CHINA
EXPLORADOR
1
La dueña del futuro
STAFF
INTRODUCCIÓN
1 EXPLORADOR
Edición
Carlos Alfieri
Diseño de colección
Javier Vera Ocampo
Diagramación
La historia por asalto
por Carlos Alfieri
Ariana Jenik
Edición fotográfica
Luciana Rabinovich
Investigación estadística
Juan Martín Bustos
Corrección
Alfredo Cortés
A partir del atraso, la miseria y el oprobio seculares y en un
período increíblemente breve, China tomó por asalto la historia
y se instaló en el primer plano de la escena mundial.
LE MONDE
DIPLOMATIQUE
Director
José Natanson
Redacción
Carlos Alfieri (editor)
Pablo Stancanelli (editor)
Creusa Muñoz
Luciana Rabinovich
Luciana Garbarino
Secretaria
Patricia Orfila
secretaria@eldiplo.org
Producción y circulación
Norberto Natale
Publicidad
Maia Sona
publicidad@eldiplo.org
www.eldiplo.org
Redacción, administración,
publicidad y suscripciones:
Paraguay 1535 (C1061ABC)
Tel: 4872-1440 / 872-1330
Le Monde diplomatique / Explorador es una publicación de
Capital Intelectual S.A. Queda
prohibida la reproducción de
todos los artículos, en cualquier formato o soporte, salvo
acuerdo previo con Capital
Intelectual S.A.
© Le Monde diplomatique
Impresión:
Formacolor Impresores,
Camarones 1768, Ciudad
de Buenos Aires
Distribución en Cap. Fed.
y Gran Buenos Aires:
Vaccaro, Sánchez y Cía S.A.
Moreno 794, piso 9
Tel. 4342-4031 Argentina
Distribución interior y exterior:
D.I.S.A. Distribuidora Interplazas
S.A. Pte Luis Sáenz Peña 1836
Tel. 4305-3160 Argentina
Le Monde diplomatique (Paris)
Fundador: Hubert Beuve-Méry
Presidente del directorio y
Director de la Redacción:
Serge Halimi
Director General: Alain Gresh
Jefa de Redacción:
Martine Bulard
1-3 rue Stephen-Pichon,
70013 París
Tel: (331) 53949621
Fax: (331) 53949626
secretariat@monde-diplomatique.fr
www.monde-diplomatique.fr
2
E
ntre los innumerables cambios que los últimos tres decenios y medio de historia generaron se cuenta el haber destruido todas las
certezas en cuanto a la previsibilidad de los
cauces por los que discurriría el futuro geopolítico de
la humanidad. A mediados de la década de 1970, parecía perdurable la bipolaridad del mundo, con un capitalismo liderado por Estados Unidos y que admitía
grados crecientes de protección social en Europa (la
“sociedad del bienestar” surgida de la segunda posguerra), y un socialismo que tenía a la Unión Soviética como gran potencia y a la China de Mao Zedong,
todavía muy atrasada, como una variante díscola e
independiente del mismo campo ideológico.
Un cierto determinismo histórico dominaba en casi todas las corrientes de pensamiento, marxistas o
no, que hacía inconcebible el retroceso hacia etapas
anteriores de la organización socio-económica. Por
supuesto, variaban las concepciones teleológicas:
para los marxistas, era indudable que el socialismo
representaba una fase superior del desarrollo de la
humanidad, y el mundo se encaminaba inexorablemente hacia él; para los capitalistas, el mercado y la
libre empresa terminarían arrasando al socialismo y
otorgando a la sociedad grados de riqueza nunca vistos. Aunque diferían radicalmente, ambas estaban
imbuidas de la idea de progreso.
A finales de la década de 1980 y principios de la siguiente, la implosión de la Unión Soviética –que tomó por sorpresa a la inmensa mayoría de los analistas políticos– cambió bruscamente el mapa del mundo. El capitalismo, bajo la triunfante doctrina neoliberal, reveló entonces su rostro más feroz: conquistas sociales que llevaron más de cien años conseguir
son derribadas una a una, mientras el desatado poder
financiero llevó al mundo a una crisis de excepcional
gravedad, de la que nadie ve a ciencia cierta la salida.
El viento del Este
Muerto Mao en 1976 y acabados los caóticos diez
años de la Gran Revolución Cultural Proletaria,
Deng Xiaoping asciende al poder en China e impone
una serie de reformas de una audacia imprevista y de
resultados asombrosos. ¿Reimplantaron Deng y sus
herederos políticos el capitalismo? ¿Crearon el “socialismo de mercado”? ¿Establecieron una reforma
análoga a la que introdujo Lenin en la URSS en 1921,
la llamada Nueva Política Económica (NEP), que
puso en funcionamiento algunos mecanismos capitalistas (aunque a una escala infinitamente más pequeña)? Las posibles respuestas a estos interrogantes
son bastante más complejas que las preguntas.
Lo peculiar de la vía de desarrollo adoptada por el
Partido Comunista Chino hacia 1978 consistía en
que era doblemente heterodoxa. Lo era, naturalmente, con respecto a la tradición marxista: la implementación de formas de libre mercado y normas liberales
para atraer al capital extranjero configuraba una estructura capitalista en medio de un Estado definido
como socialista, y encontraba difícil cobijo en el que
se había denominado marxismo-leninismo-pensamiento Mao.
(En marzo de 2004, la Décima Asamblea Popular Nacional introduciría una reforma histórica en la Constitución de la nación, que incluía la protección de “la
propiedad privada legítima”).
Pero también era heterodoxa en relación con la ideología neoliberal, puesto que todos los resortes decisorios
permanecían férreamente en manos del Estado.
Lo cierto es que el capital extranjero afluyó en enormes cantidades y empresas de todo origen se radicaron en la que fue bautizada “la fábrica del mundo”. La
inmensa oferta y los bajísimos costos de la mano de
obra, la preparación y disciplina de los trabajadores,
más la prohibición legal de las huelgas y de la organización de sindicatos hicieron paradójicamente de la
China formalmente comunista un paraíso capitalista.
El Gran Salto Adelante
China era todavía en la década de 1970 un país subdesarrollado esencialmente agrícola. Su espectacular crecimiento económico ha sido uno de los aconte-
SUMARIO
CHINA
La dueña del futuro
cimientos relevantes de la historia contemporánea.
Entre 1978, cuando se implantaron las reformas inspiradas por Deng Xiaoping, y 2006, la media de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) fue del 9,4
por ciento. Se trata de la tasa de crecimiento más elevada y sostenida del mundo.
El PIB chino pasó de 420.000 millones de dólares en
1980 a 5,6 billones de dólares en 2002, nada menos
que 13 veces más en 22 años; en ese lapso el ingreso
per cápita se multiplicó por siete, y el número de lo
que las estadísticas consideran pobres absolutos disminuyó en 200 millones de personas. Según datos
del CIA World Factbook, en 2011 China alcanzó un
Producto Interno Bruto de 11,44 billones de dólares,
el segundo más grande del mundo, sólo por detrás del
de Estados Unidos, que ese mismo año llegó a 15,29
billones de dólares.
Mientras el comercio mundial se multiplicó por 20 entre 1970 y 2002, las transacciones internacionales chinas lo hicieron por 140. Esto convirtió al coloso de Asia
en una de las locomotoras de la expansión económica
global, lo cual hizo lógica su admisión como miembro
de pleno derecho en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. China es hoy el primer exportador del planeta; en 2011 sus ventas al exterior sumaron 1,900 billones de dólares, seguida por Estados Unidos, con 1,500 billones; Alemania, con 1,400 billones, y
Japón, con 800.000 millones de dólares.
Los continuados superávits de su comercio exterior
durante las tres últimas décadas (sólo en 2012, el excedente de la balanza comercial china fue de 231.100 millones de dólares), además de financiar su desarrollo,
le permitieron a China poseer las mayores reservas de
divisas del mundo, con 3,2 billones de dólares en 2011
(en 1978 contaba con apenas 167 millones de dólares).
Es, además, el mayor tenedor extranjero de deuda de
Estados Unidos, con 1,164 billones de dólares.
El progreso de China, su renovado orgullo nacional
tras siglos de miseria, hambrunas, opresión y humillaciones extranjeras, su extraordinario avance social, pese al nacimiento de nuevas desigualdades, privilegios e injusticias resultan indudables. A analizar
en profundidad los aspectos relevantes de este fenómeno, a estudiar sus contradicciones, a revelar las nacientes formas de protesta y las nuevas realidades de
la sociedad china y a conjeturar acerca de sus posibles
derivas está dedicado este primer número de Explorador de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.
INTRODUCCIÓN
2|
por Carlos Alfieri
La historia por asalto
1. LO PASADO
De la Revolución Cultural a la implantación del capitalismo
6|
10 |
14 |
20 |
La avasallante Revolución Cultural
Tribulaciones de un campesino chino
Utopía, realidad, catástrofe
De la rebelión al imperio del mercado
por Solange Brand
por Xu Xing
por María A. Macciocchi
por Wang Hui
2. CHINA HACIA ADENTRO
La explosión del desarrollo
28 |
34 |
36 |
42 |
46 |
¿Qué capitalismo es el chino?
Y China despertó
¿Podrán los comunistas cambiar el país?
El despertar de los trabajadores
El eje de la globalización (mapa)
por Maurice Meisner
por Ignacio Ramonet
por Jean-Louis Rocca
por Isabelle Thireau
por Philippe Rekacewicz
3. CHINA HACIA AFUERA
En camino de convertirse en primera potencia mundial
50 |
56 |
60 |
64 |
68 |
Ser o no ser imperialista
El giro de Pekín
En busca del equilibrio
Un matrimonio muy desigual
Una aspiradora mundial (mapa)
por Michael Klare
por Martine Bulard
por Shen Dingli
por N. Zuazo y M. Rohmer
por Philippe Rekacewicz
4. LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO
Rica tradición milenaria, vertiginosa modernidad
72 |
78 |
China en el objetivo de los chinos
Confucio o el eterno retorno
por Philippe P. Célérier
por Anne Cheng
CHINA, DUEÑA DEL FUTURO
84 |
Un decenio clave para el porvenir
por Sergio Cesarin
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 3
© Yang Liu / Latinstock / Corbis
1
De la Revolución Cultural a la
implantación del capitalismo
LO PASADO
Si algo caracteriza a la China moderna es la vertiginosidad de los
cambios que experimentó desde el triunfo de la revolución liderada
por Mao Zedong, en 1949, hasta nuestros días. Entre 1966 y 1976
vivió el terremoto de la Revolución Cultural –una orgía de infantilismo
izquierdista–, para desembocar después, de la mano de Deng Xiaoping,
en la implantación de una peculiar forma de capitalismo y encarrilarse
hacia el destino de gran potencia mundial que hoy recorre resueltamente.
EL EXPLORADOR 5
© Swim Ink/Corbis
Después de la explosión juvenil, el sofocamiento del fuego
La avasallante
Revolución
Cultural
por Solange Brand*
Para fortalecer su poder amenazado, Mao apeló a la movilización de la juventud contra “burócratas” y “burgueses”.
El resultado de esta “Revolución Cultural”, que duró de
1966 a 1976, fue desastroso. Al margen de las tragedias
humanas que provocó, deterioró la economía y sembró
el caos en el mundo de la enseñanza.
P
ekín, 1º de octubre de 1966. Decimoséptimo aniversario de la proclamación de la República Popular China. Un millón y medio,
dos millones de guardias rojos desfilaban
ante la tribuna levantada en la plaza de Tiananmen,
frente a la entrada de la Ciudad Prohibida, para corear su apoyo a la Revolución Cultural y a su “guía”.
Escoltado por aquellos a quienes más tarde se llamaría La Banda de los Cuatro (1), un Mao Zedong envejecido, cuestionado tras el fracaso del Gran Salto Adelante (2), se lanzaba a la reconquista del poder –con
el apoyo del aparato de propaganda y del ejército, comandado por Lin Biao–. Y con el fin de eludir al Partido y a las instituciones, había convocado a la joven
generación para luchar en nombre de la revolución
contra la burocracia, el mandarinato y el aburguesamiento, destruyendo los vestigios del pasado. Para el
Gran Timonel se trataba también de evitar cualquier
riesgo de evolución “a la soviética”, de hacer prevalecer la “vía china” de la revolución comunista.
Consignas incendiarias
“¡Disparen sobre el cuartel general!” ¿Qué juventud
resistiría semejante invitación? Una apuesta a escala
del país, pero también una manipulación cuidadosa-
mente preparada por un espectacular aumento de las
críticas contra algunos dirigentes (3).
Desde la primavera boreal de 1966, escolares y estudiantes se habían movilizado con entusiasmo, marcando el inicio de la gran escenificación de desfiles,
consignas, gongs y címbalos. El rojo había invadido
esa ciudad gris y horizontal que era Pekín. En agosto
se sucedieron inmensos desfiles en la avenida Cheng
An y la plaza Tiananmen, donde Mao Zedong había
“recibido” en ocho ocasiones a millones de jóvenes
llegados de todo el país para expresarle su veneración. Omnipresente, estudiado de memoria, leído a
coro, el Pequeño Libro Rojo que contenía el “pensamiento del presidente Mao” gobernaba entonces los
comportamientos y las aspiraciones.
Una marea roja
Pero ese 1º de octubre era único en su tipo. Ni parada militar, ni tanques con flores, ni colorida puesta en escena: durante horas sólo se vio un desfile ininterrumpido de jóvenes guardias rojos con
brazalete, chaquetón azul o caqui y camisa blanca; las mujeres en pantalones ya se habían cortado las trenzas. Todos enarbolaban su Pequeño Libro Rojo al ritmo de consignas, constituyendo d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 7
© Hung Chung Chih / Shutterstock
FERVORES
Canción
de combate
Esta Canción de combate de los
Guardias Rojos era uno de los himnos
preferidos de los jóvenes durante
la Revolución Cultural.
Somos los guardias rojos del presidente Mao,
Mausoleo. Monumento frente a la tumba de Mao Zedong
en la plaza Tiananmen (Pekín).
los que forjamos nuestros corazones en el fragor de las tormentas.
Con las armas del pensamiento de Mao Tse Tung,
barremos toda la canalla.
Estamos decididos a la crítica, estamos decididos a la lucha,
somos y siempre ya seremos rebeldes revolucionarios.
No dejaremos ni raíz del viejo mundo.
Roja será ya siempre la patria nuestra de la Revolución.
Somos los guardias rojos del presidente Mao,
inquebrantables en nuestra posición proletaria.
Fieles a la vía revolucionaria de nuestros mayores,
asumimos la dura tarea del momento.
Estamos decididos a la crítica, estamos decididos a la lucha,
somos y siempre ya seremos rebeldes revolucionarios.
No dejaremos ni raíz del viejo mundo.
Roja será ya siempre la patria nuestra de la Revolución.
Somos los guardias rojos del presidente Mao,
en vanguardia de la Revolución Cultural,
unidos a las masas para librar combate
y eliminar a todo ser nocivo.
Estamos decididos a la crítica, estamos decididos a la lucha,
somos y siempre ya seremos rebeldes revolucionarios.
No dejaremos ni raíz del viejo mundo.
Roja será ya siempre la patria nuestra de la Revolución.
De Poesía china: del siglo XXII a.C. a las canciones de la Revolución Cultural,
selección y traducción de Marcela de Juan, Alianza Editorial, Madrid, 1973.
8
d una marea roja sobre la cual flotaban banderas
y pancartas del mismo color. En los asistentes imperaba el sentimiento de un inmenso torniquete...
Pero muy rápidamente, en nombre de la primacía del
origen social, sobrevinieron los desbordes, la delación, las críticas, la violencia y el caos. Tras un sangriento año 1967, se le pidió socorro al ejército para
poner fin al movimiento. Millones de estudiantes de
la ciudad fueron enviados al campo para llevar “la
buena nueva”, y ser “reeducados”, una manera de
poner fin a las turbulencias de esa juventud que sería conocida como “la generación de los jóvenes instruidos” (4). El exilio, las familias divididas, las vidas
destrozadas... “Diez años de desastres”, así serían llamados los años que siguieron.
Avances históricos
En 1949 había que despertar a un país atrasado, responder al reto de las necesidades elementales, salir del estado de hambruna endémica que agobiaba
a una población que crecía exponencialmente (5).
Por ejemplo, los “médicos descalzos” ayudaron a
introducir elementales medidas de higiene y cuidados sanitarios en lo más recóndito del mundo rural.
Mucho se hizo en materia de salud, alfabetización,
educación, igualdad de los derechos de la mujer. Al
precio de una brutal presión política y social, prácticas tan ancladas como el robo, el juego, la prostitución
y la corrupción habían prácticamente desaparecido.
Esas décadas de la China “revolucionaria” –apresadas entre milenios de imperio y la conquista desenfrenada, desde fines del siglo XX, del estatus de su-
© Jacques Langevin/Sygma/Corbis
© Bettmann/CORBIS
1 | LO PASADO | LA AVASALLANTE REVOLUCIÓN CULTURAL
Mao Zedong. Líder de la Revolución China, presidente del
Partido Comunista hasta su muerte, en 1976.
Tres líderes. Mao Zedong, Jiang Zemin y Deng Xiaoping en las paredes de Wuhan, provincia
de Hubei, importante núcleo industrial en el centro de China.
perpotencia– marcaron una de las rupturas más radicales que haya conocido la humanidad, sobre todo
a tamaña escala.
1. La llamada Banda de los Cuatro estaba integrada por Jiang Qing,
la mujer de Mao Zedong; Zhang Chunqiao; Wang Hongwen y Yao
Wenyuan. Símbolos de la Revolución Cultural y sus desviaciones,
fueron arrestados el 6 de octubre de 1976, un mes después de la muerte
de Mao Zedong.
2. Lanzado en 1958, el Gran Salto Adelante suprimió la propiedad
privada y lanzó la industrialización del país a marchas forzadas. Según
las estimaciones, su fracaso, acentuado por razones meteorológicas
que afectaron las cosechas, habría provocado entre 15 y 30 millones de
muertos.
3. Principalmente Deng Xiaoping y Liu Shaoqi, quienes habían
contribuido a dar vuelta la página del Gran Salto Adelante.
4. Véase en particular Michel Bonin, Le mouvement d’envoi des jeunes
instruits à la campagne en Chine 1968-1980, École des Hautes Études en
Sciences Sociales, París, 2005.
5. En 1979, el régimen instauró la política del hijo único. Su aplicación
limitó el crecimiento de la población pero tuvo efectos perversos, como
el envejecimiento demográfico, la búsqueda por todos los medios del
hijo varón, el imperio del niño-rey...
6. Francia reconoció a China a partir de 1964, pero la Organización de
las Naciones Unidas recién lo hizo en 1971.
7. En 1976, Deng Xiaoping, quien se opuso a la represión de las
manifestaciones en la plaza Tiananmen, fue reemplazado por Hua
Guofeng.
Aciertos y errores
Hace tan sólo unos cuarenta años, seiscientos millones de seres humanos vivían marginados del concierto de las naciones (6). Diecisiete años después de su
independencia, China, que emergía despedazada,
humillada, exangüe tras una primera mitad del siglo
XX que la vio asolada por la guerra civil, las potencias
occidentales y Japón, seguía aislada en un mundo bipolar en lucha.
Eso explica en gran parte el nacionalismo de hoy y el
orgullo recobrado. Hasta el exceso. Así como el aura de la que todavía goza Mao Zedong. A su muerte, el Partido Comunista le atribuyó “70% de aciertos, 30% de errores”: fórmula lapidaria que permitió a sus sucesores preservar su poder y cerrar
cualquier debate acerca de su propia legitimidad.
Modelo de lo negativo
La Revolución Cultural fue declarada gran catástrofe
nacional. Oficialmente, la responsabilidad le fue imputada a la Banda de los Cuatro, lo que diluye la responsabilidad del Gran Timonel. Deng Xiaoping convirtió a ese período en el ejemplo negativo sobre el
que se apoyó para llevar adelante su política de apertura a la economía de mercado, hasta que él mismo
reprimió las aspiraciones de la generación siguiente, cuando ésta ya no se contentaba con obedecer a la
consigna única: “Enriquézcanse” (7). g
Ni violín ni poesía
El fundamentalismo pueril
con que los Guardias Rojos
combatían “las desviaciones
burguesas” durante la
Revolución Cultural llevó a
excesos increíbles. Por ejemplo,
renombrados violinistas o
eruditos en poesía clásica
fueron enviados al campo
a trabajar la tierra para
reeducarlos fuera de esas
prácticas “reaccionarias”.
*Autora de Pekín 1996. Petites histoires de la Révolution culturelle,
Éditions de l’oeil électrique, Rennes, 2005. Fue directora artística
de Le Monde diplomatique (París) entre 1980 y 2004. Excepcional
fotógrafa, con sus imágenes del proceso de cambios en China se
realizaron varias exposiciones en Francia y en otros países.
Traducción: Teresa Garufi
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 9
© Alain Nogues / Sygma / Corbis
10
Las ciudades, faros de esperanza
Tribulaciones de
un campesino chino
Por Xu Xing*
Aunque el siguiente relato es un texto de ficción, ejemplifica perfectamente
la odisea de la vasta migración interna de campesinos a las ciudades que
se produjo en China a partir de las reformas económicas introducidas por
Deng Xiaoping y el intenso desarrollo capitalista que promovió. Nunca en
la historia se registró un proceso de semejante magnitud.
E
l joven Gan llegó a Pekín en el verano
de 2000. Gracias a un conocido con
quien se había encontrado en la ciudad de S., pudo conseguir un trabajo
de transportista en la entrada del barrio de
Zhongguancun. Ese día, una vez realizada
la entrega de un cargamento de discos duros,
Gan descansa un instante sentado en su triciclo bajo un sol abrasador. En la calle, van y
vienen sin cesar los autobuses con anuncios
publicitarios multicolores. Todo lo que ve se
relaciona con eso que la gente llama IT, la informática (1). Una publicidad de un sitio de internet atrae sorpresivamente su mirada: ¡y@
está! Gan recuerda entonces esa expresión
“¡Lo encontré!” (del nombre de un buscador
chino)... exactamente lo que gritó el joven policía hace algunos años.
Fue en 1994, inmediatamente después de la
Fiesta de la Primavera. Una multitud de campesinos que iban a trabajar a las ciudades del
norte o del sur del país, se agolpaba delante de
la estación ferroviaria más grande del norte
de la provincia A. El joven Gan, con sus bolsos
de piel de serpiente, estaba entre ellos. Nunca antes había abandonado el hogar familiar.
Pero las noticias que Kai, un muchacho del
país, había traído a su regreso de S., habían
encendido una luz de esperanza en los ojos
de la familia del joven Gan, quien acababa de
reprobar su examen de ingreso a la enseñanza superior. La familia le permitió finalmente viajar al sur. Es así como Kai acompañó a
Gan en su primer viaje importante. Kai prometió encontrarle un lugar donde alojarse y
ayudarlo a buscar un empleo. Al dejar a su familia, el joven Gan sólo iba a engrosar un poco más las filas de los emigrantes rurales que,
quince años después del lanzamiento de las
reformas, ya sumaban millones.
Al día siguiente de su partida, por la madrugada, un movimiento de activistas comenzó a recorrer el lugar donde los trabajadores
emigrantes esperaban, algunos desde hacía
ya tres días, la salida de un tren adicional. La
agitación despertó a Kai, que dormía envuelto en su edredón. La gente se amontonaba en
la puerta de entrada de la estación. Algunos
protestaban contra quienes intentaban infiltrarse en la fila de espera.
Kai despertó inmediatamente al joven Gan.
Ambos ordenaron sus cosas de prisa, luego
salieron corriendo. El lugar estaba apenas
iluminado por unos faroles, que impedían ver
con claridad. En el apuro, Gan tropezó con algo... un aparato lo hizo trastabillar. Lo recogió rápidamente y lo colocó en el bolso de Kai.
Al desatarse una lluvia de bastonazos sobre
lo que parecía una verdadera marea humana,
los dos amigos se detuvieron.
Poco a poco, los golpes se multiplicaron y el tumulto disminuyó. La gente se dispersó lentamente y la policía comenzó a recorrer las filas.
En ese momento, un sonido surgió del bolso de
Kai. Un policía de rostro rubicundo corrió hacia ellos, abofeteó a Kai y extrajo de su bolso el
walkie-talkie aún encendido. El policía comenzó a gritar: “¡Capitán, lo encontré!”. Ese “¡lo encontré!” que lanzó el joven policía resonó en
los oídos de Gan como la voz de su abuela.
Ahora Gan tiene veinticinco años. Sentado
en pleno corazón del barrio que concentra los
más recientes avances tecnológicos de China, se gana la vida en buena conciencia de la
forma más tradicional, ofreciendo su fuerza
física.
Aún recuerda aquel día de 1994 cuando junto con Kai subieron finalmente a bordo de ese
tren repleto de gente. Más allá de esta pequeña desventura (Kai fue aporreado por el joven
policía), su viaje se desarrolló sin inconvenientes. Tal como estaba previsto, llegaron a la ciudad de S. situada más al sur, a orillas del mar.
Allí Kai cumplió sus promesas: le consiguió a
Gan un lugar donde dormir y un empleo con
un grupo de trabajadores de la construcción.
En cierta forma, el joven Gan aprovechód
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 11
© Tran Van Thai / Shutterstock
Arroz. China es uno de los centros originarios del cultivo de arroz y, con 167 millones de toneladas anuales, se ha convertido en el principal productor mundial, seguido por India e Indonesia.
Mecanización del campo
Cantidad de tractores pequeños,
medianos y grandes
(en millones de unidades)
21,8
9,3
2,6
1980 1995 2010
Derechos para los migrantes
Las masas de campesinos
que se trasladaron a las
grandes ciudades chinas para
mejorar sus condiciones de
vida están en una situación
de inferioridad con respecto
a la población urbana más
antigua. Una de las principales
reivindicaciones que enarbolan
los movimientos de protesta
es el otorgamiento de plenos
derechos y más bienestar
a los migrantes internos.
12
d esta oportunidad de buscar suerte lejos de su casa demasiado tarde: China era un país con enormes
desigualdades; los traslados de mano de obra no se
correspondían con el movimiento de industrialización; el éxodo rural estaba fuertemente controlado.
Todas estas circunstancias contribuyeron a exacerbar las tensiones sociales.
A partir del segundo semestre de ese año, las cosas
comenzaron a cambiar. Los ciudadanos se dieron
cuenta finalmente de lo que implicaba “dejar el puesto” (2). Más de 10 millones de personas perdieron sus
empleos (existía en las empresas públicas un exceso de personal de aproximadamente 15 millones de
empleados). Sin mencionar a los 160 millones de personas consideradas excedentes en el campo. Todos
ejercían una presión sin precedentes en el mercado
laboral urbano.
Tras la disolución de su grupo de albañiles, el joven
Gan realizó pequeños trabajos en diferentes lugares.
Trabajó como limpiavidrios en los rascacielos de S.,
tanto en las torres de oficinas como en los edificios de
vivienda o en los grandes hoteles... Enganchado en su
cable de seguridad, el joven Gan podía considerarse
afortunado: su nombre no figuraba entre la treintena
de hombres araña víctimas de caídas mortales en la
ciudad de S.
En realidad, la vida ya no le ofrecía al joven Gan muchas posibilidades de hacer fortuna. Durante los
veinte años de aplicación de las políticas de reforma
y apertura, y como consecuencia del retraso de las
reformas políticas respecto de las económicas, los
hijos de altos dignatarios y todo tipo de aventureros
sacaron provecho de su poder (sus “influencias”, como suele decirse). Lograron hacerse un lugar en los
albores del siglo XXI, mientras que los grandes centros urbanos ofrecían cada vez menos oportunidades
a los trabajadores de origen rural, aun en una ciudad
como S., abierta a partir de las reformas.
Entre los trabajadores emigrantes provenientes del
mismo pueblo que Gan, algunos, los más robustos,
consiguieron empleos como personal de vigilancia,
pero la mayoría de ellos eligió ser peón en obras de
construcción. En cuanto a los que les gustaba nadar
en aguas turbias, se convirtieron en cadetes de dudosas sociedades, vendedores de documentos falsos o
de imitaciones de productos como DVD, programas
de computación o CD-rom pirateados.
El joven Gan tuvo la suerte de encontrar desde el
principio un trabajo en la construcción. Su salario era
aceptable y, mal que bien, conseguía ahorrar un poco
de dinero. Prefería sin duda hacer ese trabajo, aunque desagradable, a tener que ocuparse de las tierras
ingratas de su pueblo. Cada vez más gente del campo
se lanzaba sobre S. donde, sin embargo, encontrar un
trabajo se había tornado difícil. Los campesinos, que
habían llegado a la ciudad hacía un tiempo y no encontraban empleo, terminaban aceptando salarios
cada vez más bajos, para satisfacción de los insaciables patrones.
Si bien se habían aprobado reglamentos de trabajo,
no siempre se aplicaban. Las familias de los peones
fallecidos, víctimas de accidentes de trabajo, cobraban indemnizaciones irrisorias. Prueba de ello
es este artículo publicado en un periódico: “Un incendio estalló en Luoyang. A la hora de asumir las
consecuencias del siniestro, los responsables rápidamente hicieron públicas las siguientes decisiones
con respecto a la indemnización de las víctimas: las
familias de las personas fallecidas de origen urbano
recibirán indemnizaciones dos veces mayores a las
que recibirán las familias de las personas fallecidas
de origen rural”.
Luego de la recesión económica de 1997, el éxodo
rural disminuyó. A pesar de todo, el joven Gan, que
creía firmemente en su buena estrella, no quiso volver a su pueblo a cultivar los campos. Gan deseaba
fervientemente encontrar el camino al éxito en la
ciudad.
En Pekín, Gan fue objeto de discriminaciones. Los
reglamentos municipales establecen dos clases de
contribuyentes: los ciudadanos oriundos de Pekín,
que abonan una tasa mensual de tres yuanes por
hogar para el tratamiento de los residuos domésticos, y los residentes oriundos de provincia, que
deben pagar la misma suma, pero por persona. La
prensa local explica que las contribuciones de los
habitantes de origen provincial a la capital son solamente provisorias, contrariamente a los gastos
que su presencia genera, por lo que resulta necesario solicitarles el pago por adelantado. La antigua tasa urbana “de incremento de la capacidad de
© Georgios Kollidas / Shutterstock.
1 | LO PASADO | TRIBULACIONES DE UN CAMPESINO CHINO
Migraciones
Porcentajes de
población urbana y rural
Urbana
Rural
1980
19,4%
80,6%
2000
Granjeros. Antiguo billete (año 1962). La migración de la población del campo a la ciudad comenzó con las reformas
capitalistas. Hacia 2020 se estima que la población urbana superará por primera vez a la rural.
recepción” fue fijada a partir del mismo principio y
con el mismo objetivo.
El joven Gan nada puede decir. En la ciudad de S.,
ya había conocido las discriminaciones que existen
con respecto a los trabajadores emigrantes. Aquí,
las siente con un poco más de intensidad. Es todo.
En la pequeña vivienda de las afueras al oeste de Pekín, donde Gan vive hacinado con otros, el espacio
vital es tan reducido que a menudo estallan peleas.
Paradójicamente, Gan tiene menos preocupaciones
cuando trabaja: durante los días feriados o de franco, nunca está en paz, ya que si en un descuido olvida sus documentos, corre el riesgo de ser llevado a
Changping por policías de civil o uniformados, para
realizar trabajos de extracción de arena. Una vida
siempre en vilo...
Cuando el joven Gan vuelve a ver a su familia, en el
año 2001, trae consigo a pesar de todo entre cinco
y seis mil yuanes (de 680 a 820 dólares), ahorrados
a duras penas, sacrificando su comida y otros gastos. Cuando la madre escucha a su hijo contar cómo vivió tan lejos los 365 días del año que pasó, se
le llenan los ojos de lágrimas. Pero, a pesar de las
lágrimas, todos concluyen que, al fin de cuentas, vale la pena ir a trabajar a la ciudad. En el campo, los
impuestos que deben pagar los campesinos, lejos de
disminuir, aumentan día a día. No dejan de exigirles el pago de nuevos impuestos para financiar la
construcción de obras públicas. Resultado: las autoridades del pueblo se hicieron construir casas espléndidas, que se asemejan a los hoteles más lujosos,
mientras que los campesinos, al caer la noche, aún
encienden lámparas de petróleo para alumbrarse...
Hablaron del hijo de su vecino, un tal Shang, un muchacho de lo más honesto y un hermoso hombre (mucho más que el joven Gan). Hacía dos años se había
ido al sur, pero hace poco, no más de un mes, recibieron una trágica noticia: Shang había sido asesinado
mientras trabajaba como empleado de vigilancia en
un elegante barrio residencial. Cuentan también en
el pueblo que su cadáver fue cortado en pedazos, sin
que se conozcan claramente los motivos.
De hecho, el caso de Shang no es el único. En el mismo distrito se cuenta también la historia del hijo de
la familia He, detenido después de haber asesinado
a tiros con un revólver a un célebre artista que realizaba espectáculos culturales típicamente chinos. La
noticia, ampliamente comentada por los principales
diarios, no había llegado hasta el pueblo de Gan, ubicado a poco más de cinco kilómetros.
Y con el ruido de ese disparo aún retumbando en sus
oídos, el joven Gan partió nuevamente rumbo a la
gran ciudad... g
64,2%
35,8%
2010
53,0%
47,0%
2020
(proyección)
45,0%
55,0%
1. N. del T.: IT (Information Technology), informática (escrito en inglés
en el texto).
2. Xiagang, en chino. Término utilizado especialmente para designar
el despido de empleados de empresas públicas.
*Escritor chino. Autor de Le crabe à lunettes, Julliard, París, 1999.
Traducción: Gustavo Recalde
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 13
© Jim Richardson / Corbis
Una revolución que fascinó a los intelectuales (occidentales)
Utopía,realidad,
catástrofe
Por Maria-Antonietta Macciocchi*
La periodista y escritora marxista italiana Maria-Antonietta
Macciocchi fue uno de los occidentales fascinados por
la Revolución Cultural. Viajó a China cuando estaba en
plena efervescencia y luego, en 1972, cuando se habían
“corregido” muchos de sus “excesos”. Este es el testimonio
–todavía entusiasta– de su segundo viaje.
E
n Occidente, la Revolución Cultural lanzada en 1966 da lugar a dos tipos de interpretaciones divergentes. La primera reacción es la
de la izquierda, o mejor, tal vez, de la ultraizquierda, que se golpea la cabeza contra las paredes
de desesperación. Ella había proyectado sobre China su propia transferencia ideológico-política absoluta; la había convertido en la panacea a todas nuestras impotencias revolucionarias en Occidente. La
otra reacción es la de los amigos “oficiales” de China.
