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Fotoperiodismo y Guerra Civil en Córdoba.

Fotoperiodismo y prensa en la provincia de Córdoba durante la Guerra Civil en la provincia de Córdoba.

Fotoperiodismo y Guerra Civil en Córdoba. Antonio Jesús González. 2017.03.31 80 Años después, la Guerra Civil española sigue siendo una parte de nuestra historia compleja y sujeta a numerosas opiniones e interpretaciones. Sin embargo, hay algo en lo que los más dispares historiadores y expertos siempre coinciden: Todos califican el conflicto español como un campo de pruebas de las grandes potencias europeas para desarrollar los nuevos armamentos y estrategias bélicas, y que después se generalizaron durante la II Guerra Mundial. Este hecho tuvo su paralelismo en el campo del fotoperiodismo, ya que también en el enfrentamiento español se ponen en práctica nuevos equipos y formas de fotoperiodismo. En la década de 1930 se produce una importante revolución tecnológica en el mundo de la fotografía con la implantación de las nuevas y ligeras cámaras Leica o Contax, que con su película de 35 mm no solo permiten realizar múltiples disparos sin recargarlas, sino que también les proporcionan a los fotoperiodistas una movilidad y una capacidad de acción desconocida hasta la fecha. Estos equipos, unidos a la sensibilidad y empatía que despliegan los reporteros ante el sufrimiento del pueblo, alumbrarán durante la Guerra Civil el nacimiento del fotoperiodismo de guerra moderno. Además, la fotografía de prensa será usada por primera vez en la historia como un arma bélica más, poniéndose al servicio de las maquinarias de propaganda de todos los contendientes. Abordar este trabajo en el espacio geográfico de la provincia de Córdoba no ha sido fácil por la escasez de imágenes que han llegado a nuestros días. Los archivos de los fotoperiodistas cordobeses se han perdido o han sido destruidos. Además, los vencedores, nada más terminar la guerra, se incautaron de todas las fotografías que encontraron para usarlas en la conocida Causa General, como prueba incriminatoria contra todos los españoles que habían luchado por el gobierno republicano. A esta carestía hay que sumar la dificultad para acceder al poco material que ha llegado a nuestros días y que se encuentra muy disperso, principalmente en colecciones particulares, y que sin embargo ha sido mucho más accesible que el de los fondos públicos. Por todo ello, la principal fuente de información con la he trabajado procede de las hemerotecas de la prensa de la época. Algo que presagió durante la propia Guerra Civil el periodista Lázaro Somoza Silva en este texto: “Con la guerra, las informaciones gráficas han adquirido un nuevo matiz. Serán la historia, pruebas documentales irrefutables y de un verismo de honda emoción, los episodios más formidables de la epopeya quedarán en la eternidad del huecograbado. El historiador, mañana, buscará con ansiedad los periódicos para juzgar o convencer. Y se ganarán la conciencia universal aquel de los bandos que presente más fotografías de hechos ligados al sentido humano de la civilización, a salvo de las feroces y crueles realidades de la lucha”. Cuando hablamos de fotografías de la Guerra Civil esta imagen, que dudo mucho que alguien no conozca, nos viene a todos a la cabeza. La instantánea de El miliciano abatido realizada por el fotoperiodista húngaro Robert Capa en la provincia de Córdoba se ha convertido en el icono de la Guerra Civil en España en todo el mundo. Pero sus luces y sus sombras han dejado totalmente desenfocados el restos de los reportajes de la guerra que se realizaron en nuestra provincia. Por ello hoy no les voy hablar de Capa ni del Miliciano, sino que voy a intentar poner el foco en esos fotógrafos casi desconocidos que entre el 18 de Julio de 1936 y el 1 de abril de 1939 narraron con sus instantáneas el curso de los acontecimientos de la guerra en Córdoba en las páginas de la prensa de la época. La prensa Nacional en Córdoba. Entremos en materia y comenzaremos con la prensa cordobesa. El 18 de Julio de 1936 en la ciudad existen cuatro diarios: el centenario Diario de Córdoba, de ideología conservadora liberal y que nada tiene que ver con el actual Diario Córdoba, El Defensor de Córdoba, periódico católico de derechas, Guión, también un rotativo de derechas y portavoz de la CEDA en la provincia, y por último La Voz de Córdoba, que era de ideología republicana moderada y el único diario gráfico de la ciudad, por lo que su papel en la historia del fotoperiodismo cordobés es fundamental. La Voz se fundó en 1920 por el industrial Manuel Roses Pastor como el primer diario gráfico de la provincia, que diariamente incluía información fotográfica en sus páginas. Un modelo de prensa diaria que llega tardíamente a la ciudad, cuando en el resto del país se contaba con importantes cabeceras desde los primeros años del siglo XX. El periódico tuvo una gran acogida en la ciudad con sus dos ediciones diarias de mañana y tarde de martes a sábado. No obstante, sus