieren que la política y la sociedad cambien. Y los pobres
que sí son el pueblo son de la “izquierda’ y por eso desean un cambio político y social, donde
una parte de los ciudadanos se haga cargo de la otra que prefiere ser mantenida por el Estado
que solo se limita a cobrar los impuestos a los que ahorran, invierten y trabajan. Además de
ser los principales beneficiarios, vía bonos, de los dineros que pagan las transnacionales por
la explotación de nuestros recursos naturales, por supuesto junto a los políticos que se roban
una buena tajada de estos ingresos.
Por esos años, capitaneados por el "Cojo Velasco", los militares les quitaron sus tierras
a los hacendados y gamonales, pagándoles solo una pequeña parte del precio que ellos mismos
le habían puesto y el resto en "Bonos" que jamás les pagaron, y porque además el modelo
feudal del negocio en el que sus padres y abuelos habían prosperado, es decir la prestación
gratuita de la mano de obra de los colonos a cambio del uso de la tierra, ya no servía para la
economía de los nuevos tiempos que necesitaba de trabajadores asalariados, para que puedan
consumir los productos que se fabricaban en la insipiente industria nacional. Fue entonces
que los afectados por la Reforma Agraria, sin decir “ni chis ni mus” le entregaron mansamente
sus tierras al Estado, y porque además, por aquí y por allá, en casi todos los países
sudamericanos comenzaron a surgir guerrillas y otras revoltosas movidas con la consigna de
matarlos.
Por esos días. ¿Dónde no se metieron y con quiénes no chocaron? Empresas públicas
y privadas, Industria, comercio, turismo, minería, pesca, educación, petróleo, comercio
exterior y las otras áreas y sectores económicos más. Sin embargo, ahora a la distancia de
cincuenta años no se ve para qué sirvió todo aquel alboroto. Y cuando después de tanta
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DE LA VIDA
movilización social a la cubana se dieron cuenta que su revolución castrense había fracasado
estrepitosamente, entregaron el poder que a la fuerza se tomaron y al menos hasta ahora ya
no joden directamente.
Por ese entonces se podía ver por todas las calles del centro de Lima y por los
alrededores de las universidades, institutos y colegios, o por las inmediaciones de los
mercados y mercadillos de abastos de sus distritos, regados por los suelos libros impresos en
Rusia, Cuba y China de la autoría de Marx, Engels, Lenin, Trotski, Stalin y Mao a precios
irrisorios, los cuales te los podías comprar por el precio de una cerveza o una cajetilla de
cigarros. Los chinos eran los más baratos, pues con el salario que un obrero ganaba en una
semana se podía adquirir una buena ruma de ellos y por todos podías gastarte el pago de una
quincena.
Esa era una parte importante de la ilusa propaganda internacional comunista que en su
ignorancia creyó que en el Perú existía una enorme cantidad de obreros y campesinos
ilustrados que iban a comprar esos libros escritos por sus autores hace mucho tiempo atrás en
Rusia o en China, para sus realidades nacionales y para su gente. Y que con esos
“revolucionarios” conocimientos la clase obrera y los campesinos iban a tomar la conducción
del Estado e instaurar la dictadura del proletariado y el socialismo y en menos de cincuenta
años el paraíso comunista. Sin enterarse que los peruanos ni en ese entonces ni ahora,
cincuenta años después, no leemos ni un periódico popular de un sol, y menos ahora que solo
nos basta pagar un pequeño plan de Internet para que el chismorreo nos llegue a través de las
redes sociales.
Pero no todo cayó en saco roto, ya que, en los medios universitarios, locales sindicales
y en algunas plazas públicas se reunían sus adeptos para adoctrinar y seguir adoctrinándose
sobre los indiscutibles alcances de esa nueva utopía destinada a redimir a la raza humana. Sin
faltar por supuesto el "comunista de la casa", un espécimen casi clandestino, por eso de andar
metido en mil conspiraciones y otros tantos secretos complots que se dictaban desde la
Habana, Moscú o Pekín. Así como, tampoco faltaba el “fumón” o el “pastelero” de la familia
que fregaba cualquier normalidad, porque estaba volviéndose loco. O la pendeja que año tras
año se aparecía en “bola” sin saber decir quién podría ser el padre de la criatura.
La manifestación popular de esa movida era evidente en la plaza San Martin o en el
Parque Universitario del centro de Lima donde alrededor de la media tarde y hasta las seis de
la mañana del día siguiente se reunían algunos grupitos de fanáticos de esa onda y según su
capacidad intelectual o su conocimiento se ponían a discutir sobre lo que en verdad dijo, no
dijo o quiso decir Marx, Lenin, Trotski o Mao sobre el materialismo histórico, el materialismo
dialéctico, la lucha de clases, las contradicciones en el seno del pueblo, la lucha armada, la
dictadura del proletariado, el socialismo, el comunismo, la revolución cultural, la plusvalía,
el capitalismo, el imperialismo, el internacionalismo y las otras vainas más que eran para ellos
verdades eternas como si se tratara de un nuevo credo religioso. Y discutían y discutían sin
ton ni son y sin medida y hasta sin sentido, exactamente igual a cómo ahora discuten sobre
una falta, una posición adelantada, una mano, un penal o un gol las barras bravas de los
equipos de fútbol o sobre su credo las sectas religiosas o satánicas.
87
CIRO V. PALOMINO DONGO
En uno de esos días un compañero de la facultad que pertenecía al grupo “Perú Negro”,
me invitó al festejo de su cumpleaños. Para mí la fiesta fue una bonita novedad porque hubo
de todo, buena comida, buena música, buena pachanga y sobre todo buen humor, pero por
motivos de la salud de un importante miembro de la familia la fiesta terminó como a las dos
de la mañana. Así que: "calabaza calabaza, cada uno a su casa". De modo que de ese lugar a
eso de las tres de la mañana llegué a la plaza San Martin y como las combis que podían
llevarme hasta el lugar donde vivía solo aparecerían a partir de las seis, entonces para hacer
tiempo me dirigí a un buen grupo de personas que discutían sobre política, donde por supuesto
el tema era el socialismo, la lucha armada para conquistar el poder, el materialismo dialéctico
y otros temas más de la misma suerte, donde los instructores o predicadores, y yo diría “las
estrellas”, eran los camaradas consecuentes y combativos, especialmente uno que sé deleitaba
"sacándole dialécticamente el ancho" a los apristas, pepecistas, acciopopulistas, testigos de
Jehová y a cualquier otro que tuviera el atrevimiento de hacerle saber qué estaba equivocado
o que sus ideas eran superiores.
En eso uno de los curiosos como yo, le preguntó.
-¿Tú en verdad eres materialista? -Le respondió que por supuesto que sí y además le lanzó
una pequeña cháchara sobre el tema y cuando terminó solo le faltó decir: "El que sigue".
-Delante de todos los presentes yo te aseguro que tan solo con el poder de mi mente, puedo
elevarte diez centímetros del piso.
Ante la admiración e incredulidad de todos los presentes, el desafiado lo miró con
desprecio y le dijo señalando a un "israelita": “Si puedes hacer lo que tú dices ahora mismo
me bautizo en la religión de este patita”.
Después el mentalista pasó al centro de la reunión y le pidió al materialista que lo
acompañara. Cuando este se acercó le suplicó que cerrará los ojos y en ese momento yo sentí
que toda la plaza se paralizó en un profundo silencio, entonces fue cuando el mentalista le
metió un sonoro sopapo diciéndole en voz alta y con tono sarcástico. "!QUÉ CLASE DE
MATERIALISTA ERES HUEVÓN, QUE CREES QUE SOLO CON MI MENTE TE
PUEDO LEVANTAR DIEZ CENTÍMETROS DEL SUELO!!" Y antes de que el
encolerizado camarada y sus compañeros lo mataran, se largó a prisa del lugar, mientras todos
nos moríamos de la risa.
A estas alturas de mi vida, pienso que todos los peruanos necesitamos un buen sopapo,
para despertar y darnos cuenta que no importa si el gobierno es de “derecha” o de “izquierda”,
pues todos los políticos diestros o siniestros que, con poco o mucho floro elegimos, son unos
incapaces y hasta ladrones, y no sólo eso sino que para una elección pueden ser de “izquierda”
y súper revolucionarios y para la siguiente de “derecha” y archiconservadores.
Y eso no es todo, puesto que una vez en el poder todos se ladean a la derecha, porque
saben que ahí está el billete que les interesa y de ese cínico modo se zurran en sus promesas
electorales y en sus propios electores, pues por el cochino dinero hasta se aparean entre ellos.
De manera que, a pesar de que todos saben que son la misma porquería, estos gañanes
se creen superiores al pueblo que los eligió y como tales se alucinan los dueños del país y por
88
DE LA VIDA
eso suponen que, dentro de los mecanismos y las leyes de una democracia representativa,
tienen el derecho de repartirlo, y como decía mi padre. “El que parte y reparte, se queda con
la mayor parte” y por eso y muchas otras cosas más son los autores de la decadencia que sufre
el país y los principales protagonistas de que el Perú se siga jodiendo.
Entonces el pueblo, metido en la misma ignorancia y estupidez de hace cincuenta años,
como si fueran zombis sin voluntad, los eligen y los reeligen permanentemente, para luego
quejarse, llorar y rajar de todos los políticos como si estos fueran una maldición enviados a
fregarles la vida por el cielo y el infierno juntos.
89
CIRO V. PALOMINO DONGO
LA QUECHUA HABLANTE
Como en cualquier día hábil y dentro del horario de trabajo, se apareció en la puerta
de lo que yo llamo “mi kiosco”, una joven de unos 25 años. Cuando reparé en su presencia le
dije. “¡Adelante! ¡Tome asiento!”. Aun cuando la mayor parte de las veces atiendo a
comuneros y otros paisanos, ésta era alta, de tez blanca, con una abundante cabellera rizada
de color castaño y vestía bluyines, una camisa de franela a cuadros verdes y rojos y calzaba
un par de medias botas marrones que cubrían un cuerpo escultural. Por ahí adiviné que tenía
los ojos claros, porque se sentó junto a la puerta por donde a esa hora penetra la brillante luz
de un sol que se despide.
–¿Runasimita yachanki? –Me preguntó.
Como esa pregunta me extrañó viniendo de quién venía, pensé que se trataba de una
gringa que en alguna parte del mundo había aprendido quechua y cómo no sabía hablar
castellano, quería comunicarse así.
–¿No sabes hablar español? –Le pregunté cómo pude en ese mismo lenguaje.
–Manan. –Me respondió.
Como esa extraña situación me confundió, para salir de las dudas, como siempre lo
hago cuando atiendo a un quechua hablante, le pregunté.
–¿Sabes leer y escribir?
–Ari. –Me contestó.
–Pues, entonces háblame en castellano mamacita, porque en quechua no nos han alfabetizado.
–Le dije un tanto enfadado.
Pregunto esto, porque absolver una consulta legal en quechua se me hace difícil debido
a que las leyes aún no se escriben en ese idioma y porque además los asuntos legales tienen
un montón de jerga jurídica que no se puede trasmitir adecuadamente en esa lengua. Por eso
me molesta no hacerles entender a los que me visitan lo que en verdad deben saber acerca de
sus derechos o pretensiones, para que ellos mismos puedan defenderse sin necesidad de
recurrir a un especialista.
Respecto del otro punto debo señalar que muchos paisanos creen que, si se presentan
ante la administración pública como analfabetos o solo quechua hablantes, todos los
funcionarios se compadecerán de esas sus “minusvalías” y les servirán de mil amores y, en
cualquier caso, positivamente.
Entonces aquella perfecta lindura comenzó a contarme en buen castellano que su madre
era conductora de una chacra seguida de una estancia ganadera que estaba ubicada en una de
las comunidades de un antiguo distrito minero y que de un tiempo a esta parte su primo se
había aparecido en el lugar para exigirle malcriadamente que desocupara su propiedad, porque
era una herencia que le había dejado su padre. Sino lo hacía dentro de un mes, entonces le
iniciaría un juicio para que el juzgado de la provincia la desaloje.
90
DE LA VIDA
También me comentó que en esa estancia sus hermanos de padre habían comenzado a
explotar una pequeña mina de cobre asociada al oro que sin mayores trabajos estaba dando
buenas ganancias. “Solo por envidia y ambición ahora dice que esas tierras eran una herencia
que mi abuelo le había dejado a su padre”. Concluyó.
Frente a la revelación de un socavón, no me quedó más que concluir: “Ahí está la
madre del cordero”.
–¿Tu primo es comunero? –Le pregunté.
–No. Ni siquiera ha nacido en el lugar. –Me respondió.
–¿Cómo se llamaba tu abuelo?
–Dicen que mi abuelo era un gringo canadiense que vino a trabajar a la mina de la Compañía
Explotadora Cotabambas de los Wiese, que además comprendía una gran extensión de tierras
agropecuarias. Cuando mi abuelo regresó a su país le compró a los Wisse esa chacra y estancia
y se la dejó a mi abuela que era de una buena familia de esa provincia, y como mi madre era
la única hija de los dos, heredó esa propiedad. Mi tío es hijo de mi abuela, pero con otro
hombre y por eso no tienen ningún derecho a esas tierras.
“A ver, déjame pensar”, le dije. Y en seguida hice mis cuentas. “Se trata de un predio
dentro de la hacienda y yacimiento minero que fue propiedad de la compañía de los Wiese,
que después de la segunda guerra mundial se la vendieron a otro gringo y a este lo expropió
la Reforma Agraria, y que al final se le adjudicó a un Grupo de Campesinos Sin Tierras que
luego se convirtió en una comunidad, que con el paso de los años acabó independizándose en
tres comunidades más. En una de ellas deben estar ubicadas esas tierras”.
–¿Tienes los papeles de la compra que hizo tu abuelo canadiense a la compañía? –Le pregunté
lleno de curiosidad.
–Ahora mismo no. –Me respondió muy preocupada y acotó. –Pero dice mi primo que esos
documentos ya no valen, porque ahora todo es de la comunidad.
–Si pues, tiene razón y precisamente por eso no puede creerse propietario de las tierras de una
comunidad cuando ni siquiera es un comunero empadronado. Y para que no siga molestando
a tu mamá, si ella está empadronada, debe solicitarles a los directivos comunales el
otorgamiento de un Certificado de Uso de Tierras de acuerdo con este modelo. –Y le alcancé
un formato advirtiéndole. –En la parte que dice. “Años de Posesión” debe sumarse los años
de posesión que tuvo tu abuela, por ejemplo, si tu abuela poseyó 40 años y tu madre 30 debe
ponerse 70 años. –En ese momento hice una pausa para averiguar si me estaba
comprendiendo. –¿Me entiendes? –Y como hizo una señal afirmativa con sus grandes ojos
color verde esmeralda, seguida de una turbadora sonrisa, continué.
–Mucho menos pueden ser heredadas, porque se trata de una propiedad ajena, en este caso de
la comunidad y porque nuestros padres y demás familiares sólo pueden heredarnos los bienes
que a título de propiedad tienen a su nombre. En las comunidades solo puede transferirse el
usufructo de las parcelas familiares que condujeron los parientes fallecidos ya sea por escrito
o tradición directa.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
–Señor disculpe la confianza, pero quisiera saber qué puedo hacer para que esas tierras puedan
ser de mi propiedad y ya no de la comunidad. –Me preguntó un tanto avergonzada.
–Eso es “harina de otro costal”. Mejor has lo que te estoy sugiriendo que por ahora es lo más
urgente y quizá más adelante cuando las leyes se modifiquen en ese punto podemos hablar de
otro modo. –Le recomendé.