Que ya se arremangan para explicarnos que la “ultraizquierda” china fue la caja de Pandora de todas
las iniquidades, desviaciones y errores más infames.
Ambas posiciones son absurdas.
La ultraizquierda china despreciaba todos los reglamentos en las fábricas, incluso aquellos que son
racionales, como las normas de seguridad. No respetaba los horarios de trabajo. Quería cortar las
trenzas de las campesinas y, si había en casa de un
campesino un mueble viejo, lo rompía diciendo que
era la herencia de una mentalidad feudal. Quería
eliminar toda desigualdad de salario. Decía que todos los cuadros políticos eran malos. Daba al trabajo manual un lugar excepcionalmente exagerado,
reemplazando todo por la política, en vez de la experiencia, de un justo papel para el estudio, la experimentación científica y la investigación. Despreciaba la persuasión. Utilizaba cierta violencia de
tanto en tanto. Por último, convertía al Librito rojo
de citas de Mao en el único texto, separándolo del
campo teórico del marxismo-leninismo.
Regreso al orden
Actualmente, en China, ya nadie agita el Librito rojo
como si fuera un folleto, para saludar a su anfitrión.
“Si hoy no vieron agitar el Librito rojo de Mao por los
estudiantes y los docentes es porque las citas de Mao
no están destinadas a ser agitadas”, nos dijo el vicepresidente del comité revolucionario de la escuela
secundariaNº 31 de Pekín, Wang Shiten. “Hemos corregido los fenómenos de formalismo que, en el estudio del marxismo-leninismo y del pensamiento de
Mao, se habían manifestado durante la Revolución
Cultural. Nosotros también estábamos influidos por
eso y también nosotros agitábamos el Librito…”, nos
explicó Wang Shiten.
Los cuadros del Partido volvieron a la fuerza a los
puestos de dirección. Cambiaron de rostro, físicamente. Ya no están las caras amarillas e impertinentes, estúpidamente agresivas, de los guardias
rojos. Sus discusiones tormentosas y desordenadas
han desaparecido, con las interrupciones y los desacuerdos recíprocos, no solamente por nosotros, sino entre ellos. Ahora los dirigentes tienen entre 40
y 50 años, o más.
Los niños de los dirigentes comunistas con los que d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 15
TESTIMONIO
Bandidos rojos
Edgar Snow*
El autor fue un testigo excepcional de la
revolución china y el primer occidental
que entrevistó a Mao Zedong.
Por la mañana examiné a mis compañeros de viaje, un joven y un bello anciano que llevaba una huella de barba gris. Estaban los dos sentados frente
a mí, bebiendo té amargo de a sorbitos.
De pronto, el joven me dirigió la palabra; primero fueron lugares comunes, luego, inevitablemente, pasamos a la política. Descubrí que el tío de
su mujer era un funcionario del ferrocarril y que viajaba con un permiso.
Volvía al Ssetch’oan, su provincia natal, que había dejado siete años antes.
Pero no estaba seguro de poder visitar su pueblo natal, ya que los bandidos operaban no lejos de ahí.
—¿Rojos, quiere decir?
—Oh, no, no Rojos, aunque también los haya en el Ssetch’oan. No, quiero
decir bandidos.
—Pero los Rojos ¿no son también bandidos? —pregunté por curiosidad—.
Los diarios siempre los llaman bandidos rojos o bandidos comunistas.
—Ah, pero usted tiene que saber que los redactores los llaman bandidos porque recibieron la orden de hacerlo de Nankín —explicó—. Si los
llamaran comunistas o revolucionarios eso probaría que ellos mismos
son comunistas.
—Pero ¿la gente del Ssetch’oan no teme a los rojos tanto como a los
bandidos?
—Y bien, eso depende. Los ricos los temen, así como los propietarios, y también los funcionarios y los recaudadores, es cierto. Pero los campesinos no.
A veces los reciben bien.
Entonces lanzó una mirada inquieta hacia el anciano, que escuchaba con
una atención constante, sin que pareciera escuchar.
—Usted sabe —continuó—, los campesinos son demasiado ignorantes para
comprender que los comunistas solamente se quieren aprovechar de
ellos. Y creen que los Rojos piensan lo que dicen.
—Pero ¿no es así?
—Mi padre me escribió que efectivamente abolieron la usura y el opio en
Song-pan (Ssetch’oan) y que allí redistribuyeron la tierra. Por lo tanto, ya
ve que no son precisamente bandidos. Realmente tienen principios. Pero
son gente peligrosa. Matan a demasiados.
Entonces, inopinadamente, el anciano alzó su dulce rostro y, con una
tranquilidad perfecta, hizo una observación sorprendente. “Cha pou kow
—dijo—. ¡No matan los suficientes!”. Lo miramos estupefactos..
*Periodista y escritor estadounidense (1905-1972). De Étoile rouge sur la Chine (1938); París,
Stock, 1965. Traducción del fragmento: Víctor Goldstein, en Revoluciones que cambiaron la historia, Le Monde diplomatique/Capital Intelectual, Buenos Aires, 2012.
16
d me encuentro están trabajando en las fábricas y en
los campos. Chang Chiyi, uno de nuestros intérpretes, de 30 años, aprendió italiano durante las horas
consagradas al “estudio aislado” en una “escuela del
7 de mayo” del centro-oeste de China, donde trabajó
como cocinero de 1969 a 1971. “Yo sabía que se pone
levadura en el pan, pero, ¿en qué cantidad? –me cuenta–. Luego aprendí a hacer todos los platos: ravioles,
espaguetis, pato laqueado. Se empieza al alba y se termina tarde de noche. La ‘escuela del 7 de mayo’ es una
forma de educación nueva, que suprime las desviaciones. Impide el renacimiento de las castas privilegiadas como en la URSS.”
Esta gran revolución remodeló el inmenso cuerpo
de China, desarraigando las elites y los privilegios,
volviendo a soldar entre ellos trabajo manual y trabajo intelectual, reemplazando las direcciones únicas
de las fábricas y las escuelas mediante direcciones
colegiadas, reestructurando la enseñanza de las escuelas elementales a las universidades en un sistema
para el cual Homo sapiens y Homo faber constituyen
un ser completo. La “lucha-crítica-transformación”
que siguió, la “fase de profundización de la Revolución Cultural”, combatió los aspectos extremistas y
ultraizquierdistas que ésta había adoptado.
El mandato de la realidad
El principio según el cual nadie debe “incrustarse” en
los puestos de mando se aplica igualmente a la generación joven que, de 1966 a 1970, en gran parte tuvo a
China entre sus manos. La “escuela del 7 de mayo” de
Yenan-sian recibe ahora sobre todo a los dirigentes de
los comités revolucionarios, “órganos provisionales
de la Revolución Cultural”. En 1970 era lo contrario: en
la “escuela del 7 de mayo” de Pekín había sobre todo dirigentes del Partido, sindicalistas, funcionarios de los
ministerios y de la Asamblea Popular.
En el interior de las fábricas todo es más ordenado. La
confusión, el vaivén pintoresco, la costumbre de leer
diarios o de pintar dazibaos durante el trabajo, todo
eso ha terminado. Todos los ex dirigentes y cuadros
de las fábricas retomaron su puesto en un 95 % e incluso más. Pero están en las nuevas direcciones colegiadas, como el director de la fábrica de máquinas
herramientas de Shanghai, a la que volví en este viaje, y donde el famoso ingeniero-director del establecimiento se encontraba ahora junto al ex barrendero
de la fábrica, convertido en un inventor renombrado
de máquinas de afilar de gran precisión.
Los salarios mínimos de los obreros acaban de ser
aumentados dos veces, en toda China, mientras que
el resto de los salarios permanecieron sin cambios.
Como quiera que sea, la polémica contra la igualdad
completa de los salarios, sostenida por la ultraizquierda, está abierta. Se proclama por el contrario el
principio “A cada cual según su trabajo”, y no “A cada
cual según sus necesidades”, consigna válida para la
época del comunismo. También en las comunas, los
ex dirigentes vuelven al lado de los nuevos, en una
suerte de fusión orgánica que refuerza objetivamente la fuerza de adiestramiento. El único cambio es el
restablecimiento de las pequeñas parcelas de tierra
individuales de los campesinos. Son irrisorias: apenas más que un huerto. La ultraizquierda las había
suprimido efectuando, como me dicen, “una fuga hacia adelante”. La retribución de la jornada de trabajo
del campesino es igualmente evaluada; pero según
los criterios de la calidad, de la cantidad y del comportamiento político, mientras que, durante la Revolución Cultural, el primer criterio de estimación era
el comportamiento político.
En la universidad Tsinghua, a diferencia de 1970, vi
que los profesores habían recuperado su puesto “casi
en un 100%”, así como los dirigentes del Partido. El
ex rector seguía ausente: me dijeron que todavía está
“corrigiendo sus errores, pero que hay una mejoría,
y que ahora la mitad del tiempo estudia, y la otra está jubilado” (tiene 59 años). El que me habla así es el
secretario de la célula de una de las facultades, Lianthi, un hombre de 35 a 40 años. Se parece a un Marlon
Brando chino. Le pregunto: “¿Y usted, qué hacía?”.
“Volví el año pasado de una ‘escuela del 7 de mayo’ en
el Jiangxi, donde criaba búfalas”, me responde.
La guardia roja que conocí en 1970, Ma Yun-siang,
ha engordado. Está toda redonda. Explica con fervor que la tendencia de la ultraizquierda era no dar
exámenes, por una subestimación de la teoría, y establecer una falsa relación entre política y profesión, lo
que hace que si se trabajaba bien en política, automáticamente se era excelente también en la profesión.
La política y la ideología podían reemplazarlo todo;
Lin Piao decía que, “si el barco está en la tempestad, la
ideología lo conduce al puerto”.
Un cuerpo en calma
Tai Te-tze –la famosa guardia roja que pronunció
el primer discurso en Tiananmen, en 1966, junto a
Mao, en nombre de todos los guardias rojos de China–, hoy docente en Tsinghua, afirma: “La ultraizquierda rebajó el nivel cultural de los estudiantes.
Lin Piao saboteó el estudio y, durante cierto tiempo, los estudiantes no adquirieron los conocimientos indispensables. Lin Piao incitaba a desconfiar de
todos los cuadros, indistintamente, y a poner en duda las notas de examen, en cualquier forma que fuera. De manera que en ese momento los estudiantes,
obreros y campesinos desconfiaban de los intelectuales y los docentes. Los despreciaban a todos, considerándose como los únicos revolucionarios auténticos. Pero los estudiantes deben respetar a los profesores y estos a los estudiantes”.
Toda la estructura de base de la unidad nacional,
con el mecanismo fundamental de selección creado en el momento de la Revolución Cultural, permaneció idéntica en Tsinghua. La universidad tiene
ahora cuatro mil quinientos estudiantes, 49 % de los
cuales provienen de las fábricas, 35 % de las comunas y 14 % del ejército. Todos llegan a Tsinghua, co-
© Jason Lee / Reuters
1 | LO PASADO | UTOPÍA, REALIDAD, CATÁSTROFE
Dazibao. Así se llamaban los típicos carteles de propaganda elaborados por los militantes
de la Revolución Cultural, que inundaban los muros de las ciudades chinas.
mo para el resto de las universidades de China, tras
dos años de trabajo manual. El 10% de los estudiantes son obreros adultos, que deben seguir un año y
medio de cursos para obtener un diploma. Mientras
que para los estudiantes se necesitan tres años de
cursos, más seis meses de estudios preparatorios.
Desde 1970, seiscientos seis obreros fueron diplomados.
El período de trabajo en el campo de los estudiantes
de secundaria fue reducido, lo que reintrodujo un
mayor equilibrio entre el trabajo manual y el estudio. Los talleres de actividad de trabajo en el interior de las mismas escuelas, por otra parte, me parecieron más perfeccionados; así, en la escuela secundaria N° 31 de Pekín, los niños construyen circuitos
eléctricos enteros para los camiones, y, en la escuela primaria de Shanghai, los niños de último año siguen cursos de acupuntura con aplicación práctica.
En consecuencia, ¿qué hay de cambiado desde hace dos años? La atmósfera, la tensión de una muchedumbre febril que ya no lleva la insignia de Mao
en el pecho, que no canta ni atraviesa en cortejo las
calles engalanadas. Como si el enorme cuerpo de
China estuviera en reposo. “La revolución es dura
de llevar toda la vida”, habría dicho Mao a Malraux
en 1965. Lo mismo ocurre con la Revolución Culd
tural, por lo menos en su aspecto “visible”. Ya no
La autora
Maria-Antonietta Macciocchi
(Isla Liri, 1922–Roma, 2007),
ante todo una luchadora
honesta, podría representar
de manera arquetípica
la trayectoria de muchos
intelectuales europeos.
Siendo muy joven se afilió al
Partido Comunista italiano,
con el que tuvo conflictos
por su mentalidad crítica y
heterodoxa. Luego cultivó el
fervor maoísta y la simpatía por
las Brigadas Rojas, para pasarse
más tarde al Partido Socialista
de Bettino Craxi y terminar
por fin en el desencanto.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 17
© Henri Bureau / Sygma / Corbis
LOS PRIMEROS
AÑOS
1949
Triunfa Mao
Mao Zedong proclama en
Pekín, el 1 de octubre, la
República Popular China
y se convierte en su
primer presidente.
1950
Guerra de Corea
En octubre, China
envía voluntarios para
combatir junto a Corea
del Norte contra las
fuerzas de la ONU.
1958
“Excesos”. Póster de propaganda contra la “Banda de los Cuatro”, altos dirigentes acusados de cometer excesos
durante la Revolución Cultural (1976).
Salto adelante
En 1958 Mao decreta el
Gran Salto Adelante; en
1959 y 1960 el hambre
causa estragos en todo
el país. En 1961 Mao
reconoce su fracaso.
1960
Ruptura
El 16 de julio
se produce la
ruptura sinosoviética.
1966
Revolución
Cultural
Mao moviliza a la
juventud contra la
burocracia del Partido y
los “vicios” burgueses.
18
d hay más, en las plazas y las calles, los dazibaos
que tapizaban las paredes, las tiendas y hasta las veredas con un diálogo ceñido, escrito y dibujado por
autores de todo tipo y para las masas más sencillas.
En Shanghai, a lo largo del Bund, los grandes paneles de hierro donde se exhibían los dazibaos y donde,
cada mañana, corríamos a leer los nuevos, también
desaparecieron.
“¿Por qué –le pregunté a Wan, del comité revolucionario de Shanghai– ya no se exhiben más dazibaos?” “En China, muchas cosas han cambiado, el
mundo ha cambiado… y nosotros mismos hemos
cambiado —aclara Wan—. Pero todo anda a pedir de
boca para todos. Los dazibaos ya no se hacen en las
calles, sino en el interior de las fábricas. Ahora, la
discusión es muy concreta. El proceso ‘lucha-crítica-transformación’ se realiza unidad por unidad, y
en cada unidad ha nacido la crítica de masa. A comienzos de la Revolución Cultural los diarios estaban en manos de Liu Shaoshi, y el pueblo escribía
sus diarios. En adelante, cada diario es como un dazibao, porque allí la línea revolucionaria triunfa…”.
“¿Encontró cambios en Pekín?” me pregunta Li, vicepresidente de la Asociación de Amistad, que conoce a Gramsci, Ariosto, Miguel Ángel, la historia
de La Gioconda, el Renacimiento (“como primera
revancha contra la metafísica de la Iglesia”) y el cine
neorrealista. “Claro que sí —le respondo—. Una ciudad sin cortejos, ni desfiles, ni dazibaos, ni vitrinas
cubiertas de eslóganes políticos, como tranquilizada, apaciguada…”. Sonríe, asintiendo. “Una ciudad
que digirió totalmente la Revolución Cultural y que
ahora la lleva adentro, en otras formas…”, añadí.
Aires renovados
¡Qué época para los chinos esta Revolución
Cultural! Hay que ir a la base, entre los chinos de
todos los días, para comprender. Los ojos brillan
todavía de tensión, de emoción, cuando se habla
de esto en las grandes fábricas, aunque algunos
sean más reservados… No puedo olvidar la cara
demacrada del viejo camarada Fun, secretario de
la célula y responsable del comité revolucionario de
la famosa brigada de Liu Lin en Yenán, al que interrogo sobre los límites de la Revolución Cultural y
las desviaciones de los “ultraizquierdistas”. Farfulla algo, inseguro; luego muestra las terrazas perforadas sobre los flancos de las montañas amarillas y
rocosas de Yenán: “Todo esto no existía antes de la
Revolución Cultural…”.
¿Y el culto a Mao? Insignias y Librito rojo han
desaparecido, lo he dicho. Pero lo que sobre todo
desapareció –para el bien de todos, incluso de los
“maoístas” occidentales–, son ciertas formulaciones teóricas sobre la “autoridad absoluta” del pensamiento de Mao, “que es el marxismo llegado a un
nivel superior más desarrollado”; o incluso: “En
nuestra época, estudiar el pensamiento de Mao sig-
© Hung Chung Chih / Shutterstock
© Yu Lan / Shutterstock
1 | LO PASADO | UTOPÍA, REALIDAD, CATÁSTROFE
LAS REFORMAS
1971
En la ONU
La República Popular
China es admitida en
la ONU en lugar de
Taiwan e integra el
Consejo de Seguridad.
1972
Visita de Nixon
Entre el 21 y el 28 de
febrero, el presidente
de EE.UU. Richard Nixon
visita China.
Soldado. En la plaza Tiananmen durante el Congreso
Nacional del Partido Comunista de marzo de 2010.
Estampilla. Mao en la Torre de Tiananmen recibe a los
Guardias Rojos al comienzo de la Revolución Cultural.
1976
Muere Mao
nifica que se estudia el marxismo-leninismo de la
manera más profunda” (1).
Mao representa más que nunca el pivote de la unidad de China, tras los desgarramientos de la Revolución Cultural. Tras haber ordenado ayer “¡Fuego
sobre el cuartel general de la burguesía!” y conducido la Revolución Cultural, hoy reajusta el tiro contra los excesos, reabre al mundo las puertas de China habiendo alcanzado un nivel de potencia excepcional, y juega con Estados Unidos una partida de
alcance histórico cuyo desafío inmediato es su retirada de Vietnam (2).
Las librerías de Pekín, Shanghai, Xi’an o Yan’an, las
tiendas de las comunas más perdidas rebosan no sólo de obras clásicas que, durante la Revolución cultural, ya no eran publicadas, sino también de libros
de geografía y de historia del mundo. Hay también
un estudio de las corrientes filosóficas occidentales,
de Heráclito al existencialismo, que se vende como
pan caliente. “¿Estás buscando esos libros envenenados del pasado?”, me había preguntado con un aire sospechoso, en 1970, uno de mis acompañantes, a
quien interrogaba para saber dónde estaba el librero “de viejo” de la calle de Dazhalan. Hoy en día, los
relatos satíricos de la dinastía Tang están en todas
partes, en chino y en otras lenguas.
Durante la Revolución Cultural no había ningún
museo abierto. Actualmente dicen púdicamente
que los están restaurando… Un movimiento revolu-
cionario es exactamente eso, entre otras cosas, como en 1789, en 1871, hasta en 1848 y en Octubre de
1917: el rechazo previo absoluto y la negación del pasado, porque los hombres luego reabsorben ese pasado en fuertes dosis, reescribiendo ellos mismos la
historia. Los chinos vuelven a tomar contacto con
el vértigo de los siglos precedentes. Excavan a pleno rendimiento en el vientre de la tierra. Han hecho
investigaciones de un valor inestimable en paleontología y en arqueología, descubriendo el fósil de un
dinosaurio gigante en Shandong y el del pitecántropos en Yunnán. Los museos, ordenados y enriquecidos, son invadidos por las muchedumbres chinas,
que van con la boca abierta a mirar lo antiguo y lo
nuevo. g
1. Pékin information, Nº 46, Pekín, 1967.
2. En febrero de 1972, el presidente estadounidense Richard Nixon
se encuentra en Pekín con el presidente Mao. La retirada de Estados
Unidos de Vietnam ocurrirá en 1975, después de su derrota militar.
*Escritora, docente en la Universidad de
Vincennes entre 1972 y 1980.
Traducción: Víctor Goldstein, tomado del libro
Revoluciones que cambiaron la historia, Le Monde
diplomatique/Capital Intelectual, Buenos Aires, 2012.
El 9 de septiembre
fallece el presidente
Mao Zedong. Termina
la Revolución Cultural.
1978
Reforma
En diciembre, Deng
Xiaoping lanza la gran
reforma económica, que
significa una apertura al
capital privado.
1989
Represión
En la noche del 3 al 4 de
junio, el ejército dispara
sobre la multitud de
estudiantes reunidos en
la Plaza Tiananmen. Miles
de muertos y heridos.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 19
© Wang Jianmin / Xinhua Press / Latinstock / Corbis
20
Tras la protesta de Tiananmen
De la rebelión
al imperio
del mercado
Por Wang Hui*
El movimiento social aniquilado en 1989 en la plaza de Tiananmen
fue en esencia una protesta contra el empeoramiento de las
condiciones sociales y la dictadura estatal. Pero el Gobierno y
los neoliberales lograron imponer su política concertada en
reemplazo del monopolio estatal, agravando las desigualdades e
instaurando un nuevo autoritarismo.
D
esde fines de la década de 1970 –y sobre todo a partir de 1989– el gobierno chino encara una política de liberalización radical, en
coincidencia con los más entusiastas partidarios de la globalización. Si las reformas para instaurar una economía de mercado fueron abundantemente comentadas, en cambio la interacción entre
el Estado y los mercados no pareció despertar mayor
interés. Sin embargo, las reformas, en particular la
del urbanismo iniciada en 1984, generaron una redistribución de la riqueza: la transferencia y la privatización de recursos hasta entonces en poder del Estado beneficiaron a nuevos grupos de intereses particulares, que desviaron el proceso de reformas hacia
sus propios fines. Surgieron entonces fuertes desigualdades, expresadas en el desmoronamiento de
la cobertura social, el creciente aumento de las diferencias entre ricos y pobres, el desempleo masivo y el
éxodo de la población rural hacia las zonas urbanas.
Nada de eso hubiera sido posible sin la intervención
del Estado, que mantuvo en pie el sistema político pero se desentendió de otras funciones que ejercía en
la sociedad. Ese dualismo entre continuidad política
y discontinuidad económica y social confiere al neo-
liberalismo chino un carácter peculiar. Uno de los
principales objetivos del gobierno consistía en resolver su crisis de legitimidad, puesta en evidencia por
el movimiento social de 1989. Desde entonces, el discurso neoliberal se volvió hegemónico, impidiendo
cualquier debate sobre perspectivas y alternativas
diferentes. El ingreso de China a la Organización
Mundial del Comercio (OMC) marca la última etapa
de ese proceso.
Para comprender su origen hay que remontarse a las
transformaciones económicas que tuvieron lugar
entre 1978 y 1989 y analizar el papel del Estado en la
instauración de la economía de mercado. El fracaso
del movimiento de 1989, cuyas aspiraciones sociales
y democráticas fueron aplastadas el 4 de junio de ese
año en la plaza Tiananmen, representa el momento
decisivo de esa evolución.
La mayoría de los estudios pusieron de relieve el papel de los estudiantes, de los intelectuales y de los
núcleos “reformistas” en el seno del Estado, pero,
en realidad, el movimiento social movilizó sectores
mucho más amplios de la sociedad. Los estudiantes
desempeñaron por supuesto un papel, pues la liberación intelectual y las “Luces” de la década de 1980 d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 21
© Kobby Dagan / Shutterstock
d habían socavado las antiguas ideologías, abrien-
© Gwoeii / Shutterstock
Desigualdad. Las reformas
aumentaron la brecha social.
Precios. Tras la masacre del 89,
el gobierno aplicó una reforma
de precios basada en el mercado.
do nuevas perspectivas al pensamiento crítico. Pero
la espontaneidad y el alcance de la movilización de
1989 muestran que su origen social era mucho más
amplio y diversificado.
De hecho, los intelectuales se mostraron incapaces
de proponer objetivos sociales realistas. No lograron
captar plenamente la verdadera profundidad de ese
movimiento. Como su blanco principal era el Estado
socialista, el pensamiento crítico no vio ni entendió
las particulares características de las nuevas contradicciones sociales: mientras que el Estado maoísta mantenía, por medio de la coerción y de la planificación, una desigualdad sistemática bajo las apariencias de igualdad, el nuevo “Estado reformador”
transformaba esa desigualdad en diferencias de ingresos entre las distintas capas sociales. Los críticos
no percibieron las tendencias socialistas profundas
que animaban a la oposición de la década de 1980: no
ya el “socialismo” de la antigua ideología del Estado,
caracterizado por el monopolio, sino un socialismo
nuevo, aún balbuceante, que aspiraba a la protección
social, a la igualdad, a la justicia y a la democracia, en
un contexto de desarrollo rápido del mercado.
A pesar de su diversidad ideológica, el movimiento
estaba en general dirigido contra el monopolio y los
privilegios; predicaba la democracia y la protección
social. Salvo a los campesinos, que no se vieron directamente implicados, la corriente atrajo a personas
provenientes de todas las clases, en zonas urbanas
medianas y grandes. Esta amplísima movilización de
sectores representativos de un gran espectro social
puso a la vista de todos las contradicciones existentes
en el seno del Estado.
Cabe distinguir dos fases en las reformas. La primera, entre 1978 y 1984, afectó a las zonas rurales. El aumento del precio de los productos agrícolas, el estímulo al consumo y el desarrollo de la industria local
redujeron progresivamente la diferencia de ingresos
entre las ciudades y el campo. Si bien la introducción
parcial de mecanismos de mercado desempeñó un
papel anexo en esa evolución positiva, las reformas
se basaban en prácticas tradicionales chinas de distribución de la tierra, obedeciendo a principios de
igualdad. La productividad agrícola aumentó, y por
un tiempo se atenuó la polarización entre zonas urbanas y rurales.
La opción del ajuste
En 1984 comenzó una segunda fase, urbana, generalmente considerada como decisiva en el desarrollo
de la economía de mercado. Desde el punto de vista social, ese período se caracterizó por la “descentralización del poder y de los intereses” ( fangquan
rangli): un proceso de redistribución de las ventajas
sociales y de los intereses económicos, por medio de
la transferencia a intereses privados (1) de recursos
anteriormente controlados y coordinados por el Estado. A partir de 1978 el gasto público se redujo nota-
22
blemente y los gobiernos locales tuvieron un mayor
poder e independencia (2).
Como señala el sociólogo Zhang Wali, la descentralización “no afectó para nada el poder de los organismos públicos en la distribución de los ingresos de la
población; sólo redujo el poder del gobierno central
[...]. Lejos de disminuir, la injerencia administrativa
en la vida económica se vio reforzada. Más aun, tomó
una forma todavía más directa que cuando era ejercida por el gobierno central. La descentralización no
significó de ninguna manera la desaparición de la
tradicional economía planificada, sino la simple miniaturización de esa estructura tradicional” (3).
Se hizo hincapié en la reforma de las empresas del
Estado: en primer lugar, se les dio mayor independencia y se las incitó a reorganizar sus actividades
y a cambiar su forma de gestión. Luego, bajo la presión de un desempleo creciente, el Estado, en lugar
de cerrar empresas, optó por la transferencia de activos, manteniendo a la vez la orientación fundamental hacia una economía de mercado. Todo el proceso
–fusiones, transferencias de activos y cierres de empresas– transformó las relaciones de producción. En
cuanto el Estado comenzó a renunciar a sus prerrogativas en los campos industrial y comercial y pasó
de la elaboración y aplicación del plan a un ajuste macroeconómico, las desigualdades en la distribución
de ingresos propias del antiguo sistema estallaron,
traduciéndose inmediatamente en nuevas desigualdades entre capas sociales y entre individuos.
A falta de control democrático y de un sistema económico apropiado, esto era casi inevitable. La posición y los intereses de los trabajadores, e incluso de
los funcionarios, se vieron seriamente afectados.
Prueba de ello es el debilitamiento de su papel económico, la polarización en el seno de una misma capa social, el estancamiento de los beneficios sociales
y de los ingresos obreros. Para no hablar de la falta
total de seguridad en el empleo para las personas de
edad, débiles, enfermas, discapacitadas y para las
mujeres embarazadas (4). Sin embargo, las reformas
adquirieron legitimidad a causa de sus efectos indiscutiblemente liberadores y del debate intelectual que
desataron. El Estado no debe su estabilidad únicamente a la coerción, sino también al hecho de haber
podido mantener esa dinámica.
Al promediar la década de 1980 la inflación galopante y la amenaza de caos económico y de inestabilidad
social en gran escala reactivaron el debate: ¿qué camino elegir entre una reforma radical de la propiedad y
la privatización general de las empresas públicas por
una parte, y por otra, un ajuste estructural enmarcado
por el Estado y una liberalización parcial de los precios? Se optó por la segunda posibilidad, que en general tuvo éxito, pues la reforma de los precios obligó a
los antiguos monopolios a adaptarse, estimulando los
mecanismos de mercado. La importancia del éxito se
ve claramente cuando se comparan esos resultados
con los de la “privatización espontánea” en Rusia.
© oksana.perkins/ Shutterstock
© oksana.perkins/ Shutterstock
1 | LO PASADO | DE LA REBELIÓN AL IMPERIO DEL MERCADO
Seda. La ciudad de Suzhou es líder en la producción de
prendas de seda.
Alta velocidad. La estación de Guangzhou South, la más larga de Asia, se encuentra todavía
en etapa de construcción.
Pero esa opción generó también un conjunto de problemas. China aplicaba un “doble sistema de precios”: los de los medios de producción, que fijaba
el plan, y los de los bienes de consumo, que fijaba el
mercado. Esos dos niveles facilitaron la corrupción
de parte de los cuadros del Estado y de los organismos oficiales. Los recursos en poder del Estado fueron “legal” e ilegalmente transferidos en beneficio de
los intereses económicos de una pequeña minoría.
En ese intercambio entre poder y dinero, una parte
de las riquezas de dominio público fue a parar a los
bolsillos de los “buscadores de rentas” (5). Más aun,
en 1988, la extensión del sistema de “contratos” que
permitía a las empresas del Estado, a los gobiernos
locales y a los ministerios (bumen) firmar acuerdos
comerciales y financieros con el exterior, generó un
aumento de la inflación y la aparición de desigualdades, transformando los “productos del plan” en productos del mercado (6).
Para combatir esos problemas, el gobierno anunció
en mayo y junio de 1988 que terminaría con el doble
sistema de precios y se orientaría hacia su liberalización general. Ello generó pánico e importantes disturbios sociales, que forzaron al gobierno a volver a
un control más estricto de la economía. Así fue como
se exacerbaron las contradicciones entre el Estado y
las entidades que él mismo había creado, los grupos
de intereses particulares, a nivel local y nacional.
La aparición de graves desigualdades fue determinante en el desencadenamiento del movimiento social de 1989. En las zonas urbanas, las diferencias de
ingresos habían aumentado seriamente: los ingresos
de los obreros habían bajado tanto que amenazaban
su “plato de arroz”. El desempleo había aumentado
entre los trabajadores de las empresas del Estado (sin
alcanzar, sin embargo, el dramático nivel actual); la
inflación había encarecido el costo de vida, en tanto
que los beneficios sociales se estancaron. Los trabajadores no fueron las únicas víctimas: ese fenómeno afectó también la vida cotidiana de los funcionarios medios, provocando una diferencia de ingresos
entre ellos y las otras capas sociales y, dentro de la
propia categoría de funcionarios, entre los que entraban en el mercado y los que permanecían en el
sector público (7).
El estancamiento de la reforma agraria a partir de
1985 no hizo más que acentuar la creciente desilusión sobre el programa de reformas. Si se agrega a
eso la exacerbación de los conflictos de intereses en
el seno mismo del Estado, tenemos todos los ingredientes necesarios para generar una crisis integral
de legitimidad.
La opinión pública china no aprobaba la economía
planificada. Pero la transformación del sistema, iniciada a fines de la década de 1970, inspiró desconfianza en cuanto las nuevas desigualdades comenzaron a manifestarse claramente. Entonces se puso
en tela de juicio tanto la legitimidad de las reformas
como su fundamento político y legal.
Los estudiantes y los intelectuales reivindicaban
esencialmente derechos constitucionales, una política democrática viable, la libertad de prensa, la
libertad de reunión y el Estado de Derecho. Querían ser reconocidos como movimiento estudiantil patriótico legal. Otras capas sociales apoyaban
esas reivindicaciones, pero dándoles un contenido
social mucho más concreto: se oponían a la corrupción y a las malversaciones de los dirigentes; criticaban al “partido del príncipe” (la clase privilegiada)
y exigían la estabilidad de precios, garantías sociales y justicia social. También pedían que se controlara la situación de Yangpu, en la isla de Hainan, d
Economía privada
Inversión extranjera directa
(como porcentaje del PIB, promedios)
5,7
3,2
0,3
1982|84 1993|95 2009|11
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 23
Cae el empleo estatal
Porcentaje del empleo urbano
en empresas de propiedad
estatal y colectiva
99,2%
75,7%
20,5%
1980
1995 2010
Exterior e interior
Si bien hoy en día el total
del comercio exterior chino
(la suma de exportaciones e
importaciones) representa casi
el 65% de su PIB (contra menos
del 10% en 1977, antes de las
reformas) el fortalecimiento del
mercado interno es un objetivo
prioritario de la política del
Gobierno. La persistencia de
la crisis económica global hará
que una parte sustancial de
las ventas al exterior se vaya
trasladando progresivamente
a los consumidores internos.
24
d especie de zona franca cedida al capital extranjero. Junto a la reivindicación democrática se expresaba
la de una distribución más justa de la riqueza.
A la vez que criticaba claramente al “antiguo” régimen, el movimiento presentaba sus reivindicaciones
al “nuevo Estado reformista” y se oponía a su política. La distinción entre ambos no implicaba una discontinuidad del Estado, sino una transformación de
sus funciones. El “nuevo Estado reformista” en realidad dependía íntegramente de la herencia política
del “antiguo”.
Un movimiento vaciado
En conjunto, el movimiento representó una reacción espontánea de autoprotección social y de protesta contra el autoritarismo. Sin embargo, entre
sus distintos componentes figuraban los grupos de
intereses particulares que en otros tiempos habían
sido los grandes triunfadores de la descentralización del poder y de las riquezas. Estos presentaban
sus propias reivindicaciones y reclamaban que el
gobierno pusiera en marcha un programa radical
de privatizaciones. Instrumentalizaron el movimiento para modificar las relaciones de fuerza en
el seno del gobierno en su propio beneficio (grupos
económicos como Kanghua Company y la Sitong
Company ejercieron fuertes presiones). El mismo
fenómeno se produjo entre los intelectuales muy
vinculados al poder del Estado.
