Vol. 10, No. 3, Spring 2013, 464-470
www.ncsu.edu/project/acontracorriente
Reseña/Review
Ferrús Antón, Beatriz. Mujer y literatura de viajes en el siglo XIX: entre
España y las Américas. Valencia: PUV, Valencia, 2011.
Voces femeninas en la literatura de viajes
Vanesa Miseres
University of Notre Dame
El relato de viaje—como género literario y discursivo—ha cobrado
en las últimas décadas, un particular protagonismo. Debido al carácter
heterogéneo de su forma y temática, entre otros aspectos que hacen de su
clasificación una tarea inacabable, este corpus textual se ha convertido en
uno de los principales objetos de estudio de diversas áreas como la historia,
la literatura, los estudios culturales o la antropología. Dichas disciplinas
han encontrado en el relato de viaje una fuente esencial para reflexionar
sobre categorías y conceptos tales como colonialismo, raza, modernidad o
nación. Así, por ejemplo, al abordar la conformación de la “literatura
fundacional” latinoamericana, los relatos de Alexander von Humboldt,
Voces femeninas en la literatura de viajes
465
Charles Marie de La Condamine, o la escritura de los viajeros ingleses sobre
Sudamérica son concebidos como parte integrante—en su lectura y
reelaboración del sector criollo—del corpus discursivo en torno al
continente.
El estudio de Beatriz Ferrús Antón aborda este amplio corpus de la
literatura de viajes concentrándose en el análisis de textos escritos por
mujeres viajeras latinoamericanas, norteamericanas y españolas que
escribieron desde la segunda mitad del siglo XIX hasta las primeras
décadas del siglo XX. Mujer y literatura de viajes en el siglo XIX se
incorpora así a una serie de numerosas antologías1 y estudios críticos como
los de Mary Louise Pratt, Ángela Pérez Mejía, Mónica Szurmuk y Stella
Maris Scatena Franco que se han ocupado del prolífico, pero aún marginal,
corpus de relatos de viaje escrito por mujeres. La autora parte
fundamentalmente de los postulados teóricos de Edward Said y Mary
Louise Pratt para analizar la escritura de mujeres viajeras en el marco de
los procesos de descolonización, la formación de los estados nacionales y la
aparición de los llamados procesos neocoloniales. La multiplicidad de
orígenes y destinos de las viajeras elegidas funciona en este trabajo como
un claro paralelo con la pluralidad temática y retórica que existe dentro de
los relatos de viaje de mujeres y la compleja relación que éstas mantienen
con el contexto sociopolítico de sus propias naciones y de aquellos
territorios que recorren. Esta perspectiva de análisis resulta, sin duda, un
aporte crítico importante por parte de Ferrús Antón, ya que la escritura de
la mayoría de las viajeras estudiadas, a pesar de contar hoy con una
creciente visibilidad y difusión dentro del campo literario, siguen siendo
leídas frecuentemente como el exponente “atípico” de una tradición
regulada por la mirada masculina.
Mujer y literatura de viajes en el siglo XIX está compuesto por
cuatro capítulos. El primero plantea una breve contextualización de la
literatura de viaje y los factores que llevaron a consolidarla como género
literario en el siglo XIX, entre los que se destacan la segunda oleada
imperialista (que pone en escena a los Estados Unidos—origen y destino de
1 Entre las antologías existentes puede destacarse el trabajo pionero de
Nara Araújo, Viajeras al Caribe, Women and the Journey de Bonnie Frederick y
Susan McLeod o Women Through Women’s Eyes de June Hahner.
Miseres
466
varias de las viajeras que Ferrús Antón analiza), el desarrollo de la prensa y
la diversificación de los modos y motivos de los viajes (17). Partiendo de las
ideas de Sarah Mills en Discourses of Difference—excelente trabajo sobre
viajeras británicas—en este mismo capítulo se analiza también la retórica
femenina y su relación con el discurso imperial. Para Ferrús Antón, el lugar
que ocupe cada mujer en la sociedad decimonónica, contribuirá a que ésta
en su escritura se acerque o aleje de la imagen del “Otro” y de la retórica
etnocentrista que caracteriza a la narrativa de viajes masculina. En general,
la autora destaca una “mayor heterogeneidad” en el discurso femenino a la
hora de discutir conceptos tales como civilización y barbarie, metrópoli y
colonia, “yo” y “otro” (21).
El segundo capítulo conforma lo que la autora llama “el capítulo
central” del libro. Es, además, el más extenso y se concentra en los textos de
viajeras que toman a América Latina como destino. Bajo el apartado “Mujer
y nación en América Latina,” Ferrús Antón hace referencia al imaginario
sobre la mujer en el siglo XIX, en particular en el período romántico que
coincide con la formación de las naciones, bajo el cual los roles femeninos
quedaban reducidos a la maternidad y al sostenimiento físico y moral de la
familia. Las escritoras y viajeras, analiza la autora, se relacionarán con
estos postulados de manera diversa y compleja en cada uno de sus textos.