–¡Okey! –Me respondió entusiasmada.
–¿Y vas a dejar que tu primo siga molestando a tu mamá? –Le pregunté para saber qué haría
con el problema que le estaba ocasionando aquel ambicioso pariente.
–¡Obviamente que no! –Me respondió decididamente.
Terminada la consulta, quizá a modo de halagarme me preguntó si yo era del lugar.
“Pikisiki hasta las patas” le contesté riéndome. Luego ella me contó que gracias a la iglesia
había podido viajar a trabajar a Italia donde vivió más de seis años y que después de arreglar
los asuntos de su madre regresaría a ese país, porque allí había muchas oportunidades y como
se le daba muy bien eso de aprender idiomas quería terminar su francés y luego empezar el
inglés y quizá después seguir con el alemán. Y así, gracias a su ángel e inteligencia, aquella
conversación se hizo más íntima con el propósito de hallar vínculos más significativos para
algo más trascendental, como eso de hacernos amigos.
Para finalizar abriendo ampliamente sus brillantes y coquetos ojos, muy delicadamente
me preguntó: “¿No sé si después de su trabajo podemos tomarnos un cafecito? ¡Yo invito!”.
Decliné su invitación del modo más gentil que pude porque tenía algo pendiente para esa
hora. Cuando me despedí comencé a fantasear en voz alta y solo para mi. “Oye quechua
hablante que sabes decir ‘Okey’ y ‘obviamente que no’, además de ser aspirante a políglota,
si hace 30 años me hubieras invitado ese cafecito, de seguro habríamos acabado en una
discoteca y de allí no hubiéramos parado hasta llegar al infierno”.
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DE LA VIDA
CUANDO EL PUEBLO QUISO COMPRAR LA HACIENDA
PATIBAMBA
En la década de los años 80’ del siglo pasado por motivos de mi trabajo en el Sector
Público Agrario de Abancay, al momento de realizar las adjudicaciones de las tierras de la
expropiada ex hacienda Patibamba, los encargados de esta tarea nos percatamos que mucha
de la información que aparecía en el informe oficial de su valorización, no se correspondía
con la realidad. Es decir, donde decía “tierras bajo riego” no existía ningún sistema de
irrigación o, que la extensión de las superficies de algunos sectores de la hacienda en realidad
era mucho menos.
Un día de esos del mes de noviembre cuando el sol de este valle “se pasa de vueltas”
quemando las cabezas y secando las gargantas, nos fuimos a tomar una cerveza al patio del
“Gato Negro” y allí nos encontramos con quien fuera un legítimo abanquino, el conocido
Leonidas Espinoza Garivay, líder en la producción de caña de azúcar y aguardiente.
Dicharachero, ocurrente, pícaro, sin pelos en la lengua para decir quién era quién como
hombre, padre de familia, marido y trabajador, pero jamás se refería a sus coterráneos por
presumir de llevar un apellido de un supuesto rancio linaje, pues entre nosotros los
“pikisiquis” no existe esa cojuda pretensión y por eso al que nos viene con esa prosapia
simplemente lo mandamos a la mierda. Porque aquí en el valle de los Amancaes, desde
siempre, cada quién es cada cual y si quieres presumir de algo más tienes que demostrarlo
trabajando y prosperando honestamente.
Esa es una costumbre borbónica cusqueña. No sé si es buena o mala, pero arraigada
desde comienzos del colonial siglo XVIII, donde un pequeño grupo de familias controlaban
el poder colonial del lugar y por eso fueron muy influyentes en los asuntos económicos,
sociales y religiosos de su medio y de su tiempo, pero siempre dependientes de la nobleza
virreinal de la Ciudad de los Reyes, cuya posición étnica y económica era superior a la de
cualquier élite provincial, porque estaba reconocida oficialmente por la Corona Española a
través de títulos y demás preeminencias que en pleno siglo XXI resultan anacrónicos y hasta
huachafos.
En medio de los chistes, las risas, las anécdotas y el chismorreo, se me ocurrió hablar
sobre esa curiosa situación que estábamos encontrando en las adjudicaciones de las tierras de
la expropiación Patibamba y este abanquino nos contó que en una asamblea popular que se
llevó a cabo en el local de la Sociedad de Artesanos de Abancay, se conformó una comisión
para ir a las oficinas de la hacienda para proponerle a su propietario la compraventa de
Patibamba por parte de los vecinos de la ciudad.
Antes de lanzar su propuesta los comisionados le expresaron su ya bastante conocida
queja de que la ciudad estaba cercada por su propiedad y que como capital de departamento
no tenía por dónde crecer como cualquier otra urbe que tenía este mismo título. Y por ese
motivo ya estaban cansados de que todo el mundo, especialmente los andahuaylinos, se
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CIRO V. PALOMINO DONGO
mofaran diciendo que Abancay era la única hacienda del Perú con Prefectura, Corte Superior
de Justicia, Comandancia Policial, Obispado y catedral.
Despues de oír su propuesta que el propietario Cirilo Trelles, ya la conocía casi
inmediatamente después de aquella reunión, gracias a que tenía un montón de soplones
esparcidos por todo el pueblo; entonces de buen talante les dijo: “¡No hay problema! ¡En esta
vida, todo se vende y todo se compra! Si es que lo que se vende se puede pagar y si lo que se
puede pagar está a la venta”, y les pidió que volvieran al día siguiente para decirles el precio
de Patibamba, la que fue de ¡TRES MILLONES DE SOLES ORO!! Una inmensa fortuna
para aquellos tiempos y mucho más para un pueblo que en su mayoría eran campesinos,
artesanos, arrendatarios y colonos de las haciendas del valle.
Ante esa oferta se convocó a una asamblea popular en el mismo local a la que acudieron
no solo los socios, sino una parte importante de los pobladores de la ciudad, donde todos se
comprometieron a poner de su parte los dineros para adquirirla. Para ese fin se abrió un
cuaderno donde se les advirtió que, sin menoscabo de la verdad, ofrecieran seriamente los
dineros que realmente tenían en efectivo. Entonces los vecinos se anotaron señalando el
monto del dinero que iban a contribuir, y que al momento en que hicieran efectiva su
aportación se les daría un recibo y que todos los dineros recaudados se depositarían en una
cuenta bancaria.
Lo cierto fue que sumadas las cantidades que los vecinos se comprometieron a aportar
dentro de aquel cuaderno, el total de esas ofertas no alcanzó ni siquiera al monto de 50,000
soles y a la hora de hacer el aporte efectivo de sus promesas no apareció ni un solo centavo.
Sin embargo, algunos paisanos se aparecieron con sus dineros en la mano, pero diciendo que
se lo entregarían al mismísimo propietario.
Estando así la realidad de aquel asunto, aquella compraventa popular no prosperó, pero
sirvió de acicate para que contando con el asesoramiento de los abogados y tinterillos de la
ciudad enviaran un montón de memoriales a la Presidencia de la República y al Congreso y
hasta constituyeron un Comité Pro-Adquisición de Patibamba. A la lucha de los
socialistas de la sociedad de artesanos se sumaron los distinguidos señoritos del Partido
Aprista que exhibían un sombrero cordobés de paja o un canotier francés y hasta una chistera
junto a un fino bastón, supongo que, para andar a la moda, pero de paso para distinguirse de
los indios o mestizos igual a ellos.
Está escrito en muchos artículos que bien podrían pasar ser parte de la historia
abanquina y en el libro del Diario de Debates de las Cámaras de Senadores y de diputados y
del propio Congreso de la República, los entresijos de la expropiación de la hacienda
Patibamba, cuando por fin para la algarabía de los abanquinos se promulgó y publicó la Ley
Nº 12706 del 15 de enero de 1957, mediante la cual se declaró de necesidad y utilidad pública
la expropiación de la hacienda Patibamba de Abancay y se creó la Junta de Fomento de la
pequeña propiedad de Apurímac, que en sus artículos 1º al 6º disponía:
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DE LA VIDA
“ARTICULO 1º.- Declárase de necesidad y utilidad pública la expropiación del
área del terreno que conforma la Hacienda Patibamba, ubicado en la Provincia
de Abancay del Departamento de Apurímac.
ARTICULO 2º.- Autorízase al Poder Ejecutivo para financiar la expropiación
del mencionado fundo, mediante las operaciones de crédito que estime
convenientes, afectando en garantía las tierras objeto de la expropiación.
ARTICULO 3º.- Los terrenos expropiados se destinarán a la expansión urbana
de la ciudad de Abancay y al fomento de la pequeña propiedad rural.
ARTICULO 4º.- El Ministerio de Fomento y Obras Públicas procederá a la
ampliación del plano regulador de la ciudad de Abancay, incluyendo en él las
zonas a expropiarse, a fin de contemplar el futuro crecimiento y desarrollo del
área urbana y las necesidades para obras públicas.
ARTICULO 5º.- Igualmente, el Ministerio de Fomento y Obras Públicas, con el
área sobrante de las zonas expropiadas, estructurará el plano de parcelación
de las áreas rústicas para su venta entre los pequeños agricultores del lugar.
ARTICULO 6º.- Créase una Junta de Fomento de la Pequeña Propiedad en
Apurímac con sede en la ciudad de Abancay, que se encargará del
cumplimiento de la presente ley y que estará integrada por el Fiscal más
antiguo de la Corte Superior del Distrito Judicial de Apurímac, que la presidirá,
por el Alcalde del Concejo Provincial de Abancay, por el Ingeniero Regional
de Agricultura, por el Delegado del Cuerpo Técnico de Tasaciones, por el
Presidente del Comité Pro-Adquisición de Patibamba, por el Presidente de la
Sociedad Agropecuaria, por el Presidente de la Sociedad de Artesanos y por
un Delegado de los pequeños arrendatarios de la Hacienda que se expropia”.
Luego de la valorización realizada por el Ministerio de Fomento y Obras Públicas,
quien mediante Resolución Ministerial Nº 81, del 08 de febrero de 1957, designó a los
ingenieros Leopoldo Alencastre Gutiérrez y Emilio Turpaud Cacho, para que practiquen la
valorización de la hacienda expropiada, la misma que arrojó la suma S/. 6’245.118.00, es
decir, ¡MÁS DEL DOBLE DE LO QUE EL HACENDADO LES OFRECIÓ COMO EL
PRECIO DE SU VENTA A LOS ABANQUINOS!!
Entonces fue cuando todos los hacendados de Apurímac y de muchas partes del país,
quisieron venderle sus haciendas al Estado Peruano, porque a ese precio realmente
sobrevaluado, resultaba un pingüe negocio que les expropien sus fundos.
Cuando le pregunté a mi fuente qué había pasado, me respondió.
–¡Cómo iba a ser de otro modo! Si los ingenieros valorizadores se alojaron en la casa hacienda
de Patibamba por todo el tiempo que duró su trabajo, bajo el asesoramiento del propio
hacendado. Entonces que más quieres que te diga.
Por un momento me quedé pensando en esa circunstancia, hasta que, para llamar mi
atención, agregó.
95
CIRO V. PALOMINO DONGO
–La cosa fue que todo se negoció entre hacendados. Uno que era el dueño de la hacienda y el
otro que era Presidente del Congreso y encima paisano de estas alturas. ¡O acaso estás
pensando en los huevos del gallo!
Después se promulgó la Ley Nº 13849, del 11 de enero de 1962, que declaró de
necesidad y utilidad pública la expropiación de los terrenos de los fundos "Sahuanay" y
Mauca-calle”, que eran terrenos realengos de la hacienda Illanya, pertenecientes al mismo
propietario. Lo que quería decir, que ese ganancioso negociado continuó.
96
DE LA VIDA
EL “JAIJADO”
–Si señora con su padre estábamos a punto de iniciar un proceso sobre petición de herencia.
Pero ahora que me dice y me prueba que ha muerto, quiere que le devuelva todos sus
documentos. –Le comentó el letrado y agregó. –No hay ningún problema, siempre que me
firme un cargo de su recepción porque, así como usted, pueden venir sus hermanos y sabe
Dios quien más a solicitarme los mismos papeles, entonces yo sabré decirles quién lo tiene.
Pero además tendrá que pagarme los honorarios que tenía pendiente de cancelarme el finado.
Sacó un folder de su archivador, fotocopió todo su contenido y luego se puso a redactar
un cargo de entrega.
–¿Y de qué murió su padre? –Le preguntó.
–Aunque los médicos nos han dicho que fue de una pulmonía fulminante, pero para nosotros
el culpable es su primo Aquilino Sierra que se murió hace seis meses.
–¿Y cómo un muerto puede matar?
–No es eso señor, sino que el don Aquilino era su enemigo, pero enemigo de verdad y por eso
creo que como éste en vida le hizo tanto daño, yo considero que su alma que aún debe estar
penando en este mundo sólo para seguir perjudicando, lo ha "jaijado" y en ese afán no ha
parado hasta matarlo. –Dijo la mujer convencida de que exponía una gran verdad.
–¿Y por qué siendo su primo tenía que ser su acérrimo enemigo? –Le preguntó lleno de
curiosidad.
–Porque mi abuelo que era hermano del padre del Aquilino Sierra, lo odiaba a causa de que
éste en combina con el teniente gobernador, el juez de paz y las autoridades de la comunidad
le quitaron el echadero de “Jorahuira” que su madre le había prometido dejarle, porque esos
pastizales eran de la propiedad de sus padres. Y como por ese motivo mi abuelo era enemigo
de su hermano, cuando nacieron mi padre y sus hermanos tenían que ser enemigos de los hijos
de su tío, porque así tiene que ser, sino para qué son familia. –Y así con la mayor convicción
le confío la mujer esa su verdad, sin reparar si era buena o mala, útil o inútil aquello que
expresaba.
Al escuchar por enésima vez lo mismo, constató que este modo atávico de odiar aún
pervive en los pueblos comuneros y el resentimiento se funda básicamente en las
controversias por la tenencia de tierras que es su principal fuente de sustento. Porque cuanta
más extensión de tierras de cultivo y de pastos naturales se encuentren bajo el dominio de una
familia, mayores son sus probabilidades de subsistir y que los hijos nacidos vivos crezcan con
buena alimentación y sin morirse de niños, para que cuando dejen de ser “huarmas” sean
útiles para cultivar las chacras y pastar las crianzas.
–¿Y por qué ustedes tienen tanta necesidad de odiar? –Le preguntó a boca de jarro.
–¿Y quién le ha dicho a usted que nosotros odiamos? Yo al menos no le he hablado de odio,
sino de enemigos nomás. –Le respondió con extrañeza.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
En este punto pudiera ser que hasta tenga algo de razón, porque está gente sabe que el
odio es un sentimiento muy fuerte que nace del miedo intenso y prolongado y por eso no lo
detestan y aunque disfrazado de enemistad lo consideran un sentimiento noble, porque por
cientos de años han nacido, crecido y muerto odiando primero a los conquistadores genocidas
y luego a los Corregidores, curas, hacendados y después a los gamonales, y estos a ellos, con
la diferencia que los últimos podían vengarse de ese resquemor haciendo más sufridas sus
tristes existencias.
Y aun cuando lo niegan, porque eso no es cristiano, los hijos de los hijos de aquellos
tienen metido el odio hasta en los genes, porque los temores que incuba un estado permanente
de dominación, sumisión y exclusión solo se soporta odiando, por eso los verás por el campo,
la ciudad y hasta dentro de sus familias y matrimonios aborreciendo rustica y silenciosamente
a los que los rodean por cualquier motivo que a su parecer consideran un agravio para sus
confusos intereses, convicciones y sentimientos, pese a que ese afán menoscaba su capacidad
de convivir y confraternizar e inclusive su propia libertad y hasta su felicidad.