A ojos del mundo, los neoliberales chinos aparecieron como críticos del régimen que luchaban contra la “tiranía” y por la “libertad”. Disimularon sus
complejas relaciones con el poder, en el que se apoyaban para desarrollar el mercado interno e imponer su política de descentralización y de privatización de las riquezas. A falta de control democrático,
esa confiscación de los recursos fue “legalizada”
por medio de nuevas disposiciones legislativas. Debido a las vinculaciones entre el “neoliberalismo”
chino y el orden mundial, esos “reformadores radicales” impusieron su propia interpretación del movimiento social de 1989, que apareció como la expresión del avance del liberalismo económico.
No es posible explicar los acontecimientos a partir de un esquema “a favor o en contra” de las reformas. El debate entre los neoliberales y los otros
componentes del movimiento se refería, no a la reforma como tal, sino a su naturaleza. Si bien todos
sostenían la idea de reformas políticas y económicas democráticas, las diferencias tenían que ver
con el contenido y con los posibles resultados. La
mayoría de los opositores deseaban una reorganización de fondo de la política y del sistema jurídico
que garantizara la justicia social y una verdadera
democratización de la vida económica. Esas aspiraciones entraban fundamentalmente en conflicto
con las de los grupos de intereses particulares.
Como es sabido, el combate por la democracia, la
igualdad y la justicia social fue aplastado por la vio-
lencia del Estado en la plaza Tiananmen, aniquilando las posibilidades históricas que encerraba
el movimiento. Pero su fracaso también proviene,
indirectamente, de que no fue capaz de establecer
un puente entre reivindicaciones democráticas y
reivindicaciones sociales, ni de constituirse en una
fuerza social estable.
Es preciso situar al movimiento chino en el contexto global de expansión de los mercados y de la
emergencia de fuerzas sociales que impugnaban
el sistema mundial dominante. Formó parte de un
continuum que llevó hasta los movimientos de protesta contra la OMC en Seattle, en noviembre-diciembre de 1999, y contra el FMI en Washington en
abril-mayo de 2000. Todas esas movilizaciones expresaban una esperanza utópica de igualdad y de
libertad. En lugar de reconocer esa doble significación del movimiento de 1989, el discurso dominante hizo del mismo la prueba de la excelencia del
modelo occidental. Así, el acontecimiento fue vaciado de su contenido y de su fuerza crítica; desposeído de su importancia histórica en tanto que protesta contra las nuevas relaciones de poder, contra
la nueva hegemonía y la nueva tiranía (y ya no sólo
contra la antigua).
Crecimiento de las desigualdades
Luego de Tiananmen, la protesta social fue comprimida en un espacio muy reducido y el discurso
neoliberal se volvió hegemónico. En septiembre de
1989 el gobierno aplicó la reforma de precios que
no había podido imponer unos años antes. Y como consecuencia de la gira de Deng Xiaoping por
el sur, en 1992, el gobierno aceleró la instauración
del mercado. La política monetaria se convirtió en
un importante instrumento de control y se ajustó
la tasa de cambio para promover las exportaciones.
La competencia exportadora generó la aparición y
el desarrollo de compañías de gestión; las diferencias de precios debidas al “doble sistema” disminuyeron; el distrito de Pudong, en Shanghai, se abrió
al desarrollo, y nuevas “zonas de desarrollo” proliferaron rápidamente en todos lados.
En los años siguientes, la diferencia de ingresos entre las capas sociales y entre las regiones aumentó,
y fue creciendo una nueva población de pobres (8).
La antigua ideología, irrecuperable, fue reemplazada por la estrategia llamada “fuertes en dos frentes” (ideológico y económico; liangshou ying), que
conjugándose con las reformas, se convirtió en un
nuevo modo de tiranía. El “neoliberalismo” reemplazó a la ideología de Estado como ideología dominante, brindando su orientación y su coherencia a
las decisiones del gobierno, a su política exterior y a
los nuevos valores en los medios de comunicación.
La instauración de una sociedad de mercado no suprimió las causas del movimiento social de 1989;
las “legalizó”. Los inmensos problemas sociales de
la década de 1990 –la corrupción, la especulación
1. Zhang Wali, “Twenty Years of Research on Social Class and Strata in
China”, Shehuiwue janjiu, Pekín, 2000.
2. Wang Shaoguang, “La construction d’un État démocratique
puissant - ‘type de régime’ et ‘capacité d’État’”, Dangdai zhongguo
Rebelión. Un estudiante frena el avance de los tanques del Ejército en la Avenida de la Paz
Eterna, en medio de las protestas en Tiananmen (4 de junio de 1989).
yanjiu zhongxin lunwen (Ensayos del Centro de Investigaciones sobre la
China Contemporánea), Vol. 4, Pekín, 1991.
3. “Twenty Years...”, op. cit., pp. 28-29.
4. Véanse Zhao Renwei, “Algunos aspectos particulares del reparto de
los ingresos en China durante la transición”, en Investigaciones sobre el
reparto de los ingresos en el seno de la población china, Pekín, 1994; Feng
Tongqing, “La situación de los trabajadores chinos: estructura interna y
relaciones mutuas”, Zhongguo sheshui chubanshe, Pekín, 1993 y Zhang
Wanli, “Twenty Years...”, op. cit.
5. Hu Heyuan, “Une estimation de la valeur de la rente en Chine en 1988”,
en Jingji tizhi bijiao (Systèmes économiques comparatifs), Vol. 7, Pekín,
1989.
6. Guo Shuqing, “Transformation du systéme économique, macroajustements et contrôle”, Tianjin renmin chubanshe, Pekín, 1992.
7. Sobre los cambios registrados en la situación de los cuadros antes y
después de las reformas, véase Li Qiang, “Stratification et mouvement
dans la société chinoise contemporaine”, en Zhongg uo jing ji
chubanshe, Pekín, 1993.
8. Véanse los documentos del grupo de investigaciones económicas
sobre el reparto de los ingresos, de la Academia China de Ciencias
Sociales: Zhao Renwei, “Recherches sur la répartition des revenus en
Chine”, en Zhongguo sheshui kexue chubanshe, Pekín, 1994.
9. Véa se Wa ng, “ Ét ude du développement urba in et de ses
antécédents”, en Shehuixue yanjiu, Pekín, 2000.
© TonyV3112 / Shutterstock
inmobiliaria, la decadencia de la protección social,
el desempleo, la mercantilización del trabajo rural,
las migraciones masivas del campo a las ciudades
(9), las crisis ecológicas, etc.– están íntimamente
vinculados con las condiciones sociales anteriores
a 1989. La mundialización agravó aun más esos problemas, su magnitud y su alcance geográfico. En
síntesis, la expansión de los mercados llevó a la polarización social y a un desarrollo desigual, desestabilizando así las bases de la sociedad y facilitando
la instauración del nuevo autoritarismo.
Por supuesto, las reformas y la apertura económica no tuvieron únicamente efectos negativos: liberaron a China de sus coacciones y de los callejones
sin salida adonde la había conducido la Revolución
Cultural. Además, pusieron en marcha un desarrollo económico real e importante, y tuvieron efectos
liberadores. Es por eso que los intelectuales chinos
las aprobaron. Pero, desde el punto de vista histórico, dejaron profundas cicatrices.
Para la generación que creció luego de la Revolución Cultural, el único conocimiento válido viene
de Occidente; más precisamente de Estados Unidos. Asia, África y América Latina –para no hablar
de Europa– desaparecieron de la órbita intelectual
china. Repudiar la Revolución Cultural se convirtió en un medio de defender la ideología dominante y la política gubernamental: cualquier crítica al
neoliberalismo es tildada de “regresión irracional”,
mientras que se recurre a los críticos del socialismo
y de la tradición china para justificar la adopción de
modelos de desarrollo occidentales y de discursos
teleológicos sobre la modernización.
Sin embargo, China no puede conformarse con medirse según la vara del desarrollo histórico del capitalismo occidental. Al contrario, ese capitalismo debe ser sometido a la crítica, no por gusto, sino para
evaluar con una nueva mirada la trayectoria china y
mundial, y para descubrir las nuevas posibilidades
que nos ofrece la historia. No se trata de rechazar la
experiencia de la modernidad, que, ante todo, es un
movimiento de liberación respecto de la teleología
histórica, del determinismo y del fetichismo del sistema anterior. Se trata de convertir la experiencia
histórica de China y de otros países en recursos de
donde extraer la innovación teórica y práctica.
En términos históricos, el movimiento socialista
chino fue un movimiento de resistencia y de modernización. Para captar las dificultades que encuentra China en su búsqueda de igualdad y de libertad, hoy en día es necesario interrogar nuestra
trayectoria de modernización y hallar vías democráticas y sociales capaces de evitar la polarización
y la desintegración. g
© Stringer / Reuters
1 | LO PASADO | DE LA REBELIÓN AL IMPERIO DEL MERCADO
TV. Sede de la televisión china.
*Historiador de las Ideas, jefe de Redacción de Dushu, Pekín.
Traducción: Carlos Alberto Zito
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 25
© Fritz Hoffmann/In Pictures/Corbis
2
La explosión del desarrollo
CHINA
HACIA ADENTRO
Uno de los mayores enigmas a los que se enfrentan los estudiosos
de la realidad china es la definición de su sistema económico. ¿Las
reformas instauradas desde 1978 implican el restablecimiento del
capitalismo? ¿Se trata de un “socialismo de mercado”? Las posibles
respuestas exigen muchas matizaciones. Lo innegable es que el
impresionante crecimiento económico del gran país asiático, por su
velocidad, constituye un caso único en la historia contemporánea.
EL EXPLORADOR 27
© Imaginechina / Corbis
Los paradójicos logros “burgueses” de la revolución maoísta
¿Qué capitalismo
es el chino?
Por Maurice Meisner*
El programa de reformas lanzado por Deng Xiaoping en 1978
pretendía construir las bases para la modernización socialista
del país. Pero produjo el más espectacular proceso de desarrollo
capitalista de la historia. Paradójicamente, las condiciones
para esta transformación provienen de los logros “burgueses”
de la revolución maoísta de 1949.
E
n 1978, cuando Deng Xiaoping lanzó su programa de reformas de mercado, su finalidad no
era crear una economía capitalista. Deng, el
“líder supremo” de China en el período postmaoísta, fue comunista desde sus 20 años, cuando era
estudiante en Francia e ingresó al Partido Comunista Chino (PCCh), en 1924. En 1978 todavía preveía un
futuro socialista para China. Pero como Lenin, Deng
no se oponía a usar los medios del mercado capitalista
para lograr los objetivos socialistas. El objetivo inmediato era el rápido desarrollo económico, empleando
los métodos más expeditivos disponibles, manifiestamente para construir la base material para el socialismo. Si el poder político permanecía en manos del
PCCh, Deng asumía que los deseados resultados socialistas surgirían finalmente del “desarrollo de las
fuerzas productivas”.
Pero lo que realmente se produjo no fue la construcción de los cimientos del socialismo, sino el más masivo proceso de desarrollo capitalista en la historia contemporánea.
Hacia mediados de la década de 1990, los aspectos
esenciales de una economía capitalista estaban firmemente establecidos. En primer lugar, la obtención
de ganancias fue universalizada en la vida económica
y establecida como el principal criterio para juzgar el
éxito o el fracaso de virtualmente todas las empresas
económicas. En segundo lugar, China se integró en la
economía capitalista mundial, y ello inevitablemente tiende a remodelar las relaciones económicas y so-
ciales internas de acuerdo con las normas capitalistas
internacionales. En tercer lugar, se creó un enorme
mercado de trabajo, en parte por la proletarización de
cientos de millones de campesinos que fueron forzados a ello por la nueva mercantilización de la tierra;
en parte por la destrucción del “tazón de arroz y de
hierro”, el término despreciativo que utilizaban los
reformistas partidarios del mercado para referirse
al sistema de seguridad de empleo y los beneficios de
seguridad social de que gozaba una parte de la clase
obrera urbana. Y en cuarto lugar, los reformadores
post-maoístas procedieron con cautela pero inexorablemente hacia un sistema de facto (si no necesariamente de jure) de propiedad privada de los medios de
producción, primero en el campo a través de formas
variadas de tierras “contratadas”, y luego más explícitamente en las empresas urbanas y las propiedades
inmobiliarias.
“Empresarios socialistas”
Los dirigentes chinos post-maoístas reconocieron
desde el inicio que una economía de mercado presuponía una burguesía, o una clase de “empresarios socialistas”, tal como preferían llamarlos. Pero la burguesía china moderna, que siempre fue una clase pequeña y débil, había dejado de existir a fines de los
años 1950. La mayoría de los miembros más ricos de
la burguesía se fueron del continente en 1949, cuando el triunfo comunista, y sus empresas abandonadas fueron nacionalizadas inevitablemente por el d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 29
Electricidad
Participación en la producción
mundial de electricidad
1971
64,8%
32,5%
2,6%
1991
26,9%
67,5%
5,6%
2010
20,3%
60,1%
19,6%
China
EE.UU
Resto del mundo
d nuevo régimen. Las industrias y otros negocios de
aquellos burgueses que se quedaron fueron expropiados o comprados por el nuevo Estado comunista. En
el segundo caso, los ex propietarios recibieron como
compensación bonos del gobierno a tasas bajas no heredables. Así, lo que quedaba de la burguesía china
al final del período maoísta, en 1976, era un pequeño
grupo de ancianos jubilados que cobraban modestos
dividendos de los bonos estatales.
De modo que si se iba a implementar una estrategia de
mercado debía crearse una burguesía. ¿Y qué más lógico que ésta fuese en gran parte reclutada en las filas del
PCCh? Los funcionarios del partido tenían la influencia política y las habilidades para aprovechar mejor las
ventajas pecuniarias que ofrecía el mercado. Superando
las inhibiciones ideológicas –cuando existían– muchos
cuadros del partido se precipitaron a participar ellos
mismos en los negocios o a acomodar a sus hijos, parientes y amigos en posiciones lucrativas en lo que pronto se
convertiría en una red de relaciones clientelares.
En la década de 1980, con la creación de una burguesía funcional, se cubrieron los requisitos esenciales,
sociales e institucionales para una economía capitalista. Al mismo tiempo, las condiciones sociales para el capitalismo fueron reforzadas ideológicamente
por la creciente influencia de las teorías económicas
neoliberales y una creencia casi mística en la “magia
del mercado”. Los planificadores económicos chinos,
algunos de los cuales habían estudiado en las escuelas de negocios de los países industrializados, comenzaron a imitar a sus homólogos occidentales. Y, como
un signo del humor intelectual imperante, los escritos
de Milton Friedman adquirieron una popularidad extraordinaria entre los intelectuales, estudiantes y funcionarios gubernamentales. Friedman, el gurú del “libre mercado”, visitó China para dar una muy publicitada gira de conferencias en 1980 y 1988, prodigando
elogios a sus nuevos discípulos chinos.
Costos sociales extremos
Durante las tres décadas transcurridas desde 1978,
y sobre la base de una ya considerable estructura industrial moderna construida durante el cuarto de siglo anterior, el PIB chino creció a una tasa anual promedio del 9%, un ritmo a largo plazo sin precedentes
en la historia contemporánea. El frenético y masivo
avance del desarrollo capitalista en China rememora el asombro que llevó a Karl Marx a escribir que la
burguesía “ha creado fuerzas productivas más masivas y colosales que todas las generaciones precedentes juntas. La sujeción de las fuerzas de la naturaleza
al hombre, la maquinaria, la aplicación de la química a
la industria y la agricultura, la navegación a vapor, los
ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, la preparación
de continentes enteros para el cultivo, la canalización
de ríos, poblaciones enteras trasladadas fuera de sus
tierras... ¿quién un siglo antes tenía siquiera un presentimiento de que semejantes fuerzas productivas
dormían en el regazo del trabajo social?” (1).
30
Pero en Marx la celebración de las fuerzas productivas
del capitalismo iba acompañada por un agudo reconocimiento de su destructividad social y de una razonada
advertencia sobre los espantosos costos humanos que
exigirían las ingobernables fuerzas económicas que el
capitalismo había desencadenado. “Una sociedad que
ha conjurado semejantes medios poderosos de producción e intercambio –escribió Marx– es como el hechicero que ya no puede controlar los poderes subterráneos que ha invocado con sus sortilegios” (2).
Los “poderes subterráneos” que los reformadores de
mercado del PCCh han desatado son ahora evidentes. Cientos de millones de campesinos han sido expulsados de las tierras que ocupaban, transformándose en una gran “población flotante” de trabajadores
que buscan trabajos temporales en la construcción o
como sirvientes en las ciudades y pueblos. Aquellos
que permanecen en el campo son oprimidos por los
corruptos funcionarios locales, una fuente continua
de “acumulación primitiva de capital” para los empresarios burocráticos. En las florecientes ciudades,
los nuevos ricos alardean de sus riquezas e imitan a
sus homólogos occidentales en una orgía de consumo
ostentoso. Al mismo tiempo la clase obrera urbana,
amenazada por un vasto ejército de reserva laboral,
sufre la erosión de su tradicional seguridad de empleo
y de sus beneficios sociales.
Por supuesto, no hay nada particularmente chino en
lo que se refiere a estos costos sociales del desarrollo
capitalista. La mercantilización del trabajo y la tierra,
el crecimiento de agudas disparidades sociales, la masiva destrucción ambiental: en las tempranas etapas
de la industrialización capitalista esos males sociales
fueron generados en todas partes. Pero en China, debido a la escala y al ritmo extraordinariamente acelerado del desarrollo, las consecuencias sociales son
más extremas y se producen en la mayor escala de la
historia capitalista mundial.
Pero aún habría que preguntarse si el capitalismo chino es realmente capitalismo. Un pequeño y menguante número de observadores extranjeros simpatizantes
enfatiza el rol del Estado y los sectores colectivos en la
economía china, sosteniendo que es efectivamente una
“economía socialista de mercado”, a mitad de camino
entre el capitalismo y el socialismo, y tienen la esperanza de que finalmente se dirija hacia este último. Un
número mucho mayor de observadores occidentales
duda de la autenticidad del capitalismo chino, al que
frecuentemente llaman “capitalismo de compinches”
o “corporativismo leninista”. Ambos puntos de vista se
centran alrededor del papel del Estado comunista en
la economía china, un asunto de necesario análisis para lograr cierta comprensión de la naturaleza social del
régimen chino y su futura dirección.
Creación de una burguesía
El rol del Estado en el desarrollo del capitalismo ha
sido oscurecido, a causa de la necesidad ideológica
de retratar al capitalismo como la expresión de cierta
naturaleza humana esencial. Esta necesidad encontró su expresión en la ideología del “libre mercado”,
que sostiene que el capitalismo opera mejor (y más
naturalmente) cuando está libre de toda intervención
gubernamental externa.
Sin embargo, el poder del Estado ha estado íntimamente involucrado en el desarrollo del capitalismo
moderno desde su origen. Incluso en Inglaterra, la
patria clásica del desarrollo capitalista, fue necesaria
la intervención del Estado para crear un mercado de
trabajo, una condición esencial para el desarrollo del
capitalismo industrial moderno. Los cercamientos de
tierras del siglo XVII, que promovieron el capitalismo rural mientras empujaban a millones de campesinos fuera del campo para ser finalmente transformados en proletarios urbanos, no fueron simplemente el
trabajo de leyes económicas naturales sino leyes del
Parlamento impuestas por los jueces y la policía. Y fue
la reforma de la Ley de Pobres de 1834 la que finalmente eliminó los derechos tradicionales de subsistencia a favor de un “mercado libre de trabajo”, cuyo
funcionamiento fue impuesto mediante la amenaza
del hospicio. El Estado británico estuvo muy implicado en la creación de las condiciones necesarias para el
desarrollo del capitalismo industrial moderno.
En el desarrollo del capitalismo tardío el Estado ha
tenido un papel cada vez más importante. El Estado
de Bismarck aportó la mayor parte del impulso y la
dirección para el rápido desarrollo del moderno capitalismo industrial en Alemania a fines del siglo XIX,
mientras que la industrialización promovida por el
Estado fue la característica dominante de la historia
te del Estado. Tanto en la Alemania del canciller Bismarck como en el Japón de Meiji, la naciente burguesía intercambió “el derecho a gobernar por el derecho
a hacer dinero” (4).
La China post-maoísta podría ser vista como otra variante de este camino conservador hacia la modernización capitalista. Pero en un aspecto esencial el
modelo chino contemporáneo es de un carácter aun
más centrado en el Estado y más burocrático de lo que
fueron sus predecesores alemán y japonés. En la Alemania de Bismarck y el Japón de Meiji existían clases
burguesas autóctonas (aunque débiles), cuyos intereses el Estado autocrático podría promover y cuyas
energías podrían ser guiadas por las autoridades estatales hacia el objetivo del desarrollo económico nacional. El resultado de ambos casos fue una burguesía dependiente del Estado, pero no simplemente una
creación del Estado.
En China, al contrario, a fines de la década de 1970,
cuando se lanzó el programa de reforma de mercado,
hacía largo tiempo que la burguesía china había dejado de existir en tanto clase social operativa. Se tenía
que crear de nuevo una burguesía. Esto fue realizado
por el mismo Estado-Partido Comunista, que asumió
la tarea de producir tanto la burguesía urbana como la
rural, en gran medida desde sus propias filas. Sin embargo, la economía china funcionalmente no es hoy
menos capitalista de lo que fueron sus contrapartes
alemana y japonesa un siglo antes.
Es muy posible que el peculiar origen de la burguesía china contemporánea tenga consecuencias políticas menos felices. Sobre la base de una lectura más
© Kobby Dagan / Shutterstock.com
2 | CHINA HACIA ADENTRO | ¿QUÉ CAPITALISMO ES EL CHINO?
Pobreza. Una de las consecuencias de las reformas.
Si se iba a implementar el mercado debía crearse una burguesía.
¿Y qué más lógico que ésta surgiera del PC chino?
de Japón en la era Meiji (1868-1912), los dos casos más
celebrados de la denominada “modernización conservadora”. En los “nuevos países industrializados”
del período posterior a la Segunda Guerra Mundial,
la modernización capitalista patrocinada por el Estado ha sido casi universal. Corea del Sur, Taiwán y Singapur están entre los ejemplos más exitosos. Una variante de este modelo de industrialización ha sido una
“triple alianza” (entre el Estado, las multinacionales y
el capital local) supervisada por el Estado, un diseño
que puede ser ejemplificado por Brasil, en las décadas
subsiguientes a la Segunda Guerra Mundial (3).
Alemania, Japón, ¿China?
En todos estos casos de “modernización conservadora” –es decir, la modernización capitalista sin una revolución democrática burguesa completa– la burguesía (el agente del desarrollo capitalista) no ha tenido
en demasía el ejercicio del poder a través del aparato del Estado, sino que más bien ha sido dependien-
bien simplista del surgimiento de la democracia política en los primeros países industrializados (como
por ejemplo Inglaterra, Francia, Estados Unidos),
está ampliamente asumido que la burguesía, por virtud tanto de sus intereses económicos como por sus
ideales, procura limitar el poder del Estado. Así, se
predica con frecuencia que el desarrollo del capitalismo y el crecimiento de la burguesía en China conducirán a un proceso de evolución política democrática. Pero resulta improbable que una burguesía que
es creación del Estado comunista, que permanece
tan dependiente de ese Estado y que en muchos aspectos aún está ligada material y psicológicamente
al aparato del Estado-Partido, tienda a limitar el poder de un Estado del que tanto se beneficia. No se
trata tanto de que la nueva burguesía china sea políticamente tímida, sino de que sus intereses económicos están bien protegidos por el Estado que la
creó. De producirse, cualquier impulso serio para un
proceso de evolución democrática vendría así ded
Peligros externos
Ante el XVIII Congreso del
Partido Comunista chino
celebrado en noviembre
de 2012, el presidente
saliente, Hu Jintao, afirmó
que el país debería duplicar
su Producto Interno Bruto
(PIB) y el ingreso per cápita
del 2010 en 2020. Pero el
jefe del Banco Central, Zhou
Xiaochuan, recordó que los
riesgos externos derivados
de la tenaz crisis financiera
global son aún muy grandes.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 31
© Lukas Hlavac/ Shutterstock
Shanghai. Con las reformas económicas de la década del 90, la ciudad más poblada de China
experimentó un espectacular crecimiento edilicio, financiero y turístico.
© hxdbzxy / Shutterstock
d las víctimas, y no de los beneficiarios del capitalis-
mo promovido por el Estado.
McDonald’ s. Se instaló en China
en octubre de 1990 en Shenzhen, provincia de Guangdong.
Hacia la innovación
tecnológica
La primera etapa del
impresionante despegue
económico de China se
basó en la exportación de
productos que requerían el
uso intensivo de mano de obra
muy barata. El actual desafío
es iniciar un segundo ciclo
que se centre en la innovación
tecnológica y la mano de obra
altamente especializada.
32
El nuevo “taller del mundo”
Los aspectos sociales y políticos del desarrollo económico en la China post-maoísta conforman un régimen que puede ser caracterizado mejor como un capitalismo burocrático; esto es, un sistema de economía política donde el poder político es empleado para
generar la acumulación privada a través de métodos
capitalistas de actividad económica. El fenómeno no
es una novedad en la historia mundial. En efecto, en
mayor o menor medida, el uso de influencias políticas
para obtener beneficios económicos privados es un
rasgo extendido de la economía capitalista. Incluso
en los países capitalistas más avanzados, los que más
ruidosamente se presentan como los campeones de
las virtudes del prístino “mercado libre”, una carrera gubernamental es frecuentemente el preludio para
otra carrera más lucrativa en una empresa capitalista
usualmente relacionada con el aparato estatal.
En la historia de China, el capitalismo burocrático ha
sido un fenómeno inusualmente importante. Sus orígenes se remontan a más de 2.000 años, hasta la antigua dinastía Han, cuando los monopolios del Estado
fueron establecidos para la producción y la venta de
bienes tan lucrativos como la sal y el hierro. Los comerciantes privados administraban la producción y
la distribución, pero lo hacían bajo la supervisión de
los burócratas imperiales. Los empresarios privados y los funcionarios del Estado conformaron una
relación simbiótica, y ambos se beneficiaron enormemente durante siglos. Pero no fue hasta el ascenso del régimen nacionalista de Chiang Kai-Shek, en
1927, que China tuvo la dudosa distinción de producir
el que es tal vez el caso clásico de “capitalismo burocrático” en la historia mundial. Durante el período de
gobierno nacionalista (1927-1949), el sector moderno
de la economía china estuvo dominado por las “cuatro grandes familias”: los Kung, los Soong, los Chen y
los Chiang. Estrechamente relacionadas mediante la
política y los matrimonios, estas cuatro familias controlaban el aparato del Partido-Estado nacionalista, y
por virtud de este control político dominaban –como
capitalistas privados– el sector moderno de la economía china.
Los objetivos principales de la Revolución Comunista, tal como Mao Zedong los enunciara en la década
de 1940, eran destruir a los terratenientes feudales en
el campo y a la “burguesía burocrática” en las ciudades. No era la intención, decía Mao, eliminar el capitalismo en general, el que continuaría existiendo “durante un largo período” para servir a las necesidades
del desarrollo económico nacional (5). Por eso es irónico que sólo treinta años después del triunfo revolucionario, el Estado comunista recreara una burguesía
burocrática junto con el capitalismo en general.
Ritmo y escala asombrosos
El capitalismo burocrático de la China postmaoísta no representa una simple resurrección
de la economía política de la era del Guomindang.
El capitalismo burocrático bajo el régimen del
Guomindang (y sus encarnaciones anteriores del
siglo XIX), estuvo económicamente estancado,
aun cuando la burguesía burocrática prosperó. En
sorprendente contraste, el capitalismo burocrático
de la China contemporánea está asociado a tasas de
crecimiento económico extraordinariamente altas,
que han transformado a este país, en palabras de
Martin Wolf, en “el taller del mundo”, un título antes
reclamado por Inglaterra en el siglo XIX (6). El ritmo
y la escala del avance económico de la República
Popular son sorprendentes. Informes recientes, por
ejemplo, revelan que China suma ahora más poder
de energía eléctrica cada año que todo lo producido
por Gran Bretaña en su red eléctrica nacional (7). Y
en la reciente reunión del Congreso Nacional del
Pueblo en Pekín, el primer ministro chino Wen
Jiabao anunció un programa de modernización de la
industria del acero, revelando que las viejas plantas
que serán reemplazadas tienen ellas solas más
capacidad productiva que la totalidad de la capacidad
productiva de la industria del acero de Alemania (8).
¿Por qué el capitalismo burocrático del período
nacionalista perpetuó el estancamiento económico,
mientras un sistema sociopolítico muy similar en
la China post-maoísta ha logrado un fenomenal
crecimiento económico? Cualquier investigación
seria acerca de las razones de este sorprendente
© feiyuezhangjie / Shutterstock.
© Giancarlo Liguori / Shutterstock
2 | CHINA HACIA ADENTRO | ¿QUÉ CAPITALISMO ES EL CHINO?
Industria textil. Uno de los motores del crecimiento. La
seda es la principal actividad de la región de Suzhou.
Nubes. Sede de grandes compañías, bancos e incluso organismos oficiales, los rascacielos
son uno de los símbolos de la nueva China.
contraste debería centrarse, en gran medida, en
las diferencias existentes entre las sociedades
chinas anterior y posterior a la revolución. O, más
precisamente, se debe tener en cuenta los logros de
la Revolución de 1949 en tanto revolución burguesa.
El régimen nacionalista de Chiang Kai-Shek, más
allá de sus bien conocidos defectos internos, se
encontró en el contexto histórico más desfavorable,
un sistema casi feudal de propiedad terrateniente
que despilfarraba –más que acumulaba– capital,
y un sistema político arcaico jaqueado por los
señores de la guerra separatistas; un país política y
económicamente fragmentado por el impacto de un
siglo de imperialismo extranjero, y una burguesía
débil y dependiente del capital extranjero. Los
esfuerzos del régimen nacionalista para aliviar
estas cargas precapitalistas, incluso a la luz del corto
plazo y los limitados medios con que contaba, fueron
débiles en el mejor de los casos.
Por otro lado, el régimen comunista chino realizó con
éxito, en la década de 1950, las tareas esenciales de
una revolución burguesa, aunque sin su componente
democrático. Los comunistas unificaron una
China por largo tiempo desintegrada, se liberaron
de las intromisiones imperialistas y establecieron
un gobierno duro pero efectivo. Con esto crearon
las bases para un Estado-nación independiente
y un mercado nacional; la clase parasitaria de los
aristócratas-terratenientes fue destruida con
la campaña de reforma agraria de 1950-1952, lo
que permitió canalizar el excedente agrario en
capital para financiar un programa de rápida
industrialización impulsado por el Estado y lograr
sorprendentes avances en alfabetización, atención
médica y educación, creando una fuerza de trabajo
moderna y excepcionalmente capaz. En síntesis,
el gobierno maoísta, especialmente en la primera
década, creó las condiciones esenciales para el
proceso de rápido desarrollo capitalista que ha tenido
lugar durante las tres últimas décadas.
El espectacular ascenso económico de China, por lo
tanto, no es simplemente el resultado de las reformas
de mercado de Deng Xiaoping y sus sucesores.
También le debe mucho a los logros “burgueses”
positivos de la Revolución de 1949. La herencia real
de la revolución no fue el socialismo, un objetivo
todavía proclamado ritualmente en Pekín, sino más
bien el moderno objetivo nacionalista de la riqueza y
el poder del Estado-nación. g
Parque automotor
1. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista, Centro Editor de
Cultura, Buenos Aires, 2004.
2. Ibidem.
3. Peter Evans, Dependent Development, Princeton University Press,
Princeton, Nueva York, 1979.
4. Barrington Moore, Los orígenes sociales de la dictadura y de la
democracia, Ediciones Península, Barcelona, 1991.
5. “La situación actual y nuestras tareas”, 25 de diciembre, 1947, Obras
escogidas de Mao Zedong, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1961.
6. The Financial Times, Londres, 25-11-03
7. The Financial Times, Londres, 21-2-07.
8. The Financial Times, Londres, 6-3-07.
Cantidad de computadoras
cada 100 hogares urbanos
*Profesor de Historia de la Cátedra Harvey Goldberg, Universidad de
Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Autor de La China de Mao y después,
Comunicarte, Córdoba, 2007.
Traducción: Jorge Santarrosa y Jaime Silbert
Cantidad de automóviles
cada 100 hogares urbanos
18,6
0,5
2000 2011
Informatización
81,9
9,7
2000 2011
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 33
Vértigo de una megapotencia
Y China
despertó
por Ignacio Ramonet*
“El día que China despierte...”, se decía
hasta hace poco, dejando planear
la idea de una gigantesca amenaza
amarilla sobre el planeta. Ahora
sabemos que ese inmenso país ya está
despierto. Pero todavía no podemos
imaginar las consecuencias que su
impresionante resurgimiento tendrá
sobre la marcha del mundo.
C
oloso demográfico con sus 1.300 millones
de habitantes, China inició su gran reforma económica solamente después de la
muerte de Mao Zedong en 1976, y sobre todo a partir de 1978, cuando asumió el poder Deng
Xiaoping. Fundado en la abundancia de una mano de obra mal pagada, en la masiva recepción de
fábricas de ensamblaje, en la exportación de productos baratos y la afluencia de inversiones extranjeras, su modelo de desarrollo fue considerado durante mucho tiempo “bastante primitivo”,
característico de un país atrasado y gobernado
con mano de hierro por un partido único, dado
que hasta el necesario control de su demografía se
realiza de manera autoritaria.
Sin embargo, China, siempre comunista, no sólo dejó de dar miedo, sino que en la euforia de la
globalización incipiente fue presentada por cientos de empresas, que deslocalizaban allí sus fábricas tras haber despedido a millones de asalariados, como una verdadera ganga para inversores
alertas. En poco tiempo, gracias a la red de “zonas económicas especiales” instaladas a lo largo
de su frente marítimo, se convertiría en una potencia exportadora fenomenal, encabezando a los
exportadores mundiales de productos textiles y
de indumentaria, de calzado, productos electrónicos y juguetes. Sus productos invadían el mundo. Especialmente el mercado de Estados Unidos,
respecto del cual presentaba un desequilibrio gigantesco: en 2003 el déficit comercial estadounidense ante Pekín alcanzó los 130 mil millones de
dólares (1).
