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El Castillo de Chichén Itzá

2020, El Castillo de Chichén Itzá: Su significado astronómico, calendárico y agrícola

El presente libro, es un breve resumen de los trabajos realizados desde el 2014 por parte de los autores del mismo. Se presenta un panorama general que va desde el contexto sociocultural de las personas que poblaron Chichén Itzá (Itzáes), las menciones al sitio y a ellos desde diferentes fuentes históricas, arqueológicas y la propia población conquistada, hasta los pasos que se siguieron en la reconstrucción de la más importante de sus estructuras, la 2D5 mejor conocida como "El Castillo" o "Templo de Kukulcán".

ORLANDO CASARES CONTRERAS VENUS ESTRELLA CABRERA El Castillo de Chichén Itzá Su significado astronómico, calendárico y agrícola MERIDA, YUCATAN, MEXICO AÑO 2020 "EL LIBRO (Analté o Códice) y la Céramica, han sido instrumentos tradicionales de expresión, preservación y difusión cultural en el Mayab, desde mucho antes de la llegada de los europeos al continente americano. Mantener y renovar, acorde a los avances tecnológicos, el desarrollo de estas tradiciones como parte de nuestro pratrimonio e identidad cultural, ante la globalización, es un compromiso de todos los habitantes de esta histórica región del mundo: EL MAYAB, Península de Yucatán, México, América. Maldonado Editores del Mayab (Ramalco) Diseño gráfico y editorial: Maldonado Editores del Mayab D.R. © Orlando Casares Contreras Venus Estrella Cabrera Primera Edición 2020 D.R. © Maldonado Editores del Mayab Calle 48 No. 322 x 35 y 37 Col. Emiliano Zapata Ote. Tel. 986-22-03 Mérida, Yucatán, México C.P. 97144 E-Mail:maledit@yahoo.com www.librosdelmayab.com Tipografía: Carlos García ISBN: 968-5929-05-3 Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción, el almacenamiento en un sistema de recuperación o la transmisión total o parcial de esta obra por cualquier medio electrónico, de fotocopiado, grabación, etc., sin la autorización previa del propietario del Copyright. El contenido total de la obra es responsabilidad del autor y no representa el punto de vista de la editorial. Impreso y hecho en Yucatán, México. Printed and made in Yucatan, Mexico. El Castillo de Chichén Itzá CONTENIDO PRÓLOGO ................................................................................. 3 INTRODUCCIÓN A LA OBRA ............................................. 7 LAS REFERENCIAS PASADAS DE CHICHÉN ITZÁ Y SUS POBLADORES ................................................................. Las evidencias arqueológicas ........................................ Las evidencias etnohistóricas ....................................... Las evidencias históricas ............................................... 17 17 28 30 ESTRUCTURA 2D5 (EL CASTILLO): RECONSTRUCCIÓN E INTERPRETACIONES ................. 41 LA MONTAÑA SAGRADA COMO EL CENTRO DEL MUNDO .................................................................................... 55 ASTRONOMÍA Y CALENDARIO ........................................ 75 Nociones básicas del calendario.................................... 75 Recuento histórico de las investigaciones entre la astronomía y el calendario maya.................................. 80 ASTRONOMÍA Y AGRICULTURA ...................................... EL CASTILLO DE CHICHÉN ITZÁ, UNA NUEVA VISIÓN ASTRONÓMICA ...................................................... El ciclo anual de iluminación en El Castillo ............... La relación del ciclo de Venus con la agricultura y el calendario en El Castillo ............................................... El Castillo (Estructura Q162) de Mayapán, un modelo similar ............................................................... 91 103 105 109 113 CONSIDERACIONES FINALES ............................................ 129 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................ 131 1 Orlando Casares y Venus Estrella 2 El Castillo de Chichén Itzá PRÓLOGO La presente obra es la suma de algunos trabajos, conferencias y artículos científicos dedicados a un tema que captó nuestra atención a partir de los debates generados en el año de 2012, un año muy intenso para cualquier estudioso de la cultura maya. Ambos autores todavía no se conocían (algo que ocurrió en marzo del 2014 y por motivos distintos al tema del libro), pero ya habían experimentado esas intensas campañas en torno a un año que se promovió como “el fin del mundo” que como sobra decir, no ocurrió ni tampoco fue predicho o inscrito en ninguna evidencia arqueológica y/o histórica entre los mayas. Entre los temas de ese año, la escritura, pero especialmente la astronomía maya resultó ser clave para entender los contextos en los cuales se creó esa interpretación errónea, por lo que, entre lo que se resaltaba era la enorme habilidad que se tuvo en tiempos prehispánicos para poder desarrollar sistemas de observación celeste diurna y nocturna de gran precisión para la época. Entre esos temas, no podía faltar el monumento en piedra más grande que no sólo representa al calendario maya, sino que, también registra un evento astronómico sumamente promocionado a nivel mundial, el descenso de la serpiente de luz durante los equinoccios de primavera y otoño. Ese mismo año, un grupo de investigadores ponen en duda dicha propiedad astronómica y presentan sus 3 Orlando Casares y Venus Estrella evidencias como demostración de que, los triángulos de luz que se forman en la alfarda norte de la estructura El Castillo o Templo de Kukulcán en Chichén Itzá, podían extenderse muchos días antes y otros más posterior al equinoccio, variando en el número de triángulos formados. Ello condujo a un largo debate entre los especialistas en astronomía maya. Este álgido debate de si fue premeditado, producto de la casualidad o error en la restauración de la estructura continuó, pero fue hasta el año del 2014, en el que uno de los autores (Orlando Casares) decidió entrar al mismo, convencido de la existencia del equinoccio. Dicho año, al conocerse los autores, la autora del presente libro, le plantea durante el transcurso de aquel año, la posibilidad de que, a lo mejor, pudiera no ser un evento astronómico sino otro relacionado con el calendario, tal como ocurre en otros sitios arqueológicos. Dicha perspectiva generó un completo cambio en el rumbo que tomaría la presente investigación, por lo que se comenzó por plantearse cuándo comienza y cuándo acabaría de formarse los triángulos de luz, así como también, si podría existir algún momento clave en ese período y como tal, los resultados fueron completamente distintos a los que originalmente se planearon. Se encontró que, como lo sugirió al inicio de las observaciones por parte de la autora, se trataba de un ciclo que respondía a una necesidad relacionada con el calendario, porque iniciaba en días que conmemoran los principios que rigen el funcionamiento de los ciclos de 365 días conocidos 4 El Castillo de Chichén Itzá en maya como Haab y el de 260 días llamado Tzolkín. A pesar que para el año 2017 se acabó aquel período de trabajo que inició en el 2104, los resultados siguieron arrojando otras perspectivas por demás, interesantes que nos permitieron vincular dicho ciclo no sólo con el calendario sino con otros aspectos de suma relevancia en la cultura maya prehispánica con sus respectivos legados en nuestros tiempos, la agricultura. Debido a la formación de ambos autores, siendo el primero arqueólogo de formación con posgrados en antropología social e historia del arte sumados a la formación de la autora egresada en el área de turismo y para el momento de la presente obra, terminando sus estudios doctorales en antropología, es que se pudo ir trabajando y vinculando diferentes perspectivas bajo un mismo hilo conductor. Encontramos que en la literatura histórica, trabajos etnohistóricos y especialmente en las etnografía de principios del siglo XX hasta nuestros días, en toda la región comprendida por los mayas yucatecos junto con la región de los mayas Itzáes, las similitudes de aquellos ciclos agrícolas con los ciclos de iluminación, eran concordantes. Las evidencias, ya no sólo arqueológicas, epigráficas, históricas y etnohistóricas de trabajos anteriores a la obra, nos iban marcando un camino que nos permitía darle un mayor sentido a dicho ciclos que únicamente señalaban dos fechas al año, de poca relación con la agricultura y escaso sustento en otras evidencias como las ya mencionadas. Por ello, y convencidos de que no basta únicamente 5 Orlando Casares y Venus Estrella con la publicación en revistas especializadas y de estricto arbitraje del tema, toda investigación debe llegar a un mayor público posible en un lenguaje tan claro como sea posible, es decir, debe ser capaz de divulgarse y como tal, dichas publicaciones, conferencias y talleres generados como resultado de esa investigación, es que los autores compilaron la misma en el presente libro, que de forma general, plasma en sus diferentes apartados esos puntos que nos permitan comprender las motivaciones por las que dicha estructura es considerada con mayor razón, una de las maravillas del mundo. Esperamos que su lectura sea de su total agrado: Orlando y Venus 6 El Castillo de Chichén Itzá INTRODUCCIÓN A LA OBRA Una de las estructuras más emblemáticas entre los visitantes que llegan año con año a la región maya, especialmente a los Estados de Yucatán y Quintana Roo, ha sido la estructura 2D5, mejor conocida como El Castillo o Templo de Kukulcán, ubicada al centro de la zona arqueológica de Chichén Itzá. Dicha situación, ha sido constante no sólo en tiempos recientes o desde que se comenzó a difundir la idea de visitar su vistosa iluminación en triángulos de luz, desde los relatos que entraron los conquistadores sus menciones eran de las más recurrentes, a tal grado que parecería que dicha zona arqueológica junto con aquella estructura fuera la más importante a partir del siglo X en adelante, lo que los arqueólogos conocemos como el Clásico Terminal, un período que aproximadamente va de los 800 a los 1100 años después de Cristo. También es cierto que la misma estructura contenida en el sitio ya mencionado, se ha convertido en un símbolo que va más allá del Estado de Yucatán y del área maya. Es un ícono para toda clase de representaciones, lúdicas, gastronómicas y de cualquier índole comercial, así como también un referente cultural que abarca tantos ámbitos que nos sería insuficiente el presente espacio para poderlo describir puntualmente cada uno de ellos. ¿Por qué llegó a convertirse en tan emblemático ícono? Esta respuesta va más allá de las razones anteriormente 7 Orlando Casares y Venus Estrella mencionadas, y como veremos en el desarrollo posterior de éste documento, su popularidad está relacionada a las referencias prehispánicas, históricas y contemporáneas en la región maya. Comenzando por las razones contemporáneas, es uno de los sitios arqueológicos más grandes y singulares del norte de la península de Yucatán, fundado en un momento en los que otras ciudades mayas del centro de la región mencionada, comenzaron a ser abandonadas y su población se desplazó a diferentes lugares de la propia península por razones que todavía siguen siendo motivo de discusiones entre científicos de todo el mundo, punto que nuevamente será brevemente abordado en los capítulos siguientes. También esta referencia motivó a instituciones extranjeras y nacionales en la intervención, conservación y restauración de sus principales estructuras con importantes hallazgos que a la fecha nos hacen constantemente reescribir los detalles en los que se desarrolló la ciudad y sus implicaciones en el resto de la región, así como de los lugares en donde tuvo contacto. Chichén Itzá fue el cuarto sitio arqueológico mexicano en formar parte del Patrimonio de la Humanidad como bien cultural en el año de 1988 por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (abreviada como UNESCO), ya que cumplía con los principales criterios de evaluación que tiene dicho organismo1. 