–¿Y en su pueblo qué es eso de “jaijar”? –Le preguntó con tono de curiosidad.
–Eso sucede cuando las almas de los que recién se han muerto tienen que vagar por el mundo
recogiendo sus pasos y cuando por casualidad se topan con personas débiles les provocan
mareos, decaimiento, escalofríos, dolor de cabeza, de estómago y hasta desmayos. Cuando
alguien es “jaijado” hay que frotarse las manos con “marjo”, “Santa María” o ruda mesclada
con orines y pasarse por la cara, el cuello y el estómago. Después se debe escupir sobre la
yerba usada y tirarla al fogón o a un lugar descampado para que pase el maleficio. Si son
varones adultos se debe además lanzarles bocanadas de humo de tabaco y frotarles el cuerpo
con aguardiente. Para que finalmente los efectos de la “jaijada” se pasen, los afectados deben
dormir el sueño que esta curación provoca. Eso es lo normal.
–¿Y cuál es lo anormal? –Le preguntó con el vivo deseo de saber algo más de aquel fenómeno
paranormal.
–Lo más grave ocurre cuando el alma que puede ser de la persona que tú sin querer provocaste
su muerte o es de tu enemigo, se instala en tu casa y no se va hasta llevarse al que vino a
“jaijar”. Por eso yo estoy segura de que ese maldito del Aquilino Sierra se ha metido en la
casa de mi papá, solo para llevárselo y si hubieran empezado ese juicio de recuperación de
sus tierras, seguramente se lo hubiera llevado a usted también, porque ya habría pasado a ser
su enemigo.
–¿Y porque ustedes no hicieron algo para curarlo? –Le preguntó.
–Hicimos todo lo que pudimos y hasta lo bañamos en una infusión de las tres yerbas, mientras
dos poderosos “yachac”, uno invocando a los “Apus” del pueblo le soplaba con aguardiente
todo su cuerpo y el otro rezando misteriosas plegarias le echaba bocanadas de humo del
cigarro que fumaba. Pero cada vez que hacíamos eso su enemigo se ponía más maldito. Hasta
que una noche regresó acompañado de varios zorrinos que hicieron apestar casi todo el pueblo
para llevárselo, pero como no quise darle ese gusto, agonizando me lo traje al hospital de esta
ciudad y para vengarme de su maldad le entregué su alma a la Gloria del Señor a través de
los santos óleos que le impartió un padrecito. Pero antes de regresarlo a mi pueblo para darle
una cristiana sepultura, le hice rezar una misa de cuerpo presente en la capilla del hospital.
98
DE LA VIDA
De eso me siento satisfecha, porque no dejé que ese condenado se lo llevara al infierno donde
seguro ahora está pagando sus pecados. –Le dijo con el pecho inflado de orgullo.
–La verdad señora, es que no creo que alguien pueda morirse por haber sido "jaijado". Incluso
no creo que eso exista. –Le refutó sin compasión por ser enemigo de las supersticiones.
–¿Entonces señor que cree que pasó? –Le preguntó cómo desafiándolo a dar una mejor
explicación de lo que ella había dicho.
–Yo creo que su padre se debilitó y se murió de pena por la muerte de su peor enemigo, porque
gracias a él podía justificar todos sus fracasos y sus males. Pero como el culpable de sus
desgracias ya no estaba más en este mundo, y como todo lo malo que le estaba sucediendo ya
no venía de su enemigo, sino por su propia culpa, y tantas serían estas que acabaron por
matarlo.
–¡Dígame rápido cuánto le debía mi padre y devuélvame esos papeles! No creo que nadie
tenga la paciencia para escuchar las sonseras que como un loco está usted hablando. –Le dijo
la mujer bastante ofuscada.
Al tiempo que entregándole los documentos y recibiendo su paga, le preguntó con algo
de sorna y de broma, como sólo saben hacerlo las gentes de estos lugares. –¿Lo único que
quiero saber antes que se vaya, es que si con usted quedamos como amigos o enemigos?
–!No sé señor! Lo único que puedo decirle es que de acá en adelante nunca más volveremos
a vernos. –Firmó el cargo y tomó los documentos y como si la hubieran humillado o
gravemente insultado se fue levantando la cabeza llena de indignación y sin despedirse.
Unos meses más adelante llegaron hasta su Estudio Jurídico los otros hijos del
“jaijado”, para decirle que necesitaban urgentemente los documentos que su padre le había
confiado, porque su hermana Teresa a pesar de ser la única educada por sus padres para ser
profesora, estaba iniciando un juicio de petición de herencia contra los herederos de Aquilino
Sierra para recuperar ella sola las tierras de la cabaña de “Jorahuira”, porque notarialmente se
había hecho declarar heredera universal de los bienes de sus difuntos padres.
Cuando les hizo saber con el cargo de la entrega de los documentos de su padre a su
hermana Teresa Concepción Ccarayhua Vargas, les dijo que no se preocuparan porque él tenía
hasta dos copias legalizadas de todos esos papeles. Pero lo que ahora correspondía era que
ellos también se hicieran declarar herederos legales del intestado por la misma Notaria Pública
y con ese documento se presentaran como litisconsortes necesarios en el juicio que había
iniciado su hermana.
–¿Señor podemos tomar sus servicios? –Le preguntó uno de ellos.
–¡Por supuesto! No tengo ningún impedimento y además no me gustan las codiciosas. –Le
respondió y agregó preguntándole. –A propósito, ¿de qué murió su padre?
–De pulmonía fulminante. –Le respondió.
–¿No se murió por haber sido “jaijado” por su enemigo? Un pariente que se murió antes de
él.
99
CIRO V. PALOMINO DONGO
–No señor. Eso dice ella porque nuestro padre se murió cuando sanito y bueno estaba bajo
sus cuidados porque era su turno. Pero cuando se puso mal en vez de llevarlo al centro de
salud del pueblo para que lo sanaran, lo puso en manos de unos “laiccas” que lo bañaron con
un montón de hierbas y aguardiente hasta matarlo.
–¿Seguramente por esa negligencia y por el juicio que sólo para su provecho está tramitando,
todos ustedes la estarán odiando? –Les preguntó.
–No señor. Solamente se ha convertido en nuestra enemiga y creemos que con lo que usted
nos está recomendando nos podremos vengar.
–Yo, por el contrario, odio a mis enemigos.
–Eso no es bueno señor, porque quema la sangre. –Le advirtió.
100
DE LA VIDA
EL PALTO-MALLQUI
Como siempre que nos veíamos, teníamos el gusto de saludarnos. Pero esa vez no solo
pasó de un abrazo, sino que hubo una invitación a servirme un lonche, porque ya venía la hora
en que el agonizante sol cubierto con una capa de nubes doradas y otras veces sangrantes,
debía morirse tras el cerro Qorawire, después de calentar el valle y evaporar las aguas de los
alegres ríos que lo recorren, para volver convertidos en las benditas lluvias que levantan la
ubérrima floresta que rodea la ciudad.
"¿Qué deseas?", me preguntó. "Un café con leche con unos taparacos y nata", le
respondí. Pues no podía ser de otro modo, estando donde estábamos y siendo quienes éramos.
Estos mis amigos que me los he ido ganando al tiempo que ellos también se tomaron
por asalto mi afecto. Son de la vida, de la calle, de las charlas íntimas, del licor, del cigarro,
de los gustos, de las aficiones compartidas y de los amores que, naciendo, gozando, riendo y
llorando se fueron, dejándonos entre tanto frío tan solo el calor de los amigos. Ellos son los
testigos de lo que me ocurre por el hecho de ser y estar vivo en este mundo.
Y alojándome en algún rincón de su cariño, me secuestran de la melancolía,
recordándome que después de todo, con cada mañana llega un tiempo nuevo y que existe ese
lugar donde reina la alegría sobre el abatimiento. Estos mis amigos que podrán estar donde
quieran, incluso metidos dentro del vientre de la madre tierra; jamás podrán desprenderse del
lugar que tienen dentro de mi alma y mi corazón.
Ya disfrutando del lonche, me confío que el año pasado, no sabe si porqué ya estaba
borracho o para impresionar a la muchacha que además de estar “buenaza” fue su pareja en
aquella ocasión, se tumbó la yunsa del barrio de la salida del pueblo. Pero ese no era el
problema, “porque todos los vecinos hacen una generosa chancha”, para que la decana
tradición de aquel vecindario no se pierda y por supuesto para pasarla mejor que el año
anterior. “!Siempre mejorando!”
Pero su principal preocupación, como siempre lo ha sido para todos los
“tumbamallquis”, era conseguir el árbol. "Tú qué trabajas con la gente del campo, puedes
averiguármelo quién me puede vender un buen molle, un capulí o un pacae?, me suplicó. "No
hay problema. A partir de mañana comenzaré a preguntar quién me puede vender un árbol,
diciendo que necesito reparar una yunsa que tumbé con una ‘pucapolleracha’ y si las cosas
me salen bien, tumbo a la chola también". Riéndome le prometí e hice eso. Hasta que al quinto
día de mis indagaciones alguien me respondió diciéndome. "Yo señor le regalo uno, pero es
un árbol de palto que todavía sembró mi padre que en paz descanse, pero a pesar de haber
crecido muchos años nunca nos dio un solo fruto, pero por su altura y la extensión de sus
ramas está bueno para una yunsa".
Otro día me encontré con uno de sus vecinos y le dije que, si lo veía le avisara que
encontré lo que me había pedido y que lo mejor de todo, era gratis. Unas horas más tarde vino
a verme y le dije. "Mira, no es un molle, ni un pacay, menos un capulí. Es un palto". "Pero si
hay algo, lo mejor que se puede hacer es ir a verlo, para ver qué resulta. ¡Algo es algo, peor
es nada!”. ¿Te parece el sábado?", me dijo lleno de entusiasmo. “No hay problema además
una de las líneas de las combis pasa muy cerca de allí”, le respondí.
101
CIRO V. PALOMINO DONGO
Cuando llegamos a esa chacra, felizmente estaba su dueño y con mucho gusto nos
mostró un palto que estaba en el centro de una parcela de casi una hectárea de extensión, que
por el espesor del pasto y la abundancia de la mala hierba y de las inútiles matas de arbustos
que habían crecido sin control, se notaba que hacía tiempo no lo sembraban. "¡Está bueno
compadre, el domingo temprano me lo llevo!", me dijo lleno de contento y agregó. "¿De
verdad es gratis?". "Ya te dije que me lo está regalando. Lo único que hay que hacer es llevarlo
a una de las chicherías que él debe conocer e invitarle unos “bayos” y la comida que ahí
preparan”. Y no solo hicimos eso, sino que lo invitamos a la yunsa para "chuparnos hasta las
patas". "Yo sé cantar los carnavales de antes en purito quechua", nos dijo y le respondimos.
"!Qué mejor, si lo que queremos es rescatar los carnavalitos antiguos!" Cuando acabé mi
ración de picante y chicha, me despedí de los dos porque decidieron quedarse “un poquito
más”, pero antes de marcharme le agradecí de todo corazón, advirtiéndole que el domingo mi
amigo iba a venir con sus comparsas a llevarse el árbol porque yo tenía mucho que hacer
desde temprano.
Seguramente en ese “un poquito más” se preguntaron por sus apellidos y por medio de
ellos se conectaron con las familias de más arriba o más abajo, de ese u otro lugar, y después
con los apellidos de sus esposas y así fueron haciendo conexiones de parentesco con estas u
otras familias, hasta que arribaron a la conclusión de que muy bien podrían ser parientes
lejanos, sin llegar a enterarse que quizá sus ancestros bajaron del mismo barco que los trajo
de España al nuevo mundo en busca de una vida mejor.
Se fueron, lo talaron, lo trajeron, lo plantaron en medio de una ancha avenida y lo
adornaron con todos los aderezos que debe tener una buena yunsa. Como en la tarde de ese
domingo estaba por la calle, me di un salto para ver cómo había quedado el palto–mallqui.
Estaba simpático y muy bien adornado y como la fiesta estaba a punto de empezar por ahí
estaba mi amigo y su pareja que no solo era una linda abanquina, sino que estaba “buenaza”
de verdad y no solo ella sino todas las que vestían el traje típico de las mujeres de este valle,
que de verdad es suntuoso y por eso caro.
Estaba pensando en eso, cuando por allí se aparecieron los músicos que, al igual que
todas las parejas y el propio árbol terminarían de caer llenos de jubiló, chicha, cerveza y la
gustosa fatiga de cantar y danzar por varias horas seguidas. Pero con la ancestral y milenaria
satisfacción de saber que por haber gozado plenamente los carnavales, el año entero será
alegre y venturoso, porque lo que fue bueno y alegre seguirá siendo así para siempre y lo que
es triste y melancólico seguirá siendo igual hasta cuándo decidas zambullirte de lleno en los
próximos carnavales, para recuperar la alegría de sentir que aún estas vivo.
Por ahí vi a nuestro generoso invitado correctamente vestido a lo neto abanquino, que
al verme se acercó a saludarme y decirme que, si podía visitarme en mi trabajo, para
consultarme algo que le preocupaba. “No hay problema”, le respondí.
En medio de esa fascinación se acercó un compañero de trabajo para decirme. "Ustedes
los abanquinos son bien borrachos y jaraneros y para divertirse no les interesa tumbar un buen
palto. "Yo también estaba pensando en eso, pero será por qué estoy aquí de sapo, cuando la
verdad es que quisiera estar metido ahí adentro", le respondí. "No es por eso, sino por esa
especie de árbol de paltas que todavía son de los tiempos de las haciendas y porque sus frutos
son cremosos como la mantequilla", me informó. "A mí me habían dicho que esos árboles
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DE LA VIDA
son tan raros que algunos dan frutos y otros no”, le repliqué. "Todos dan frutos después de
veinte o más años". “¿Cuándo festejas tu cumpleaños o te metes una ‘huasca’, gastas o no
gastas?”, le pregunté. “Claro que hay que gastar, ¿sino cómo?”, me respondió. “Así también
estos paisanos tienen que gastar para darse el gusto de jaranearse según su costumbre, sin
importarles un carajo si ese árbol es de los tiempos de las haciendas y que, pasados más de
veinte años sin que sean ellos, pueda alguien comerse unas paltas raras y cremosas”.
Para salir de ese tema que podía volverse fastidioso, le pregunté. "¿Cómo se sabe si
ese vestido que llevan las muchachas es un traje típico o un disfraz? “No lo sé", me respondió.
"Si las muchachas están sin calzón, el traje es típico, pero si están con calzón, es un disfraz".
Y luego de reírnos, me despedí.
Pasado unos días se apareció por mi trabajo el hermano del campesino regalón
diciéndome lleno de cólera que en cuánto me había vendido su árbol. "A mí nadie me ha
vendido ningún árbol y de que árbol me estás hablando", le dije lleno de curiosidad.
Entonces el hombre comenzó a contarme que por culpa de ese maldito borracho hasta
ahora y por más de diez años no puede tomar posesión de la herencia que le dejaron sus
padres. "¿O sea él nomás quiere ser dueño de toda esa chacra?”, le pregunté. "¿Mientras tú
vives en la cochina calle o alquilando tierras de cultivo?”, le volví a preguntar. "No es así
señor. yo vivo un poco más arriba porque tengo ganado", me respondió. "¿Pero los terrenos
de arriba también son de tus padres?, le volví a preguntar. "Sí señor, pero yo tengo ganado”,
reconoció. "¿Y qué te dice tu hermano?”, le repregunté. “Que como esos terrenos son nuestra
herencia, nos toca repartirnos a medias incluso el ganado, cuando ya todo el ganado es otro",
me respondió. "¿Y por qué no le inicias un juicio para hacerte respetar?", le recomendé.