© Ryan Pyle/Corbis
Despegue espectacular
La furia exportadora desataría un despegue espectacular del crecimiento, que desde hace dos
décadas supera el 9% anual (2). Este “comunismo
democrático de mercado” significó para millones
de hogares chinos un incremento del poder adquisitivo y del nivel de vida (3). Y favoreció el ascenso de un auténtico capitalismo chino. Siguiendo el mismo impulso, el Estado se lanzó a modernizar el país a marchas forzadas, multiplicando
la construcción de infraestructuras: puertos, aeropuertos, autopistas, vías ferroviarias, puentes,
embalses, rascacielos, estadios para los Juegos
Olímpicos de Pekín en 2008, instalaciones para
la Exposición Universal de Shanghai en 2010, etc.
Esta masa demencial de obras y la nueva fiebre
consumista de los chinos agregaron a la economía
una nueva dimensión: en muy poco tiempo China,
que infundía miedo como potencia exportadora
invasora, se ha convertido en un ogro importador
cuya insaciable voracidad inquieta seriamente.
El año pasado fue la primera importadora mundial de cemento (importó el 55% de la producción mundial); carbón (40%); acero (25%); níquel
(25%) y aluminio (14%). Y el segundo importador
34
2 | CHINA
NOMREHACIA
CAPíTULO
ADENTRO
| TíTULO
| Y CHINA
NOTA DESPERTÓ
mundial de petróleo, después de Estados Unidos.
Estas importaciones masivas dieron lugar a una
explosión de los precios en los mercados mundiales, especialmente los del petróleo.
Admitida en el seno de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) en 2001, China es en la actualidad [año 2004] una de las economías más grandes
del mundo, exactamente la sexta (4). Mueve el crecimiento planetario y toda convulsión en ella tiene
un impacto inmediato sobre el conjunto de la economía mundial. “A pesar de la rapidez de nuestro
crecimiento, China sigue siendo un país en vías de
desarrollo, y necesitaríamos otros cincuenta años
de crecimiento al ritmo actual para llegar a ser un
país medianamente desarrollado”, evalúa el primer ministro Wen Jiabao (5).
El gran interrogante
Pero si China sigue con este ritmo, a partir de 2041
va a superar a Estados Unidos para convertirse en
la primera potencia económica del mundo (6). Lo
cual tendrá consecuencias geopolíticas fundamentales. Esto significa que desde 2030 su consumo de energía equivaldrá a la suma del consumo
actual en Estados Unidos y Japón, y que al no disponer de petróleo suficiente como para satisfacer
una necesidad tan monstruosa, de aquí a 2020 se
verá obligada a duplicar su capacidad nuclear y a
construir dos centrales atómicas anuales durante
16 años...
Aun así, y aunque ratificó el Protocolo de Kyoto en
2002, China, que ya es el segundo país contaminante del planeta, va a llegar a ser el primero, emitiendo colosales masas de gases con efecto invernadero que agravarán el cambio climático en curso.
En este sentido, China constituye un caso de manual y anticipo de la cuestión que se planteará a
propósito de India, Brasil, Rusia o Sudáfrica: ¿cómo arrancar a miles de millones de personas de la
angustia del subdesarrollo sin sumirlas en un modelo productivista y de consumo “a la occidental”,
nefasto para el planeta y mortal para el conjunto
de la humanidad? g
1. Véase “Quand la Chine éternuera...”, Cyclope. Les marchés
mondiaux 2004, bajo la dirección de Philippe Chalmin, Economica,
París, 2004.
2. 9,7% en el primer semestre de 2004.
3. El PIB por habitante alcanzó 4.690 dólares en 2003.
4. Se sitúa entre el Reino Unido e Italia, después de Estados
Unidos, Japón, Alemania y Francia, y debiera integrar el G8, el
grupo de países más industrializados, que incluye además de los
mencionados a Rusia y Canadá.
5. El País, Madrid, 6-6-04.
6. De acuerdo con la experta Maryam Khelili, para esa fecha la lista
de seis países más prósperos del mundo será la siguiente: China,
Estados Unidos, India, Japón, Brasil y Rusia.
*Director de Le Monde diplomatique, España. Antes lo fue de la
edición “madre”, la francesa.
Traducción: Marta Vassallo
TESTIMONIO
Dos viajeros
argentinos
Relato de dos de los primeros argentinos
que escribieron sobre su visita a la China
de Mao en la década de 1950.
Apenas comenzamos a recorrer la exposición sobre la historia –¡tan cercana!– de las luchas libradas por los obreros de Shanghai, inconscientemente bajamos la voz y caminamos despacio. Sentimos un nudo en
la garganta: todos esos muchachos y muchachas de cara inteligente y
mirada franca, ahí fotografiados, todos han muerto. A la mayoría, balas
de fusiles y ametralladoras les atravesaron el pecho, otros fueron decapitados y miles se extinguieron lentamente en la oscuridad fétida de un
calabozo o expiraron bajo la mano de los torturadores. En fotografías,
también, o en ilustraciones de periódicos viejos, los vemos avanzar calle adelante, gritando o cantando, sosteniendo banderas y carteles; en
otras fotos, en otros recortes, se ve cómo una lluvia de piedras o la línea
segadora de las ametralladoras los voltea; y plazas y avenidas sembradas de cuerpos que parecen montones informes de harapos ensangrentados. Milicias, no siempre policiales, no siempre chinas, tironean, arrastran, descuartizan a los que ofrecen resistencia… a los adolescentes, los
estudiantes, los jóvenes obreros que, un día feliz, se hicieron sacar los
retratos ahí expuestos… Rewi Alley, que estaba en China en aquella época, dice de ellos: “Estos hombres querían vivir y hacerles a otros posible la vida. Ellos estaban a favor de la vida, de una vida más plena que
la que hasta hoy el mundo ha conocido. Pero porque murieron tratando
de abrirle paso a esa vida, ninguno de ellos le temió a la muerte”. Esto lo
demuestran, según nos dijeron, las cartas que ahí vemos. Enmarcadas
y sin que el tiempo haya alcanzado a amarillear su papel, algunas están
escritas con sangre. Era la única manera de comunicarse con sus compañeros o de despedirse de la madre o de la mujer. En esas palabras escritas con sangre –vuelven a decirnos– hay más esperanza que dolor. Nunca como en ese instante deseamos poder descifrar la caligrafía china. Lo
sentimos de manera aguda. Como un ahogador afán. El afán de recibir el
último mensaje de los que, por morir para todos, dan a todos su mensaje.
Fue el mismo afán que, en Nankín, unos días antes, en la cima de la Colina de la Lluvia de Flores –donde Chiang Kai Chek fusiló a tantos miles de
patriotas que las piedritas del suelo se tiñeron de rojo– nos tuvo un rato
mirando a lo lejos.
Extracto del libro de María Rosa Oliver y Norberto Frontini “Lo que sabemos hablamos…”. Testimonio sobre la China de hoy [1955]. Recogido en Hacia la revolución. Viajeros argentinos de izquierda, selección y prólogo de Sylvia Saítta, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 35
36
© Li Zheng / Xinhua Press / Corbis
Democratización conservadora del sistema político
¿Podrán los
comunistas
cambiar el país?
Por Jean-Louis Rocca*
El acelerado crecimiento económico chino conllevó, junto con
evidentes progresos materiales, vastos desajustes sociales. La
consecuencia ha sido la multiplicación de las protestas y la
reivindicación de derechos y libertades. El Partido Comunista
intenta encauzar los reclamos sin alterar el sistema.
D
esde el Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) en octubre de 2007 hasta los preparativos de los Juegos Olímpicos de Pekín
[que se realizaron entre el 8 y el 24 de agosto
de 2008], pasando por el tratamiento del “caso tibetano”, no puede decirse que China haya ofrecido una
nueva imagen de su sistema político. Sin embargo, este conservadurismo “en lo alto” contrasta con la amplitud, la frecuencia y la naturaleza de los movimientos
sociales que estallan en el interior del país. En efecto,
se asiste hoy en día a una semi-institucionalización de
la protesta; ésta no resulta de una presión social exterior al Partido, sino de la acción de individuos y grupos
ubicados en el interior mismo del “sistema”. Semejante inflexión obliga a salir del marco habitual del análisis
político que a menudo opone un “poder” todopoderoso –de prácticas tortuosas y sin escrúpulos– a una “sociedad” que es percibida alternativamente como indiferente o al borde de la rebelión.
La “renovación” del Partido
Entre 2002 y 2006, cerca de 12 millones de personas
se adhirieron al PCCh. ¿Qué razones las empujaron a
esta decisión? Para algunos cuadros del Partido y de
la administración, la pregunta parece no tener sentido: es un medio de acceder a una función y acumular
poder. Para otros, las motivaciones son diversas. “Si
quiero subir de grado, tengo que pasar por esa formalidad”, explica un docente.
En una de las grandes universidades del país, el
80% de los profesores son comunistas. Sin embargo, sacar el carnet no garantiza el ascenso social. La red de relaciones, el éxito profesional, incluso el enriquecimiento son vías más seguras.
Un secretario del Partido de una institución pública espera desde hace tiempo una promoción al rango superior, mientras que su adjunta, casada con un
alto cuadro de otra institución, acaba de obtenerla a pesar de algunas cualidades profesionales objetables. De igual manera, el hijo de una businesswoman muy rica, que no es miembro del Partido, pudo
colocar en la alta jerarquía de una empresa pública
a su propio hijo, que no tiene diploma a pesar de haber pasado tres años en una universidad extranjera.
En el ámbito intelectual, la adhesión al Partido puede garantizar cierta tranquilidad mental. Así, para un
periodista, “estar en el Partido permite una mayor libertad de expresión”. La paradoja es sólo aparente: la
persona cooptada accede a un círculo restringido en
el que las discusiones son más libres. Esta percepción
remite precisamente al tema de la “democratización
del Partido”, abordado durante el XVII Congreso.
En este eslogan puede observarse la pirueta retórica de una organización que, en lugar de demo- d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 37
TRANSFORMACIONES
Hacia un
partido selecto
La composición social de los afiliados al
Partido Comunista chino va cambiando,
con el ingreso creciente de sectores medios.
El Partido Comunista Chino (PCCh) hoy [N. de la R.: año 2008] cuenta
con más de 70 millones de miembros. Está compuesto por personas
de edad relativamente avanzada, de un nivel de educación elevado,
y en general, de sexo masculino: en 2006, 77% de sus miembros tenían más de 35 años; 80,9% eran hombres y 29% tenían títulos universitarios (1). Se advierte una alta tasa de renovación: en cuatro
años (de 2002 a 2006) cerca de 12 millones de personas se adhirieron al Partido (2). Y si bien las mujeres no parecen interesarles a los
dirigentes comunistas –en todo caso, no más que antes–, los jóvenes
se han convertido en un objetivo mayor para las campañas de adhesión; 80% de los nuevos miembros tienen menos de 35 años (3).
Sin embargo, no entra quien quiere, y la selección es bastante áspera.
En la universidad de Shandong, por ejemplo, donde el 91,9% de los
alumnos del primer ciclo se candidateó, sólo fue admitido el 13,5%.
En cambio, el 40% de los estudiantes del segundo ciclo fueron aceptados (4). Según ciertos estudiantes, para tener éxito hay que ser buen
alumno, mostrar interés por la organización de actividades colectivas y tener cierta facilidad para las relaciones sociales. Los atuendos
originales y los comportamientos heterodoxos no son bienvenidos.
También se lanzó una campaña de adhesión dirigida a las nuevas categorías sociales, sobre todo a los trabajadores de las seis mil empresas extranjeras que están presentes en el país (5). El PCCh ya
tiene 2,86 millones de empleados y empleadores de empresas privadas, y 810.000 empresarios independientes (6); el 40% de los jefes de empresas privadas e individuales son miembros. El delegado
del partido de una pequeña empresa afirma: “Nuestro objetivo es
transformarlo en un partido de clases medias (zhongchan jieceng),
compuesto por ciudadanos de alto nivel: empresarios, empleados y
funcionarios con responsabilidades, pero también obreros, migrantes internos que han demostrado sus cualidades”.
1 Xinhua, Pekín, 19-6-06.
2 Xinhua, Pekín,16-7-07.
3 Xinhua, Pekín, 2-5-06.
4 Xinhua, Pekín, 16-7-07.
5 Canal de televisión CCTV5, 19-10-07.
6 Xinhua, Pekín,16-7-07.
J.L.R.
38
d cratizar realmente la sociedad, propone el ené-
simo sucedáneo de liberalización. Sin embargo, el
discurso oficial deja ver un conjunto de realidades diferentes. Empezando por una reflexión encarada hace ya varios años en las escuelas del Partido
acerca de un escenario político de “democratización conservadora”. La apuesta no es menor: ¿cómo conservar el poder (interés personal) y garantizar la estabilidad (interés colectivo) sin dejar de generar un espacio de expresión y elección política?
Mediante la conformación de “tendencias” en el interior mismo del Partido que permiten articular los
distintos ámbitos sociales, el PCCh sigue monopolizando el poder, pero a la manera del Partido Liberal Demócrata japonés de la segunda posguerra (el
ejemplo aparece citado explícitamente). O, como
en Europa y en Estados Unidos, dentro de un sistema de poder animado por dos grandes partidos que,
al ponerse de acuerdo en lo esencial, hacen prevalecer el consenso sobre el conflicto, y por ende,
brindan estabilidad. La democracia dentro del círculo de las elites permite reformar el régimen evitando, al mismo tiempo, la inestabilidad política.
Desde 2002, los dirigentes acentuaron esa inflexión. La elección de eslóganes como “sociedad
armoniosa”, “pequeña prosperidad” o, aún más recientemente, “la ciencia del desarrollo” dan cuenta de una legitimación de las demandas de la “sociedad”. A ese gesto simbólico se suman medidas
concretas: extensión limitada pero real de los sistemas de seguridad social, atenuación de la carga fiscal de los campesinos, control menos brutal
de las migraciones y de los movimientos sociales.
Tras una fachada de inmovilidad, el “gradualismo”
reformador modifica los grandes equilibrios políticos. Por cierto, no se trata de organizar elecciones a
corto o mediano plazo: la “democratización del Partido” consiste en una serie de experimentos restringidos hechos para mantener la reforma dentro de
un marco estrecho. Así como la democratización del
campo, ya antigua, había limitado su impacto a las
cuestiones internas de los pueblos, la democratización del Partido circunscribe el espacio de discusión y
de protesta a un público elegido de gente responsable.
En ambos casos, se trata de evitar cualquier derrape.
Liberalizar, pero controlar
Con seguridad, el escenario de la democratización
conservadora empalidece al lado de la “segunda ola
democrática” (que siguió a la Segunda Guerra Mundial) o de la tercera (la de los países del ex bloque
oriental). Pero resiste la comparación con la “primera ola democrática”, la de los países de Europa Occidental: todo el cuestionamiento político de las elites
del siglo XIX se articulaba en torno a la contradicción
entre una democratización percibida como ineluctable, incluso deseable, y el espanto que despertaba entre los “dominantes” (1). Alexis de Tocqueville
ensalza al pueblo (el honesto ciudadano razonable)
pero denuesta al populacho (la multitud, las masas,
los revolucionarios) (2). Así como los grandes sistemas democráticos germinaron sobre el miedo a la
revolución, el temor de ver surgir de las urnas a malos dirigentes (demagogos, pero también líderes sin
experiencia ni conocimientos) impidió durante mucho tiempo cualquier avance radical en ese sentido.
La problemática china es idéntica, salvo por el hecho
de que allí el desorden reemplaza a la revolución. Las
elites están buscando la fórmula que les permita democratizar sin choques, y al mismo tiempo garantizarle al
país “buenos” dirigentes. Un funcionario a cargo de las
elecciones municipales se pregunta: “¿Qué situación
es más peligrosa? ¿Una sociedad inestable privada de
expresión por las urnas (inestable en parte porque está privada de expresión) o una sociedad en desorden
a causa de las urnas?”. La clase dirigente y la mayoría
de los comunistas trabajan para evitar ambos escollos.
Aunque a menudo es tomada en solfa, incluso por los
chinos mismos, la “democratización” no es una simple
entelequia.
Al lado de la protesta social, o más bien tras ella, se
perfilan formas de acción política ejercidas por
miembros del Partido. Abogados, diputados, funcionarios, profesores, jefes de “organizaciones de masas” (Federación de Mujeres, sindicatos), empresarios, todos están presentes en los medios y en las
Organizaciones No Gubernamentales (ONG), pero
también en las bambalinas del poder, para defender
categorías sociales que consideran pisoteadas. Algunos dan cursos de derecho a quienes migraron des-
periodistas denuncian escándalos ligados con la contaminación o con el maltrato infligido a los migrantes
internos o a los campesinos y habitantes de la ciudad
expropiados.
Este nuevo activismo debe mucho a la inflexión elitista en la composición del Partido, con una proporción
creciente de jóvenes, empresarios y profesionales.
Ni revolucionarias ni disidentes, estas personalidades
a menudo tienen en común un pasado “militante”.
Los más visibles, que tienen unos cincuenta años de
edad, vivieron los grandes movimientos políticos de
la época maoísta (Revolución Cultural, envío de jóvenes instruidos al campo), así como las fases de oposición al régimen (fundamentalmente, en 1979 y 1989).
Dominan tanto la lengua oficial como la gramática
de su reforma. Habiendo experimentado todas las
represiones, ya no tienen un gran sentido del sacrificio. Se los encuentra en todos los sectores del poder, y
sorprende descubrir afinidades entre individuos que
ocupan posiciones muy alejadas –en el ámbito artístico y la administración, en el campo académico y en los
negocios– pero que se cruzaron en la época maoísta.
Es por ello que Zhang, uno de esos jóvenes instruidos
que fueron enviados al campo, hoy director de una de
las oficinas administrativas de una gran municipalidad
(4), quedó vinculado con un famoso artista con quien
compartió tres años en Mongolia. Más curioso aun, un
ex guardia rojo reconvertido al mundo de los negocios
mantiene excelentes relaciones con uno de sus antiguos adversarios. De esa experiencia conservan una
sensibilidad, unos reflejos y un lenguaje en común.
© Li Zheng / Xinhua Press / Corbis
2 | CHINA HACIA ADENTRO | ¿PODRÁN LOS COMUNISTAS CAMBIAR EL PAÍS?
Festejos. En el 59º aniversario de la
República Popular China.
Las capas sociales más activas se muestran decididas a defender
sus intereses sin reclamar un cambio brutal en el régimen.
de el campo (3) o publican artículos que relacionan
movimientos de protesta e injusticias sociales, oposición y defensa de derechos. Otros apoyan o incluso
financian iniciativas a favor de los pobres o expulsados. Otros defienden el patrimonio o la idea de
una redistribución de los recursos del crecimiento.
Desde hace poco, hay personalidades que ofrecen su
apoyo a las asociaciones de propietarios de departamentos contra las malversaciones operadas por los
promotores inmobiliarios y los administradores de
edificios, a quienes no les faltan amistades con las
autoridades locales.
Lo que está en juego es importante: se trata del reconocimiento del derecho de la “clase media” –que ella
misma define como su fundamento– a la propiedad
inmobiliaria. En los grandes complejos de Pekín, la
elección de representantes de los propietarios ahora
es obligatoria. Las autoridades locales no tardaron en
encontrar recursos para vaciar de sentido a estas elecciones, pero la reforma marca un reconocimiento de
los derechos de los propietarios. Por último, algunos
Un intelectual de renombre afirma: “Somos muchos
los que volvimos a la vez del mito revolucionario y de la
creencia en la democracia y las elecciones. Todo eso es
peligroso, hay que encontrar una vía intermedia”.
Piezas del rompecabezas político
La trayectoria de estos “demócratas conservadores”
los conduce a pensar la reforma política en términos
de evolución hacia un mecanismo que garantice a la
vez el orden, la reproducción de las elites y una fuerte
dosis de movilidad social. En sintonía con el discurso oficial, preconizan un refuerzo de las leyes, sobre
todo para garantizar los derechos fundamentales de
las categorías desfavorecidas o en situación de dificultad: personas expropiadas de su vivienda o de sus
tierras, migrantes explotados, habitantes de las ciudades empobrecidos por las reformas, propietarios
en lucha contra los administradores y los promotores inmobiliarios, residentes que protestan contra la contaminación del aire y de los ríos, etcétera.
La idea es propiciar canales legales de expresiónd
Contradicciones históricas
Tal vez el núcleo del desafío
político que se plantea a la
dirigencia comunista china es
hasta qué punto se conseguirá
preservar el régimen de partido
único y las características
autoritarias que conlleva,
en un país cada vez más
desarrollado, más complejo y
con nuevas capas sociales que
formulan distintos reclamos.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 39
© Hung Chung Chih / Shutterstock
© ChameleonsEye / Shutterstock
Militares. Parte esencial del dispositivo de poder del Partido.
Retrato. La figura de Mao, presente en los edificios oficiales.
40
d del descontento y enseñarles a quienes protestan a utilizar el arsenal legal para contrarrestar el
accionar de los empresarios y los burócratas locales. La afirmación de las categorías sociales (propietarios, expropiados, pobres, migrantes) debe pasar por una protección de sus derechos (weiquan).
Ningún “reformador” se anima a franquear la línea
amarilla de la oposición al régimen. Algunos dicen:
“El momento de las revoluciones ya terminó. No hay
que intervenir más en política”. “Hay que evitar cualquier confrontación directa con el régimen”, señalan
otros. La elección no es enteramente táctica. Por una
parte, esos “militantes” pertenecen al sistema. Y, más
precisamente, a grupos sociales favorecidos por las
reformas económicas: técnicos, cuadros de grandes
empresas, empresarios, docentes. Igual que los dirigentes, cultivan el gusto por la estabilidad y temen
perder las ventajas tanto más preciadas cuanto que
fueron obtenidas tardíamente. No obstante, su accionar da cuenta de cierto valor y exige discreción: su estatus, si no su libertad, podría verse afectado por él.
El impacto de estas luchas es menor, pero atendible:
la imagen que tiene la opinión pública de los migrantes internos mejoró considerablemente, y el no pago
de sus salarios se hizo menos frecuente; los recursos
legales contra los malos tratos aumentan; la toma de
conciencia de los problemas de contaminación es innegable; los intereses de los propietarios de departamentos empiezan a ganar cierta legitimidad. Aunque modesto, este balance supera al de la disidencia,
que ya no tiene gran influencia debido al débil apoyo popular con que cuenta y la represión que padece.
Los enemigos de la corriente “reformadora” no están en el gobierno ni en el Partido: son todos aquellos que, en las administraciones, las empresas, las
universidades, quieren seguir gozando del régimen negándose a darles a sus prerrogativas un marco ( jurídico, formal, legítimo). No han comprendido que el modo de gobierno debe evolucionar e integrar las aspiraciones sociales, en su totalidad o
en parte, si es que quieren evitar... perder el poder.
La aparición de nuevas capas sociales, reunidas bajo el término cómodo pero confuso de “clases medias”, constituye otra pieza en este rompecabezas
político. En su seno hay muchos comunistas que,
beneficiados por un nivel de ingresos que les permite tener una casa y un auto, viajar, “gozar de la vida”, manifiestan una actitud política ambivalente.
Por un lado, critican el enriquecimiento fundado en
las remuneraciones ilegales o sobre los “privilegios”
(tequan) de origen familiar, cuando ellos sólo pueden contar con sus méritos y sus salarios muy golpeados por los impuestos. Están a favor de una extensión de la protección legal de los intereses individuales y de una amplia democratización de las libertades de expresión, de asociación y de empresa.
Por otro lado, se oponen a la implementación de
elecciones, que consideran una fuente potencial de
disturbios sociales, violencia y fragmentación po-
lítica. “¿Quién nos asegura que los dirigentes salidos de un escrutinio serán mejores que los que gobiernan hoy en día China?”; ése es, en esencia, su
mensaje. Los miembros de estos nuevos estratos sociales señalan la importancia de la contribución de
los migrantes internos para la prosperidad actual
y apoyan las medidas que puedan mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Pero también insisten sobre la necesidad de “civilizar” a esos campesinos antes de concederles la ciudadanía urbana (5).
Este nuevo contexto político constituye una forma de respuesta a las mayores contradicciones de
la sociedad. El ritmo desenfrenado de crecimiento
y el aumento de poder de los intereses sociales que
lo acompañan generan frustraciones y deseos que
en adelante sólo puede satisfacer... el crecimiento. La promesa perpetua de un mayor bienestar futuro no alcanza: se exigen garantías más sólidas.
A esta situación, las corrientes políticas que aparecieron después de los años 90 no han aportado una respuesta adecuada. La vuelta a la “tradición”, que adopta la forma de una regeneración del confucianismo,
no coincide con el crecimiento y contradice el deseo
de experimentar nuevos estilos de vida. La nebulosa
de grupos y personas a los que en China se alude como
“nueva izquierda” puede seducir por sus referencias
a la renovación nacional, pero su voluntad de volver
a colectivizar la economía y regresar al igualitarismo
no halla mucho eco en una población habituada a las
delicias de la vida moderna. En cuanto al liberalismo
político, tanto los intelectuales como los chinos de la
calle lo perciben como portador de un nuevo caos del
tipo “Tiananmen”.
Un proyecto poco revolucionario
La nueva “corriente”, tan difusa como las anteriores, adopta un punto de vista diferente. No pretende promover una receta, pasada o externa, sino encontrar una solución al impasse del crecimiento. En
su opinión, el descontento social aumenta porque
no dispone de canales de expresión legítimos. Asimismo, el ascenso social se atasca debido al papel
que juega el capital social y político en el éxito. Si un
cambio de la coyuntura económica privara a la población de su fe en un futuro mejor, esas frustraciones podrían desembocar en una explosión política.
Como advierte el sociólogo Chen Yingfan: “Si, en una
sociedad, las capas medias urbanas, que disponen de
una capacidad de acción legal y de una racionalidad
política, no tienen los medios para defender eficazmente sus intereses, o si el poder impide sistemáticamente esa expresión utilizando la ley o la acción política, incluso la violencia o la amenaza, entonces los
habitantes de las ciudades pueden elegir la acción revolucionaria. Una opción más costosa en términos de
subversión social y riesgos políticos” (6).
Para conjurar ese fantasma, la nueva corriente propone hacer converger las fuerzas implicadas en los movimientos sociales y las actividades asociativas. Juntas,
© STR / AFP / Dachary
2 | CHINA HACIA ADENTRO | ¿PODRÁN LOS COMUNISTAS CAMBIAR EL PAÍS?
LOS ÚLTIMOS
AÑOS
2001
Ingreso en la OMC
China ingresa a la
Organización Mundial del
Comercio. La decisión es
un reflejo del cambio de
orientación económica
del país y transforma la
faz del comercio global.
2007
Propiedad privada
Poder. Preparativos para un acto del Partido Comunista Chino, Pekín. En el Estado chino conviven diferentes corrientes
ideológicas: reformistas y conservadores, liberales y burócratas.
podrían modificar el flujo de movilidad social sin entrar en la arena política. Se trata de forzar al Estado, y
sobre todo a las administraciones locales, a adoptar políticas sociales y medidas de protección jurídica. Para
un ex profesor devenido en hombre de negocios “la sociedad es la única fuerza capaz de modernizar el país y
aumentar los márgenes de libertad y justicia social”. La
táctica tiene relación con los análisis de los economistas, que apelan a un aumento de la demanda interna para acrecentar los ingresos de los menos favorecidos y
“securizar” las condiciones de vida adecuadas para la
estimulación del consumo (7).
Se entiende entonces que el discurso puede gustarles a los dirigentes del país. Una sociedad más escuchada, con instituciones modernizadas, garantizaría la perennidad de su poder.
Aunque muy poco revolucionario, semejante proyecto permite esquivar la cuestión de un cambio
de régimen y refuerza, así, al PCCh. Al ligar estrechamente las opciones políticas con los intereses
individuales, mantiene el temor a la represión, al
tiempo que deja un espacio a lo social. No obstante, coincide innegablemente con las evoluciones
sociológicas del país. Las capas sociales más activas –esas famosas clases medias– se muestran cada vez más decididas a defender sus intereses, sin
por ello reclamar un cambio brutal en el régimen.
Es cierto que la estrategia de rodear el campo político (no toquemos los fundamentos del poder) por
la vía de lo social (arreglémonos para que la justicia social y los derechos individuales sean respetados) encuentra algunos escollos. Así, la lógica de
defensa de los derechos no garantiza el mismo tra-
tamiento para todos: el derecho es un producto de
la lucha política. Las “clases medias” tendrían la legitimidad necesaria –aunque más no sea porque
consumen– para convertirse en pilares de esa democratización conservadora. Por el contrario, a las
clases sociales desfavorecidas –a los migrantes internos, por ejemplo– les costaría hacerse oír y podrían verse tentados por acciones “revolucionarias”.
Otra trampa: la resistencia al cambio de las burocracias locales (y también, sin duda, de parte de la alta
administración). La explotación de los migrantes internos o el dominio sobre el sector inmobiliario generan tales ganancias que al gobierno central le costará
mucho esfuerzo reformar esas prácticas. g
1. Guy Hermet, Le passage à la démocratie, Presses de Sciences-Po, París, 1996.
2. Véase Philipe Videlier, “Des philosophes pour les propriétaires”, Manière
de voir, N° 99 (“L’Internationale des riches”), junio-julio de 2008.
3. Estos “migrantes” (mingong) llegados del campo de forma relativamente
clandestina ocupan empleos poco calificados. Sus derechos son raramente
respetados.
4. Un director de oficina reúne las atribuciones de un director regional y un
adjunto del intendente.
5. “The imaginary of ‘urban executives’ in contemporary China: some
findings”, conferencia del autor en el coloquio “Asian Societies in comparative
Perspectives”, Universidad de Yonsei, Seúl (Corea del Sur), 26/27-10-07.
6. Chen Yingfang, “Puissance d’action et limites institutionnelles: les
couches moyennes dans les mouvements urbains”, estudio escrito en chino
sin publicar.
7. Véase Sun Liping, “Enrichir le peuple pour accroître la demande
intérieure” y “Penser autrement pour refonder l’ordre social”, Nanfang
Zhoumo (“Week-end du sud”), Cantón, respectivamente 16-3-06 y 13-12-07.
*Jefe de Investigaciones del Centro de Estudios e
Investigaciones Internacionales (CERI), Pekín.
En marzo, la Asamblea
Nacional Popular aprueba
una ley que reconoce por
primera vez la propiedad
privada.
2008
Juegos Olímpicos
El 8 de agosto
comienzan en Pekín
los XXIX Juegos
Olímpicos, espectacular
demostración del nuevo
lugar de China en el
mundo.
2011
Segunda economía
En febrero, China supera
a Japón y se convierte en
la segunda economía más
grande del mundo.
2012
Nuevo líder
Se realiza en noviembre
el XVIII Congreso del
Partido Comunista Chino.
Xi Jinping es elegido
sucesor de Hu Jintao al
frente del partido, paso
previo a su probable
designación como
presidente del país.
Traducción: Mariana Saúl
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 41
© Michael S. Yamashita/Corbis
42
Contra la precariedad laboral y los bajos salarios
El despertar de
los trabajadores
Por Isabelle Thireau*
China era hasta hace poco tiempo un paraíso para empresarios: una
inmensa reserva de mano de obra baratísima; obreros sometidos
a una disciplina de hierro y a condiciones de vida degradantes
y que sin embargo no hacían huelgas. Pero esa Arcadia del
capital empieza a resquebrajarse: las protestas y los paros de los
trabajadores se están multiplicando a lo largo y ancho del país.
T
rabajo en esta fábrica desde el 5 de junio de
2006. Gano alrededor de 1.400 yuanes (158
euros) por mes, apenas unos 100 yuanes más
que los recién contratados. ¿Le parece justo?
¿Es justo que mi salario haya aumentado el segundo
año sólo 28 yuanes, el tercero 29 y el cuarto 40? ¿Es
justo que el 40% de los que trabajan aquí sean pasantes muy mal pagados, lo que repercute en los salarios
de todos? ¿Es justo que haya cinco categorías, cada
una dividida en quince niveles, lo que significa que,
como sólo puedo subir un nivel por año aunque hiciera todo como se debe, necesitaría setenta y cinco
años para llegar al más alto? ¿Es justo trabajar tanto
para poder ahorrar apenas unos cientos de yuanes
por mes? Hay demasiadas desigualdades, demasiadas promesas incumplidas, demasiadas injusticias.
¿En qué nos convertimos si aceptamos todo esto? No
hay opción: esta huelga es una cuestión de dignidad”
(1). Así se expresaba un obrero de la fábrica de autopartes de la automotriz japonesa Honda, en Foshan,
en la provincia china de Guangdong, donde se declaró
una huelga durante el mes de mayo de 2010.
Demandas insatisfechas
Todo comenzó el 17 de mayo con el paro de un centenar de obreros que protestaban contra una decisión
de la dirección considerada injusta. En esta fábrica,
en efecto, la remuneración es producto de la suma de
varios elementos: para los obreros menos calificados
del primer nivel, por ejemplo, al salario básico (675
yuanes, 75 euros) se suman el salario correspondiente a la función (340 yuanes, 37 euros), así como diversas asignaciones, para la vivienda o el transporte,
que permiten alcanzar un total de 1.510 yuanes (168
euros) (2). Ahora bien, a fines de abril pasado la Municipalidad de Foshan anunció que a partir del 1º de
mayo, el salario mínimo local pasaría de 770 a 920
yuanes (de 85 a 102 euros). La dirección de la fábrica decidió trasladar este aumento al salario básico
pero, al mismo tiempo, redujo el correspondiente a
la función, anulando así un aumento significativo. De
ahí la huelga que terminó el 4 de junio de 2010, tras
un acuerdo celebrado con los dieciséis representantes de los trabajadores designados por fuera de los
sindicatos oficiales: la dirección se comprometió a
aumentar todos los salarios 500 yuanes (55 euros).
En esa ocasión, los obreros redactaron una carta
abierta en la que reclamaban que sus empleadores
“dieran muestras de buena fe, se prestaran a negociaciones honestas y tuvieran en cuenta sus razonables
demandas”. El documento precisaba además que su
lucha no respondía sólo a los empleados de la fábrica
sino al conjunto de los obreros chinos. Incluía además
una lista de reclamos relacionados con la escala salarial, la representación de los empleados, los modos
de evaluación del trabajo y los criterios de ascenso.
En momentos en que la huelga estaba terminando, la
atención estaba puesta desde hacía varios días end
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 43
© hxdbzxy / Shutterstock
d los suicidios de Foxconn Technology en Shenzhen.
© woaiss / Shutterstock
Trabajo. El boom de la construcción crea millones de empleos.
Urbanización. Trabajador del
asfalto en las calles de Shanghai.
Riqueza y pobreza
Es lógico que ante el creciente
incremento de las riquezas
en China aumente también el
clamor de los trabajadores por
sus reivindicaciones. Desde
que asumió el presidente Hu
Jintao en 2002 hasta 2012, el
país cuadruplicó su Producto
Interno Bruto y se convirtió
en la segunda economía del
mundo. Además, es el primer
exportador e importador global,
y posee las mayores reservas
monetarias del planeta.