1 I. Representar una obra maestra del genio creativo humano; II. Testimoniar un importante intercambio de valores humanos a lo largo de un periodo de tiempo o dentro de un área cultural del mundo, en el desarrollo de la arquitectura, tecnología, artes monumentales, urbanismo o diseño paisajístico; III. Aportar un testimonio único o al menos excepcional 8 El Castillo de Chichén Itzá A partir del año 2000, se comenzó una campaña (de índole comercial y mediática) en realizar una votación mundial sobre cuáles serían las siete maravillas modernas del mundo, tratando de actualizar aquella lista elaborada originalmente por el pintor Neerlandés Maerten van Heemskrerck (en el siglo XVI). Si bien, fue realizado por una empresa y con carácter comercial, la propuesta del empresario suizo Bernard Wener, fundador de la New Open World Corporation, tuvo una respuesta mundialmente abrumadora y cambió las dinámicas sociales asociadas a la actividad turística en los países donde fueron seleccionados los candidatos a la votación que concluyó el 7 de julio del 2007. Cuestionada, repudiada, aplaudida y generando todo tipo de reacciones a favor o en contra por parte de toda clase de públicos (incluidos los grupos académicos, a favor y/o en contra también), México compitió tomando como referente a la estructura mencionada, El Templo de Kukulcán / La Pirámide de Kukulcán y como tal, resultó ganadora de aquel certamen no sólo por las características geométricas, de una tradición cultural o de una civilización existente o ya desaparecida; IV. Ofrecer un ejemplo eminente de un tipo de edificio, conjunto arquitectónico, tecnológico o paisaje, que ilustre una etapa significativa de la historia humana; V. Ser un ejemplo eminente de una tradición de asentamiento humano, utilización del mar o de la tierra, que sea representativa de una cultura (o culturas), o de la interacción humana con el medio ambiente especialmente cuando este se vuelva vulnerable frente al impacto de cambios irreversibles; VI. Estar directa o tangiblemente asociado con eventos o tradiciones vivas, con ideas o con creencias, con trabajos artísticos y literarios de destacada significación universal. (El comité considera que este criterio debe estar preferentemente acompañado de otros criterios). Aquí se puede consultar dichas bases sobre la elección de tales criterios: https://web.archive.org/web/20070615203340/ http://whc.unesco.org/world_es.htm 9 Orlando Casares y Venus Estrella sino por lo que se conocía en esos tiempos como su evento astronómico representativo, la formación de triángulos de luz durante los equinoccios, justamente lo que hoy es el principal motivo de la presente publicación a partir de nueva evidencia, igualmente a favor y en contra del mismo. El libro que se le presenta ante usted, no pretende ser una obra más de las tantas que se han escrito en torno a la civilización maya, a la zona arqueológica de Chichén Itzá o a la Estructura 2D5, también llamada La Pirámide de Kukulcán. Es un análisis que llevó a los autores toda una serie de discusiones, trabajos, mediciones y lecturas que se generaron a partir de la polémica puesta en duda sobre las propiedades astronómicas de la estructura, específicamente en el año de 2011 y 2012, por parte de algunos investigadores. En este sentido, quisiéramos aclararle al lector no especializado, que en muchos ámbitos científicos, es normal y deseable, poner en duda un argumento con base en evidencias rigurosamente recolectadas, lo cual nos ayuda a crecer como científicos y ampliar el conocimiento de una disciplina. Y es que, gracias a esas críticas, pudimos percatarnos que, por un lado, estaban en lo cierto al señalar que el equinoccio no es la razón más importante de los eventos astronómicos que tiene la pirámide. Aunque nunca nos convenció el descartar totalmente su función astronómica como los autores que mencionaremos lo hicieron, ello nos motivó al análisis más exhaustivo de sus argumentos y de lo que ahí se presentaba, por lo que eso generó artículos científicos de sus diferentes análisis de los autores que hoy se conjuntan en esta obra. 10 El Castillo de Chichén Itzá Por tal razón, elegimos un lenguaje no especializado o que en caso de requerirse, usar dichos términos con los que arqueólogos, historiadores, antropólogos y otros especializados en estos temas manejamos, pero explicados para un público diverso y que no requiera tener dichos títulos o formaciones académicas, pero sin renunciar a los criterios científicos y metodológicos de la información que iremos presentando en cada uno de nuestros capítulos, los cuales fueron pensados en proporcionar un amplio contexto histórico, arquitectónico y social, no sólo de la estructura sino del sitio, la región maya y los conceptos religiosos que encierran muchas de sus formas, diseños y el propio evento mencionado. En primera instancia, queremos que usted tenga en cuenta porqué hemos hecho un enorme énfasis en su importancia histórica y porqué también, a través del análisis de textos históricos realizados por misioneros, inquisidores y cronistas durante el proceso de conquista, refieren en mayor medida a Chichén Itzá como un sitio tan importante en un pasado y que al momento de su llegada, también seguía siendo ampliamente visitado en peregrinaciones de carácter religioso. De igual forma, durante y después del violento proceso de conquista, la población que permaneció en la región seguía recordando al sitio y las historias político – religiosas del mismo en sus escritos como la colección de códices escritos durante la colonia como los Chilam Balam que son variados en sus contenidos, especialmente el Chumayel que narra aspectos de la historia de la población. 11 Orlando Casares y Venus Estrella En el segundo capítulo, abordaremos un recuento histórico de las intervenciones que ha tenido el sitio y en especial, la estructura señalada y motivo del libro. La importancia de su mención, así como de su documentación gráfica es debido a que, entre los detractores de la función astronómica de la pirámide, destaca aquel argumento que sugiere que en el proceso de consolidación y restauración se cometieron errores y entre ellos, la iluminación de la alfarda norte. En el tercer capítulo de la obra, versará sobre el concepto de la montaña sagrada, un término que se emplea para describir las propiedades religiosas y de cultos prehispánicos a un elemento destacado en toda la cosmovisión maya y de la región conocida como Mesoamérica. Dicho culto, no sólo se presentaba a los elementos naturales de cerros y montañas sino que, en lugares como las planicies yucatecas donde se carecía de estos accidentes geográficos, se implementó la construcción masiva de pirámides que suplían a los mismos (e incluso, aún en zonas montañosas también era motivo de culto y construcción) como Las Pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacán, El Templo Mayor en Tenochtitlán, La Pirámide de los Nichos en el Tajín, El Templo de las Inscripciones en Palenque y por supuesto, La Pirámide de Kukulcán en Chichén Itzá, sólo por mencionar algunas de las tantas que existen. Un culto tan importante que sigue presente en diferentes poblaciones contemporáneas de hoy en día. En el cuarto y quinto capítulo se dedicarán a explicar 12 El Castillo de Chichén Itzá de forma muy breve algunos aspectos astronómicos de los pueblos mesoamericanos y principalmente de los mayas. Esto requería de su propio apartado, ya que la diversidad cultural de muchos pueblos también se expresó en este punto y hay suficiente literatura académica que así lo demuestran, pero también, por la existencia de muchos puntos en común que derivaron de la actividad astronómica, entre ellos, el calendario y la agricultura, los cuales jugaron un papel muy importante en los hallazgos recientes de la Pirámide de Kukulcán. Por último, haremos un recuento de las principales propuestas (científicas obviamente) sobre los usos y funciones astronómicas del Templo de Kukulcán, las cuales también han sufrido algunos cambios en función de nuevos trabajos hasta el ahora presentado, el cual nos muestra que por un lado la interpretación del equinoccio es insuficiente, para hablar de lo complejo que ha sido y sigue siendo el motivo de construcción de la estructura señalada, misma que quedaría enmarcada en los contextos anteriormente descritos en capítulos anteriores, como una propuesta de índole académica y no como un precipitado conjunto de ideas fantasiosas. Esperamos que encuentre en esta obra, una forma amena y completa, que no sólo responda a muchos de los cuestionamientos que surgen sobre la astronomía maya y especialmente sobre un momento crucial en la misma, sino que también le permita entender como los ciclos encontrados en la iluminación de la estructura, nos proveen una nueva visión en la que la astronomía se vincula aún más con la 13 Orlando Casares y Venus Estrella agricultura y el calendario maya, así como el papel de la astronomía en un proceso cultural tan importante, que no sólo –y justamente– representa un ícono en la arqueología mexicana y yucateca, sino que también es parte de un legado que todavía se mantiene con vida en la memoria y en las prácticas agrícolas de las poblaciones mayas contemporáneas. 14 El Castillo de Chichén Itzá 15 Orlando Casares y Venus Estrella 16 El Castillo de Chichén Itzá LAS REFERENCIAS PASADAS DE CHICHÉN ITZÁ Y SUS POBLADORES Las evidencias arqueológicas Una ciudad como Chichén Itzá, con su peculiar urbanismo, estructuras y el pináculo de las mismas que es El Castillo como edificación que concentró todo el conocimiento arquitectónico, de ingeniería, astronómico, calendárico, agrícola y religiosamente la más compleja realización de lo que veremos como el concepto de Montaña Sagrada, es importante ubicar a la ciudad y a sus estructuras dentro de un concepto histórico más amplio, uno que nos permita comprender cada uno de los procesos más íntimos de cómo se llegó a ese punto y todavía como es que su legado se sigue perpetuando con el paso de los siglos. En el presente capítulo, nos adentraremos en la historia del principal grupo maya que se encargó de las principales construcciones realizadas en Chichén Itzá, denominados Itzaes, establecidos durante el período conocido por los arqueólogos como el Clásico Tardío, –que comprende entre los años 600 a 800 d.C.– y que permanecieron en el poder hasta inicios del Postclásico Temprano –que comprende entre los años 1,000 a 1,200 d.C.–. Como nota aclaratoria por los períodos de años aquí expresados, los mismos se han elegido por los autores como parte de un panorama cronológico general, ya que todavía persisten debates (y muy 17 Orlando Casares y Venus Estrella útiles) en torno al tema. Para ello, tenemos un conjunto de evidencias arqueológicas que nos permiten plantear un posible panorama de los movimientos culturales de dicho grupo, hasta ubicarlos en el punto en donde llegaron a Chichén Itzá, se establecieron y hasta su posterior abandono, en trayectos donde posteriormente regresaron a su lugar de origen durante el proceso de conquista. Estas evidencias van desde los estudios cerámicos, de materiales producto de la importación (que nos revelan rutas comerciales), lingüísticos (pasados y presentes) así como por supuesto, de carácter religioso y en el mismo, el aspecto astronómico y su huella en los procesos derivados del mismo como los calendarios agrícolas. Entonces, ¿Quiénes fueron los Itzáes? El origen no ha quedado del todo claro y quedan muchas más interrogantes que certezas, pero gracias a ciertos hallazgos y con el desarrollo de la epigrafía2, una de las principales pistas con las que contamos reside en una vasija trípode, un vaso cilíndrico con tres soportes, en las que se menciona al dueño de la vasija como Tzi? Hay yu chab sahal yune itsa ahau –fino su vaso, gobernador hijo del Señor Itzá– (Figura 2), pieza que pertenece a la colección del Berlon Museumm für Volkerkunde (Kerr 2000: 972, Boot 1997: 6 y Caso 2002: 714). Esta pieza, al no extraerse con los métodos arqueológicos (posible saqueo), nos dificulta enormemente obtener información de la misma que sería muy útil para 2 Una disciplina científica que nos permite estudiar, comprender y analizar la escritura antigua para poder entender mejor no sólo su contenido, sino el contexto cultural de los mismos. 