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De policías, detectives y crímenes: la actualidad de la novela policiaca

2013, Iberoamericana

De policías, detectives y crímenes: la actualidad de la novela policiaca Pocos críticos se atreverían a decir que la novela policiaca, negra o de detectives no está de moda. Independientemente de la etiqueta con la que se la quiera clasiicar, la novela que encuentra su origen en un misterio que resolver, aquella que muchos rastrean incluso antes de “Los crímenes de la calle Morgue” de Poe pero que acuerdan conceder nacimiento común en la novela clásica de detectives (Conan Doyle, Simenon, Christie…) y luego la hacen pasar por la mano de Chandler o Hammett, está deinitivamente poblando congresos académicos y mesas de novedades. No tiene caso por tanto hablar ya de si este tipo de literatura pertenece a la alta o baja cultura, ni de detener la discusión en interminables disquisiciones genéricas y subgenéricas, sino de admitir un fenómeno existente y afrontarlo desde la crítica por lo que es, una realidad. Éste es el planteamiento de Transatlantic Mysteries de William J. Nichols. La particularidad de su estudio es centrar y focalizar su análisis en dos iguras que se encuentran indiscutiblemente entre los padres del género policial tal y como hoy día lo entendemos en español: Manuel Vázquez Montalbán y Paco Ignacio Taibo II, sin detenerse a cuestionar etiquetas ni valor literario de los textos. La conexión trasatlántica la establece gracias a la amistad y proyectos que unían a ambos escritores, a quienes estudia en paralelo demostrando la evolución del género en ambos en el capítulo introductorio, donde además repasa la historia del mismo en México y España. De especial relevancia en este volumen indispensable para cualquiera que quiera acercarse a la obra de estos escritores es el capítulo titulado “‘Poisonville’ Reincarnated: Modernization, Metropolis, and Spaces of Self-Representation”, por centrar el estudio en las ciudades de México y Barcelona partiendo de las teorías de Lefevre y Edward Soja del espacio, para desmontar la “ilusión de transparencia” de ambas urbes, con la consecuente problematización de la idea de democracia y bienestar social, convirtiéndose ambas en “battleground for self-representation within which the investigations of their respective detectives reveal the ‘workings of power’ (Soja 1996, 69) and suggest possible means of resistance” (p. 100). William Nichols postula dos contextos de desenmascaramiento de ambas ciudades en momentos de transición (pos-Franco en España y pos-Tlatelolco en México) donde estudiar similares respuestas de los escritores reseñados. Se trata, pues, de un volumen donde se ejercita la literatura comparada sin adentrarse demasiado en interrelaciones, sino más bien en dos historias paralelas. Parte también del espacio, esta vez puramente geográico, el estudio de Helen Oakley, From Revolution to Migration. A Study of Contemporary Cuban and Cuban-American Crime Fiction. Sin embargo, toma el espacio precisamente para borrar sus fronteras y situar su propuesta en la idea de la posnacionalidad. Centra su volumen en escritores cubanos, cubano-americanos y cubanos en el exilio, ofreciendo tres puntos de vista sobre Cuba a través de la narrativa policial. No se detiene en el farragoso debate nominal, sino que directamente usa el término inglés crime iction, aunque sí concede sin profundizar Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 María Pizarro Prada Brown University / Iberoamericana Editorial Vervuert Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 212 María Pizarro Prada demasiado preguntarse por la popularidad del policial para resolver que éste supone “[a] vicarious entry into an exotic world which offers an escape from everyday life, but also in the fact that readers ind these texts issues concerning gender, violence, and ethnnicity which resonate with their own cultural contexts” (xiv). Tras un primer capítulo dedicado a explorar la diferente evolución del policial cubano, la autora dedica cuatro más a o otros tantos autores que representan los tres borrosos (así los deine insistentemente) espacios de su título. De esta manera, Cuba y la novela antirrevolucionaria está representada por Leonardo Padura –y dada la ingente cantidad de literatura que está generando este escritor a su alrededor, esta airmación ya puede ser polémica–; el tema cubano-americano es introducido con José Latour, que escribe desde España o Canadá y en inglés, lo cual le otorga un controvertido punto de vista sobre la situación cubano-americana; y el exilio cubano, combinado con el