vicisitudes económicas e ideológicas fueron constantes. En 1923 pasa a manos de José Cruz Conde, brazo político del dictador Primo de Rivera en Córdoba y de su partido, la Unión Patriótica. El rotativo contaba con uno de los mejores talleres de impresión de toda Andalucía, algo que por sus costes nunca favoreció su estabilidad económica. Con la llegada de la República el rotativo es adquirido por miembros del Partido Republicano Radical del rambleño Alejandro Lerroux y su cabecera pasa a denominarse La Voz, Diario Republicano. El 18 de julio de 1936, al igual que los principales centros neurálgicos de la ciudad, el periódico es asaltado e incautado de forma violenta por las tropas sublevadas contra la República. La cabecera no reaparecerá en los kioscos hasta el día 25 de julio, ya bajo el control de la Falange de Córdoba, e incomprensiblemente aún bajo la cabecera de Diario Republicano. Mientras, las otras tres cabeceras de la ciudad reaparecen en los kioscos de inmediato, favorecidas tanto por su ideología como por su adhesión al golpe. El 17 de agosto la mancheta cambia por uno de sus anteriores nombres, La Voz Diario Gráfico, apelativo que los golpistas mantienen hasta el 16 de octubre en que es rebautizado como Azul, Órgano de Falange Española de las JONS. Durante sus 16 años de vida el principal colaborador gráfico de La Voz (Referencia más antigua en La Voz 1923) había sido el fotógrafo extremeño Domingo García Santos, “Santos” (Badajoz 1893–¿Córdoba 1955?). Este freelance, maestro nacional de profesión, es el más destacado fotoperiodista de la Guerra Civil en Córdoba y el único reporter gráfico del que se conocen fotografías de los primeros días del alzamiento militar en la capital. La incautación de su medio, La Voz, y su ausencia de los kioscos durante varios días nos dejan apenas 4 fotografías de las primeras jornadas de guerra en la ciudad. A pesar de haber trabajado en un medio abiertamente republicano, Santos, al contrario que otros compañeros que son depurados, continúa con su trabajo sin ser represaliado. Inmediatamente se le permite acompañar a las tropas nacionales para fotografiar el avance de la columna del general Varela por toda la provincia y llega hasta la provincia de Málaga, donde capta la toma de Antequera. Por desgracia, su archivo no ha sido aún localizado y sus imágenes publicadas en La Voz y Azul no han llegado a nuestros días en la fototeca del Diario Córdoba, sucesor de ambas cabeceras. Al no conocer su archivo, sólo se puede valorar su trabajo de forma parcial a través de las imágenes reproducidas en el diario. Sus fotografías durante la guerra se pueden dividir en dos periodos muy bien delimitados. El primero abarca el verano de 1936 en el que Santos viaja por los distintos frentes de la provincia. Aunque sus instantáneas bélicas se encuentran muy alejadas de la primera línea de la lucha y, salvo contadísimas imágenes, el grueso de su trabajo son posados de las tropas nacionales en la retaguardia o en los momentos en que no hay combates. A ellas se pueden sumar algunas vistas de los daños causados a iglesias e infraestructuras por las fuerzas republicanas en su retirada. Unas fotografías que nos muestran claramente el férreo control de su trabajo por la maquinaria de la propaganda falangista. Esta no permite publicar ninguna instantánea que muestre la dureza del conflicto o tan siquiera que pueda revelar el lugar donde han sido realizadas las fotografías. Las tomas reproducidas siempre ofrecen una imagen alegre y confiada de las tropas, al tiempo que transmiten una idea de fuerte unidad en sus poses de grupo llenas de camaradería en la que se entremezclan oficiales y tropa. Los reportajes de Santos también están muy condicionados por las carencias técnicas que le imponía trabajar aún con las limitadas cámaras de placas. Sin duda, estos equipos ofrecían una mayor definición de imagen, al usar negativos de gran formato, pero también limitaban la movilidad y rapidez de ejecución de la toma, algo imprescindible para un fotógrafo de guerra. Por ello sus fotografías son tan estáticas y artificiosas. El segundo periodo de su trabajo sobre la Guerra Civil coincide con el cambio de cabecera del periódico y la desaparición de su firma en las páginas ahora de Azul. Durante cuatro meses esta es sustituida por la de Antonio Linares García, “Linares” (Puente Genil 1897-Córdoba 1969). No conocemos el porque de la ausencia de Santos, pero si la presencia de Linares. Este célebre retratista pontanés poseía un conocido estudio en la calle Concepción y, algo más importante para las tropas sublevadas, una maravillosa motocicleta de la marca Indian que las autoridades quisieron requisarle. Según nos cuenta su hijo Francisco, Antonio dijo que la moto no iba a ningún sitio sin él y de esta forma se convirtió en colaborador gráfico de Azul, viajando durante cuatro meses por los frentes de la provincia con su cámara y su motocicleta. Tras el cambio de cabecera, Azul aparece una semana sin fotografías hasta el