18 El Castillo de Chichén Itzá determinar si era parte de una ofrenda, a quién perteneció exactamente, pero lo que se ha logrado obtener, es que está fechada entre 435 al 500 d.C. (clásico temprano) y que posiblemente será originaria de la región del Peten Central, en Guatemala (Voss 2000: 211). No sabemos con certeza si realmente el grupo proviene de esa región, y es algo que se sigue discutiendo por los especialistas, ya que hay tres posibilidades; 1. Son un grupo extranjero, posiblemente del bajío mexicano, asentados en la región Maya Chontal (Tabasco) que llegaron a poblar el centro de la Península (Chichén Itzá) y dominar la región posteriormente (Tozzer 1957, Roys 1962: 41, Thompson 1985: 104 – 123); 2. Son grupos mayas que provienen de las tierras bajas del sur de Yucatán que por desgaste bélico, se asentaron en Chichén Itzá (Barrera 1972, Barrera 1949, Schele 1995 y Boot 1997); 3. Son un grupo proveniente del Petén central guatemalteco con influencias del bajío mexicano, que migraron junto con sus ideas de un culto relacionado a Quetzalcóatl – Kukulcán y que se impuso a través de la guerra asentarse en Chichén Itzá (Ringle 1998). No es la intención del libro hacer una deliberación detallada sobre el grupo Itzá, sino sólo referenciarlo como contexto antes de abordar el tema astronómico. A criterio de los autores, cada una de las presentes propuestas tiene su fundamento y es difícil descartar una, pero para nuestros fines, nos centraremos en la tercera opción, emitida por los arqueólogos William Ringle, Tomás Gallareta y George Bay (Ringle 1998) salvo que se hará más énfasis (como se verá más 19 Orlando Casares y Venus Estrella adelante) en señalar que el culto de la serpiente emplumada, es una adaptación modificada del reptil conocido como Monstruo Cósmico Maya, por ser un culto extendido en toda el área maya desde tiempos muy tempranos (Preclásico) y quizá anteriores a los mayas, como los registrados en los restos óseos de la Tumba 1 de Chiapa de Corzo y el Altar 12 de Takalik Abaj (Figura 3), ya que tiene elementos saurianos con manifestaciones terrestres y celestes, así como con aves o plumas en su iconografía (García 2015: 15 y 16, Velázquez 2002: 419 y 420). Este panorama, aunque lleno de lagunas que tendrán que ser esclarecidas por futuras investigaciones arqueológicas y epigráficas, nos dejan también un hecho seguro, que el grupo de los Itzá, no eran originarios del norte de la Península de Yucatán y que en un período en el que muchas ciudades – estado del Petén Guatemalteco se encontraban en un álgido momento de luchas y alianzas para afianzar su poder, los desgastes generados por dichos movimientos generaron una serie de eventos migratorios en toda la región conocida como Maya. En un panorama más amplio y general, estos procesos no son únicos del área maya, sino que se gestaron en toda el área conocida como Mesoamérica (y presumiblemente más allá de la misma) y derivadas de múltiples causas, desde la influencia Olmeca en la Costa Pacífica, área zapoteca y maya (tierras altas y bajas), así como la influencia Teotihuacana en el Petén central de Guatemala y algunas partes de las tierras bajas mayas hasta las influencias llamadas “Toltecas” hacia 20 El Castillo de Chichén Itzá la región central que nos ocupa (Lacadena 2009: 58), idea que al autor le parece desfasada y poco correspondida con la evidencia arqueológica disponible al momento de la presente publicación. Y este último punto, se nos presenta para ayudar a entender que los contactos ocurridos desde las épocas más tempranas en las que fueron surgiendo distintas civilizaciones en toda la región mesoamericana, no sólo se limitaban a la esfera del intercambio comercial o la bélica, sino que también implicaban otro tipo de influencias mutuas entre los grupos que migraban, las cuales se corresponden a la esfera ideológica, es decir, al conjunto de ideas en las que cada cultura interpreta el orden de su universo, la valoración de cómo deben ser las cosas y entre esas ideas, figura la religión y la capacidad de llevar cultos, modificarlos, adaptar algunas de sus partes, incorporar otras, etc. (García 2009). Estos movimientos sociales, tanto en Mesoamérica como dentro del área Maya, nos permiten entender como una ciudad como Chichén Itzá pudo acumular tanto conocimiento de distintas áreas y en su mayor esplendor político – económico – religioso, pudo establecer un culto tan poderoso que incluso, dejó evidencia tan poderosa como la estructura 2D5, conocida como El Castillo y posteriormente su réplica en la ciudad de Mayapán. De los que han escrito acerca del grupo maya Itzá (o Itsá si nos apegamos a las reglas de la epigrafía), para Alexander Voss, pueden realizarse algunas lecturas sobre el nombre, etimológicamente derivado de its + a’, dos elementos que 21 Orlando Casares y Venus Estrella juntos ya habían sido traducidos por Alfredo Barrera como Brujo del Agua y que Voss señala que efectivamente puede leerse así, pero añadiendo que lo correcto sería leer itsa’ como agua que brota o emana (Voss 2000: 213). Pero también han surgido interpretaciones alternas y anteriores a esa, en las que lo refieren como un topónimo relacionado al agua o un gentilicio (cuando lleva Ah) en lugar de un título de origen según el diccionario Calepino de Motul (Ciudad Real 2001: 32). La parte que retomamos de las investigaciones de Voss, basadas en las evidencias encontradas propiamente en Chichén Itzá, como las encontradas en la estela de la estructura conocida como El Caracol / El Observatorio (Figura 4), en la que aparece Ah kan ts’ikinal, ah ts’ikinal o k’ul ah kan ts’ikinal, en donde Ah Kan significa (en Maya Yucateco colonial) el que cuenta algo o es diestro en contarla, siendo que este título se repite en otras crónicas yucatecas de la colonia, por lo que Voss concluye que Itzá es una referencia a un oficio, el cual sería Sacerdote u Orador que anuncia y proclama los pronósticos hechos a base de observaciones astronómicas (Voss 2001: 219 – 221). Este título, para el autor no es ajeno a la referencia del grupo que llegó a poblar Chichén Itzá y si su origen fue regional y/o parte de alguna migración. La región y presumiblemente la localidad donde se funda Chichén Itzá, ya había sido poblada desde mucho antes de su momento de esplendor, ya que, dentro de las investigaciones arqueológicas, se han encontrado restos 22 El Castillo de Chichén Itzá cerámicos correspondientes a lo que llamamos Preclásico tardío (250 a.C. al 300 d.C.) pero su distribución nos sugiere que quizá se trató de alguna aldea sin construcciones tan especializadas (Ruz 1980: 63). Hasta este punto, todavía no se puede hablar de la ocupación de los Itzáes, a quiénes se han propuesto como los grandes constructores de los edificios más destacados que hoy en día vemos en pie. A pesar de que más adelante haremos un repaso de lo que dicen las crónicas coloniales y las etnohistóricas3, sobre las veces en las que fue fundada la ciudad, hay que recordar que no siempre son coincidentes con la evidencia arqueológica, por lo que, como habría sugerido Erik Velásquez y Alexander Voss, son útiles como una cronología relativa (nos dice más o menos que ocurrió antes y después), más no como una cronología absoluta (en la que se nos dicen no sólo las fechas exactas, sino que también podemos contrastarlo con otras fuentes de información) evitando caer en errores cronológicos (Velásquez 2016, Voss 2000 y 2001). En etapas posteriores, lo que denominamos Clásico Tardío, muchas otras ciudades del Petén Guatemalteco, pero sobre todo del norte de la Península de Yucatán, pasaban por un período de esplendor y apogeo, como Oxkintok, Dzibilchaltún, Acanceh, Izamal, Yaxuná, Cobá, Ichkaantijoo, etc. También para esa misma época, en Chichén Itzá encontramos estructuras importantes como Las Monjas, La Iglesia, La Casa Colorada, La Casa del Venado, El Akandzib 3 Es decir, las fuentes que se escribieron durante el período colonial, pero por parte de los pobladores locales, aún ya en proceso de traslado al cristianismo o ya asimilado el mismo. Estos escritos son una visión a veces distinta, a veces similar a las que reportaron los conquistadores. 23 Orlando Casares y Venus Estrella y otras estructuras que nos muestran que las crónicas pudieran estar equivocadas al narrar que Chichén Itzá fue abandonada por los Itzáes, que se refugiaron en Chakan Putún y luego volvieron de nueva cuenta a Chichén Itzá, la cual, arqueológicamente hablando, nunca fue abandonada en ese tiempo (Ruz 1980: 64). Quizá ya conocían el lugar y como tal, ya interactuaban con el asentamiento como comerciantes. En la evidencia arqueológica, sobre el período de máximo apogeo de la ciudad, se había propuesto que se alcanzó durante la “influencia tolteca”, en el período denominado Postclásico temprano (1,000 a 1,200 d.C.), pero nuevos datos, no sólo cerámicos sino de radiocarbono calibrado y del análisis de otros elementos vía el intercambio, así como de la propia epigrafía, es que dicho período es anterior al que se mencionó, ubicándose como capital regional entre el 800 al 1050 d.C. en el período Clásico Terminal, donde ejerció un enorme poder directo o indirecto entre diferentes ciudades de las tierras bajas, de otras áreas de la Península de Yucatán y a través de sus redes de intercambio, con otros centros productores de Obsidiana así como de diferentes materiales provenientes de la Costa del Golfo de México, del bajío mexicano y de Centroamérica (Cobos 1998: 915 y 2004: 521 – 523). Este aspecto también nos recuerda que la idea de una influencia tolteca en Chichén Itzá ya no es del todo adecuada para entender su apogeo, especialmente el papel que tuvieron los Itzáes dentro del mismo, ya que, al ser situada mucho 24 El Castillo de Chichén Itzá más temprana, especialmente en comparación con Tula, ambas regiones casi contemporáneas, el autor retoma aquella idea original de George Kubler de que fue Chichén Itzá el que aportó la mayor de las influencias hacia la región de Tolteca y no al revés, que es como se sigue tomando por algunos especialistas (Cobean 1994: 16). Ello no implica que en el momento del traslape de ambas capitales también existieran elementos de mutua influencia simultánea y que, de ahí, surgiera el culto ya institucionalizado Kukulcan – Quetzalcóatl en el resto del territorio mesoamericano, pero con una mayor derivación de elementos mayas que del altiplano. Para el período de apogeo ya mencionado, especialmente desde la epigrafía, tenemos que la presencia de una serie de personajes fue crucial para la consolidación del poder regional de la ciudad y con ello –sea gentilicio o topónimo– dichos personajes fueron portadores de la denominación Itzá, con sus respectivas implicaciones astronómicas. Para ese momento, muchas de las edificaciones como El Osario, El Caracol y posteriormente las encontradas en La Gran Nivelación fueron realizadas por dichos grupos, con especial mención a K’ak’ Upakal. Cabe señalar, que recientemente en otro trabajo del autor del libro, se reforzó la idea sobre el significado de los elementos topográficos de la región circundante de Chichén Itzá con el significado Itzá ya discutido por Alexander Voss, justamente en el patrón Montaña Sagrada (pirámide) – Camino (sacbé) – Fuente de Agua (cenote) encontrada tanto en el grupo del Osario 25 Orlando Casares y Venus Estrella (Figura 5), como en la Gran Nivelación y cuya influencia llegó a otros sitios como Dzibilchaltún (Casares 2016: 215 y 216). No sabemos si fue un gobernante supremo (Boot 2005), o era parte de un sistema de gobierno dual (Ringle 2004: 213), de un triunvirato (Voss y Kremer 2000: 171) o un Multepal (Velázquez 2016: 82). El título completo según se ha sugerido es K’ak’ Upakal K’inich K’awil y salvo la estructura de El Akabdzip, todas las inscripciones de los edificios consagrados entre el 869 y el 890 d.C. en Chichén Itzá, refieren al personaje en la posición más importante de los textos. Seguido del mismo, otros personajes emparentados con el anterior que aparecen son Uchok Waj Uta’ab’ (posiblemente el padre), K’inil Kopol (hermano), Ak’e Tok’ (se desconoce el tipo de relación o parentesco con K’ak’ Upakal) pero posiblemente “hermandado4” con K’inil Kopol (Bíró y Heredia 2018: 211). K’ak’ Upakal también contuvo algunos importantes títulos según el registro escrito de Chichén Itzá, uno de ellos fue el de K’uhul Kokom (divino juez?) y K’uhul aj kan (divino intérprete) y Ah B’olon K’awil (el orador o el proclamador de tz’ikinal / tz’iknal), en una referencia, como ya se había señalado al inicio del capítulo, a la estructura de El Caracol en Chichén Itzá así como también de otro de sus títulos más acordes con el acto de observar al cielo, el de Ah Num K’ak’ Nal, que se ha interpretado como El informador o anunciador de algo antes que suceda (Bíro 2018 y Voss 2001), lo cual 4 Queda entrecomillado, debido a que el término yitaj no queda completamente claro si se refiere a una posición de hermanamiento simbólico y/o consanguíneo. 26 El Castillo de Chichén Itzá nos hace pensar que esta es una evidencia clara de que, bajo su reinado se originó la idea de la última etapa constructiva de El Castillo / Templo de Kukulcán por las características astronómicas, ligadas al calendario y a la agricultura. Posterior a esa etapa y debido a causas que siguen generando intensos debates en la arqueología maya, Chichén Itzá dejó su período de apogeo y comenzó su abandono. Debido a la enorme influencia comercial, política, militar e ideológica de la ciudad, muchas de las características de la misma siguieron repitiéndose en otras regiones y una de las más destacadas es la ciudad de Mayapán, que es una pequeña reproducción de Chichén Itzá, menos detallada pero con algunos patrones urbanísticos similares, entre los cuales el más destacado es otra estructura piramidal también llamada El Templo de Kukulcán / El Castillo aunque con diferente denominación en la nomenclatura arqueológica. Luego de la caída de Mayapán para inicios del Postclásico tardío (1200 hasta la conquista), se tiene registro que al menos y quizá desde antes, grupos Itzáes ya habían comenzado a migrar hacia su posible tierra de origen. Esta posibilidad se sustenta en los datos que previamente habían recogido Linda Schele y posteriormente Erick Boot sobre los títulos itsa y la referencia hacia un personaje denominado Kan Ek’ encontrados en el sitio de Seibal, Motul de San José y Ucanal ubicados en el Petén central guatemalteco (Boot 1997: 333 – 335). Por las fuentes históricas y etnohistóricas, conocemos que ahí permanecieron, específicamente en el lago de Tayasal como el último bastión maya ante los conquistadores. 