cubano-americano, por último, es analizado a través de Alex Abella en el capítulo cuarto (cubano en Miami) y Carolina García-Aguilera en el quinto. Todos ellos son estudiados bajo el concepto de literatura posnacional, en el sentido de que trascienden las fronteras de la nación, pero sin descuidar lo que cada uno de ellos tiene de local y de cubano, así como sus particularidades genéricas, como en el caso de Abella con la utilización del realismo mágico y el de García-Aguilera con el feminismo. Las cuestionadas fronteras físicas tendrán un impacto, arguye Oakley, en las fronteras genéricas. El hilo conductor del libro, la idea de la posnacionalidad postulada a través del cuestionamiento de las fronteras y, por lo tanto, las identidades y las formas de (auto)representación, está presente en todos los análisis, que no descuidan en ningún momento las preguntas que pueden ir surgiendo derivadas del mismo; sin dejar de lado tampoco las interrelaciones existentes entre las propuestas narrativas de estos autores. Un libro, por lo tanto, con una estructura y precisión que lo convierten en obligada lectura para todo aquel que se quiera acercar al policial cubano, a la novela de exilio y a un análisis de la posnacionalidad puesto en práctica. El mismo uso de crime iction elegido por Helen Oakley, es el que adopta Gustavo Forero Quintero en La anomia en la novela de crímenes en Colombia como autor, pero también el que usa en Crimen y control social. Enfoques desde la literatura, donde ejerce como editor. La propuesta de Forero, centrada en la narrativa policial de su país parte de la base de que la novela de crímenes colombiana (como él denomina al género en Colombia) requiere ser estudiada desde la anomia, entendida ésta como “la situación moral que vive un personaje o un grupo social como consecuencia de una más o menos generalizada carencia o degradación de normas sociales” (La anomia, p. 13). En este amplísimo estudio dividido en tres partes, el autor combina la teoría de la anomia en un principio con la historia de la por él denominada novela de crímenes desde los orígenes de la misma, pasando por el hard-boiled americano y hasta el neopolicial. Tiene de especial esta primera parte el enfocar la trillada historia del policial con un claro propósito de estudio de la representación de la ley, las fronteras de lo legal y la ausencia de orden. El autor es abogado de formación, lo cual aporta a esta parte teórica un enfoque transdisciplinar muy enriquecedor. La contribución de la segunda parte del libro es analizar la ausencia de orden, la anomia en toda su complejidad y en relación a otras temáticas propias del género (confesión, crimen, narcotráico, etc.) a través de cinco novelas de cinco autores colombianos: Hugo Chaparro Valderrama, Laura Restrepo, Fernando Vallejo, Darío Jaramillo y Gustavo Álvarez Gardeazábal, por lo que este segmento del estudio actualiza para el investigador la novela policial en Colombia (la novela más reciente analizada es 213 Comandante Paraíso, de 2002), si bien se echa en falta la incorporación de obras más cercanas a la publicación que validaran la teoría en la narrativa más contemporánea. La tercera parte del volumen tiene la característica de teorizar de nuevo, ahora sobre la novela de crímenes, abstrayendo las conclusiones del estudio de las novelas analizadas para conformar a modo de conclusión que, efectivamente, “la novela de crímenes de Colombia se inscribe dentro de la dinámica de la anomia” (p. 321). Dependiendo de la conianza en la ley, se presentan, postula Forero, “grados de anomia”. Lamentablemente, la conclusión no va más allá para abrir el espectro a nuevas preguntas o contemporaneizar la teoría a la luz de las nuevas políticas del presidente Santos, por ejemplo. Es éste uno de los pocos defectos que se le pueden achacar a un, por otra parte, completísimo estudio. Lo más interesante de Crimen y control social. Enfoques desde la literatura es el multiperspectivismo. Se trata de un volumen colectivo procedente de un congreso donde la propuesta del control social, que parte de que “la literatura en sus distintas representaciones describe la historia de un crimen –el de actuar de manera distinta– y el control social que lo determina como tal” (p. 15), se constituye efectivamente como un hilo conductor. Todos los textos, sean entrevistas o trabajos académicos versan sobre el tema, por lo que se aleja de cierto tipo de volúmenes procedentes de congresos donde todo vale. Se divide en cuatro núcleos temáticos: “Autoridad y libertad”, “Obediencia e impunidad”, “Delincuencia y sanción” y “Hacia la deinición de un género”. En este último