VAQUERIZO GIL, D.
(Coord.)
LOS BARRIOS DE CÓRDOBA
EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD
DE LOS VICI ROMANOS
A LOS ARRABALES ISLÁMICOS
REAL ACADEMIA
DE CIENCIAS, BELLAS LETRAS Y NOBLES ARTES DE
CÓRDOBA
2018
LOS BARRIOS DE CÓRDOBA EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD
Coordinador general: José Manuel Escobar Camacho
DE LOS VICI ROMANOS A LOS ARRABALES ISLÁMICOS
Coordinador: Desiderio Vaquerizo Gil
(Colección T. Ramírez de Arellano VII)
© De esta edición: Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes
de Córdoba
ISBN: 978-84-949403-1-6
Dep. Legal: CO 1884-2018
Impreso en Litopress. Edicioneslitopress.com. Córdoba
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Publicaciones de la Real Academia de Córdoba.
ÍNDICE
FUNDACIÓN CAJASUR
Preliminar ............................................................................................ 11
José COSANO MOYANO
Prefacio ................................................................................................ 15
Desiderio VAQUERIZO GIL
Prólogo (Cuando la sociedad toma las riendas…) .............................. 19
Desiderio VAQUERIZO GIL
Vivir en la Córdoba romana ................................................................ 33
Sergio GARCÍA-DILS
Algunas notas sobre el paisaje epigráfico
de Corduba Colonia Patricia .............................................................. 117
Luz NEIRA JIMÉNEZ
El mosaico pavimental en Corduba Colonia Patricia:
sociedad, mito e ideología ................................................................... 145
Ana B. RUIZ OSUNA
La vida más allá de la muerte: topografía, ritual y tipologías
funerarias entre la Corduba tardorrepublicana y la Colonia
Patricia del Pleno Imperio .................................................................. 187
Manuel D. RUIZ-BUENO
De la civitas clásica a la ciudad tardoantigua. La transformación
del espacio urbano de Córdoba, dentro y fuera de las murallas .......... 219
Eduardo CERRATO CASADO
El papel del Cristianismo en la conformación
de la Corduba tardoantigua y medieval ............................................... 243
Carmen GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
Vivir en la Córdoba islámica: la etapa emiral ..................................... 299
Belén VÁZQUEZ NAVAJAS
Vivir en la Córdoba islámica: la etapa califal ..................................... 323
Rafael BLANCO GUZMÁN
Vivir en la Córdoba islámica: de la fitna a la entrada
en la ciudad de Fernando III ................................................................ 351
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
Grupo de investigación Sísifo
Universidad de Córdoba
1. Una revisión necesaria: el concepto “ciudad islámica”
El surgimiento del concepto “ciudad islámica” como sinónimo de
asentamiento urbano caótico y desordenado puede situarse,
aproximadamente, entre finales del siglo XIX y principios del XX. En este
momento, autores como G. y W. Marçais, entre otros, realizaron una serie de
observaciones sobre ciudades contemporáneas ubicadas mayoritariamente
en el Magreb, percatándose de la presencia en todas ellas de ciertos
elementos comunes: una mezquita principal, un zoco, baños públicos,
etcétera. Así comenzaron a esbozar un modelo de ciudad pronto asumido y
desarrollado por otros autores (entre otros, R. LeTourneau, J. Berque o G.
Von Grunebaum, vid. NEGLIA 2008), en el que el adjetivo islámico solía
hacer alusión, meramente, a un listado de infraestructuras. Cualquier
“ciudad islámica” quedaba definida como un conglomerado de determinadas
construcciones, y era equiparable a paisaje urbano incoherente y
enmarañado, con calles tortuosas y estrechas, y con una falta notable de
espacios abiertos o públicos (GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016, 41-42)
Este modelo descriptivo e inmutable se acuñó a través de observaciones
de realidades urbanas coetáneas al momento en el que los autores escribían.
Por tanto, se minimizaba, cuando no se obviaba, la información que los
testimonios históricos o las evidencias del pasado podían brindar,
considerándose que el aspecto físico de las ciudades objeto de observación
no había cambiado a lo largo del tiempo. Se remarcaban, sobre todo, las
VAQUERIZO GIL, D. (Coord.), Los barrios de Córdoba en la historia de la ciudad. De los
vici romanos a los arrabales islámicos, Córdoba 2018, pp. 299-322. ISBN: 978-84-949403-1-6
299
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
diferencias morfológicas, consideradas carencias o una regresión, incluso,
con respecto al urbanismo clásico (BENNISON, GASCOIGNE, 2007, 2).
En líneas generales, se responsabilizaba de manera directa al Islam de la
existencia de estas características urbanísticas, sin que se explicasen sus
posibles motivos ni se hiciese referencia a la estructura social o institucional
subyacente a estos conjuntos urbanos. Este modelo “orientalista” (NEGLIA,
2008) tampoco concebía la posibilidad de que la forma contemporánea de
las ciudades sometidas a observación no tenía por qué reflejar ya el modo en
que fueron constituidas y gobernadas durante su pasado medieval (ABULUGHOD, 1987, 160).