27 Orlando Casares y Venus Estrella Es también importante notar, que lingüísticamente hablando, la relación que existen de las lenguas mayas entre sí y sus cercanías, nos denota que de las principales líneas en las que se fueron dividiendo (Figura 6), se propone que después del siglo IX y X, se dividieron en cuatro partes principales que son el maya yuceteco, el maya lacandón, el maya Itzá y el maya mopán, que contienen muchas similitudes entre sí. Esta serie de datos arqueológicos, históricos y lingüísticos nos revelan como estos movimientos migratorios, junto con el proceso de conquista, dieron forma al mosaico cultural con el que vemos dividida la enorme área conocida como Maya. Las evidencias etnohistóricas En la memoria de las poblaciones mayas durante el proceso de la conquista y posterior al mismo, se remarca una enorme importancia hacia la ciudad de Chichén Itzá que parecería que toda la historia relacionada con los mayas se remontara o estuviese ligada con dicha ciudad y su fundación. Tampoco debería extrañarnos esa situación, si dimensionamos la importancia de la Chichén Itzá en toda la región, pero las menciones realizadas por quiénes escribieron dichas crónicas indígenas, nos revelan distintos aspectos de los linajes y personajes que de ahí emanaron (Voss 2001: 152). En uno de los relatos encontrados en el Chilam Balam de Chumayel, conocido como la Serie de los Katunes, se nos narra que: “en el Seis Ahau, sucedió que descubrieron Chichén Itzá”, 28 El Castillo de Chichén Itzá mismo que es replicado en otro de los libros del Chilam Balam de Maní (Barrera 1972: 49 y Ruz 1980: 20). En esa misma serie de textos, las crónicas del Chilam Balam de Chumayel y Maní, las referencias a Chichén Itzá la sitúan como la ciudad más prominente e importante de la región, un recuerdo que aún después de la conquista y con las influencias cristianas entre sus líderes, se negaba a desaparecer del todo, aún desde la clandestinidad, escribiéndose en cuevas, montes y otros espacios de difícil acceso para los inquisidores, misioneros y personal de la corona española. Las demás ciudades mayas, sólo figuran en un papel secundario en contraste con Chichén Itzá. En dichas crónicas, también se nos relata un poco de la historia del grupo ya expuesto como responsable de las más icónicas construcciones en la ciudad, los Itzáes, en las que de igual forma, son reconocidos como los principales ocupantes de Chichén Itzá. Tanto en el Chilam Balam de Chumayel como en el Chilam Balam de Maní, se relata que los Itzáes provenían de Bakhalal (Bacalar, Quintana Roo) pero que dejaron la ciudad de Chichén Itzá para establecerse en Chakan Putún (Champotón, Campeche) para luego regresar por última vez a Chichén Itzá (Barrera 1972: 50 y Ruz 1980: 22). Las referencias al grupo de los Itzáes, no sólo se limitan a los Chilam Balam de Chumayel y Maní, sus menciones se extienden en el Chilam Balam de Tizimín, en todos ellos junto con el nombre de Kukulcan como su señor, pero sin estar del todo claros si dicha mención lo sitúa como un 29 Orlando Casares y Venus Estrella personaje histórico, un personaje mítico o como una deidad local, ya sea proveniente del bajío mexicano o como una transformación religiosa de algún otro culto, pero que sin lugar a dudas, el nombre pareció extenderse por el resto de la península. Seguido en tercer lugar en cuanto a la frecuencia de menciones, se encuentra K’ak U’ Pakal en las crónicas del Chilam Balam, el cual es referenciado como un guerrero deificado que resaltaba y lideraba a los Itzáes. Las evidencias históricas La mayor parte de la información proveniente de dichas fuentes, escritas por misioneros, militares y otras personas con nuevos cargos en los territorios recién conquistados, proviene del fraile franciscano Fray Diego de Landa, el cual se dejará al final del presente apartado, por lo que comenzaremos con otros de estos personajes, aún sean menciones breves de los Itzáes, Chichén Itzá o cualquiera de las referencias hacia ambos (su gente y/o el lugar). Comenzamos con la obra de Antonio de Herrera y Tordesillas5, especialmente en su capítulo segundo de su obra Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (también conocida como Décadas de Herrera), escrita en 1601, resaltando que la ciudad de Chichén Itzá era la más importante que hubo en aquellas tierras, así como sus habitantes (Itzáes) y el culto que 5 De quién existe la sospecha que realizó un plagio a la obra de Landa, con mucho menos detalles, pero entendiéndose que en realidad, ambos casos eran informes que tenían que presentar hacia la Corona Española. 30 El Castillo de Chichén Itzá desarrollaban dentro de la misma giraba en torno a Kukulcán (Ruz 1980: 28). Otro cronista de nombre Tomás López Mendel, oidor de la Real Audiencia de los Confines en Guatemala y que posteriormente se trasladó a Yucatán como visitador y oidor de la provincia para resolver disputas entre encomenderos y misioneros. En su escrito conocido como Relación, en 1612, se centró en describir la práctica de los sacrificios de los pobladores, en su descripción destaca el capítulo veinte de su obra, los rituales de lluvia llevados a cabo en Chichén Itzá con doncellas arrojadas al Cenote Sagrado. Aunque la mención es escasa, deja clara la importancia ritual del lugar, su relación con las lluvias y los cultos asociados a las mismas en lo que podrían ser peregrinaciones al lugar posterior a su abandono (Ruz 1980: 29) debido a la evidencia arqueológica, para esas fechas carecemos de materiales que nos hablen de una ocupación fija. Fray Bernardo de Lizana, misionero franciscano que escribió Historia y Conquista Espiritual de Yucatán en 1633, aborda más detalles sobre la tierra y los procesos en los que ocurre el cambio hacia la cristiandad, pero en ellos, hace una ligera mención sobre un grupo antiguo que migró desde el oriente de la Península y de otra migración mucho mayor que venía desde el poniente (Lizana 1975), ambas con ciertas similitudes a las relatadas por el Chilam Balam de Chumayel en su respectivo apartado de Serie de los Katunes, mencionada en parráfos anteriores. Esta referencia nos invita a suponer que esas personas que migraron eran referentes 31 Orlando Casares y Venus Estrella hacia los ya mencionados Itzáes. Pedro Sánchez de Aguilar en su Informe contra idolorum cultores del Obispado de Yucatán, igualmente nos menciona a Chichén Itzá como la ciudad más importante de la región, es quién después de Landa, nos proporciona una descripción limitada del asentamiento, habla del origen exterior de sus pobladores (del altiplano mexicano) y de su importancia regional. Diego López de Cogolludo, en su Historia de Yucatán cambia de tono al asegurar el origen de los Itzáes como parte de la región, fundadores de Chichén Itzá y quiénes la abandonaron para irse al sur (Tayazal). Ambos relatan de la importancia que tenían para los locales el culto a Kukulcán y el poderío de la ciudad a manos de K’ak’ Upakal6, de cómo derrotó a sitios como Izamal y Motul, entre otros (Ruz 1980: 28 y 29). Es de importancia notar que, aunque desde la epigrafía pueda parecer difícil relacionar su mención con la forma de transcurrir de los distintos conteos de su calendario, los autores tomarán como premisa que, si bien los meses podían rotar, los eventos relacionados con la agricultura no7. A ello, añadimos la propia mención en Landa, que nos enfatizaba que dichos actos ocurrían exactamente en ese momento. 6 Tanto Kukulcán como K’ak’ Upakal, escritos de forma distinta sin las correcciones que en el texto se incluyen (Cuculcan, Chuchulchán, etc.), así como Caculpa. 7 Quizá otros eventos cívicos y/o religiosos puedan ser fijos durante el año civil a pesar de la rotación consecutiva de los días y meses, pero eso no será motivo del presente trabajo, únicamente las festividades relacionadas con los ciclos agrícolas, dado que, durante el año solar, un cambio en los mismos produciría resultados distintos y con ello, pondría en riesgo las cosechas. 32 El Castillo de Chichén Itzá Lo que nos queda claro, es que al igual que los cronistas posteriores a Relación de las Cosas de Yucatán, el énfasis en resaltar la importancia de Chichén Itzá, en la cual habitaron los Itzáes y del poderío regional que tuvieron en Chichén Itzá y Mayapán, nos señala la relevancia del culto regional y las peregrinaciones a Chichén Itzá, aún despues de su abandono (Landa 1965). Concretamente, cuando narra sobre la historia de la región en sus Relaciones, nos describe los siguiente: En un tiempo se tuvo toda esta tierra debajo de un Señor en el tiempo que reinaban los señores de Chichén Itzá y duró su señorío más de 200 años… Los que antiguamente vinieron a poblar esta tierra que fueron los que poblaron Chichén Itzá, población antiquísima y según la cuenta de los indios, la primera que después del diluvio se pobló en estas provincias… Los primeros pobladores de Chichén Itzá no fueron idóladras hasta que Rul Ran, capitán mexicano entró en estas partes, el cual enseñó la idolatría. (Landa 1965: 45 – 53). De la última parte del relato, entendiéndose a Rul Ran como un sonido que posiblemente hace referencia a Kukulcán, dadas las características de la descripción del mismo. La importancia regional de Chichén Itzá, del grupo maya que la pobló y gobernó (los Itzáes), así como de algunos nombres de cultos y personajes que todavía existían en la memoria y tradición oral en los informantes de los misioneros. 33 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 2. Vasija incista del Clásico Temprano de la zona central del Petén según el texto, el cual también alude al grupo maya Itzá. Nótese que a un costado del entierro, hay personas de las cuales emerge un árbol (foto de Justin Kerr). 34 El Castillo de Chichén Itzá Figura 3. Dibujo del Altar 12 de Takalik Abaj, sitio preclásico ubicado al sur de Guatemala. Figura 4. El Caracol u Observatorio en Chichén Itzá (foto de los autores). 35 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 5. Dibujo del conjunto urbanístico de Chichén Itzá conocido como La Gran Nivelación que incluye el Juego de Pelota, la Plataforma de las Águilas y Jaguares, la Plataforma de Venus, El Mercado, entre otras. A su centro, El Castillo o Templo de Kukulcán, al norte un camino que conecta con el Cenote Sagrado y al sur, El Osario con su respectiva Plataforma de Venus y ambas igualmente en dirección hacia el Cenote Xtolok. 36 El Castillo de Chichén Itzá Figura 6. Mapa lingüístico de las lenguas mayas y su desarrollo hasta nuestros días. 37 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 7. Foja 39r del Chilam Balam de Chumayel conocida como La Rueda de los Katunes, rueda profética en donde se menciona el asiento del 4 Ahau Katún en Chichén Itzá. 38 El Castillo de Chichén Itzá Figura 8. En el facsímil original de la obra de Fray Diego de Landa, se encuentra la primera ilustración hecha por un extranjero de lo que es la estructura 2D5 a la cual el franciscano llamó por primera vez El Castillo. Figura 9. Litografía elaborada por el arquitecto y dibujante británico Frederick Catherwood, quien acompañó al expedicionario y abogado norteamericano John Lloyd Stephens a múltiples zonas arqueológicas, entre ellas Chichén Itzá. 39 Orlando Casares y Venus Estrella 40 El Castillo de Chichén Itzá ESTRUCTURA 2D5 (EL CASTILLO): RECONSTRUCCIÓN E INTERPRETACIONES La estructura más emblemática de Chichén Itzá se encuentra al centro de la Gran Nivelación y se trata de la Estructura 2D5, también conocida como El Castillo o El Templo de Kukulcán. Dicha estructura acaparó la atención de los primeros conquistadores y al mismo tiempo se mantuvo presente en las narrativas histórico – mitológicas de los pobladores mayas, aún después de su abandono y posterior a la conquista. Desde las descripciones de Fray Diego de Landa8, su mención en los libros del Chilam Balam y los compilados en la obra Relaciones histórico – geográficas de la Gobernación de Yucatán (Volta y otros 2018: 29 y 31), ya era un referente histórico en la región norte de la Península de Yucatán. Las explicaciones de aquellos documentos, giraban en torno a la presencia de una deidad conocida como Kukulcán que fundó la ciudad (de Chichén Itzá), pero no daban mayor detalle sobre su relación concreta con la principal estructura. Estas mismas interpretaciones comenzaron a surgir con la llegada de la incipiente disciplina científica de arqueología por parte de los académicos de la Carnegie Institute of Washington (CIW) liderados por Sylvanus Morley con la supervisión inicial de Earl Morris (a principios del siglo XX). Las primeras interpretaciones arqueoastronómicas del 8 A quien se le debe la denominación de El Castillo, por su analogía con los castillos europeos. 