ejemplar del periódico del 22 de octubre en el que vuelven las imágenes con una toma de Linares de las tropas nacionales descansando unos días en la ciudad. El trabajo de Antonio aborda la guerra exactamente con las mismas características que las de Santos, aunque en sus imágenes encontramos un leve intento por dar más variedad a su trabajo y algo de movilidad en sus grupos. Los temas fotografiados por Antonio son igualmente similares y abarcan desde desfiles de tropas y voluntarios de todas las organizaciones de Falange, misas, festividades religiosas, retratos de los jefes militares como los coroneles Cascajo y Yague, aviadores, puentes bombardeados, daños en iglesias y edificios civiles, un avión abatido y por supuesto los indispensables grupos de soldados posando para su cámara. Imágenes que Linares capta en distintos pueblos de la provincia como Alcaracejos, Baena, Belmez, Cañete de las Torres, Doña Mencía, Espejo, Pedro Abad, Villafranca, Valenzuela e incluso algunas de la provincia de Jaén como Porcuna y Lopera. Por desgracia, sus fotografías también las hemos perdido, ya que el archivo de Antonio fue destruido por unas intensas lluvias que anegaron su estudio en los años 50. Con la llegada de 1937, Santos retoma en enero su trabajo para Azul y las fotos de Linares poco a poco abandonan las páginas del diario para volver a su galería de La casa de las Columnas en la calle Concepción. Sin embargo, Antonio mantendrá la colaboración con el periódico aunque de forma más esporádica. En esta segunda etapa, Santos asume el grueso del trabajo gráfico del diario falangista. Su actividad será incesante tanto en la capital como en los pueblos cordobeses: Aguilar, Benamejí, Bujalance, Cabra, La Carlota, Fernán Núñez, Lucena, Montilla, Peñarroya, Pozoblanco, Puente Genil, Rute, Villanueva e incluso un amplio reportaje en Andújar con motivo del fin del asedio al santuario de la Virgen de la Cabeza. Según avanza el año el periódico reduce las fotonoticias del frente hasta desaparecer por completo de sus páginas gráficas en 1938. A partir de ahora, la información de Azul será muy pobre al convertirse casi exclusivamente en una crónica gráfica de la organización falangista en la provincia. Los protagonistas de las fotos de Santos son los distintos actos y eventos del Auxilio Social, la Sección Femenina, o las secciones infantiles y juveniles de los Balines, Flechas y SEU. Un trabajo repetitivo y de escaso valor fotoperiodistico. No obstante, el espíritu de cualquier buen fotógrafo, y Santos y Linares lo eran, es la de fotografiar todo aquello que le llama la atención y quiero creer que en los archivos de los fotógrafos seguro que hubiéramos encontrado otro tipo de fotografías más reales de lo que es una guerra, o quién sabe, quizás no. Sea como fuere, a la hora de valorar a estos profesionales hay que tener muy presente que se convirtieron de la noche a la mañana de modestos fotógrafos sociales o retratistas en reporteros de guerra, sin más experiencia o formación que la obligación o la necesidad de salir adelante en medio de una terrible guerra. En otro orden, es muy significativo como, a pesar de las carencias que imponía la guerra La Voz mantuvo a lo largo del conflicto un continuo y abundante uso de la fotografía como elemento informativo, publicando entre 2 y 5 fotografías diarias. Algo que confirma lo bien abastecidos de material que en Córdoba se encontraban los fotógrafos y los talleres del rotativo. No obstante, la ínfima calidad del papel y de la reproducciones fotográficas se hará cada vez más patente según avance la guerra. Gracias a que las fotografías siempre aparecían firmadas en su pie con el crédito del fotógrafo hoy conocemos a los colaboradores gráficos del medio. En 1938 el grupo continua encabezado por Santos, a los que se suman Linares y Montilla en la capital mientras que en la provincia destaca la figura del joven fotógrafo Cris (Cristobal) Velasco que desde Lucena cubre las comarcas de la Campiña y la Subbética desde Benamejí hasta Montilla y Cabra. Durante las investigaciones para esta conferencia he encontrado alguna información de este hasta ahora desconocido fotógrafo. Cristóbal Velasco era natural de Rute y segunda generación de un longeva familia de retratistas aún en activo que desde Lucena se expande a Sevilla y Málaga. Precisamente suyas son las imágenes más crudas publicadas por Azul en toda la guerra y que muestran los daños de los bombardeos republicanos sobre Cabra en 1938. Estas imágenes tendrán gran difusión y también se reproducirán en publicaciones de postguerra tan emblemáticas como Estampas de la Guerra o Bombardeos de la Guerra. Pero además, el trabajo de Velasco es muy interesante porque contribuyó al diario con varias portadas propagandísticas de gran impacto y que denotan sus conocimientos de diseño gráfico con claras influencias de las principales corrientes de vanguardia europeas. Durante 1938 también aparecen publicadas en Azul un importante número de fotografías bajo el crédito de Foto de