La superación de esta visión simplista y ahistórica de ciudad arrancó de
la mano de autores como J. Sauvaget o I. Lapidus, y se prolongó durante
toda la segunda mitad del siglo XX. En este momento se inicia una etapa
revisionista en la que comienza a considerarse como un error esta aplicación
del calificativo “islámico” de manera tan generalizada, especialmente a
partir de observaciones contemporáneas y también en ausencia de los
contextos históricos y culturales de cada asentamiento (vid. GONZÁLEZ
GUTIÉRREZ, 2016, 43-ss.). La investigación empezó entonces a interesarse
no tanto por la descripción de determinadas morfologías urbanas visibles,
sino por los motivos que provocaron dichas formas. En alguna ocasión,
incluso, se buscaba en la estructura interna de estos asentamientos las claves
de su organización y la razón por la que han sobrevivido al paso de los
siglos adaptándose y evolucionando (RAYMOND, 1994; 2008).
Estas nuevas formas de concebir los conjuntos islámicos, en las que
también se trasciende el marco magrebí, permitieron que, paulatinamente, la
mayoría de los análisis coincidiese en desterrar las premisas orientalistas,
marcadas muy comúnmente por la ahistoricidad, y por la tendencia a
elaborar tipologías basadas en un número muy bajo de ejemplos
(BENNISON, GASCOIGNE, 2007, 3). En esencia, se arremete contra la
inmutabilidad que implica ese estereotipo y contra el excesivo simplismo de
los esquemas aplicados hasta el momento, haciéndose patente que para una
correcta aprehensión del urbanismo es necesario tener presente tanto su
evolución histórica y topográfica, como la identificación y definición de los
agentes que lo configuraron y moldearon en cada momento acorde con unas
necesidades concretas.
Si bien las ideas de cambio más reveladoras y notables provinieron, en
este momento, de autores extranjeros -Abu-Lughod (1987), AlSayyad (1991)
o Raymond (1994; 2008), entre muchos otros-, en los últimos tiempos la
intelectualidad hispana se ha incorporado a esta fase de reflexión y
300
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
renovación, no solamente aplicando estas nuevas tendencias teóricas e
historiográficas al caso andalusí (vid. ACIÉN, 2001; NAVARRO, JIMÉNEZ,
2007) sino también enriqueciendo el panorama internacional con gran
cantidad de testimonios arqueológicos. Éstos están contribuyendo
decisivamente tanto a apoyar el desmonte de aquellas ideas de caos e
inmutabilidad tradicionalmente consideradas intrínsecas a la ciudad islámica,
como a descubrir y perfilar nuevos criterios para la correcta identificación y
definición de este tipo de urbe (GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2014).
Debido a su proceso de génesis y transformación, y también por la carga
ideológica que su urbanización y desarrollo encerraron, las ciudades de alAndalus constituyeron una realidad radicalmente diferente del resto del
mundo islámico medieval. Las estructuras urbanas fueron clave en el proceso
de implantación del poder musulmán en Hispania y, además, contribuyeron a
consolidar a este territorio como un lugar cada vez más autónomo e
independiente de Oriente, muy especialmente a partir de la llegada de los
Omeyas a la Península Ibérica. Esta dinastía estableció signos de su
legitimidad a través, fundamentalmente, de manifestaciones arquitectónicas y
programas constructivos y ornamentales, provocando así el desarrollo de
“nuevas ciudades con una clara vocación de ser asentamientos de poder”
(ALMAGRO, 2002, 10).
La evidencia material y arqueológica que se está recuperando en las
últimas décadas revela una gran cantidad de casuísticas urbanas distintas
para al-Andalus, demostrando que las dicotomías sobre las que el modelo
tradicional de “ciudad islámica” se sustentaba son absolutamente
inaceptables, e incluso no aplicables, al caso andalusí. De hecho, la
utilización de la expresión “ciudad islámica” para estos asentamientos
resulta poco adecuada porque hace referencia a un modelo estricto cuando,
en realidad, en al-Andalus, según su proceso de génesis o surgimiento, se
pueden diferenciar dos tipos de ciudad 1: de nueva fundación, o ciudades
islámicas propiamente dichas; y ciudades que los musulmanes heredan y,
por tanto, transforman y modelan sobre una realidad urbana anterior
-ciudades islamizadas (SOUTO, 1995; ACIÉN, 2001; NAVARRO,
JIMÉNEZ, 2007; 2007b)-. Ambas realidades permitieron una nueva
organización del territorio en la Península Ibérica, la sedentarización de los
ejércitos árabes y beréberes, y la islamización y arabización de la población
autóctona (CALVO, 2014, 62-ss).
1
Existen criterios distintos que proponen otras formas de clasificación, bien
expuestas en ACIÉN, 2001.
301
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
Según P. Guichard (1998, 12-13), tampoco es procedente adjetivar a la
realidad andalusí con el término “ciudad islámica”, porque es fácil asociar
ese concepto, de forma directa o indirecta, a un modelo mental implícito
anterior a la realidad andalusí y en cierta medida hermético. Se ha
considerado que lo más correcto, y así impera en la actualidad, podría
consistir en concebir al-Andalus como un gran damero integrado por
núcleos urbanos muy diversos, un auténtico “país de ciudades”
(IZQUIERDO, CARROBLES, 2007) cuya pluralidad hace que no resulte
prudente extraer, al menos aún, modelos urbanos concretos, aunque sí
referencias generales. De acuerdo con ello, cuando hablamos de ciudades
islámicas o andalusíes hacemos referencia a aquéllas que surgen o se
desarrollan en clara vinculación con el dominio islámico en la Península
Ibérica, siendo entonces el calificativo “andalusí” un indicador cronológico
y cultural, nunca morfológico o estructural.