41 Orlando Casares y Venus Estrella lugar no ocurrieron en torno a El Castillo sino a la estructura conocida como la 3C15 o El Caracol, en las que el arqueólogo Oliver Ricketson trabajó restaurando las tres ventanillas que estaban todavía en píe, de las cuales sugirió un uso astronómico a las mismas con posible dirección al solsticio de verano junto con los equinoccios de primavera y otoño (Ricketson 1925). Quién terminó de trabajar su consolidación fue Karl Ruppert a finales de la década de los años veintes del siglo pasado (Volta y otros 2018: 32). Los trabajos en la Estructura 2D5 o la Pirámide de Kukulcán lo comenzaron en la misma década de los años veinte, por el equipo mexicano de Miguel Ángel Fernández y José Reygadas. Posteriormente se sumaron Eduardo Martínez Cantón y Manuel Cirerol Sansores (Cirerol 1940 y Maldonado 1997). Los trabajos de Eduardo Martínez fueron asistidos por Emilio Cuevas, durante seis años en la excavación y consolidación de la estructura citada, en los que se hicieron inventarios de las piedras encontradas en el derrumbe y sólo fueron consolidadas in situ aquellas que marcaran claramente su posición al momento de su reintegración. Fue un trabajo sistemático y adelantado a su tiempo, con el cual conocemos la forma en la que encuentra actualmente la estructura (Maldonado 1997: 105 y 106). Durante esos trabajos, comenzaron a surgir los primeros planteamientos de su función y simbolismo. Fue Manuel Cirerol quien propuso que la cantidad de escalones, peldaños, almenas y los basamentos en su conjunto se relacionaron con el calendario civil Haab de 365 días, especialmente 42 El Castillo de Chichén Itzá por cada uno de sus escalones (91 escalones por lado, más la plataforma común a sus cuatro escalinatas), así como los nichos en el talud que son 26 por costado, 52 por lado (dejando 208 elementos en total)9. También señalaba que, al ser 9 basamentos del total, (por lado y considerando la separación de las escalinatas) nos darían un total de 18 unidades como representación del número de meses del mismo calendario de 365 días, y sumándole el número de las almenas del templo superior de cinco por lado, con un total de 20, refiriéndose a la veintena contenida en cada mes del calendario haab (Cirerol 1940). Manuel Cirerol y Enrique Juan Palacios usaron el mismo enfoque en la subestructura hallada al interior de El Castillo, pero se encontraron que la misma sólo contenía una escalinata en la dirección norte. No obstante, en el conteo de los peldaños de la misma dio un total de 63 peldaños, los cuales relacionaron con el ciclo de 819 días que mencionaba Thompson en años pasados, haciendo la relación de múltiplos en 13 días del calendario sagrado de 260 días (Palacios, 1945: 372). La siguiente década no ofreció mucho en términos de aportaciones arqueoastronómicas en el sitio salvo la llegada en 1932 de una fotógrafa de nombre Laura Gliphin10. En la fecha mencionada anteriormente, llega al sureste de México, 9 En el entendido de que cada lado es simétrico, pero por razones anteriormente expuestas, en la actualidad no se encuentran reintegradas en su totalidad. 10 La cual venía recorriendo varios sitios arqueológicos desde el sur estadounidense y norte mexicano, tomando fotos de lo que consideró más representativo. 43 Orlando Casares y Venus Estrella donde permaneció un poco más del tiempo previsto en Yucatán. Entre sus fotografías, destaca una secuencia en Chichén Itzá de la cual, sobresale el costado norponiente de la alfarda de El Castillo con un juego de luces y sombras de triángulos isósceles que rematan en la cabeza de serpiente ubicada en su base. Esta fotografía carece del día exacto cuando se tomó, salvo anotaciones que sugieren algún día de marzo del año de 1932 (Gliphin 1948: 41-43). La foto se publicó en 1948 en su libro Temples in Yucatán: A Camera Chronicle of Chichen Itza. Es el primer registro en cámara que plasma lo que ahora se conoce como el descenso de Kukulcán (Figura 18). Como ya habíamos mencionado, la primera interpretación del evento fue de Jean Jaques Rivard, quien relacionó la fecha de los equinoccios de primavera y otoño como parte del culto a la serpiente emplumada (Rivard 1969). Como veremos en el apartado de Calendario y Astronomía, esta interpretación quedaba acorde con las ideas de otros eventos astronómicos señalados en un arreglo urbanístico conocido como Grupos E, consistentes en una estructura tipo piramidal, que se toma como lugar de observación hacia otro conjunto de estructuras ubicadas al oriente y/o poniente del lugar de referencia fijo (donde se hace la observación) en lo que cada una de esas estructuras, a través de su arquitectura, señalizará el lugar de salida / puesta del Sol en fechas asociadas al inicio de cada una de las estaciones del año, los solsticios (de verano e invierno) a los extremos y en medio, a los equinoccios. 44 El Castillo de Chichén Itzá Pero el trabajo más completo que se escribió para esos años fue el de Luis Arochi a finales de la década de los sesenta y en su libro La Pirámide de Kukulcán. Su simbolismo solar, plasmó sus investigaciones en las que no sólo registró y escribió sobre los equinoccios vistos desde la alfarda norte, sino que incorporó por primera vez las explicaciones anteriores en materia de astronomía cultural en conjunto con las características arquitectónicas, y las respectivas comparaciones con otras estructuras similares como la Pirámide de Kukulcán de Mayapán (Arochi 1984), incluyendo el mismo evento pero con su explicación en fechas distintas (solsticio de invierno), siendo el trabajo más completo y complejo de su tiempo. Ya sea desde la interpretación arqueológica o las ideas fantasiosas, el turismo a la zona se incrementó y con el paso de los años, dicha explicación equinoccial fue y sigue siendo parte de la información más importante durante la visita al sitio, especialmente durante los equinoccios. La idea se instauró en el imaginario popular y las romerías en torno a esas fechas se extendieron hacia el resto Mesoamérica. La idea de la observación equinoccial como la principal atracción turística en El Castillo se mantuvo por muchos años, sólo complementada por nuevas visiones de su geometría, significados alternos en su arquitectura e interpretaciones de la hierofanía en quienes fueron sus pobladores, así como entre las personas que siglos más adelante retomaron las visitas con fines lúdicos al evento citado. (Carlson 1999, Casares 2016, Milbrath 1988 y Ponce de León 1991). 45 Orlando Casares y Venus Estrella En los años de 2011 y 2012, los trabajos de Arturo Montero y Guillermo de Anda en el sitio arqueológico de Chichén Itzá, especialmente en la estructura mencionada (2D5) dieron un nuevo giro interpretativo. Los investigadores revelaron que la disposición de alineación de la Pirámide y de sus escalinatas, se planearon conforme a patrones concretos en la cosmovisión maya. La escalinata poniente apuntaba hacia el Cenote Holtún, ubicado a 2 kilómetros del lugar y la misma dirección se alineaba con el Sol al atardecer durante la fecha en que éste pasaba por el cenit del lugar los días 24 de mayo y 19 de julio, mientras que la escalinata oriente de la pirámide apuntaba a otro cenote a una distancia similar, la escalinata sur hacia el cenote Xtolok y la norte al Cenote Sagrado (Montero 2013). Este hallazgo comenzó a marcar una nueva visión sobre la estructura, que la presentaba con mayor complejidad, el evento astronómico dejaba de ser exclusivamente equinoccial, el trabajo mencionado reveló que también se registraban las direcciones de su escalinata poniente y esquina nororiente a las alineaciones en fechas cenitales. También se reiteraba la importancia de este evento en las fechas mencionadas por su simbolismo acuático y ciclos agrícolas como los eventos que anuncian la primera y segunda temporada de lluvias torrenciales (Montero 2013). En el año 2010, el proyecto dirigido por Ivan Sprajc y Pedro Sánchez Nava, para realizar mediciones astronómicas en varios sitios del área mesoamericana, comenzó a cuestionar la información de muchos sitios (Sprajc y Sánchez 2012: 979), 46 El Castillo de Chichén Itzá incluyendo la estructura piramidal de El Castillo en Chichén Itzá. En términos generales, sus resultados generaron una discusión en torno a los significados equinocciales y en múltiples trabajos, se llegó a proponer que no se correspondía con la fecha equinoccial, sino que la proyección de los triángulos de luz era tan amplia en diferentes fechas que el mismo no podía ser considerado como equinoccio (Sprajc y Sánchez 2012 y 2013). Las réplicas por parte de la comunidad de investigadores retomaron las explicaciones hacia la importancia del calendario dentro de los elementos arquitectónicos y ofrecían una alternativa a la existencia de la observación equinoccial basada en el error humano (producto de observar a simple vista), razón por la cual se argumentó que no se correspondería con la fecha astronómica exacta. La propuesta consistía en denominarlos equinoccios calculados, es decir, en una aproximación basada en la división media entre los solsticios de invierno y de verano (90 días) como punto de observación (Montero 2014: 81 y 82). El debate continuó y sus principales detractores no sólo mantuvieron el argumento original, sino que, apoyados en otros datos como la epigrafía, aseguraron que la importancia del evento equinoccial es más una influencia New Age, que el resultado de mediciones rigurosas. Para Sprajc y Sánchez, la formación de triángulos no era regular, debido a que variaba en fechas anteriores y posteriores al equinoccio – de 6 hasta los 8 triángulos durante los días del 15 al 29 de marzo– (Sprajc y Sánchez 2015 y 2018). Según sus análisis 47 Orlando Casares y Venus Estrella en modelos tridimensionales, pueden formarse hasta 9 triángulos a mediados del mes de abril (Spracj y Sánchez 2018: 26 – 28), concretamente la propuesta indicaba el 14 de abril11. 11 Mismo que fue dado a conocer durante la conferencia: “El descenso de Kukulcán en Chichén Itzá (y otros inventos equinocciales)” en la VII Mesa Redonda de Palenque 2017. 48 El Castillo de Chichén Itzá Figura 10. Fotografía de El Castillo tomada por el alemán Teoberto Maler. Figura 11. Fotografía de El Castillo tomada por el arqueólogo norteamericano Alfred Maudsley. 49 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 12. Estado de conservación de la Estructura 2D5 antes de la intervención del equipo mexicano compuesto por Miguel Ángel Fernández, José Reygadas, Eduardo Martínez Cantón y Manuel Cirerol Sansores, al cual posteriormente se integró Enrique Juan Palacios. Fototeca Pedro Guerra. 50 El Castillo de Chichén Itzá Figura 13. Proceso de reintegración y reconstrucción de la alfarda norte de la Estructura 2D5 o El Castillo en Chichén Itzá. Fototeca Pedro Guerra. 51 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 14. Trabajadores reintegrando elementos arquitectónicos de los basamentos de El Castillo. Fototeca Pedro Guerra. Figura 15. Perspectiva del costado nororiental de El Castillo en su proceso de reintegración de los elementos arquitectónicos de los basamentos inferiores. Fototeca Pedro Guerra. 52 El Castillo de Chichén Itzá Figura 16. Trono de Jaguar encontrado en la Subestructura de El Castillo. Cuenta con 73 incrustaciones de jade. Fototeca Pedro Guerra Figura 17. Planos elaborados de la Estructura 2D5 por Ignacio Marquina con las plantas, cortes y elevaciones de la estructura y su subestructura (Marquina 1949). 53 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 18. Fotografía de la norteamericana Laura Gliphin realizada en 1932, quien en sus múltiples viajes por zonas arqueológicas desde el sur del país hasta Centroamérica (pasando por México) decidió pasar un tiempo mayor en el sureste mexicano. En su libro nunca nos da la fecha exacta en la que tomó la foto, pero con la nueva evidencia podemos tener un aproximado contando el número de triángulos de luz en la misma (foto de Laura Gliphin 1948). 