"Porque no tengo plata", me dijo y le retruqué. "¿Cómo no vas a tener plata si eres ganadero?".
Según me había confiado nuestro mecenas arbóreo, la verdad era que su hermano ya
había hecho todos los intentos para tener una parte de la chacra de abajo, pero sin desprenderse
ni un palmo de las tierras de arriba y en ese empeño solo consiguió que el Poder Judicial en
una sentencia ordenara que había que hacer una división partición de todo lo que habían
dejado sus padres, y que en vista de ello dejó de sembrar la parcela donde estaba ese palto
que se murió dos veces, con la esperanza que su hermano también le dejara libre la parte que
le correspondía en los terrenos de arriba. Pero mientras tanto se puso a contar año tras año
cuanto del ganado que le había dejado sus padres estaba reproduciéndose y cuántos su
hermano estaba vendiendo y por ahí con el buen humor que le caracterizaba iba diciéndole a
todo el mundo que vaya criando nomás, porque pronto estaría solicitando al juzgado que de
una vez por todas ejecute la sentencia y reparta la herencia como ordena la ley.
"Esto no se va a quedar así señor, porque yo sé que por órdenes de usted han cortado
y llevado mi árbol de paltas más de diez jóvenes el domingo quince a las ocho de la mañana,
para reparar una yunsa que seguramente usted ha tumbado el año pasado", aseveró. "¿Y que
yunsa habría sido?, le pregunté. “No sé todavía, pero averiguaré para denunciarle aquí en su
trabajo y ante la policía por el daño que me ha hecho, que con todo y el abogado que voy a
tomar me costará más de tres mil soles. Por eso sí no quiere usted tener problemas, debe
pagarme en este momento mil soles", me respondió. “Por lo que me dices veo que ya tienes
experiencia en eso de tomar abogados. ¿Y de dónde has sacado la idea que yo ando con mil
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CIRO V. PALOMINO DONGO
soles en el bolsillo?", le pregunté lleno de estupor frente a esa altanería. "No es que yo diga
que ahorita tiene mil soles en sus bolsillos, pero ustedes los empleados tienen una tarjeta para
sacar plata del banco o de aquí mismo, porque en la tesorería pueden adelantarle su sueldo".
"¡Escúchame con atención! Yo no quiero ser tu enemigo, porque muchas veces vamos
a tener que encontrarnos.” Le dije con tono muy serio e irrefutable. Luego le conté que su
hermano me estaba vendiendo el cincuenta por ciento de la herencia de sus padres que por
mandato judicial le correspondía, y como eso nos iba a convertir en vecinos de los terrenos
de arriba y de abajo, no sería sano ni civilizado que acabemos odiándonos. “Porque al final
nada de lo que pensemos, ni tú, ni yo va a solucionar lo que en realidad va a pasar, porque
estamos en una sociedad gobernada por las leyes y garantizada por las fuerzas del orden.”
Para finalizar le dije que ese bendito árbol que yo no tumbé, ni me lo llevé a una yunsa que
no era la mía, se lo pagaría con la parte del ganado que me debía entregar. "¿O crees que yo
también soy un huevón como tú hermano?".
"¿En cuánto te está vendiendo?, me preguntó lleno de furia y temor. "En su precio, ni
más ni menos, porque hay que tener en cuenta la cantidad de dinero que voy a gastar en
desalojarte y en lograr que me entregues la parte del ganado que me corresponde y eso no es
para que mis compañeros de trabajo estén diciendo por todas partes que me estoy comiendo
vivito y coleando a tu hermano, aprovechándome de que eres su peor enemigo y solo quiere
vengarse de ti, aunque sea perdiendo”.
Si aquel sujeto pudiese suplicarme que no comprara nada o si pudiera matarme ahí
mismo, lo habría hecho. Pero como no estaba seguro de que se hubiera concretado todo lo
que estaba diciéndole, lo único que le quedó fue hacerme sentir a través de los gestos de su
rostro todo el odio mortal que le tenía a su hermano, y sin decir nada más se marchó
olvidándose su sombrero que más tarde lo mandó a recoger con el guardián de la oficina.
Al día siguiente se apareció el cantor de yunsas, para decirme que muy borracho su
hermano se apareció por la chacra dónde vive, para maldecirle por todo el daño que estábamos
planeando entre los dos. Y que tanta era su rabia que acabó en la posta de salud del caserío
lleno de la bilis que le salía por todas partes. Le conté cómo había venido a cobrarme por el
árbol que me regaló y después le dije cómo habíamos acabado haciendo nuestro negocio.
"Con razón me gritaba en todo momento: !Mierda, te voy a pagar más que ese pendejo que te
quiere engañar!” “¿Y en cuánto le digo que le voy a vender?”, me preguntó. "Dile, en su
precio, ni más ni menos". “¿Y si de verdad me quiere comprar que le digo?", me volvió a
preguntar. "Dile que hable conmigo porque soy el nuevo propietario".
–!Que pendejo es usted señor! Todo está saliendo como me había dicho. –Dijo esto a modo
de halago y con mucha admiración.
–Eso amigo no es ninguna viveza. Eso sucede todos los días entre los codiciosos que sabiendo
que desde el tiempo de los romanos existe una ley que no se puede burlar, no se ponen de
acuerdo en repartirse lo que les corresponde. Hay casos en que tanto es el pleito que al final
todo el valor de la herencia se les va en pagar abogados, jueces, secretarios, policías y sabe
Dios quienes más.
104
DE LA VIDA
No sé después en qué clase de negocios entraron esos hermanos, pero parece que
terminó en: "Lo de arriba para ti y lo de abajo para mí". La cosa fue que al año entrante vi esa
parcela sembrada y con ocho cabezas de ganado amarrados a los pisonaes que lo cercaban.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
ESTE PERRO
“Mi perro es inteligente, muy leal, bien bravo y súper cariñoso”. Eso dirían otros de
sus perros. Pero el perro que vive conmigo es solo un perro. No muerde, pero podría. Le gusta
comer tirado de panza y cagar por todas partes y sin ningún objeto ladrar de vez en cuando,
pero también escuchar música clásica y rock de primera como el que hacen sonar Pink Floyd,
Rick Wakeman y otros por el estilo.
Desde que llegó a donde vivo, no sé porque se encariñó precisamente de mí, cuando
no pocas veces, ni yo mismo me soporto. Cosa que sucede especialmente cuando estoy a
punto de perder mi soledad, es decir la libertad que a fuerza de temores y valentías le arranqué
al ciego discurrir del torrente de los pensamientos, para poder zambullirme en los ensueños y
las fantasías que como una isla ha construido mi mente, para que desde todas sus playas pueda
ver siempre el mar y el firmamento lejos de las mentiras y traiciones. Aunque a veces algunos
náufragos llegan, me saludan, están y se van. Gracias a eso, como George Moustaki puedo
decir. "No, no estoy solo jamás, tengo mi soledad".
Pero este perro con sus mansas miradas, alegrías y tristezas y a fuerza de querer estar
siempre a mi lado, se ha abierto un espacio en esta mi soledad y lo que es más, en mi voluntad.
Pues cada mañana que me levanto tengo que pensar en su alimento, su salud y su divertimento.
Será por eso que cuando estoy en la calle y se me antoja un bocado, lo pienso varias veces
para evitar la tentación, pero cuando se trata de su comida lo hago automáticamente como si
se tratara de una urgencia, por eso a veces pienso que este perro que se cree mío, ha logrado
hacer de mí su fiel mascota.
Le encanta salir a pasear. Cuando me ve con las zapatillas o las botas puestas y la
mochila a cuestas, se alegra como un niño y salta, ladra y a su modo perruno grita: "Yupiii".
Ya afuera el camina buscando las sombras mientras a mí me encanta caminar por dónde cae
el sol. Cuando el paseo es por el campo, se mete por los accesos que tienen las chacras a
curiosear que puede haber por ahí, pero después de un rato sale corriendo desesperadamente
a esconderse entre mis piernas, porque cinco o seis chuscos rústicos tienen ganas de matarlo
por el atrevimiento e irrespeto de haber entrado sin aviso, ni permiso a su sagrado territorio y
entonces es cuando la loca jauría quiere atacarme a mí también y es así como sin querer me
gano el pleito y debo pelear con esos feroces asaltantes que como los criminales soldados
rusos en la invasión de Ucrania, quieren hacernos daño y solamente más daño.
Pasada la batalla, volvemos a caminar como si nada, porque al parecer a los dos la
campiña nos calma y así estamos domados y tranquilos hasta el próximo pleito, que puede ser
uno más grande y peligroso, porque a veces se juntan hasta diez perros de varias chacras y
todos achorados quieren hacernos saber que tan "barra brava" son. Entonces la bronca puede
durar por más de cien metros hasta que el Vladimir Putin de la manada, como todo matón, se
da cuenta que los demás perros están abandonando el pleito y que un poco más allá lo puedo
moler a palos, se larga. Después de eso le encanta remojarse en toda clase de riachuelos y
acequias.
Cuando paseamos por la ciudad, se le acercan toda clase de perros, de esos que sus
dueños sueltan temprano para que vayan a cagar y vagar por las calles, y todos sin excepción
moviendo la cola en señal de amistad salen a olerle el culo, cosa que le ofusca, porque
seguramente se creerá un perro pituco que anda con su mascota o porque teme que lo violen,
no sé.
106
DE LA VIDA
También es su maldita costumbre meterse dentro de las puertas abiertas y a las tiendas
donde por su conchudez, tamaño y peso provoca gran temor y lo echan a la mala y el perro
sale como un loco tumbando a veces la mercadería, entonces es cuando yo me hago "el sueco",
para que los furiosos asustados no me vayan a reprender con dureza y severidad.
Cómo le encanta que algunas muchachas y niñas que conocen del carácter apacible de
su raza lo acaricien y lo llamen con toda clase de nombres y me pregunten si vendo cachorros.
En esos momentos se pone muy coqueto y me mira como diciéndome no solo yo sé que soy
guapo, sino que todo el mundo lo sabe y por eso soy feliz.
Cuando descansamos en alguna alta vereda y yo reviso las redes sociales o lo que voy
escribiendo en la aplicación de notas de mi celular, se sienta a mi lado y me pide que le haga
ver lo que estoy haciendo, y será tan gracioso el espectáculo que damos que la gente que nos
mira se ríe. Ahí estando a mi lado alguna vez escribí esto:
"Solo sé que cuando haya acabado de poner la última letra en esto que escribo, habré
empezado a olvidarte....
Los ojos de este perro que acaricio me dicen que desde algún recodo de un tiempo que
no recuerdo si viví, o que se hizo otro dentro de mi evocación, me siguen persiguiendo los
rastros de asomos que nunca fueron, como aquellas fugases imágenes de sueños olvidados
desde el primer momento del retorno a la tarambana vigilia, o como el espectro de una fantasía
que de tanto ser invocada se ha almacenado en la atiborrada buhardilla de la mente donde se
acumulan los descuidos, las omisiones y los abandonos.
Después solo serán los ensueños, los recuerdos, las penas, las nostalgias, las nieblas,
las tinieblas, las sombras y un montón de perros ladrándole a la nada que pesarosamente
tendré que acariciar.
Pero eso tampoco importa, pues mientras tenga metida el alma en esos olvidos podré
viajar al otro lado de los ojos de este perro que de tanto mirarme como me mira moviendo
mansamente la cola, ya empieza a compadecerse de mis circunstancias”.
Cómo todo perro le tiene miedo a las explosiones de los fuegos artificiales. Es entonces
cuando se aparece desesperado por dónde estoy y con sus expresiones llenas de pánico, se
arrima a mi cuerpo, como diciéndome: "!Sálvame papá!". "!Perro maricón!", lo regaño y le
aconsejo que mejor se vaya acostumbrando, porque en este pueblo festivo esos cuetes
seguirán sonando a toda hora y por cualquier motivo.
Pasado el momento, con sus ojos amarillos me deja entender esto: "Nosotros los perros
no somos maricones, porque alguna vez fuimos fieros lobos, en cambio ustedes los humanos
pueden ser recontra maricones y todo lo que quieran, porque son descendientes de los monos
y esos monos “conchesus” son capaces de todo.
Algunos me dicen que esta raza de perros es muy inteligente y que si lo entrenara haría
muchas cosas como dar la manito, sentarse, echarse, dar vueltitas en el suelo, hacerse el
muertito, caminar en dos patas y otras gracias más, pero yo creo que no le serviría de nada,
pues para recibir lo que recibe y hacer lo que hace no necesita ningún adorno más, pues como
ya les dije, este perro es solo un perro y para ser solo eso, no tiene además que ser farandulero.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
KAY PACHA
Abancay, enero del 2024
No te preocupes paisano, el campo está verde, las mieses están crecidas y el viento
sopla alegre susurrando entre los maizales y en las ramas de los árboles están tomando color
los frutos, mientras el ganado pace mansamente sobre los crecidos prados.
La frondosa floresta va llenando pacientemente todos los espacios donde quiere estar.
El sol se esconde y brilla, primero dentro de la niebla que se levanta cuando llega la
mañana y después por encima de las altas nubes cargadas de las benditas aguas que han de
caer, pero también brilla, ilumina y quema la piel y la jornada.
Por aquí y por allá, las flores exhiben su coqueta y llamativa presencia, para mostrarnos
lo que puede hacer la belleza sobre las más simples humildades.
La lluvia cae pesadamente oscureciendo el día, o radiantemente entre los rayos del sol
para mostrarnos mágicos arcoíris y regar las chacras, alentar la verdura de los bosques y de la
salvaje e infinita hierba repetida, pero también para mojar los techos, los caminos, nuestras
existencias, cargar el fiero caudal de los ríos y sobre todo para darle vida y alegría a los
campos.
El río suena furioso y desbordado en las distancias, acelerando su torrente entre rápidos
y cascadas, porque sus aguas quieren limpiarse de todo el mal que le han hecho los crueles
mortales que piensan que sus pobres vidas deben acabar junto al de la madre tierra.
El aire que esparce el hálito de las plantas para bendición de nuestros pulmones está
limpio, fresco y puro como cuando empezó su vida en este planeta, que fue hace más de 450
millones de años antes de nosotros.
Después del canto de los gallos, arde el fogón levantando sus humos por encima de las
tejas o las pajas de los techos confundiéndose con la espesa niebla matutina; los cuyes siguen
inquietando con sus apremiantes reclamos, las gallinas con sus ruidoso cacaraqueo anuncian
sus primicias, mientras el campo llena todos los espacios con sus originales aromas para
despertar la vida en todas sus formas.
Las mujeres y los hombres trabajan y sudan por los frutos de la tierra, pero también
bailan y cantan junto a los pájaros, mientras los niños corren, saltan y ríen entre los saludos y
las sonrisas que se prodigan los campesinos, porque la Pachamama que aún está entre ellos,
está repartiendo con viva alegría la única y auténtica felicidad que llega y se hace real en
medio de la paz que reina entre los paisajes de estas campiñas.
Y así este Kay Pacha que es el mundo del aquí y del ahora, que se ilumina delante
nuestro y se extiende entre el tiempo y el espacio que nos contiene, para estar presente en lo
más fino de nuestros sentidos y en lo más profundo del espíritu que habitamos, para que otra
vez la vida quiera ser la vida dentro de nuestros amorosos corazones. Y así, una vez más,
extender la cadena de lo eterno que nos dice: “Yo soy el milagro que devotamente pediste al
Dios del Todo. No me juzgues, no me valores, solo mírame, disfrútame, ahora y siempre.