Prensa y propaganda de Falange de Córdoba. Se trata de fotos técnicamente muy correctas y que siguen mostrando los distintos actos de la organización falangista. Ya en el último año del conflicto, las informaciones gráficas locales ceden cada vez más espacio a las fotonoticias internacionales de la recién creada agencia CIFRA Gráfica, sección fotográfica de agencia estatal EFE. Un material producido en su inmensa mayoría por la propaganda nazi alemana y fascista italiana, a través del que se vislumbra la inminencia del estallido del conflicto mundial. El resto de periódicos cordobeses, como ya hemos comentado, no incluyeron información gráfica alguna durante la guerra. Estas publicaciones, Guión, Diario de Córdoba y El Defensor de Córdoba, a pesar de su ideología afín al golpe militar se ven obligadas a cerrar en 1938 por la ley Serrano Suñer, conocida también como el decreto de plantillas, y que deja a Azul como el único diario de la provincia. Gráficamente el fin de la guerra en Córdoba es muy simbólico, ya que se cierra con dos de las mejores fotografías de Santos de toda la guerra: las columnas de prisioneros republicanos en Adamuz y la primera misa en Pozoblanco desde 1936. Aunque también podríamos concluirla con las imágenes de la primera visita de Franco a la ciudad, apenas 20 días después del fin de la guerra. Un viaje del que nos ha llegado una simbólica imagen del reportero Adolfo Torres Barrionuevo (Córdoba 1889-¿?) de una abarrotada plaza de las Tendillas saludando brazo extendido en alto al nuevo caudillo. Torres era otro de los reporter clásicos de la ciudad desde la década de 1920 (Referencia más antigua en La Voz 1921) junto a su hermano Rafael Torres Barrionuevo (Córdoba 1885-¿?). Adolfo fue colaborador de La Voz y de la revista Andalucía Gráfica, redactor de Diario Córdoba (1928) y director de los semanarios gráficos Actualidad (1923) y Renovación (1926), así como corresponsal de numerosos medios nacionales como las diferentes publicaciones del madrileño grupo Prensa Gráfica. De este fotógrafo aún conocemos pocos datos pero los relativos a la guerra son muy contradictorios. Procedía de una familia muy conocida en Córdoba y con fuertes vínculos sociales con el ejército y el Círculo de la Amistad. En 1935 abandona la ciudad para embarcarse como fotógrafo de la expedición Artabro al Amazonas, que finalmente tras diversas vicisitudes no llegó a realizarse. La siguiente noticia que tenemos de Torres es ya durante la guerra en Madrid, donde lo ha localizado el historiador Juan Miguel Sánchez Vigil en los listados de reporteros gráficos de la Junta Delegada de Defensa de Madrid. Allí aparece acreditado como fotógrafo del diario El Socialista y miembro de la madrileña Unión de Informadores Gráficos de Prensa. Una vez acabada la guerra, increíblemente, reaparece en Córdoba en mayo de 1939 para realizar uno de los reportajes más cercanos a Franco durante la visita del dictador a la ciudad. Tras unos meses colaborando con Azul le volvemos a perder la pista. A pesar de que la provincia de Córdoba estuvo fracturada en dos zonas durante toda la guerra, los principales diarios cordobeses fueron de signo nacional, tanto por su ubicación en la capital y el consiguiente control de los golpistas, como por su ideología conservadora. La zona republicana, ubicada en el norte de la provincia, contó con algunas cabeceras, especialmente los diarios de guerra destinados a las tropas republicanas. Estos estaban radicados en Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. No obstante, por su irregular periodicidad, sus limitados medios y sus nulos contenidos gráficos, se puede afirmar que no existió durante el conflicto una prensa gráfica republicana editada en la provincia. Aunque su trabajo tenga un carácter casi testimonial, me gustaría citar a uno de los pocos fotógrafos de los Pedroches activo en el frente norte y por tanto el único cordobés que he localizado en zona republicana. Se trata de Sánchez, uno de los miembros de la longeva saga de retratistas de Pozoblanco y aún activa en la localidad de Los Pedroches, quien realiza un completo reportaje de la toma de Dos Torres para el diario madrileño Ahora el 29 de agosto de 1936 . Córdoba en la prensa Azul andaluza. Los Serrano. Entre los pocos reporteros foráneos que cubrieron el conflicto en la provincia de Córdoba desde el lado golpista sin duda destaca el fotógrafo Juan José Serrano Gómez (Arenas de San Pedro, Ávila 1892-Sevilla 1975). Serrano inició su carrera en el prestigioso estudio madrileño de los Alfonso, para trasladarse en 1917 a Sevilla, donde entre otros medios colabora con El noticiero Sevillano. En 1929 comienza a colaborar con la edición hispalense de ABC, en la que desarrollará toda su carrera periodística hasta su jubilación. Desde la capital andaluza, Serrano realiza una extensa cobertura de la Guerra Civil que abarca desde los primeros días del alzamiento nacional hasta el fin del conflicto por casi todos los frentes de la geografía española. Un trabajo que, sin