De igual modo, con la expresión “Córdoba islámica”, en la presente
contribución aludimos a la Córdoba que comienza a desarrollarse a partir de
inicios del siglo VIII bajo el dominio musulmán, sobre un sustrato físico y
cultural anterior; no a la presencia en ella de fórmulas físicas comunes al
resto de los asentamientos musulmanes de la Península Ibérica, el área
norteafricana u Oriente. Por esa razón, si bien Córdoba se convierte en un
referente ineludible a la hora de analizar las dinámicas urbanísticas que
tuvieron lugar en al-Andalus -debido, sobre todo, al estatus jurídico y al
desarrollo urbanístico que alcanzó bajo el dominio omeya-, tanto sus propias
particularidades como las del territorio andalusí aconsejan no tomar a
Madīnat Qurṭuba como un modelo, ni extrapolar los procesos que en ella se
detectan al resto del territorio.
2. Los inicios urbanísticos de la Córdoba islámica: el Emirato Dependiente
Aun cuando la evidencia arqueológica referente a la primera ocupación
islámica de Córdoba no es muy abundante, se puede afirmar que la ciudad
que encontraron los musulmanes distaba ya mucho de tener la imagen de la
Corduba romana. Los nuevos contingentes poblacionales se asentaron sobre
la ciudad tardoantigua, cuyos habitantes ya habían incidido de manera muy
particular sobre el callejero y las infraestructuras romanas 2 (ACIÉN,
VALLEJO, 1998, 108-112; RUIZ BUENO 2016). Por tanto, los procesos
2
Sobre este particular, remitimos a la aportación del Dr. M. D. Ruiz Bueno en este
mismo volumen, así como a su Tesis Doctoral (RUIZ BUENO, 2016; 2018).
302
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
urbanísticos fechables en la primera mitad del siglo VIII ofrecen cierta
continuidad con respecto a la realidad inmediatamente anterior, y se
corresponden con actuaciones iniciales de ocupación y transformación, así
como de readaptación y reocupación de espacios, más que con la erección de
nuevas construcciones (ACIÉN, VALLEJO, 1998, 114).
Fig. 1: Interpretación de la trama viaria que articuló la Medina de Córdoba. Resaltados,
los ejes que conectaron entre sí las puertas de la ciudad (modificado a partir de
MURILLO et alii, 2010b, 526, fig. 248).
303
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
Pese a que podría deducirse que los nuevos pobladores poco a poco
habrían comenzado a demandar sus propios equipamientos e instalaciones,
la investigación coincide en afirmar que para estos momentos no existió un
programa urbanístico sólido con directrices bien marcadas (MURILLO et
alii, 2004, 261). Con todo, pueden destacarse algunos hechos fundamentales
en la progresiva gestación de Madīnat Qurṭuba. Nos referimos, en primer
lugar, al mantenimiento de la cerca muraria, configurada ya por los romanos
y mantenida también durante la Tardoantigüedad 3. Esta muralla delimitaba
el recinto en el que se configuró la Medina de la ciudad, el espacio urbano
que, según la explicación inmediatamente anterior, consideramos
islamizado. Aquí, para este momento comienza a detectarse una primera
jerarquización y ordenación viaria regida, esencialmente, por ejes que unirán
las puertas de la Medina y que, en cierto modo, recurren al trazado del kardo
y del decumano romanos (vid. fig. 1; MURILLO et alii, 2010b, 526-528).
Por lo que se refiere al territorio exterior, fuera del recinto amurallado,
para este periodo inicial de ocupación debe subrayarse la creación de dos
áreas cementeriales (vid. fig. 2). La primera de ellas fue la maqbarat Āmir
al-Qurašī, fundada, según las fuentes escritas, en el primer tercio del siglo
VIII y situada al oeste de la Medina en clara vinculación con una de las
puertas de acceso a la misma (ACIÉN, VALLEJO, 1998, 112; CASAL,
2003, 52-53). Esta necrópolis podría corresponderse con los restos
localizados en la Avenida de la Victoria, en los aledaños de la Puerta de
Gallegos (vid. CASAL, 2003, 91-95) 4. La segunda se ubicó al sur de la
Medina. Conocida con el nombre de maqbarat al-Rabaḍ -o Cementerio del
Arrabal-, fue fundada en torno a los años 719/720 por el gobernador alSamh (CASAL, 2003, 60-64) y podría identificarse con los espacios
funerarios documentados en el Parque de Miraflores y en algunos solares
inmediatos (MURILLO et alii, 2004, 261).
La fundación de cementerios en estos momentos tan tempranos del
dominio islámico se reviste de gran importancia porque no se trata de un
fenómeno casual o espontáneo, sino que se vincula directamente con la idea
de un proyecto de ciudad. La fundación y el mantenimiento de los
cementerios era responsabilidad directa de las autoridades islámicas, y
nunca dependía del control de particulares (LEÓN, CASAL, 2010, 660). Es
3
Sin grandes diferencias con respecto a aquélla, experimentó, no obstante, algunas
refacciones y actuaciones menores (MURILLO et alii, 2004, 259).