¡Amén!".
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DE LA VIDA
Mientras tanto en los existenciales fondos de nuestro escondido Uku Pacha, que guarda
en su prisión todos los confusos recuerdos y los pensamientos que todavía no han sido, se
distrae de sus tormentos y olvidando sus absurdas manifestaciones, quiere plácidamente
navegar sobre el manso torrente que hace posible estos mágicos momentos.
Y para que no se acabe el milagro de esta maravilla, nos hace levantar los ojos al cielo
para buscar en el misterioso Hanan Pacha, una vida que vendrá en otros inimaginables
mundos donde volveremos a nacer después de la parición que hará nuestra muerte.
Por todo esto es que te digo: “No te preocupes huayqui, pues al menos aquí, la sana y
buena vida continúa. ¡Sólo faltas tú!”.
Un fuerte abrazo.
109
CIRO V. PALOMINO DONGO
¿SE ACUERDAN DE LOS LONCHES?
Recuerdo que en mi niñez de repente cuando estábamos en lo mejor del juego o de la
aventura, se acababa todo, porque sí o sí teníamos que estar en el lonche, que era un refrigerio
o una comida que se tomaba en horas de la tarde, parecido a la merienda española o la hora
del té británica. En las casas donde aún se lonchea es algo así como el desayuno vespertino y
la cena como el almuerzo de la noche.
Recuerdo que cuando llegaba la hora me servían en un jarro de porcelana de casi medio
litro de capacidad, mi café con leche con unos panes distintos al pan común, latachuta o
pampachuta del desayuno, porque el lonche era el momento en que había que hacer más
dulzón el apremio de comer. Así que los panes podían ser unos taparacos, mistis, rejillas,
roscas o palitos de queso que podías untarlo con las mermeladas caseras que se preparaban
con las frutas de la estación (nísperos comunes, duraznos, membrillos en tiempos de las
lluvias y de calabaza, manzanas y camote el resto del año), mantequilla artesanal de las
pequeñas haciendas ganaderas de Huancarama, Lambrama, Circa o Casinchihua, manjar
blanco, nata, queso fresco y no pocas veces un buen pedazo de torta y algunas veces
empanadas, hechas con ese inolvidable olor y sabor que hacían posible las manos de nuestras
madres. Pero durante la época de “Todos los Santos”, no debía faltar sobre la mesa del lonche
una exquisita “huahuatanta” y maicillos.
Dice la bibliografía que la palabra lonche viene del anglicismo “lunch” que significa
“comida ligera”, es decir el almuerzo británico o norteamericano, que en buena cuenta es un
refrigerio; muy diferente al nuestro que es bastante opíparo que incluso necesita de una siesta
para digerirlo. Es probable que esta costumbre costeña haya llegado a Abancay a mediados
del siglo XIX, primero a las haciendas y luego al poblado, que poco a poco iba creciendo
dentro de la pequeña ciudad confinada por la hacienda Patibamba.
La hora dependía de la prolongación estacional del día o de la noche, así que podía
fluctuar entre las 4.30 o 5.30 de la tarde. Era la tercera comida de las cuatro obligatorias de la
jornada. ¿Cuánto duraba?, para nosotros los “joros” duraba hasta cuando se acababa todo lo
que estaba sobre la mesa. Pero para los adultos todo el tiempo que necesitaban para
alternativamente darse a conocer las noticias que, sobre el mundo, el país o el vecindario cada
uno había oído, pues por aquellos tiempos aparte de la radio y la “radiobemba” no había otro
modo de enterarse lo que había o estaba sucediendo por todas partes. Después llovían los
comentarios, opiniones o pareceres que recaían sobre la novedad que más les interesaba a
todos.
Cuando al lonche se sumaban algunas personas ajenas al núcleo familiar (tíos, tías,
vecinos, amigos de la casa o alguna grata visita) se convertía en un murmullo, si bien
chismorriento, bastante inocuo. Pues lo que allí se decía, comentaba u opinaba no salía de
aquel círculo ocasional o permanente, puesto que no podía ser reproducido en otro círculo,
porque cada cual tenía sus temas, su modo especial de rajar y la gente muy señalada de quién
murmurar. Así que, si habían hablado acerca de la fulana o el zutano, resultaba que esa fulana
o ese zutano no les interesaba a los miembros de los otros círculos, porque tenían mejores
menganas o perencejos de quien parlotear, chismear o rajar.
110
DE LA VIDA
Muchas veces ese “rajar” no era un linchamiento lenguaraz de alguna persona en
particular, sino una extensa y empática charla sobre las vicisitudes o desgracias de una familia
o un buen vecino. La vida, pasión y muerte de algún recién fallecido. Un rico caído en
desgracia. La alborotada y alegre mudanza de toda una familia a unos paraísos que ellos
llamaban “Cusco” o “Lima”, donde nadie los esperaba y donde el mundo era mucho más
ancho y ajeno. Las calidades de un profesional, un artista, deportista o artesano y sobre algún
horrible crimen cuyas verdaderas causas aún no habían sido descubiertas. Y así seguían
comentando hasta que recibían las noticias de un nuevo crimen, aún más absurdo y misterioso,
que bien nunca pudo haber sucedido, pero, sin embargo, ellos ya tenían amarrados muchos
cabos sueltos de ese suceso.
Después se abrieron las cafeterías que, aunque pueden servir para degustar un
refrigerio a cualquier hora en que están abiertas, son muy visitadas a la hora de lonche y allí
puedes estar loncheando solo hasta el momento en que se acaba tu servicio, que puede ser un
café con leche, un té, un mate o un café acompañado de cualquiera de los panes, pasteles,
empanadas, sándwiches, tortas, panetones, pero también se puede degustar un flan, gelatinas,
leche asada, gaseosas y otras novedades que exhiben sus vidrieras. Como a esa hora el tiempo
de tu estadía ha de ser tan breve no podrás platicar a tus anchas, entonces lo mejor que puedes
hacer es disfrutar de lo que a tu antojo te han servido.
Ya de estudiante universitario en algún lonche que me invitó una compañera, alguna
vez escuché a una muy criolla limeña, decir esto: “¡Que rico es rajar con las mejores amigas!
No da plata, pero si da gusto”.
Pero ahora en tiempos de Redes Sociales cualquiera podría decir impunemente: “¡Que
rico es rajar con los mejores amigos! No da plata, pero si da gusto”. Y seguramente algún
paisano nuestro le replicaría: “Si no es con las personas que tú físicamente conoces y que
incluso pueden ser tus amigos y si el raje no es sobre algún conocido, lo que, es más, si no es
en un lonche abanquino, no vale”.
Porque eso de rajar por el Internet y a cualquier hora de alguien que personalmente
muy pocos conocen y solo porque es un político aspaventoso, un obsceno ricachón, un artista
famoso, un figureti de la farándula o alguien así por el estilo, pero con acceso a los medios,
solo es quemarse gratuitamente la sangre.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
UNA INCURSIÓN AL INFIERNO
Después de haber hecho algunos trámites en el local de la policía, salimos a la ancha
avenida de su ubicación y nos fuimos caminando pausadamente. Entonces me dijo.
–Puedes creer que a solo unos pasos de esta principal dependencia policial, en esta misma
calle y a ambos lados, existen como quince "chupódromos" de mala muerte dónde a partir de
las seis de la tarde hasta las seis de la mañana venden "alcohol industrial rebajado" en envases
de plástico de todos los colores y sabores.
–¿No es para despachar nomás? –Le pregunté y acoté. –Un coleguita bien huasquerito para
ser joven, me dijo que son más de veinte y que todos estos locales son muy chéveres, porque
puedes traerte una flaca y pasarla bacán, y que a partir de las diez de la noche se puede bailar
la música que cada uno de los clientes va pidiendo, desde huaynos hasta heavy metal.
–En realidad no son tantos, pero ahí te puedes vacilar, bailar y chupar más rico que en la
discoteca y desde el momento en que el "cuero" que te llevas se atreve a entrar allí, quiere
decir que es cien por ciento comestible y lo mejor es que con cincuenta soles la puedes pasar
bien tú y tu “peor es nada”.
–¿Y si vienes solo, te pueden proporcionar el material?
–No, porque eso ya sería proxenetismo y no creo que los vecinos policías lo permitan. Aunque
no faltan las rucas que se ofrecen y te dan su celular.
–¿O sea cantinas bailables nomás?
–Al parecer eso nomás. Pero porqué vamos a suponer cómo son esas chinganas, si el viernes
podemos darnos un salto y visitarlas todas, o por lo menos las más concurridas. ¿Venimos? –
Me preguntó con tono de quién te anima.
–Si traes a la chata con una de sus amigas, de repente –le respondí.
–!La chata! Ya me gustaría traerla con toda su junta a estos antros para vacilarme al tope.
Esas se creen las “masmás” de todo el pueblo, solo porque se las pasan choleando a medio
mundo creyendo que son más gringas que las vikingas o simplemente porque les da la gana.
–Sería como un experimento sociológico. Las traemos y si de verdad no combinan con ese
ambiente, entonces podemos decir que no es su lugar.
–¿Y si encajan a la perfección?
–Entonces te alquilas otra tiendecita en la misma calle y le armas otro huarique para que
tengan algo que hacer. –Y nos reímos de buena gana.
No dijimos nada más, porque el viernes nos volveríamos a encontrar, entonces ahí
veríamos si de repente nos animábamos y hacíamos una incursión a esas chinganas. Solo para
conocerlas.
Por mi parte y a medida que pasaban los días fui animándome a realizar ese tour. Así
que, llegado el viernes antes de emprender esa aventura nos comimos una pizza, porque
debíamos tener un buen colchón para aguantar todo lo que sabe dios acabaríamos tomando.
112
DE LA VIDA
Antes de entrar al primer lugar hicimos un pequeño recorrido por esa parte de la avenida y
decidimos visitar cuatro de esos huecos, calculando que, si en cada uno de ellos nos
tomaríamos una cerveza, entonces decidimos entrar a conocer solo cuatro, porque con cuatro
“chelas” en la cabeza ya era más que suficiente para ver lo que pasaba en esas chinganas.
Ya pasada las ocho de la noche entramos al primer local. Al parecer era el más grande
de todos. Estaba tenuemente iluminado por unos focos de colores del más bajo voltaje. No sé
cómo, pero lograron darle esa tonalidad opaca y sombría, propia de los ambientes insanos y
destinados a inspirar o refinar los más oscuros deseos de sus tristes parroquianos y sus
acciones, si es que estaban ahí para hacer algo. Pero por encima de todo en esa sórdida
atmósfera destacaba ese omnipresente olor a un límpido alcohol etílico industrial rebajado
con agua y mesclado con algunos tintes también industriales con sabores y colores afrutados.
Como el ambiente era cerrado, el humo de los cigarrillos se elevaba pesadamente,
primero como pequeñas nubes que después iban estirándose y finalmente se rasgaban. Era
un lugar perfecto para ser malo con todos y contigo mismo. En la columna del centro de su
más amplio salón, habían construido con madera de desecho de algunos embalajes, una barra
circular pintada rústicamente de color caoba y al pie de ella se exhibían unas cuarenta
galoneras muy blancas del alcohol rebajado que despachaba desde ese lugar una muy
perfumada mujer, vestida a su modo con pulcritud y exhibiendo con mucho orgullo y
autoridad sus rasgos andinos.
"Si un día se incendia este local su dueña moriría como la Juana de Arco, porque todas
esas galoneras la achicharrarían en un santiamén", me comentó mi amigo algo que yo también
estaba pensando, pero con la cómica malicia de un perverso dibujo animado.
Lo que sonaba por ahí era una música que no ocupaba todo el espacio de ese lugar,
sino como que viajaba a través de ese olor y de las gruesas volutas de humo que poblando ese
espacio se deshacían perezosamente. Después de escudriñar todo lo que se podía ver desde
donde estábamos, tomamos asiento en una pequeña mesita artesanal y dos enclenques sillas,
pero uno de los dos debía acercarse a la barra a pedir y pagar las cervezas, para que luego de
algunos minutos la orgullosa emprendedora te las entregara junto a sus vasos ofreciéndote
una falsa sonrisa. Mi amigo la elogió hipócritamente. "Está interesante tu negocio. ¡Te
felicito!", y le agradeció con una sonrisa más amplia y falsaria.
De algún lugar metido dentro de esa oscuridad se apareció un colega para saludarme
muy risueño y lleno de contento, porque habíamos tenido los mismos gustos y como mis ojos
ya se habían acostumbrado a esa penumbra, vi que estaba acompañado de una de esas mujeres
que tienen hijos de varios padres y que a punta de juicios de alimentos los cría a todos sin
dejar de seguir consolando a los padres de sus hijos, si querían. Recuerdo que en los corrillos
judiciales esa era la más exitosa, porque con su cuerpo, gracia y donaire había logrado
conquistar a cinco sujetos que podían pagar lo que sus hijos se merecían hasta terminar
exitosamente sus carreras profesionales.
–!Carajo! Estás con la "chinajuchi". Cuando comience a pedirte una suculenta pensión de
alimentos, vas a ver qué yo voy a ser su abogado para hacerte pagar más que los otros juntos,
que hasta mi nombre le va a poner al crio. –Le dije en son de broma.
113
CIRO V. PALOMINO DONGO
"!No colega! Sabe, le quieren hacer una tremenda injusticia...." y quiso contarme una historia
sin fin como suelen hacer los borrachos, porque ese barato licor ya le estaba batiendo la
tutuma, y con buenas maneras traté de sacarme lo de encima, porque con ese menjunje, como
si les abrieran la puerta, suelen salir todos los diablos que tenemos presos en nuestros muy
adentros. Pero en realidad no quería decirme nada, solo mostrarme su simpatía y admiración
al saber que estábamos jugando para la misma camiseta o que por lo menos pertenecíamos a
la misma barra brava. Yo le decía con tono muy cómplice que le diga a su clienta que no se
preocupe porque estaba en manos del mejor abogado de la ciudad y para convencerlo de eso,
agregué. "¡Y el que diga que no, la puta que lo parió!". "¡Te llama!" le dije y cuando volteó,
me fui a mi mesa.
–!Mira! Por allá está el huevastriste", tirando un floro que desde aquí se nota y por sus gestos
hasta se adivina. Qué diablos le estará diciendo a esa pendeja que no necesita ni el más mínimo
chamullo para lo que sea y por eso está aburrida. –Dijo mi amigo.
"Está entrenando", le respondí. El "huevastriste" pertenece a esa legión de cojudos que
desde la cuna sus padres les han dicho que son bellos, inteligentes, sagaces, valientes y por
eso dueños del mundo, mientras delante de sus ojos llenos de lágrimas representaban el
violento drama sin fin y sin testigos de aquellas parejas que después de desnudar sin el menor
empacho sus pequeñas almas, ya no se aman y hasta quieren matarse. Y de ahí quién sabe por
qué otras razones o sin razones, sin descartar los genéticos, sin el más mínimo cálculo ni
pudor el “huevastriste" andaba enamorándose compulsivamente de las muchachas más
codiciadas del pueblo, solo porque le daba la gana. Y persistía tan irracionalmente en ese
capricho hasta hacerles pasar públicamente las más vergonzosas y absurdas escenas de su
amor sin barreras, mostrándoles sin pudor los grotescos lamentos de un amor no
correspondido y las lágrimas de un gran amante caído de rodillas a los pies de una indolente
ingrata.
