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Hegel en Marx

Hegel en Marx 1 Las razones que de la necesidad de leer en Man a Hegel nos son dadas, desde puntos por lo demás muy divergentes 1, parecen apuntar inevitablemente hacia el horizonte de planteamiento de una cuestión carente de sentido: aquella que se interroga sobre el ser de la dialéctica y (al fin lo mismo) su origen. Siendo así que, en dialéctica, origen es cada momento del proceso y el ser de la pregunta no otro que su carencia misma de identidad, su resolución en el silencio. Paradoja inevitable que remite a la necesidad de dar respuesta a una pregunta cuyo enunciado aparece como ajeno por definición al principio de identidad. ten Marx) «toda una sede de las categorías decisivas del método, siempre aplicadas, proceden directamente de la Lógica, de Hegel» (LuxÁcs: Historia y consciencia de clase, México, Grijalbo, 1969, p. XLVII). «La grandeza de la Fenomenologia del espíritu... radica... en las anticipaciones geniales de la dialéctica, como único método científico del conocimiento del mundo» (SnEIILBl, G.: Hegel y los origenes de dialéctica, Madrid, Ciencia Nueva, 1967, p. 35). «Le renversement athée de l’hegelianismne par Feuerbach et le renversemení materialiste de l’hegelianisme par Marx allaient bientdt briser l’etroitesse sp¿culative de l’id¿alisme hegelien sons la poussée de Phistoire» (GARAUDV, R.: Pour connaitre la pensée de Hegel, Paris, Bordas, 1966, p. 200). 1la) «catégorie de procés sans sujet, qu’il faut certes arracher & la téléologie hégélienne, représente sans doute la plus haute dette théorique qui relie Marx & Hegel» (ALTHUSSER, L.: Sur le rapport de Marx d Hegel, en Hegel et la pensée moderne, Paris, PUF, 1970, p. 107). «No se puede entender El Capital, y en particular su primer capítulo, sin haber estudiado y comprendido toda la Lógica de Hegel. Por lo tanto, ningún marxista ha comprendido a Marx después de medio siglo» (LE. NIN, y. 1.: Cuadernos filosóficos). 314 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía En lo que a nosotros concierne, en nuestra lectura del Capital, hemos tenido que vérnoslas con una imbricación sumamente compleja de niveles discursivos con autonomía propia dentro del texto. Retengamos aquí, puesto que es de esto sólo de lo que se trata, la presencia de enunciados y conjuntos de enunciados que, no perteneciendo al discurso del materialismo histórico ni siendo simples pervivencias de discprsos anteriores (su prehistoria), aparecen dotados de una función bien definida en la estrategia discursiva del Capital: la de garantizar la unidad y homogeneidad misma del texto> mediante el retorno comprensivo sobre su propia materialidad. Son líneas en las que Marx lanza una ojeada sobre lo que ha sido escrito, tratando de dar razón de sus fundamentos y de su coherencia. Este retomo sobre el propio texto es designable bajo la metáfora categoría! de la lectura. La categoría de ‘lectura’, aquí propuesta, debe ser considerada como una aportación, aún no suficientemente definida, a una teoría del tránsito de los modos de producción teórica. Una escritura (científica) E2 es construcción de la sintaxis y el léxico propios que, como tal escritura, la definen, operando sobre los materiales elaborados en su operación de lectura (filosófica) ejercida sobre los materiales enunciativos (signos y secuencias de signos) producidos por el funcionamiento de las escrituras (precientíficas) E1 que, con anterioridad a la estructuración de un espacio discursivo por la acción de una problemática teórica, designan alusivamente la constelación semántica de los obstáculos epistemológicos que ocupan el lugar del objeto, aún no constituido, de una ciencia. La lectura no es poseedora de una sintaxis propia, siendo, como es, lectura, adecuación a las condiciones de inteligibilidad que impone la propia materialidad sintáctica de la escritura leída (E1), cuyos elementos léxicos la lectura limitase a reriiplazar en función de la propia sintaxis (no siempre internamente respetada en su rigor por la misma escritura E1), de la que la lectura no hace sino tomar nota protocolaria, como constatación de aquellos elementos que una nueva escritura (científica) E2 se verá obligada a recomponer en función de un juego sintáctico propio, rigurosamente inteligible desde una lectura que, por definición, es ajuste —razón de inteligibilidad— de la escritura (precientífica) Ei, ante la necesidad de cuya ruptura nos ha colocado. Una lectura nueva, ajustada a la nueva escritura (científica) E2, será preciso ejercer para hacer a esta• escritura inteli- Hegel en Marx 313 gible (legible) y, por tanto, digna de perecer. Lectura es siempre —en cierto modo— iniciación a la necrofilia. «Con retraso», pues, respecto de la escritura Ei. sobre la que se ejerce, la lectura filosófica «rige>, precisamente en función de este retraso, la aparición de una nueva escritura (científica) E, que, sin la previa existencia de ella, sería impracticable’. Toda ruptura en el discurso es producida en y por la escritura. Toda ‘revolución> lo es en ese ejercicio delimitador de las lineas de fuerza por las que el poder se reproduce en la unidad aparente del discurso> que es función de la lectura. Si toda producción (propia, en sentido estricto, a la práctica científica) es ajena al filosofar, es la cuestión misma del progreso teórico en filosofía la que, de pronto, nos aparece como carente de sentido. Juego de los retornos de lo extradiscursivo (que es constituyente de la propia materialidad