duda, lo convierten en uno de los reporteros más destacados de la zona Nacional. No obstante, como indica Miguel Ángel Yáñez Polo, no todas las fotografías publicadas con su firma fueron realizadas por él, ya que creó un pool o agencia fotográfica junto a su hermanastro, Andrés Gómez Gelán (Madrid 1902- Sevilla ¿?) y su hijo Juan José Serrano Díaz. Este sistema de trabajo era muy habitual en España desde el boom de los medios gráficos a comienzos de la década de 1930. Los reporteros eran freelance y aunque tenían colaboraciones estables con algunos medios, no trabajaban para ninguno en exclusiva. Por lo que era habitual que varios fotógrafos se asociaran para distribuir su trabajo a diferentes publicaciones, tanto nacionales como extranjeras. En el caso de los Serrano además de ABC, conocemos que también suministraban sus instantáneas a los sevillanos Fe, El Correo de Andalucía o La Unión, así como a los semanarios gráficos nacionales Vertice o Fotos. Los Serrano acompañaron durante todo el conflicto a las tropas de los generales Queipo de Llano y Varela por toda Andalucía, recorriendo en nuestra provincia las localidades de Belalcázar, Bujalance, Córdoba, Cerro Muriano, Fuente Obejuna, Hinojosa del Duque, Lucena, Montoro, Pedro Abad, Peñarroya, Pozoblanco, Puente Genil, Villa del Río o Villafranca. Sin embargo, el grueso de su trabajo es muy anodino y nada comprometido, ya que se pliega a la imagen propagandística impuesta por los mandos rebeldes en otros medios. A pesar de ello, la extensión de su cobertura y la autoría múltiple de la misma nos permite encontrarnos con fotografías de gran interés e impacto. Además, estamos ante uno de los archivos más importantes de la guerra en la zona nacional y el único conservado en Andalucía. Este fue donado íntegramente por el propio fotógrafo al Archivo Municipal de Sevilla, donde custodian las más de 100.000 fotografías de toda su carrera. De ellas 7.000 negativos de cristal de 9X12 cm pertenecen a los reportajes de la Guerra Civil y unas 150 están realizadas en nuestra provincia. Las revistas gráficas Nacionales Vertice y Fotos. ABC, una cabecera, dos diarios. Sin duda, el rotativo del grupo Prensa Española fue uno de los medios de comunicación más críticos con la República desde su línea editorial monárquica, católica y conservadora. Una posición muy combativa que le llevó a estar suspendido en varias ocasiones por el gobierno de la nación. Cuando estalla la guerra el diario, al igual que el resto del país, queda divido en dos, ya que su edición y sus instalaciones de Madrid son incautadas por el personal del diario para apoyar al gobierno del Frente Popular. Mientras, su delegación sevillana se adhiere al levantamiento golpista. Las dos ediciones dieron una amplia cobertura informativa durante la guerra de las noticias del frente en la provincia de Córdoba, aunque evidentemente desde posiciones antagónicas. En el ABC Nacional, como ya hemos comentado, la información gráfica cordobesa estuvo a cargo del grupo de los Serrano. Aunque curiosamente, la primera fotografía firmada de la guerra que aparece en la portada del ABC azul es del cordobés Rafael Torres con una portada que muestra el cuartel general de los tradicionalistas o boinas rojas cordobeses. Además, a partir de 1937 esta tarea recae en Santos, corresponsal del rotativo sevillano desde 1930, quien vuelve a asumir las tareas gráficas de la provincia al normalizarse las comunicaciones entre Córdoba y Sevilla. La mayoría de sus reportajes para el diario hispalense son idénticos a los de Azul, es decir las mismas informaciones de la vida cotidiana en la retaguardia protagonizada por los actos de Falange en la provincia, para los que utiliza las mismas imágenes o como mucho tomas diferentes con pequeñas variaciones en los encuadres. Una colaboración que no sólo no le causaba ninguna incompatibilidad sino que además extendía a otros rotativos sevillanos como El Correo de Andalucía y La Unión. Mientras, el ABC republicano se hace eco de las novedades del frente cordobés a través de los reportajes de distintos fotoperiodistas madrileños como Alfonso, Marín o Piortiz que se desplazan a la provincia para fotografiar los intentos de las fuerzas republicanas para tomar Córdoba. Una vez asegurada la capital por los nacionales en el mes de octubre de 1936, la provincia pierde protagonismo informativo y ya no vuelve a aparecer con información gráfica en las páginas del diario madrileño. La prensa gráfica madrileña. El panorama editorial de la prensa madrileña había sido de gran vitalidad desde las postrimerías de la dictadura de Primo de Rivera a finales de la década de 1920. El auge de la actividad cultural, política y social en todo el país propició la edición de nuevas publicaciones gráficas de ámbito nacional que pretendían renovar la desfasada oferta de la prensa ilustrada española nacida a principios del siglo XX. Cabeceras tan emblemáticas como envejecidas como el diario ABC o las revistas Blanco y Negro, Mundo Gráfico, La Esfera