54 El Castillo de Chichén Itzá LA MONTAÑA SAGRADA COMO EL CENTRO DEL MUNDO Un elemento urbanístico importante dentro de la concepción religiosa en Mesoamérica, es la relacionada con la Montaña Sagrada o el Culto a los Cerros, y la evidencia arqueológica sitúa a esa tradición desde los tiempos Preclásicos. Muchos de los aspectos relacionados con la cosmovisión mesoamericana tienen lugar en esas épocas y están asociados a las culturas denominadas Itsmicas o Epiolmecas, las cuales como en uno de sus nombres indica, habitaron la región del Istmo de Tehuantepec, que comprende la región occidental de Chiapas, oriente, centro y norte de Oaxaca, así como el oriente de Guerrero hasta llegar a la costa del Golfo de México en Tabasco y la zona sur de Veracruz. Entre los productos culturales más comunes de esas regiones, se encuentra las primeras formas de escritura y el uso del calendario (Pérez 2012), que posteriormente se extenderían en el resto de las culturas mesoamericanas, en donde cada una le daría su propio sello cultural y sus respectivas modificaciones. En las primeras y más tempranas ciudades de la zona, más relacionadas con los Olmecas, quienes se traslapan con aquellas culturas ístmicas, el asentamiento más conocido es San Lorenzo, en la que se puede vislumbrar cómo pasaron de ser un caserío o aldea, a complejizarse más como una urbe, el inicio de la arquitectura monumental e iconografía que nos sugería una relación más cercana de sus élites con animales y 55 Orlando Casares y Venus Estrella lugares sagrados, entre ellos, los cerros (Lunagómez 2017: 169 – 171). La llegada de un nuevo centro regional, La Venta, no sólo incluyó los elementos anteriormente descritos, sino que también contuvo elementos innovadores en su traza urbana como un eje norte – sur y un edificio icónico de más de 30 metros de altura conocido como el C1, de las estructuras tipo piramidales más antiguas conocidas a la fecha (Drucker 1959 y Lunagómez 2017). En un análisis más profundo de aquellos elementos iconográficos de aquellos asentamientos citados y otros más de procedencia olmeca, la catedrática Caterina Magni, elaboró una propuesta sobre el simbolismo de los mismos, en una relación entre la cueva, la montaña y los elementos posiblemente astronómicos y/o naturales como lugar de origen del universo, pero en una clara vinculación con los grupos de poder de dichos asentamientos (Magni 1995). Una de las características que tiene este mito y que se extendió (con sus respectivas modificaciones) en el resto de Mesoamérica, es su atemporalidad en cada uno de los asentamientos más importantes, como parte de un ritual de fundación, digno de repetirse y darle propósito al orden ideológico del lugar y de sus élites (Magni 1995: 93). La evidencia más clara de dicha relación entre los Olmecas y en aquellas épocas tempranas del territorio mexicano, se ubica en el sitio arqueológico de Chalcatzingo, Morelos y se ubica cronológicamente en el Preclásico Medio (900 a 200 a.C.). En la superficie de una gran formación natural de rocas ubicada en un costado del Cerro de la 56 El Castillo de Chichén Itzá Cantera, en el denominado Relieve 1 del sitio, podemos apreciar a un personaje sentado, dentro de un nicho que en realidad representa las fauces de un reptil, en las que salen unas volutas de su boca (o entrada). Esta imagen ha sido interpretada como la entrada de una cueva, también asociada a un útero y a elementos acuáticos, lugar donde se origina el agua misma y en su interior, morada de las deidades y también de elementos asociados al poder como el Sol / Jaguar / Gobernante, todos ellos como parte de una montaña. Este mismo relieve también está asociado al monumento 9 con vista de frente y una mandíbula cuadribulada (Figuras 19 y 20), representando las fauces de un monstruo de características sauriandas que en sí mismo también puede ser interpretado como una montaña y sus fauces como una cueva / entrada a su interior (Broda 2018: 146, Córdova 2007: 64, Gómez 2018: 163 y Magni 1995). Este aspecto es particularmente importante, ya que es una de las mejores evidencias arqueológicas de un patrón que veremos repetirse –con sus respectivas diferencias culturales– en otras regiones de Mesoamérica en diferentes cronologías. Este patrón urbanístico – religioso que involucra en un solo concepto –Montaña Sagrada–, las relaciones entre el cerro/montaña/monstruo de la tierra, su entrada como fauces/cuevas/inframundo, con elementos acuáticos/lluvia/ fertilidad y el mismo elemento como receptáculo de una deidad/soberano/animal sagrado, en la que se establece este punto como un elemento central en mitos fundacionales. Dicho patrón religioso, será considerado en el presente 57 Orlando Casares y Venus Estrella libro, como una parte sustancial del Núcleo Duro de la cosmovisión mesoamericana y especialmente en la maya, que es el motivo principal12 de nuestro texto. Y cuando hablamos de un núcleo duro, nos referimos al concepto planteado por el investigador Alfredo López Austin en el que nos detalla que, al hablar de cosmovisión en un contexto general, muy amplio como el analizado en Mesoamérica, existen elementos que han sido parte del mismo, elementos relacionados con mitos de creación, religiosidad, rituales y elementos de orden ideológico que han permanecido por muchos siglos, aún posterior a la conquista (López 2001). De igual forma, también nos aclara que eso no implica que sean inmunes al cambio, sino que el mismo, ocurre, pero negociando, dejando e incorporando características propias, ajenas (impuestas o adoptadas) de las que es posible irlas rastreando a lo largo del tiempo (López 2001 y López 2009). Como tal, así consideraremos al concepto de Montaña Sagrada en el marco de nuestro análisis de algunas pirámides mayas prehispánicas. Enfocando esta perspectiva en el área maya, muchas de las trazas urbanas desde el propio período Preclásico tenemos no sólo las estructuras piramidales (como la Estructura 30) de Izapa, Chiapas, sino algunas escenas en su iconografía que nos proveen un marco interpretativo con diferencias del resto de Mesoamérica. En las representaciones de la Estela 5 12 Esto es importante para ponerlo en un contexto mucho mayor en términos cronológicos y/o espaciales. Aunque nos enfocaremos mucho más en la cosmovisión maya, el autor espera que el lector pueda contextualizar el análisis de la presente propuesta en un marco mucho mayor, pero considerando también las diferencias regionales. 58 El Castillo de Chichén Itzá y la 25 del mismo sitio, predomina la presencia de un árbol como elemento sagrado, axis mundi y una relación con la fertilidad, el parentesco y el poder (Eres 2015: 52 y 53). Esta característica multivalente que tiene como símbolo, también se verá que aparece siglos más tarde, pero en el mismo contexto maya, en códices como el Madrid (páginas 75 y 76 del mismo, Figura 21) con atribuciones muy similares –si no es que las mismas- a las que tiene la Montaña Sagrada y una prevalencia que todavía funge hoy como símbolo fundacional en comunidades mayas contemporáneas. Nos basamos mayormente en el contenido de la Estela 25 (Figura 22), en la que se puede apreciar un reptil con su mandíbula y patas traseras hacia abajo (presuntamente se trata de un cocodrilo) y la espalda hacia arriba, en la cual emanan unas ramas con sus respectivas hojas, sobra la cual hay un pájaro descansando y a un costado de dicha imagen, una persona sosteniendo un cetro del cual, al final, se posa un ave con algunas características saurianas. Estos elementos también veremos que están presentes en otros sitios mayas, especialmente durante el Clásico en adelante, relacionados al monstruo celeste maya, al axis mundi con su respectiva cuadripatición del mundo, ligados a las élites, al origen del maíz y en algunas veces, relacionados con el inframundo (Eres 2015). El sitio de San Bartolo y los murales de la Estructura Sub-IA (Figura 23), especialmente del mural norte, vemos que hay componentes iconográficos que relacionan a la fertilidad con lugares vinculados a los ciclos míticos del 59 Orlando Casares y Venus Estrella dios del maíz, en donde aparecen a un costado de la deidad, elementos que representan la montaña con el maíz y en su costado poniente, una serie de escenas sobre el nacimiento del cosmos maya, con el árbol, el dios del maíz, un ave con una serpiente entre sus garras encima del árbol (son cinco árboles en total con la misma escena), ofrendas y al final de las mismas, un asistente con un soberano coronado en su trono (Salazar 2017: 168 – 171). La serie de trabajos y sus respectivas ideas, nos van formando un panorama general cada vez más claro, sobre lo más importante a concebir cuando hablamos de la Montaña Sagrada y hasta ahora, hemos presentado unas propuestas sobre cómo se pudo ir gestando dicho culto religioso, que elementos contiene, sus relaciones entre sí y todo ello en un momento de formación temprana en lo que luego sería un patrón muy marcado para el resto del área maya, con sus respectivos legados en tiempos más recientes. Desde la perspectiva de la epigrafía, así como existen algunos elementos que pueden complementar dicha idea, también existen otros que todavía nos dejan algunas lagunas y puntos que faltan por ir esclareciendo. Tomando la consideración anteriormente expuesta, una de las propuestas de lectura para entender el papel ideológico de la montaña, especialmente durante el Clásico maya (del 250 al 900 d.C. aproximadamente) es la lectura del jeroglífico T52913 propuesta por David Stuart como Witz cuya traducción más 13 El Mayista Erick Thompson, en unos de sus intentos por descifrar la escritura maya, se dedicó a catalogar cada uno de los elementos que estaban presentes en los escasos registros que existían a principios y mediados del siglo XX, lista que a la fecha se va actualizando. 60 El Castillo de Chichén Itzá aceptada es de “montaña” (Stuart 1997). Pero no estamos ante un jeroglífico o iconografía unificada, debido a las particularidades de cada grupo maya a lo largo de toda la península, vemos variaciones no sólo en la denominación sino en su representación iconográfica. En algunas ocasiones, vemos que la figura zoomorfa que representa a la montaña sagrada puede contener facciones saurianas como ya se ha mencionado, pero en otros casos, como en las Estelas 1 y 3 del sitio Tres Islas, aparece un pico de ave, en alusión a la “Montaña de la Guacamaya” o Mo’ Witz, misma que también se encuentra presente en la Estela B de Copán, Honduras, o a veces aparece la figura zoomorfa con la mandíbula descarnada como en la acrópolis de Toniná, Chiapas. En todos esos casos, un elemento constante es la representación de bandas acuáticas que simbolizan ya sea al inframundo acuoso o corrientes de agua superficiales (Salazar 2014: 42). A pesar de las variaciones, vemos también una consistencia en relación al complejo concepto de montaña sagrada, con las características que hemos estado mencionando. Otra de las lecturas que nos ayudan a esclarecer un poco más este aspecto, son las relaciones de los diferentes elementos relacionados con la cueva, que aún por separado nos remiten a la noción de montaña. En la propuesta de Alejandro Sheseña sobre una lectura para el jeroglífico de siete cuevas, nos llama la atención las relaciones del signo K’an, que entendiéndose con significados como “amarillo, maduro, precioso” también puede leerse como “escalinata, 61 Orlando Casares y Venus Estrella base, asiento14” y nos provee de una serie de ejemplos de las características de dicho elemento (una cruz, que igual puede representar una escalinata) como las representaciones cuatrifoliadas, tales como el Monumento 9 de Chalcatzingo –ya mencionado– y que a su vez se relaciona con el monstruo de la tierra o Witz, la mitad de un caparazón de una tortuga bicéfala, donde emerge el dios del maíz o la Estela 8 de Izapa, en cuyo interior –del caparazón de una tortuga– se ubica un personaje (Sheseña 2007: 365 – 370). Estas asociaciones de los elementos de montaña-cueva y sus características ideológicas no sólo eran aplicadas para los entornos naturales de cerros y montañas tanto en Mesoamérica como en la región de las Tierras Altas de los Mayas, tanto en esas regiones como en aquellas carentes de dichos accidentes geográficos con sus respectivos estilos arquitectónicos de cada región del área maya, la acción que implicaba el construir o recrear de forma artificial dichos elementos de la Montaña Sagrada, era considerada un acto de creación y recreación del universo, del origen del mundo, de la creación de la humanidad –a través del maíz– , morada de sus deidades y por supuesto, la relación que todo ello conllevaba con las élites en las que legitimaba su posición y de sus linajes con dichos relatos, expresados en rituales que giraban en torno a esas estructuras, mayormente de tipo piramidal (García 2019: 146). Para ir cerrando el presente apartado, analizaremos algunas consideraciones de porqué encontramos unas veces una forma de saurio, otras un ave y una tercera variante 14 Retomado de Lacadena y Wichmaan (2004) 62 El Castillo de Chichén Itzá como un ave con características de reptil. Desde la propuesta de Erik Velásquez García, se trata una entidad compleja denominada Monstruo Cósmico o Monstruo Celeste, mismo que hemos visto desde tiempos tempranos en el caso de Izapa y su Estela 25, así como también en sitios mayas tempranos como el Altar 12 de Abaj Takalik en Guatemala (Velásquez 2002: 419). Una de las formas más comunes, como ya hemos mencionado, es la forma de un lagarto, con el dorso escamoso y dentado, adornado con unas marcas que los epigrafistas llaman Kawak y están asociadas a la lluvia y las rocas. Para el epigrafista Karl Taube, se trata de Itzamná o Itsam Kab Ahiin / Yax Mumul Ahiin (Figuras 25, 26 y 27), un cocodrilo que en su espalda está representada la superficie de la tierra pero que también puede tener elementos celestes con signos astronómicos en su cuerpo (banda celeste) y en ese último caso, es generalmente representado como una serpiente o con forma parecida a la misma, una visión más clara de esa propiedad, se encuentra en el Altar 41 de Copán (Taube 1989: 2 y 3). En términos astronómicos, una de las cabezas del monstruo cósmico, asociado a la montaña sagrada, es la personificación al planeta Venus y al otro extremo, a la división cuatripartita del universo/mundo maya, retomando las palabras de Erik Velásquez, de esta quimera que contiene múltiples simbolismos, funciones y significados. Uno de ellos, especialmente cuando contiene una banda celeste, es atribuible a la vía