del tato) en el discurso, la filosofia, carente de una escritura, y aun de un alfabeto, propios, no es situada más que como e? punto rotativo en que el saber y el no-saber interfieren sus instancias; en que las condiciones de existencia y de materialidad del saber (como las del no-saber) son dadas; en que el saber aparece> en su materialidad, como extradiscursivo, el discurso como> en su materialidad, insipiente. Filosofía es designación de tas imbricaciones heteróclitas que en Za (aparente) unidad discursiva son ocultadas, en función de la necesidad (que es parte de su materialidad) del discurso de reproducir, bajo la forma de la unidad, su estatuto de vehículo privilegiado del poder de clase en la palabra. Como tal designación de la unidad del discurso bajo la forma de ejercicio de unidad en la reproducción del poder supuesto en la palabra, la filosofía es dada —hablando en marxista—> como lo quiere Althusser, como, en última instancia, lucha de clase en la teoría (nosotros preferiríamos decir ‘en el discurso’). ¿A qué hablar> pues, de «ruptura» filosófica? No se rompe (con) aquello cuya materialidad no nos es dada más que como ajena a si misma. Y un desplazamiento discursivo requiere una 2 Cfr. ALTHUSSER, L.: Id¿ologie et. apparéils Id¿ologiques d’Etat, en «La Pensée., núm. 151, junio de 1970, y sobre todo Ráponse a it Lewis, Paris, Maspero, 1973, y Elements d’autocritique, Paris, Hacbette, 1974. De ello nos dio una magnífica expresión BORGES> J. L., en su Paul Menard, autor del Quijote. 316 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía alteración de la red de referencias a un objeto que, en filosofía, presenta el grave inconveniente de no existir. El problema de las pervivencias teóricas es dado como una consecuencia casi inmediata de los desajustes que entre las variables ‘instrumentos de producción teórica’ y ‘objeto’ de una ciencia produce el cambio de problemática en que un corte epistemológico o una ruptura intracientífica son producidos. Ninguna pervivencia es> pues, estrictamente hablando, pensable en este circulo cerrado de instancias de dominio y apropiación de clase del discurso a cuya lectura hemos denominado filosofía. El juego en los límites de la palabra no conoce aquello que proviene del ayer> pues todo ayer le es externo. Sólo el hoy reiterativo, de la letra> o más bien la ausencia de tiempo como ausencia de Historia (refugiada ésta en la escritura) que constituye el cerrado universo en que el lector abandona toda penodización al más allá de la escritura. Si toda escritura tiene un tiempo propio, el juego de sus relaciones con las condiciones temporales en que deja de ser tal escritura para dejar lugar al ensueño caligráfico> o al grito, la pintura> música> silencio> margen; este juego delimitador de sus condiciones de existencia y aparición en su tiempo, como lectura de sus posibilidades de legibilidad histórica, este juego está rigurosamente fuera del tiempo. Hacer filosofía es repetir que hacer filosofía es repetir que hacer filosofía... No como problema de una supervivencia teórica, sino bajo categorías por completo diferentes> que trataremos aquí, en parte, de elaborar, debe ser pensada la tesis que constituye el leit motiv de cuanto aquí es escrito: T. Marx, que en El Capital no es un escritor hegeliano, es en él un lector hegeliano. Das lugares nos son dados en que leer El Capital y en él la presencia ---o ausencia> tanto da— de esta forma perfectarñente cerrada del discurso filosófico> cuyo círculo Hegel sublimara hastá el silencio, lugares cuya distancia la maciza opacidad de Hege? en Marx 317 los nombres del ‘autor’ y de la ‘obra’ someten a un desdibujamiento en el espacio de lo continuo, cuando no de lo idéntico. Dos escritos> producidos en 1867 y 1875 respectivamente (la Comuna, entre otras cosas> de por medio), poseedores de este mismo atributo mágico de la referencia bibliográfica idéntica, no pueden fácilmente dejar de sucumbir a las redes representativas del pensamiento jurídico burgués para el cual es sólo (e inexcusablemente) precisa para existir como persona física la posesión de un nombre, respaldo ineludible del inalterable principio de identidad (que en la escritura se llama principio de la propiedad intelectual). Si ser es poseer un nombre en el registro civil (o en el de derechos de autor)> no más que una puede ser declarada la criatura que Otto Meissner en 1867 y Maurice Lachátre en 1875 lanzan al mercado como ‘Karl Marx: Das Kapital> y ‘Karl Marx: Le Capital’, respectivamente. Una> pues> y sólo una, a efectos de contabilidad> la obra, traducida, acicalada por su autor> mas siempre fiel e idéntica a sí misma en su autenticidad última. Pero «todo pensamiento cuerdo puede haber sido pensado siete veces. Mas cada vez que se volvió a pensar, en otro tiempo, en otras circunstancias, no era ya el mismo. No sólo el pensador, sino> sobre todo, la cosa a pensar cambian de una vez para otra. La cordura ha de reafirmarse acreditándose a sí misma como nueva» Y puede un mismo autor reescribir un texto ya escrito palabra por palabra> jamás su materialidad será ya la misma. En Londres, el judío errante alemán reescribe —habiendo resultado la traducción de Roy demasiado literal para ser satisfactoria5— el texto francés de su obra. De que algo distinto a aquello que> en principio, se quiso traducir ha sido producido por el mismo hecho de esta reescritura, es Marx consciente, aun cuando no llegue nunca a nominar la entidad misma de este algo y sí a designar, tan sólo, las peculiaridades de algunas de sus manifestaciones. A Danielson —su traductor ruso—, le escribe en mayo de 1872 que> tras haberse visto obligado a «reescribir pasajes enteros en francés»> considera que <en adelante será mucho más fácil ~. BLOCR, 1966, p. 9. 