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&TUFCBO'FSOÃOEF[$PCJÃO
Creo que es muy positivo que se hayan generado cuestiones polémicas,
preguntas, inquietud. Desde luego, mi intervención no tenía otra finalidad
que abrir completamente el abanico de los problemas que se están trabajando en la actualidad, al hilo de las cuestiones que se han venido tratando
a lo largo del siglo XX y también a partir de unas definiciones —que he
intentado que fueran muy precisas— de lo que se entiende por sacralidad,
por liturgia y por iglesia. A partir de ahí, queda abierta la posibilidad del
diálogo y de las discusiones.
Por alusiones del profesor Vicens, con el que me encanta discutir, pienso que el edificio litúrgico de la Iglesia católica es un edificio complejo,
es decir: existe un dogma, algo que se cree, y ese dogma se celebra. Pero
muchas veces no podemos saber qué ha sido antes: lo que se celebra o lo
que se cree. A veces se celebran cosas que luego se definen como dogmas y
otras veces sucede al revés. Por eso la discusión litúrgica es una discusión
tan apasionante, porque toca el mismo centro de la vida de la Iglesia. Y por
eso es tan difícil hablar de ello con serenidad, con tranquilidad, intentando
razonar: porque es algo muy vital.
Yo he dicho en mi intervención que tanto los arquitectos como los
liturgistas actuales —no recuerdo si lo dije así, tan claro—, cada uno en su
campo es hijo de una revolución, es decir, de un movimiento que ha hecho
una petición de principio sobre una determinada disciplina y se arroga a
sí mismo la verdad absoluta. Es muy difícil que posiciones intelectuales
como éstas lleguen a entenderse. Por eso es tan difícil el diálogo entre los
arquitectos modernos y los liturgistas actuales.
Entiendo también que en toda materia jurídica —pienso que los documentos litúrgicos, los documentos de la Iglesia tienen valor vinculante porque
tienen valor jurídico— existe una letra y un espíritu. No se puede entender la
letra sin comprender el espíritu. Tampoco se puede vivir el espíritu sin conocer la letra. Ambas realidades se complementan, se enriquecen mutuamente
y se hacen avanzar. Ustedes lo comprenderán perfectamente si lo trasladamos
al ámbito civil. Es decir, si las leyes fueran unívocas no existirían los jueces.
Toda ley es susceptible de interpretación. Las intervenciones de los jueces
crean jurisprudencia y esa jurisprudencia muchas veces es determinante a
la hora de fallar un juicio. Con lo cual, uno no puede acudir a la letra de una
*$POHSFTP*OUFSOBDJPOBMEF"SRVJUFDUVSB3FMJHJPTB$POUFNQPSÃOFB
&TUFCBO'FSOÃOEF[$PCJÃO
I believe that it is very positive that some
controversial issues have been raised, questions,
restlessness... Certainly, the goal of my presentation
was to open a variety of problems that we are
currently working with, in line with the issues which
have been covered in the 20th century and also
based on some definitions of what we understand by
sacredness, liturgy and church: I have tried to make
them quite clear.
By allusions of Professor Vicens, with whom I
love to argue, I think that the liturgical building
of the Catholic Church is a complex one: there is
a dogma, something that people believe in, and
that dogma is celebrated. However, sometimes
we do not know what happened first: what you
celebrate or what you believe in. Sometimes
people celebrate things which are later defined
as dogmas, and on other occasions it is the other
way round. That is why liturgical discussions are
so thrilling, because they touch upon the very core
of the Church’s life. That is why it is so difficult
to talk about it quietly, with tranquillity, trying to
reason: because it is so vital.
I said during my presentation that both current
architects and liturgy experts —I do not remember
whether I said it so clearly—, each in his field, are
children of a revolution, that is, of a movement
that made a principle request about a particular
branch and that believes it possesses the absolute
truth. It is very difficult to get to understand this
kind of intellectual positions. That is why the
dialogue between modern architects and current
liturgy experts is so hard.
I also see that in every legal subject —the
Church’s documents are binding since they have
a legal value— there is a wording and a spirit.
You cannot live the spirit without knowing the
wording, either. Both realities are complementary;
they are enriching each other and help each
other to progress. You will easily understand it
if we take it to the civil level. That is, if acts were
univocal, there would be no judges. Every act is
susceptible of being interpreted. Judges’ rulings
create jurisprudence which is sometimes binding
when issuing a judgment. Therefore, you cannot
-"-*563(*"$0.0130(3"."
read the wording of an act without knowing what
the competent authority has provided about it in
the appropriate subsequent reviews, etc.
I believe that in the case of Post-council liturgical
documents, this is quite clear: there are so many
overlapping documents that I find myself at a
loss. I do not know how I am supposed to build
a church in Spain right now. I know that there
were three countries, three Episcopal Conferences
—Italy, Germany and USA— which took the
liturgical Enchiridion and summed it up in a single
document: rules for building Catholic churches
in this country. I think that is great, I think that
every country should have that sort of document
because it is impossible to see clearly through the
Enchiridion, we could keep on arguing forever. I
would request the Spanish Episcopal Conference
—if I knew it would be of any use— to issue that
kind of document.
Well, that is all I said. Besides, I have just quoted
texts by a theologian [Joseph Ratzinger] whom
I consider to be relevant —I believe that he
undoubtedly is—, that probably he will not say
exactly the same things as Pope as he did when
he was a theologian —as the latter, he expressed
a personal opinion, as a Pope, he must express
something which is the result of a consensus, a
wider thing—, although he obviously has his
own personal opinion. The current Pope is a
person with his own thoughts; John Paul II had a
different way of thinking, just like the others had
theirs. Well, that is all I wanted to add now.
(JPSHJPEFMMB-POHB
I am sort of surplus at this panel discussion,
since I am no liturgy expert. There are three
architects and a theologian here. Nevertheless, I
can say that I have been working for more than
a decade with liturgy experts: above all in the
research field, though as architect. I believe in
particular, and I would like to repeat something
which has already been mentioned here today,
that good liturgical architecture can only come
out of meeting a good architect. I think that there
cannot be a good liturgical architecture without
the qualitative dimension of architecture. After
working with liturgy experts, for instance, taking
part as contest juror, first of all I can see how
the liturgy spirit of Esteban Fernández Cobián
has just spoken, is hidden and degraded in what
I call the liturgy engineering. A good liturgical
architecture is not a good plan satisfying the
liturgical rules, but it should be a space in which
a liturgy is deployed: that is, architecture.
I was impressed by Professor Vicens’s presentation
when he referred to long and narrow plots: when
you do not know what to do with that kind of plot,
you give it away to build a church. I thought that
was a specifically Italian scenario! In Italy, if you
do not know what to do with a plot in the outskirts,
you dedicate it to building a parish centre.
1SJNFSBNFTBSFEPOEB9BO3PESÎHVF[ NPEFSBEPS (JPSHJPEFMMB-POHB *HOBDJP7JDFOT
&TUFCBO'FSOÃOEF[$PCJÃOZ8BMUFS;BIOFS
ley sin conocer lo que la autoridad competente ha establecido sobre ella en
oportunas revisiones posteriores, etc.
Yo pienso que en el caso de la documentación litúrgica postconciliar esto es muy claro: hay tantos documentos superpuestos que yo,
personalmente, me encuentro perplejo. Yo no sé cómo hay que hacer
una iglesia en España ahora mismo. No lo sé. Pero sé que ha habido
tres países, tres Conferencias Episcopales —Italia, Alemania y Estados
Unidos—, que han cogido el Enchiridion litúrgico y lo han resumido
en un documento: normas para la construcción de iglesias católicas en
este país. Me parece espléndido, me parece que todo país debería tener
un documento así. Porque con el Enchiridion es imposible aclararse:
podríamos estar discutiendo hasta el infinito. Yo reclamaría desde aquí
—si supiera que iba a valer para algo— ese documento a la Conferencia
Episcopal Española.
Bien, eso es lo único que he dicho. Por lo demás, me he limitado a
citar textos de un teólogo [Joseph Ratzinger] que considero relevante
—me parece que lo es, sin duda—, que probablemente como papa no
diga exactamente lo mismo que como teólogo —como teólogo expresa
una opinión personal, como papa necesita exponer algo mucho más
consensuado, mucho más amplio— aunque desde luego su opinión personal sí que existe —el papa actual es una persona con un pensamiento
propio, Juan Pablo II tenía otro pensamiento distinto y Pío XII y todos
los demás el suyo—. Bien, es la única matización que querría hacer en
este momento.
(JPSHJPEFMMB-POHB
Yo estoy un poco de más en esta mesa redonda: no soy un liturgista.
Aquí estamos tres arquitectos y un teólogo. Sin embargo, puedo decir
"SRVJUFDUVSBTEFMPTBHSBEP.FNPSJBZQSPZFDUP
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que trabajo —sobre todo en el ámbito de la investigación, aunque como
arquitecto— desde hace más de diez años con liturgistas. Creo sobre
todo una cosa, y con esto vuelvo a insistir en algo que ya se ha dicho
aquí hoy: creo que la buena arquitectura litúrgica sólo puede nacer del
encuentro con un buen arquitecto. Creo que sin la dimensión cualitativa de la arquitectura no puede nacer una buena arquitectura litúrgica.
Trabajando con liturgistas —por ejemplo, participando como jurado
de concursos—, en primer lugar puedo constatar cómo el espíritu de
la liturgia, del que Esteban Fernández Cobián hablaba ahora, se oculta,
se degrada en lo que yo llamo una ingeniería de la liturgia. Una buena
arquitectura litúrgica no es una buena planta que satisfaga las reglas de
la liturgia, sino que ha de ser un espacio dentro del cual se despliegue
una liturgia: es decir, arquitectura.