En este capítulo se privilegian los destinos de México y Cuba,
entendidos como “zonas de contacto” con Estados Unidos y España (las
otras naciones involucradas en este estudio). La idea de la “reinvención de
América” de Mary Louis Pratt, esto es, el “proceso transatlántico” que
comprende tanto la intervención de intelectuales y viajeros extranjeros
como americanos para la construcción discursiva del continente en el
período post-independencias (Ferrús Antón 24), articula el análisis de los
relatos de las españolas Eva Canel y Emilia Serrano, de quienes se destaca
cierto tono nostálgico por la pérdida de las colonias en su estancia en
América. De paso por América, las españolas reflexionan sobre la propia
patria y la visitada, las similitudes, herencias, tradiciones compartidas y
distintivas. En su juicio sobre la situación americana tras la independencia
o en vías de conseguirla, Ferrús Antón destaca la ambigüedad de estas
viajeras, que por un lado se lamentan, como se dijo, de la pérdida de las
Voces femeninas en la literatura de viajes
467
colonias por parte de España, pero que por otro lado auguran avances
positivos para las nuevas naciones. Se trata de mujeres progresistas que
apoyan muchos aspectos del nuevo mundo pero que, como nacidas en la
metrópoli, reconocen y defienden ciertos límites emancipatorios (algo que
también se aplica a su concepción sobre los roles de género). La escritura
de Canel y Serrano, por otra parte, es analizada en su vínculo con el
romanticismo, el uso del costumbrismo y las leyendas en la narración de su
experiencia americana.
Tanto Canel como Serrano representan a la mujer escritora, es
decir, a la viajera que es al mismo tiempo profesional de la escritura. Como
intelectuales,
son
por
ende
muy
observadoras
de
sus
pares
latinoamericanas y de la condición de la mujer. Es justamente en la
reivindicación del papel activo de la mujer donde Ferrús Antón encuentra
la expresión de un “colectivo transnacional” por parte de las viajeras, una
identidad plural capaz de superar las divisiones y conflictos establecidos
durante el período colonial entre América y Europa.
Como caso emblemático de las “voces norteamericanas” surge el
relato de la vida en México de Fanny Calderón de la Barca (1804-1882),
quien es concebida como “figura intersticial” que une en su relato sus
orígenes británicos con su educación norteamericana y su matrimonio con
un español: la mirada sobre la realidad mexicana estará atravesada por este
aspecto transculturado de su origen. Otra de las norteamericanas, la
viajera Nelly Bly (1864-1922) también es vista como modelo de la viajera y
escritora profesional, ya que se trata de la primera mujer en dar la vuelta al
mundo financiada por un periódico para el cual trabajaba. En la narración
de su experiencia en México, la autora destaca el rigor de investigadora ya
que como cronista debe asegurarse del material sobre el que escribe. Con
My Winter in Cuba (1871), W.L.H Jay (1833-1909) ofrece un ejemplo del
relato de viaje femenino de tintes políticos, ya que la viajera se interesa
particularmente por la historia y política de la isla, al mismo tiempo que
arroja una mirada “orientalista” sobre la vida cubana. Por último, el texto
de Helen Sanborn (1857-1917), A Winter in Central America and Mexico
(1884) sobre sus viajes por Guatemala y México acompañando a su padre
que se dedica a la industria del café, destacan una escritura de interés
Miseres
468
arqueológico y comercial en la que prevalece la mirada imperialista: sus
observaciones sobre la situación de “barbarie” de Centroamérica se
convierten, según Ferrús Antón, “en el sustento de la vocación civilizatoria
de los Estados Unidos” (69).
Bajo el apartado “El viaje interior,” Ferrús Antón estudia el viaje
religioso de la monja colombiana Laura de Montoya por la selva amazónica
y las cartas de la alemana (nacionalizada argentina) Ella Hoffman a su
madre desde la Patagonia argentina en las primeras décadas del siglo XX.
Mientras que en el viaje de la religiosa colombiana se destaca la idea de
“misión” y la sumisión del sujeto femenino a la identidad colectiva de la
iglesia—un aspecto ausente en la escritura del resto de las mujeres—, la
escritura de Hoffman revela la imagen de una mujer que opone resistencia
y busca la superación personal ante un espacio desolado y carente de todo
rasgo civilizatorio. En mi opinión, la sección podría haberse enriquecido
con la inclusión de otros casos emblemáticos de viajes por el interior de
Latinoamérica como por ejemplo, el de la escritora argentina Juana
Manuela Gorriti. La incorporación del relato de viaje La tierra natal (1889)
y el sinnúmero de novelas cortas en donde Gorriti ficcionaliza
recurrentemente los viajes (como en Peregrinaciones de una alma triste),
habría resultado en un interesante contrapunto con el resto de las viajeras
incluidas en este trabajo ya que, viajera desde temprana edad, Juana
Manuela jamás salió de Sudamérica y desde allí ensaya esa mirada
continental que la distingue en su escritura y que Ferrús sugiere también
presente en las otras viajeras.