4
Se trata, además, de una zona de cierta tradición funeraria (vid. al respecto la
contribución, en esta monografía, de la Dra. A. Ruiz Osuna).
304
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
destacable, por otra parte, que las áreas cementeriales excavadas en estos
puntos cardinales, a las que progresivamente se unirán otras, presentan una
intensa superposición de niveles de enterramiento. Muchas de estas zonas
estarán en uso, incluso, hasta época tardoislámica. Tal longevidad es prueba
evidente de la trascendencia y continuidad funcional de estos espacios desde
sus inicios (Ibid.).
Fig. 2: Localización de las necrópolis de la Avda. de la Victoria (A) y aledaños del
Parque de Miraflores (B), posibles maqbarat Āmir al-Qurašī y maqbarat al-Rabaḍ
respectivamente (LEÓN, CASAL, 2010, 659, fig. 348, con modificaciones).
Los cementerios van a jugar también, desde primera hora, un papel
fundamental en la gestación de núcleos de arrabal extramuros, a veces muy
lejos del recinto amurallado (LEÓN, CASAL, 2010, 660-662). A este
respecto no podemos dejar de mencionar el Arrabal Meridional, también
llamado arrabal de Saqunda, el más antiguo de Madīnat Qurṭuba, que
comenzó a gestarse antes de mediados del siglo VIII al socaire de la
existencia de esta maqbarat al-Rabaḍ (ACIÉN, VALLEJO, 1998, 111;
MURILLO et alii, 2004, 261-262; LEÓN, CASAL, 2010, 662).
305
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
3. El Emirato Independiente: ‘Abd al-Raḥmān I y sus sucesores
La islamización definitiva de Córdoba, así como su progresiva
trasformación en una gran capital, estuvo indefectiblemente vinculada a la
llegada de ‘Abd al-Raḥmān I a la Península Ibérica a mediados del siglo
VIII. Con él, al-Andalus dejó de ser una provincia para convertirse en un
Estado, políticamente independiente del Califato abasí de Oriente. El nuevo
Emir comenzó una política pacificadora pero también de sometimiento a su
autoridad, desarrollando un afán centralizador del territorio andalusí desde
Córdoba. Esta política, heredada e incrementada por el resto de emires, tuvo
una clarísima vocación dinástica, que buscó la plasmación física de la
continuidad con los califas marwaníes de Damasco, y que pretendía también
hacer de Córdoba, por un lado, reflejo de orden y civilización y, por otro, un
instrumento que permitiese, como veíamos más arriba, el desarrollo eficaz
de las políticas de islamización, arabización y legitimización de la dinastía
(CALVO, 2014, 62). Desde un punto de vista urbanístico, estas ideas se van
a concretar en la vertebración de tres ejes de actuación principales, que se
establecen ahora y que seguirán desarrollándose durante toda la etapa
omeya, eclosionando en el Califato (MURILLO et alii, 2004, 261).
El primero de ellos fue la fundación de la mezquita aljama de la ciudad
en el sector meridional de la Medina, sobre el solar de un complejo
tardoantiguo anterior (ACIÉN, VALLEJO, 1998, 112-113; MURILLO et
alii, 2004, 261), tradicionalmente relacionado con el complejo episcopal.
Esta fundación era primordial para la constitución de una nueva capital
puesto que, para adquirir el estatus de Madīnat, y en contraposición con las
necesidades de pequeños asentamientos rurales, los núcleos urbanos
requerían de una mezquita aljama para congregar a la comunidad en la
oración del viernes al mediodía (GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016, 50-ss.).
Este fue un factor común a todas las urbes islámicas, y es también un reflejo
físico del componente religioso que imbuye a esta cultura.
Los asentamientos islámicos tenían entre sus objetivos cohesionar a la
comunidad de creyentes, convirtiéndose así desde un primer momento en un
instrumento para lograr la unidad y rendir el mejor y más adecuado servicio
a Alá (CARVER, 1996, 186-188). A través de la mezquita, que es también
“un lieu symbolique de convergence entre pouvoir politique et magistère
religieux”, las ciudades podían ofrecer un espacio adecuado para conseguir
esa cohesión (BIANQUIS, 1988, 11).
306
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
Fig. 3: A. Hipótesis de ubicación y extensión del centro de poder en la Córdoba
tardoantigua (MURILLO et alii, 2010c, fig. 14). B. Hipótesis de restitución del
Alcázar y su entorno (MONTEJO et alii, 1999, 165, fig. 3).
307
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
A pesar de estos aspectos comunes con otras ciudades, la aljama
cordobesa nació también con marcadas diferencias con respecto a otras
mezquitas mayores. Estas particularidades se relacionan con su ubicación y
el mantenimiento de la naturaleza religiosa del lugar, con el papel
escenográfico de su emplazamiento frente a la Puerta del Puente, con la
conjugación de distintas formas y estilos artísticos y arquitectónicos
-autóctonos, orientales y también de nueva creación-, y con su papel de
piedra angular en los programas edilicios omeyas y reflejo principal del
poderío de la dinastía, entre otros.