Me ha impresionado la intervención del profesor Vicens cuando hablaba de parcelas largas y estrechas: cuando alguien no sabe qué hacer
con una parcela así, la regala para hacer una iglesia. ¡Yo creía que se
trataba de una situación sobre todo italiana! En Italia, cuando no se sabe
que hacer con una parcela de la periferia, se dedica a la construcción de
un complejo parroquial.
Ahora bien, los problemas de la liturgia nacen ya desde aquí. Porque una
iglesia se presenta de una cierta manera con respecto a la ciudad —esto se ha
comentado ya antes— y, por lo tanto, no se puede hablar del interior de una
iglesia si no hay antes una reflexión sobre su encuentro con el exterior, con
la ciudad. Y la cuestión de la liturgia es muy compleja, en mi opinión, porque
hablamos de un programa, más que de un esquema. Es cierto —y con esto
termino— que el arquitecto que se compromete con el espacio sagrado tiene
que tomar decisiones: y estas decisiones deberían estar orientadas siempre
por el programa enunciado en la Sacrosanctum Concilium, donde se hace
una síntesis extrema de cómo debe ser la participación de la comunidad
en las celebraciones sacramentales. Creo que el gran desafío que debería
asumir el arquitecto es evitar interpretar, como arquitecto, el espíritu de la
liturgia. Y aquí está la gran dificultad, bajo mi punto de vista: que esto no es
traducible en esquemas.
8BMUFS;BIOFS
Una de las reflexiones fundamentales que nos hacemos cuando vemos
edificar iglesias es que los problemas se tienen que solucionar siempre
con un diálogo entre el promotor —que tiene que ser la comunidad— y
el arquitecto. La pregunta es: ¿quién representa a la comunidad en su
diálogo con el arquitecto? Los ejemplos que les he enseñado esta mañana
los he buscado conscientemente, y puedo decir que en todos ellos siempre
ha habido un teólogo o un sacerdote representando a la comunidad que
ha colaborado con el arquitecto. Al principio hablé de la colaboración
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Gehrard estuvo detrás de muchos de los proyectos que he enseñado. Es
muy difícil o casi imposible que un arquitecto realice bien una iglesia
*$POHSFTP*OUFSOBDJPOBMEF"SRVJUFDUVSB3FMJHJPTB$POUFNQPSÃOFB
Well, this is where liturgical issues come from
because a church is presented in a particular
way as regards the city —it has already been
mentioned— and, therefore, you cannot talk about
a church interior if you do not reflect before about
its relation to the outside, to the city. The liturgical
issue is very complex, in my opinion, because we
are talking about a programme, rather than a
scheme. I would like to finish by saying that it is
true that architects committed to sacred spaces
must make decisions, and these decisions should
be always guided by the programme quoted in the
Sacrosanctum Concilium, which makes a radical
synthesis of how the community should take part
in sacramental celebrations. I think that the great
challenge to be assumed by architects should be to
avoid interpreting the liturgy spirit as an architect.
The main difficulty lies here, according to my
opinion that this cannot be rendered in schemes.
8BMUFS;BIOFS
One of the basic reflections that we make when
we witness the building of churches is that
problems always have to be solved by means of
a dialogue between the promoter —who must be
the community— and the architect. The question
is: who stands for the community in their dialogue
with the architect? I have consciously looked for
the examples I gave you this morning, and I can
say that it was always a priest or a theologian the
one representing the community and collaborating
with the architect. At first I spoke about the
cooperation between Romano Guardini and Rudolf
Schwarz, and I will also say that Albert Gerhard
was behind many of the projects that I have shown
you. It is very difficult, almost impossible for an
architect to make a good church if they do not have
a good relationship with the person responsible for
assisting them in those issues.
Although we may think that we do not know much
about what church-building in Germany entails,
that does not mean that architects are willing
to read 30 or 40 pages before tackling a church
project. I would like to give an example: I was a
juror at a contest for building the new chapel of
Erfurt, in Eastern Germany. The call referred to
the fact that it was necessary to read the Episcopal
Conference’s document which was available on
request. Around 100 architects expressed their
interest, and approximately 55 or 60 of them
delivered a project. Only two of them asked the
Episcopal Conference for that text and, you may
believe me, the members of the jury could tell
which two had read that document. I may add,
for historical background, that many of those
architects from Eastern Germany had neither been
raised in the Catholic faith, nor in the Protestant
one, or in any other specific type of creed. This is
obvious when you take a look at a project: whether
the architect has really bothered to explore those
issues; what is a church, what is a community, etc.
-"-*563(*"$0.0130(3"."
So we chose the project by an architect who had
made a Communio-Räume scheme in which the
altar had a central position.
If I go back to the already shown examples, it is
because I must say that there are many communities
in Germany who wish to express their idea of a
community. I also have my preferences: which
type or image of a community I prefer or which
one I like best, however, I have tried to show them
that there is no rupture between the longitudinal
interpretation of a church —such as the Sacred
Heart of Jesus in Munich or San Francisco or
Ratisbone— and others which focus a lot more
on the common celebration —the CommunioRäume scheme. There is no rupture, but a wide
array of possibilities where it is striking that those
communities wishing to implement the II Vatican
Council’s ideas always argue decisively about
their idea of the liturgy. The little definition that
I quoted: «the liturgy is a meeting between God
and people, always starting from God and inviting
people, but also uniting people among them» is
really a great challenge for any architect.
For instance, with regard to the issues with Ignacio
Vicens’s projects, I may say that there are also those
types of examples in Germany and that they should
be minimised, and that is why I can understand his
issue between architect and promoter. I thought
that the first two projects he showed had a very
clear orientation, direction, which is something
really unknown in Germany, since we have very
few examples. I have really liked that cooperation
between space and light. I think that, in most
cases in Germany, the starting point is the liturgy,
maybe because there is a whole host of theologians
searching for a dialogue with architects. I do not
wish to give my opinion about Spain. I would just
like to say that dialogue between these groups is
a lot more institutional in Germany. I should also
reckon that I could have shown many negative
examples; anyhow, it is just something you do not
do in this type of conference.
*HOBDJP7JDFOT
There is an extraordinary volume which is
probably known by you: it is titled En qué creen
los que no creen 1 (What do non-believers believe
in?). It compiles in a book the correspondence
between Umberto Eco Cardinal Martini published
in a Northern Italy paper. I would really like to
recommend it. One of the subjects raised there is
the liturgy. As opposed to Umberto Eco’s practical,
pragmatic attitude, Cardinal Martini is blunt in a
literal sentence that I loved and have treasured in
my mental library: «The Church does not satisfy
expectations, it celebrates mysteries». This closes
down once and for all the whole discussion about
what I want, what I feel, whether the Church
should do this or that, whether people should be
comfortable at church, if it should foster piety,
etc. The Church celebrates mysteries, that is
si no tiene una buena relación con la persona responsable que le ha de
ayudar en estas cuestiones.
Aunque pensemos que tenemos poca idea de lo que significa la construcción de iglesias en Alemania, eso no quiere decir que los arquitectos
estén dispuestos a leer treinta o cuarenta páginas antes de realizar el proyecto de una iglesia. Quiero poner un ejemplo. Yo participé como jurado
en un concurso para la construcción de una nueva capilla en Erfurt, al este
de Alemania. En la convocatoria del concurso se hacía referencia a que debería leerse el documento de la Conferencia Episcopal, que se entregaría a
quien lo solicitase. Se habían interesado unos cien arquitectos, y aproximadamente cincuenta y cinco o sesenta entregaron un trabajo. Solamente dos
de estos arquitectos habían pedido este texto a la Conferencia Episcopal, y
créanme, en el jurado podíamos decir con exactitud qué arquitectos habían
leído este texto. Podemos decir, como referente histórico, que en el este
de Alemania muchos de estos arquitectos no habían sido educados ni en
la fe católica, ni en la protestante, ni en ningún tipo definido de creencia.
Y esto se pone de manifiesto al ver un proyecto: si realmente el arquitecto
se ha preocupado por indagar en estas cuestiones: qué es una iglesia, qué
es una comunidad, etc. Y entonces escogimos el proyecto de un arquitecto
que había realizado un esquema Communio-Räume, en el que el altar tenía
una posición centrada.
Si vuelvo a estos ejemplos que he enseñado anteriormente es porque
tengo que decir que en Alemania existen muchas comunidades que tienen interés en exteriorizar su idea de comunidad. Yo también tengo mis
preferencias: qué tipo o qué imagen de comunidad prefiero o me gusta
más, pero aún así he intentado demostrarles que entre la interpretación
longitudinal de una iglesia —como por ejemplo el Sagrado Corazón
de Jesús, en Munich o San Francisco, en Ratisbona— y otras mucho
más centradas en la celebración en común —el esquema CommunioRäume—, no existe una ruptura, sino un amplio abanico de posibilidades,
en donde llama la atención que las comunidades que quieren realizar las
ideas del Concilio Vaticano II siempre argumentan de forma decisiva
lo que entienden por liturgia. Y esta pequeña definición que antes he
citado —«la liturgia es un encuentro entre Dios y el hombre, siempre
partiendo de Dios e invitando al hombre, pero también uniendo a las
personas entre sí»— es realmente un gran reto para cualquier arquitecto
o arquitecta.