o Nuevo Mundo, se ven sorprendidas por el éxito del semanario La Estampa, fundado en 1928 por Luis Montiel y Balanzat (Madrid 1884-1976). El rotativo madrileño nace muy influenciado por la vanguardista prensa gráfica alemana y francesa, y redefine el panorama periodístico nacional con un nuevo modelo de revista en la que la información gráfica es la auténtica protagonista. Las fotografías pasan de ser un mero relleno en las páginas de los diarios a convertirse en fundamentales elementos informativos de un periodismo gráfico moderno. La Estampa realiza una apuesta decidida por la fotografía, ya que no solo contaba con algunos de los mejores reporteros de todo el país, sino también con una magnifica calidad de reproducción por el sistema de huecograbado y un diseño muy atractivo que daba cabida a numerosas secciones gráficas. Además, su asequible precio de 30 céntimos le permiten vender más de 200.000 ejemplares. Un año después, Montiel crea el diario gráfico Ahora, que al igual que La Estampa tenía una línea editorial republicana de centro derecha y por supuesto el mismo ideario gráfico. El diario, dirigido por Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897Londres 1944), obtiene también el respaldo de los lectores y alcanza los 150.000 ejemplares al año de su salida a los kioscos. Esta gran acogida propicia en 1929 el nacimiento del que será el más directo competidor de La Estampa, el semanario gráfico Crónica, del prestigioso grupo Prensa Gráfica. La revista, dirigida por Antonio González Linares (1875-1945), apuesta también decididamente por la fotografía con una impresión de calidad y diseños tipo magazín francés, que incluyen imágenes a toda página en su portada. Crónica llega a tirar 100.000 ejemplares bajo una línea editorial moderada e incluyendo llamativos contenidos sicalípticos para la época. Al comenzar la guerra en la capital existían más de una veintena de diarios y casi una decena de semanarios gráficos. Estos, al igual que en la zona nacional, corren la misma suerte, pero claro a la inversa, o se adhieren a la República o son incautados por sus propios trabajadores y las milicias fieles al gobierno del Frente Popular. Aunque nominalmente los medios mantienen sus cabeceras, estos se convierten en órganos de difusión de distintos partidos o sindicatos. No obstante, el formato informativo no se modifica y los medios gráficos como ABC, Mundo Gráfico, Crónica, Ahora o La Estampa mantendrán su estilo periodístico fotográfico. La prensa madrileña contará con amplias coberturas gráficas de los distintos frentes, aunque según avanza el conflicto y el cerco de los golpistas se endurece sobre la capital, los medios de comunicación se verán obligados a bajar la calidad y el número de sus páginas ante las importantes carencias por la falta de abastecimiento, sobre todo de papel. Algo que también notarán los fotógrafos, tanto por la carestía de material y equipo fotográfico como por la reducción del espacio dedicado a sus reportajes. Una penuria que obligará a ir cerrando las distintas cabeceras madrileñas, hasta que el 1 de abril de 1939 solo quedaban tres diarios en Madrid. Córdoba en la prensa gráfica Republicana. Los frentes cordobeses estuvieron muy presentes en las informaciones gráficas de la prensa nacional republicana, pero de forma muy desigual a lo largo de la guerra. Sin duda el protagonismo inicial de Córdoba durante el verano de 1936 se fue diluyendo conforme los nacionales fueron ganando terreno y los frentes de la provincia se estabilizaron. Un abandono informativo favorecido por el mayor interés por las noticias de la batalla de Madrid, al que se unió las dificultades de los reporteros de la capital para llegar a tierras cordobesas ante los continuos avances de las tropas de Franco por toda Andalucía. Militarmente, el triunfo del golpe en Córdoba y Sevilla el 18 de julio desencadena la reacción del gobierno republicano que el 25 de julio envía al sur al general José Miaja Menant, al mando de una fuerza de 5.000 hombres, para intentar recuperar posiciones en el occidente andaluz. Una operación clave para la República pero que, según los historiadores, fracasa por la indecisión de Miaja al demorar el ataque a Córdoba cuando la ciudad aún se encontraba mal defendida por las escasas tropas nacionales que la ocupaban. Los reporteros madrileños, tras la estabilización de Madrid y el gran interés informativo que suscita en los medios de la capital la columna de Miaja, se desplazan para seguir a la columna del Sur hasta nuestra provincia y fotografiar lo que creen será la primera gran victoria de la República. Un viaje hasta Córdoba que conocemos al detalle gracias a la narración del célebre reportero madrileño Alfonso Sánchez Portela (Madrid 1902-1990) y su hermano Pepe en las páginas del diario La Voz de Madrid del 4 de agosto de 1936. Alfonso, más conocido como Alfonsito para diferenciarlo de su padre el también gran fotógrafo bélico Alfonso Sánchez García, es uno de los más destacados reporteros de la