El segundo eje de actuación consistió en la creación e
institucionalización del aparato burocrático básico del Estado, materializado
en la fundación de la Casa de Correos y de la Ceca, al tiempo que se
prestaba especial atención al desarrollo físico y material del Alcázar. Éste se
configura, de nuevo, sobre un complejo anterior (ACIÉN, VALLEJO, 1998,
114; MURILLO et alii, 2004, 261; MURILLO et alii, 2010, 519-ss.; LEÓN,
MURILLO, 2009). No debe extraerse la conclusión de que toda la
infraestructura estatal se concentró en el recinto del Alcázar, puesto que
algunos servicios estuvieron físicamente segregados del mismo -la Dar alTiraz, por ejemplo- a fin de solventar las necesidades crecientes de
representación del poder político (MURILLO et alii, 2010b, 537).
Algunos autores han querido ver en la constitución de alcázares y
fortalezas la plasmación de otra de las grandes funciones urbanas para la
cultura islámica: la ciudad representa una calidad de vida específica porque,
en detrimento del desierto y del nomadismo, ofrece algunos servicios
fundamentales como la seguridad que proporciona el recinto amurallado, el
abastecimiento de agua, o la justicia garantizada por la presencia de una
autoridad político-administrativa, entre otros aspectos (CARVER, 1996, 186;
BEHRENS-ABOUSEIF, 2000, 34). El Alcázar de Córdoba, y el aparato
estatal vinculado con él, representaban aquí también todas estas ventajas.
Gracias a la institucionalización y progresiva implantación de estos dos
ejes vertebradores, se configuró en la parte meridional del recinto
amurallado de Madīnat Qurṭuba un binomio de representación del poder
civil y religioso (vid. fig. 3), reflejo no sólo de la autoridad omeya y objeto
de atención de emires y califas a lo largo de los años, sino también
testimonio claro de la continuidad espacial y, en cierta medida funcional, de
la ciudad tardoantigua, que se irá islamizando poco a poco.
La tercera y última gran línea de actuación urbanística que se establece
a partir de mediados del siglo VIII, y la más relevante en lo que al marco
308
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
general de esta publicación se refiere, fue la articulación del espacio
extramuros y periurbano. Más allá de los límites de la muralla, Madīnat
Qurṭuba contó con una serie de arrabales cuyos nombres y localización
general aparecen mencionados con cierta profusión en las fuentes escritas. Si
bien la Arqueología ha podido excavar, en las últimas décadas, un buen
número de hectáreas de dichos arrabales, aún no ha sido posible, ni resulta
en absoluto prudente, adjudicar los nombres consignados en los textos a los
sectores extramuros documentados. Con todo, la conjunción de fuentes
escritas y evidencia material nos permite concretar, en algunos casos, cuáles
fueron las dinámicas urbanas que llevaron al surgimiento y la consolidación
de estos sectores.
Parece que uno de los mayores acicates fue la actuación de las elites.
Mediante la fundación de determinados elementos e infraestructuras
urbanas, personajes reconocidos e influyentes de la sociedad del momento
establecieron el estímulo de partida para el crecimiento de barrios y sectores
domésticos extramuros en rápida expansión. El más antiguo de estos
arrabales fue el Meridional, surgido, como mencionábamos anteriormente, a
partir de una necrópolis previa. La destrucción de este sector doméstico en el
año 818 espoleó el crecimiento de otros focos incipientes de suburbios, que
se convirtieron en receptores del incremento progresivo de la población, y
exponentes de los procesos de islamización y propaganda política
(MURILLO et alii 2004, 262).
Una de las áreas que se benefició de la desaparición del arrabal
meridional fue el conocido como barrio de Šabulār, ubicado al este de la
Medina. Este arrabal, de raigambre indígena, se extendía desde la Bāb alHadīd a lo largo de un antiguo camino histórico llamado al-zaqāq al-kabīr, y
estuvo dotado desde muy temprano de una mezquita que ha sido identificada
por varios autores como la mezquita del ‘Āmir Hišām, fundada a finales del
siglo VIII por el propio Hišām I 5 (vid. fig. 4). De ser cierta esta filiación, nos
encontraríamos ante una fundación estatal destinada a favorecer las
dinámicas urbanas y la islamización en un contexto de poblamiento
autóctono (GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016, 436-437; Ibid., 2016b, 283).
Las fuentes escritas también hablan de la construcción de almunias
como estímulo para el desarrollo de barrios extramuros en torno a ellas. De
5
Estas identificaciones fueron sugeridas por Acién y Vallejo (1998, 114-115), y por
Murillo et alii (2004, 262; 2010, 532), entre otros. Se trata de la mezquita que se
transformó en la actual iglesia de Santiago, situada según las fuentes escritas en el
arrabal oriental de Šabulār (PINILLA, 2000, 568-569).
309
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
nuevo al este de la Medina, los textos sitúan el arrabal de la Munyat Abd
Allāh, en una zona que coincidiría, aproximadamente, con las huertas de los
posteriores conventos de San Pablo y San Agustín (BLANCO, 2014, 115); y
el barrio de la Munyat al-Mugīra (MURILLO et alii, 2004, 263, LOPEZ
CUEVAS, 2011, 67-ss), cuya localización se ha propuesto en el entorno de
la iglesia de San Lorenzo 6. Si bien arqueológicamente ninguno de estos dos
complejos ha sido identificado todavía, el surgimiento de áreas de arrabal en
conexión con la fundación de almunias se detecta claramente para época
emiral en la parte norte del extrarradio.