5 E.: Avicena y la izquierda aristotélica, Madrid, Ciencia Nueva, Carta de Marx a Danielson, de 28 de mayo de 1872 318 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía 6 traducir la obra del francés al inglés o a las lenguas romances» Siendo, de hecho, Marx partidario de preparar la segunda edición alemana de acuerdo con los desplazamientos escriturales operados de la edición francesa; el hecho de haberse dispuesto de tan sólo unos pocos meses para la ultimación de esta segunda edición alemana daría al traste con tal proyecto de Marx> para cuya realización simplemente —nos dice— le «faltó tiempo» Dicho proyecto —que no contó nunca con los entusiasmos de Engels— quedaría —al ser ésta la última de las ediciones alemanas del libro 1 de El Capital que vería la luz en vida de Marx—, en su mayor parte, condenada a la crítica roedora de los ratones en los cuadernos del trabajo que Engels nos dice haber podido manejar para la realización de la tercera edición alemana, aparecida en 1883~. Marx, que, «con un pie en la tumba», trabaja incansablemente durante sus últimos años en la terminación de esta obra a la que habla «sacrificado salud, felicidad y familia», intentando tesoneramente dejar listo «al menos el manuscrito» de los tres libros de El Capital aún no publicados, angustiado por la convicción de haber sido muy poco <práctico, si hubiera muerto sin haber ter-minado el libro»9, no tendrá ya nunca la ocasión de realizar su idea de reedición crítica del libro 1. Pero, una y otra vez> machacona, casi obsesivamente, volverá sobre la necesidad de afrontar la cuestión. En 1875 será el Avis au lecteur que, a modo de postfacio, cierra la ¡,a edición francesa («Quelles que soient donc les imperfections litteraires de cette édition fran~aise, elle poss~de une valeur sdentifique indépendante de l>original et doit ¿tre consultée par les lecteurs familiers avec la langue allemande»). En 1878, para la segunda edición en ruso, y pese a la existencia de una segunda edición alemana en ~que algunas de las rectificaciones de la francesa hablan sido recogidas (algunas, insistimos, Marx es explicito en este punto sobre la material falta de tiempo que le imposibilité para realizar plenamente este trabajo)> insiste ~. 6 Ibid. Postf acio a la 2. edición alemana de El Capital, fechado 24 de enero de 1873. Prólogo de Engels a la 7 de noviembre de .1883. ~ Cfr. Carta de Marx a 3•É edición alemana de El Capital, fechado Meyer, del 30 de abril de 1867. Hegel en Marx 319 Marx en que «el traductor compare cuidadosamente la segunda edición alemana con la edición francesa, ya que ésta contiene importantes y numerosas modificaciones»> y esto aun sin dejar de notar que en ella se ha visto ~obligado algunas veces, sobre todo en el primer capitulo, a aplatir la materia de esta versión francesa» 10 Preocupación análoga domina las notas manuscritas, llenas de abundantes referencias a la edición francesa, que Marx prepara para la traducción de su libro en Estados Unidos “. A este proyecto marxiano de corregir por completo el texto publicado en la segunda edición alemana, llenándolo —como Marx lo hiciera con su propia mano en su ejemplar— <de referencias a la edición francesa» ~‘. Engels —esta consciencia hegeliana del marxismo— se opone, tomando pie en la dificultad formal ya señalada por Marx” en la citada carta a Danielson de 1878. Para el autor de la Dialéctica de la Naturaleza, «dar vida a unas ideas en francés moderno, esa camisa de fuerza> es cada vez más imposible» ~ La futilidad del argumento engelsiano no debe llamarnos a engaño. De hecho> tampoco parecen muy sólidas las razones en cuya propuesta Marx aboga por la adopción, como texto más acabado, del correspondiente a la versión francesa. Dos posiciones son aquí —más allá de los protocolos formularios en que son ritualizadas— puestas sobre el tablero, las cuales responden a dos sistemas de conceptualización por completo diferentes: en cuanto a la categorización de estos sistemas, podemos decir que brilla aquí por su ausencia. Dos escritores que operan desde sintaxis escriturales diferentes y cuyos cánones de lectura> si no son idénticos> pertenecen> al menos, a un mismo modelo> nos proporcionan un lugar casi arquetípico en el que poner en juego nuestras suposiciones más arriba esbozadas. Cuando, en la carta de 1878 a Danielson, Marx nos dice que es preciso —aunque él no puede materialmente hacerlo— escribir el Libro 1 de El Capital de nuevo> tomando como texto base de Carta de Marx a Danielson, del 15 de noviembre de 1878. Prólogo de Engels a la edición inglesa de El Capital, fechado 5 de noviembre de 1886. I~ Prólogo de Engels a la 3. edición alemana de El Capital, fechado 7 de noviembre de 1883. “ Carta de Marx a L4anielson, del 15 de noviembre de 1878. 