segunda generación de fotoperiodistas españoles. Curtido profesionalmente en la guerra colonial de Marruecos, también fotografía el golpe en Madrid en un duro reportaje del aplastamiento de la sublevación en el Cuartel de Montaña. Un curriculum que hace poco creíble el artículo sobre su viaje al frente cordobés, que la prensa lo califica de aventura o excursión, y que tras viajar desde Despeñaperros les lleva más allá de las líneas republicanas que se encontraban en El Carpio y que a punto está de costarles la vida cuando a unos kilómetros de la ciudad son tiroteados por fuerzas franquistas. Los hermanos Sánchez realizarán en unos días un amplio reportaje del frente cordobés en la zona de El Carpio. Su trabajo ilustra muy bien la idea de agencia fotográfica, en este caso familiar y una de las más importantes de la capital, que a su regreso a Madrid distribuye sus fotografías con muy buena acogida entre medios tan dispares como La Voz, ABC, Ahora o La Estampa, y siempre bajo la firma de la agencia, Alfonso. El reportaje es de una gran calidad visual y fotográfica y pretende ilustrar la fuerza y el optimismo de las tropas republicanas en estos primeros compases de la guerra. Aunque su trabajo está totalmente alejado de la primerísima línea del frente o de los momentos de la batalla, sus posados trasmiten un gran realismo que en la mayoría de las imágenes simulan una actividad bélica ficticia. Una tendencia generalizada entre los reporteros que trabajan en zona republicana muy preocupados por dotar a sus trabajos de realismo o al menos conseguir unas instantáneas dinámicas y de acción, que trasladen una imagen muy combativa de las tropas republicanas. Una estética en las antípodas de los característicos posados de soldados nacionales que pueblan las páginas de la prensa azul. En estos primeros días de agosto de 1936, también llegan a El Carpio otros reporteros madrileños de la talla de Luis Ramón Marín (1884-1944) o los reporteros de la agencia Piortiz. De Marín apenas conocemos un par de interesantes instantáneas de milicianos disparando a la aviación republicana en El Carpio que publica ABC. Por su lado la agencia Piortiz fue creada en 1927 en el número 15 de la calle de la Cruz de Madrid por los fotógrafos Félix Ortiz Perelló (1885-1956) y José Pío Alonso Bartolomé (Madrid 1884-1937). Se trata de una de las agencias fotográficas españolas más importantes de la época, ya que además de distribuir sus fotografías a los mejores medios nacionales eran los corresponsales y distribuidores para España de la agencia norteamericana Keystone, empresa que difundirá por todo el mundo sus imágenes de la Guerra Civil en Córdoba. Al autor de las imágenes de la agencia Piortiz en la provincia de Córdoba no lo conocemos y pudieron realizarlas tanto Pío como Félix o incluso el hijo de este, Daniel Ortiz Miguel. Aunque de forma simultánea a su estancia en la provincia de Córdoba aparecen en la prensa republicana otras fotografías de la agencia del frente de Aragón. Sin embargo, no sería descabellado barajar la opción de que la agencia desplazara a más de un fotógrafo a nuestra provincia, ya que sin duda alguna, Piortiz realiza la cobertura informativa más importante de la guerra en la provincia. Una valoración fundamentada en su prolongada estancia en tierras cordobesas durante 45 días y que ubicamos por las fechas de publicación de sus trabajos entre el 1 de septiembre y el 15 de octubre de 1936. También destaca por la gran cantidad de medios que publican sus imágenes: ABC, Crónica, La Estampa, La Libertad, La Voz, La Vanguardia, Mundo Gráfico o las agencias ACME, Universal o Planet News. Asimismo, es muy importante su presencia en distintas localidades y frentes activos como Torres Cabrera, Villafranca, Villa del Río, El Carpio, Alcaracejos o Dos Torres. Pero sobre todo por la gran calidad y variedad de sus instantáneas que abundan en mostrar esa imagen combativa y optimista de las milicias republicanas. Aunque, a mi modesto parecer, el mejor reportero nacional activo en la provincia es Mariano Marina de Pablo (San Esteban de Gormaz, Soria 1911-Madrid 1984), quien durante casi un mes cubre la zona norte desde Los Villares a Cerro Muriano entre el 30 de agosto y el 24 de septiembre de 1936 para el diario Ahora. Tras fracasar el avance de Miaja en el Alto Guadalquivir, la lucha se intensificó en la zona norte, flanco que inspiraba muchas dudas entre los nacionales ante la posible intervención de las milicias de mineros del Guadiato. Sin duda, el trabajo de Marina es de gran impacto por su cercanía a la acción bélica y el verismo de sus reportajes ya que, aunque algunos son posados, poseen una enorme fuerza gracias a sus composiciones con abundantes picados y contrapicados. Además, en sus fotografías destaca el uso de un objetivo angular, seguramente un 35 mm, que proporciona a sus instantáneas una amplia perspectiva. Una original visión del combate casi paisajística que ubica a la perfección la lucha en la agreste orografía de la sierra cordobesa. A