44
En cinco meses, trece jóvenes obreros de esta empresa taiwanesa, que fabrica componentes electrónicos
para marcas extranjeras, intentaron suicidarse; diez
lo hicieron. El 20 de julio pasado, en Foshan, un empleado de una empresa socia de Foxconn, de 18 años
de edad, se quitó la vida (3). La empresa anunció entonces un aumento del salario básico de sus obreros chinos y una reforma de las normas vigentes.
Sin embargo, es conveniente no equiparar en forma
demasiado apresurada a ambas empresas. En Foxconn, el muy bajo salario básico obliga a los trabajadores a hacer una cantidad de horas extra superior a
la prevista en la legislación. Allí también padecen un
gran aislamiento, tanto respecto de los colegas, en
los talleres y habitaciones comunes, como del mundo exterior. En Honda, en cambio, existen al parecer lazos entre empleados oriundos de una misma
región o becarios egresados de una misma escuela.
Por otra parte, desde su instalación en China, Foxconn impone, tanto durante las horas de trabajo como en el descanso, una disciplina más que militar basada en la prepotencia de los agentes de seguridad,
que pueden sancionar a los empleados, incluso mediante la fuerza. El primer suicidio fue el de un obrero
a quien, acusándolo de robo, lo revisaron y lo encerraron hasta que confesó un delito que no había cometido. Los trabajadores de Honda y los de Foxconn
reaccionaron pues a situaciones que consideraban inaceptables, pero que lo eran en grados y con características muy diferentes. Hecho novedoso, los primeros tuvieron un enfrentamiento directo con el sindicato oficial: el 31 de mayo pasado, sus representantes,
reconocibles por su uniforme, se desplegaron por toda la fábrica y exigieron la reanudación del trabajo,
atacando a varios obreros. Los huelguistas señalaron
que nunca se los convocó para elegir a sus representantes; que éstos están lejos de haber desempeñado el papel que les correspondía durante la huelga.
Estos dos movimientos explican, al menos en parte,
el aumento sin precedentes del salario mínimo decidido en numerosas provincias o municipalidades
(960 yuanes en Pekín, 1.120 yuanes en Shanghai).
Sin duda, no son ajenos a la encuesta realizada en
junio pasado por las autoridades de Shenzhen a
cinco mil migrantes internos de 18 a 35 años. La encuesta revela que estos últimos ganan un promedio de 1.800 yuanes por mes, de los cuales envían la
quinta parte a su familia, y que la mitad de ellos hace una cantidad ilegal de horas extra (4). También
lograron que el 15 de julio pasado un dirigente chino, Zhou Yongkang, solicitara a la Administración
de Cartas y Visitas que hiciera todo lo necesario para resolver los conflictos sociales y responder a los
reclamos relacionados con el lugar de trabajo (5).
Zhou reconoce que a pesar de la disminución del número de quejas (especialmente colectivas), las tensiones sociales ligadas a la expropiación de tierras, la demolición de inmuebles y al empleo siguen existiendo,
y solicita “a los gobiernos de diferentes niveles redoblar sus esfuerzos para resolver los conflictos de trabajo teniendo en cuenta las demandas razonables de
los empleados”.
Multiplicación de huelgas
Estas revueltas no se limitan a la región particularmente industrializada del Delta del Río de las Perlas.
En efecto, a comienzos de mayo de 2010, importantes huelgas afectaron a las provincias de Shandong,
Jiangsu y Yunnan, así como a las ciudades de Nanjing,
Pekín, Chongqing y Lanzhou. El grupo Toyota sufrió
una decena de ellas entre el 1º de mayo y el 15 de julio
de 2010. En Changchun, el 1º de julio, los diecisiete
mil choferes de taxi de la ciudad dejaron de trabajar
para protestar contra un nuevo impuesto. Estos acontecimientos se inscriben en un movimiento más amplio de multiplicación de las huelgas, observado en las
empresas tanto extranjeras como chinas desde hace
dos años; todo sucede mientras la agitación social crece desde mediados de los años 90: paros, cartas colectivas dirigidas a las autoridades locales y a la Asamblea Nacional Popular, visitas a las instancias administrativas, reclamos difundidos a través de internet.
En otras palabras, los empleados migrantes chinos
nunca fueron dóciles. Si bien constituyen un grupo
heterogéneo, que reúne a personas con experiencias
y proyectos muy diferentes, comparten una situación de inferioridad institucional con respecto a los
“locales”. Nunca dejaron de cuestionar las desigualdades fomentadas por el sistema del certificado de
residencia (o hukou), y de protestar contra la impotencia y la docilidad forzada que sufren en las empresas. También puede establecerse un vínculo directo
entre las acciones llevadas a cabo y los avances del
derecho laboral, ilustrados por ejemplo con la promulgación en 2008 de una ley de contratos de trabajo.
La misma situación de los migrantes alimenta estas luchas. La mejora de los ingresos de los campesinos redujo en efecto el número de candidatos a partir. Estos últimos intentan realizar estudios que les
permitan aspirar a condiciones de empleo y de vida
más aceptables que las de sus predecesores. Además,
la incorporación al mercado laboral de hijos de migrantes que vivieron siempre en la ciudad, pero considerados oficialmente “extranjeros” y que no gozan
pues del mismo tratamiento que aquellos con quienes
crecieron, suscita otros sentimientos de injusticia.
Hasta ahora, sus reivindicaciones pasaron inadvertidas, ya que se expresaban menos por la huelga que a
través de una institución confidencial, la Administración de Cartas y Visitas.
Un canal de expresión popular
Creado en 1951, este organismo se basa, desde el cantón hasta las instancias superiores del Estado, en
una red de oficinas encargadas de recibir y transmitir sugerencias, pedidos de asistencia, llamados a
la revisión de sanciones políticas o administrativas
Huelga. Trabajadores de Honda demandan mejores condiciones de empleo en la planta de
Foshan Fengfu Autoparts Co., en la provincia de Guangdong.
tar una huelga de tres días, el plazo necesario para
que las autoridades centrales tomaran conocimiento del conflicto e intervinieran. Finalmente, ubicaron
a su movimiento bajo una triple consigna: ni líderes
reconocidos, ni organización formal, ni violencia.
Lejos de ser apoyados por el gobierno chino (las huelgas son un medio demasiado peligroso para promover un aumento de salario y el desarrollo del consumo
interno), estos movimientos preocupan a las autoridades centrales. Se trata de un proceso que, de manera imperceptible pero tenaz, modifica las relaciones
de poder entre gobernantes y gobernados. g
© Cyril Hou / Shutterstock
consideradas injustas, críticas y acusaciones. Desde hace sesenta años legitima un espacio de expresión que no dejó de ser transformado por aquellos,
campesinos, citadinos, soldados o propietarios de
inmuebles, que lo han utilizado. Entre 1993 y 2005,
los testimonios aumentaron un 10% por año, y las visitas –sobre todo las colectivas, que trasladan a veces a varios miles de personas– crecieron más rápido que las cartas. Pero sobre todo, quienes se ponen
de acuerdo para interpelar de esta manera a las autoridades denuncian cada vez con mayor frecuencia
problemas que trascienden las fronteras de las localidades donde supuestamente deberían resolverse.
Si el derecho, la religión, la organización de acciones conjuntas permiten expresar el sentimiento de
injusticia, la Administración de Cartas y Visitas sigue siendo un espacio donde los chinos miden desde
hace mucho tiempo su capacidad para tomar iniciativas, emitir juicios, contar lo que les sucede, y todo
ello hablando por sí mismos, pero también en nombre de anónimos que viven la misma situación. Es un
lugar de interpelación a los representantes del Partido Comunista y del Estado, donde se cuestionan
las relaciones de poder y las formas de legitimidad,
con terceros como testigos. Fuera de todo marco institucional, allí se reivindica con tenacidad la igualdad de condiciones y se rechazan con fuerza las diferencias jerárquicas presentadas como naturales.
Es en efecto lo que reclaman, más allá de la dimensión
estrictamente económica, los trabajadores de Honda y Foxconn. En este sentido, son los herederos de
estos migrantes que, en 1996, escribían: “Nos pagan
por unidad, pero, como hace cuatro meses que no sabemos el precio de la unidad, ¿cómo saber si nuestro
salario es justo? Nos tratan como animales, esclavos,
máquinas... ¿Es justo que no tengamos ninguna libertad? ¿Es justo que no tengamos la menor seguridad?
¿Es justo trabajar por nada? No podemos seguir agachando la cabeza” (6).
Una lectura estrictamente económica, o demasiado
coyuntural, de estos movimientos sería pues errónea, porque los mismos se inscriben en un largo proceso de aprendizaje que tiene como efecto, según la
fórmula de Claude Lefort, “instituir lo real”. Pero revelan también la nueva habilidad de los que protestan, quienes se apoderan de medios muy diversos
para influir sobre el poder central. Los huelguistas
que trabajan para empresas extranjeras invierten el
argumento nacionalista oficial –las reivindicaciones sociales perjudican la potencia de China y deben pues postergarse– para ampliar su margen de
maniobra: ¿Qué legitimidad tendrían las fuerzas que
reprimen a aquellos que son explotados por patrones extranjeros? En Changchun, los choferes de taxi antepusieron más bien el principio de su necesaria supervivencia. Tomaron además como modelo
la victoriosa huelga de la primavera boreal de 2010
en una ciudad de la provincia de Sichuan (los intercambios de experiencias se multiplican) para decre-
© Imaginechina/Corbis
2 | CHINA HACIA ADENTRO | EL DESPERTAR DE LOS TRABAJADORES
Hábitat. La migración interna
requiere millones de viviendas.
1. Entrevista realizada por He Meichuan, investigador de la Universidad
de Zhongshan (Cantón), Foshan, 29-5-10. Le agradecemos haber puesto
este documento a nuestra disposición.
2. Varios obreros calcularon sus gastos: aportes previsionales (132
yuanes), cobertura médica (41 yuanes), vivienda (126 yuanes), aporte
sindical obligatorio (5 yuanes). Así, su ingreso mensual es de apenas 1.207
yuanes. Los gastos de la vida cotidiana ascienden a un promedio de 500
yuanes por mes, a los que hay que sumar 250 yuanes, si los trabajadores
se alojan fuera de la fábrica. El Banco Mundial estima en 1.684 yuanes el
salario mensual promedio que necesita un adulto chino con hijos a cargo,
para hacer frente a las necesidades básicas.
3. South China Morning Post, Hong Kong, 22-7-10.
4. South China Morning Post, 16-7-10.
5. Xinhua News Agency, Pekín, 16-7-10.
6. Les ruses de la démocratie. Protester en Chine, pág. 267.
*Directora de Investigación del Centro Nacional de Investigación Científica
(CNRS) y directora de Estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales (EHESS) de Francia. Su última obra publicada es Les ruses de la
démocratie. Protester en Chine (junto con Hua Linshan), Seuil, París, 2010.
Traducción: Gustavo Recalde
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 45
Espectaculares intercambios comerciales chinos
Eje de la globalización
El incremento sin precedentes del intercambio de mercancías y del movimiento de capitales hacia
y desde China han convertido al coloso asiático en el corazón de la globalización económica.
RUSIA
Inv
EUROPA
Mer
ers
io
Me nes
rca dir
e
nc
ías ctas
ías
canc
JAPÓN
COREA
DEL SUR
Ene
Compra d
rgía
e deuda s
ASIA
CENTRAL
CHINA
oberana
Excedentes financieros
as
s
ima
s pr
eria
Mat
PAÍSES
DEL
GOLFO
Mercancías
gía
Ener
s as
ecí
danes
h erc
rcM
Marc
Excedentes
financieros
ctas
s dire
e
turas
n
o
i
s
estruc
a
r
Inver
f
n
i
de
1
ucción
Constr
ria
at
e
M
infr
1. Medio-Oriente
(Israel y Líbano)
ASIA DEL
SUDESTE
e
nd
cció ras
stru
tu
Con estruc
a
sp
rim
AFRICA
AUSTRALIA
Fuentes: OMC; Cnuced; OCDE; Sipri; Patrick Artus, Jacques Mistral et Valérie Plagnol, “L’émergence de la Chine : impact économique et implications de politique
économique”, Conseil d’analyse économique, 2011; enedicte Vibe Christensen, “China in Africa. A macroeconomic perspective”, Working paper 230, Center for
Global Development, novembre 2010; Bureau national des statistiques de Chine.
RESTO DE
ASIA
Proveedores
de materias
primas
Proveedores
de energía
Mercados
estratégicos
ro
l Teso
s de
Bono
nt
xcede
E
tas
eros
direc
s
e
n
sio
Inver
AMÉRICA
DEL NORTE
anci
es fin
Mercancías
Energí
a
Prod
VENEZUELA
ucto
s agr
ícola
s-E
nerg
Mer
ía
canc
Institutos Confucio
en el mundo
NUEVA
ZELANDA
35
15
5
ías
BRASIL
AMÉRICA
DEL SUR
5
© Imaginechina / Latinstock / Corbis
3
En camino de convertirse
en primera potencia mundial
CHINA
HACIA AFUERA
Casi por una ley física, la enorme magnitud de la potencia de China
(alrededor de una quinta parte de la población del planeta; segunda
economía del mundo) le otorga un papel de primer orden en el concierto
de las naciones. Su influencia comercial es decisiva, y todo indica que
su imparable crecimiento la llevará a reemplazar, tal vez en la tercera
década de este siglo, a Estados Unidos como país hegemónico. Por eso
hay entre ambos gigantes una mezcla de colaboración y desconfianza.
EL EXPLORADOR 49
© Marcus Bleasdale / Latinstock / Corbis
Pekín se enfrenta a un dilema de difícil resolución
Ser o no ser
imperialista
Por Michael Klare*
China busca despegarse de la imagen de los países colonialistas del pasado, pero su insaciable necesidad de
materias primas y su creciente influencia en África la
colocan en un papel por lo menos ambiguo y complejo,
como al prestar ayuda militar a regímenes absolutamente
desprestigiados como los de Sudán y Zimbabwe.
U
bicándose ella misma entre “los países en
vías de desarrollo”, China promete a los países del Sur que no reproducirá el comportamiento depredador de las antiguas potencias coloniales. Durante el Foro para la Cooperación
entre China y África celebrado en Pekín el 19 de julio
de 2012, el presidente Hu Jintao señaló: “China es el
más grande de los países en vías de desarrollo, y África el continente que posee el mayor número de éstos.
[...] Los pueblos chino y africanos entablan relaciones
de igualdad, sinceridad y amistad, y se apoyan mutuamente en su desarrollo común” (1).
Aun cuando esta declaración pueda ser producto de
un ejercicio de estilo diplomático, los chinos conservan en la memoria las humillaciones soportadas
cuando sufrían el dominio de las potencias europeas
y de Japón. Sin embargo, sus dirigentes se encuentran frente a un dilema: para sostener el crecimiento
económico (su prioridad), deben obtener de sus proveedores extranjeros cada vez más materias primas,
de las cuales el país se volvió muy dependiente tras
su despegue económico, en los años 80. Y, para asegurarse un abastecimiento ininterrumpido, se ven
envueltos en relaciones con gobiernos a menudo corruptos y autoritarios –el mismo tipo de relaciones
que antes que ellos cultivaban las grandes potencias
occidentales–.
En efecto, algunos países pobres conocen “la mal-
dición de los recursos naturales”: están gobernados
por regímenes autoritarios preocupados por la renta
minera y mantenidos en el poder por fuerzas de seguridad generosamente remuneradas. Por su parte,
los principales países compradores no escapan a una
“maldición de los recursos invertida”, en cuanto se
vuelven cómplices de la supervivencia de Estados autocráticos (2). Cuanto más dependen de las materias
primas de sus proveedores, más se ven inducidos a
asegurar la supervivencia de sus gobiernos.
Este esquema prevaleció en las relaciones entre Estados Unidos y las monarquías petroleras del Golfo,
por ejemplo. El presidente Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) sentía una profunda aversión por el
imperialismo y el feudalismo. Sin embargo, una vez
alertado por sus asesores sobre el bajo nivel de las reservas estadounidenses de petróleo y la necesidad de
encontrar otra fuente de abastecimiento, aceptó durante la Segunda Guerra Mundial acercarse a Arabia
Saudita, por entonces el único productor de Medio
Oriente que escapaba al control británico. Cuando
Roosevelt se reunió con el rey Abdelaziz Ibn Saud,
en febrero de 1945, celebró con él un acuerdo informal: Estados Unidos garantizaría la protección militar del reino a cambio de un acceso exclusivo a su petróleo (3). Aunque sus términos se hayan modificado
desde entonces –los yacimientos petrolíferos pertenecen actualmente a la familia real, no a empre- d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 51
© tab62 / Shutterstock
Potencia exportadora
China y Estados Unidos:
exportaciones de bienes y
servicios (como % del PIB)
2,6%
1971
5,8%
17,4%
1991
10,1%
10,1%
2011
14%
China
31,4%
31.4
EE.UU.
Carga. En 2010, Shanghai, principal vía de entrada y salida de China, se convirtió en el puerto con mayor tráfico de
contenedores del mundo, superando al de Singapur.
d sas estadounidenses–, dicho acuerdo siguió sien-
do uno de los pilares de la política de Washington en
la región.
Menos valor agregado
Si bien China es el primer
exportador del mundo,
en casi la mitad de los
productos que vende sólo
opera el procesamiento de
partes y el ensamblaje, ya
que sus marcas y patentes
técnicas pertenecen a
empresas extranjeras.
52
La hereje realidad
Si pudiera elegir, Estados Unidos preferiría sin duda comprar sus hidrocarburos a países amigos, estables y seguros, como Canadá, México, Reino Unido
u otros miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero la
dura realidad de la geología se lo impide. La mayoría
de los yacimientos se encuentran en África, Medio
Oriente y la ex Unión Soviética. Según el gigante British Petroleum (BP), el 80% de las reservas petroleras están ubicadas fuera de la zona OCDE (4). Washington se abastece pues en otras partes, en naciones
inestables, interfiriendo en las políticas locales, negociando alianzas con los dirigentes y reafirmando
su tranquilidad energética a través de diversas formas de asistencia militar.
A comienzos del siglo XX, para garantizar el control
de países ricos en petróleo, carbón, caucho y diversos
minerales, y para facilitar su extracción, las grandes
potencias imperiales crearon u otorgaron franquicias a gigantescas compañías de derecho público o
privado. Después de las independencias, éstas continuaron sus actividades, forjando a menudo relaciones sólidas con las élites locales y eternizando la posición de la que gozaban bajo la administración colonial. Es el caso de BP (antiguamente Anglo-Iranian
Oil Company), la francesa Total (fusión de diversas
empresas petroleras del Estado) o incluso del Ente
Nazionale Idrocarburi (ENI, antiguamente Agenzia
Generale Italiana Petroli).
A los chinos, en cambio, les gustaría escapar de ese
esquema histórico (5). Durante el último Foro entre
China y África, el presidente Hu anunció un préstamo de 20.000 millones de dólares a tres años a los
países africanos para la agricultura, la infraestructura y las pequeñas empresas. Los altos responsables
chinos evitan toda injerencia en los asuntos internos
de los países proveedores. Pero a Pekín le cuesta escapar al engranaje establecido antes que él por Japón
y las potencias occidentales.
Hasta 1993, China pudo conformarse con sus propios
recursos petroleros. Pero, más tarde, sus compras de
oro negro se dispararon, pasando de 1,5 millones de
barriles por día en 2000 a 5 millones de barriles por
día en 2010, es decir, una suba del 330%. Si las previsiones actuales se confirman, deberían aumentar un
137% de aquí a 2035 para alcanzar 11,6 millones de
barriles por día. Con la rápida expansión del parque
automotor, algunos analistas predicen incluso, de
aquí a 2040, un consumo más o menos equivalente
al de Estados Unidos (6). Pero, mientras que este último podría satisfacer dos tercios de sus necesidades
(contando con la producción de su vecino Canadá),
China sólo cubriría un cuarto de su consumo con sus
propios recursos. Deberá pues encontrar el resto en
África, Medio Oriente, América del Sur y en los países de la ex Unión Soviética.
Más gas, más cobre, más níquel
Si Pekín mantiene su objetivo de triplicar su produc-
El destino de las
exportaciones
© chinahbzyg / Shutterstock
© zhuda / Shutterstock
3 | CHINA HACIA AFUERA | SER O NO SER IMPERIALISTA
Aunque la mayor parte se dirige
a los países desarrollados,
crece la importancia de
América Latina y Africa.
1980
0,6%
2,3%
21,5%
75,5%
2010
Refinería. China importa 5 millones de barriles de petróleo por día.
5,7% 2,7%
Tamaño. Las tres empresas petroleras chinas -CNPC, Sinopec y CNOOC– se cuentan entre las mayores del mundo.
17,9%
ción de electricidad de aquí a veinticinco años, las
importaciones de gas, que no existían en 2005, alcanzarán los 87.000 millones de metros cúbicos por
día en 2020, principalmente provenientes de Medio
Oriente y el Sudeste Asiático, bajo la forma de gas natural licuado (GNL), y de Rusia y Turkmenistán, por
gasoducto (7). China podría satisfacer sus necesidades de carbón, pero los cuellos de botella en la producción y el transporte hacen que sea más eficaz económicamente para las provincias costeras, en pleno desarrollo, traerlo desde Australia o Indonesia.
Inexistentes en 2009, las importaciones alcanzaron
los 183 millones de toneladas dos años más tarde (8).
La demanda de minerales importados (hierro, cobre,
cobalto, cromo, níquel...), indispensables para la electrónica de punta y la fabricación de aleaciones de alta
resistencia, también aumenta.
A medida que esta dependencia se incrementa, la
continuación del abastecimiento se impone como la
principal preocupación de los dirigentes. “El deber
de China –declaró Le Yucheng, viceministro de Relaciones Exteriores– es asegurar una vida decente a
sus 1.300 millones de habitantes. Pueden imaginar el
desafío que ello representa y la enorme presión que
ejerce sobre el gobierno. Creo que nada es más importante. Todo lo demás debe subordinarse a esta
prioridad nacional” (9). Fortalecer los lazos con los
proveedores internacionales de materias primas se
vuelve pues un objetivo central de la política exterior.
Las autoridades son conscientes de los riesgos de interrupción del abastecimiento que pueden generarse
como consecuencia de guerras civiles, cambios de ré-
gimen o conflictos regionales. Para prevenirse, China, siguiendo el camino trazado desde hace mucho
tiempo por los occidentales, se esforzó por diversificar sus fuentes de aprovisionamiento, desarrollar relaciones políticas con sus principales proveedores y
adquirir participaciones en los yacimientos de minerales e hidrocarburos. Estas iniciativas cuentan con
el apoyo de toda la administración: los bancos del Estado, las empresas nacionales, el cuerpo diplomático
y el ejército (10).
En el caso del petróleo, el gobierno presionó a las tres
compañías estatales –China National Petroleum
Corporation (CNPC), China National Petrochemical Corporation (Sinopec) y China National Offshore Oil Corporation (CNOOC)– para que invirtieran
en yacimientos petrolíferos en el extranjero, asociadas con las empresas nacionales locales como Saudi Aramco, Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) o la
Sociedade Nacional de Combustíveis de Angola (Sonangol). La misma política desarrolla en la industria minera, donde compañías estatales como China
Minmetals Corporation (CMC) y China Nonferrous
Metals Mining Group (CNMIG) multiplicaron sus
inversiones en minas en el extranjero.
“Lubricar” las relaciones
Con el fin de favorecer estas operaciones, los dirigentes realizaron grandes maniobras diplomáticas,
a menudo acompañadas de la promesa de ventajas,
préstamos a baja tasa de interés, suntuosas cenas en
Pekín, proyectos prestigiosos, complejos deportivos
y asistencia militar. Otorgaron al gobierno angole- d
73,7%
Latinoamérica y el Caribe
África subsahariana
Economías de ingresos altos
Resto del mundo
Pujanza automotriz
Durante el año 2013 y
por primera vez en la
historia, China fabricará
más automóviles que toda
Europa. Se prevé que lance
al mercado 19,6 millones
de unidades, mientras
que en Europa sólo se
producirán 18,3 millones.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 53
ESCENARIO
Un modelo
envidiado
por Serge Halimi*
Retomando una proclama de Mao Zedong del 1 de octubre de 1949,
Hu Jintao, su lejano (y alejado) sucesor, estimó sesenta años más
tarde: “Hoy China está de pie gracias a las realizaciones del socialismo”. La reivindicación es notable; hace ya tiempo que el país no
es humillado ni desmembrado por Europa o por Japón. Mejor aun,
una parte de la población prospera. Pero el socialismo, es otro asunto... Tan ajeno a la realidad que se puede incluso afirmar que el crecimiento chino (de 9,6% en 2008, de 8,7% en 2009) suplió en parte a
la locomotora estadounidense descompuesta. Y contribuyó así a la
convalecencia de un sistema capitalista que acaba de sufrir su principal borrasca desde 1929. Herida en Wall Street, la globalización se
recuperó en Shanghai.
Cuando el fondo del aire era rojo, la fórmula “El viento del Este prevalecerá sobre el viento del Oeste” anunciaba algo más que el acceso
de China al rango de primer exportador mundial y de Eldorado para
las cadenas de hipermercados: Carrefour posee allí ciento cincuenta y seis tiendas; la británica Tesco, setenta y dos; el gigante estadounidense Walmart sería menos poderoso sin la sobreexplotación
de los trabajadores chinos que le permite pisar los precios (y a sus
competidores).
Si el vuelco del mundo debe medirse a través de estas transformaciones, no existe razón para que ciertos círculos de negocios occidentales se asusten. De hecho, The Wall Street Journal se relame: “China
sigue siendo un mercado extremadamente atractivo para las empresas occidentales en busca de crecimiento. Todos reconocen que son
los mercados emergentes los que sacan al mundo de la recesión” (1).
Pero no se puede reducir el “modelo chino” a una plataforma de exportación que funciona en base a los bajos salarios; el país busca
orientar su desarrollo hacia el mercado interno y reforzar los lazos
con las economías regionales. Una zona comercial comparable al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCNA) o a la Unión Europea está a la orden del día. Y favorecer, como es casi siempre la regla,
a los sectores más poderosos del país dominante. Al superar a Japón
-por cierto con una población mucho menor-, China debería convertirse este año en la segunda economía del mundo. Sería incluso la primera de aquí a 2026, según el banco estadounidense Goldman Sachs.
¿Qué uso le dará a su poder? Ni las cumbres del G20 ni la de Copenhague han permitido descubrir en China al abogado de los pobres o
de los países del Sur. Su modo de desarrollo seduce, pero sobre todo
a aquellos que quisieran conciliar crecimiento económico, liberalismo comercial y estabilidad en el poder de una oligarquía semi-política, semi-industrial (2). Hay cada vez más defensores del “modelo
de Pekín” en las filas de la patronal occidental...
1. Patience Wheatcroft, “Don’t begrudge China’s exports coup”, The Wall Street Journal,
Nueva York, 12-1-10.
2. En 2005, más de dos tercios de los patrones del sector privado eran miembros del
Partido Comunista Chino.
*Director de Le Monde diplomatique
54
d ño un préstamo de 2.000 millones de dólares a baja tasa de interés, para “facilitar” la adquisición por
parte de Sinopec de la mitad de una perforación offshore prometedora. Prestaron 20.000 millones de dólares a Venezuela para “ayudar” en las difíciles negociaciones entre la CNPC y PDVSA (11). Otros países,
entre ellos Sudán y Zimbabwe, recibieron un apoyo
militar a cambio del acceso a sus riquezas naturales.
Este tipo de acuerdos empuja inevitablemente a Pekín a implicarse cada vez más en los asuntos políticos y militares de los Estados en cuestión. En Sudán,
China, preocupada por proteger las inversiones de
la CNPC, fue acusada de ayudar al régimen brutal
de Omar Al Bashir proveyéndole a la vez armas y un
apoyo diplomático en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Es el “mayor inversor en Sudán,
señalaba el International Crisis Group en junio de
2008. Su voluntad de proteger sus inversiones y garantizar su seguridad energética, combinada con su
tradicional política de no injerencia, contribuyó a poner a Sudán al abrigo de las presiones internacionales” (12). Últimamente, los chinos redujeron su apoyo
a Al Bashir. Sobre todo, desde la creación del nuevo
Estado independiente de Sudán del Sur, donde se encuentra la mayor cantidad de petróleo (13)...
Olvidando tal vez que la propia China no es un modelo de gobierno democrático e incorruptible, se criticó también el apoyo de Pekín a regímenes autoritarios o corruptos tales como los de Irán y Zimbabwe.
Además de militar, la ayuda al régimen iraní es diplomática, en particular en Naciones Unidas, donde
Teherán fue puesta bajo vigilancia. En Zimbabwe,
China habría ayudado al régimen represivo de Robert Mugabe armando y entrenando a sus fuerzas de
seguridad, con la esperanza de obtener a cambio tierras cultivables, tabaco, minerales preciosos.
Aun en el caso de países menos aislados en la escena
internacional, Pekín tiende a tratar con las empresas
nacionales de los gobiernos aliados, contribuyendo
inevitablemente a enriquecer a las élites locales antes que al resto de la población, que rara vez se beneficia de los efectos de estos acuerdos. En Angola,
se entablaron estrechos lazos con Sonangol, empresa estatal controlada por personalidades cercanas
al presidente José Eduardo dos Santos. Si bien los
principales directivos de la empresa sacan provecho de ello, la mayoría de los angoleños, en cambio,
sobrevive con menos de 2 dólares por día (14). Chevron, ExxonMobil y BP siguen sin embargo ellas
también tratando con el régimen angoleño, y con
otros similares.
Cambios necesarios
Aunque la naturaleza tiránica o feudal de los regímenes con los cuales trata no le preocupe demasiado, a China le gustaría enmendarse otorgando ayudas a los pequeños agricultores y otros empresarios
de las clases menos favorecidas. En las regiones en
las que se encuentra muy involucrada, como en Áfri-
© redstone / Shutterstock
3 | CHINA HACIA AFUERA | SER O NO SER IMPERIALISTA
ca subsahariana, invirtió masivamente en la construcción de ferrocarriles, puertos y oleoductos. Sin
embargo, mientras espera algún día beneficiar a
otros sectores, esta infraestructura sirve principalmente para satisfacer las necesidades de las compañías mineras y petroleras asociadas.
“A primera vista, el apetito chino por las riquezas
naturales aparece como una bendición para África”, estima un informe encargado por la Comisión
de Desarrollo del Parlamento Europeo (15). En efecto, Pekín habría contribuido al crecimiento económico del continente. Un análisis profundo revela
sin embargo una imagen más contrastada. En 2005,
sólo catorce países, todos productores de petróleo y
minerales, tuvieron una balanza comercial positiva
–principalmente basada en la exportación de materias primas– con China. Treinta, que tienen una balanza comercial deficitaria, ven sus mercados inundados de tejidos chinos y otros bienes de consumo
baratos, en perjuicio de los productores locales.
En los intercambios sino-africanos, la brecha entre
países ganadores y perdedores se incrementó considerablemente, provocando aquí y allá un vivo resentimiento. El informe concluye: “Para la mayoría de los países africanos, el discurso chino sobre
el desarrollo generó grandes esperanzas, pero no
creó las condiciones para un crecimiento económico duradero”.
Si China sigue colocando el acceso a las materias primas por encima de todo lo demás, se comportará cada vez más como las antiguas potencias coloniales,
acercándose a los “gobiernos rentistas” de los países
abundantemente dotados de riquezas naturales, haciendo lo mínimo por el desarrollo general. El presidente sudafricano Jacob Zuma no dejó de señalarlo
durante el foro de julio pasado “El compromiso de
China con el desarrollo de África”, según él, habría
consistido sobre todo en “abastecerse de materias
primas”; una situación que considera “insostenible
en el largo plazo” (16).
Pero todo cambio significativo en las relaciones comerciales entre Pekín y África –o los países en desarrollo en general– necesitará una transformación profunda de la estructura económica china, un
vuelco de las industrias de alto consumo energético hacia producciones más ahorrativas y hacia los
servicios, de las energías fósiles hacia las energías
renovables. Los dirigentes parecen conscientes de
este imperativo: el XII plan quinquenal (2010-2015)
hace hincapié en el desarrollo de medios de transporte alternativos, energías renovables, nuevos
materiales, biotecnologías y otras actividades propicias para un cambio de esta naturaleza (17). De lo
contrario, los dirigentes chinos corren el riesgo de
enredarse en relaciones mediocres con los países en
desarrollo. g
for What’s Left: The Global Scramble for the World’s Last
Resources, Metropolitan Books, Nueva York, 2012.
1. Hu Jintao, “Open Up New Prospects for a New Type of China-Africa
Strategic Partnership”, Ministerio de Relaciones Exteriores, Pekín, 197-02, www.fmprc.gov.cn/eng
Traducción: Gustavo Recalde
2. Cf. Michael L. Ross, The Oil Curse: How Petroleum Wealth Shapes the
Development of Nations, Princeton University Press, 2012.
3. Cf. Blood and Oil, Metropolitan Books, Nueva York, 2004, y Daniel
Yergin, The Prize, Simon and Schuster, Nueva York, 1993.
4. “Statistical Review of World Energy”, British Petroleum, Londres,
junio de 2012.
5. Léase Colette Braeckman, “Pekín frustra el mano a mano entre
África y Europa”, El Atlas IV de Le Monde diplomatique, Capital
Intelectual, Buenos Aires, 2012.
6. “The rise of China and its energy implications: executive summary”,
Foro sobre Energía, Baker Institute, Houston, 2011.
7. Cf. “China”, US Energy Information Administration (EIA), Country
Analysis Brief, noviembre de 2010, www.eia.gov.
8.. “China to Boost Coal Imports on Wider Price Gap”, Bloomberg, 23-4-12.
9. Le Yucheng, “China’s relations with the world at a new starting
point”, discurso pronunciado en el Foro del China Institute for
International Studies (CIIS), 10-4-12.
10. “China’s thirst for oil”, International Crisis Group (ICG), Asia
Report, Nº 153, 9-6-08.
11. Jeffrey Ball, “Angola Possesses a Prize as Exxon, Rivals Stalk Oil”, The
Wall Street Journal, Nueva York, 5-12-05; Simon Romero, “Chávez says
China to lend Venezuela $20 billion”, The New York Times, 18-4-10.
12. “China’s thirst for oil”, op. cit.
13. Léase Jean-Baptiste Gallopin, “Amargo divorcio en Sudán”, nota
web, junio de 2012, www.eldiplo.org
14. Léase Alain Vicky, “Contestation sonore en Angola”, Le Monde
diplomatique, París, agosto de 2012.