14 Carta de Engels a Marx, del 29 de noviembre de 1873. lO II 320 Estudios del Departamento de Historia de la Filoso fía referencia la versión francesa, no obstante ser ésta una versión estilísticamente «aplatie», una distinción de los niveles de la escritura (teórica) y del estilo (¿y es algo> al fin> más que estilo eso que hcmos denominado ‘lectura filosófica’?) es supuesta, de cuya radicalidad tal vez el propio Marx no sea consciente (¡y qué más nos da, después de todo> la consciencia, o la inconsciencia, de los agentes de la historia! ¡no lo saben> pero lo hacen! »), pero cuya necesidad se impone como inevitable al proceso de su práctica científica> tratándose de una de estas tantas necesidades a que el discurso teórico se ve constreñido a someterse, encuentre o no las categorías con que pensar tal constreñimiento. La letra ha de imponer su materialidad, y la lectura (es muy significativa aquí la referencia de Marx al capítulo primero de la sección primera, precisamente el del dichoso coqueteo) ha de —« quedar pospuesta. Y, como esta lectura es una lectura fundamentalmente hegeliana, es Hegel mismo el que> en el proyecto marxiano de tercera escritura de E? Capita?, debía, siguiendo las líneas marcadas por la segunda (esto es, de la versión francesa), quedarse, en una buena parte (especificaremos más adelante, al proceder al análisis de los textos de ambas redacciones, los criterios a que permanencias y desapariciones responden coherentemente), en la cuneta. Para Engels, tal decisión carece de sentido: ¡claro que él es, como Marx> un lector hegeliano!, pero él es también, y ante todo, un escritor hegeliano ‘~, y en él lo primero no es sino la prolongación homogénea de lo segundo. Ninguna discontinuidad, ni desajuste por tanto; el recorrido es prudente, casi idílico, y Engels tiene de su lado toda la razón del mundo para reivindicar la más hegelianizante redacción de la primera edición (o, en todo caso, la de la segunda) alemana> frente al proyecto contradictorio (concepto vs. estilo) que la idea de Marx lanza a la palestra. De un hegelianismo en la escritura, consecuentemente prolongado, sin solución de continuidad, en la lectura —a un hegelianismo en la lectura, discontinuo respeto de una escritura no-hegeliana, tal es el riesgo de desplazamiento que entraña la ‘5 Cfr. como ejemplo el paralelismo en la escritura de los Indices de la Filosofía de la Naturaleza, de la Enciclopedia, de HEGEL, y la Dialéctica de la Naturaleza, de ENGELs. Hegel en Marx 321 propuesta de Marx, que no puede a Engels dejar de parecerle inaceptable y aun incoherente. u En la afirmación en que la necesidad de subvertir [umsti¿lpen] Hegel es dada ¡6, un problema se enuncia bajo la forma de una revolución filosófica, que en Engels es leído —sobre el texto de Marx— como producción de una ruptura científica. Arpbigiiedad que en los textos marxistas es conservada bajo la forma de una ausencia de definición del nivel propio en que las leyes, esto es, las tesis de principio, puestas sobre sus pies por la Umstiilpung —‘ley de la contrádicción’> ‘ley de la transformación de la cantidad en cualidad’, ‘ley de la negación de la negación>— son inte- grados en el sistema teórico. De si es su funcionamiento con ceptual (materialismo histórico), a categorial (materialismo dialéctico) nada nos es dicho. Pues, si en Hegel —siendo el saber todo una unidad continua y autoconstituyente, cuyos momentos no hacen sino manifestar su plenitud como Saber Absoluto en que toda parcela o especialización es disuelta— tal distinción es más que impertinente, aberrante, en esta Umsti¿lpung suya, que afirma su duplicidad (una ciencia -el materialismo histórico— y una filosofía -el materialismo dialéctico—) enunciativa> previa a toda fijación de la pertinencia de un enunciado o conjunto de enunciados> nos es preciso establecer el nivel, de los dos definidos> en que tales series de signos son operadoras. Tres son para Engels las leyes a que esencialmente se reduce esto que, en una terminología plena de resonancia hegeliana> es denominado «dialéctica»: «la ley del paso de la cantidad a la cualidad y a la inversa; la ley de la interpretación de los contrarios; la ley de la negación de la negación»”. Post>’ocio de Marx a la 2: edicién alemana de El Capital. E.: Dialectique de la Nature, Paris, Editions Sociales, 1968, página 69. Cfr. también ibid., p. 25, y Anti-Diahring, Madrid, Ciencia Nueva, 1966, pp. 133-158. t6 ‘7 ENGELS, 322 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofia Del carácter conceptual o bien categorial que en El Capital les es otorgado y de la consistencia que en cada una de tales funciones ofrezcan, puede sernos dada una muestra en el establecimiento del criterio unificado cuya exigencia son las permanencias ocasionales y ocasionales desapariciones de los términos en que son materializadas, entre las ediciones de 1867 y 1875. De los seis lugares en que el terna de la transformación de la cantidad en cualidad es aludido, dos [Pp. 164-65 y 215-16 de la ed. MEW IB] deben, en principio, quedar marginados por no responder en nada a la función hegeliana que es aquí analizada. No basta, en efecto, la utilización de una terminología (aquí la referente a la «cantidad» [Quantitllt] y la cualidad [Qualitiit]> para definir el funcionamiento de una problemática teórica; es preciso. que los términos se hallen articulados en función de un sistema (en nuestro caso hegeliano) definido por unanormativa interna, por unas reglas de formación propias. Es su inserción en el funcionamiento de la «ley de su mutua transformación » lo que otorga un carácter hegeliano a términos en cuya materialidad originaria no es imprescindible la designación hegeliana. Y, en sentido estricto, la ley (hegeliana, recuperada por Engels) de la transformación de la cantidad en cualidad puede ser expresada «diciendo que, en la naturaleza, de una forma netamente determinada para cada caso singular> los cambios cualitativos sólo pueden tener lugar por adición o sustracción cualitativas de materias o de