Por ejemplo, haciendo referencia a los problemas de los proyectos de
Ignacio Vicens, puedo decir que también en Alemania tenemos ejemplos
así, que deberían ser minimizados, y por eso puedo entender su problemática entre arquitecto y promotor. Me ha parecido que los dos primeros
proyectos que mostró tenían una orientación, una direccionalidad, muy
clara, algo que en Alemania no conocemos realmente, pues hay muy pocos ejemplos. Y me ha gustado mucho esa colaboración entre espacio y
luz. Creo que en Alemania, en la mayor parte de los casos, el punto de
partida es la liturgia, tal vez porque hay un amplio abanico de teólogos
"SRVJUFDUVSBTEFMPTBHSBEP.FNPSJBZQSPZFDUP
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que buscan el diálogo con arquitectos. No quiero dar una opinión sobre
España. Sólo decir que en Alemania, el diálogo entre estos grupos está
mucho más institucionalizado. También tengo que reconocer que podía
haber mostrado muchos ejemplos negativos, pero bueno, es algo que no se
hace cuando se viene a un congreso como éste.
*HOBDJP7JDFOT
Hay un libro excepcional que todos ustedes conocerán: se llama En qué
creen los que no creen 1. Recoge en forma de libro la correspondencia
cruzada entre Umberto Eco y el cardenal Martini que fue publicada en un
periódico del norte de Italia. Lo recomiendo profundamente. Uno de los
temas que aparecen ahí es precisamente el tema de la liturgia. Y frente
a la actitud, digamos práctica, pragmática, de Umberto Eco, el cardenal
Martini es rotundo, en una frase que es literal porque me entusiasmó y
la he guardado en mi biblioteca mental: «La Iglesia no satisface expectativas: celebra misterios». Esto cierra de una vez por todas ese debate de
lo que quiero, de lo que siento, de que si la Iglesia debe hacer esto o lo
otro, de que si en la iglesia la gente tiene que estar cómoda, confortable,
si ha de excitar la piedad, etc. ¡La Iglesia celebra misterios, que es algo
absolutamente maravilloso! ¡Y no satisface expectativas pequeñitas o
grandes de los hombres!
Es importante esto porque no hemos hablado demasiado de misterio
y es uno de los argumentos básicos de la liturgia. Y me gustaría que
saliera aquí, para que no dejemos de lado un parámetro que considero
importante. No hemos hablado tampoco de los signos, que creo que también son importantes dentro de la celebración del misterio. Lo dejo caer
de alguna manera por si alguien está interesado y se suscitan preguntas
sobre ello.
Giorgio della Longa ha estado hablando de la calidad de la arquitectura: coincido con él, y desde el principio he dejado bien claro que el valor
arquitectónico de la arquitectura religiosa reside, precisamente, en su valor arquitectónico. No se puede ofrecer a Dios el sacrificio de Caín —esto
está claro—: la chapuza y la vulgaridad.
De la intervención de Walter Zahner realmente confortan algunas cosas, como cuando nos hablaba de este concurso en el que solamente dos
participantes de ciento veinte se habían interesado en leer las bases que
daba el programa, que eran la liturgia. Nos conforta a nosotros, que siempre miramos a Alemania y a las nieblas hiperbóreas como un prodigio de
aproximación intelectual. ¡Y vemos que también en Alemania et in Arcadia
ego, que también allí pueden ocurrir estas cosas! En cambio, qué duda
cabe, al final ha estado hablando de algo fascinante, de lo que sí tenemos
que aprender: de ese diálogo, que aquí no existe, o se reduce tantísimo que,
cuando lo hay, lo podemos citar como ejemplo. Ese diálogo es algo que
tendremos que aprender de ellos.
Pero estamos hablando aquí, en la mesa redonda, de la liturgia como
programa, y quizá sea interesante que ustedes pregunten sobre todo
*$POHSFTP*OUFSOBDJPOBMEF"SRVJUFDUVSB3FMJHJPTB$POUFNQPSÃOFB
absolutely wonderful! It does not satisfy people’s
small or big expectations!
This is important since we have not spoken much
about the mystery and this is one of the liturgy’s
basic arguments. I would like to mention it here
in order to bring on board a parameter which I
consider to be of essence. We have not spoken
about signs, either, and I believe that they are
also important within the mystery celebration. I
mention them in passing, to see whether anyone is
interested and has questions about them.
Giorgio della Longa has spoken about the quality
of architecture: I agree with him and have made
it clear from the beginning that the architectural
value of religious architecture lies, precisely, in
its architectural value. You cannot offer Cain’s
sacrifice to God, that is obvious: it is a vulgarity
and a hash.
From Walter Zahner’s presentation, there are some
comforting things, for instance when he spoke
about that contest in which only two contestants
out of 120 had bothered to read the basis provided
by the programme, i.e., the liturgy. They are
comforting to us who always gaze at Germany and
its Northern shadows as a prodigy of intellectual
approach. We may see that et in Arcadia ego also
works in Germany, that those things can also
happen there. Nevertheless, he has spoken about a
fascinating thing in the end, something we should
learn from: that dialogue which does not exist here
or is so reduced that, when it happens, we could
mention it as an example. We should learn that
dialogue from them.
But in this panel discussion we are talking about the
liturgy as a programme, and it may be interesting
for you to ask about all that. But, first of all, I would
like to say something about Esteban Fernández
Cobián’s presentation, with whom I have everything
in common, of course, though we disagree in purely
peripheral things —I do not say accidental but
peripheral— that I do not wish to remain in the
words. The discussion about jurisprudence, which
is necessary in order to interpret the rule, leads you
also to say that jurisprudence is made only by those
who can: the judges. I have introduced myself here
from the start as an architect making architecture. I
do not need to interpret the rule, but to comply with
it. I think, I guess, I am fully convinced. I do not
want to interpret rules. The rules are pretty clear.
It is also true that, in spite of their clarity, work
is necessary. But there are no provisions clashing
with others, there is no contradiction. There are
great liturgy experts here, we may talk with them
and there are no contradictions! But there is a
chance to interpret.
Cobián said also that not only words are important,
but also the spirit and this is quite clear. If you
assume the spirit of the liturgical reform with that
will of commitment referred to by John Paul II in
the already mentioned text, then the spirit is clear:
that actuosa participatio, that active participation
-"-*563(*"$0.0130(3"."
which gradually leads to making more and more
things has quite clear conclusions. In order to be
specific, and going down to very concrete details,
the debate about the altar facing the people was
closed down a long time ago. If you wish to reopen, feel free to do so, but it is not open. I have
already pointed out some of the things which have
been clearly stated: from the General Order of the
Roman Missal (nº 809-816) to Cardinal Lercaro’s
letter, the president of the Consilium, dated on
30 June 1965. He wrote quite clearly there that
the vernacular language should be used, that the
altar should be versum populum, and that this is
the fittest for new churches. The fittest one, that’s
it. Only that remark forces those who wish to
serve the Church as it shoud be served to say: if
that is the fittest, I will do it. In Ordo dedicationis
eclesiae et altaris, of 27 May 1977, you may
peruse nº 3.758. The Inter oecumenici instruction,
in the V chapter, nº 91, already quoted in nº 4.999
of the Enchiridion, makes it very clear. The same
thing occurs with the North American Episcopal
Conference statement of 1978. And, finally, there
is a relevant statement by the Pastoral Liturgical
Directorate of the National Secretariat of the
Liturgy in Spain... which is existent! It is true
that it does not share the mandatory nature that
the others have, but that Pastoral Liturgical
Directorate exists since 1987. That means that
there are rules in Spain since 1987. This is just to
awaken controversy, which is always interesting, I
guess (provided it is polite).
8BMUFS;BIOFS
I would like to make a brief comment, since Ignacio
Vicens has referred to many texts. In the II Vatican
Council’s constitution on the liturgy there are no
references to the pulpit. In the 1965 instruction
[Inter oecumenici] it says that two pulpits should
be placed, and a couple of months later, it was
corrected and said: «Well, no, one is enough».
No comment has been made about the pulpit;
however, there are pulpits in many churches. Then,
what to do with the pulpit in an already-existing
church? There are no rules as to whether it should
be used or not. That is, each community with
a pulpit must reflect on how to use it. If you ask
priests —and not only in Germany— if they must
use a pulpit, one half would say yes and the other
half would say: «I cannot use it». They all know of
a particular place where it is written down.
What I mean by that is the liturgy should always
be some kind of architect, though not everything
has been defined to the smallest detail. There is
always some scope for interpreting the texts and,
I hope, also the ideas of a theologian together with
the community. I would like architects to be able to
convey and explain all that in their language.
&TUFCBO'FSOÃOEF[$PCJÃO
Following on what Walter Zahner has just said, as
well as the speeches of the other two professors
esto. Pero antes yo quisiera decir, sobre la intervención de Esteban
Fernández Cobián, con el que me une todo, por supuesto, y discrepamos
en cosas puramente periféricas —no digo accidentales pero sí periféricas—, que yo no quisiera quedarme en las palabras. Que la discusión
sobre la jurisprudencia, siempre imprescindible para interpretar la
norma, lleva también a decir que la jurisprudencia la hace solamente
aquél que tiene la capacidad: los jueces. Y yo desde el principio me he
presentado aquí como un arquitecto que hace arquitectura. Y que no
tiene que interpretar la norma, sino cumplirla. Me parece. Creo. Estoy
plenamente convencido. No quiero interpretar las normas. Y las normas
están clarísimas. Es verdad que, a pesar de que están tan claras, se necesita un cierto trabajo. Pero no hay disposiciones que vayan en contra
de otras: no existen contradicciones. Aquí hay grandes liturgistas, podemos hablar con ellos ¡y no existen! contradicciones: lo que existe es
la posibilidad de interpretar.
