¿Una pintura más? La Virgen de Guadalupe de Ayapango
STRPC
El Seminario Taller de Restauración de Pintura de Caballete de la ENCRyM se imparte en el séptimo semestre de la licenciatura en restauración
En los últimos veinte años de trabajo del STRPC se ha restaurado, anualmente, al menos una pintura con la imagen de la Virgen de Guadalupe. La imagen reconocida como Patrona de México, cuyo culto se reconoce oficialmente desde el 25 de mayo de 1754 a partir de la bula expedida por el papa Benedicto XIV (Cuadriello 2004: 21), ha sido representada copiosamente como confirmación del arraigo de una sociedad hacia ella, incluso como comentó el historiador del arte Francisco de la Maza “no hay pintor colonial mexicano, después de 1650, que no haya pintado una Virgen de Guadalupe” (Conde 1981:123). En el año 2009 se restauró la Virgen de Guadalupe del templo de Santiago Apóstol en Ayapango, municipio del Estado de México, ubicado a las faldas del volcán Iztaccíhuatl.
Como toda restauración se inició por establecer los límites de la intervención, a partir del principio de respeto al bien cultural, para lo cual fue imprescindible reconocer y definir sus valores antes siquiera de suponer qué tratamientos debían aplicársele. Con ello se intenta mantener aquellos significados intrínsecos al bien y rescatar aquellos que se hallen atenuados por el deterioro presente, para permitir que ese objeto perviva con su unicidad.
Pero hablar, estudiar o admirar una imagen con esta advocación mariana, cuya fortuna crítica es verdaderamente copiosa, suele ser una labor intrincada, pues muchas de estas obras pictóricas pueden ser consideradas tan sólo una pintura más. Esto debido a que todas ellas intentan copiar, lo más fielmente posible, a la primera imagen, y su unicidad deriva de los recursos técnico-pictóricos del autor, los materiales empleados o en algún detalle creativo de la composición, no en la imagen misma.
El caso de la pintura de Ayapango es distinto, pues la imagen presenta un trabajo poco común en la ornamentación de su vestimenta. Se trata de un manto de color azul verdoso con estrellas doradas y una túnica rosa con elementos fitomorfos, como en todas las representaciones guadalupanas, pero en este caso ambos tienen detalles en dorado para dar la apariencia de un textil adamascado, al describir un patrón de entramado tipo sarga. Además es posible apreciar una guirnalda con flores, aves e insectos que enmarcan a esta hermosa figura guadalupana. (Fig.1 Detalle de trabajo adamascado en el textil del manto y la túnica. Foto: Daniel Sánchez, 2012. y Fig. 2 Detalle de una mariposa de la guirnalda que rodea a la Virgen. Foto: Daniel Sánchez, 2012.) Vale la pena mencionar que, al realizar un cotejo de obras se pudo reconocer que este recurso pictórico, para representar texturas textiles, es frecuente en algunas indumentarias arzobispales al menos en los retratos del siglo XVIII. Asimismo su acabado recuerda el trabajo de estofado en la escultura novohispana, debido al juego que se produce entre la hoja de oro y la capa pictórica que recubren la superficie de madera tallada.
Los valores históricos y artísticos de la imagen, en relación al preciosista y peculiar trabajo de sus paños, sólo puede equipararse con el de una imagen que se encuentra en las bodegas de la Basílica de Guadalupe. Asimismo el trabajo plástico en la obra resulta relevante debido al manejo de la proporción y la volumetría, que guarda mucha similitud con la primera calca hecha por el pintor Juan Correa en el siglo XVII.
Comunicación personal con la Dra. Paula Mues Orts. 07/02/2012 En cada esquina se colocaron escenas para recordar sus apariciones, las cuales a pesar de tener trazos más sencillos y menos detallados, logran un conjunto visual arrebatador.