15. Jonathan Holslag et al., “Chinese resources and energy policy
in Sub-Saharan Africa”, informe de la Comisión de Desarrollo del
Parlamento Europeo, 19-3-07.
16. “Zuma warns on Africa’s trade ties to China”, The Financial Times,
Londres, 19-7-12.
17. Léase Any Bourrier, “China, un gigante enfermo de carbón”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2011.
© Goran Bogicevic / Shutterstock
De punta. China, que construyó el tren de alta velocidad más largo del mundo (2.300 kilómetros), exporta tecnología ferroviaria a diferentes países.
África. Este continente es cada
vez más importante para China.
Reemplazar el dólar
*Profesor en el Hampshire College, especialista en estudios sobre la paz y la seguridad mundiales. Autor de The Race
Hace tiempo que China
propone reemplazar el
dólar como moneda para las
transacciones internacionales.
Por lo pronto, ha celebrado
acuerdos con Irán y Rusia
para pagarles el petróleo
que les compra en yuanes.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 55
© Qilai Shen / In Pictures / Latinstock / Corbis
56
2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA
China revalúa el yuan a su ritmo
El giro de Pekín
Por Martine Bulard*
Gracias a su fuerza de choque financiera, industrial, comercial y militar, China afirma su camino. Lentamente, revalúa el yuan, pero lejos de
seguir dictados occidentales, busca frenar el alza de precios y contener
el descontento de su población. Promete una mejora constante del tipo
de cambio, pero a un cauteloso “ritmo chino”.
F
ue en Tokio –y no en Pekín– donde se
anunció la noticia a comienzos de febrero: en 2010, China se convirtió en la
segunda potencia económica mundial,
delante de Japón. A pesar de que no se caracterizan por su modestia, no hubo triunfalismos por parte de los funcionarios chinos. El
Imperio del Medio desea mantener el doble
estatus de “país en desarrollo y potencia ascendente” que le permite jugar en distintos
tableros, especialmente en las instancias internacionales.
Con un Producto Interno Bruto (PIB) de
5,880 billones de dólares [N.de la R.: Los datos de este artículo son de 2009/2010], China
aún está lejos de Estados Unidos, que produce dos veces y media más (14,600 billones de
dólares). Y si se tiene en cuenta la población,
el PIB por habitante alcanza los 7.400 dólares
(1), o sea cinco veces menos que en Japón, e
incluso mucho menos que en Túnez…
No obstante, China dispone de una fuerza de
choque financiera (2,800 billones de dólares
de reservas), industrial (cerca del 14% del valor agregado de la industria mundial, contra el
3% en 1990), comercial (10% de los intercambios) (2) y militar (tercer lugar en los gastos).
Esto cambia el equilibrio planetario.
Intereses divergentes
Durante mucho tiempo, Estados Unidos no
vio en el Imperio del Medio más que un “taller
del mundo”, útil para hacer bajar los salarios
estadounidenses y hacer subir las ganancias.
Hoy se da cuenta de que tiene enfrente un
competidor político tanto como económico.
La “luna de miel” iniciada el 21 de febrero de
1972, con la visita de Richard Nixon a Pekín, se
está agriando. El amigo viejo de 40 años ya no
se deja engañar.
De pronto, “el riesgo de que Estados Unidos
vuelva a movilizarse en Asia con acritud es
grande”, observa The Financial Times, que subraya que no hace falta “ser un teórico de la
conspiración paranoica para pensar que Estados Unidos trata de arrastrar a Asia contra
China”. El diario recuerda, por otra parte, la
declaración de la secretaria de Estado Hillary
Clinton, quien, en ocasión de su viaje a Phnom
Penh, aconsejó a Camboya que “se cuidara de
ser demasiado dependiente de China”. Réplica del ministro de Relaciones Exteriores chino: “¿Se imaginan ustedes a China diciéndole
a México que se cuide de depender demasiado de Estados Unidos?” (3).
En noviembre pasado, el presidente Barack
Obama realizó una gira asiática por Japón,
cuyas relaciones con Pekín son tensas; Corea
del Sur, en conflicto con el Norte, aliado de Pekín; Indonesia, país que controla el estrecho
de Malaca, esencial para el comercio, e India,
que experimenta fuertes tensiones con su vecino. Antes, Hillary Clinton había ido a Camboya y a Malasia, así como a Vietnam y Australia, donde firmó (o reforzó) acuerdos militares. Finalmente, en noviembre y luego en
diciembre de 2010, se llevaron a cabo maniobras militares estadounidenses-surcoreanas
en los confines de las costas chinas. Washington quiere recuperar poder en una región en
la que China ha ido ganando crédito. No hace
falta más para alimentar la paranoia china e
impulsar al gigante asiático a tensar sus músculos. Aún se está lejos de la “Chinamérica”
que se suponía caracterizaría la entrada al siglo XXI. Ni entente cordial ni guerra abierta;
cada uno afirma su camino. Y los intereses divergentes no impiden la colaboración.
Así, el 18 de enero pasado, en el momento mismo en que, ante el presidente Hu Jintao, Barack Obama arremetía contra el desequilibrio
de los intercambios, el grupo General Electric anunciaba acuerdos de coproducción y
de transferencia de tecnologías a China. El
propósito es responder a las necesidades internas, pero también reexportar. La mitad de
las ventas chinas al extranjero están controladas por empresas que no son chinas –empresas que uno imagina poco favorables a una
revaluación del yuan, lo que encarecería sus
exportaciones–. Y como en Estados Unidos
el mundo de los negocios hace bien las cosas,
el dueño de General Electric, Jeff Immelt, se
convirtió en el principal asesor económico
de la Casa Blanca, y preside el Consejo para
el Empleo y la Competitividad. Los hombres
de negocios chinos pueden dormir tranquilos.
En cuanto a Hu Jintao, se ha dado el lujo de
invitar a Estados Unidos a exportar más a su
propio país. En su apoyo, el Ministerio de Relaciones Exteriores afirmó que “las restricciones a las exportaciones hacia China –más que
nuestra moneda– son la principal fuente del
déficit estadounidense” (4). Sólo el 7% de
las importaciones chinas de productos de d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 57
© spirit of america / Shutterstock
© PRILL / Shutterstock
Energía. La represa de Tres Gargantas, en el río
Yangtze, es la más grande del mundo.
Bolsa de Shanghai. La transformación económica incluye un mercado financiero en auge.
d punta provienen de Estados Unidos. En
efecto, desde la represión de la plaza Tiananmen, en 1989, Estados Unidos y Europa decretaron un embargo sobre las tecnologías duales (que pueden servir tanto a la
industria civil como militar). Pekín quiere
ponerle fin. Hace de ello un argumento comercial, mientras trata de afirmarse en los
sectores de punta.
modelo –tan alabado por las elites francesas–
también apunta hacia la exportación. Berlín
rechazó toda posibilidad de poner un techo a
los excedentes de la balanza de pagos; su propio excedente alcanza el 6,7% del PIB (5) y el
chino, el 4,7%.
Por principio, Pekín recusa cualquier injerencia en sus asuntos económicos. Y, por temor a
ver caer las exportaciones y crecer el desempleo, rechaza cualquier conminación monetaria. Durante su viaje a Washington a fines
de enero, Hu le devolvió a Obama sus propias
ignominias: “La política monetaria de Estados Unidos tiene un impacto central sobre la
liquidez mundial y los movimientos de capitales, cuando la liquidez en dólares debería
mantenerse en un nivel estable y razonable”
(6). Motivo del ataque: el Banco Central estadounidense, la Fed, puso en marcha la impresión de billetes e inyectó 600.000 millones
de dólares en la economía sin dedicar nada, o
casi nada, a cuestiones sociales. Sin embargo,
fueron la insuficiencia de ingresos salariales y
sociales y el exceso de capital acumulado los
factores que originaron la crisis de 2008. Apenas terminó la purga, Washington realimenta
la bomba de las finanzas. Al precio de terribles
desequilibrios.
En efecto, esa inyección de liquidez estadounidense alimenta la especulación sobre
las deudas públicas en países donde las tasas
de interés son altas. Para pagar la factura, gobiernos y FMI impulsan en todas partes políticas de austeridad. A causa de la anemia del
crecimiento, los capitales se dirigen de igual
manera a las materias primas (oro, petróleo,
cobre…) que a los productos agrícolas, cuyos
Frenar los capitales
En cambio, los dirigentes chinos siguen haciendo oídos sordos a las presiones estadounidenses –y europeas– para revaluar el
yuan y eliminar el control de cambios. Como
explica Tang Jiaowei, economista de la Universidad de Shanghai interrogado en vísperas de la reunión de los ministros de Finanzas del G20, los días 18 y 19 de febrero de 2011
en la capital francesa, “el encuentro de París
no será la reunión del Plaza” en Nueva York:
en septiembre de 1985, Estados Unidos logró
que Japón empujara hacia el alza su moneda
y restringiera voluntariamente sus exportaciones. En tres años, el yen subió el 100% en
relación con el dólar. Las exportaciones japonesas se vinieron abajo, las deslocalizaciones (especialmente hacia China) levantaron
vuelo, y su economía cayó enferma. Todavía
no se ha recuperado del todo.
Los chinos temen un escenario de ese tipo.
Entonces, rechazaron la propuesta de Francia, Estados Unidos y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) que, en París, durante
el G20 de febrero, pretendían imponer criterios de “buena conducta”. Por otra parte,
recibieron el refuerzo de Alemania, cuyo
58
precios alcanzan valores cumbre, al punto de
preocupar al Banco Mundial, que teme nuevos motines del hambre. También les siguen
la pista a las monedas y a los valores bursátiles. Los Estados deben intervenir para evitar
una revaluación de su moneda que perjudique sus ventas al extranjero. En Asia –donde
Japón, pero también Malasia, Corea del Sur
y Taiwán han dedicado sumas exorbitantes
a adquirir billetes verdes– como en América
Latina –donde Brasil estableció un impuesto a las entradas de capitales–, la cruzada de
Pekín contra ese “peligroso desequilibrio” es
exitosa. Al margen del G20 de los ministros de
Finanzas en París, los países del BRIC –Brasil,
Rusia, India y China– se reunieron para protestar contra las normas que les querían imponer (7). Hasta ahora, Estados Unidos y sus
aliados no han logrado unir al Sur contra los
dirigentes chinos. Pero éstos bien saben que
no pueden plantarse en sus posiciones y que
deben negociar un giro. Tanto en el extranjero
como en el interior del país.
La amenaza de la inflación
China y Brasil, de acuerdo en París contra
las pretensiones de los países ricos de imponer sus puntos de vista, se enfrentan en Brasilia por la abundancia de productos chinos;
se ha hablado incluso de la “guerra del bikini”. Además, si Pekín quiere tener peso en los
asuntos monetarios, debe disponer de una divisa internacionalmente reconocida y, por lo
tanto, convertible. Al contrario de lo que afirman los grandes financistas del mundo, eso
no ocurre necesariamente con el fin del control de cambios. ¿Acaso Francia no mantuvo
el suyo hasta 1989?
Las autoridades chinas han emprendido la
vía de la internacionalización del renminbi –
otro nombre del yuan–, y han levantado algunas prohibiciones. El 11 de enero pasado extendieron la posibilidad de transacciones en
yuanes a los países de Asia Central; posibilidad que ya existía para Brasil, Rusia y algunos
países del Este asiático. Gran primicia, autorizaron a multinacionales como McDonald’s o
Caterpillar a emitir acciones directamente en
yuanes en la Bolsa de Hong Kong. Al mismo
tiempo, limitaron la posibilidad de que los extranjeros compraran una propiedad comercial o residencial, con el fin de contener el flujo de dinero especulativo. “Si no controlamos
la burbuja inmobiliaria y permitimos que se
forme una burbuja en el mercado de acciones,
al mismo tiempo que dejamos que el yuan se
aprecie libremente, China se verá amenazada
con una afluencia masiva de capitales extranjeros” (8), acaba de explicar Deng Xianhong,
© chinahbzyg / Shutterstock
© TonyV3112 |/ Shutterstock
3 | CHINA HACIA AFUERA | EL GIRO DE PEKÍN
Destinos. La necesidad de importar materias primas y los destinos a veces lejanos de sus exportaciones expandieron la marina mercante china, que hoy cuenta con 2 mil barcos de alto porte.
Cielo. Los nuevos métodos de construcción permiten levantar edificios en apenas tres semanas.
jefe adjunto de la Administración de Estado
para el Tipo de Cambio (SAFE, según su sigla
en inglés).
El gobernador del Banco Central, Zhou Xiaochuan, destaca el hecho de que el yuan ha subido cerca del 4% con relación al dólar desde
el pasado verano boreal, o sea un ritmo anual
del 8% al 10%. Algo nunca visto. “Vamos a
continuar mejorando el régimen de tipo de
cambio” (9), declaró Xiaochuan… pero a ritmo chino. Es decir, con una cadencia que no
comprometa el crecimiento interno, ya que
el país necesita crear nueve millones de empleos anuales para absorber a los nuevos ingresantes al mercado de trabajo. Y que tampoco haga explotar la marmita económica en
ebullición.
Sin esperar, el gobierno tomó medidas para
luchar contra la explosión de los precios. Los
aumentos afectan prioritariamente a los productos alimentarios –y por lo tanto al poder
de compra–, pero también golpean a las materias primas importadas, aunque un alza del
yuan podría compensar esto en parte. La revalorización actual llega entonces en un buen
momento, aun cuando encarezca las exportaciones, mientras que, por primera vez en 10
años, el excedente comercial se redujo el año
pasado casi el 7%, prueba de cierto dinamismo del consumo.
No obstante, lo que amenaza es la inflación
del crédito. Con el fin de limitar derroches en
la inversión y la burbuja inmobiliaria, el poder trata de cerrar la canilla de los préstamos.
Por tercera vez en cuatro meses aumentó las
tasas de interés y las reservas obligatorias de
los bancos; estableció un impuesto a la reven-
novación. El plan será sometido a la Asamblea
Nacional Popular que, como todos los años, se
reúne en marzo (del 4 al 14). Como no parece
que un viento contestatario pueda transformarlo, debería ser aprobado. En cuanto a su
aplicación… g
ta de departamentos no destinados a un uso
personal. Sin embargo, el giro hacia un modelo más ahorrativo en capital y centrado en las
necesidades internas parece difícil de negociar. El cambio, asegura Zhou, “va a llevar mucho tiempo. Va a requerir un cambio radical
de los modos de producción y una formación
adecuada de los trabajadores […]. Este tipo de
ciclo dura una década” (10).
Pero no es seguro que los chinos esperen tanto
tiempo. El descontento crece; las luchas por
los salarios se intensifican (11). Y las injusticias comienzan a indignar a una parte de las
capas medias, hasta ahora obnubiladas por su
propio enriquecimiento. Así, Liu Junshen, reconocido investigador de un instituto dependiente del Ministerio de Recursos Humanos y
de Seguridad, causó sensación con un artículo titulado “Aumentar los salarios es vital para el país”, publicado en el muy oficial China
Daily. Al enfatizar la caída de la participación
de los salarios en las riquezas producidas y el
aumento de las desigualdades, concluye invirtiendo el eslogan del gobierno: “Este resultado no es compatible con el objetivo de China de construir una sociedad armoniosa” (12).
Evidentemente, el artículo no suscitó ningún
comentario oficial. Pero en Pekín, ante los
cuadros de la Escuela del Partido Comunista,
el presidente Hu, que una vez más hablaba sobre “el camino hacia la armonía y la estabilidad” (13), advirtió: “Estamos en un momento
en que pueden producirse numerosos conflictos”. Como una muestra de estas inquietudes,
el XII Plan (2011-2016), actualmente en preparación, apuesta al consumo, la vivienda, la
protección social, y pone como objetivo la in-
1. PIB por habitante en paridad de poder de compra. En Japón
es de 34.000 dólares, y en Túnez, de 9.500 dólares (2009).
Véase CIA, The World Fact Book (www.cia.gov).
2. Cifras extraídas de las estadísticas de la Organización
Mundial del Comercio y del Banco Mundial.
3. Geoff Dyer, “Elevated aspirations”, The Financial Times,
Londres, 11-11-10.
4. Ding Qinfeng, “US high-tech sanctions curbs’cause of
déficit”, China Daily, Pekín, 16-12-10.
5. Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook,
Washington, octubre de 2010.
6. Richard Mc Gregor, “Hu Questions futur of US dollar”, The
Financial Times, 16-1-11.
7. Marie Visot, “G20: la fronde organisée des pays émergents”,
Le Figaro, París, 7-2-11.
8. “La Chine brouille les pistes”, Les Echos, París, 17-11-10.
9. Palabras citadas por People’s Daily, Pekín, 21-2-11.
10. AFP, 18-1-11.
11. Isabelle Thireau, “Los trabajadores chinos despiertan”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires,
septiembre de 2010.
12. “Raising workers’ pay vital for country”, China Daily, 8-11-10.
13. “Hu points way to harmony, stability”, People’s Daily, 21-2-11.
*Jefa de Redacción de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Lucía Vera
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 59
© Imaginechina/ Latinstock / Corbis
60
China debe redefinir sus relaciones con Estados Unidos
En busca
del equilibrio
Por Shen Dingli*
El extraordinario desarrollo de China complica seriamente sus
relaciones con Estados Unidos. Washington reacciona adoptando
medidas que pretenden ser sólo preventivas, pero que son
percibidas como ofensivas y empujan a Pekín a redoblar la apuesta.
E
n el transcurso de la última década, el Producto Interno Bruto (PIB) de China aumentó cerca de diez veces más rápido que el de
Estados Unidos. Pasó de más de 1,1 billones
de dólares en 2000 a 5,88 billones en 2010, mientras que, en el mismo período, el de Estados Unidos pasó de 10 billones a 14,6 billones. Por ahora, la
economía china sigue rezagada, pero los expertos
pronostican que en unos veinte años podría alcanzar a la de Estados Unidos. Si la tendencia se confirmara, a pesar de cierta lentitud, Pekín podría
incluso estar a la par de Washington en menos de
una década.
Poco a poco el país asiático adquiere todos los atributos de una superpotencia en ciernes. En 2001 su presupuesto de defensa era de 91.700 millones de dólares, es decir, superior en un 80% al de Japón y en un
200% al de India. De 1 a 20 en 2000, la distancia con
Estados Unidos en esta área se redujo hasta alcanzar
una razón de 1 a 7. Aunque lejos todavía, China ocupa
ahora el décimo puesto mundial en materia de gasto
militar y, si Estados Unidos continuara con su política actual de restricciones presupuestarias, la diferencia podría reducirse aun más.
Desde los años 2000, las relaciones entre ambos países cambiaron mucho. China invierte alrededor de
un tercio de sus reservas en divisas extranjeras en
bonos del Tesoro estadounidense, lo que hace de ella
el primer acreedor de Estados Unidos (1).
Convertida en la primera nación exportadora del
mundo, figura entre los principales proveedores
de Estados Unidos. Esta circunstancia ayuda a
Washington a controlar su inflación y permite a sus
inversores obtener beneficios.
Desde la crisis financiera de 2008, Pekín no cesa de
afirmarse en la escena internacional y en sus relaciones con Estados Unidos. En 2009, en la Cumbre
de Copenhague, se opuso a Washington sobre el calendario de reducción de las emisiones de dióxido de
carbono. El mismo año, su flota encerraba a El Impecable, un barco de la marina estadounidense que
atravesaba su zona económica exclusiva (ZEE), en el
Mar de China Meridional. En 2010, el poder chino resistía una vez más las presiones de Washington, que
lo exhortaba a condenar el ataque de Corea del Norte
contra la isla surcoreana de Yeonpyeong. Desde 2011,
se niega también a respetar el embargo impuesto sobre las importaciones de petróleo iraní, aunque se
mostró más firme respecto de Teherán en lo concerniente al programa de armamento nuclear.
Acuerdos y desacuerdos
Esto no impide una colaboración sino-estadounidense en numerosas áreas: en la lucha contra el terrorismo, contra la proliferación de armas de destrucción
masiva (por lo menos hasta cierto punto, como lo
muestran los puntos de vista diferentes a propósito
de la República Popular Democrática de Corea, por
ejemplo), y en la reabsorción de la crisis financiera.
Pero los conflictos tienden de todos modos a multiplicarse.
En el frente económico, Washington le reprocha a
Pekín no sólo “robar” los empleos estadounidenses,
sino librar una competencia desleal, subvaluando d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 61
Carrera armamentista
China y Estados Unidos: gasto
militar (en miles de millones
de dólares de 2011)
24
480
1990
143
707
2011
China
EE.UU.
Carrera económica
China y Estados Unidos:
PIB (en miles de millones
de dólares de 2011)
21
4.770
1970
917
9.000
1990
7300
15.000
2011
China
62
EE.UU.
d su moneda e infringiendo las reglas del mercado.
En el plano estratégico, le preocupa una China a la
que ve embarcada en una carrera armamentista y
desplegando sus fuerzas en la región Asia-Pacífico.
Ideológicamente, le cuesta aceptar la idea de que el
“Consenso de Pekín” (2) pueda entrar en competencia con el de Washington.
Sin embargo, si la sociedad estadounidense está desgastada por la pérdida de empleos y las deslocalizaciones del sector manufacturero, ello se debe antes
que nada al liberalismo económico y al capitalismo,
que exigen un rendimiento máximo. Además, la
competencia no se juega solamente entre China y Estados Unidos, sino entre la totalidad de los países industrializados por una parte y los países en desarrollo por la otra. Y la cotización del yuan importa poco,
pues la producción puede ser también deslocalizada
a Vietnam, Bangladesh, India. Todo el mundo lo sabe, pero cada cual atiende su juego en este año electoral estadounidense [2012].
Desde un punto de vista estratégico, Estados Unidos
ve con malos ojos el aumento del poder chino. En curso de modernización, la aviación dispone ahora de sus
propios bombarderos equipados con sistemas de detección y de comandos aerotransportados Awacs, de
reabastecedores en vuelo, de portaaviones operacionales. El programa espacial que, según se cree, incluye
un aspecto defensivo, también fue reforzado, y la marina desarrolló un arsenal convencional y nuclear de
largo alcance. No hay que olvidar tampoco el progreso
de las competencias chinas en el ciberespacio. Por eso,
a medida que retira sus tropas de Irak y de Afganistán,
el Pentágono vuelve a desplegar sus fuerzas en Asia
Oriental; trabaja con sus aliados y sus nuevos socios
para probar la capacidad de la marina china, en particular en el Mar de China Meridional (3).
Desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente Barack Obama privilegió la vía diplomática por sobre la
confrontación. Uno de sus primeros gestos fue, además, afirmar su intención de entablar el diálogo con
China, Irán y Venezuela, entre otros. El método dio
algún buen resultado, especialmente en Birmania,
donde el presidente Thein Sein democratiza poco a
poco su país. Esta apertura recibió el apoyo de Estados Unidos, simbolizado por la visita histórica de la
secretaria de Estado, Hillary Clinton a Naypydaw, el
1 de diciembre de 2011. En cuanto a la actual cooperación militar con Japón, Corea, Filipinas y Vietnam,
no deja de tener sus intenciones estratégicas e ideológicas en contra de China.
El aumento de poder chino no es tan sorprendente.
Estaba escrito: la sociedad se abrió a la economía de
mercado en el preciso momento en que, debido a la
globalización, la circulación de personas, de capitales y de información comenzaba a fluir. Después de
todo, Pekín no le puso la pistola en el pecho a nadie.
Los inversores estadounidenses aprovecharon la
ocasión que se les ofrecía de obtener una mano de
obra barata. Mientras que los chinos desarrollaban
su industria, los estadounidenses consumían a bajo
costo y dejaban a otros sus fábricas contaminantes.
Una extraña pareja
El intercambio generó beneficios tangibles, aunque
al mismo tiempo produjo efectos perniciosos duraderos, en términos de empleo en Estados Unidos y de
medioambiente en China.
Pekín y Washington entablaron así una cooperación tan rara como indisoluble: China contamina
su medioambiente para permitir a Estados Unidos
hacer economía, pero compra los bonos del Tesoro
estadounidense para permitirle dilapidar fortunas
en Irak o Afganistán. Al acceder al poder, en 2001,
el presidente George W. Bush heredó una deuda de
cinco billones de dólares. Al final de su mandato, alcanzó los diez billones. En menos de tres años, el presidente Obama la llevó al nivel histórico de quince billones de dólares. Si bien China detenta su parte de
responsabilidad en este desastre financiero, es también la víctima. Los 1,15 billones de dólares del Tesoro
estadounidense que tiene contribuyen a amortiguar
el peso de la crisis financiera y autorizan así a Estados
Unidos a mostrarse más dispendioso sobre el campo
de batalla en Afganistán. Los enormes activos líquidos volcados por el Banco Central estadounidense
(Reserva Federal, FED) le permitieron obtener fondos, reduciendo a la vez el poder de compra de los dólares adquiridos por China. Una dependencia tan extraña como malsana, y que se va agravando.
La necesidad de alcanzar el reequilibrio en las relaciones sino-estadounidenses resulta pues evidente. El interés chino debería apuntar a desarrollar el
consumo en su mercado interno, interesarse en la
ecología y reducir el excedente comercial con su socio americano. En Estados Unidos, quizá sería saludable que, mientras continúa con la deslocalización
de ciertas actividades industriales, comenzara ya a
reimplantar una parte de la producción en el territorio nacional con el fin de operar un nuevo arbitraje
entre finanzas e industria. Los dirigentes estadounidenses deberían reconocer también que las localizaciones en China generaron ganancias importantes,
pero profundizaron las desigualdades sociales e impactaron a tal punto contra su propia moral que el librecambio se vio cuestionado.
Además, los dos países no tienen la misma envergadura estratégica. Estados Unidos tiene una voluntad hegemónica mundial y es la única fuerza capaz
de desplegarse rápidamente por todo el planeta, lo
que, por mucho tiempo, no será el caso de China. A
fines de 2011, Estados Unidos decidió vender nuevas
armas a Taiwán, aun cuando, el 6 de septiembre de
2011, el Ministerio de la Información chino publicó
una nota titulada “En vías de un desarrollo pacífico” (“China’s peaceful development”) que resaltaba
seis prioridades nacionales, entre las que se contaba
la reintegración de la isla. Pekín estima poder disponer pronto de los medios económicos necesarios para
© Pres Panayotov / Shutterstock
© yuyangc / Shutterstock
3 | CHINA HACIA AFUERA | EN BUSCA DEL EQUILIBRIO
Marina. Con 250 mil hombres, la Armada china se
encuentra en pleno proceso de modernización.
Espacio. China comenzó a desarrollar la tecnología en radares en los años 50, pero recién
hace dos años logró cubrir la totalidad de su espacio aéreo.
ello, y aspira a dominar el estrecho y su región. Un objetivo que torna indispensable la modernización global de su capacidad de disuasión.
Esta política de “vuelta a Asia” obedece a un doble
objetivo: reforzar la presencia estadounidense en la
región y prevenir toda violación de los códigos internacionales en el Pacífico. De hecho, en lo concerniente a la navegación en alta mar, los intereses de los dos
países coinciden, y ambos se ven favorecidos con la
libertad de circulación. No hay pues ninguna razón
para alterarse por la presencia estadounidense, desde el momento en que ninguno tiene la intención de
cortar las líneas de comunicación del otro. Se trataría
Lógica de conflicto
Los dos países se encuentran, de ahora en más, en
una lógica de conflicto. Las ventas de armamentos
a Taiwán impulsan a China continental a modernizar su arsenal. Pero en cambio, su militarización invita inevitablemente a Washington a sospechar que
En curso de modernización, la aviación china dispone ahora de sus
propios bombarderos equipados con sistemas de detección.
el Imperio del Medio tiene objetivos estratégicos que
van más allá de su esfera de influencia. ¿Acaso no volvió atrás sobre su promesa de concentrarse en Taiwán y en la defensa de sus costas y no desplegar fuerzas en el extranjero? China construye aviones cuyo
alcance no se limita a la región, posiciona buques en
el golfo de Adén y confirma que desea adquirir bases
de apoyo logístico en el extranjero (4).
Estas señales impulsaron a Estados Unidos a multiplicar las misiones de reconocimiento en las aguas
territoriales y en el espacio aéreo chinos. Para proteger sus operaciones en caso de intervención en Taiwán, China se aventuró a expulsar naves y aviones
estadounidenses fuera de su ZEE. Algunos informes
dieron pruebas también de la voluntad de Pekín de
considerar el Mar de China del Sur como relevante
para su interés nacional. Esta actitud, igual que su
política respecto de Japón (5) y de la península coreana, explica en gran parte el retorno de Estados Unidos a Asia. Le proveyó el argumento de la libertad de
navegación en el Mar de China, lo que terminó de envenenar la cuestión.
más bien de enunciar los derechos y deberes de cada uno. Estados Unidos debería comprometerse a no
avanzar sobre los derechos chinos fundamentales.
El reequilibrio de poder entre los dos países podría
ser una de las apuestas principales de la década. g
1. Véase Dean Baker, “Si China deja de comprar deuda estadounidense”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2010.
2. Acuñada por el periodista Joshua Cooper Ramo, esta expresión
nombra el modelo de crecimiento chino, que sería especialmente
atractivo para los países en desarrollo, por oposición al “Consenso
de Wa shing ton”, que establece la s regla s de “goberna nza”
estadounidenses en vigor en el Fondo Monetario Internacional, en
particular.
3. Véase Michael T. Klare, “China es el enemigo”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2012.
4. “Defense Department on Seychelles’s invitation to set up military
base”, Xinhua, 12-12-11.
5. En 2010, una nave gubernamental japonesa fue inspeccionada
–voluntariamente, según Tokio– por un barco chino, creando un
incidente importante.
*Decano del Instituto de Estudios Internacionales y director del Centro
de Estudios Estadounidenses de la Universidad Fudan de Shanghai.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola
Inquietud germana
“Los chinos se están
convirtiendo cada vez más
en los dueños de las materias
primas en el mundo –dijo
el director ejecutivo de la
Federación Alemana de la
Industria, Werner Schnappauf–,
lo que hace peligrar en el
futuro la sostenibilidad de
la industria germana.”
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 63
64
© Dave Reede / Latinstock / Corbis
Las relaciones de Argentina con el gigante asiático
Un matrimonio
muy desigual
Por Natalia Zuazo* y Matías Rohmer**
El crecimiento incesante del intercambio llevó a China a
convertirse en el segundo socio comercial de Argentina. Pero
urge modificar las profundas asimetrías que caracterizan esta
relación, en la que Argentina está limitada a ser un mero proveedor
de materias primas y receptor de productos manufacturados.
C
hina y Argentina tuvieron, desde el principio,
una relación madura: de ésas que crecen con
el tiempo, pero también saben cuándo es necesario tomar distancia y cuándo ir a fondo
otra vez. Argentina tomó la iniciativa, y fue el primer
país latinoamericano en establecer canales de cooperación con el país asiático a partir de 1920. En 1953,
mediante negociaciones realizadas a través de la entonces Berlín Oriental, se acordó una primera operación comercial en la que ambos países intercambiaron lo mejor que tenían en sus economías: el barco
argentino llevó trigo, lana y extracto de quebracho;
el chino cruzó el mar con bauxita y sedas. La relación
continuó, pero con una marcada distancia hasta mediados de la década de 1970: corrían los tiempos de la
Guerra Fría y Estados Unidos limitaba la política exterior de su “patio trasero”, América Latina y el Caribe, en un intento por evitar que China y la Unión
Soviética los atrajeran al bloque oriental (1). La señal
para el nuevo acercamiento llegó en 1971, cuando Richard Nixon reanudó las relaciones con la República Popular China. Argentina, bajo el gobierno de Lanusse, reconoció a Pekín y en 1972 inició relaciones
diplomáticas con el país de la seda (2).
Hoy, cuarenta años después, el vínculo creció hasta
convertir a China en el segundo socio comercial de la
Argentina, mientras que Argentina es el cuarto socio
comercial de China en América Latina.
La diferencia entre ese 1972 y este 2012 es que China
es otro país. Poco queda de aquella sociedad agraria
que en 1949, recién salida de la Segunda Guerra Mun-
dial y la cruel ocupación japonesa, abrazó el mundo
bipolar del lado comunista. Hoy es la segunda economía del mundo y una potencia industrial que, sin negar las numerosas deudas de desarrollo que aún tiene en su gigantesco interior de 1.300 millones de habitantes, ocupa el primer lugar de las exportaciones
mundiales, crece a un promedio del 10% desde hace
30 años, y ocupa lugares de decisión en el Consejo de
Seguridad de la ONU y la Organización Mundial del
Comercio. Con esa magnitud de gran jugador internacional, la pregunta de si a Argentina le conviene
profundizar los vínculos comerciales, financieros,
diplomáticos y culturales con China se vuelve irrelevante. Nadie, gobierno u oposición, se niega a ello.
La cuestión, en este punto de la relación, ya madura y
con posibilidades de crecer exponencialmente en las
próximas décadas, es: ¿cómo encararla desde un país
de la escala de Argentina, con un PIB de 435.000 millones de dólares, frente a los 5,8 billones de dólares
chinos? Y, ¿cómo hacerlo desde nuestro país, tradicional exportador de materias primas y con recursos
naturales todavía valiosos, pero con una incuestionable necesidad de reindustrialización de su aparato
productivo?
Crecimiento sin fin
La relación comercial argentino-china tuvo un primer gran salto en los años 90, de la mano de la apertura económica implementada por el gobierno de
Carlos Menem, contemporánea del despegue industrial chino posterior a las reformas impulsadasd
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 65
© rodho / Shutterstock
d por Deng Xiaoping en la década del 80. En 1996,
© zhangyang / Shutterstock
Importaciones. Barco anclado en
la ciudad de Fuzhou.
Tecnología. Argentina importa
de China computadoras y agroquímicos.
Socio de Latinoamérica
En 2009 China absorbía el 7,6%
del total de las ventas al exterior
de América Latina; en 2020
será el destino del 19,3%. Ya
está en camino de desplazar a la
Unión Europea como segundo
socio comercial de la región.
66
las exportaciones argentinas a China alcanzaron los
607 millones de dólares, con importaciones desde el
país asiático de 697 millones. En 2001, ese comercio
se había duplicado, y a partir de ese año no dejó de
crecer de manera constante. Hasta 2008, cuando las
exportaciones argentinas fueron de 6.100 millones
de dólares y las importaciones de 4.700, nuestro país
mantenía superávit comercial con China. Sin embargo, a partir de 2009, a pesar de que el volumen de las
exportaciones argentinas se mantuvo alrededor de
los 6 mil millones, las importaciones procedentes
del país asiático crecieron hasta los 10.500 millones
en 2011, provocando un déficit para nuestro país de
4.500 millones de dólares (3).