fragmento se encuentra la intervención de Gustavo Forero, que es un resumen muy bien traído de su volumen sobre la anomia. Sin espacio para hablar de cada uno de los artículos, considero realmente interesantes el texto de la escritora Renée Ferrer, por plantearlo como una introspección cuasi íntima que le lleva a enfrentarse con sus propios monstruos; y la entrevista a Darío Jaramillo, donde se explora el papel del Estado, pero también del lector, a quien quiere hacer cómplice, sí, pero con la también intención de divertirle. Por último, destaco el artículo de Shelley Godsland, “La asesina en la novela criminal femenina española: ¿Respuesta literaria al control social ejercido por la mujer?”, por ocuparse de la generalmente relegada a poco estudio narrativa de detectives escrita por mujeres y sobre mujeres. Se centra sólo en el caso de la narrativa española, con el único propósito de demostrar el control social sobre las mujeres, fruto del cual los crímenes de los libros son una consecuencia. Ante tal estrecho corsé, la propia autora reconoce contradicciones (si bien las menos) entre el control social ejercido y las reacciones de algunas de las mujeres detectives. Obviamente el estudio tiene un objetivo muy concreto y se le pueden abrir ciertas brechas; no obstante, logra limpiamente su cometido y apunta a mayores interrogaciones, como ampliar el estudio a la narrativa de crímenes femenina latinoamericana y resolver la pregunta con la que termina el artículo: “debemos preguntarnos si el hecho de que en estas novelas tantas asesinas queden impunes (que no se les aplique ninguna sanción), se puede entender como una apología del delito o una banalización del mismo” (p. 72). Gustavo Forero es también el editor de otro volumen colectivo titulado Trece formas de entender la novela negra, dividido en tres secciones: “La voz de los creadores”, “La crítica literaria. Una mirada desde los Estados Unidos y España” y “En torno a la literatura latinoamericana”. Frente al volumen reseñado anteriormente de este mismo editor, en éste no hay un hilo temático común, sino que se trata de una compilación de artículos. Llaman especialmente la atención los del primer bloque por aunar historia y relexión sobre el género policial con escritura creativa, lo cual convierte a estas intervenciones en Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 De policías, detectives y crímenes: la actualidad de la novela policiaca 214 María Pizarro Prada una atractiva mezcla de géneros que analizan a su vez la hibridez del policial. El texto, por ejemplo, de Santiago Gamboa, comienza casi como un cuento y luego repasa en fragmentos algunas de las temáticas recurrentes de la novela negra, confundida con “la novela a secas” en Latinoamérica (83), como la ciudad o la violencia. En uno de estos fragmentos, apunta una de sus teorías más conocidas sobre la difícil verosimilitud del detective en favor del periodista: En América Latina el formato de la novela negra anglosajona importada de la literatura de Estados Unidos se da vuelta, porque el triunfo de la ley es muy poco realista. Por eso la igura del detective casi no se usa. El detective representa la ley, y por lo tanto si él sabe la verdad, automáticamente la ley se impone. ¿Podría esto ser creíble en nuestras sociedades? Puede incluso que sí, aunque muy de vez en cuando (p. 87). Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 Por cuestión de espacio, dedico sólo unas frases a otros valores de este libro: la insistencia en reconocer la labor de los congresos dedicados al género, como la Semana Negra de Gijón, el Salamanca Negra, cuyos dos artíices, Javier Sánchez Zapatero y Àlex Martín Escribá dedican un revelador artículo a la obra del escritor español Luis Gutiérrez Maluenda, y Medellín Negro, este último en el origen de este volumen; y, por otro lado, los dos artículos dedicados al policial en Estados Unidos (en concreto a Dennis Harstad y a Cormac McCarthy), que todos vinculamos estrechamente con el neopolicial latinoamericano, pero al que poca atención prestamos en la actualidad a pesar de seguir siendo literatura negra atractiva para el público y, por lo tanto, inluyente en lo que se sigue haciendo en el policial en español. También proveniente de un congreso y también en general dedicado al género escrito en español es el volumen editado por Enrique Rodrigues-Moura, Indicios, señales y narraciones. Literatura policíaca en lengua española. La introducción del editor al volumen comienza analizando varios diálogos y escenas de la película Rear Window para hábilmente cuestionar la estructura del policial así como poner sobre el tapete su