movimiento.., esto es, por modificación cuantitativa» 19 Es por ell¿ que dos textos —los arriba citados—, en los cuales ninguna transición entre los elementos ‘cantidad’ y ‘cualidad’ es esbozada, serán dejados de lado como no pertinentes para nuestro estudio, toda función teórico-filosófica —‘-dialéctica o no siéndoles ajena. De los cuatro restantes> uno [p. 327] se mantiene prácticamente idéntico en la edición del 75, mientras que los otros tres IB En adelante nos referiremos siempre a la paginación del tomo 23 de la edición MEW <M.utx, ENGELS, WERKE), Berlin> Dietz Verlag, 1969. “ ENGELS, E.: flialectique de la Natura, ed. cit., p. 70. Hegel en Marx 323 [pp. 212, 341 y 657] sufren alteraciones importantes que en el caso de la p. 657 llegan a la total desaparición del fragmento dé 1867. Comencemos por estos últimos. Las alteraciones de los textos de las pp. 212 y 341 son casi idénticas, afectando a la desaparición de sendas expresiones en las que parece presuponerse esa opción transformadora que de una simple acumulación cuantitativa nos remitiría a un cambio de cualidad y que consideramos definitoria del uso dialéctico hegeliano. Así, en p. 212> la afirmación de que «la plusvalía brota mediante un exceso cualitativo ~ [qualitativen tberschuss], que podría inducir a pensar en el origen acumulativo, en cantidad de fuerza de trabajo, de tal «exceso cualitativo», es sustituida por la fórmula, menos equívoca en sus resonancias> según la cual «la plusvalía proviene tan sólo de la duración prolongada del trabajo». En eí párrafo correspondiente a la p. 341, la fórmula «y> desde el punto de vista de la producción de valor de mercandas en general parece que los cambios cualitativos Iccqualitative Ve- rdnderung»] operados en el proceso de producción [Arbeitprozesses] debieran ser diferentes», colocada pocas lineas a continuación de un texto que comienza hablando de «la diferencia» (que• inicialmente) «es puramente cuantitativa» [«der Untersehied ist also zundchst bloss quantitativ»], entraña los mismos riesgos de resonancia hegeliana que la anterior. Y ello aun cuando, en ninguno de ambos casos, sea este uso hegeliano, ni mucho menos> explícito. También aquí prefiere Marx> sin embargo, evitar en la redacción de 1875 equívocos innecesarios, con lo cual el texto queda transformado en este otro cuya materialidad enunciativa ha sido preservada de todo desliz 21 hegeliano: «y cambios ulteriores que afectarían al modo de producción> no parecen poder afectar al trabajo en tanto que éste crea valor». Hasta aquí, sin embargo> las cosas no andan demasiado claras: ha quedado manifiesto que Marx en el 75 Wtenta eliminar algunos de los rasgos terminológicos que puedan crear una confusión a los lectores entre su sistema conceptual y el de la dialéctica idealista hegeliana. Pero poco nos ha sido dado saber sobre si> 2~ Uva.. 21 Hay un error en la versión de Roces, que traduce <exceso cuantitaDiihring hizo buen uso de estos .deslices. para acusar a Marx de recitador de la martingala hegeliana. 324 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía en el texto del 67, tales rasgos son tan sólo accidentales o, por el contrario; forman parte de la formulación teórica de Marx. Los dos textos anteriores son muy elípticos y no nos permiten precisarlo. No así el texto de la p. 657 de la edición de 1867> en el que la utilización de esquema hegeliano es más que neta: «La acumulación del capital, que en principio sólo parecia representar una dilatación cuantitativa [quant’itative •Erweiterung], se desarrolla [vollzieht sich], como hemosvisto, en un constante cambio cualitativo [qualitative Wechsel] de su composición [Zusammensetzung], haciendo aumentar incesantemente el capital constante a costa del capital variable.» Este texto, en que la terminología hegeliana es puesta al servicio de un análisis teórico correspondiente a] materialismo histórico, es considerado como incorregible por Marx, que lo hace pura y simplemente desaparecer en la redacción de 1875. ¿Cuál es el rasgo común a estos tres textos desaparecidos de la edición del 75? Se trata, ante todo, de textos marcadamente hegelianos, situados en el nivel del análisis científico operado por el materialismo histórico, en el que la terminología hegeliana opera, en el 67, con valor de sistema de conceptos con que llenar la ausencia de conceptos propios aún no producidos —son textos escrituralñxente hegelianos. De la dificultad de encajar esta escritura idealista con el ejercicio materialista de la escritura> dóminánte en El Capital, surgirá para Marx la necesidad de reelaborarlos, o bien prescindir definitivamente de ellos. El texto que, por el contrario [p. 327], permanece invariable en ambas ediciones es de índole por completo diferente. Nada es escrito aquí que concierna al ejercicio concreto del materialis;,,’> histórico sobre el análisis del modo de producción capitalista, que es elobjeto del Capital. Marx parece como distanciarse para reflexionar sobre sus resultados y —al leerse— lo hace remitiéndose a Hegel. - ¿Aquí, como en las ciencias naturales se confirma la exactitud de aquella ley descubierta por Hegel en su Ló- Hegel en Marx 325 gica, según la cual> al llegar a un cierto punto, los cambios puramente cuantitativos [dass blossquantitative Verándrungen] se truecan [muschlan gen] en diferencias cualitativas [qualitative Unterschiede] -» «Aquí», esto es, en El Capital, como lugar de funcionamiento del materialismo histórico. No en, sino sobre el materialismo histórico es ejercido, en esta ocasión> el