Además de la situación deficitaria para Argentina de
los últimos tres años, la composición de las exportaciones se presenta poco diversificada, con ocho productos que concentran el 95% de las ventas al país
asiático: porotos de soja (71%), petróleo (11,5%), aceite de soja (4%), cueros y pieles (1,9%), carnes (1,2%),
residuos alimenticios (0,8%), tabaco (0,9%) y lana
(0,6%). La soja es, claramente, la vedette del intercambio, y el motivo de una preocupación que ya tiene neologismo propio: la sojización de la relación. La
misma Cristina Fernández de Kirchner, en su última
gira por el gigante oriental, oficializó la queja: “Argentina no puede seguir con el 82 por ciento de sus
exportaciones a China en cuatro productos de escaso
valor agregado y del otro lado recibir 98 por ciento de
altísimo valor agregado y con mayor nivel de divisas.
Sobre todo teniendo en cuenta el tamaño de una economía y de la otra, no se puede plantear una relación
bilateral sin tener en cuenta las asimetrías”.
Los datos avalan la idea: las importaciones argentinas provenientes de China están compuestas por teléfonos (8,5%), computadoras (10%), químicos (3,5%),
motocicletas (3,3%), juguetes (1,3%), manufacturas
de plástico (0,7%) e instrumental médico (0,3%) (4).
En este contexto, de la Presidenta hacia abajo el planteo de la reedición de un vínculo “neocolonial”, con
Argentina como vendedora de materias primas frente a una potencia industrial, aparece como el primer
dilema de un comercio que crece con una matriz de
intercambio similar a la que se estableció con Gran
Bretaña en el siglo XIX, y es un debate constante
entre quienes estudian la relación sino-argentina.
“Primero hay que advertir que la transformación
que China impone no se parece a nada, es algo nuevo,
por la escala del actor de que estamos hablando. Pero
en la composición de la balanza exportadora, algo de
eso hay”, adelanta Sergio Cesarin, sinólogo investigador del Conicet. Y luego avanza: “Lo que importa
es qué hace no sólo Argentina sino nuestra región por
sí misma. Porque podemos tener un patrón de intercambio comercial de productos primarios, pero reciclar parte de los excedentes de capital y generar otras
cadenas de valor a nivel intrarregional. Hoy podemos
ser una periferia distinta y entrelazada a procesos
productivos globales de manera diferente, por ejemplo como exportador de biocombustibles o equipos
nucleares. Otra opción son joint ventures de empresas
de países que puedan asociarse para integrar escalas,
o acuerdos de alcance de comercio entre las regiones”.
Cesarin agrega que, además de “tejer redes” regionales, la multipolaridad hace que China conviva con
otros posibles socios, como India o Rusia, y que ya no
haya compromisos ideológicos que limiten los intercambios, a diferencia de la anterior situación centroperiferia.
En ese mismo sentido, tendiente a mejorar la posición relativa de nuestro país frente a un socio de escala mayor, Ernesto Fernández Taboada, director
ejecutivo de la Cámara Argentino-China, indica que
su institución, junto con la Fundación ExportAr,
realiza estudios de productos con valor agregado
que tendrían un gran mercado potencial en el gigante asiático y que nuestro país todavía no le está vendiendo. Entre ellos: pescados y mariscos, libros y publicaciones, preparados de legumbres y hortalizas,
productos cosméticos, maquinaria para la industria
de la alimentación, material de transporte terrestre,
y productos de alta gama, como zapatos, ropa y caballos de polo. “La Martina, por ejemplo, tiene copado el mercado de la ropa de polo en China, y hoy hay
una gran demanda de botas de cuero para montar y
de caballos de polo, para la gran cantidad de ricos que
practican este deporte”, dice Fernández Taboada,
en su gran oficina decorada con biombos, jarrones y
pandas, regalos de los viajes de negocios que realizan
los empresarios de su Cámara desde 1984. “China no
tiene aspiraciones neocoloniales, y además es el único país que nos vende con financiación, con 19 años
de plazo, como está haciendo ahora con el material
ferroviario. Tiene excedente de capital; diversifica
inversiones”, agrega.
Libro blanco
Pero no todos comparten el optimismo. Desde otro
punto de vista, estas inversiones en infraestructura, la tercera pata de la relación sino-argentina que
hoy genera esperanzas a muchos, no son más que una
apuesta de la potencia para abaratar los costos logísticos y de transporte de las materias primas, energía
y minerales que necesita su país. Más aun, es tan explícito que hasta lo escribieron.
En 2008, China publicó El Libro Blanco sobre América Latina, con sus objetivos de política exterior para
la región. Con el concepto de complementariedad como guía, dejó en claro que América Latina podía proveerle energía (petróleo), alimentos y minerales (5).
Con ese aviso en mente, toma otro color el optimismo
de los funcionarios argentinos ante los 9.700 millones de dólares de inversión, financiados por bancos
estatales chinos, para la compra de vagones de subtes, la extensión de la línea E a Ezeiza, la rehabilitación del Belgrano Cargas, la electrificación del Belgrano Norte y Sur, y coches nuevos para el ferroca-
© Sergio Schnitzler / Shutterstock
© Juan Mabromata/ AFP/ Dachary
3 | CHINA HACIA AFUERA | UN MATRIMONIO MUY DESIGUAL
Diversificación. Las exportaciones argentinas a China están concentradas en unos pocos
productos: el 71% corresponde a porotos de soja.
rril San Martín, entre otros proyectos. También tiene completa relevancia que la petrolera estatal china,
CNOOC, haya comprado el 50 por ciento de Pan American Energy a los Bulgheroni. Y que entre 2010 y 2011
el gigante asiático haya invertido 15.600 millones de
dólares en América Latina, principalmente en el sector de la energía y los recursos naturales, y que, según
la CEPAL, para el fin de 2012 esa cifra se proyecte a los
22.700 millones. No sorprendió entonces que, en su
última visita a Argentina en junio de este año [2012],
el primer ministro chino, Wen Jiabao, propusiera un
acuerdo de libre comercio con el Mercosur. Tras el
anuncio, Cristina Kirchner entibió la declaración, diciendo que analizaría la propuesta para que consignara tanto los intereses de China como los del bloque.
Porque en una relación madura es así: depende de lo
que uno haga con ella. Y en el caso de China, además,
queda por construir. “El país puede producir mucho
más de lo que produce, no sólo en materia de productos primarios renovables, sino en derivados de ésos
con considerable valor agregado”, dice Carlos Escudé al respecto (6). “Nosotros somos países amigables
para China, pero también nos hemos vuelto más selectivos, y tenemos la responsabilidad de medir el impacto sobre determinados sectores. Podemos decidir
si van a venir a sojizarnos más o no”, agrega Cesarin.
Y además de la elección, luego están las estrategias
de la vinculación: “Se suele ver a China como un
enorme mercado, pero en realidad son muchos grandes mercados, y suele ser más exitoso para Argentina
comerciar con ciudades o provincias, que tienen tantos habitantes como nuestro país, o unir producciones de varias empresas para producir en mayor escala.
Pero eso requiere un trabajo a más largo plazo y una
confianza entre socios locales”, aconseja Fernández
Taboada.
Y es que nuestro país también es distinto al que era
hace cuarenta años, con un nuevo impulso reindustrializador sustitutivo de importaciones que quiere
avanzar. Pero también con dos grandes crisis económicas en poco más de diez años y regiones muy desiguales en su desarrollo. La “oportunidad china” seduce de muchas formas: como complemento de un
desarrollo que desde el agro pueda integrar a la industria, como aliento para la integración regional
que pelee de manera más pareja con un “país-continente” o como reedición de viejas pautas centro-periferia. China ofrece todas esas oportunidades, que
son al mismo tiempo dilemas de nuestra posición en
el mundo. De nuestra madurez para equilibrar los
encantos del gigante asiático como jugadores con
otros atractivos que ofrecer dependerá el resultado,
y tal vez el éxito de esta relación duradera. g
© Gwoeii / Shutterstock
Relaciones. El primer ministro Wen Jiabao visitó Argentina en junio de 2012 y se reunió con Cristina Fernández.
Producción. China no alcanza
la seguridad alimentaria.
1. Sergio Cesarin, “La relación sino-latinoamericana, entre la práctica
política y la investigación académica”, Nueva Sociedad, Nº 203, junio
de 2006.
2. Como señala Cesarin (op. cit.), “pese a las diferencias ideológicas
entre los regímenes militares de derecha y un país gobernado por
‘dirigentes marxistas’, el deshielo de todos modos se produjo…”.
3. Cámara Argentino-China, 2012.
4. Subsecretaría de Programación Económica, Ministerio de
Economía de la Nación, 2010.
5. China escribió que, en materia energética, América del Sur y Central
produce el 12% del petróleo mundial y consume sólo el 9%, mientras
que Asia produce apenas el 10% y llegaría a consumir el 50%. En
alimentos, el 90% del crecimiento de población será en India, China
y África, y de los 8 países con tierras todavía cultivables, 5 están en
América del Sur. En minerales, el 30% de las reservas mundiales
explotables están en América Latina y África. Véase “Primera lectura
del Libro Blanco”, Miguel A. Belloso, La Nación, 31-7-12.
6. Orientar, Revista de Comercio Exterior para China, Año 1, Nº 3,
diciembre-enero de 2011.
*Periodista y politóloga (UBA).
**Periodista y politólogo (UBA).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 67
El planeta como fuente de abastecimiento
Una aspiradora mundial
Las necesidades de recursos energéticos, minerales y alimenticios de China
se multiplican al ritmo vertiginoso de su crecimiento
Yossi Milo Gallery, Nueva York
Liu Zheng. De la serie
Los chinos, mineros
en un baño público,
Datong, provincia de
Shanxi, 1998
4
Rica tradición milenaria,
vertiginosa modernidad
LO VIVIDO,
LO PENSADO,
LO IMAGINADO
La sociedad y la cultura chinas hunden sus raíces en una de las
civilizaciones más antiguas de la humanidad. Las virtudes predicadas por
Confucio (aunque vigentes en tradiciones anteriores), como la armonía,
el equilibrio, la moderación, la perfección ética, el amor al trabajo y a la
familia y el respeto a las personas y a las jerarquías sociales, modelaron el
espíritu chino, pero no impidieron el acceso tumultuoso a la modernidad
y a los desbordes de la imaginación.
EL EXPLORADOR 71
Galerie Paris-Beijing, París
Chen Jiagang. De la serie
El tercer gran frente, Altos
Hornos (fragmento), 2008
Los cien caminos del renacimiento fotográfico
China en el
objetivo de
los chinos
Por Philippe Pataud Célérier*
Tras la férrea sujeción a la estética panfletaria “realista”
a que estuvo sometida durante el régimen de Mao, la
fotografía china ha desplegado en las últimas décadas
una enorme vitalidad. Hoy coexisten en ella diversas y a
menudo contrapuestas concepciones.
C
on el cabello enmarañado, como un reflejo de
la meseta tibetana de donde es originario, Mo
Yi exhala en la niebla el humo de su cigarrillo, con la arrogante indolencia de los viejos
sabios. La bruma es a menudo su reino. ¿Problema de
velocidad de obturación frente a los rápidos cambios
sociales? “Recurro a la bruma cuando no sé cómo expresar las cosas”, dice el fotógrafo. Y más cuando “las
cosas” provocan severos ajustes de parte de las autoridades. ¿Acaso ellas no denunciaron, en la década de 1980, sus fotografías de rostros resignados, en
las antípodas de las caras sonrientes que había impuesto la gran narrativa maoísta? Durante la Revolución Cultural (1966-1976), esta doble visión le hubiera valido una “reeducación” despiadada. Pero en
la relativa apertura de los años previos a la represión
del movimiento estudiantil, el 4 de junio de 1989, Mo
reemplazó la autocrítica por una pregunta más teórica: para ver el mundo tal como es, ¿no sería mejor fotografiarlo sin verlo? Nuca, espalda, pantorrillas: Mo
fija una cámara a todas esas partes inaccesibles a su
propia luz y dispara el obturador cada cinco pasos. Y
si bien el encuadre es insólito, reaparecen los mismos
rostros tristes. La conclusión es inapelable.
Entre 1966 y 1976, sólo las montañas podían encuadrarse sin supervisión: su grandeza era un argumento a favor de un patriotismo natural. Informativa o
artística, la fotografía debía servir un único propósito: construir la imagen realizada del realismo revolucionario a través de las tres caras triunfantes del
campesino, el soldado y el obrero.
Habrá que esperar hasta la manifestación de Tiananmen, el 5 de abril de 1976, y su represión brutal
por parte de la “Banda de los Cuatro” (1) para ver surgir, finalmente, los primeros testimonios fotográficos de un evento político no controlado por el Estado. Un momento histórico que muchos fotógrafos
quisieron inmortalizar. Algunos, como Li Xiaobin,
organizaron en el mayor de los secretos –todo registro era castigado con la muerte– un comité editorial
encargado de seleccionar quinientas fotografías de
las veinte mil o treinta mil recogidas. El sucesor de
Mao, Hua Guofeng (1921-2008), que acababa de mandar a la cárcel a la Banda de los Cuatro y reivindicar
el movimiento del 5 de abril, patrocinó el proyecto.
“Esta publicidad oficial trajo una gloria inesperada a
los editores fotográficos, que continuaron su carrera
por fuera de las agendas gubernamentales”, dice d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 73
Galerie Beaugeste, Shanghai
Galerie Three Shadows, Pekín
Lu Yuanmin. De la serie Lomo, 2006. Como muchos de los trabajos de los fotógrafos chinos de la actualidad, esta
imagen, en una primera lectura documental, se presta a muchas otras lecturas de tipo metafórico.
Mo Yi, Mi ciudad ilusoria, 2008.
74
d Wu Hu, historiador del arte (2). Bajo la égida de su
club, The April Photo Society, su primera exposición
llevó el título “Naturaleza, Sociedad y Hombre”, fue
inaugurada en abril de 1979 y resultó un éxito: ocho
mil personas en un solo domingo para ver trescientas fotografías. “En un país donde el arte había sido
sólo propaganda política, cualquier representación
del amor privado, de la belleza abstracta o de la sátira
social era considerada revolucionaria”, prosigue Wu.
Los caminos de la autenticidad
Dos movimientos empezaron a tomar forma entre
los fotógrafos que por fin querían codearse con lo
real. Para los que deseaban volver a las fuentes (Zhu
Xianmin, Yu Deshui), agrupados bajo el nombre de
Tierra Natal, la forma podía revestir todas las virtudes del fondo. Por eso, partían hacia la cuna de la
civilización china y fotografiaban a los hombres comunes (campesinos, montañeses, miembros de minorías étnicas, etc.) que –pensaban ellos– vivían con
la mayor naturalidad posible a lo largo del río Amarillo. En esta utopía documental, la estética solía caer
en la magnificación a veces condescendiente de una
alteridad impregnada de romanticismo.
Otros, en cambio, querían extraer de los márgenes
de la sociedad un lenguaje en ruptura con las convenciones estéticas dominantes. Este segundo movimiento, bautizado Scar Art, mostraba lo ordinario
oculto, en la línea de esa “literatura de las cicatrices”
que, desde fines de los años setenta, ponía de manifiesto toda la violencia de la Revolución Cultural. Li
Xiaobin fue uno de los primeros en fotografiar, entre
1977 y 1980, la vida cotidiana de los provincianos que
habían subido a Pekín para exigir del poder central
una indemnización por los daños sufridos durante
ese período. Así, mientras Zhang Xinmin se interesaba por los campesinos que migraban a las ciudades,
Zhou Hai hacía foco en la progresiva marginación de
la clase obrera, sometida a las nuevas reformas económicas. Y mientras Yang Yankang observaba a los
cristianos hundiendo desesperadamente las raíces
en su tierra, Lu Nan buscaba a los que habían perdido cualquier vínculo, revelando una China ignorada
a través de los retratos de catorce mil pacientes psiquiátricos.
Sin embargo, la mayoría de estas miradas convergen
en la destrucción brutal de los marcos de vida tradicionales. Cuando a fines de la década de 1980 presin-
Yossi Milo Gallery, Nueva York
4 | LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO | CHINA EN EL OBJETIVO DE LOS CHINOS
tió la desaparición de los hutongs, esos barrios típicos
de pasajes y callejuelas, Xu Yong los registró metódicamente, dando lugar a su famosa serie 101 retratos
de hutongs. Otro caso es Lu Yuanmin: si bien fotografía las callecitas tradicionales de Pekín por fuera de
cualquier actividad humana, formando una documentación patrimonial que quiere ser lo más neutral
posible, su serie Shanghailanders muestra cómo los
habitantes de Shanghai de los años noventa siguen
viviendo a pesar de los cambios urbanos provocados
por las reformas económicas.
Para unos y otros, cada uno en su registro, histórico y
social, el interés documental prevalece. Aun cuando
en Lu predomina la empatía del fotógrafo por su tema. Una tendencia que Zhang Hai’er lleva al paroxismo cuando exhibe, con su mirada sobre las prostitutas, su gran connivencia con ellas. La percepción subjetiva se convierte en el filtro de cualquier reflexión
sobre la realidad. La fotografía documental se libera
de su función documental para transformarse en un
proyecto conceptual, que Liu Zheng sublima en The
Chinese (3).
Liu Zheng. De la serie Los chinos, maniquíes de cera en el Memorial de la masacre de Nankín,
provincia de Jiangsu, 2000. Se trata de un experimento de representación de una representación.
Rong Rong no tiene más que fotografiar la performance. En memoria del 4 de junio, Sheng Qi se amputa el meñique izquierdo. En su palma abierta, una
foto de identidad amarillenta. Los recuerdos pasan,
pero el cuerpo mutilado permanece. La imagen da la
vuelta al mundo. Arte de lo efímero por naturaleza, la
performance toma la fotografía como soporte para su
registro, sin sospechar que esas reproducciones de
una realidad puesta en escena se convertirán, en el
mundo del arte contemporáneo, en los íconos de la
fotografía china post Tiananmen. La relación crucial
ya no es la que une al fotógrafo con su tema, sino al
performer –o su imagen– con el espectador. La fotografía, practicada más por artistas que por fotógrafos en sentido estricto, se teatraliza.
La fabricación de las imágenes
Wang Qingsong “marca un giro importante en la
historia de la fotografía china contemporánea, que
con él pasa de la captación de la realidad a una fabricación completa de las imágenes”, señala el crítico
de arte Gu Zheng (4). Una de sus obras más emblemáticas (Night Revels of Lao Li, 2000) retoma una
obra maestra de la pintura china tradicional: Ban-
Sheng-Qi.com
Ciudadanos invisibles
Recorriendo el país, Liu se ve sacudido por los chinos que encuentra. Presos, transexuales, monjes, ladrones, obreros, empresarios, prostitutas, discapacitados y heridos desfilan ante su Hasselblad durante
casi diez años (1994-2002). Omnipresentes en la vida
cotidiana, estos hombres y mujeres están ausentes
de la historia oficial que da forma al imaginario chino. Por eso, el fotógrafo los acompaña con muñecos
de cera que, en los lugares donde se elabora la mitología nacional (como museos, monumentos o plazas),
encarnan esas escenas históricas que se aprenden en
la escuela (masacre de Nankín, obrero modelo, etc.).
Mezclando personajes reales –cuya invisibilidad en el
relato oficial es cuestionada– y personajes de ficción
–cuya autenticidad ningún chino podría impugnar, a
tal punto nutren la memoria colectiva–, Liu modela,
en ciento veinte retratos tomados en blanco y negro y
del mismo formato, una nueva historia colectiva para compartir. Cuando se publicó, en 2004, el libro The
Chinese provocó la ira de las autoridades, que lo ven como una visión inventada y negativa de China.
Cuando la pequeña colonia de artistas –pintores y
escultores– se instala lejos del poder central, en las
afueras del este de Pekín, al principio encuentra en
la performance el medio de expresión más adaptable
a su rabia y su pobreza. Basada en materiales simples,
y sostenida en el fuerte compromiso corporal de sus
ejecutantes, la performance sirve como válvula de escape al sentimiento de impotencia que los carcome
desde la sangrienta represión del 4 de junio de 1989.
¿Acaso el performer no está en el centro de un evento que él mismo ha orquestado? Con su cuerpo desnudo untado con miel, Zhuang Huan se encierra en
los baños públicos. Las moscas acuden. ¿Metáfora
del individuo sofocado bajo un régimen represivo?
Sheng Qi. Memorias (Yo mismo),
2000.
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 75
TESOROS
Poemas chinos
Una pequeña muestra de la exquisita
sensibilidad, delicadeza y esencialidad
de la poesía clásica china.
Antes tú y yo éramos
uno solo, como el cuerpo y su sombra.
Ahora somos tú y yo
como la nube que huye después de un aguacero.
Antes tú y yo éramos
como el sonido y su eco, acordes entre sí.
Ahora somos tú y yo
como las hojas muertas que caen de la rama.
Antes tú y yo éramos
como el oro o la piedra, sin mancha ni fisura.
Ahora somos tú y yo
como una estrella extinta o un esplendor pasado.
Fu Hsiuan (217–278)
El que vive es un viajero en tránsito,
el que muere es un hombre que torna a su morada.
Un trayecto muy breve entre el cielo y la tierra,
¡Ahimé!, y ya no somos más que el viejo polvo de los diez mil siglos.
El conejo en la luna busca en vano el elixir de vida.
Fu Sang, el árbol de la inmortalidad, se ha desmoronado en un
montón de leña.
El hombre muere; sus blancos huesos enmudecen
cuando los verdes pinos sienten el retorno de la primavera.
Miro hacia atrás y suspiro; miro hacia adelante y suspiro.
¿Hay algo sólido en la vaporosa gloria de la vida?
Li Po (701–762)
Dejo el laúd sobre el banquillo curvo,
y yo me quedo quieto, absorto en mi emoción.
No hace falta que yo roce las cuerdas;
las acaricia el viento y suenan solas.
Po Chu Yi (772–846)
Traducción de Marcela de Juan, Poesía china: del siglo XXII a.C. a las canciones
de la Revolución Cultural, Alianza Editorial, Madrid, 1973.
76
d quete nocturno en la mansión de Han Xizai. Este
poderoso funcionario del Período de las Cinco Dinastías (907-960) preocupaba tanto al Emperador
que este último decidió mandar como espía al gran
pintor de la época, Gu Hongzhong (937-975). En cinco secuencias narrativas separadas una de otra por
un hábil dispositivo de pantallas, el pintor trajo en un
inmenso rollo las acciones y los gestos del funcionario. Con una minucia casi fotográfica, su pincel describe las veladas artísticas de Han Xizai. Y si bien
este último muestra poco entusiasmo, su presencia
demuestra al menos que no está conspirando. Once
siglos después, Wang Qingson vuelve a interpretar
el papel de Gu para dar cuenta de una modernidad
que estalla de vulgaridad. Cortesanas vestidas como
prostitutas rodean a un funcionario de alto rango tan
apático como Han Xizai. “Así como las dinastías chinas se suceden a lo largo de los siglos, el estatus de
los intelectuales no ha variado demasiado. ¿Acaso no
están siempre condenados a distraerse por no poder
intervenir en la construcción del país?”, se pregunta (5). “Artistas e intelectuales comparten una cosa
–dice un editor de Pekín–: ambos se dieron cuenta de
que es más fácil construir una nueva representación
del mundo que construir un mundo nuevo.”
“La puesta en escena es esa ficción que me va a permitir decodificar la realidad presentada”, explica,
por su parte, Chen Jiagang. Durante muchos años,
fotografió bases militar-industriales de lo que se ha
llamado el “tercer frente” (6). En los años sesenta,
después de su ruptura con la Unión Soviética, China,
que temía un ataque de Taiwán con el apoyo de Estados Unidos, mudó sus gigantescos complejos desde
las franjas costeras hasta el corazón de las montañas.
Un esfuerzo colosal (más de la mitad de la inversión
nacional entre 1966 y 1970), abandonado en 1971 a favor de una nueva situación geopolítica. En cada uno
de estos lugares, Chen muestra a varias mujeres jóvenes vestidas con trajes tradicionales. A la “bestia
Galerie Loft, París
4 | LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO | CHINA EN EL OBJETIVO DE LOS CHINOS
Wang Qingsong. Las fiestas nocturnas de Lao Li (fragmento), 2000. Esta foto hace una nueva versión de Banquete
nocturno en la mansión de Han Xizai, obra maestra de la pintura china tradicional de Gu Hongzhong (937-975).
productiva” parece oponerse la “bella consumible”.
“Antes había que producir; hoy hay que consumir”,
resume el fotógrafo, que gusta de repetir certezas pasadas y presentes.
En el “tercer frente” hoy reverbera la colosal represa
de las Tres Gargantas y todas esas “ciudades enfermas” –Diseased Cities es el título de su última obra–
construidas precipitadamente a lo largo del río Yangtze. Pero, como se pregunta Fei Dawei, especialista
en arte chino contemporáneo (curador general del
festival de fotografía de Lianzhou en 2010), “¿por
qué mostrar a mujeres jóvenes con trajes tradicionales en estos lugares?”. ¿Subterfugio para hacer más
deseable la realidad, más espectacular? Es una tendencia que lastra la imaginería china actual: el término “fotografía” se ha vuelto demasiado restricti-
todo en tiempo real. A partir de eso, el que quiera participar en la historia del mundo de las imágenes deberá tomarse el tiempo para construir, contar historias,
ofrecernos relatos que nos sorprendan y nos permitan revisitar los acontecimientos que ya conocemos.
Yo no creo en absoluto en la relación entre la fotografía y la inmediatez”.
Actualmente en China hay dos bandos enfrentados:
los que toman lo real como material de una ficción futura, y los que se enfrentan a él sin manipulación digital, a través del prisma directo de su sensibilidad.
Aunque esta confrontación alimenta a menudo el
grano más fértil, la profusión de imágenes teatralizadas plantea la pregunta: estas puestas en escena, a
menudo tan espectaculares, ¿serán hoy la única realidad a la cual nuestros sentidos son permeables? g
“Se dieron cuenta de que es más fácil construir una nueva
representación del mundo que construir un mundo nuevo.”
vo para esta nueva generación de imágenes digitales
donde reinan el retoque y la manipulación. Puesto
que, por naturaleza, la fotografía documental es menos soñadora, “la mayoría de los encuadres que hoy
invaden la fotografía china producen imágenes superficiales y espectaculares, totalmente en línea con
las expectativas del mercado del arte”, dice Fei. Lo
mismo ocurre con Jean Loh, de la galería Beaugeste,
en Shanghai, que ve en las innumerables imágenes
manipuladas por herramientas digitales “un intento
del fotógrafo para convertirse en artista y procurarse, así, un mercado del arte con salidas más prometedoras”. Un cambio parecido al que ha experimentado la fotografía occidental. Para François Cheval,
director del museo Niepce y curador del festival de
Lianzhou en 2012, “la televisión e internet nos dan
1. Nombre despectivo que reciben los miembros de la dirección del
Partido Comunista chino, incluida la esposa de Mao Zedong, acusados
de ser los instigadores de la Revolución Cultural y detenidos tras la
muerte del Gran Timonel (1976).
2. Christopher Phillips y Wu Hung, Between Past and Future:
New Photography and Video From China, Smart Museum of Art,
Universidad de Chicago, 2004.
3. Liu Zheng, The Chinese, con comentarios de Gu Zheng, Meg Maggio
y Christopher Phillips, respectivamente crítico de arte, galerista e
historiador de la fotografía, Steidl, 2004. Su trabajo fue exhibido por la
galería Pekin Fine Arts, Paris Photo, 15-18 de noviembre de 2012.
4. Gu Zheng, La Photo chinoise contemporaine, Eyrolles, París, 2011.
5. www.wangqingsong.com
6. Chen Jiagang, The Great Third Front, Timezone 8 / Galerie Paris /
Beijing, Hong Kong, 2008.
*Periodista.
Traducción: Mariana Saúl
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 77
78
© Heritage Images / Latinstock / Corbis
Una constante del pensamiento chino
Confucio o el
eterno retorno
Por Anne Cheng*
¿Por qué Confucio vuelve tan a menudo al contexto de la China actual?
¿Cómo se explica que este antiguo sabio, que vivió entre los siglos VI y V
antes de la era cristiana, adquiera un valor emblemático dos mil quinientos años después, en la China del siglo XXI, en pleno ascenso económico y
geopolítico y en un mundo globalizado?
E
l nombre de Confucio, recordemos,
es la romanización del chino Kongfuzi (“Maestro Kong”), realizada en
el siglo XVII por misioneros jesuitas,
quienes fueron los primeros en darlo a conocer entre las elites europeas. Según las antiguas fuentes chinas, el maestro había dedicado su vida a formar un grupo de discípulos en
el arte de gobernar un país y gobernarse a sí
mismo, en el espíritu de los ritos y el sentido
de lo humano. Como resultado de la unificación del territorio chino por parte del Primer
Emperador, en 221 a.C., su enseñanza y un
corpus de textos asociados con ella formaron
la base ideológica del nuevo orden imperial.
Desde entonces, y hasta principios del siglo
XX, la figura de Confucio terminó confundiéndose con el destino de la China imperial,
hasta tal punto que hoy en día puede parecer
como el emblema por excelencia de la identidad china. Al menos así es como se la percibe en el mundo occidental, y así es como se la
presenta, se la exalta e incluso se la manipula
en la China continental.
A menudo se olvidan todas las vicisitudes que
experimentó la figura de Confucio en la modernidad china: primero atravesó un siglo
de destrucción, entre 1860 y 1960. En efecto,
un punto de inflexión histórica es la segun-
da Guerra del Opio, en la década de 1860, que
hizo que las elites chinas tomaran conciencia
de la supremacía de las potencias occidentales y que en 1898 terminó en el primer intento
(fallido) de reforma política, según el modelo del Japón de la era Meiji (1). De ello se desprendió, a principios del siglo XX, una serie
de crisis dramáticas: en 1905, la abolición del
famoso sistema de exámenes llamado “mandarinal” (2), fundamento secular y capital del
régimen imperial, marca el inicio de un proceso de “secularización” moderna al estilo
chino. De hecho, la dinastía manchú Ching
–y con ella, todo el régimen imperial– se derrumba definitivamente pocos años después,
en 1912, para dar paso a la primera república
de China, proclamada por Sun Yat-sen.
¿Obstáculo para el capitalismo?
En el plano simbólico, la crisis que marcó los
espíritus de manera más profunda y duradera es la del Movimiento del 4 de mayo de 1919,
que refleja la frustración de los intelectuales
chinos frente a una realidad humillante. Para
ellos, la modernidad solo puede ser definida
en términos decididamente occidentales de
ciencia y democracia, y debe “bajar a Confucio”, a quien consideran responsable de todos los males de China, de su atraso material
y moral. En busca de un modernismo al estilo occidental, los iconoclastas del 4 de mayo
empujan en la misma dirección que el análisis marxista, relegando el confucianismo al
“museo de la historia”.
Con la llegada de los años 1920, otro diagnóstico –también occidental– condena aun más
radicalmente el confucianismo: el del sociólogo alemán Max Weber, cuya preocupación
es mostrar los factores ideológicos (según él,
la ética protestante) en los orígenes del capitalismo en Europa. Convencido de haber
identificado las condiciones materiales que
pueden haber hecho posible el advenimiento del capitalismo en China, Weber llega a la
conclusión de que si ello no sucede, sin duda
se debe a factores ideológicos, entre los que se
destaca el confucianismo. Por lo tanto, deshacerse de una vez por todas de ese peso muerto
aparece como una condición sine qua non para llevar a cabo cualquier intento de acceder a
una modernidad occidental.
Una generación después de 1919 (tras el conflicto sino-japonés y la guerra civil), el famoso año 1949 marca la fundación comunista de
la República Popular y la huida a Taiwán del
gobierno nacionalista, seguido por numerosos intelectuales hostiles al marxismo, que
observan con preocupación, desde el exilio, d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 79
PERFIL
El maestro que
modeló China
Tradicionalista y conservador pero
también crítico con los malos gobernantes,
el pensamiento de Confucio creó la ética
de un país, que rigió 2.500 años.
El lugar que ocupa Confucio (Kung Fu-Tse, h. 551-479 a. C., Lu, actual Shantung, China) en el pensamiento chino es en cierto modo
análogo al de Sócrates –con quien tiene algunos puntos de contacto– en la filosofía occidental. Sus enseñanzas han ejercido una
influencia central en la concepción del mundo y de la vida de los
chinos hasta nuestros días.
Más que un filósofo, Confucio, que renunció a reflexionar sobre
problemas metafísicos, fue el creador de un sistema ético que
propuso como modelo para gobernantes y gobernados. La moral personal confuciana se asienta sobre valores como la moderación, la austeridad, la tolerancia, el respeto entre las personas
pero también hacia las jerarquías sociales, el cumplimiento estricto del deber, la exaltación de la familia, el altruismo, la obediencia de los hijos a los padres, de las mujeres a sus maridos y
de todos al emperador.
Se trata de un pensamiento conservador, sin duda, pero que
ofrece aristas que no pueden pasarse por alto: el objetivo de los
gobernantes y del Estado es velar por el bienestar de todos los
gobernados; el Príncipe debe ser un modelo de ética y gobernar
guiado por el amor y la bondad, como un padre respecto de su familia, jamás por la fuerza. Si el gobernante no es un ejemplo moral, carece de legitimidad, por lo que no es censurable rebelarse
contra él. La superioridad de la aristocracia no puede proceder
de su nacimiento sino de una conducta intachable. Estos aspectos críticos del confucianismo hicieron que entrara en conflicto,
en distintas épocas, con los poderosos.
El objetivo central del pensamiento de Confucio es conseguir la
armonía en todos los ámbitos de la realidad, que deben imitar el
orden perfecto que reina en el cosmos. Esa armonía debe imperar en la sociedad, en las relaciones personales y en el interior
mismo de las personas.
80
d el giro que ha tomado la China maoísta. Di-
cho giro conocerá el paroxismo de la destrucción con la Gran Revolución Cultural Proletaria –lanzada por Mao Zedong en 1966 y caída
en desgracia con la muerte del líder, diez años
después–, que aparece como una radicalización a ultranza del Movimiento del 4 de mayo
de 1919, sobre todo en su voluntad de erradicar
los vestigios de la sociedad tradicional.
Sin embargo, tras un siglo de destrucción de
herencia confuciana, los últimos treinta años
han sido testigos del proceso inverso. A partir de la década de 1980 se observa un cambio
dramático, cuyos primeros signos se hacen
sentir en la periferia de la China continental.