En relación a sus valores funciones, la pintura de Ayapango no estaba en culto directo, pues debido a su condición material decadente fue resguardad en la casa parroquial, gracias a la sensibilidad del presbítero a cargo, quien reconoció sus valores artísticos y posibilitó su permanencia. (Fig. 3 Anverso antes de proceso. Foto: Daniel Sánchez, 2009)
La pintura tenía un problema evidente, un severo deterioro tanto en el aspecto material como en la imagen. El mayor daño provenía del soporte de tela, con faltantes, roturas y deformaciones severas (Fig 4. Foto con foto luz rasante, antes de proceso. Foto: Daniel Sánchez, 2009), lo que repercutió en los estratos pictóricos que presentaban falta de adherencia hacia el textil. Los problemas se derivaron por la incidencia de humedad directa constante, a raíz del abandono en que estuvo la obra, lo que ocasionó pudrición y debilidad de la tela, la formación de cazoletas
Escama inestable de forma convexa generada a partir de la contracción de la película pictórica por secado y al encogimiento del soporte, tras haber sufrido una humectación directa. y la destrucción de parte de las escenas con la representación de sus apariciones. Por su parte el barniz se observaba envejecido, amarillento y heterogéneo debido a la aplicación con brocha de una resina natural para dar brillo y saturación a los colores, características de la tecnología novohispana; pero también se presentaban frentes de secado, mugre y polvo adheridos a la superficie.
Por todo ello se planteó un tratamiento para su rescate y pervivencia como una pintura única, así como para que pueda ser restituirla como imagen de culto dentro de su comunidad, al incidir en el reconocimiento y apropiación de sus relevantes características y valores.
Para su restauración fue necesario recuperar la estabilidad mediante un reentelado de consolidación a la cera resina, que a pesar de que se considera un procedimiento invasivo, fue el único capaz de asegurar la conservación de las cazoletas inestables y reforzar el soporte original tan endeble. Por su parte, para posibilitar el reconocimiento de los valores tan singulares de esta imagen, se adelgazó el barniz amarillado dejando a la vista de cualquier espectador, el complejo trabajo de color, contraste, textura y rasgos desarrollados por el artista.
Sin embargo al recupera la apreciación de las formas y detalles se hicieron más evidentes, en cantidad y magnitud la presencia de los faltantes. Éstos segmentaban, como lo menciona Paul Phillipot, el tejido figurativo de la imagen; haciendo necesaria la reintegración cromática. Este proceso tuvo cuidado de no competir ni distraer las cualidades estéticas de la pintura, denotando las zonas intervenidas a través de un tratteggio minucioso que imita la textura del original, para pasar al faltante a un segundo plano visual. Para ello, en el caso del manto y de la túnica de la Virgen se consideró indispensable reestablecer la textura y brillo dadas por las líneas doradas originales, por lo que su reintegración se hizo en el mismo sentido del patrón con el uso de micas.
La pintura continúa dentro del taller de restauración debido a lo meticuloso de su reintegración y a que aún no se ha determinado a qué nivel de reconstrucción se llevará a las escenas inferiores, pues se buscará ser lo más respetuoso de ese original único e irrepetible, sin que con ello se siga viendo mermada su función devocional primigenia. (Fig 5. Anverso en proceso de reintegración Foto: Daniel Sánchez, 2012)
Estamos seguros que con este trabajo se dignificará una pintura más, una imagen que como muchas es presa del abandono y del olvido, que espera paciente volver a tener reconocimiento y apropiación por parte de su comunidad, que se ha olvidado de su existencia. Nuestra labor continúa pues es menester llevarla devuelta a sus custodios y revelarles lo excepcional que es su patrimonio, y allanar el camino para que puedan otorgarle un significado actual como obra de arte, pieza histórica, como una pintura más del culto guadalupano.
Referencias
Conde, José Ignacio y Cervantes de Conde, María Teresa
1981 “Nuestra señora de Guadalupe en el arte” en Álbum del 450 aniversario de las apariciones de nuestra señora de Guadalupe, Ediciones Buena Nueva, México.
Cuadriello, Jaime
2004 “Zodiaco Mariano” en Zodiaco Mariano, 250 años de la declaración pontificia de María de Guadalupe como patrona de México, Museo de la Basílica de Guadalupe, México D.F.