Fig. 4: Restos de la mezquita actualmente visibles en la iglesia de Santiago.
Localización del inmueble (estrella negra) en relación con el camino histórico y la
mezquita aljama (estrella roja) (elaboración propia sobre la base de MURILLO et alii,
2010b, 529, fig. 249).
La información textual sitúa al norte de la Medina de Córdoba la almunia
de al-Ruṣāfa (MURILLO, 2009), fundada por el propio Abd al-Raḥmān I en
el tercer cuarto del siglo VIII sobre la base de una propiedad anterior
6
En las inmediaciones de esta iglesia, antigua mezquita califal, se localizó también
una lápida que conmemora la construcción de un alminar para la masŷid al-Mugīra
(GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016, 444-445).
310
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
(MURILLO et alii, 2010, 565). La historiografía local siempre ha tendido a
localizar al-Ruṣāfa en la zona de la actual Arruzafa (Ibid. 566), donde
recientes hallazgos arqueológicos -especialmente los vinculados a la
urbanización del Plan Parcial O-1-, apuntan a su ubicación en el área de El
Tablero y el antiguo convento de San Francisco de la Arruzafa (Ibid., 570-ss.).
Fig. 5: Vista de algunas de las estructuras que conformaron el sistema hidráulico del
área del Patriarca (R. Clapés).
311
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
De entre los muchos descubrimientos a los que nos referimos, ha de
subrayarse una muy depurada infraestructura hidráulica que destaca tanto
por su longevidad - funcionaba ya a mediados del siglo I d. C., y siguió en
uso hasta principios del siglo XX- como por la cantidad de agua que podía
gestionar. Se trata, además, del sistema hidráulico más complejo de los que
se han documentado para Qurṭuba hasta el momento (MURILLO, 2014, 99),
conformado por, al menos, dos captaciones de agua localizadas en la zona
del Patriarca, pequeños acueductos, cisternas y una red de canalizaciones
secundarias (vid. fig. 5). Determinados investigadores basan en la existencia
de este sistema romano, altamente complejo, la decisión del primer emir
omeya de situar aquí su propiedad, puesto que con esta infraestructura
podría satisfacer las necesidades de agua y riego de jardines, huertos,
residencias, pabellones de recreo, baños, etcétera (Ibid., 99-100).
Otro hallazgo reciente que se ha esgrimido para argumentar la
localización de al- Ruṣāfa en esta área es la existencia de un muro de
orientación norte-sur, de un metro de anchura, que apareció en las
inmediaciones de la Avda. de la Arruzafilla y la calle Barón de Fuente
Quintos. De varias decenas de metros de longitud, alterna sillería con cajas
de mampostería y presenta también contrafuertes en su lado oriental. Este
muro solamente puede ponerse en relación con la tapia de cierre de una gran
propiedad como la que comentamos (MURILLO et alii, 2010, 574).
Por último, de entre todos los elementos que apuntan a la localización
de dicha almunia en la zona indicada, despunta una edificación documentada
por investigaciones geofísicas en los terrenos inmediatamente situados al sur
de la Huerta y del Parador de la Arruzafa. Pese a que la excavación del
complejo aún no se ha acometido, la imagen obtenida a través de la
prospección geomagnética deja entrever una tipología muy sugerente. Se
trata de un edificio exento, de unos 50 m de lado, rodeado con un recio muro
perimetral de 2 m de espesor con contrafuertes en su fachada que encierra un
área dividida en varias estancias alrededor de un gran patio (MURILLO et
alii, 2010, 573-574; MURILLO, 2014, 92-93). Recuerda, en cierta medida, a
determinados tipos omeyas ubicados en Siria y Jordania denominados
genéricamente como castillos del desierto, y más concretamente al palacio
de az-Zaytuna ubicado en al-Ruṣāfa, antigua Sergiópolis, en la actual Siria
(MURILLO et alii, 2010, 614).
Las similitudes tipológicas entre ambas construcciones son de
extremada importancia porque az-Zaytuna fue residencia del califa Hisham,
abuelo de ‘Abd al-Raḥmān I. El hecho de que este último fundase su
residencia predilecta en las inmediaciones de la ciudad amurallada de su
312
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
nueva capital, sobre una gran propiedad preexistente, y le diese el nombre y
la forma de la Ruṣāfa siria en clara alusión a su abuelo, habla del
restablecimiento de la línea de legitimidad dinástica a través del traslado de
la tipología arquitectónica netamente identificada con la Siria natal de los
Omeyas y con el lugar donde discurrió la infancia del Emir emigrado (Ibid.).
Fig. 6: A. Resultado de las prospecciones geomagnéticas efectuadas en el entorno de la
Arruzafa de Córdoba (MURILLO et alii, 2010, 573, fig. 270). B. A la izquierda,
restitución de la planta del edificio documentado a través de las citadas prospecciones.