partir de 1936 la presencia de fotoperiodistas de medios madrileños en el frente cordobés cae en picado y las instantáneas locales prácticamente desaparecen de la prensa de la capital salvo la excepción de algunos reportajes de 1937 sobre la actividad en Los Pedroches que publican La Estampa y Ahora, la mayoría realizados por el mismo redactor de la información. Asimismo, merece una destacada mención la cobertura que del frente cordobés realiza el diario gráfico La Vanguardia. El rotativo barcelonés publica durante el verano de 1936 distintas fotonoticias de la provincia en sus páginas gráficas realizadas por Piortiz y Marina, a las que accedería a través de sus agencias. Otros fotógrafos, otras visiones. El número de reporteros extranjeros conocidos que trabajaron en Córdoba es muy reducido y más aún si, como prometí al principio de la charla, no iba a hablar del trabajo de Capa y Taro en Córdoba. Una promesa que ahora que la conferencia llega a su final voy a romper, aunque sólo sea para mostrar el hallazgo de estas dos páginas de la revista La Estampa del 7 y del 14 de agosto de 1937. En ellas aparecen dos imágenes de Robert Capa del reportaje de la huida de civiles de los bombardeos nacionales sobre Cerro Muriano realizadas el 5 de septiembre de 1936. Las fotografías, aunque no aparecen firmadas, son sobradamente conocidas, por lo que no hay duda de su autoría, y rebaten la extendida idea de que Capa nunca publicó, al menos así lo confirmó la experta del ICP, Cynthia Young, el pasado jueves 23 de marzo en la inauguración de la Bienal, en la prensa española. Las célebres instantáneas ilustran un artículo del periodista húngaro Arthur Koestler en el que narra sus peripecias en el frente de Málaga antes y después de ser capturado por las tropas nacionales. Es muy probable que Koestler, paisano de Capa, consiguiera a través del mismo Robert las fotografías, aunque no sabemos porqué Capa, que si fotografió la huida de civiles de Málaga a Almería, le facilitaría estas fotos de Cerro Muriano para su reportaje sobre el frente malagueño. Al margen de los reportajes de Capa y Taro, en el ámbito internacional los reporteros que conocemos son muy escasos. En zona republicana emerge el trabajo de los alemanes Hans Namuth (Essen 1915-Nueva York 1990) y Georg Reisner, que trabajan como un equipo para la agencia francesa Alliance Photo y de los que conocemos estuvieron el 5 de septiembre en el frente de Cerro Muriano. Su reportaje cordobés se centra en la huida de civiles de la barriada por la carretera hacia la estación de Obejo. Unas fotografías publicadas en muchos medios de comunicación, entre ellos el francés L´Intrasigeant o en la portada del semanario norteamericano Newsweek. Un trabajo muy interesante y pionero en nuestra provincia al mostrarse por primera vez en la guerra el sufrimiento de la población civil cuando se convierte en objetivo militar. Además, una de estas fotografías se ha hecho muy célebre en los últimos tiempos, porque en ella algunos investigadores afirman ver las figuras de espaldas de Capa y Taro, que coincidieron el mismo día con los fotógrafos alemanes en Cerro Muriano. Mientras que en zona Nacional encontramos al gran periodista y fotógrafo francés Pierre Ichac (París 19071978), quien publica en septiembre de 1936 una aburrida imagen de la ciudad monumental y una interesante instantánea de los bombardeos republicanos sobre Córdoba en el semanario conservador L´Illustration. Muy interesantes, aunque fuera del ámbito del fotoperiodismo, son las fotografías cordobesas del militar italiano Aldo Morandi, oficial perteneciente a las brigadas internacionales y que conocemos gracias al trabajo del historiador jarote Francisco Moreno Gómez, o las del llamado soldado Trevisani en el lado nacional. Morandi y Trevisani forman parte de ese nutrido y poco conocido grupo de fotógrafos aficionados, que al mismo tiempo que luchaban en cualquiera de los dos bandos, sin otra aspiración que captar un recuerdo de esos tiempos de camaradería y lucha, consiguen sin proponérselo mostrarnos otra cara de la guerra, el día a día de un soldado. Una imagen del conflicto si acaso más real y dura que la lucha en la batalla captada por los fotógrafos profesionales. El final de la guerra. Para el fotoperiodismo español el final de la guerra supuso los mismos traumas que para el resto del país. Una profesión arruinada y dividida que tardaría décadas en recuperar la calidad y modernidad que sus trabajos alcanzaron durante la década de 1930. Por no hablar de los fotógrafos de ambos bandos asesinados o muertos en el conflicto. Los reporteros apartados de la profesión, encarcelados o exilados. La triste ocultación o destrucción de los archivos fotográficos para evitar la angustia de que una fotografía delatara a la persona que aparecía en ellas. Por no hablar de la desaparición de los mejores medios gráficos y la imposición de una censura asfixiante que desembocó en el olvido de las imágenes y sus autores, que hoy a duras penas conseguimos rescatar.