discurso de Marx. De acuerdo con la terminología que hemos propuesto> diremos que este texto (conservado en la redacción de 1875) opera en el nivel de la lectura que sobre su propia escritura teórica (el materialismo histórico tal y como éste ha sido puesto en funcionamiento en El Capital) es efectuada por Marx en un intento de comprender y designar la peculiaridad de su práctica teórica. Es algo que, frente a Diihring, no deja de señalar el propio Engels, para quien” es preciso dejar bien claro que no es sino tras haber elaborado por su cuenta, y sin referencia hegeliana alguna, sus propios análisis científicos acerca de las características de la acumulación capitalista, cuando Marx se permite esta referencia de lector erudito al sistema hegeliano. En modo alguno a la inversa, esto es, deduciendo de la fórmula hegeliana los enunciados correspondientes a los análisis concretos del materialismo histórico, como se lo reprochara Diihring: «Marx dice: el hecho de que una suma de valores no pueda transformarse en capital sino cuando alcanza una magnitud mínima, variable según el caso, pero determi- nada en cada caso, prueba la exactitud de la ley formulada por Hegel. El señor Dilhring le hace decir: porque según la ley de Hegel, la cantidad se muda en calidad> por esta razón, un anticipo, cuando alcanza cieflo límite determinado, deviene capital. ¡Todo lo contrario, por consecuencia! » En cuanto a nosotros, preferimos decir, con más precisión, que en este texto de Marx, como en otros que analizaremos, la escritura materialista del discurso marxista se ve doblada, como ~2 Cfr. 2~ Ibid. ENGELS, F.: Anti-Diihring, ecl. cit., p. 139. 326 Estudios de? Departamento de Historia de la Filosofía su propia sombra, por una lectura hegeliana de lo que en ella es escrito> en la que vanamente intenta el discurso comprenderse a sí mismo. Y esta sombra (hegeliana) del marxismo persiste aun en las más tardías producciones (1875) de Marx. Como síntesis de lo observado en la evolución de los textos referentes a la transición cantidad/cualidad podemos subrayar dos aspectos: a) En lo referente a la utilización de la <ley de la transformación de la cantidad en cualidad» como ley científica> operacional en el ámbito conceptual del matenaZismo histórico, el texto de 1875 supone un avance respecto al del 67, en cuanto que en él es ejecutado su total abandono. b) En lo referente a su utilización como categoría filosófica en que leer (materialismo dialéctico) la escritura científica (del materialismo histórico), no hay cambio de posición apreciable. Su adopción es plenamente dominante en ambas redacciones. Algo hay, ante todo> en el uso que del concepto (o categoría) de ‘contradicción’ hace Marx, que nos es preciso constatar aquí: su parquedad. Ausente de la Einleitung del 57 —único texto deliberada y explícitamente metodológico que de él poseemos—, este concepto (Widerspruch) es tan sólo utilizado en dos ocasiones (en sentido estricto> una vez Widerspruch y otra Gegenteil) de manera explícita a lo largo del Libro 1 del Capital (prescindiendo, como ya hemos indicado, de la sección 1, capítulo Li en la edición del 67, ambos suprimidos en la de 1875. El primero de estos textos [Pp. 609-610] corresponde a la descripción de un proceso histórico definido: el que del cambio equivalente de mercancías conduce, «por sus misma dialéctica interna e inexorable», a su directo contrario [sein direktes Gegen teil]: la aparición de una plusvalía o valor adicional -esto es, de una desigualdad en el cambio— no correspondiente a la mera reproducción idéntica de los agentes de la transación. El mercado libre al que capitalista y obrero concurren como comprador y vendedor respectivamente de la mercancía fuerza de Hegel en Marx 327 trabajo, aun en las condiciones óptimas de equilibrio> en las que la mercancía sea pagada en su valor real, es> sin embargo> el lugar en que una operación es realizada, por la cual el capital desembolsado por el capitalista pueda no sólo ser reproducido idénticamente, sino ampliado mediante la adición de un exceso de valor resultante de la diferencia entre el valor del producto resultante en el consumo de la utilidad de la mercancía fuerza de trabajo y el valor de dicha mercancía misma. A este proceso de análisis teórico de un fenómeno cotidiano del modo de producción capitalista intenta Marx nominarlo mediante el recurso a tomar de la escritura hegeliana la palabra que cubra el hueco de aquello que en la suya propia no ha sido aún elaborado: y con nombre hegeliano es apelado como el proceso inexorable de identificación de los contrarios. ¿Pero hay> realmente, tal identificación de los contrarios? Ningún problema en el esquema de Hegel: el recorrido teleológico de la Idea, desplegándose en un proceso siempre interno a sí mismo, exige que sus momentos contradictorios> garantes de la linearidad homogénea del proceso, sean continuamente identificados unos con otros, y todos en la totalidad del Espíritu Absoluto, como realizaciones cuya transición asegura la no necesidad> para el proceso de la Idea, de elemento alguno ajeno a si misma —puesto que sus propias enajenaciones son posiciones de si misma. Pero pensar la transición del cambio equivalente a la acumulación capitalista en ténninos de transición de contrarios (esto es> en última instancia, identidad de contrarios, sin la cual toda transición es dialécticamente imposible) es infinitamente más complicado. No nos hallamos, para empezar, ante una realidad única y totalizante, desplegándose y superándose a si misma en el juego de sus realizaciones. Sino ante un todo completo estructurado, cuya instancia dominante es, como tal, situada en función de la articulación (Gliederung) que el elemento determinante en última instancia establece en la multiplicidad de las instancias articuladas que constituyen su totalidad local y heterogénea. Y difícilmente podría -en una perspectiva materialista— ser concebido este tipo de totalidad compleja como el resultado de la ratificación diferenciadora de un principio sustancial idéntico a si mismo en su totalidad indiferenciada. 