historia, eso sí, contada de un modo más analítico, explicando los cambios que se producen de un modo más explicativo que descriptivo, lo cual convierte a esta introducción en realmente atractiva. La propuesta de que “no hay reglas naturales para explicar un fenómeno cultural e histórico como un asesinato” (p. 13) para indicar el cambio de la detectivesca clásica al hard-boiled es prueba de ello. También Rodrigues-Moura se preocupa de atender al lector, al implícito al explícito, y con él en mente, argumenta también los cambios: Estos indicios tendrían como prioridad informar al lector implícito de que es imposible pensar o desear una justicia reparadora en este mundo caótico. En ambos casos los indicios perviven. Inicialmente apelaban al detective, personaje de la novela, y en segunda instancia al lector; ahora buscarían su lector ideal, no pocas veces cautivo, que suele compartir con el autor implícito una semejante opinión ideológica sobre la sociedad capitalista globalizada (p. 16). Apuntando hacia el lector concluye la introducción para dejar paso a críticos reconocidos: el libro lo abre Joan Ramon Resina con un revelador y extraordinariamente estructurado artículo donde repasa y rehace alguna de sus más famosas teorías sobre el policial estipuladas en su no menos conocido El cadáver en la cocina (1997). Su propuesta actual es que “toda muerte violenta entraña el riesgo de que la colectividad caiga en 215 un paroxismo autodestructivo. Para evitar la descomposición social y la guerra generalizada, se hace preciso incoar una exclusión en el interior de la comunidad. La novela policíaca es la demostración de cómo se urde este estado de excepción” (p. 36). Su tesis abre interesantes caminos de exploración hacia el boom de la novela policiaca y es, sin duda, uno de los textos más reveladores de este volumen. Otro de los grandes nombres es José F. Colmeiro, el reconocido especialista en la obra de Vázquez Montalbán, que también irá más allá de sus propuestas anteriores para mostrar la crítica a los efectos de la globalización que muestran los últimos escritos del gallego-catalán. Otro artículo sobre Pepe Carvalho expone su conexión con la literatura de viajes (Georges Tyras) y, por su parte, Sébastien Rutés expone un interesante acercamiento a los detectives no iables; Àlex Martín y Javier Sánchez Zapatero, a quienes ya hemos mencionado antes, recorren la narrativa de Francisco González Ledesma y Wolfram Krömer explora en su interesante intervención a tres autores que normalmente no aparecen en los congresos de policial: Pérez Reverte, Javier Marías y Juan Manuel de Prada. Se encuentran además dos artículos dedicados a Leonardo Padura (Kathrin Sartingen y Elia Barceló), uno a Juan José Saer, otro a Eduardo Mendoza, otro a los menos estudiados Amir Valle y Lorenzo Lunar Carcedo y, el también reconocido especialista chileno Clemens A. Franken K., dedica sus páginas a Díaz Eterovic. El último artículo de este volumen vuelve sobre uno de los libros que contienen, según muchos recorridos por el neopolicial latinoamericano, una de sus semillas: el misterio no resuelto y la investigación falsamente orquestada de Crónica de una muerte anunciada. Lo más cercano a la novela policial de este artículo es el artículo mismo, construido con la prolijidad que con la que siempre ataca la crítica literaria su autor, Ottmar Ette. Si bien no explora las características que de policial tiene el texto, su interés radica en rastrear “qué” mató a Santiago Nasar y no “quién”, basándose en una hipótesis cultural sobre el origen árabe del personaje y la consideración de tales inmigrantes en Colombia, así como conectando este texto con otro publicado años después, Majma ‘al-Asrar de Elias Khoury (2000), novela que fue escrita con este propósito intertextual. Tanto el rastreo de lo árabe como esta comparación llevan a Ette a concluir que tanto la muerte de Santiago Nasar como que éste ni siquiera se diera cuenta de los numerosos signos que precedieron el fatal desenlace es en García Márquez una “advertencia de que la integración social de los inmigrantes nunca, ni siquiera en la tercera generación, puede considerarse concluida, y de que la heterogeneidad cultural no sólo debe considerarse una riqueza cultural, sino también una eventual fuente de conlictos” (p. 229). El volumen editado por Rodrigues-Moura se hace interesante por los temas y los críticos que lo componen más que por un principio de organización o propósito común. Es una buena compilación de buenos textos, pero sin más pretensión que esa misma. Narrativas del crimen en América Latina. Transformaciones y transculturaciones del