A la derecha, planta del palacio de az-Zaytuna (Ibid., 614, fig. 298).
313
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
Ha de tenerse en cuenta además que esta almunia, configurada como
gran propiedad agrícola al tiempo que residencia periurbana y elemento
articulador del territorio circundante, servirá de modelo para otras creadas
por los emires sucesivos y por otros personajes vinculados con la dinastía
gobernante (LÓPEZ CUEVAS, 2011, 215; MURILLO, 2014, 96-99). AlRuṣāfa tuvo asociados al menos desde el siglo IX, según la información
textual, un cementerio y un sector de arrabal cuya extensión, evolución y
características comienzan a conocerse ahora a través del registro
arqueológico (vid. MURILLO et alii, 2010, 586-ss; MURILLO, 2014, 100ss).
Llegados a este punto, es interesante remarcar cómo tanto los arrabales
meridonal, Šabulār o de al-Ruṣāfa, entre otros 7, parten en origen de una gran
propiedad anterior, un antiguo vicus con un centro de culto cristiano o una
fundación islámica muy temprana. Este fenómeno de núcleos de
poblamiento emiral extramuros que surgen en conexión con elementos
previos se va a combinar, y muy especialmente a partir del siglo IX, con la
fundación de estructuras suburbanas ex novo que servirán también para
fomentar el crecimiento extramuros y fortalecer la islamización no
solamente de la población, sino del propio paisaje urbano.
Dichas iniciativas se detectan con mayor profusión en la zona de
Poniente; esto es, en los arrabales occidentales. Desocupados hasta este
momento, se erigen ahora como la mejor muestra de ciudad islámica, o
construida de nueva planta por estos nuevos contingentes. También serán
muestra del incipiente dinamismo urbanístico que eclosionará
posteriormente, en el siglo X 8. A este respecto, las fuentes escritas vuelven a
ser muy reveladoras, pues mencionan con profusión el desarrollo de
fenómenos urbanos que tuvieron un patrocinio imperial directo: esposas,
hijas, concubinas, esclavos, y miembros relevantes de la administración y de
la sociedad, entre otros, comienzan de manera premeditada a dotar a la
ciudad de una ordenación urbanística específica a través de la fundación de
mezquitas, cementerios, fuentes públicas, centros asistenciales y otros
7
Ocurre también en otras zonas como, por ejemplo, al sureste de al- Ruṣāfa. Aquí,
en el área de Cercadilla, se configuró un arrabal mozárabe en torno a una basílica
(MURILLO et alii 2010b, 534-535); y en el arrabal de la masŷid Umm Salama (Ibid.).
Este fenómeno se observa, asimismo, en la zona de la actual Colina de los Quemadosy
Zoológico Municipal, donde se localizan unas estructuras interpretadas como una
almunia o residencia de entidad sobre una ocupación romana anterior (Ibid. 535).
8
Los detalles sobre este proceso pueden consultarse con más detalle en el trabajo de
B. Vázquez Navajas contenido en esta misma monografía.
314
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
espacios (MURILLO et alii, 2004, 263-ss.). Estas construcciones, además de
funcionar como catalizadores para la aparición de nuevos arrabales, nos
hablan de islamización y, también, de la necesidad de asegurar la militancia
de la jassa al régimen de los omeyas (GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016,
428-429).
Otra característica importante a tener en cuenta, es que muchas de estas
fundaciones se constituyeron bajo la figura del habis o legado piadoso. Las
fundaciones pías o bienes habices -que constituyen una de las instituciones
socioeconómicas más complejas de la Edad Media- eran, en esencia,
donaciones realizadas voluntariamente por creyentes musulmanes, que
buscaban ganarse el favor de Alá, para diversas finalidades consideradas
piadosas, caritativas o de utilidad pública para la comunidad. El
establecimiento de un legado o fundación piadosa podía traducirse en la
construcción de determinados edificios -mezquitas, baños, almunias,
cementerios o leproserías, entre muchos otros-, o en la donación de
cantidades económicas para asegurar el mantenimiento y funcionamiento de
ciertas instituciones o lugares, por ejemplo.
La complejidad de estas fundaciones se desprende del hecho de que,
una vez establecidas, eran inalienables. Es decir, una vez fundados, estos
legados estaban donados en usufructo a perpetuidad: no se podían modificar,
ni destruir, ni embargar, ni reconvertir en ninguna otra cosa. Por ello,
constituían una manera muy efectiva de asegurar la perpetuidad y
permanencia no solamente del aspecto, sino de la función de determinados
espacios 9.
Si bien la arqueología ha sido capaz de identificar algunas de estas
infraestructuras emirales en los suburbios occidentales, de nuevo, con los
datos recuperados no es posible emparejarlas específicamente con los
nombres propios legados por las fuentes escritas, ni tampoco determinar su
naturaleza jurídica. Con todo, un análisis detallado de sus características
topográficas sugiere la existencia de esquemas de fundación, inserción
urbanística y desarrollo planificados con anterioridad.
En los terrenos de la actual Ronda Oeste, por ejemplo, se ha exhumado
una buena muestra de sector suburbano nacido durante el Emirato,
conformado por amplios sectores de necrópolis y zonas domésticas dotadas
de edificios singulares. Entre ellos, destaca una pequeña mezquita que se
ubicó al norte de unos baños, junto a una gran propiedad interpretada como
9
Sobre legados píos, ver GARCÍA SANJUÁN, 2002; y CARBALLEIRA, 2002.