De ser un obstáculo irreductible, el confucianismo pasa a ser, casi de un día para el otro, el
motor central de la modernización. El origen
de ese retorno poco tiene que ver con el confucianismo en sí; más bien se trata de una situación económica e histórica sin precedentes. Después de los diez años de Revolución
Cultural, el modelo comunista revolucionario es abandonado de facto en la propia China,
mientras que en la periferia se asiste a un auge económico inédito, al estilo japonés, de los
“cuatro pequeños dragones” (Taiwán, Hong
Kong, Singapur, Corea del Sur). Estos “márgenes del imperio”, junto con los “valores
asiáticos” que ellos reivindican, se ven proyectados a un lugar de centralidad ejemplar
y se convierten en objeto de todas las atenciones, sobre todo de parte de los occidentales.
Retorna el viejo sabio
De hecho, cuando el comunismo en China –
pero también en Europa del Este– atraviesa
una profunda crisis, las sociedades capitalistas occidentales creen ver signos de deterioro en su propio desarrollo. En este contexto,
los “valores confucianos” (valorización de la
familia, respeto por la jerarquía, motivación
para la educación, amor por el trabajo duro,
sentido del ahorro, etc.), que teóricamente
debían explicar el surgimiento de un capitalismo específicamente asiático, llegan justo a
tiempo para evitar el fracaso del modelo occidental de modernidad.
El desencadenante de ese retorno en la década de 1980 debe buscarse en la situación mundial, y su epicentro se hallará no en las sociedades chinas en sí, sino en diversos ámbitos
chinos occidentalizados y anglófonos de Estados Unidos y Singapur. A mediados de esa
década, el contagio gana la República Popular China, que, ocupada en liquidar el legado
maoísta, quiere sumarse al tren del asiatismo
para, con el tiempo, acabar convirtiéndose en
su locomotora. En 1978, el confucianismo, vi-
lipendiado por generaciones e incluso físicamente destruido –con un paroxismo de violencia durante la Revolución Cultural, que
acababa de terminar–, es objeto de un primer
simposio con vistas a su rehabilitación. Desde esa fecha, no pasará un año sin que se celebren varias conferencias internacionales sobre el tema. En 1984 se crea una Fundación
Confucio en Pekín, con el auspicio de las más
altas autoridades del Partido Comunista. En
1992, Deng Xiaoping, durante su gira por las
provincias del sur, cita el Singapur de Lee
Kuan Yew (3) como un modelo para China, en
el momento en que lanza la “economía socialista de mercado”. Irónicamente, los factores
que aparecían en Weber como obstáculos paralizantes para el desarrollo capitalista son
precisamente los que ahora prometen salvar
a las sociedades de Asia Oriental de los problemas que afectan a las sociedades occidentales modernas. He allí una oportunidad para una sonora revancha, esperada desde hace
al menos un siglo por China y algunos países
de la región, respecto de la supremacía occidental. Si bien, en realidad, el renacimiento de Confucio no tiene mucho que ver con el
mercado, sirve a los propósitos políticos de los
líderes autoritarios de Singapur, Pekín o Seúl.
Todos ellos, frente a una súbita aceleración del
desarrollo económico que las estructuras sociopolíticas no pueden seguir, hallan convenientes a los “valores confucianos” como garantes de estabilidad, disciplina y orden social,
en contraste con un Occidente cuya decadencia se explica por su afición al individualismo
y el hedonismo. En el marco de este neoautoritarismo, los ideólogos marxistas y antimarxistas están de acuerdo en un punto crucial: la representación de un socialismo sin Occidente,
sobre la cual insistía la utopía maoísta, es sustituida por la aspiración a una modernidad industrial que siga prescindiendo de Occidente y
quede a salvo de la “posmodernidad”.
La crisis financiera de 1997 calmó un poco la
fiebre del Confucius economicus, pero no detuvo el regreso del viejo maestro; todo lo contrario. Desde hace unos diez años (simbólicamente, desde la entrada en el siglo XXI y el
tercer milenio), el proceso va tomando la forma de un complejo manojo de fenómenos que
afectan a toda la China continental en todos
los niveles de la sociedad. En el ámbito político, la prioridad de los líderes actuales es mantener la estabilidad social, a fin de fomentar
un crecimiento económico a largo plazo. En
2005, el presidente Hu Jintao lanzó su nuevo eslogan de “sociedad de armonía socialista”, que se desprende de connotaciones claramente confucianas, incluso si no se hacen
explícitas: el ideal de “sociedad de prosperidad relativa” de Deng Xiaoping o “gobernanza por la virtud” de Jiang Zemin. La idea de
buscar recursos en la administración confuciana del cuerpo social apunta también a proponer una alternativa a la democracia liberal
según el modelo occidental. Hoy en día, el
mero nombre de Confucio, asociado implícitamente con la armonía, es “prometedor” en
el mercado económico, pero también en términos de capital simbólico: además de los famosos Institutos Confucio que florecen alrededor del mundo, en la propia China se asiste
a una proliferación galopante de Fundaciones o Centros Confucio.
Manipulación política
Como corolario, las Analectas también son
objeto de diversas formas de manipulación.
En términos de propaganda política, bastará
con citar un ejemplo: durante la ceremonia de
apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín,
en agosto de 2008, orquestada por el cineasta
mundialmente famoso Zhang Yimou, se vio
un cuadro en el cual los soldados del Ejército
Popular de Liberación, disfrazados de estudiosos confucianos, coreaban como consignas algunos aforismos de las Analectas. Pero es sobre todo en el ámbito educativo donde las Analectas encuentran el papel central
que tuvieron durante toda la época imperial.
Se trata, una vez más, de aprovechar las prácticas educativas “específicamente chinas”,
aprovechando los recursos confucianos para
devolverle la moral a la sociedad, comenzando con los niños y jóvenes. A partir de la década de 1990 se promueve la aplicación, desde la
primera infancia y a menudo en un marco extracurricular, de los métodos “tradicionales”
de repetición mecánica y recitado de memoria de los clásicos (empezando por las Analectas). Este entusiasmo también afecta a los
adultos, a quienes se destinan cursos, seminarios o talleres dedicados a los “estudios nacionales”. También hay iniciativas privadas,
encaradas por militantes del “confucianismo
popular” en ámbitos urbanos o rurales, que
se sirven de internet como un vehículo para la
comunicación y la difusión de una magnitud
y una eficiencia sin precedentes.
Otra manifestación del renovado interés masivo por las Analectas es el libro de Yu Dan
traducido al francés con el título lenitivo de
La felicidad según Confucio (4). La autora, que
no es una especialista en Confucio, ni siquiera en cultura china tradicional, es una experta en comunicaciones que convirtió las
Analectas en uno de los mayores best-sellers
de los últimos años. Este fenómeno mediáti-
© TonyV3112 / Shutterstock
4 | LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO | CONFUCIO O EL ETERNO RETORNO
Filosofía. El lugar de Confucio en el pensamiento
chino es análogo al de Sócrates en Occidente.
co implica a un público amplio, mediante series de televisión inspiradas en libros como
éste, que ya vendió más de diez millones de
ejemplares. Bajo la apariencia atractiva de la
brevedad y sencillez, de lo que se trata en realidad es de una lectura conservadora y consensuada que, según sus detractores, hace caso omiso de la crítica del poder político contenida en las Analectas y reduce su mensaje
humanista a un “caldo para el alma”, perfectamente coherente con el lema oficial de estabilización social. Es así como la imagen de
Confucio, omnipresente en la China de hoy,
reúne los intereses de la “economía socialista
de mercado” y los imperativos ideológicos de
la “sociedad de armonía socialista”. g
1. La era Meiji (1868-1912) marca la voluntad de Japón de
modernizarse a paso redoblado.
2. Exámenes impuestos para entrar en la administración
imperial, formalizados desde el siglo VII.
3. Dirigente de Singapur que fue sucesivamente primer
ministro, ministro senior y ministro mentor del primer
ministro (su hijo) entre 1959 y 2011.
4. Yu Dan, Le Bonheur selon Confucius. Petit manuel de
sagesse universelle, Belfond, París, 2009.
*Profesora en el Collège de France, titular de la cátedra
de Historia Intelectual de China, codirectora de la colección “Biblioteca china” de la editorial Les Belles Lettres.
Es autora, entre otras obras, de una traducción al francés de las Analectas de Confucio (Seuil, París, 1981), de
una Histoire de la pensée chinoise, Seuil, 2002, y de La
Chine pense-t-elle?, Fayard, París, 2009. Sus cursos en el
Collège de France son de libre acceso (en francés, inglés
y chino) en www.college-de-france.fr/site/anne-cheng
Traducción: Mariana Saúl
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 81
© Philip Laurell / Johnér Images / Latinstock / Corbis
La veloz marcha hacia el cetro
de las potencias mundiales
CHINA,
DUEÑA DEL FUTURO
El titánico esfuerzo de China para convertirse, en apenas 35 años, de
país subdesarrollado en segunda potencia económica del planeta (y en
vías de desplazar a la primera, Estados Unidos) sólo puede mover al
asombro. Pero acto seguido sobrevienen la perplejidad y la curiosidad
apasionada ante los nuevos dilemas que se le plantean a este paíscontinente de 1.350 millones de habitantes y los posibles rumbos por
los que puede encaminarse su destino.
EL EXPLORADOR 83
Lo que cambiará y lo que no cambiará
Un decenio
clave para
el porvenir
de China
por Sergio Cesarin*
La designación de Xi Jingping como secretario
general del Partido Comunista Chino, en el
XVIII Congreso de la organización celebrado
en noviembre de 2012, y como Presidente de
la nación a partir de marzo de 2013 marcan el
inicio de un decenio decisivo para el futuro de
China. Son muchos los desafíos que plantea
esta nueva era: la canalización institucional
de los nuevos reclamos y protestas de
la sociedad; la adopción de medidas que
atenúen las crecientes desigualdades y
promuevan el bienestar; la liberalización
política y de los medios de comunicación
sin alterar los presupuestos básicos del
sistema; la lucha contra la corrupción. Del
éxito con que se afronten estos problemas
surgirá el nuevo rostro de China.
84
N
o acalladas aún las reverberaciones
propias del Año del Dragón y en el
contexto de un asumido ciclo de restauración como una de las potencias
rectoras del orden global, China transita una
fase histórica atravesada por líneas de continuidad y fracturas.
Durante 2013 y cuando se cumplan 35 años
de la decisión adoptada por Deng Xiaoping
de abrir el país al mundo, la clase dirigente china, su sociedad, obreros, funcionarios,
empresarios, campesinos e intelectuales podrán reflexionar –no sin orgullo– y repasar el
curso de los acontecimientos. Se trata de una
serie de hechos que, en la “corta historia” de
vida de la República Popular y el transcurso
de una generación, han permitido romper la
unicidad política e ideológica y sortear el autoimpuesto aislamiento externo –como ya
sucediera en épocas imperiales– para proyectar otra vez el poder chino hacia el mundo.
Y mostrar la capacidad de autorregeneración
de una civilización milenaria, a través de una
profunda metaformosis interna que conllevó
reformas económicas y en segundo grado políticas, con indudables impactos en el sistema
internacional de poder.
Aporte de novedades
La energía social desplegada, la ruptura de
compuertas del pensamiento y del encorsetamiento social e individual bajo la rígida imposición ideológica, han dado paso a un marco multicolor de posturas (son más de cien las
flores y las escuelas), visiones, pretensiones,
objetivos, aspiraciones nacionales y líneas de
acción política que continuarán su curso indetenible, reorganizando la relación mundial
de fuerzas tanto a nivel político, económico y
financiero como científico-tecnológico.
Es probable que el siglo XXI sea “otro siglo de
China”, y que su experiencia de cambio aporte nuevas categorías y valores al debate intelectual del presente y del porvenir.
Al mismo tiempo, el análisis sobre el futuro de
China interroga sobre las propias capacidades
dirigenciales para asumir errores y reorientar
las desviaciones del proceso reformista, sobre
cómo la clase política ha de asumir la modernización partidaria como resultado ineludible
de una nueva cultura política, surgida en una
sociedad urbanizada y más consciente de sus
derechos antes que de obligaciones derivadas
de prescripciones confucianas e impuestas
por la tradición. También restará responder
en el futuro inmediato interrogantes relativos
a la incorporación de voces discordantes y pareceres contrapuestos a los hegemónicos, y cuyo formato político no sea percibido como una
© ChameleonsEye / Shutterstock
2CHINA,
| NOMRE
DUEÑA
CAPíTULO
DEL FUTURO
| TíTULO| UN
NOTA
DECENIO CLAVE PARA EL PORVENIR DE CHINA
amenaza directa a los intereses de unidad e integridad nacionales.
Considerando esta perspectiva como un
marco general, los equilibrios persistentes
y los distintos factores y variables permiten
asumir el posible devenir de acontecimientos
y un sendero evolutivo sobre la situación política, económica y exterior de China. Comienza un decenio clave para el país; un período
considerado de “transición” dentro de la larga marcha iniciada con la instauración de reformas económicas como estrategia general
central para recuperar la relevante posición
que otrora detentara el Imperio del Medio.
Ajuste y desarrollo
En primer lugar, la continuidad general del
proceso reformista no está en discusión, aunque sí sus falencias y debilidades manifiestas
en, por ejemplo, una inequitativa redistribución del ingreso.
Otros capítulos destinados a mejorar el clima
de negocios mediante la aplicación de “reformas de tercera generación” apuntarán a graduar la intervención estatal en la economía;
al relajamiento de restricciones para la movilidad interna de factores como tierra, capital
y mano de obra; a la desregulación de sectores vedados o acotados a la inversión externa
y del mercado de capitales y el mercado cambiario, a fin de apuntalar la creciente internacionalización del yuan.
Asimismo, deberán mantenerse e incrementarse políticas sociales proactivas a fin de recuperar los todavía restringidos límites de un
Estado de Bienestar licuado por las medidas
de rápida apertura pro capitalista que se han
venido aplicando.
Un capítulo de especial sensibilidad política consiste en reintroducir incentivos que
permitan recuperar el sentido perdido de la
igualdad de oportunidades, en particular entre las clases menos favorecidas y los nuevos
pobres. Porque si bien las reformas han permitido el surgimiento de una clase de “nuevos ricos”, también han creado “nuevos pobres”, que nutren un conjunto de poblados
y ciudades periféricas a las grandes urbes y
constituyen aglomerados heterogéneos compuestos por desplazados internos. No son el
producto de penalizaciones extremas como
el destierro o las deportaciones en masa decididas por la voluntad unipersonal del “líder supremo”, sino de la reingeniería social
que supone aplicar la lógica transaccional
del capitalismo más duro al entramado de
una competitiva sociedad. Los factores que
se agregan son: la sobreexpansión y especulación en el sector inmobiliario; el desarrollo
Control. Una de las claves del futuro de China es la capacidad del régimen para garantizar una apertura política controlada, en la que los militares cumplirán un papel central.
de las infraestructuras; el avance de las industrias y la rápida urbanización, que han generado impactos negativos particularmente
para el campesinado, que ha visto reducidas
o perdidas sus tierras.
El rápido pasaje de una sociedad rural a una
sociedad urbano-industrial en apenas tres
décadas –tal como suponía Deng– acarrearía
costos no deseados que la dirigencia debería
poder absorber antes que las tensiones desde “abajo” provocaran fracturas graves en el
sistema de gobierno. En síntesis, se trata de
aplicar un proyecto de continuidad reformista que privilegie el desarrollo por sobre metas
cuantitativas de crecimiento desordenado.
El primer viaje realizado al sur (Guangdong)
por el flamante presidente de China y secretario general del Partido Comunista, Xi Jingping (sucesor de Hu Jintao), luego del XVIII
Congreso (noviembre de 2012), estuvo cargado precisamente de este simbolismo: rememorar el viaje a Shenzhen efectuado por
Deng Xiaoping en 1992, para afianzar definitivamente el curso reformista de China.
Así considerado el futuro inmediato, el fortalecimiento del poder económico de China
convalidará el creciente papel de sus empresas globales (transnacionales) en el sistema
mundial de producción, su posicionamiento
en áreas de alta tecnología y la búsqueda de
nuevos nichos tecnológicos, mediante, por
ejemplo, la exploración espacial.
Al mismo tiempo, se operará una fuerte proyección de su poder financiero, mediante em-
préstitos y créditos a países en desarrollo (los
latinoamericanos serán destinatarios privilegiados por sus grandes recursos naturales)
e incluso hacia las alicaídas economías europeas y desarrolladas.
En el orden interno, se pondrá en práctica
una voluntad reformista que –según los expertos chinos– apuntará a fortalecer el consumo interno (que significa hoy el 35% del
PIB) para reducir la dependencia de inversiones externas y exportaciones. Es probable que la nueva dirigencia deba afrontar cruciales demandas sociales y familiares sobre
la “política del hijo único”. También, el país
deberá encarar en el futuro presiones competitivas cuya resolución dependerá de cómo
se procesen las demandas cada vez más acuciantes sobre flexibilización.
Reclamos de liberalización
Junto a estas urgencias socio-económicas,
un menú de “asignaturas pendientes” nutre
la agenda del próximo gobierno y presenta temas preocupantes para la sociedad china en
general.
Los debates intelectuales, los planteamientos
de líderes empresarios, cuadros políticos y,
fundamentalmente, de las nuevas generaciones guiadas por un espíritu de apertura mental y ansias de mayor libertad hacen hincapié
en la necesidad de:
1.- Revertir los altos niveles de corrupción en
la dirigencia política de inferior y superior jerarquía (al respecto, el discurso del ex pre- d
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 85
d sidente Hu Jintao instando a combatir la co-
rrupción en los altos cuadros, porque en ello se
juega la supervivencia del Partido, es altamente aleccionador).
2.- Sentar las bases de una moderna sociedad
fundada en la aplicación de la ley como principio ordenador supremo, equiparador de cargas y derechos individuales y colectivos. (En
tal sentido, una reforma constitucional, que
introduzca enmiendas que amplíen los derechos y garantías individuales y reduzca la subordinación de la Constitución a la Ley de Seguridad del Estado, no debe ser descartada).
3.- Realizar una pautada y acordada liberalización política, puesta en práctica con el relajamiento de las medidas coercitivas imperantes sobre los individuos, las organizaciones sociales, los medios de comunicación, las redes
sociales e Internet en general.
Se trata, sin duda, de un conjunto de novedosos desafíos políticos que emergen en una
“sociedad de redes”, y que la clase dirigente
viene tratando de apaciguar con antiguas recetas, cada vez menos efectivas.
Continuidad del liderazgo comunista
Las tensiones que el inmenso país asiático
enfrente en este “decenio clave” no supondrán la pérdida del liderazgo político indiscutido del Partido Comunista Chino (PCCh);
en tal sentido, poco realista es suponer que
los desafíos que tiene ante sí la principal
fuerza articuladora de la China moderna
significarán el abandono de espacios de poder real.
Pero sí repercutirá n en el prog resivo
repliegue en espacios periféricos de control
en beneficio de la sociedad y de sectores de
interés (empresarios individuales, privados,
obreros, organizaciones campesinas, asociaciones profesionales, intelectuales, formadores de opinión) que, mediante iniciativas
de auto organización, en última instancia interrogan al poder político y ponen en jaque el
sistema establecido de imposición de valores
por parte de la elite dirigente.
El PCCh sigue siendo la única fuerza política cohesionada y organizada de China que
aún concentra los beneficios derivados de un
“contrato social” vigente, asentado sobre dos
realidades históricas, una más difusa y otra
más concreta: ha sido el artífice de la unidad
política de una atribulada China, hecho fundante gracias al cual es posible construir hoy
un proyecto común, por más matices y disputas que éste presente; y en segundo término, ha sido capaz de asumir el cambio, adaptarse a nuevas realidades y abrir el país al
mundo. En líneas generales, el PCCh acredi-
86
ta una exitosa gestión de reformas económicas en el país más poblado del mundo. De tal
forma, si algo ha hecho el Partido por el país
ha sido, básicamente, devolver el sentido de
autoestima, respeto, amor propio y orgullo a
la nación china, amalgamados por un sentido identitario común fundado en la herencia
imperial y las más antiguas tradiciones filosóficas, doctrinarias y socioculturales.
Durante el mandato del ex presidente Hu
Jintao, significativamente, se revitalizaron
las “tradiciones confucianas” y se entronizó
la aspiración del viejo sabio de una China que
fuera modelo de una “sociedad armoniosa”.
Por otra parte, la acción de gobierno de los
dirigentes comunistas logró desplazar de la
conciencia nacional y del corazón de los ciu-
Las facciones
internas conviven
desde la misma
fundación del
Partido y hoy
son evidentes.
dadanos las rémoras de un pasado oprobioso,
signado por el dominio y subordinación colonial, así como la memoria de las tribulaciones padecidas durante decenios de gobierno
autocrático y unipersonal.
Quienes postulan el pronto fin del sistema de
partido único deben considerar que la “resiliencia partidaria” se funda en una historia
de acontecimientos (regulares o epopéyicos)
que de manera permanente han desafiado la
acción y conducción político-partidarias.
Si bien lejos de las grandes luchas revolucionarias, la supervivencia de cuadros luego de
persecuciones y purgas internas, la erosión
constante de las bases de poder y la pulsión
por el entramado secreto de alianzas forman
parte del ADN del comunismo chino. Éste se
caracteriza por el constante apremio hacia y
por parte del adversario-enemigo, la permanente disposición para el combate, la necesaria unidad en la doctrina, las previsiones
para tiempos de crisis, la eficacia que se funda en la disciplina y una lectura minuciosa de
los rasgos del oponente y de sus movimientos. Por cierto, se trata de los principios que
conforman el paradigma del gran estratega
clásico chino Sun Tzu sobre el arte de la guerra; principios que aun el capitalismo más
ferviente no ha logrado desplazar de la cultura política china.
Cohesión y heterogeneidad
La cohesión partidaria no significa homogeneidad; muy por el contrario, persisten disímiles intereses dentro del Partido que se expresan en diferentes cosmovisiones sobre el
modelo esperado de país.
La velocidad de las reformas, la necesidad de
reticular el tejido social mediante políticas
asistencialistas, el tipo y rol de las instituciones (políticas y económicas) a crear en una
moderna sociedad urbanizada, el alcance
de la participación social en la toma de decisiones públicas, la importancia de evitar una
“crisis de expectativas” que derive en una
“crisis de representatividad” como resultado de desequilibrios acumulados en más de
tres décadas de reformas pro capitalistas son
algunos de los ejes del debate que definen intereses y dividen posiciones intrapartidarias.
Hay otros puntos, como el abandono o la negación de la historia revolucionaria como “tipo ideal” de acción política en la China de hoy,
o la aceptación o negación definitivas acerca
de una “hoja de ruta” hacia la democracia.
Se trata de discordancias abiertas por problemas de naturaleza política que, en última instancia, expresan cambios en las relaciones internas de poder ligados a tensiones en el sistema económico, y se procesan de manera más
o menos pública en una sociedad con mayor
acceso a la información.
Las facciones internas conviven desde la misma fundación del Partido y han sido expuestas
con total crudeza durante la última transición
hacia una nueva dirigencia política encabezada por Xi Jingping.
Los desacuerdos entre los líderes partidarios,
poco afectos a exhibir forcejeos ante la opinión
pública nacional e internacional, mostraron
las dificultades para lograr consensos clave sobre el futuro del país. La entronización de un
princeling como Xi coronó los acuerdos alcanzados (Hu–Jiang) sobre la base de la “alternancia” prevista entre facciones (princelings y
tuanpai). Pero no sin antes superar duras batallas personales y entre sectores de interés, que
incluyeron desde mutuas acusaciones y ataques directos, y la movilización aliancista por
parte de los denominados neo maoístas (con
el ex alcalde de Chongqing, Bo Xilai, a la cabeza) en busca de apoyo en las Fuerzas Armadas
frente al ascenso de los “liberales”, hasta la denuncia pública por parte de altos dirigentes,
como el premier Wen, cuya voz (en conferencia de prensa) informaba sobre las maniobras
conspirativas de la “oposición interna”.
Como notaciones importantes cabe destacar
que la batalla interna mostró evidentes impactos más allá de las fronteras. Sus contornos y gravedad ampliaron su radio de acción,
involucrando, incluso, a actores externos como Estados Unidos, país cuyo consulado en
la ciudad de Chongqing dio protección al ex
Jefe de Seguridad del municipio, Wan Lijun,
perseguido por fuerzas de seguridad en pleno fragor de la lucha interna. Una situación
que puso en aprietos a los máximos dirigentes del país, que, azorados, asistían a la petición de garantías de protección física por
parte de un ciudadano y funcionario chino
ante un gobierno extranjero –y para algunos,
“adversario-enemigo”–.
Estos hechos fueron una advertencia acerca
de la relativa fragilidad interna de un país que
se postula como superpotencia planetaria, y
sobre el cual pesa la responsabilidad de ofrecer “predecibilidad”, considerando los impactos que la inestabilidad doméstica pueden
generar sobre la gobernanza internacional.
La transición hacia un nuevo liderazgo, además, ofreció otro costado innovador: la “socialización” de las tensiones inter faccionales, al intentarse captar mediante la utilización de los medios masivos de comunicación
el apoyo de la sociedad. De esta forma, la acción comunicacional buscó mostrar un signo
de transparencia política ante las dificultades
para alcanzar acuerdos profundos.
Finalmente, una calibrada reasignación de
espacios de poder entre facciones en tres
áreas clave –a) la económico-empresarial,
que incluye a los grandes conglomerados empresariales estatales y privados; b) el control
del poder militar, y c) el manejo del aparato de
propaganda y seguridad del Estado–, acalló
los clamores y recentralizó la autoridad en el
nuevo liderazgo colectivo.
Geopolítica y realismo duro
El “decenio clave” supone el regreso definitivo de la geopolítica como herramienta teórico-metodológica para comprender la lógica
de la construcción del poder nacional, integral y “duro” por parte de China como sostén
y garantía de sus ampliados intereses regionales y de ultramar.
En el futuro decenio, su renovado poder militar y científico-tecnológico abre interrogantes sobre dos aspectos centrales: el equilibrio interno de fuerzas entre poder político-civil y militar, y, en segundo término, cómo la creciente preponderancia de las Fuerzas Armadas se manifestará en una postura
pro belicista a nivel regional y en relación
con Estados Unidos.
Tal como ha ocurrido desde la misma génesis de la República Popular, el papel histórico
del Ejército Popular de Liberación (EPL) le
otorga un “derecho de veto” que puede ejercer ante posibles desviaciones doctrinarias o
antinacionales. El rol del Ejército ha sido clave en la unificación del país, el sostenimiento
del PCCh en el poder, el resguardo de la integridad territorial de China y la construcción
de su estatus como potencia emergente. Por
lo tanto, no existen motivos para desconocer
que cuanto más débil o debilitada aparezca la
dirigencia política, mayor injerencia tienen
las Fuerzas Armadas en la toma interna de
decisiones.
Si bien rige el principio de “subordinación
del Ejército” al Partido, no necesariamente
debe verse esta correlación de fuerzas como
inmóvil, sino en un espectro dinámico que
evidencia una creciente presión por parte de
las Fuerzas Armadas para obtener aumentos
en las asignaciones presupuestarias, ampliar
los negocios del complejo militar-industrial,
e incluso en el diseño e implementación de la
política exterior china.
En tal sentido, la voz crítica de los militares
chinos se hace escuchar cada vez con mayor
nitidez en contra de Japón, considerando su
iniciativa sobre “nacionalización de facto” de
islas (Senkaku/Diaoyou) reivindicadas por
China como propias; el creciente poder militar de India y la evolución de las relaciones con
Estados Unidos y las sospechosas maniobras
de “contención” de este país en alianza con naciones del Sudeste de Asia, entre otras.
Las directivas del nuevo presidente Xi a las
fuerzas militares sobre la necesidad de “incrementar las capacidades para el combate real
en la era de la información” demuestran no sólo el ritualismo impuesto a quien como líder se
le reclama rendir honores al Ejército, sino el
posible desplazamiento del discurso político
hacia una línea más pro nacionalista dura en
un contexto de creciente hostilidad regional.
El desafío de entender
La China del “decenio clave” se caracteriza por una gran vitalidad política y de ideas.
Aún cuando suele pregonarse el inmovilismo de su clase dirigente y la escasa permeabilidad para captar nuevos enfoques,
la efervescencia de ideas nutre la acción de
organizaciones académicas, think tanks y
agencias de gobierno que, con una variada
riqueza de matices, vislumbran un posible
futuro para su país.
Estas opiniones se enmarcan, en general, en
la comprensión de datos fácticos, como son la
nueva posición internacional de China y su
© feiyuezhangjie / Shutterstock
CHINA, DUEÑA DEL FUTURO | UN DECENIO CLAVE PARA EL PORVENIR DE CHINA
Crecimiento. Aunque más moderadamente, China
seguirá creciendo en los próximos años.
renovado poder económico. Así, se debate e
intercambian ideas acerca de, entre otros temas, la correlación que debe existir entre poder y nuevas responsabilidades internacionales; las necesarias respuestas que la “superestructura política” deberá dar a las nuevas
condiciones de una “infraestructura social”
en una sociedad de redes o realidades híbridas; el aporte específico de valores chinos a
la globalización en el marco del “diálogo intercultural” y no del choque civilizatorio, y
los modos en que China ejercerá su influencia
global, en particular sobre naciones en desarrollo. No podría ser de otra manera, en tanto
dirigentes y parte de la “intelligentzia nacional” asumen que deberán, tarde o temprano,
ejercer aún mayores responsabilidades cedidas por la comunidad internacional.
Sobre estos aspectos cruciales para la China del futuro poco conocemos, por lo que es
tiempo de ampliar el abanico temático en la
academia latinoamericana; si nuestro futuro
está inexorablemente ligado al de China, el
“modelo de país” por el que opte en definitiva
también tendrá impactos internos y en nuestro posicionamiento internacional durante el
presente siglo. g
*Coordinador Académico de la Especialización en Economía y Negocios con Asia del Pacífico e India de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
Ultimo libro publicado, en coautoría con Carlos Moneta:
Tejiendo redes. Estrategia de empresas transnacionales asiáticas en América Latina, EDUNTREF, 2012.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 87
PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS
La avasallante Revolución Cultural, por
Solange Brand, página 7: tomado de Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, nº 124, octubre
de 2009.
Canción de combate, página 8:
tomado del libro Poesía china: del siglo XXII
a.C. a las canciones de la Revolución Cultural,
selección y traducción de Marcela de Juan,
Alianza Editorial, Madrid, 1973.
Tribulaciones de un campesino chino,
por Xu Xing, página 11
tomado de Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, nº 38, agosto de 2002.
Utopía, realidad, catástrofe, por
Maria-Antonietta Macciocchi, página 15
tomado del libro Revoluciones que cambiaron
la historia, traducción de Víctor Goldstein,
Le Monde diplomatique/Capital Intelectual,
Buenos Aires, 2012.
Bandidos rojos, por Edgar Snow, página 16
tomado de Étoile rouge sur la Chine (1938),
París, Stock, 1965. Traducción del fragmento
de Víctor Goldstein, en Revoluciones que
cambiaron la historia, Le Monde diplomatique/
Capital Intelectual, Buenos Aires, 2012.
De la rebelión al imperio del mercado,
por Wang Hui, página 21 tomado de Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, nº 34, abril de
2002.
¿Qué capitalismo es el chino?, por Maurice
Meisner, página 29 tomado de Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, nº 99,
septiembre de 2007.
Y China despertó, por Ignacio Ramonet, página
34 tomado de Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, nº 62, agosto de 2004.
¿Podrán los comunistas cambiar el país?
y Hacia un partido selecto, por Jean-Louis
Rocca, páginas 37 y 38 tomados de Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, nº 109, julio de
2008.
El despertar de los trabajadores, por Isabelle
Thireau, página 43 tomado de Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, nº 135,
septiembre de 2010.
88
Cae el empleo estatal, página 24
Fuente: Elaboración propia en base a China
Statistical Yearbook 2012, National Bureau of
Statistics of China.
Ser o no ser imperialista, por Michael Klare,
página 51 tomado de Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, nº 159, septiembre de 2012.
Electricidad, página 30
Fuente: Elaboración propia en base a
Indicadores del Desarrollo Mundial 2012,
Banco Mundial.
Un modelo envidiado, por Serge Halimi, página
54 tomado de Le Monde diplomatique, edición
Parque automotor, página 33
Fuente: China Statistical Yearbook 2012,
Cono Sur, nº 128, febrero de 2010.
National Bureau of Statistics of China.
El giro de Pekín, por Martine Bulard, página 57
tomado de Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, nº 141, marzo de 2011.
Informatización, página 33
Fuente: China Statistical Yearbook 2012,
National Bureau of Statistics of China.
En busca del equilibrio, por Shen Dingli, página
61 tomado de Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, nº 155, mayo de 2012.
El destino de las exportaciones, página 52
Fuente: Elaboración propia en base a
Indicadores del Desarrollo Mundial 2012,
Banco Mundial.
Un matrimonio muy desigual, por Natalia
Zuazo y Matías Rohmer, página 65 tomado de
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, nº
159, septiembre de 2012.
China en el objetivo de los chinos, por Philippe
Pataud Célérier, página 73 tomado de Le Monde
diplomatique, París, enero de 2013.
Poemas chinos, página 76 tomado del libro
Poesía china: del siglo XXII a.C. a las canciones de
la Revolución Cultural, selección y traducción de
Marcela de Juan, Alianza Editorial, Madrid, 1973.
Confucio o el eterno retorno, por Anne Cheng,
página 79 tomado de Le Monde diplomatique,
París, septiembre de 2012.
FUENTES DE LOS GRÁFICOS
Dos viajeros argentinos, por María Rosa Oliver
y Norberto Frontini, página 35 tomado del
libro “Lo que sabemos hablamos…”. Testimonio
sobre la China de hoy (1955). Recogido en Hacia
la revolución. Viajeros argentinos de izquierda,
selección y prólogo de Sylvia Saítta, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.
Economía privada, página 23
Fuente: Elaboración propia en base a
Indicadores del Desarrollo Mundial 2012,
Banco Mundial.
Mecanización del campo, página 12
Fuente: China Statistical Yearbook 2012 y
1995, National Bureau of Statistics of China.
Migraciones, página 13.
Fuente: Indicadores Internacionales sobre
Desarrollo Humano 2012, PNUD.
Potencia exportadora, página 53
Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial
2012, Banco Mundial.
Carrera armamentista, página 62
Fuente: Elaboración propia en base a
Indicadores del desarrollo mundial 2012,
Banco Mundial.
Carrera económica, página 62
Fuente: Elaboración propia en base a
Indicadores del Desarrollo Mundial 2012,
Banco Mundial.
MAPAS
El eje de la globalización, por Philippe
Rekacewicz, página 46
tomado de Le Monde diplomatique, París,
septiembre de 2012.
Una aspiradora mundial, por Philippe
Rekacewicz, página 68
tomado de El Atlas III de Le Monde
diplomatique/Capital Intelectual, Buenos Aires,
2009.