láctea, pero también señala que en otros 63 Orlando Casares y Venus Estrella casos y más cuando dicha representación está alineada norte – sur, puede también estar representado por una ceiba o árbol cósmico (Velásquez 2002: 425). Ello nos refrenda la constante relación de dicho monstruo / lagarto con los árboles fundacionales cuando reemplazan a la montaña sagrada como axis mundi. La relación del lagarto / monstruo con Venus, no sólo se encuentra iconográficamente relacionada, sino que otros ejemplos de la arquitectura de estructuras mayas también contienen la misma, uno de los más ilustrativos es la entrada al Templo 22 de Copán (figura 28), que en su iconografía no sólo están representados a lo largo de la misma, las cabezas del monstruo cósmico, sino elementos del inframundo, el maíz, la lluvia así como una alineación solar a lo largo del eje de las ventanas este – oeste, en fechas que señalan los días 12 de abril y 2 de septiembre (Aveni 2005, Closs 1984 y Sprajc 1998). Estas correspondencias entre Venus y la relación Montaña Sagrada con el Monstruo Cósmico ya habían sido señaladas con anterioridad. En el análisis de Adrián Recinos sobre los textos mayas coloniales del Popol Vuh como del Memorial de Sololá, señala que la deidad mencionada como Gucumatz y sus respectivos atributos acuáticos no sólo están relacionados con el planeta Venus y como tal, con la serpiente emplumada (Recinos 2006: 63 y Recinos 1976: 157 – 166). Esta propuesta de entender a la deidad de Gucumatz como el pájaro – serpiente puede ser la misma que ha estado representada en épocas tempranas, por ejemplo, en los 64 El Castillo de Chichén Itzá murales de San Bartolo, en Izapa o en otros sitios incluso más tempranos y olmecas (Magni 1995) y aunque no es tan popularizada como aquella que plantea que esa idea vino de la zona Tolteca, exploremos un poco más sobre la misma. Ya en un capítulo anterior, el autor había referido sobre la hipótesis de Ringle, Gallareta y Bay sobre el posible culto a la serpiente emplumada, proveniente del Petén central guatemalteco, la cual, el presente libro sostiene como una de las más probables, así como la otra hipótesis de Kubler de que el culto a esta figura, sea una influencia maya hacia la región tolteca y el resto del altiplano central. Esto es, muchas de las características ya enumeradas de esta figura, relacionada con la montaña sagrada y el planeta Venus tienen mayores referencias y más tempranas desde los Olmecas y poco más tarde entre los mayas a partir del período Preclásico. Es muy probable que aquellos grupos mayas, conocidos como los Itzáes, en sus diferentes migraciones fueran adoptando cada uno de dichos elementos y generando uno propio a partir de varias tradiciones religiosas hasta dejar su propia huella en lo que fue su principal asentamiento, Chichén Itzá. No sólo Adrián Recinos concibe tal propuesta, Erick Thompson, anteriormente lo había propuesto pero anteponiendo a la figura de Quetzalcóatl con sus propiedades asociadas a Venus, la lluvia, la agricultura y las cuevas como su morada (Thompson 1966: 134 – 136), a su vez, Mercedes de la Garza también ha sugerido que la forma sauriana del monstruo de la tierra tiene relaciones con signos celestes, especialmente con Venus y que también, ambas están 65 Orlando Casares y Venus Estrella relacionadas con la deidad maya de Itzamná o Itzam Nah Yax Kokak Mut (De la Garza 1984: 163), aunque también, existen opiniones recientes y divergentes en torno a su origen, como la de Ivan Sprajc que, concediéndole las mismas características relacionales ya descritas, Kukulcán no fue más que una introducción extranjera como variante de Quetzalcóalt que reemplazó a Itzamná (Sprajc 1998: 32), pero que a visión de los autores de la presente obra, no tiene mucho sustento ante la evidencia epigráfica que ubica a Itzamná en contextos posteriores a la caída de Chichén Itzá. Toda esta visión, nos hace señalar que cuando hablamos de la Montaña Sagrada, aludimos a una de serie de características que cumplen varias funciones y cada una de ellas con múltiples significados, dependiendo del contexto cultural, pero que a pesar del tiempo y del espacio, también convergen en relaciones incluyentes e interrelacionadas, producto de los contactos culturales que se vivieron desde las etapas más tempranas de Mesoamérica y en el área maya, esto generó la correspondiente diversidad ya citada, pero también una relación que establece el origen y orden del universo, así como la relación de lo sagrado con las élites. A pesar de las disruptivas que se generaron con la conquista, esta parte importante del núcleo duro mesoamericano permaneció en la memoria colectiva de las poblaciones indígenas, aún con las ideas traídas del cristianismo. A través de los estudios etnohistóricos como de las etnografías, hemos visto como –con sus respectivos cambios– se ha mantenido vigente la idea de la Montaña o 66 El Castillo de Chichén Itzá Cerro como un ente vivo, símbolo de un territorio ritual que sigue incluyendo a los mismos elementos como las cuevas, el agua, rituales agrícolas y espacios para seres sagrados que vigilan las selvas y montes (Barabas 2010, Gossen 1989, Vogt 1979 y Vogt 2005). Incluso en las planicies yucatecas, si bien existe esta visión con los Muulo’ob, cerros artificiales creados por los ancestros (referencias a las zonas arqueológicas cercanas a las poblaciones), también fungen los árboles de Ceiba como un elemento del Axis Mundi con el que establecen el centro de sus poblaciones (Casares 2014) y en esas mismas áreas cercanas, especialmente en fuentes de agua y cavernas, la referencia a una serpiente con crin de caballo como la guardiana de las mismas (Evia 2007) en referencia al remanente sauriano de tiempos prehispánicos asociado al interior de las cavernas y montañas. A raíz de los nuevos hallazgos que se presentarán en el último capítulo del presente libro, veremos cómo los mismos, nos muestran que cuando hablamos de la estructura conocida como El Castillo en Chichén Itzá, desde su iconografía, descenso e iluminación de luz en diferentes tiempos desde la alfarda norte del mismo, nos estamos refiriendo a todos y cada uno de los elementos aquí señalados, contenidos en un dispositivo relacionado con Venus, el agua, los ciclos agrícolas y el calendario. 67 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 19. Relieve 1 de Chalcatzingo, Morelos. Nótese el personaje al interior de las fauces de una figura zoomorfa (sauriana) y de las cuales exhala unas volutas (foto de los autores). Figura 20. Monumento 9 de Chalcatzingo, Morelos, actualmente ubicado en el Museo de Arte de Nueva York. 68 El Castillo de Chichén Itzá Figura 21. Páginas 75 y 76 del Códice Madrid en donde se representa el plano del universo según los mayas. Nótese al centro del mismo, la figura de un árbol con deidades ancianas en sus costados. 69 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 22. Estela 25 de Izapa, Chiapas. Nótese el lagarto cuyas fauces apuntan hacia abajo y su torso superior se convierte en un árbol. A su derecha, un personaje con finos tocados levanta un cetro y del cual, se posa un ave con características reptilescas en su rostro, similares a la deidad de Gucumatz en el Popol Vuh (foto de los autores). 70 El Castillo de Chichén Itzá Figura 23. Murales de San Bartolo, Guatemala. En el muro oeste de la subestructura 1A (arriba) se narra el nacimiento del cosmos maya y en el mural norte (abajo) se contempla una secuencia que involucra a la deidad del maíz. En ambos murales, puede notarse en la iconografía el elemento del árbol sagrado, y al pájaroreptil (presuntamente Itzamná) como elementos fundacionales y relacionados con los gobernantes (ilustraciones de Heather Hurst). 71 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 24. Variantes del glifo T529, también conocido como Witz que representa a la montaña. a) Tablero de la Cruz Foliada, Palenque, Chiapas; b) Vasija del Clásico Temprano; c) Estela 1 de Bonampak, Chiapas; d) Friso de Balamkú, Campeche; e) Logograma (o glifo T529) de WITZ; f) Logograma de HA’ (agua); g) Estela 6 de Caracol, Belice; y h) Estela 8 de El Perú, Guatemala. Ilustraciones de García Capistrán (2018). 72 El Castillo de Chichén Itzá Figura 25. Tablero de la Cruz Foliada, Palenque. Ceremonia de entronización de K’inich Kan Bahlam (izquierda) y al otro lado su padre K’inich Janahb Pakal (fallecido). Del centro, emerge de la montaña Witz, un árbol del cual se desprenden a los lados las cabezas del dios del maíz y posado del mismo, la deida Itzamnaaj como pájaro con fauces de reptil (ilustración de Linda Schele). Figura 26. Representación de la deidad Itzamnaaj dentro de las páginas 4 y 5 del Códice Dresde (ilustración de Linda Schele). 73 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 27. Altar 41 de Copán, Honduras. Foto y representación de una variante bicéfala del Monstruo Cósmico maya, también asociado a Venus, la fertilidad y a la montaña (ilustración de Linda Schele). Figura 28. Templo 22 de Copán, Honduras. Representación tallada de escenas mitológicas con el Monstruo Cósmico bicéfalo a lo largo de la entrada. La misma estructura está alineada con la aparición de Venus en su extremo norte al poniente (foto de los autores). 74 El Castillo de Chichén Itzá ASTRONOMÍA Y CALENDARIO Nociones básicas del calendario La contabilización del tiempo siempre ha sido una cuestión de suma importancia en las sociedades pasadas. Si bien el sistema empleado, en lo general no fue de procedencia únicamente maya y al igual que otras nociones culturales que ya se expusieron, tiene su origen anterior a tiempos mixe – zoques y olmecas. Claro, ello no implicó que, como veremos a continuación, los mayas no le imprimieran su propio sello y características únicas, que lo distinguieron de otros calendarios en Mesoamérica. Así que procederemos a enumerar algunos puntos básicos para entenderlo con mayor detalle. Está basado en un sistema de numeración vigesimal (Figura 29), en el que un punto se usa para denominar a una unidad, dos puntos para dos unidades y así sucesivamente hasta llegar a las cuatro unidades. Posterior a ello, se usa una barra para representar de forma abstracta cinco unidades y se combina con el anterior sistema, siendo que el número seis, se representa con un punto y una barra, hasta llegar a los cuatro puntos y una barra para el numeral nueve, teniendo el diez como dos barras. Esta combinación sólo puede ser posible hasta el diecinueve, que son cuatro puntos y tres barras. Aquí la aclaración, es que la cuenta comienza con el número cero para alcanzar las veinte unidades, es decir, 75 Orlando Casares y Venus Estrella del 0 al 19 (Lizardi 1962: 345, Marcus 2000: 15 – 18 y Tena 2000: 8 – 11). El calendario usado por los mayas prehispánicos (Figura 30), consta de varios ciclos entrelazados de uso común y otros más que todavía siguen generando algunos debates entre los especialistas. De forma más conocida, tenemos un ciclo mayor de uso civil conocido como el Haab en maya yucateco, el cual consta de 365 días, los cuáles están divididos en 18 meses y cada uno de ellos, conteniendo 20 días, una combinación que nos da un total de 360 días, conocidos como Tun (piedra) pero que para conteo del año solar, se le añadieron 5 días adicionales llamados Wayeb. Este calendario se combinaba con otro más corto y de uso ritual, conocido como Tzolkín, el cual consta de 260 días totales, que está dividido por 13 meses de 20 días cada uno. Una de las particularidades del calendario maya, aparte del uso del cero para su conteo, es el uso de un punto de partida, una fecha que en el registro arqueológico aparece como 4 ajaw 8 kumkú, fecha que surge de la combinación del calendario ritual de 260 días y el calendario civil de 365 días. El mejor registro y más claro de la misma, se ubica en la Estela C de Quiriguá, Honduras. En dicha combinación de calendarios, para volver a llegar a la fecha inicial, se requieren 52 ciclos de 365 días del calendario civil o 73 ciclos de 260 días del calendario ritual. Pero esta fecha de inicio, con la cual en la mitología maya se estableció el inicio del universo tal como lo conocemos, también es expresada en una cuenta con más dígitos, llamada 76 El Castillo de Chichén Itzá cuenta larga y es expresada como 13.0.0.0.0. Este sistema va de forma conjunta con el anterior, aunque posterior al período clásico dejó de emplearse y únicamente permaneció el de cuenta corta (la combinación de las fechas de los calendarios sagrado con el civil). El sistema de cuenta larga, sólo expresa en cada posición un valor de veinte dígitos, pero cuya posición expresa diferentes cantidades. Señalando que el conteo generalmente es de abajo hacia arriba / derecha a izquierda para cantidades ascendentes, se comienza con la cantidad más baja que es denominada Kin (día), la cual tiene un valor máximo de 20 (0 al 19) y apenas es superada por una unidad, se representa en su inmediata / superior nivel que es el winal, cuyo valor se multiplica por 20, es decir, va del numeral 20 hacia el 359 (la cantidad ahí expresada se multiplica por 20); de ahí, se ocupa la tercera posición en el Tun, aquella cuenta con valor de 360 (es decir, la cantidad ahí expresada se multiplica por 360). Las siguientes unidades, son el Katún (donde la cantidad ahí expresada se multiplica por 7,200 días) y el Baktún (donde la cantidad ahí expresada se multiplica por 144,000 días). Si bien existen cuentas que superan el Katún, no serán explicadas debido a que no serán requeridas para los fines del presente libro, pero queda la mención, ya que la misma nos permite una visión más amplia de las posibilidades de dicho sistema vigesimal empleado por los mayas. A continuación, haremos una síntesis de cómo se ha relacionado este principio general del calendario maya (y mesoamericano) con la astronomía de dichas regiones. 