328 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía En realidad, la contradicción que se establece entre lo que «parece» debiera ser el proceso coherente con el libre cambio y la propiedad privada: la reproducción simple —y lo que> de hecho, es la única forma real de la reproducción en el régimen capitalista: la reproducción ampliada es sólo una contradicción «aparente» en que -quedan encerrados los economistas políticos burgueses. Porque, en realidad, no es más> la reproducción simpíe, que una hipótesis formal metodológica para la producción de los conceptos formales que permitan analizar un modo de producción en el que la única forma de re-producción real es la reproducción ampliada. Decir que la reproducción simple se identifica con la reproducción ampliada, su contraria, resulta sencillamente irrisorio; decir que ésta proviene de la transformación de aquélla> significa simplemente ignorar que la reproducción simple carece de la menor realidad extraconceptual y que difícilmente podría ningún proceso real (como lo és la reproducción ampliada) proceder de ella, a no ser que —con un hegelianismo consecuente— afirmáramos la originariedad del concepto sobre sus realizaciones materiales —lo que parece un tanto lejano de la óptica del materialismo historico. De este «concepto» (que no resulta ser más que la categorízación de una noción) considera Marx (en 1875) que es preciso hacer la economía. Respecto al segundo texto [p. 623], si bien es cierto que su carácter lateral, intercalado irónicamente en un texto agriamente polémico, le priva de un carácter teórico de primer orden> no por ello deja de~presentar características propias que lo dotan de un especial interés. Pues si en los textos hasta aquí analizados las desapariciones del 75 correspondían a un criterio de eliminación de textos hegelianos operando (en la redacción del 67) con función de conceptos en la escritura del materia?ismo histórico, nos encontra- ¡nos ahora ante la desaparición de un canon de lectura hegeliana de la propia (y de toda) práctica teórica, que nos indica, por primera vez, -la desconfianza de Marx hacia no ya la función conceptualizadora, sino incluso hacia la función categorizadora de la hegelsche Dialektik. Y, sin acertar a sustituir el esquema hegeliano por un canon categorial materialiáta, Marx llega sólo a atisbar el carácter privilegiado que en la constitución de una Hegel en Marx 329 lectura materialista debe ser otorgado a Spinoza, en una nota que figurará ya en la 2? edición alemana como adición al texto de afirmación hegeliana —al que en la redacción francesa del 75 sustituye completamente. Todo es, sin embargo> aquí> elíptico> vacilante, y no creemos que sea estricto afirmar que Marx haya desbordado la lectura hegeliana. Esta es, sin duda> dominante> pero en algún punto —y éste es uno de ellos— se torna estrecha y estalla ante la presión misma de una escritura en ella costreñida. La alusión a la «ley de la negación de la negación» se produce una sola vez en El Capital> y en un contexto de extremada peculiaridad. Permanece prácticamente idéntica en ambas redacciones. El capitulo sobre la «tendencia histórica de la acumulación capitalista» es, en efecto, uno de los lugares en que con más nitidez nos es dada la concepción de Marx sobre el proceso histórico corno proceso sin sujeto> esto es, como desarrollo de un conjunto articulado fGliederung] en función de la normatividad que las instancias situadas como dominantes, en función de la determinación última del juego entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, definen internamente como conjunto de sus condiciones reales de existencia. El proceso por el que «el régimen industrial de pequeños productores independientes.., engendra por sí mismo> llegado a un cierto grado> los agentes materiales de su disolución», no puede ser referido a la voluntad de los agentes del proceso, que se ven arrastrados y sujetos a él> sino al movimiento automático «de eliminación del propio régimen de productos individuales que transforma los medios de producción individuales y dispersos de producción socialmente concentrados, que hace de la propiedad enana del mayor número la propiedad colosal de algunas, esta dolorosa> esta espantosa expropiación del pueblo trabajador, he ahí los orígenes, he ahí la génesis del capital». De este modo, y sin que las voluntades de los individuos cogidos en el mecanismo del proceso puedan jugar para nada, «la propiedad privada, fundada sobre el trabajo personal, esta propiedad que suelda, por así decirlo, el trabajador aislado y autónomo a las condiciones exteriores del trabajo, va a ser suplantada par la 330 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía propiedad privada capitalista> fundada sobre la explotación del trabajo de los, demás, sobre el régimen salarial». A partir de este momento, el mecanismo ciego del proceso ha transformado a los productores... en proletarios y sus condiciones