315
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
posible almunia. La ortogonalidad de la trama viaria que rodea a estas
construcciones puede tomarse como señal de la planificación previa que
rigió la urbanización del sector. Del mismo modo, no parece casual el hecho
de que todo el conjunto fuese construido en conexión con la red de caminos
que unían los suburbios occidentales con la Medina a través de la Bāb
Ishbiliya (vid. MURILLO et alii, 2004, 267; CAMACHO, HARO, 2007;
CAMACHO et alii, 2009; LEÓN, CASAL, 2010, 665; LÓPEZ CUEVAS,
2013, 147-ss.; GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016, 433-436).
Fig. 7: Planta de la mezquita localizada en la Ronda Oeste y localización de la misma
(estrella negra) sobre el camino que conduce a la Medina (elaboración propia sobre la
base de MURILLO et alii, 2010, 529, fig. 249).
En los terrenos conocidos como Naves de Fontanar se constatan
también dinámicas similares. Nos referimos a una zona cuya intensa
promoción urbanística en el siglo X -con la conformación definitiva de un
enorme edificio tipo almunia, estructurado en varios patios que parecen
articular sectores de representación y de servicio, y con una posible
mezquita de cronología incierta GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, 2016, 249)tuvo como base la ocupación emiral. Se ha podido comprobar que parte de
esta gran almunia se construye en el siglo IX (MURILLO et alii, 2004b,
316
VIVIR EN LA CÓRDOBA ISLÁMICA: LA ETAPA EMIRAL
103), el mismo momento en el que se funda la extensa necrópolis que se
extiende al norte de todo el complejo (LEÓN, CASAL, 2010, 669).
4. Reflexiones finales
Con los datos expuestos hasta ahora, consideramos correcto afirmar que
la configuración de Madīnat Qurṭuba desde los inicios de la ocupación
islámica y, muy especialmente, a partir de la instauración del Emirato
Independiente, respondió a un proceso poco azaroso, enfocado a convertirla
en una gran capital al servicio de la dinastía Omeya. Sin negar las acciones
espontáneas y orgánicas de sus habitantes -que, sin duda, también debieron
tener lugar- la intensa actividad edilicia y asistencial que se desarrolla desde
muy temprano, estrechamente vinculada con el círculo más cercano al
soberano, remite a la implicación directa de determinados personajes en la
creación de un paisaje urbano muy concreto, por unas motivaciones
igualmente específicas.
Estos estímulos, de momento, no pueden rastrearse con la misma
intensidad ni evidencia en otras ciudades andalusíes. Nos referimos, entre
otros aspectos, al fortalecimiento de la figura del gobernante, al despliegue
de maniobras de propaganda política con un claro reflejo material y
arquitectónico, y a una nueva reorganización del Estado que, a la postre,
sentarán las bases de la efervescencia urbanística que caracterizará a la etapa
califal subsecuente, y que permitirá la cristalización de Madīnat Qurṭuba
como una de las grandes megalópolis de la Edad Media.
Pero, si bien Córdoba se dota, a través de estos procesos, de
infraestructuras que se han considerado tradicionalmente típicas o
definitorias de un asentamiento islámico -mezquitas, cementerios o baños,
entre muchos otros-, creemos conveniente reseñar que la presencia o
ausencia de determinadas construcciones, aunque dibuje un paisaje
característico o fácilmente interpretable como islámico, no es el factor que
determina la naturaleza de la ciudad. Recordemos, a este respecto, cómo en
los primeros momentos de la ocupación musulmana, Córdoba apenas contó
con nuevos edificios, reaprovechándose y reutilizándose las instalaciones
anteriores. De hecho, muchos de los hitos urbanísticos que van a convertirse
en señeros para la Medina cordobesa y sus aledaños -el puente, la Puerta del
Puente, la zona portuaria, o el gran conjunto monumental de representación
del poder político y poder religioso, entre otros- ya existían con anterioridad
a la llegada del Islam, y siguen definiendo a la ciudad en la actualidad.
317
CARMEN GONZÁLEZ GUTIÉRREZ
Se trata, en definitiva, de enmarcar a la Córdoba islámica en relación
directa con la realidad tardoantigua anterior, recordando siempre que las
ciudades, y muy especialmente las históricas, son elementos vivos,
orgánicos y cambiantes, y no un producto finalizado. Como consecuencia,
aun cuando existan elementos urbanos comunes a unas y a otras, no
podemos hablar de un modelo único u homogéneo de ciudad.
Por tanto, para comprender correctamente la Córdoba islámica y las
fuerzas que motivaron sus procesos de gestación y desarrollo a lo largo de
los siglos, debemos trascender la enumeración y descripción de sus
componentes materiales, y aproximarnos al proyecto, consciente o
inconsciente, que gobernantes y habitantes desarrollan para diseñar una
ciudad que respondiera a sus necesidades y, en según qué casos, también a
sus deseos. Esto, a su vez, supone un acercamiento a la función que
desempeña la ciudad en cada etapa, y es fundamental para su correcta
interpretación histórica.
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