Pero ahora que se puso tan de moda eso del acoso sexual, un día que con la misma
terca y risible locura se enamoró de una compañera de trabajo. Sin corresponder legalmente
y sólo para asustarlo, lo sometieron a un proceso disciplinario por acoso sexual, que le curó
esa manía. Porque ahora piensa que ese mismo roche puede pasarle y con pena de cárcel ante
el Poder Judicial por andar enamorándose como siempre lo hace. Pero en ese huarique y ante
las damiselas que lo frecuentan puede entrenarse en el arte de enamorar con ternura y fineza.
O hacerlo como siempre lo ha hecho cuántas veces se le antoje con tal que tenga dinero. La
vida es así, o encuentras lo que buscas o te ubicas dónde perteneces. La diferencia, ninguna.
Se trata de sobrevivir, que no necesariamente es de lo más lindo.
Todos estaban perfectamente instalados que hasta parecían una más de las cosas
sumergidas en ese sombrío hábitat, porque cuando ríen parece que no ríen y cuando lloran
parece que no lloran. Por ahí conocimos cómo el gris espectro de actitudes que alienta el
alcohol iba desde unos personajes agitados por un estado de ánimo alocadamente expansivo
que los impulsaba a ser groseramente bromistas y hasta joviales, pero vacíos y ajenos a todo
lo que les rodeaba dentro de ese lugar de mala muerte.
Los otros los que no empatan ni socializan amenamente, solo se limitaban a tramitar
sus opacas vidas desde fuera de la realidad, como si se tratara de una solicitud cuando quieren
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DE LA VIDA
algo o de una queja cuando comunican sus sentimientos, pero con gusto o resignación,
cómodamente instalados en sus anticipadas muertes.
Sólo cuando están callados, cabizbajos y vencidos comprendemos que sus vidas están
sepultadas dentro de aquella extraña locura que al final de buena gana o a regañadientes todos
aceptamos como algo que desde siempre pertenece a la especie humana, porque alguna
partícula de todo ese grotesco teatro está instalada en nuestros genes.
En medio de estas divagaciones se apareció una pandilla de hombres y mujeres que se
creían los dueños de esa chingana y empezaron a llenar el lugar con toda la bulla de sus ganas
de malearse al tiempo que le hacían saber a los demás parroquianos que de ahí en adelante
estarían en presencia de los más bacanes del pueblo. Cómo a esa gente puedes verla por las
polladas, las pichangas de las canchas de Grass sintético, los paraderos de los colectivos,
vendiendo cositas por todas partes o los que están todo el tiempo en el celular planeando robar
algo y hasta en la cárcel, mejor era retirarse, porque su primitiva locura es muy depresiva y
tediosa.
–¡Ya sé a dónde ir! –Me dijo mi amigo mostrando su deseo de abandonar el lugar.
Unos metros más allá, pero en la acera del frente entramos a un local de bloquetas y
cemento sin acabados que tenía un nombre tan trivial como "los sapos" o "las palomas". Una
vez dentro nos percatamos que todas sus paredes estaban tapizadas con “jarapas" de
eucaliptos. Luego de ubicarnos en un lugar que nos permitía ver casi todo nuestro entorno,
por otras bullas nos enteramos que tenía algunas habitaciones más. El mobiliario era bastante
artesanal y de madera corriente sin pintar, pero que poco a poco iban tomando un color muy
especial por los derrames del licor coloreado, la ceniza de los cigarrillos y la baba de los
parroquianos que se quedaban dormidos.
"Parece que su decorador ha querido decirnos que estamos dentro de un bosque o
adentro del mismísimo eucalipto" Comentó mi amigo. "Si pues parece que también es suicida
como la dueña del otro local, porque si al menor descuido se enciende aquel cilindro azul de
plástico repleto de alcohol se incendiarían todas estas 'jarapas’ hasta achicharrarnos a todos".
Al lado nuestro en una mesa para seis personas estaban sentados dos hombres y tres
mujeres. La que más destacaba de ese grupo era una muchacha bastante alta, casi de mi
estatura. A pesar de las facciones andinas de sus pómulos, nariz y mentón exhibía una frente
amplia. "Cómo de la Gioconda" comentó mi amigo. Además, tenía los labios de una zamba,
la piel blanca, una cabellera muy ensortijada color naranja y unos ojos latinos más bien
grandes. Esa facha no es ninguna novedad en ese lugar, total estamos viviendo en el país de
"todas las sangres”.
Hablaba con acento costeño y era evidente que la bandida era la líder del grupo, porque
al que se suponía que era su "machete" y que se llamaba Yónatan, solo lo dejaba hablar
después que iba a la barra a comprar lo que ella ordenaba. El otro hombre era de duro aspecto
y bastante callado y a su lado estaba la otra mujer algo simpática y muy sumisa. A la derecha
de la “Melissa” como se hacía llamar la condenada, estaba la otra mujer que la miraba todo
el tiempo con mucha admiración y respeto, pero con ojos enamorados. "¡Puta esa pendeja no
pasará de 20 años y hasta hembrita y un sacolargo tiene! Debe ser virgen la machona",
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CIRO V. PALOMINO DONGO
comentó mi amigo. "No necesariamente, la mayoría de las lesbianas son así, porque han
sufrido mucho con los hombres, y si vez bien, esa chata no es su amor sino su puta. No ves
que la trata como a una mierda, eso es porque la está cafichando". "Sabes mucho de ese
negocio, ¿no habrás sido cafetero también?", me dijo en son de broma. "Criminología, cuarto
año de derecho, buen profesor", le respondí.
La altaza vestía un buen bluyín de marca, un polo blanco con el cuello muy escotado
por el que quería mostrar unas tetas que no tenían ganas de lucirse todavía, cubierta con un
cortavientos de tela sintética de color amarillo y negro y un par de zapatillas también de marca
que alguna vez fueron blancas. Su cuerpo estaba inflándose desde su abdomen y su papada,
luego le seguirían hasta más no poder el trasero, las tetas, los brazos y las piernas hasta lograr,
como dirían los políticos, la recia figura de las mujeres del pueblo.
Pero sobre todo a golpe de la más cruda realidad le irán aumentando las mañas que
deberán ser cada vez más refinadas o groseras, según sea necesario para ser efectivas. Esa es
una condición ineludible para que los marginados de cualquier parte del mundo sigan
sobreviviendo y de repente hasta prosperar si es que son ahorrativos y emprendedores. Pero
eso de arrepentirse y ser buenos no existe en sus cabezas porque para ellos no puede ser real.
Esa es una quimera de curas y pastores.
En esas chinganas no se pide lo que uno desea, se compra en la barra a un taimado que
cree que todos le deben un favor por haber montado ese invento. Después de pagar las dos
cervezas me alcanzó dos vasos advirtiéndome. "Nuevecitos, ah", y lo hacía por dos razones,
una porque si se rompían debía pagarlo como nuevos y la otra porque como eran nuevos no
había necesidad de lavarlos.
"Muy disimuladamente mira la "jarapa" que está por encima de la cabeza de la
pendeja". Miré como me lo recomendó y después de unos minutos le pregunté con algo de
duda. "Acaso es una apasanca?". "Es una apasanca pues ciego. No ves que saca medio cuerpo
y se mete y a veces sale entera y de susto vuelve a desaparecer. Seguramente llegó junto con
las "jarapas" y convirtiéndose en el Rambo de las apasancas ha aprendido a sobrevivir en este
cuchitril", concluyó. "No compadre, yo creo que la que vino ya murió, pero por ahí ha puesto
sus huevos y ahora no es solo una sino más de 100. ¿Haber levanta un poco la corteza de ese
lado?" Como no se atrevió seguí comentando con el tono de emoción y suspenso con que
durante mi infancia nos contábamos cuentos de terror. "Estamos frente a la invasión de las
apasancas que muy pronto poblarán primero este barrio y después el pueblo entero, creando
una ola de pánico entre sus habitantes que en su desesperación de matar a las tarántulas
acabarán matándose entre ellos hasta que el pueblo desierto se convierta en el Reino de las
Apasancas".
"Seguramente cuando te comas a la Melissa y a su amorcito, porque debe ser su yapa,
les saldrán varias apasancas de la concha". Comentó y agregó. "Si yo fuera el dueño y
descubriera que mi hueco está invadido de tarántulas haría un concurso, dónde quién atrapara
una viva se ganaría un vaso grande de ese alcohol teñido y si alguien se atreviera a tostarla en
un mechero de alcohol que tendría preparado y se la comiera como hacen los nativos de la
amazonia, se ganaría una botella de cerveza. !Qué loco sería!", propuso mi amigo riéndose.
"Y lo hacen. Por una chela estos ‘causitas’, lo hacen". Agregué.
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DE LA VIDA
Después mi amigo comentó con admiración sobre el genial descubrimiento que hizo
el “patita” que abrió la primera cantina–discoteca, para vender alcohol etílico rebajado y
coloreado. Pero lo mejor fue que el público joven respondió bastante bien que ahora en esta
misma cuadra frente a las narices de los tombos existen varias chinganas. "Pero ese no es
ningún descubrimiento, porque en este valle el alcohol de caña de azúcar existe desde que
llegaron los españoles hace más de 450 años y fundaron las famosas y centenarias haciendas
cañaveleras para fabricar azúcar de primera que se consumía hasta en la mina de plata de
Potosí en Bolivia y las minas de azogue en Huancavelica y se exportaba a Europa como la
mejor de América. No es la primera vez que la gente de este pueblo se vacila con este licor y
quizá en otros tiempos estos tragos eran más agradables y mejores, porque hasta la misma
planta era orgánica y su fabricación cien por ciento artesanal, en cambio la huevada que
venden ahora sabe y huele a desinfectante". Pienso que lo ilustré.
Como hablábamos y nos reíamos muy animadamente, la grandeza comenzó a
lanzarnos las sonrisas y muecas que hacen las putas cuando ofrecen su cuerpo. Luego sin que
le digamos nada se acercó a donde estaba mi amigo para decirle que hacía de todo y lo
entregaba todo y que podía ser con los dos juntos y con la chata también que a pesar de ser
medio cojuda le gusta chuparla como loca. Ni corto ni perezoso mi amigo le respondió que
sí, pero ahorita no, porque estábamos hablando de negocios y queríamos quedarnos en el lugar
para divertirnos un poco más y quizá bailar. Pero de encontrarnos con ellas, llegado el
momento lo haríamos. “¡Dame el número de tu celular!”
"!Carajo! Tú sí que sabes el arte de negociar con las putas. ¿En qué academia has
aprendido?". Le pregunté socarronamente. "Eso lo aprendí en los audiolibros de Og Mandino,
Deepak Malhotra y William Ury. Pero si no quieres le digo que la cosa es sólo conmigo,
porque a ti se te moja la canoa”, me respondió. "Por favor, dile que mis putas son más finas,
más respetables y que no son misias.", le supliqué y nos reímos.
Resultaba penoso que aquella muchacha tuviera que ver con uno de los cientos de
pueblos comuneros sembrados por los españoles en estas cordilleras, que durante la reducción
de los indios los obligaron a vivir en pueblos con calles, manzanas, casas y plazas, para saber
cuántos eran y para qué podían servir, para pagar tributos a un rey de ultramar y para "creer"
en un dios desconocido a quien ellos no habían crucificado. Dentro de esa supervivencia se
mesclaron con los miles de españoles que llegaron en los barcos y se hicieron cholos de todos
los colores, las fachas, tamaños y de “todas las sangres”.
Y después de haber servido al invasor por cientos de años en sus haciendas, sus minas
y sus obras, cuando llegó la república con todas sus luces, tuvieron que seguir sirviendo por
más de un siglo, hasta que en los años 40' del siglo pasado llegaron las carreteras que saliendo
de aquí podían llevarlos a cualquier lugar de la costa. Fue entonces cuando los indios y
mestizos sometidos a la servidumbre de los "mistis" y gamonales se fueron a las grandes
ciudades a buscar un mejor destino para ellos y sus hijos y acabaron poblando los cerros que
las rodeaban en apretadas viviendas que les llamaron barriadas y desde donde bajaban a seguir
siendo la servidumbre de las casas y las fábricas de los ricos.
Pasaron de “Guatemala a Guatepeor" y en apenas dos generaciones sus hijos fueron
los nuevos miserables del Perú. No se puede negar que no pocos mejoraron, pero a costa de
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CIRO V. PALOMINO DONGO
explotar a los que no pudieron prosperar. Atrás muy atrás como en el mito y la leyenda quedó
el pueblito bello y santo, el paraíso perdido y solo subsistió la pesadilla convertida en las
Melissas y los Yonatanes de extracción comunera que sumidos en la marginalidad y el delito
habitan estás tristes y caóticas ciudades.
Parece que con el deseo de instruir a la mujer del otro varón sobre los quehaceres del
oficio más antiguo del mundo, la Melissa le hablaba con total desparpajo e insolente sabiduría.
"Recuerda que cuando viene un hombre a pagar por lo que quiere, eso tienes que darle porque
su dinero le cuesta trabajo hasta cuándo es robado y así como cuando nosotras tenemos
hambre y comemos, ellos tienen iguales ganas y tienen que comer lo que tú les ofreces. Así
que lo que tienes que hacer, es hacerlo sin arrepentimientos ni otras huevadas, pensando
únicamente en lo que debes cobrar por adelantado y punto."
Luego se puso a darle algunas lecciones sobre las cinco clases de hombres que tiene
que atender en ese oficio, diciéndole que unos son los que se alucinan los más avezados
cacheritos, los supermachos. "Si les dejas fanfarronear vas a perder tu tiempo y tus clientes,
así que mejor los calientas como a una olla de cuáquer y lo mueves hasta que al toque se
rebalse y para disculparse por no haberte hecho gozar como sólo sabe hacerlo él, te dirá que
ha estado en la cárcel o en algún paraje deshabitado de la puna dedicado a la minería. No te
rías, solo dile que ha sido una bestia y que por haberlo soportado tanto te debe el doble". Le
habló también de los nuevecitos, de los que vienen a estrenarse. "Esos traen mucha suerte,
por eso como si fuera un bebé tienes que tratarlos con mucho cariño. Debes hacerles saber
que el "metisaca" es por lo que viven, trabajan, matan y se mueren todos los hombres y las
mujeres. Si se lo haces bien, ese será tu caserito hasta que se case.
En otra parte de su instrucción le habló de otra clase de tipos. "Si el pata es medio raro
y te trata como a una cualquiera y tiene los labios resecos y te habla sin mirarte a los ojos,
pero acaba proponiéndote cosa raras como eso de que les pegues con el chicote que han traído
o que le metas el dedo al culo o que te desnudes para que se pajee. Mucho cuidado esos son
los degenerados, en ese caso solo tienes que alegrarte como si lo hubieras estado esperando y
le dices sonriendo. '¡Qué loco eres papito! ¿Dónde has estado que recién te apareces? Voy al
baño, ya vuelvo. ¿No te vayas a ir?' y te largas porque esos pervertidos pueden hasta matarte”.
"Pero no todo es malo, porque también se aparecerán unos “patitas” que te dirán que
están tristes y que necesitan mucho amor y que se lo hagas así o asá, porque su esposa que es
una religiosa cojuda piensa que eso es pecado y que una señora educada y decente no hace
eso, o simplemente porque no le gusta y punto. Y si le haces lo que te pide y si de paso al
mañosón le enseñas un par de cochinadas más que para ti no son nada, será tu más puntual
caserito".