Pero Cobián también hablaba de que no sólo la letra es importante,
sino también el espíritu: se ve clarísimamente. Cuando uno acepta el espíritu de la reforma litúrgica con esa voluntad de compromiso de la que
hablaba Juan Pablo II en el texto que he citado anteriormente, el espíritu
es claro: esa actuosa participatio, esa participación activa que lleva a
que, poco a poco, se vayan haciendo cada vez más cosas, nos conduce
a conclusiones bien claras. Y para ser concreto y bajando a detalles muy
concretos, la discusión sobre el altar cara al pueblo está cerrada desde
hace mucho tiempo. El que quiera abrirla que la abra, pero no está abierta.
He marcado aquí alguna de las cosas que están clarísimamente dichas:
GHVGH OD 2UGHQDFLyQ *HQHUDO GHO 0LVDO 5RPDQR Q KDVWD OD
carta del cardenal Lercaro, presidente del Consilium, del 30 de junio de
1965. Allí deja bien claro que la lengua vernácula es la que será utilizada,
que el altar debe ser versum populum y que es el más deseable en las
nuevas iglesias. El más deseable, punto. Ya solamente esa indicación hace
que el que quiera servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida
diga: si es el más deseable lo voy a hacer. En el Ordo dedicationis eclesiae et altaris, del 27 de mayo de 1977, se puede consultar el nº 3.758. La
instrucción Inter oecumenici, en su capítulo V, nº 91, que viene citado en
este Enchiridion en el nº 4.999, deja clarísima la cosa. Lo mismo ocurre
en la declaración de la Conferencia Episcopal Norteamericana, que es de
1978. Y por último, esta importante declaración del Directorio Litúrgico
Pastoral del Secretariado Nacional de la Liturgia de España, que ¡existe!
Es verdad que no tiene el carácter normativo que tienen las otras, pero
existe ese Directorio Litúrgico Pastoral que está hecho nada menos que
en 1987. Es decir, que en España, desde 1987, tenemos unas normas. Pero
esto es para despertar la polémica, que siempre es interesante, yo creo (si
HVHGXFDGD
8BMUFS;BIOFS
Voy a hacer un pequeño comentario, porque Ignacio Vicens ha hecho
referencia a muchos textos. En la constitución sobre liturgia del Concilio
"SRVJUFDUVSBTEFMPTBHSBEP.FNPSJBZQSPZFDUP
&45&#"/'&3/¦/%&;$0#*¦/ (*03(*0%&--"-0/(" 8"-5&3;")/&3 *(/"$*07*$&/4)6"-%&
Vaticano II no existe ninguna referencia sobre el ambón y el púlpito. En la
instrucción de 1965 [Inter oecumenici] se dice que deberían colocarse dos
ambones, y un par de meses después se corrige y se dice: —«Bueno, no,
es suficiente con uno».
Sobre el púlpito no se ha hecho ningún comentario, y sin embargo el
púlpito es algo que existe en muchísimas iglesias. Entonces, ¿qué se hace
con el púlpito en una iglesia existente? No hay reglas sobre si se tiene que
usar o si no se debe usar. Es decir, cada comunidad que posea un púlpito
debe reflexionar sobre cómo usar ese púlpito. Si ustedes preguntan a los
sacerdotes —y no sólo en Alemania— si se debe usar un púlpito, la mitad
diría que sí y la otra mitad diría: —«No puedo usarlo». Y todos conocen
un lugar concreto en el que esto está escrito.
Lo que quiero decir con ello es que la liturgia siempre debe ser una
especie de arquitecta, pero no está todo claramente definido hasta el último detalle: siempre queda un pequeño ámbito de interpretación de los
textos y espero que también de las ideas de un teólogo en conjunto con una
comunidad. Y todo esto me gustaría que el arquitecto, con su idioma, lo
pudiera transmitir y exponer.
&TUFCBO'FSOÃOEF[$PCJÃO
Al hilo de lo que acaba de decir Walter Zahner y de las intervenciones de
los otros dos profesores de la mesa redonda, mañana tendremos la oportunidad de ver un vídeo de una entrevista a Álvaro Siza, a propósito de la
iglesia de Marco de Canaveses. En esa entrevista, Siza dice que antes de
acometer el proyecto de Marco de Canaveses pidió consejo a tres teólogos,
tres liturgistas. Tuvieron varias reuniones, y él se dio cuenta de que no se
ponían de acuerdo entre sí. Había un debate abierto. Él, desde luego, no
estaba muy puesto en el tema —él es católico de cuando, de niño, iba a
misa y poco más—, pero veía que había una discusión, algo que no había
manera de conciliar entre los tres. Y entonces decidió, con su sensibilidad
y con su oficio de arquitecto, acudir a la tradición portuguesa. Es decir:
¿cómo se construye una iglesia en Portugal? Pues si estos señores no
son capaces de decirme cómo se construye una iglesia, yo voy a hacerla
recogiendo las cosas que considero valiosas que deben tener o han tenido
siempre las iglesias en Portugal. Y así trabajó él. Quiero decir con esto que
ahora mismo el edificio litúrgico —el edificio normativo— es un edificio
que tiene una cierta ebullición interna. Yo, desde luego no me siento autorizado para leerlo —yo no soy liturgista, ni mucho menos— pero sí que
percibo esa ebullición.
1BSUJDJQBOUFBOÓOJNP
Yo querría comentar un ejemplo muy concreto con una problemática muy
concreta: la Catedral de Santiago, de planta de cruz latina, con un eje horizontal aproximadamente igual que el brazo largo. El altar original estaba
en medio de la capilla mayor, sobre la tumba del Apóstol, con el baldaquino
acompañándolo. Una situación con mucha fuerza, con mucha carga simbólica. Cuando el Concilio Vaticano II sugirió el cambio, dentro de la capilla
mayor se adelantó un poco el altar, ya de cara al pueblo. Así estuvo algunos
*$POHSFTP*OUFSOBDJPOBMEF"SRVJUFDUVSB3FMJHJPTB$POUFNQPSÃOFB
in the panel discussion, tomorrow we will have
the chance to watch a video of an interview
with Álvaro Siza, with regard to the Marco de
Canaveses church. Siza says in that interview that,
before tackling the Marco de Canaveses project,
he sought the advice of three theologians, of three
liturgy experts. They met several times and he
noticed that they would not agree with each other.
There was an open discussion. He was not an
expert on the subject —he is a Catholic because he
used to go to mass as a child, and little else—, but
he could see that there was an argument, something
upon which the three of them could not agree. Then
he decided, thanks to his sensitiveness and his
career as architect, to turn to Portuguese tradition.
That is to say: how are Portuguese churches built?
Since these gentlemen are incapable of telling me
how to build a church, I will make it by compiling
all those things which I consider to be useful from
past or present Portuguese churches. That is how
he worked. What I mean is that, nowadays, the
liturgical building, the mandatory building, is a
building with a certain internal turmoil. I certainly
do not feel legitimated to read it —I am no liturgy
expert, at all— but I do perceive that turmoil.
"OPOZNPVTQBSUJDJQBOU
I would like to comment upon a very specific
example with some specific problems: Santiago
Cathedral, with a Latin cross plan, with a
horizontal axis almost as long as the longer
one. The original altar was in the middle of the
main chapel, above the Apostle’s tomb, with
an accompanying baldachin. A very powerful
scenario, with a strong symbolic load. When the
II Vatican Council suggested the change, the
altar inside the main chapel was brought a little
forward, already facing the people. It remained
thus for several years. Now it has an interim
intermediate situation: so as to make it more
visible from the side naves, the altar has been
brought even more to the front until the start of
the crossing. Not till the centre, since the censer
is at the centre. In this position, the altar may
certainly be seen from the sides. Some of us
—me, working at the cathedral— believe that
since the accompaniment of the chapel has been
removed, with all those paintings, sculptures and
architecture, it has lost plenty of strength, plenty
of it. Now it appears to be lost, leaning on one
end of the crossing. This is an interim situation:
a wooden altar upon a wooden stage. They want
to make a definitive one, but most of the Chapter
wants to have it made of marble, for instance.
However, they are not considering bringing it
back again so that it stands under the shelter of the
chapel dome. If you ask architects in general, they
suggest that it should be moved a little backwards
so that the architecture shelters and reinforces
the altar. However, the Chapter prefers a good
visibility from the lateral naves. Architecture does
-"-*563(*"$0.0130(3"."
not matter much. This is the problem and I would
like to listen to some of your opinions.
(JPSHJPEFMMB-POHB
I am acquainted with the problem of the
Santiago Cathedral, but, anyhow, it came up
because the paralysis of contemporary culture
as regards the past is perfectly visible there.
Just to reassure you, I would say that 95% of
Italian cathedrals —there is 226 of them— have
temporary arrangements 40 years after the
completion of the II Vatican Council.
I think that this is an underlying problem which
does not only respond to this specific case. I believe
that the underlying problem is precisely a cultural
problem about pre-existence. When Ignacio
Vicens said that nowadays you cannot escape
mediocrity, that is right, because —I can see it in
Italy— I have done two research works about the
liturgical adequacy of Italian cathedrals, and this
temporary mediocrity is the situation assumed by
the upper instances because mediocrity offends
nobody. That is the great offence to the Church’s
cultural heritage. However, unfortunately, it
has been accepted by the Church, except for a
few personalities out of the norm, a few cases.
Please notice that people have spoken today
about Cardinal Lercaro; an architect who knew
Cardinal Lercaro will speak tomorrow and I do
not know what he is going to say about him. But
nowadays people still talk about a cardinal who
was sent to the Bologna diocese 35 or 40 years
ago because he was a nuisance.