El Capítulo 3, “Vistas del otro lado: la España romántica,” analiza
los textos de viaje a España de las latinoamericanas Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Clorinda Matto de Turner y la viajera norteamericana
Katherine Lee Bates. En relación con las mujeres latinoamericanas se
destaca su “identidad mestiza” (87) por provenir de hogares y culturas con
raíces criollas e hispanas: para ellas, lo español es también parte de su
mundo personal y familiar y pueden actuar fácilmente como mediadoras
entre las naciones que conectan con sus viajes. El apartado dedicado a
Gertrudis Gómez de Avellaneda privilegia el carácter autobiográfico de sus
Memorias y el interés por la construcción de una imagen de autoridad por
Voces femeninas en la literatura de viajes
469
parte de la mujer, mientras que Viaje de recreo de Clorinda Matto
(publicado en 1910 y no 1909 como se señala) se destaca por la imagen de
viajera intelectual que la propia autora construye de sí misma y las
“alianzas de género” que establece con otras mujeres europeas, sobre todo
con las españolas. En la escritura de Bates, por otra parte, podemos trazar
las diferentes percepciones norteamericanas sobre España a comienzos del
siglo XX: el imaginario literario, el orientalismo y el pintoresquismo son
elementos discursivos y culturales que dan forma al relato de la viajera.
El capítulo 4 se enfoca en la imagen que la viajera argentina
Eduarda Mansilla (1834-1892) y la española Concha Espina (1869-1955)
construyen sobre los Estados Unidos en un periodo (finales del siglo XIX y
primeras décadas del XX) en que esta nación gana protagonismo y se
impone como potencia mundial, factores que la convierten, al mismo
tiempo, en alternativa para el grand tour de los latinoamericanos.
En el caso de Mansilla, mujer de la aristocracia educada en Europa y
viajera experimentada, Ferrús Antón destaca la incomodidad que siente la
escritora en el país del Norte, ya que se trata de una nación que no
comparte sus mismos valores (criollos, europeos) de manera tal que la
mujer se encuentra constantemente “educando” su mirada frente al nuevo
contexto. El capítulo presta particular atención a las observaciones que
Mansilla ofrece de la vida pública y privada, sus reflexiones en torno al
status de la mujer (con mayor independencia que en su país de origen) y la
pujanza de este país casi tan nuevo como el propio.
Concha Espina, por su parte, llega a Estados Unidos luego de haber
pasado por Cuba, donde destaca también el pasado colonial que une a su
nación de origen con la isla. Viaja en los años 30, de manera tal que puede
observar aspectos de la vida norteamericana que Mansilla no ha
presenciado como, por ejemplo, la transformación de Nueva York en una
metrópolis y la alienación maquinista del sistema capitalista que impera en
la industria. La mujer, en este contexto, ha sido incorporada masivamente
al mundo del trabajo. Es interesante la reflexión de Espina en torno a la
raza: mientras que se trata de un tema apenas sugerido en Mansilla, la
viajera española muestra una mayor conciencia sobre la esclavitud y la
presente opresión de los negros.
Miseres
470
Como Ferrús Antón lo indica en la conclusión, Mujer y literatura de
viajes en el siglo XIX pretende analizar los textos de mujeres viajeras en su
vínculo con tres aspectos básicos del discurso imperial: “el mito de la
modernidad sin límites, encarnado por los Estados Unidos; el de la
barbarie, presta a ser civilizada en un nuevo acto de descubrimiento de
América Latina; y el del orientalismo peninsular, donde los ecos de un
pasado glorioso resuenan en un país que olvidó sumarse a la modernidad”
(116-17). El mayor aporte de este estudio al campo de la literatura de viajes
escrita por mujeres puede situarse en esta propuesta intercontinental que
ubica a los América Latina, Europa y los Estados Unidos, no como mero
destino u origen de un grupo de viajeras sino como espacios clave para
revisar la limitada mirada “nacional” de muchos viajeros e intelectuales de
la época. Asimismo, el trabajo de Ferrús Antón es una importantísima
contribución para la consolidación de los estudios en torno al relato de viaje
y la relación que las mujeres han mantenido con este género, sobre todo, a
partir del siglo XIX. Mujer y literatura de viajes en el siglo XIX se erige en
contra del “silencio fundacional” implantado sobre la literatura escrita por
mujeres de dicho periodo. Su propuesta de una serie disímil que reúne
textos de interés etnográfico, autobiográfico, periodístico, y religioso señala
la complejidad y diversidad de formas en las que escritura, viaje y mujer se
han relacionado a través de los siglos.