Después le dijo que sus amigos o su propia familia le traerán al mariconcito del barrio
o de la casa, para que por fin se haga hombre y no ande enamorándose de los “patas” o de sus
primos. "Cuando notes que el “patita” es un cabro de verdad, primero tienes que procurar
hacerte de todo su dinero y luego lo calmas diciéndole que sabes que hacer en estos casos, y
te pintas los labios y lo besuqueas por el cuello, la nuca y la bragueta, después agarras dos
condones y le dices que los abra y con su lubricante se sobe los calzoncillos y finalmente te
metes el dedo en el “tampón” y se lo pasas por el cuello y la frente. Si con eso no lo dejan de
molestar es porque ellos también son maricones".
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DE LA VIDA
Y para terminar le dijo que si son estudiantes. “Un polvo libre sin complicaciones de
cielito lindo y otras huevadas más y chau, porque esos son misios de verdad”.
Después de eso para la alegría del dueño, la Melissa se paró y se fue a la barra a pedir
más volumen y una salsa y se puso a bailar moviendo el culo como una loca y desafiando a
todos a qué le ganen. Como eso no les gustó a las otras mujeres salieron todas a la pista a
demostrar que eran mejores, algunas lo hicieron con sus parejas y se armó el tono, dónde
como siempre sucede entre la gente sufrida, la alegría se desbordó de una manera insana y el
trago corrió como si el mundo se fuera a acabar.
Mi amigo dijo. "Me voy al baño pido dos chelas y después me pongo a danzar con la
Melissa para enseñarle a bailar de verdad" y se marchó. Al cabo de un rato volvió mostrando
una cara de desesperación y me dijo casi gritando. "¡Vámonos ya!!" Le hice caso porque el
asunto parecía grave. Al salir del antro notamos que en el local policial había un guardián y
hacia ahí nos dirigimos. Cuando apenas habíamos avanzado quince pasos salieron dos
energúmenos dispuestos a matar. Como al parecer estaban bebiendo en el otro ambiente no
sabían que nosotros estábamos en esa chingana y como vieron que no éramos sus iguales y
que a poca distancia había un policía, se volvieron a meter.
Ya en un bar normal del centro con gente conocida, nos sentamos a charlar sobre esa
nuestra "gran noche". Lo primero que hizo fue explicarme porqué tuvimos que salir volando
de ese local, y fue que saliendo a un corredor casi sin luz había un cuartito más o menos
grande donde los dueños habían instalado el único baño del negocio y en vez de puerta tenía
una cortina de plástico azul–negro. Cuando corrió la cortina para entrar notó que era más
profundo que el corredor y como estaba totalmente oscuro pensó que estaría lleno de agua y
orines, así que mejor orinó desde fuera, pero apenas había empezado del fondo de la oscuridad
salió un grito salvaje. "CTM me estás meando. ¡Hijo de puta, me estás orinando!" Nunca se
imaginó que una mujer podía estar ahí sentada meando y quién sabe qué más. Y así que sin
la menor intención acabó duchándola, entonces fue que tuvo que salir volando sin completar
lo que estaba haciendo.
–Entonces mejor por qué no acabas de orinar aquí y de paso terminas de cagarte de miedo. –
Le dije y acabamos riéndonos.
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CIRO V. PALOMINO DONGO
UN “FLORERO” MAS
–¿Cómo creen ustedes que acabará toda esta trifulca? –Preguntó uno de los reunidos.
–Esto no acabará nunca, porque los huelguistas están decididos a votar a la Dina Boluarte del
mismo lugar en que la pusieron, aunque ella diga "Dina no se orina". Y que de inmediato se
convoque a elecciones generales y que en cuatro meses vayamos todos a las urnas bajo
apercibimiento de multa.
–Pero dejándonos de bromas, ustedes creen que los 15,000 millones de dólares que han
invertido las empresas transnacionales y los grandes capitales nativos en la minería de la
región, ¿van a dejar que se los expropien cuándo todavía no le han sacado el jugo a ese montón
de dinero? Mucho menos el Partido Comunista Chino que es dueño de la minera las Bambas
en plena explotación. Además, es uno de los más grandes inversionistas del país,
especialmente en el mega puerto comercial de Chancay en la región Lima. Y todavía están
hablando de imperialismo yanqui, cuando los gringos jamás han metido tanta plata en el Perú.
A eso se suman las otras inversiones que han hecho los europeos y los norteamericanos, sin
faltar las que hicieron los chilenos, argentinos colombianos mexicanos y de los otros países
latinoamericanos que en los últimos 30 años vieron en el Perú el país donde se podía invertir
con seguridad para obtener buenas ganancias. –Acotó alguien que al parecer conocía mucho
del asunto.
–¿Entonces que va a pasar, por decir en los próximos meses? –Volvió a preguntar.
–¡Bala y más bala, hasta que se calme todo! Le respondió el conocedor de las grandes
inversiones extranjeras.
–¿Cómo puede ser eso? –Preguntó más confundido aún.
–¡Mira! Los policías y soldados no son unos sádicos o desalmados que se vacilan disparándole
a los huelguistas. Ya sus jefes han entendido que estas movilizaciones no son pacíficas y para
ello han tenido que recurrir al uso legítimo de la fuerza del Estado amparado por un Decreto
Legislativo que les permite controlar las situaciones que perturban la paz y el orden interno,
como lo tienen todas las policías del mundo. Así que compadrito no es como dice la gente
que los tombos y cachacos están disparando porque les da la gana o porque sé les ocurre, sino
que tienen que acatar lo que sus jefes le ordenan conforme a esa ley y después con base en
esa norma pueden defenderse ante cualquier tribunal.
–¿Tú eres de derecha no? –Le preguntó.
–¿Y tú eres de izquierda no? –Le preguntó a su vez.
–En realidad no, pero en la universidad tuve que andar con los de la izquierda por eso del
comedor universitario, que valgan verdades me ayudaba mucho, porque yo era un estudiante
pobre.
–Pero ahora que eres profesional y estás nombrado en el Gobierno Regional ya no necesitas
ser izquierdista. Yo también he sido hijo de un artesano con una madre de ocupación “su
casa”, por eso he sido caserito del comedor universitario y no por eso tenía que ser de
izquierda. Escucha, el hombre es libre a pesar de sí mismo. Como Nino Bravo. "Libre, como
120
DE LA VIDA
el sol cuando amanece yo soy libre, como el mar. Libre, como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar. Libre, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar, camino sin cesar
detrás de la verdad y saber lo que es al fin la libertad"'. Por eso no puedo ser de derecha o de
izquierdas.
–¿Entonces, qué va pasar? –Le preguntó nuevamente.
–Lo que puede pasar es que, si estos reclamos y movilizaciones continúan haciéndose cada
vez más violentos, entonces mediante un golpe de Estado, los militares tomarán el poder e
inmediatamente se desatará una salvaje represión en medio del aplauso de la otra parte del
pueblo que es la gran mayoría y que ya está harta de todo esto. Y cuando se crea que ya todo
está en calma buscarán, detendrán, matarán y desaparecerán a todos los que tienen registrados
en sus fotos y videos.
–¿Pero no crees que así se estará destruyendo la democracia? –Le preguntó.
–¿De qué democracia estás hablando? ¿De la democracia de Belaunde? ¿De la democracia de
Velasco Alvarado? ¿De la democracia de Alan García? ¿De la democracia del chino
Fujimori? ¿De la democracia del cholo Toledo? ¿De la democracia del cosito Humala? ¿De
la democracia del PP Cuy? ¿De la democracia del lagarto Vizcarra? ¿De la democracia del
Pedro Castillo? ¡Ya pues, por favor! De qué democracia estás hablando, porque todos estos
“demócratas”, solo han resultado ser unos corruptos y unos vulgares ladrones.
–Te estoy hablando de la que elegimos todos.
–Eso no es ni será nunca una democracia. Eso es solo una elección y nada más. Solo es escoger
sobre la base de una repugnante demagogia y una sibilina propaganda, al próximo
“demócrata” que igual nos seguirá robando, como si se tratara de preferir una comida, una
gaseosa, un condimento o un calzoncillo. La democracia es otra cosa, papay.
–¿Entonces porque siempre estamos hablando de democracia en todo lugar y momento?
–Precisamente por qué no existe. ¿Acaso alguna vez has sentido que vives en una democracia
y por eso te sientes demócrata?
–No pues.
–¡Escucha! En el Perú nunca ha existido la democracia, que es el gobierno del pueblo por el
pueblo, ni siquiera en Estados Unidos ni en Europa. En realidad, entre los hombres nunca va
a existir la democracia, porque según Aristóteles en su libro La República, la democracia sólo
puede existir entre los dioses. La democracia sólo es un valor como la ética, la justicia, la
belleza, etc., al que todos debemos aspirar. Cómo lo hacen con mucho sacrificio los
pobladores de los países escandinavos donde todos con su trabajo, sin importar si el gobierno
es de izquierda o de derecha, impulsan la igualdad de sus conciudadanos pagando en
impuestos hasta el 45% de sus ingresos, para que todo esté en orden y para que todos en
alguna medida puedan ser felices dentro de una comunidad solidaria, donde no existe la
corrupción. Dónde los pobres viven mejor que muchas familias de lo que llamamos “clase
media” en este país. Donde hasta los presos tienen un lugar para desarrollarse personalmente.
Y eso solo se alcanza con educación y más educación, el resto es cuento.
121
CIRO V. PALOMINO DONGO
–Eso está bien, pero estamos hablando del Perú, porque si se produce un golpe de Estado van
a pegar el grito al cielo la OEA la ONU y todos los países importantes del mundo y así la cosa
no va a salir bien para los golpistas, ni para nosotros tampoco.
–Y si va a ser así. ¿Qué puede pasar? Acaso no te has enterado de que el presidente ruso
Vladímir Putin sólo por sus apetitos imperialistas y rompiendo toda la legalidad internacional,
invadió Ucrania un país soberano y a pesar de la pataleta de todos los Organismos
Internacionales, no le ha pasado nada, pese a que la cruenta invasión rusa ya va para un año
y se ha cobrado más de 200,000 vidas en ambos bandos. Lo que es peor, a raíz de esta guerra
toda la economía mundial se ha puesto “patas arriba” y por eso todos los países están en la
línea de una inflación y recesión mundial, o sea pobreza y más pobreza, y en medio de esta
desgracia a quién le puede importar el Perú y lo que pase con los peruanos. Sólo seremos una
más de las malas noticias que suceden a diario en el mundo. ¿Pero sabes a quiénes le puede
interesar?
–No sé. ¿A quiénes?
–A los que tienen metido su dinero en nuestro país y por supuesto a los políticos que son los
que protegen sus intereses. Entonces como dijo Ortega y Gasset. “La política es el simple
juego de los intereses”.
En ese punto el diletante amigo puso fin a ese diálogo que más parecía un monólogo.
Y arreglándose el saco y haciendo adiós con la mano, se marchó sacando airosamente el
pecho.
Después de un momento reparé en eso que habló acerca de un golpe de Estado por
parte de los militares y bala y más bala y masacres como cancha por todos lados, con miles
de muertos y desaparecidos cómo en la Argentina de los años 70. Pero eso ya no sucede en
estos tiempos, pues ahora solo se necesita tener el poder dentro de un Estado de Derecho y
esperar que tarde o temprano las cosas se calmen o que por el bloqueo de las carreteras se
produzca un desabastecimiento tal que la otra parte del pueblo salga a mostrar su descontento
con todo lo que está pasando, que no adivino cómo será.
Y como todo esto no es una fiesta, comiencen a detener a algunos sujetos y presentarlos
cómo los autores del incendio de los locales del poder judicial o de la fiscalía para procesarlos
por el delito de terrorismo, como ya está sucediendo en otras regiones.
Todo eso que dijo es lo más chiflado que he escuchado últimamente, pero no sería
nada raro que ese callejero opinólogo, con ese su floro cojudo que fácilmente confunden la
realidad con la fantasía, sea candidato para algo en las próximas elecciones y sin saber “leer
ni escribir” hasta resulte elegido congresista de la república, gobernador regional o alcalde.
122
DE LA VIDA
XENA, PRINCESA GUERRERA
De repente entre las matas de las flores escuché el maullido de un gatito, pero cuando
me acercaba a ver se espantaba y raudamente desaparecía de mi vista y después de unas horas,
volvía a lo mismo.
Se trataba de una gatita tricolor que había sido rescatada de las orillas del río Olivo que
pasa por el lugar donde vivo y que ahora encajonado con muros está a más de dos metros de
profundidad y que probablemente la mala gente que la trajo hasta ahí, la arrojó al río junto a
cinco o seis gatitos más, pero seguramente esta luchó por su vida y logró montarse sobre unas
piedras que estaban por encima del nivel de las aguas.
Sospecho que esa camada de gatitos habría sido lanzada muy temprano por la mañana
y cuando lograron escuchar sus ateridos maullidos y subirla a la casa, ya eran las cuatro de la
tarde. Pero enseguida cuando se vio a salvó se perdió entre el follaje del jardín para ponerse
a maullar de hambre, de tristeza, abandono y dolor.
Cuando con el "Pielorrojo" que llamaba alegremente "Michi, michi, michi", nos
pusimos a buscarla para llevarlo a comer al plato del Michimaus que así es como se llama mi
viejo gato, que es tan viejo que ahora le damos comida para gatitos porque ya ni dientes tiene.
Entonces ese era el menú perfecto para una guerrera que había luchado por salvar su vida.
Cuando muy sigilosamente logré cogerla al instante me mordió, pero, aunque me
sangraba el dedo pulgar de la mano derecha la puse frente al plato y me marché a
desinfectármelo. Lo más pronto posible porque no conocía al animalito. Mientras me curaba
pensé que, al verse atrapada, la minina temió verse otra vez arrojada al río para ser rematada.
"Tiene miedo, mucho miedo”. Un temor tan grande como el que estamos sintiendo todos
frente a la siempre presente muerte que nos sigue trayendo el COVID-19 y de las muertes que
están produciendo todas las guerras del mundo.
Cuando fui a ver qué había hecho. Pues había comido hasta la saciedad porque el plato
estaba vacío y cuando la vi caminar como un felino en peligro, desapareció raudamente debajo
del sofá y no la vi más hasta que al día siguiente la vi al lado del desmuélado Michimaus que
estaba esperando que le llenaran su plato con comida para bebes. "Ya agarró pista”, pensé y
me quedé satisfecho.
Ya está conmigo casi o más de un mes, no recuerdo. Y cómo ya estaba ella tuve que
comprar leche de caja para darles de desayuno a los gatos en una latita de atún. Le gustó y
mucho. Al comienzo esperaba que no hubiera nadie para acercarse a beber, pero ahora ambos
gatos como si fueran sindicalistas me piden a gritos su leche.
Ya no se escapa para esconderse de mí. Y anda por dónde trajina el Michimaus. Se
solea en la puerta de mi dormitorio, juega con todo hilo que encuentra o ramita que se tropieza
y ya está gordita, fuerte y agilísima como cualquier gato. A veces me sigue mordiéndome el
pasador de mi zapato o la basta de mi pantalón, pero cuando me paro, huye. Cuando les sirvo
su leche y no están la llamo gritando. "Xena, Xena" y aparecen los dos volando, pero al llegar
hasta mi presencia se reprime y se aleja a una distancia dónde siente que puede estar segura.
El gato toma primero y solo cuando me voy se desayuna ella.
Aún hoy todavía no se deja agarrar para acariciarla, debe tener mucho miedo a la "garra
humana" que sin ninguna compasión mata animales. Mata selvas, bosques, océanos, mares,
lagos, ríos, glaciares, paisajes y hasta el aire que respiramos. Pero también y mucho, mata
123
CIRO V. PALOMINO DONGO
hombres, mujeres y niños en nombre de ideologías políticas, de patriotismos chauvinistas, de
religiones fundamentalistas, por el color de la piel, por un puñado de dólares o por el mandato
de la arrogante locura de un caudillo asesino que amenaza con destruir la Pachamama con
una guerra nuclear si no le dejan salirse con su gusto.