However, although the diocese client —the
Church— is a weak client because they do not dare
to make progress with enough strength, I believe
that the problem must be solved. I do not know
whether I am making myself clear. I believe that
the challenge facing Spanish cathedrals is hugely
problematic, even if it is just for heritage; because
the value of buildings —whether they are big
schools, chapters, deacon’s houses— practically
excludes the possibility of liturgical adaptation. I
think that is a general cultural problem: nowadays
mediocrity is accepted, unfortunately, because it
offends nobody. If excellence were to be adopted
nowadays, nobody would be able to support it;
nobody would take responsibility for it.
*HOBDJP7JDFOT
I totally agree, but I would like to add something
else. We are living through times in which the weak
thought has infected us to such an extent that,
without noticing —without noticing even when
we are critical about it— it pervades everything.
In countries such as this one, or Italy, or so many
others, where you cannot find a single cathedral
which is consistent till the smallest detail, where
people did not hesitate to add Baroque altarpieces
to Romanesque buildings —excellent ones, both of
them—; where flat Neo-classical doors had been
done until the 18th century for Gothic structures,
años. Ahora existe una situación provisional intermedia, en donde para que
se vea mejor desde las naves laterales, el altar se ha adelantado todavía más
hasta el comienzo del crucero. No hasta el centro, porque en el centro está
el botafumeiro. Es una situación en la que, en efecto, el altar se ve desde
los laterales. Algunos —entre ellos yo, que trabajo en la catedral— pensamos que al quitarle el arrope que le daba la capilla, con sus intervenciones
pictóricas, escultóricas y arquitectónicas ha perdido mucha fuerza: mucha
fuerza. Y ahora, arrimado a un extremo del crucero, está como perdido. Es
una situación provisional: un altar de madera sobre una tarima de madera.
Se quiere hacer definitivo, pero la mayor parte del cabildo quiere hacerlo
bien: en mármol, por ejemplo. Pero no se plantean retrasarlo un poco para
que vuelva bajo el cobijo de las bóvedas de la capilla. Cuando se pregunta
a arquitectos en general, sugieren que hay que retrasarlo un poco para que
la arquitectura cobije y de fuerza al altar, pero el cabildo se decanta por que
se vea bien desde las naves laterales. La arquitectura importa poco. Existe
este problema y me gustaría conocer la opinión de alguno de ustedes.
(JPSHJPEFMMB-POHB
Conozco el problema de la Catedral de Santiago, pero de cualquier manera ha surgido porque en él se ve exactamente cuál es la parálisis de
la cultura actual respecto a la del pasado. Para tranquilizarle, debo decir
que el noventa y cinco por ciento de las catedrales en Italia —que son
doscientas veintiséis— tienen adecuaciones provisionales a los cuarenta
años de haber terminado en Concilio Vaticano II.
Yo creo que el problema es un problema de fondo, que no sólo responde al caso de este problema específico. Pero creo que el problema
de fondo es precisamente un problema cultural sobre las preexistencias.
Cuando Ignacio Vicens decía que hoy no se puede salir de la mediocridad
es exacto, porque —y yo lo veo en Italia: he realizado dos trabajos de
investigación precisamente sobre la adecuación litúrgica de las catedrales
italianas— la mediocridad provisional es la situación que se ha aceptado
desde las instancias superiores: porque lo mediocre no molesta. Esa es la
gran ofensa al patrimonio cultural de la Iglesia. Sin embargo —y desgraciadamente—, ha sido aceptada por la Iglesia, salvo escasas personalidades que se salen de lo normal, pocos casos. Fíjense: habrán notado que hoy
se ha hablado del cardenal Lercaro; mañana hablará un arquitecto que ha
conocido al cardenal Lercaro y no sé que cosas dirá sobre él. Pero hoy se
sigue hablando de un cardenal al que hace treinta y cinco o cuarenta años
se le envió a la diócesis de Bolonia porque era incómodo.
Sin embargo, creo que hoy, aunque el comitente diocesano —la
Iglesia— sea un comitente débil porque no arriesga en avanzar con la fuerza
debida, el problema deberá resolverse. No sé si me estoy explicando. Creo
que el reto de las catedrales españolas es enormemente problemático, aunque sólo sea para el patrimonio, porque el valor de los edificios —sea el caso
de las grandes escuelas, de los cabildos, de los diaconías— prácticamente
excluye la posibilidad de la adecuación litúrgica. Creo que es un problema
cultural general: que hoy, por desgracia, se acepta la mediocridad porque,
"SRVJUFDUVSBTEFMPTBHSBEP.FNPSJBZQSPZFDUP
&45&#"/'&3/¦/%&;$0#*¦/ (*03(*0%&--"-0/(" 8"-5&3;")/&3 *(/"$*07*$&/4)6"-%&
en el fondo, es lo que no molesta a nadie. Y si hoy se adoptase la excelencia,
nadie sería capaz de sostenerla, de responsabilizarse de esa excelencia.
*HOBDJP7JDFOT
Estoy totalmente de acuerdo, pero quisiera matizar otra cosa también.
Vivimos en una época en la que el pensamiento débil nos ha contaminado
de tal manera que sin darnos cuenta —sin darnos cuenta incluso aunque
seamos críticos con él— nos empapa. En un país como el nuestro o como
Italia o como muchos otros en los que no es posible encontrar una sola
catedral coherente hasta el último detalle, en los que sin ningún tipo de
miedo se han introducido retablos barrocos en edificios románicos, excelentes ambos; en los que hasta el siglo XVIII se hacían puertas llanas
neoclásicas en estructuras góticas, como en la Catedral de Toledo; en
donde cada época, con seguridad en sí misma y con la voluntad de cantar
a Dios en su propio idioma, era capaz de intentar hacer lo mejor sin
ningún tipo de miedo, hoy hemos caído en el paura l’sbaglio, el miedo
a equivocarnos, porque todos estamos inficionados en ese pensamiento
débil. Creo que era Heine, el que un día, paseando cerca de la Catedral
de Colonia, le comentó a un amigo:
— ¿Cómo es posible que nuestros antepasados hicieran estas maravillas y
nosotros sólo seamos capaces de acometer pequeñas intervenciones?
— Mi querido Heinrich —le contestó el otro—: nuestros antepasados
tenían certezas, y nosotros, sólo opiniones.
¿Por qué seguimos construyendo estructuras provisionales en las iglesias cuarenta años después del Concilio? Porque seguimos con miedo a
equivocarnos. Porque no tenemos certezas. Porque no queremos amar lo
que la Iglesia nos dice. ¡Si la Iglesia es extraordinariamente comprensiva!
Hay toda una serie de directorios para actuar: por supuesto en las iglesias
nuevas, pero también en las antiguas, donde se nos dice: —Ni se os ocurra
tocar las cosas buenas que hay. No hay por qué quitar los altares maravillosos. Es verdad que nos dicen que sólo puede haber un altar, para que quede
claro que sólo puede haber un lugar de sacrificio. Ya no existen los otros.
Pero ni se os ocurra tocar los altares maravillosos que los siglos precedentes
hicieron. Dejadlos como objetos, no como altares. Quitadles los manteles.
No les pongáis flores, ni velas ni cristos ni nada. Que queden como objetos
bellos, pero no como altares.
La polémica con el púlpito, algo obsoleto hoy en día cuando existen
los micrófonos —que casi siempre funcionan— y por lo tanto no hay
que ponerse en el centro de la iglesia para que la gente oiga, está en esa
misma línea. Si el púlpito es un objeto bellísimo —cualquiera de esos
púlpitos barrocos maravillosos—, no se puede tocar: es un objeto. Pero
no tiene sentido, cuando se puede hablar con un micrófono sin moverse
del sitio. Lo importante es amar lo que se nos dice y acometerlo sin
miedo, con la convicción de que eso funciona. Y entonces no nos equivocaremos, como no se equivocaron los que introdujeron retablos barrocos
en la Catedral de Santiago o en las demás catedrales. ¡Y mira que era
bueno lo que tenían antes!
*$POHSFTP*OUFSOBDJPOBMEF"SRVJUFDUVSB3FMJHJPTB$POUFNQPSÃOFB
such as at the Toledo cathedral; where people
from each epoch, self-confident people wishing to
praise God in their own language, were capable
of trying to do their best without any kind of fear;
nowadays we have fallen into paura l’sbaglio, the
fear of making mistakes; because all of us are
infected by that weak thought. I believe it was
Heine, who once told a friend while taking a stroll
along Cologne cathedral:
— How is it possible that our ancestors built
these wonders while we can only tackle small
interventions?
— Dear Heinrich —answered the other one—:
our ancestors had certainties while we just
have opinions.
Why are temporary structures still built in
churches 40 years after the Council? Because
we are still afraid of making mistakes, because
we have no certainties, because we refuse to love
what the Church is telling us. But the Church is
extraordinarily understanding! There is a whole
series of guidelines for action: of course, for
new churches, but also for the old ones. They are
telling us: dare not touch the already-existing
good things. There is no reason to remove those
wonderful altars. They certainly tell us that there
can be only one altar, so as to make it clear that
there can only be one place for the sacrifice. There
are no others anymore. However, do not dream of
removing the wonderful altars made during past
centuries. Leave them as objects, instead of altars.
Remove the tablecloths. Do not place flowers,
candles or Jesus Christ, nothing. They must
remain as beautiful objects instead of altars.
About the pulpit controversy, which is obsolete
nowadays when there is a PA system —usually
operative—, therefore there is no need to stand
at the church centre so as to be heard by people,
it goes along the same line. If the pulpit is an
incredibly beautiful object —any of those wonderful
Baroque pulpits—, then it cannot be touched: it is
an object. However, it makes no sense when you
can speak through a microphone on the spot. The
important thing is to love what you are told and to
face it fearlessly, with the conviction that it works.
Then we will make no mistakes, just like those who
added Baroque altarpieces to Santiago cathedral
or anywhere else did not make a mistake. And what
a good thing they already had!