policial, editado por Brigitte Adriaensen y Valeria Gringerbg Pla, por su parte, busca precisamente otro camino: la uniicación de los textos bajo una exploración común, en este caso, el papel de la violencia en la narrativa policial latinoamericana. También los textos que componen este volumen tienen su origen en un congreso, que se planteaba los modos de “representación, circulación y resigniicación de la violencia” (p. 9). Parten las editoras de la clasiicación de la violencia de Žižek para acordar con Piglia la relación entre la violencia sistémica y el policial negro latinoamericano. Sí entran, frente a Rodrigues-Moura, en el debate nominológico, afortunadamente no para encasillar de nuevo el género, sino para elevarlo y postularlo más que como conjunto de normas, como Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 De policías, detectives y crímenes: la actualidad de la novela policiaca Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 216 María Pizarro Prada un “modo particular de narrar”, lo cual abre el espectro y asume la hibridez temática del mismo, junto con su más que presumible roce con otros géneros literarios. Exploran en la introducción el papel del lector, así como proporcionan las herramientas críticas para acercarse al resto de los textos. Se trata, pues, de una introducción que no se limita a describir el contenido, sino que resulta analítica, reveladora, y, desde luego, se esfuerza por proporcionar un hilo conductor al volumen, concluyendo que “en el siglo xx y a comienzos del xxi, el género negro nos confronta con la ‘historia sufriente del mundo’ acuñada en los cuerpos mutilados, violados, vejados, en descomposición, brutalmente asesinados que pueblan el cine y la literatura policiales, porque estos cuerpos remiten alegóricamente a la violencia del sistema” (p. 20). ¿Consiguen su propósito cohesionador las editoras? Deinitivamente, sí. Pese a encontrarnos con algunos textos que no necesariamente incluyen el tema de la violencia como punto principal (especialmente los dos últimos, que recalan más bien en el aspecto metaiccional de mucho de la novela policial), las autoras han sabido aunar en bloques temáticos las intervenciones y que éstas giren en torno al tema principal en su mayoría, proporcionando al inal del libro un amplio espectro de los modos de la violencia representados en el policial latinoamericano. Aquí no terminan las virtudes de este volumen colectivo, que se abre también con un reconocido de la crítica policial, Mempo Giardinelli. Si bien no revisa ninguna de sus teorías anteriores (que es una de las mejores aportaciones de los grandes nombres del volumen de Rodrigues-Moura), Giardinelli sí que revisa su propia literatura negra en un ejercicio de autorrelexión interesante para cualquier crítico. De nuevo, vincula la historia del policial al Western, como ya hiciera años atrás en su imprescindible El género negro (1984). Valeria Grinberg Pla relexiona en su texto sobre las reapariciones/reapropiaciones de la novela enigma en dos obras latinoamericanas. El interés especial de este artículo recae no sólo en las novelas elegidas, el –sí– muy analizado Abril rojo de Santiago Roncagliolo, pero también el no tan presente en la crítica textual en español O Xangô de Baker Street de Jô Soares, sino en la hipótesis que maneja: el cuestionamiento de la novela enigma por lo que representación del colonialismo supone. Uriel Quesada, en su texto, también proporciona una interesante visión para quien quiera acercarse a este volumen, pues repasa para el lector la historia del género en Centroamérica, de nuevo algo no tan estudiado. Y no sólo describe, tiene la virtud además de analizar lo, de nuevo, menos analizado: el policiaco escrito por mujeres en Centroamérica. Particularmente interesante para esta reseña, sobre todo por el planteamiento del principio sobre el boom del policial, es el artículo “Violencia y racionalidad en la narrativa de detección: algunas preguntas teóricas al género policíaco” (Albrecht Buschmann). Recorre para ello las teorías de Peter Hühn, que también utilizaba sesgadamente Rodrigues-Moura, y profundiza en sus propuestas de recepción vinculadas al tipo del policial que se maneje. El autor se inclina inalmente por la tesis de la “integración de la violencia” para justiicar la actual erupción del género, que transmite “la presencia innegable de la violencia. A veces incluso la violencia autotélica, en un esquema de pensamiento y percepción aceptable para nosotros” (p. 87). Por cuestión de espacio no me puedo detener en todos los valiosos artículos de este volumen, pero sí me gustaría repasar los nombres que lo