de trabajo en capital» y ha conseguido que «finalmente el régimen capitalista se sostenga por la sola fuerza económica de las cosas». Es a partir de ese momento, y sobre la base objetiva de la concentración monopolística, cuando el proletariado, agrupado y disciplinado por el propio capital, puede lanzar su ataque al poder y 24 llevar a cabo la «expropiación de los expropiadores» Hasta aquí la primera parte de un capitulo que presenta dos bien definidas. Dos escrituras muy diférentes lo articulan, en efecto, de las que esta primera, que acabamos de describir, corresponde a un. análisis materialista> tan brillante como esquemático, del proceso histórico de constitución y desarrollo del proceso de acumulación capitalista —y de las que la segunda, que bdzscamente se dibuja en el penúltimo párrafo del texto> nos remite a la necesidad de categorizar (materialismo dialéctico) filosóficamente las peculiaridades del proceso teórico definido, de leer y dar un nombre al propio texto que acaba de ser escrito. Marx retorna aquí no ya sobre el proceso capitalista de producción, sino sobre lo que sobre él ha escrito> sobre su propio texto, sobre las propiedades de este producto teórico cuyas propias leyes de forifiulación es preciso designar, definir las condiciones de su coherencia, de su inteligibilidad internas. Y llegado a este punto, Marx cantempla que aquello que hace a su discurso inteligible (esto es, legible) no es otra cosa que el rechazo de la problemática del sujeto, la afirmación de la autonomía de un proceso que sólo obedece a las instancias que como dominantes han sido situadas internamente por una determinación última que en ellas se diluye. Y, ante este espectáculo de articulaciones complejas, articuladas, pero dotadas de un tiempo propio autónomo que impide pensarías bajo la forma originaria de una unidad (ideñtidad) indiferenciada, Marx, que no encuentra el nombre propio de esta ruptura de la unidad de los tieffipos históricos, va arecurrir a la única forma de pensar al menos, si no su heterogeneidad, sí su articulación autónoma, bajo la forma 24 El Capital, México, FCE, 1971, Pp. 64749. Hegel en Marx 331 de la totalidad hegeliana cuyo motor no es otro que la negación de la negación: <El sistema de apropiación capitalista que brota del régimen capitalista de producción, y por tanto de la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual, basada en el propio trabajo. Pero la producción capitalista engendra> con la fuerza inexorable de un proceso natural, su propia negación. Es la negación de la negación. Esta no restaura la propiedad privada ya destruida, sino una propiedad individual que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad individual basada en la cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de producción producidos por el propio trabajo» ~. Marx se lee también en el 67, como en el 75 desde Hegel, pero la lectura es desajustada: donde hay totalidad compleja regida por el juego de una multitud de elementos susceptibles de ser situados como dominantes, él no lee sino una totalidad homogénea en el tiempo, regida por una ley constante que es su motor y su razón de existencia: la ley de la negación de la nego+ión. Y en esta «Umstdlpung» filosófica de Hegel, en que Marx «pone en pie» su esquema de lectúra mediante la aplicación sobre un análisis materialista del modo de producción capitalista (materialismo histórico) de una lectura que no es la suya, ejercida sobre la escritura que de ella resultó, pero a la que no puede ser coherentemente aplicada, en esta «subversión» se nos sitúa nuevamente ante el círculo cerrado del leer como filósofo que es siempre aprendizaje del fracaso, en tanto que delimitación de las fisuras por las que el discurso se filtra hacia su silencio propio. Y así, el hegelianismo> lectura filosófica de Marx, que rige la destrucción de los obstáculos epistemológicos que ocupan el lugar propio a la escritura del materialismo histórico, deja el lugar a la lectura cuya función sea la propia desintegración de éste: tal lectura ha de ser el materialismo dialéctico. Se abrirá así la tarea, inevitable para todo marxista, de olvidar a Marx. 25 Ibid., p. 649; cd. al., p. 791; cd. fr., p. 567. 332 Estudios del Departamento de Historia de la Filosofía III Propuesta para una primera conclusión provisional Puede en 1875 hacer Marx la economía de los conceptos (ámbito científico) ‘paso de la cantidad a la cualidad’> ‘contradicción>, ‘negación de la negación>, pero no de las categorías (ámbito filosófico) ‘paso de la cantidad a la cualidad’, ‘contradiccion, negación dela negación’. Y ello porque puede> en este punto del proceso de producción teórica, ser hecha una economía de la escritura hegeliana, que no implica una economía correspondiente de la leqtura hegeliana. Marx sigue leyéndose desde la misma lectura hegeliana que, ejercida sobre los economistas clásicos y los socialistas utópicos, posibilité y guié la aparición, del espacio escritural (materialismo histórico) del que ella misma no puede ya darnos cuenta. No hay, pues> en modo alguno, UmstUlpung científica de Hegel, precisamente en la medida misma en que sí la hay filosófica. Paradoja inexorable de un Marx que, en el momento mismo en el que acaba de desmoronar hasta su última fibra los íntimos sustratos teleológicos del artefacto hegeliano> trata de contemplar el espectáculo de esta hecatombe irreversible con la mirada del propio Hegel... «ces yeta ne t’appartiennent pas... qui les as-tu pris?» (MAInoRoR). GABRIEL ALniAc