Una tarde que estaba en mi dormitorio haciendo un trabajo en la laptop que tengo sobre
una pequeña mesa, de repente cuando volteo me percaté que la gatita estaba sobre mi cama,
pero cuando se dio cuenta que había advertido su presencia, salió volando como una flecha.
¿Cómo es que llegó hasta ahí y sin la compañía del Michimaus? ¿Cuánto tiempo estuvo ahí?
Para saberlo toqué el lugar donde se había recostado, estaba caliente, lo que quería decir que
me había seguido y cuando supo que estaría entretenido se subió a la cama, no sé si a descansar
o para ser mi amiga y compañía. Entonces recordé algunas frases del capítulo XXI del
Principito de Antoine de Saint-Exupéry.
“Fue entonces que apareció el zorro:
–Buen día –dijo el zorro.
–Buen día –respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta, pero no vio
a nadie.
–Estoy aquí –dijo la voz –bajo el manzano...
–¿Quién eres? –dijo el principito. –Eres muy bonito...
–Soy un zorro –dijo el zorro.
–Ven a jugar conmigo –le propuso el principito. –Estoy tan triste...
–No puedo jugar contigo –dijo el zorro. –No estoy domesticado.
–Ah! perdón –dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
–¿Qué significa "domesticar"?
(….)
– Es algo demasiado olvidado –dijo el zorro. –Significa "crear lazos..."
–¿Crear lazos?
–Claro –dijo el zorro. –Todavía no eres para mí más que un niño parecido a
otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para
ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas
tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo
seré para ti único en el mundo...
–Comienzo a entender –dijo el principito. –Hay una flor... creo que me ha
domesticado...
(….)
–Sólo se conoce lo que uno domestica –dijo el zorro. –Los hombres ya no
tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los
comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no
tienen más amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
124
DE LA VIDA
–¿Qué hay que hacer? –dijo el principito.
–Hay que ser muy paciente –respondió el zorro. –Te sentarás al principio más
bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El
lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco
más cerca...
(….)
Y volvió con el zorro:
–Adiós –dijo...
–Adiós –dijo el zorro. –Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien
con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
–Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito a fin de recordarlo.
(….)”
Hoy día se llevaron a Xena, la princesa guerrera. ¡Estará bien! Se la entregué a una
mujer que conoce muy bien sobre abandonos y desamparos y por eso tiene buen corazón, pero
además es muy fuerte.
125
CIRO V. PALOMINO DONGO
¿Y COMO TE DEJA?
No sabría decir si me he disciplinado a las órdenes que me da mi nuevo y brilloso reloj
digital medicinal de pulsera o he dejado que simplemente me someta, pues entre sus varias
“maravillas” sabe contar los pasos que doy cuando camino y por una aplicación en el móvil
me señala cuántos pasos he andado y los convierte a kilómetros.
De modo que, si me indica que he dado 8,100 pasos o más, significa que he trajinado
5 kilómetros e incluso me dice cuántas calorías he quemado en ese afán. Pero la verdad es
que no le creo, porque además de ser “Made in China”, desde niño yo sé cuánto hay que sudar
para recorrer 5 kilómetros y no creo que lo que me muestra sean realmente cinco, es mucho
menos. De cualquier forma, ya me he acostumbrado a andar por las calles hasta que mi reloj
me arroje los 8,100 o más pasos que me he propuesto lograr de lunes a viernes.
Como por estos días anochece más temprano, estando en el mismo propósito, por una
de las céntricas calles del pueblo a la hora en que muere la tarde y súbitamente todo se
oscurece, porque se encienden las luces de los postes, los negocios y los carros, de manera
que bien se puede decir que llegó la noche.
De pronto me tropecé con un amable y muy respetuoso jovencito que me presentó mi
hijo, no es que fuera así solamente conmigo, sino que, al parecer por su crianza, educación y
dónde había crecido, de natural así era su proceder. Entonces entre saludo y saludo acabamos
montados en una charla.
Como correspondía a su talante me dejó hablar lo que quería decirle, que no era mucho,
porque no sabía exactamente que podría contarle que le interese, así que, como me mostró
unas fotos de una pesca que había hecho en los riachuelos de la puna de alguna comunidad
campesina, hablé de eso, porque tengo buenos recuerdos de las hermosas truchas que en esas
mansas y pequeñas corrientes se pueden pescar. En fin, es cómo pescar en el pozo de una
granja piscícola, pero algo más serio puesto que hay que saber con qué carnada se puede
seducir a esos acuáticos habitantes altoandinos.
Estábamos en eso, cuando súbitamente cambió de conversación, mejor dicho, empezó
una taladrante perorata de varios temas, que empezando uno y sin terminar saltaba a otro. Y
cuando abordaba el que debía seguir intentaba otro y en ese loco afán iba irritándose más y
más, porque al parecer todo lo que me quería decir lo molestaba y por eso le daba rabia,
mientras que yo no entendía por qué a las personas que mencionaba en sus trozadas historias
los trataba de vividores, estafadores, imbéciles o tramposos. Como no lo conozco muy bien,
pero si un poco a su familia, supuse que estaba “rajando” de ellos, porque cuando hablamos
mal de los demás, los primeros en caer dentro de nuestros alfilerazos es la “bendita y sagrada
familia”.
Y como a medida que vituperaba comenzó a levantar sin control los brazos, pero no
para añadir a su enredado relato un lenguaje de gestos, sino para indicarme sólo a mí, que lo
que estaba chismorreando también era importante para cualquiera, pues a su parecer me estaba
confesando unas supremas verdades que a nadie más le confiaría, mientras que sus ojos se
pusieron vidriosos y en la comisura de sus labios comenzó a formarse una espesa baba como
de cuáquer, al tiempo que seguía vociferando a voz en cuello su cháchara sobre tierras,
126
DE LA VIDA
haciendas, emprendimientos fallidos, fracasadas inversiones, procesos judiciales, muertes que
parecían suicidios y otros asuntos más que no logré entender, pero si comprender que no se
trataba de su familia real, sino de alguna ficticia que se inventó en función a los sucesos de
ella.
Cuando sentí que estaba alborotándose más de la cuenta, le pregunté muy seriamente.
–¿Así de loco funcionas?
–¡Más tarde me fumo un troncho en mi cuarto y me calmo! –Me respondió y enseguida me
preguntó. –¿Usted ha fumado alguna vez?
–Yo me he fumado dos biblias completas. –Le respondí para calmarlo y se puso a reír de
júbilo, porque a todos los fumones les alegra saber que tienen a uno de los suyos a su lado,
del mismo modo como a los alcohólicos les complace encontrarse con otro borrachín, aunque
después por eso de consumir acaben peleándose hasta odiarse.
–¿Y usted todavía se mete sus “bates”?
–¡No!
–¿Y cómo ha dejado de fumar? –Me preguntó.
Sin esperar mi respuesta, con el temor de un niño arrepentido pasó a contarme que allá
donde vivía, por culpa de sus padres había estado encerrado en varios centros de rehabilitación
donde casi lo mataron a golpes, y cuando su madre le reclamaba a los responsables, estos les
decían que todavía no existían medicamentos para curar las adicciones, así que cuando ahí
adentro se vuelven locos por eso de la abstinencia, no existía otro modo de calmarlos.
“Nosotros tenemos que hacer lo que ustedes no han hecho cuando el muchacho comenzó a
enviciarse”. Les decían. También me contó que para ese mismo fin había frecuentado algunas
sectas cristianas, pero aun así no había logrado dejarlo.
Pero luego con mucho desenfado pasó a justificar su debilidad diciéndome que para
nada los porros le molestaban su desenvolvimiento personal, ni su desempeño en el oficio con
el que se ganaba la vida, ni mucho menos su personalidad. “¡Ya he aprendido a planear!” Me
dijo con algo de orgullo.
–¿O sea que como los cóndores ya conoces muchas autopistas de viento?
–¡Si! –Me respondió con algo de gozo, al tiempo que volvió a preguntarme cómo fue que
había dejado de fumar.
–¡Nadie deja la droga! –Le respondí y afirmé. –¡La droga te deja!
–¿Y cómo te deja? –Me preguntó lleno de curiosidad.
–Te deja estúpido, huevón, desmemoriado, agresivo, ansioso, depresivo, sicótico,
esquizofrénico y finalmente muerto.
Entonces sin más me extendió la mano en señal de despedida. Por mi parte yo se la
estreché y lo dejé ir para que a su manera fuera a calmarse.
127
CIRO V. PALOMINO DONGO
¡Y POR ESO LES DOY UN LIKE TAMAÑO DEL AMPAY!
Por una "ami-gata te pareces", me he enterado de que en una de las mesas del almuerzo
que se organizó con motivo del aniversario del ex Colegio "Santa Rosa", o sea el regentado
por las monjas dominicas, por fin hablaron de mí, pero confundiéndome una vez más, con mi
hermano gemelo.
No sé por qué, pero dijeron que yo era un tipo inteligente y un buen escritor y que por
medio del Internet hago un diario desde Norteamérica donde escribo acerca de mi desempeño
profesional, la naturaleza de mi trabajo y no pocas cosas de mi vida y sus avatares (eso no es
cierto), pero también que escribo cosas muy interesantes sobre la historia de Abancay y
también muy bonitos cuentos y bellos poemas (eso podría ser, pero no tanto). Aunque una de
ellas dijo que algunas cosas que publico, para ser un profesional, eran muy groseras, pero
felizmente me aclaró diciéndome que era una compañera de provincias altas, de esas que
creen que porque ya son “adultas mayores” (SIC. viejas) todo el mundo le debe un gran
respeto, incluso hasta en las cosas que ella tiene que leer en las redes sociales, y nos reímos,
porque de esta clase de gente gruñona y sin historia se puebla la soledad.
Después siguió contándome muchas cosas más que en mis tiempos de colegial nunca
había hecho o dicho, incluso me dijo que comentaron que yo había estado de enamorados con
esa y otra fulana más, que no adivino de quiénes se trata, y otras lindezas más.
La verdad es que me halagó todo lo que me contaba, porque era parte de los recuerdos
que me hubiera gustado atesorar y por eso, como cualquiera, sería un poco más abanquino de
lo que soy.
Lo cierto fue que yo quise acabar la secundaria lo más pronto posible, porque ya estaba
harto del colegio, de los profesores, de los auxiliares, de mi padre y del pueblo entero, y
también porque ya estaba cansado de la triste fama de nuevaolero, rocanrolero, marihuanero
y borracho que las malas lenguas gratuitamente me endilgaron.
Por eso y muchas otras cosas más, ya me había llegado hasta la coronilla toda la
menudencia que estaba almacenada dentro del pueblo y que olía a tiempos de la colonia y el
gamonalismo, y por ese entonces mi gran ilusión era rodar por el mundo sin importar lo que
me pudiera suceder, total igual nos vamos a morir. Pero las súplicas de mi madre y la realidad
me decían clamando que dentro del poder establecido o lo que los gringos llaman
“Establishment” podía tener y hasta ocupar algún lugar como cualquier otro que se esfuerza,
y es por eso que me puse a estudiar, es decir a leer y escribir concienzudamente dentro de la
universidad que yo mismo escogí y luché por ingresar. Y eso fue lo que hice.
Después de esa grata conversación me puse a meditar. De dónde salió esa nueva
imagen que me endosan, como para haber sido el centro de la comedida conversación de unas
veteranas cómo yo. Sin duda se trata del mundo virtual, ese universo digital de las redes
sociales que actúa como una extensión de nosotros mismos y dónde a través de una
computadora, Tablet o un celular, podemos ganarnos un lugar en el mundo aparente, aunque
este no sea igual a lo que somos o a la vida cotidiana que masticamos a diario, pero eso es lo
que hay en ese más allá de la realidad y que está a nuestra disposición con solo hacer un clic.
128
DE LA VIDA
Pero cuando después de un rato nos damos cuenta de que ese mundo nunca podrá
meternos ni un solo céntimo en los bolsillos, sino más bien que nos lo saca, entonces hacemos
otro clic y nuevamente volvemos a ser lo que somos y a tener que trabajar por todo lo que
tenemos, porque no somos políticos, corruptos o delincuentes. Pero, además como las moscas
que están por todos los lados, ahí están nuestras necesidades; entonces reparamos que nos
falta tender la cama, lavar la ropa, preparar la comida, sacar la basura, ir al trabajo y seguir
siendo el ser que vivimos.
BUENO PUES, “CUANDO DIOS QUIERA Y LA VAQUILLA LO PERMITA”,
¡NOS VEMOS EN LAS REDES SOCIALES! Porque sólo ahí los veo felices, guapos,
inteligentes, generosos, bien vestidos y hasta limpiecitos. Súper sociales y muy simpáticos,
comiendo rico en lugares elegantes o siendo adinerados y atrevidos turistas, ciudadanos
decentes, trabajadores honestos, felices esposos, amorosos padres y madres, babeantes
abuelos, esforzados estudiantes, profesionales famosos, sabihondos catedráticos, deportistas
victoriosos, sensibles artistas, muy religiosos y hasta fundamentalistas, brillantes
intelectuales, sutiles, sarcásticos y hasta chistosos humoristas; prometedores, eternos y hasta
fracasados candidatos políticos, doctos opinólogos, intensos influencers y chismosos sin
parangón.
Jóvenes solteras, solteronas empedernidas y hasta ilusas viejitas exhibiendo todo lo
que tienen como queriéndonos decir. "Por si acaso esto es todo lo que hay”, pero ninguna nos
dice. “¡Sale probando!". Gente sonriente mostrando su motocicleta o su auto nuevo como
diciendo. "Mira lo que me encontré", sin importarles lo que piensen los envidiosos. "Cómo lo
hace? ¿Cuál es el negocio?", y los cumpleañeros escribiendo. "Gracias por haberme saludado
virtualmente por mi Santo, espero que hayan disfrutado de la fiesta virtual que les ofrecí", y
sumados a todos los waccras, los ccarccachas, las llusquis, las fasfis y los patulecos, más
aquellos que se creen ricos y hasta millonarios con lo que pidieron prestado de los bancos,
etc. y cien etcéteras más.
Pero, sobre todo, un abrazo a todos los que se atreven a difundir cultura en las redes
sociales. ¡Y POR ESO A TODOS ELLOS, LES DOY UN LIKE TAMAÑO DEL
AMPAY!
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CIRO V. PALOMINO DONGO
INDICE
Analía
8
Mi encuentro con Michimaus
12
¿Sientes que hay alguien más?
15
El chismorreo
19
La bellaca historia del Jacinto y la Raimunda
22
La abducción
27
¡Cómo deseo ser tu amor!
34
La doctrina
38
La veta
42
El curso de capacitación
47
“¡Ta’suagüela!”
50
¡Sáquenme de aquí!!
54
Los punteados por el amor
57
Lo que el tiempo se llevó
66
El vaciamiento
69
Feliz 149º aniversario Abancay
71
La despedida
73
Los mercachifles online
76
El Cambray
79
Cómo tratar psicológicamente a los fumadores
82
“El cura Palomino”
85
El materialista
89
La quechua hablante
92
Cuando el pueblo quiso comprar la hacienda Patibamba
96
El “jaijado”
100
El palto–mallqui
105
Este perro
107
Kay pacha
109
¿Se acuerdan de los lonches?
111
Una incursión al infierno
119
Un “florero” mas
122
Xena, princesa guerrera
125
¿Y cómo te deja?
127
130