componen, pues Glen Close, autor de numerosos artículos sobre el policial y del muy mencionado libro Contemporary Hispanic Crime Fiction. A Transatlantic Discourse on Urban Violence (2008), sigue en el volumen con un artículo dedicado al cuerpo de la mujer y Verena Dolle centra su atención 217 en la película La Zona (Rodrigo Plá), explicando la evolución del detective de tal a delincuente con todas revisiones de estereotipos que eso supone. El bloque temático dedicado al policial mexicano, por su lado, aporta una muy reciente bibliografía sobre el tema, pues tanto Marco Kunz como Ana Luengo y Brigitte Adriaensen analizan novelas recientísimas mexicanas. La obra del escritor argentino exiliado Rolo Díez, interesante ya sólo por situar su narrativa tanto en la Argentina posdictatorial como en el México contemporáneo, es analizada por Carlos van Tongerem, cuya tesis es que sus textos denuncian “las limitaciones de la perspectiva del policía o detective, y relexiona[n] sobre la culpa inherente a la estetización de la violencia y el crimen a partir de una trama literaria” (p. 172). La soledad “globalizada” y la ciudad violentada son las protagonistas del artículo de Daniel Noemi Voionmaa, dedicado a los archiconocidos detectives Heredia y Belascoarán Shayne; Doris Weiser se detiene en la obra de Horacio Castellanos Moya; y Silvana Mandolessi dedica un artículo puramente teórico a la novela posdicatorial y la memoria en su relación con el género negro. Se trata éste de un volumen que, por la cuidadosa edición y elección de los bloques temáticos, invita a la lectura y proporciona al estudioso textos perfectamente articulados y argumentados. Sin duda, de muy recomendada lectura para aquellos que curioseen en el más reciente policial. No podemos cerrar una reseña sobre el género policial que ha incidido en el actual boom del mismo sin mencionar al menos un libro que oriente al escritor a Cómo escribir una novela negra. En este caso, de Óscar Urra. Este tipo de manuales orientativos tienen la ventaja de ofrecer herramientas que sistematizan el género de manera contemporánea. Así como las reglas de S. S. Van Dine o de Raymond Chandler hoy día darían como resultado la escritura de una novela negra, digamos, en “desuso” (sin que por ello sea mala), las reglas que Urra proporciona acercan al curioso escritor al policial más básico. Él mismo lo dice al inal de su libro, que tenía un límite de páginas impuesto por la editorial y que le ha dejado con ganas de avanzar. Se trata de un manual, dirían en inglés, para el “policial 101”, es decir, un primer acercamiento al género, y constata que existe un maniiesto boom editorial del mismo. La respuesta al por qué de tal boom, si bien ensayadas en algunos de los textos, sigue quedando en el aire, aunque muchos parecen apuntar (Resina, Buschmann) a una asimilación, integración o dominio de la violencia, implícita en la sociedad ¿pos?moderna. Sin embargo, no podemos dejar de lado la ideología del lector, que mucho tiene que ver en lo que lee, así como la del crítico, que también inluye en lo que quiere leer. Esto tampoco se le escapa a Buschmann: “se puede decir que menos el texto y más la mirada de los intérpretes dirige las tesis explicativas. Sirva esto de recuerdo autocrítico para nuestra propia relexión” (p. 80). Bibliografía Adriaensen, Brigitte/Grinberg Pla, Valeria (eds.): Narrativas del crimen en América Latina. Transformaciones y transculturaciones del policial. Berlin: Lit Verlag, 2012. 269 páginas. Forero Quintero, Gustavo (ed.): Trece formas de entender la novela negra. Bogotá: Planeta, 2012. 299 páginas. Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 De policías, detectives y crímenes: la actualidad de la novela policiaca 218 María Pizarro Prada Iberoamericana, XIII, 51 (2013), 211-218 — La anomia en la novela de crímenes en Colombia. Bogotá/Medellín: Siglo del Hombre Editores/Universidad de Antioquia, 2012. 365 páginas. — (ed.): Crimen y control social. Enfoques desde la literatura. Bogotá: Universidad de Antioquía, 2012. 145 páginas. Nichols, William J.: Transatlantic Mysteries. Crime, Culture, and Capital in the “Noir Novels” of Paco Ignacio Taibo II and Manuel Vázquez Montalbán. Lewisburg: Bucknell University Press, 2011. 206 páginas. Oakley, Helen: From Revolution to Migration. A Study on Contemporary Cuban and Cuban-American Crime Fiction. Bern: Peter Lang, 2012. 186 páginas. Rodrigues-Moura, Enrique (ed.): Indicios, señales y narraciones. Literatura policíaca en lengua española. Innsbruck: Innsbruck University Press, 2010. 230 páginas. Urra, Óscar: Cómo escribir una novela negra. Madrid: Fragua, 2013. 124 páginas.