$BSMFT&MÎBT
I am a priest from the Barcelona diocese currently
based in San Feliú de Llobregat. I studied
architecture, I worked as an architect for a few
years and I also studied liturgy. For those reasons,
my concern is treble: as a pastor —the bishop’s aid
or collaborator—, as a liturgy expert and as an
architect. I think that dialogue is hard; it is rather
complicated, like Esteban Fernández Cobián has
said. We all believe that we are right. Architects
are a bit as a pharaoh, sometimes you sense some
-"-*563(*"$0.0130(3"."
kind of despotism in those who have the upper
hand, particularly in those who pay —as we say
in Catalonia: if you pay, you order—; and that
makes it very hard to have quality works.
According to my experience, there is little
architectural quality, too much liturgical confusion
—people do not know the liturgy well— and, on top
of that, with the usage given to churches, things do
not work out because there is a lack of pastoral
practice. That is, sometimes liturgy experts
are theoreticians; architects do not understand
religious practices either, so things must be
corrected daily: issues of adequacy to use. I
have requested some dialogue and I have been
wondering what you can do so as to foster that
dialogue, so as to get some results which are not,
at least, disastrous. Because it is people who pay
in the end —the bishopric and the people— and
damage is visible and you need to undo things so
as to rebuild them again, so people have to pay for
it again. I believe that what has been said about
mediocrity is real and that some mechanisms must
be found in order to achieve some more rigour,
coherence and accurateness in things.
Some things are clear: for example, polycentrism.
The Council’s provisions state that the altar must
be the focus where people’s attention naturally
converges. It is very difficult to achieve what Mr.
Vicens has said: there are many foci but there has
to be a priority one, which is the altar. There are
so many issues around which people are confused.
There has to be an engine, somebody saying: it is
so. I do not know if you understand it.
.JHVFM¦OHFM(PO[ÃMF[
This is a very interesting dialogue among liturgy
experts and architects, and I wonder: what is the
role of the temple user? What is going on? I can
see a huge problem, a very serious problem with
training and education: mediocrity is accepted as
a wonderful thing. Even in the parishioners’ own
lives, in everything they use, there is mediocrity.
Here, in these fields where we are detached
from the cultivated elites, the solutions provided
cause no problem because people like vulgar
things; unfortunately... Olot is still very popular
here! Contemporary art —particularly in the
adaptations, in those actions which should be
faced with a certain will of making them more upto-date, of not fearing them— this always clashes
with people, since they will reject them. I could
quote some clarifying cases. I would even say
that priests’ training was very limited, given that
bishops themselves had rather mediocre tastes.
Those tastes were rendered into the seminarians’
education: there was no subject for that training
at seminars. This whole problem dates from a
long time ago and it has no simple solution. When
somebody tries to do something which is really upto-date, that will be rejected. This is a sad thing.
For that reason, we still encounter today some
actions in churches of the 21st century which plan
$BSMFT&MÎBT
Soy un sacerdote de la diócesis de Barcelona que actualmente vivo en San
Feliú de Llobregat. Estudié arquitectura, trabajé como arquitecto unos años
y también estudié liturgia. Por eso tengo una triple preocupación: como
pastor —como ayudante o colaborador del obispo—, como liturgista y
como arquitecto. Creo que el diálogo es difícil, es bastante complicado,
como decía Esteban Fernández Cobián. Todos nos creemos con razón. El
arquitecto es un poco faraón; a veces se ve un poco de despotismo en los
que mandan, sobre todo en los que pagan —como decimos en Cataluña, el
que paga manda—; y así es muy difícil que los trabajos sean de calidad.
Mi experiencia es que hay poca calidad arquitectónica, bastante despiste litúrgico —no se conoce bien la liturgia— y después, con el uso que
se da a las iglesias, no acaban de funcionar bien las cosas porque falta
la práctica pastoral. Es decir, que a veces los liturgistas son teóricos, los
arquitectos tampoco comprenden mucho la práctica religiosa, y luego en
el día a día hay que corregir temas, temas de adecuación a los usos. Claro,
yo reclamaba esto: que hubiera un diálogo. Y me preguntaba cómo se podría hacer para fomentar ese diálogo, para que luego los resultados como
mínimo no fueran desastrosos. Porque al final la que paga es la gente —el
obispado y la gente—, y los daños quedan a la vista y hay que deshacer
las cosas y volverlas a hacer nuevas. Y eso lo tiene que volver a pagar la
gente. Y me parece que lo que comentamos de la mediocridad es real y que
se tendrían que buscar mecanismos para que hubiera un poco más de rigor,
de coherencia y de exactitud en las obras.
Y hay cosas que son claras. Por ejemplo, lo del policentrismo. Las disposiciones del concilio dicen que el altar ha de ser el foco donde converja de
forma natural la atención de la gente. Y es muy difícil realizar lo que decía
usted, Vicens: que hay muchos focos pero ha de haber un foco prioritario,
que es el altar. Y así tantos temas en los que hay una cierta confusión. Hace
falta alguien que empuje, que diga: esto es así. No sé si me explico.
.JHVFM¦OHFM(PO[ÃMF[
En este diálogo tan interesante entre liturgistas y arquitectos me pregunto
dónde queda después el usuario del templo. ¿Qué pasa? Yo veo un grave
problema, un gravísimo problema de formación y de educación: que se
acepta la mediocridad como una cosa maravillosa. Porque en la propia vida
de esos feligreses, en casi todo lo que usan, existe la mediocridad. Y aquí,
en estos ambientes en los que estamos alejados de esas élites más cultas, las
soluciones que se han dado no causan problema porque a la gente le gusta,
por desgracia, lo vulgar... ¡Olot sigue teniendo aquí un éxito tremendo! Y
el arte contemporáneo —sobre todo en la adaptación, en esas actuaciones
que se deberían acometer con una cierta voluntad de hacerlas actuales y de
no tener miedo a ellas— choca enseguida con la gente, que las rechaza. Se
podrían contar algunos casos que serían esclarecedores. Incluso yo diría
que la formación de los propios sacerdotes ha sido muy limitada, porque los
mismos obispos tenían unos gustos mediocres. Y esos gustos se han traducido en la educación de los seminaristas: no existía ninguna asignatura en
los seminarios para formarlos. Todo eso es un problema que viene de atrás
"SRVJUFDUVSBTEFMPTBHSBEP.FNPSJBZQSPZFDUP
&45&#"/'&3/¦/%&;$0#*¦/ (*03(*0%&--"-0/(" 8"-5&3;")/&3 *(/"$*07*$&/4)6"-%&
y que no se puede resolver fácilmente. Y cuando alguien intenta hacer algo
verdaderamente actual, encontrará un rechazo. Y es triste que así sea. Y
por eso nos seguimos encontrando con actuaciones en iglesias que hoy, en
el siglo XXI, siguen planteando unos ornitorrincos compuestos de un altar
neorrenacentista, un sagrario neorrománico, un santo de pacotilla, unas
cosas espantosas pero que parece ser que tienen la aprobación de los que la
encargan y de los que las usan. Este es un problema que es complejo, pero
creo que también debería valorarse a la hora de ir enriqueciendo todo este
planteamiento de cómo la belleza debería estar más metida en nuestra vida,
y no quedarse solamente en las teorías.
*HOBDJP7JDFOT
Quisiera decir algo. Creo en el valor formativo de la liturgia. Cuando se
explica a la gente la diferencia que existe entre la sede, que es el lugar donde
el sacerdote, cuando está presidiendo, convoca a la asamblea de los fieles;
el ambón, que es el lugar donde se lee la palabra de Dios —¡donde se lee la
palabra de Dios!, no donde se dice «mañana tendremos nosequé, reunión de
jóvenes...»: eso, desde otro sitio—; cuando se vive bien la liturgia y se utiliza
el ambón sólo para proclamar la palabra de Dios, no la interpretación que
pueda hacer otro ni siquiera para dar los avisos que hay; cuando después
se llega al momento en que toda la atención se concentra en el altar —que,
efectivamente, debe ser el centro del espacio— y empieza lo verdaderamente nuclear, una vez que ya nos hemos calentado —perdón por la expresión:
estoy hablando como si estuviera hablando a mis alumnos, a los que hay que
explicarles las cosas con este lenguaje tosco, deportivo, pero que es el único
que pueden entender—, eso es extraordinariamente didáctico. Entienden el
sacrificio de la misa, que no es solamente un sacrificio, sino que también es
muchísimas cosas más: es una realidad muy compleja, porque también está
la eucaristía, además del sacrificio, también está la lectura de la palabra de
Dios... Esa cosa tan compleja se la damos masticada, se la damos separada.
¿Dónde está la gente aprendiendo? Yo confío en el poder de la liturgia
para enseñar a la gente. Y no me interesan en cambio nada, ¡nada!, aproximaciones del tipo me gusta-no me gusta, excitar su piedad o no.... ¿Cómo
podemos intentar, por favor, a estas alturas del partido, intentar excitar la
piedad de los fieles, es decir, intentar que ante una determinada realidad
como es el arte sacro de una iglesia haya reacciones unánimes de gente tan
radicalmente diferente como es el pueblo de Dios, que es lo más proteico
que existe?: intelectuales, amas de casa —que son también intelectuales en
muchos casos—, labradores, jóvenes y viejos... ¡todo el mundo es pueblo de
Dios! ¿Cómo podemos pretender que todo el mundo tenga las mismas reacciones ante un hecho tan complejo como es la arquitectura? Abandonemos
todo eso. No pensemos en qué piensan los demás. Ofrezcámosles lo que la
Iglesia ofrece: una liturgia que es parlante y que enseña. Y que es didáctica.
Yo creo en el valor de la liturgia. Eso es lo que debemos ofrecer.
8BMUFS;BIOFS
Quiero citar dos ejemplos que, por supuesto, no son generalizables. El
primero es la Catedral de Münster, en Westfalia. En la Segunda Guerra
*$POHSFTP*OUFSOBDJPOBMEF"SRVJUFDUVSB3FMJHJPTB$POUFNQPSÃOFB
some duck-billed platypus consisting of a NeoRenaissance altar, a Neo-Romanesque tabernacle,
a slapdash saint plus some terrible things which
seem to be approved by the commissioners and the
users. This is a complex problem, but I believe that
it should be considered when trying to foster this
approach according to which beauty should be a
greater part of our loves, and not just a theory.
*HOBDJP7JDFOT
I would like to say something. I believe in the
training value of the liturgy. When you explain to
people the difference between the see, which is the
place where the presiding priest calls the assembly
of the faithful; the pulpit, which is the place from
where God’s words are read —where God’s words
are read!, not where you say there is a do tomorrow,
youth meeting, whatever... that should be done
somewhere else—. When the liturgy is well lived
and the pulpit is only used for reading out God’s
words, not somebody’s interpretation, even for
giving announcements; when the moment when
the whole attention is focused on the altar arrives
—which must certainly be the centre of space—,
when the core thing starts, after the warming
—up-forgive my expression, I am speaking as if I
was addressing my students, you need to explain
things to them in this crude, sporty language, since
it is the only one they can understand—, that is
extraordinarily pedagogical. They understand the
sacrifice of mass, which is not just a sacrifice, but
many other things: it is a very complex reality, since
the Eucharist is there too, apart from the sacrifice;
there is also the reading of God’s words... All that
complex stuff is pre-digested for them, separately.
Where are people learning? I trust in the power
of the liturgy for teaching people. I am not at all
interested in statements such as: I like it, I don’t,
moving them to piety or not... How can we, at this
stage of the game, try to move the believers to
piety, i.e., to try to elicit unanimous reactions from
such radically different people before the sacred
art of a church, when God’s people are the most
protean thing that there is? We are talking about
intellectuals, housewives —sometimes intellectual
housewives—, peasants, young and old...
Everybody is God’s people! How can we expect
everyone to react in the same way to something
as complex as architecture? Let us forget all that.
Let’s not think about what the others are thinking.
Let’s offer them what the Church has to offer: a
talking and teaching liturgy, a pedagogical one. I
believe in the value of the liturgy and that is what
we should offer.
8BMUFS;BIOFS
I would like to quote a couple of examples which
cannot be generalised, of course. The first one is
the Münster cathedral, in Westphalia. Most of it
was destroyed in the II World War and it had to
be reconstructed and opened in the mid 50s. The
bishopric called a small contest in which people
like Rudolf Schwarz & Emil Steffan took part. The
-"-*563(*"$0.0130(3"."
contest was won by Emil Steffan, who started a
dialogue with the bishop. His key idea was that the
cathedral was the bishopric centre. Every priest
would be consecrated there and would be sent to
their corresponding communities from there. Was
it possible to rebuild that cathedral in 1951 or
1952 the way it was before, i.e., placing the altar at
the previous position, away from people or should
they do as the liturgy and Pope Pio XII were
proclaiming: that the liturgy should constitute the
centre of humankind and of Jesus Christ’s death
and resurrection? If the liturgy was the centre, then
it had to be at the centre of humankind, of people:
also at the centre of a cross plan.
The Cathedral Chapter was split in half: they could
not make a clear decision. Then the bishop said:
These are the 50s and we want the altar, i.e., Christ,
to be at the centre of our church. Let us remember
that it was in 1952, and this caused a certain
disagreement among the bishops. A few years
later, the other cathedrals, around 30 of them, were
rebuilt in the same fashion. The Münster bishopric
had been a pioneer in that time and had acted as
a role-model. They said that he was a progressive
bishop and he was so lucky to have it made exactly
thus. However, what he had done was to materialise
the basic thought of the liturgy.
I will now explain the second example more
briefly: Saint Jude Thaddeus church in Karlsruhe,
which I have already shown you. Ottokar Uhl
completed it 10 years after the contest. It was not
a money issue, or a matter of quarrels or lack of
acceptance of his project: the architect wanted
the community members to take an active part in
the expression and materialisation of this church.
This took a period of 6 or 7 years, given that it
was (and still is) a very conservative community.
Actually, this is a church which lacks an open or
a closed ring plan, because a great part of the
community members were of Russian origin; very
simple people who would not assume that sort of
expression. So the architect took his own time and,
I cannot give you an exact number, but I guess
that he organised around 100 meetings so as to
discuss with the community members. Every week
he would meet a different group of people and,
finally, he managed to encourage and convince
the members of this community. Naturally, this
was only possible because he had the support both
of the bishopric and the priest. If he had wanted
to get this building done in a quick, precise and
decided way, he would have never achieved it. Or
maybe it would have become a church without
community. His idea of participation was very
complex, but I guess that the solution shows that
the effort was worth it; which is something that
cannot be achieved always and everywhere.
Mundial se destruyó en gran parte, y a mediados de los años cincuenta debía ser reconstruida y abierta. El obispado convocó un pequeño concurso
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concurso lo ganó Emil Steffan, que comenzó un diálogo con el obispo.
Su idea central era que la catedral era el centro del obispado. Aquí se
consagrarían todos los sacerdotes y desde aquí irán a sus respectivas comunidades. ¿Se podía, en 1951 ó 1952, reconstruir esta catedral tal como
estaba antes, es decir, por ejemplo, colocar el altar en su posición inicial,
lejos del pueblo, o se debería, por el contrario, realizar lo que la liturgia
y el papa Pío XII proclamaban: que la liturgia debería ser el centro de
la humanidad y de la muerte y resurrección de Cristo? Si la liturgia era
el centro, tenía que estar en el centro de la humanidad, de los hombres:
también en el centro de una planta en forma de cruz.
El cabildo de la catedral estaba dividido al cincuenta por ciento: no podía
tomar una decisión clara. Entonces el obispo dijo: —Estamos en los años
cincuenta y queremos que el altar, es decir, Cristo, esté en el centro de nuestra
iglesia. Recordemos que era el año 1952, y esto provocó una cierta desavenencia con otros compañeros también obispos. Al cabo de unos años, las
otras catedrales, aproximadamente treinta, fueron reconstruidas del mismo
modo. El obispado de Münster se había adelantado un poco a su tiempo y
había actuado de forma ejemplar. Se decía que era un obispo progresista, y
tuvo mucha suerte de que esto se realizase exactamente así. Pero en realidad
lo que había hecho era materializar el pensamiento básico de la liturgia.
El segundo ejemplo voy a exponerlo de forma más breve: la iglesia de
San Judas Tadeo, en Karlsruhe, que he enseñado. Ottokar Uhl la terminó
diez años después del concurso. No se trataba de una cuestión de dinero, ni
de una cuestión de disputas o de no aceptación de su proyecto: el arquitecto
deseaba que los miembros de la comunidad participasen de forma activa en
la expresión y en la materialización de esta iglesia. Y esto llevó un periodo
de tiempo de seis o siete años, porque esta comunidad era y es muy conservadora. En realidad es una iglesia que no tiene ni una planta abierta ni de
anillo cerrado, porque gran parte de las personas que formaban parte de esta
comunidad era gente que había venido de Rusia; gente muy sencilla, que no
podía asimilar este tipo de expresiones. Pero el arquitecto se tomó su tiempo
y, no podría decir un número exacto, pero diría que realizó aproximadamente cien reuniones para dialogar con los miembros de esta comunidad. Cada
semana se reunía con un grupo diferente de personas, y al final consiguió
animar y convencer a esta comunidad. Y naturalmente, esto sólo fue posible
porque tanto el sacerdote como el obispado le prestaron todo su apoyo. Si él
hubiese querido realizar esta construcción de forma rápida, precisa y decidida, nunca lo hubiese podido hacer. O se hubiese convertido en una iglesia
que no tendría comunidad. Su idea de participación era muy compleja, pero
creo que la solución demuestra que realmente el esfuerzo ha valido la pena,
algo que no siempre, ni en cualquier parte, puede realizarse.
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Having listened to the lectures this morning and
afternoon, I would like to take part a little bit in
this dialogue from the viewpoint of the liturgy.
Después de haber oído esta mañana y por la tarde las conferencias, yo
quisiera participar un poquito de este diálogo desde el punto de vista de
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la liturgia. Soy doctor en liturgia por la Universidad de San Anselmo, de
Roma, y quisiera agradecer al profesor Vicens que haya explicado muchos
aspectos en los que ese diálogo liturgia-arte es muy importante. Y ahora
al final, agradecerle esta afirmación que ha hecho de que la liturgia educa
y forma.
De algunos puntos que he oído, destacaría la importancia de la liturgia desde el punto de vista del misterio: que cuando de verdad se tiene
el sentido del misterio, las cosas cambian, también para el arquitecto. Y
decir misterio no quiere decir una cosa absolutamente incomprensible,
sino que quiere decir algo a lo que se accede por la fe. Veo muy difícil
que una persona que trabaja con las formas, con los elementos, etc., pueda
llegar desde una actitud indiferente o desde una actitud de no creencia a
una realización que sea significativa para el que tiene fe. Me parece que
eso es fundamental.
Cuando ustedes han aludido a algunos elementos de la liturgia, me
parece que ahí habría que destacar, por ejemplo, la participación activa
como algo querido por la constitución Sacrosanctum Concilium y todos
los demás documentos de la reforma del Concilio Vaticano II. Pero también hay otros aspectos que no se deben olvidar, como por ejemplo los
ministerios, los signos, los símbolos —también ustedes han aludido a
ellos— o la asamblea. Y debemos distinguir mucho lo que es de Dios, que
es lo primero en la liturgia. Es decir, en la liturgia la iniciativa siempre
la toma Dios, y el hombre simplemente responde ayudado por la fe y por
la gracia. Creo que eso es también decisivo a la hora de plasmar en la
arquitectura lo que los documentos afirman.
Sobre ese tema de que hay muchos documentos que dan la impresión
de que se oponen unos a otros, yo también creo, con el profesor Vicens,
que no se oponen, sino que la Iglesia va caminando con los hombres y,
lógicamente, va descubriendo cosas. Y por tanto, hay momentos en los
que no lo tiene del todo claro, pero hay otros momentos en los que determinadas cosas ya las puede señalar como doctrina firme. Y eso está en los
documentos. Por ejemplo, en la Ordenación General del Misal Romano
hay afirmaciones que no estaban en la primera edición: después de varias
ediciones algunas cosas se han corregido, otras se han añadido. Quiero
decir con esto que la Iglesia no renuncia —todo lo contrario— a la creatividad. En materia de arte y de belleza la Iglesia no está cerrada a ninguna
forma, a ninguna, siempre que esté en el espíritu de la liturgia, que ustedes
han comentado partiendo de Guardini, aunque también hay otras personas
que, desde Guardini, han profundizado en eso.
Termino con el ambón. El tema del ambón está muy claro en la
Ordenación General del Misal Romano: que no debe haber dos ambones,
que una cosa es el atril y otra cosa es el ambón, que el ambón es únicamente para la palabra de Dios —lo ha dicho también el profesor Vicens— y
el atril es un instrumento que ayuda en otros momentos. Pero igualmente
habría que destacar la sede y el altar. El altar tiene una importancia tan
grande en la celebración litúrgica que antes y durante la celebración es el
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I have a PhD in Liturgy by the San Anselmo
University of Rome, and I would like to thank
Professor Vicens for explaining many aspects
where the dialogue between liturgy and art is very
important. I would also like to thank him for his
final point that the liturgy trains and educates.
As regards some of the opinions I have heard, I
would point out the importance of liturgy from the
viewpoint of mystery: if you really possess the sense
of mystery, things change, also for the architect.
When I say mystery, I do not refer to something
which is incomprehensible, but to something that can
be accessed through faith. I think that it is very hard
for a person working with shapes, with elements,
etc., to achieve from an indifferent attitude or from a
lack of belief something which is significant for the
faithful. I believe that is of essence.
You have mentioned some examples out of the
liturgy, and I think that it is worth pointing out
that, for example, an active participation is desired
by the Sacrosanctum Concilium constitution and
all the rest of reform documents by the II Vatican
Council. There are other aspects which should be
remembered, for instance, the ministries, the signs,
the symbols —you have also referred to them— or
the assembly. We should also distinguish what God
is; he is the first thing in the liturgy. That is, God
is always the one taking the lead in liturgy, and
people simply respond aided by faith or grace.
I think that is also decisive when portraying in
architecture what the documents state.
With regard to the issue that there seem to be
many documents opposed to the rest, I agree with
Professor Vicens that they are not opposed, but the
Church walks along with human beings and, as a
result, it finds out things. Therefore, there are times
when not everything is totally clear, while on other
occasions, some things can be defined as a clear
doctrine. That is in the documents. For instance,
there are statements in the General Ordination of
the Roman Missal which were not there in the first
edition: after several editions, some things have
been amended and others added. I mean to say
that the Church does not reject creativity, on the
contrary. In matters of art and beauty, the Church is
not closed to any form, no way; provided it is in line
with the liturgy spirit which you have mentioned
based on Guardini; although there are others who
have deepened that approach since Guardini.
I will finish by talking about the pulpit. The pulpit
issue is very clear in the General Ordination of
the Roman Missal: that there should not be two
pulpits; that one thing is the rostrum and another
thing is the pulpit; that the pulpit is only for God’s
words —Professor Vicens has also mentioned
that— and the rostrum is a helpful tool for other
occasions. You should also distinguish between
the see and the altar. The altar is so important
in liturgical celebrations that it constitutes
the central spatial point before and during the
celebration. It even surpasses —and this is no
-"-*563(*"$0.0130(3"."
heresy— Jesus Christ’s real presence in the
Eucharist reserve which, ideally, should not be in
the same space during the liturgical celebration.
You have also spoken about directories. There are
some things which the Church has been working
on and which are unknown. There are many
specific directories with that doctrine which
admits many variants itself; that is, the pulpit
can be placed in many places around the church,
the altar can also be at various points, the same
goes for the see. However, the Church praxis has
determined, has specified the places where it
cannot be. Maybe we ignore or we should study
the places where it can be, but certainly we know
where it cannot be. Of course, many of these
things can be said with absolute clarity. There
could be many aspects to discuss, but I would like
to invite you to talk about these issues.
(JPSHJPEFMMB-POHB
The problem lies precisely in the dialogue with
the community. Walter Zahner has said, with good
reason, that the dialogue with the community is
constitutive. I believe that every architectural
project may be born out of the meeting between the
client and the project maker. I do not think that the
client or the architect make the church. An architect
who makes his home does not exactly manage to
make his home. However, I guess that German
communities are very small, and maybe that
reduced size has increased quality. On the opposite
side, the average quality of Italian communities is
very poor. When we worked with liturgy experts,
we had no community representatives. They do not
know what to talk about. This discourse is alien to
them, except for a few exceptions. Some bishops or
dioceses do not accept the aesthetic dimension in
their own pastoral experience: it does not exist; it
has not existed for many years.
I would like to illustrate that difficult dialogue
with a personal example. You have referred to
the pulpit. I have taken part in a pilot project for
the liturgical adequacy of Ravenna cathedral; a
project made with a commission appointed by the
bishop. The bishop wanted a new pulpit. However,
at Ravenna cathedral there is a gem of a pulpit: it
is called the Agnello Pulpit, from the 6th century;
it has a double staircase measuring 2 m, with a
double loudspeaker. So I said: As an architect, I
will not make a project for a new pulpit. Do you
know what the bishop answered? He told me: I
use the pulpit on Easter evening. OK, I said. He
said: Nevertheless, when I preach from the pulpit,
the believers end up with a pain in their necks
because the pulpit is in the middle of the church.
That is the problem, or one of them...
6NCFSUP &DP Z $BSMP .BSÎB .BSUJOJ &O RVÊ DSFFO MPT RVF OP
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.BESJE
punto central del espacio, incluso —y esto no es una herejía— sobrepasando a la presencia real de Jesucristo en la reserva eucarística que, como
ideal, en el momento de la celebración litúrgica no debería estar en el
mismo espacio.
Se hablaba también de los directorios. Hay cosas que no se conocen, pero que la Iglesia ha ido trabajando. Hay muchos directorios muy
concretos con esa doctrina que de suyo admite muchas variaciones, es
decir, el ambón se puede poner de muchas formas en la Iglesia, el altar
puede estar en distintos puntos, la sede lo mismo. Pero después, la praxis
de la Iglesia ha ido determinando, ha ido concretando, por ejemplo, en
qué sitios no puede estar. A lo mejor no sabemos o tenemos que estudiar
en qué sitios sí puede estar, pero desde luego ya sabemos en qué sitios
no. Desde luego, muchas cosas de ese tipo se pueden decir con cierta
claridad. Habría más aspectos que comentar, pero yo invitaría a que
dialogásemos sobre estos temas.
(JPSHJPEFMMB-POHB
El problema es precisamente el del diálogo con la comunidad. Walter
Zahner ha dicho, con muy buen criterio, que el diálogo con la comunidad
es constitutivo. Y yo creo que todo proyecto de arquitectura puede nacer
tras un encuentro entre un comitente y un proyectista. No creo que el
comitente haga la iglesia ni que el arquitecto haga la iglesia. El arquitecto
que hace su casa no consigue propiamente hacer la casa. Sin embargo,
pienso que en Alemania las comunidades son muy reducidas, y tal vez esa
reducción de tamaño ha aportado mucha calidad. En Italia, por el contrario, la calidad media de las comunidades es muy baja. Y cuando nosotros
hemos trabajado con liturgistas, no teníamos ningún representante de la
comunidad. No saben de qué hablar. Es un discurso ajeno a ellos, salvo
muy contadas excepciones. Y hay obispos o diócesis que no admiten la
dimensión estética en su propia experiencia pastoral: no existe, no ha
existido durante muchos años.
Quiero ilustrar ese difícil diálogo con un ejemplo personal. Se han
referido al ambón. Yo he participando en un proyecto experimental de
adecuación litúrgica de la Catedral de Rávena, un proyecto hecho con una
comisión nombrada por el obispo. El obispo quería un nuevo ambón. Pero
dentro de la Catedral de Rávena hay un ambón que es una joya: se llama
ambone di Agnello, es del siglo VI, tiene una escala doble, dos metros
de alto, con un tornavoz también doble. Yo dije: —Como arquitecto, yo
no proyecto un nuevo ambón. ¿Saben, finalmente, cual fue la respuesta
del obispo? El obispo me dijo: —Yo uso el ambón la noche de Pascua.
—Bien, le dije. —Sin embargo, cuando predico desde el ambón, todos los
fieles acaban con dolores en el cuello, porque el ambón está en mitad de la
iglesia. Este es el problema, es uno de los problemas...
6NCFSUP&DPZ$BSMP.BSÎB.BSUJOJ &ORVÊDSFFOMPTRVFOPDSFFO6OEJÃMPHPTPCSFMBÊUJDBFOFMGJOEFMNJMFOJP
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