77 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 29. Numeración vigesimal maya del 0 al 19 usando numerales de cabeza. Esta variante distinta a los puntos y barras, expresa la naturaleza sagrada de los números con la deidad que los representa (del 0 al 12) y la versión con mandíbula descarnada 13 (nótese el numeral 3) al 19 (nótese el numeral 9) consecutivamente. 78 El Castillo de Chichén Itzá Figura 30. Los meses del calendario sagrado/tzolk’in (izquierda) y los meses del calendario civil/habb (derecha). En la representación hipotética de abajo, la forma en la que ambos calendarios se combinan en la cuenta corta maya. 79 Orlando Casares y Venus Estrella Recuento histórico de las investigaciones entre la astronomía y el calendario maya Entre los primeros estudios sistemáticos sobre el calendario y la numeración maya, destacan los trabajos del lingüista León Louis de Rosny, especialmente en su obra L’Interprétation des anciens textes mayas (publicada en 1875) en la que describió un sistema de vigesimal compuesto por puntos y barras (para una unidad y cinco unidades respectivamente) así como la relación de algunos signos para cielo, sol, luna y estrellas plasmados en glifos (Rosny 1875) pero sin llegar una idea clara de su posible relación con el propio calendario. Para ese período, Ernst Förstermann expuso que este sistema vigesimal se relacionaba con el conteo de ciclos astronómicos y calendáricos, especialmente plasmados en el Códice Dresde y para 1901, propuso una distinción entre la lectura de los numerales en colores rojo y negro del mismo documento, así como la posición para la lectura adecuada de los mismos, la distinción de diferentes ciclos y la reiteración de la propuesta de Rosny en emplear los glifos para denominar al Sol, la Luna, Venus y otros que él había señalado como Marte y Júpiter. Entre otros de sus hallazgos, hizo una descripción detallada del año de 260 días (denominado Tzolkín) como un calendario compuesto por 20 días combinados con 13 numerales, así como de otro ciclo mayor de 365 días (denominado Haab) conformado por 18 períodos de 20 días más 5 días adicionales así como la 80 El Castillo de Chichén Itzá combinación de ambos, el uso del signo con una equivalencia de cero, la identificación de los números distancia (o series secundarias), las Tablas de Venus y los eclipses lunares dentro del códice ya mencionado, así como el uso de una fecha de inicio (Ayala 2012: 4). Un problema era la correlación entre la observación astronómica y la cuenta del calendario. Dicha labor fue iniciada por Joseph T. Goodman, quien estaba en contacto con los trabajos arqueológicos de Alfred Maudlay. No sólo identificó los números mayas por variantes de personas y cabezas (que son esquemas que representan deidades mitológicas y de la naturaleza cercana), sino que creó las bases15 de la correlación de fechas del calendario cristiano con el maya, conocida como GMT (Goodman – Martínez – Thompson), actualmente con mayor uso y aceptación entre investigadores de la cultura maya (Ayala 2012: 6). Entonces, ¿cómo surge esta correlación? Además de la influencia ya citada con Alfred Maudlay, sus trabajos fueron continuados por Juan Martínez Hernández en 1926 en los que, años más tarde, el arqueólogo británico Eric Thompson retoma en 1927, haciendo uso del método que usan los astrónomos para calcular eventos celestes desde el 1º de enero del 4,713 del calendario juliano, por un evento astronómico en común que sucedió en Europa como en América, obteniendo la constante de 584,284 días (Goodman 1905: 644, Martin 2012: 3, Martínez 1926: 31 y Thompson 1927: 3 – 6). 15 Usando el documento colonial llamado Crónica Xiu. Esta propuesta pasó a ser corregida por Martínez Hernández y posteriormente por Eric Thompson. 81 Orlando Casares y Venus Estrella Tras la consolidación de la arqueología como actividad científica, la misma comenzó con planteamientos, preguntas y propuestas que giraban hacia los distintos aspectos de la cultura maya y su relación con prácticas astronómicas. Al carecer de las evidencias arqueológicas que hoy en día tenemos, las incipientes interpretaciones realizadas a inicios y mediados del siglo XX sobre el calendario maya con sus lecturas de fechas (usando mayormente la correlación GMT ya descrita), muchas de ellas se intentaron relacionar con eventos solares como los equinoccios y solsticios e incluso, buscando formas arquitectónicas que pudieran servir de referentes para la realización de estas observaciones astronómicas. Las propuestas de encajar fechas calendáricas con acontecimientos astronómicos comenzaron con la idea central de Erick Thompson de que la principal actividad realizada por los mayas era la astronomía, dejando de lado el complejo modo de vida que hoy en día conocemos en los que, sin duda, la astronomía jugó un papel importante a la par de otros aspectos no ritualísticos de la vida cotidiana de los mayas prehispánicos. Spinden y Morley buscaron materializar aquella idea, por lo que el primero trató de encajar las fechas con eventos solares como los equinoccios y solsticios. Otra propuesta fue la realizada por Morley, Bloom y Ricketson, sobre la determinación del calendario solar con la observación astronómica, la cual llevó a considerar a los denominados Grupos E como una forma de arreglo urbanístico para la observación del año solar, siguiendo las 82 El Castillo de Chichén Itzá salidas y/o puestas del astro desde un punto central hacia otros referentes artificiales como cornizas, esquinas, cresterías y/o templos en una dirección oriente - poniente (Aimers 2006: 79 y 82 y Morley 1947: 272). Con ello fueron surgiendo otras propuestas sobre las prácticas astronómicas, y es en los trabajos de Hermann Beyer y la consecuente incorporación de astrónomos como Maud W. Makemson, César Lizardi, Charles Nowotny y otros más que, usando los datos de textos coloniales y los códices prehispánicos (principalmente el de Dresde) buscaban una explicación entre los calendarios mesoamericanos (especialmente el maya) y la observación astronómica. A este panorama, se le agregaban más descubrimientos como los de un ciclo de 819 días por parte de E. Thompson, que tanto él como Heinrich Berlin y David Kelley no le encontraron un sentido astronómico. Poco se había hecho a nivel de campo y como tal, la arqueoastronomía como disciplina científica no existía para esas fechas. La publicación de Gerald Hawkins en 1964 llamada Stonehenge Decoded, versaba sobre las estructuras megalíticas del sitio y su función astronómica, los trabajos de medición de las estructuras arqueológicas cobraron un mayor interés en el continente americano y principalmente en el área maya. A partir de la interpretación de Jean Jaques Rivard (1969) en asociar la hierofanía vista (y anteriormente registrada por la fotógrafa Laura Glipin) en la alfarda norte de la Estructura 2D5, El Castillo o Templo de Kukulcán en Chichén Itzá, Yucatán, se consolidó la idea de rastrear 83 Orlando Casares y Venus Estrella eventos solares –principalmente equinoccios y solsticios– a lo largo del área maya y otras regiones de Mesoamérica. Ya sean estructuras tipo piramidal, con arreglos arquitectónicos y urbanísticos semejantes a los Grupos E o estableciendo líneas a gran distancia en un plano oriente – poniente, los trabajos arqueoastronómicos comenzaron a realizar mediciones (mayormente por astrónomos) para ir detectando eventos como los solsticios y equinoccios. En aquellos trabajos, comenzaron a surgir fechas a lo largo y ancho de toda el área maya (así como el resto de Mesoamérica) que no se correspondían únicamente por fechas de solsticios y equinoccios ni tampoco por eventos solares como el tránsito del sol por el cenit del lugar. Las fechas que aparecieron, dieron lugar a otras interpretaciones de distinta índole sobre las razones y motivos de las mismas fechas (en el caso de alineamientos solares) así como también las respectivas descalificaciones a las mismas (Baudez 1987: 64 y 65). De las interpretaciones que surgieron, una sugiere que, para los sitios preclásicos en la zona sur del área maya cercanos a latitudes de 15º norte, pudieron ser lugares donde se originara la cuenta calendárica a partir de esas fechas anteriormente encontradas. Según el geógrafo Vincent Malmström (1973 y 1978), las observaciones del paso del sol por el cenit en latitudes cercanas a los 15º norte, ocurren en los días 29 de abril y 13 de agosto, dando pie a una división del año de 365 días en porciones de 105 / 260 días (29 de abril al 13 de agosto en 105 días y este último hacia fines de abril 84 El Castillo de Chichén Itzá un total de 260 días restantes) permitiendo un cómputo dual de 365 días y 260 días. Aquella interpretación y sus resultados reforzaban la propuesta de la correlación GMT y que la misma debía ser correcta. Tomando como punto de partida que el inicio del ciclo ritual de 260 días coincida con lo reportado como el inicio de fecha era (4 ahau 8 Kumkú) señalada anteriormente (un 13 de agosto del 3114 a.C de nuestro calendario gregoriano.). Dichos sitios estarían representados por Izapa o Copán –en su ocupación preclásica– según la propuesta original (Malmström 1973 y 1978). Anthony Aveni a su vez reportó la aparición de otro intervalo de fechas en las que el sol se alineaba en las ventanas del Templo 22 (en Copán, Honduras) en intervalos de días como el 28 de octubre y el 14 de febrero, e intentó relacionar la alineación de esas fechas con la cercanía de festividades del año nuevo de la calendárica azteca (12 de febrero según la corrección gregoriana) como la referencia más cercana (Aveni 2005: 163). En ese mismo sitio, la orientación a gran distancia de la Estela 12 con la 10, se alineaban con el sol en los días 12 de abril y 7 de septiembre, siendo que otros trabajos también reportaron fechas similares (9 de abril y 2 de septiembre) para la misma alineación. En ambos casos se buscó dar una explicación basada en analogías etnográficas y épocas de cultivo de la región (Aveni 1980: 18, Casares 2016 y Folan 1980: 22). Otros autores reportaron nuevamente fechas como el 29 de abril y 13 de agosto en las alineaciones solares en el Templo 85 Orlando Casares y Venus Estrella de la Cruz en Palenque y la propia dirección del Templo de las Inscripciones que en sus ventanas iniciaba su iluminación transversal el mismo día 29 de abril hasta la llegada del solsticio de verano hasta dejar de iluminarse a partir de la fecha también señalada del 13 de agosto (Anderson 1981a y 1981b) coincidente con las fechas mencionadas una década antes por Malmström. Más ejemplos fueron surgiendo para esos años en el área maya y otros sitios del altiplano mexicano y zonas cercanas. Para finales de los años ochenta e inicios de los noventa, el investigador y astrónomo Jesús Galindo Trejo había reportado fechas similares en las etapas constructivas del Templo Mayor y propuso un modelo explicativo a tales fechas llamado alineaciones calendárico – astronómicas por tener como base los múltiplos más importantes del calendario mesoamericano, usando de pivote a un evento solar de fácil detección a simple vista que son los solsticios, tanto de verano (21 de junio aprox.) como de invierno (21 de diciembre aprox.) donde los múltiplos se presentaban a partir del intervalo de días entre una iluminación o aparición del Sol en una fecha con el solsticio más cercano (Galindo 1994). Estas mismas alineaciones, según el número de días transcurridos hacia un solsticio se clasificaron en familias según sus pares de fechas equidistantes con relación al evento solar mencionado. Por ejemplo, aquellas fechas16 que se presentaban del 29 de octubre al 12 de febrero tienen en 16 Las fechas se presentan como una medida promedio, la cual dependerá de la fecha exacta en la que ocurran los solsticios de verano y de invierno, por lo que es común ver las variaciones en la literatura especializada del tema. 86 El Castillo de Chichén Itzá común el transcurso de 52 días antes y 52 días después del día del solsticio de invierno, lo mismo ocurre con los días 29 de abril y 13 de agosto con relación al día del solsticio de verano, por lo que se le ha denominado familia del 52. Así también ocurre con las fechas del 9 de octubre y 4 de marzo que se encuentran a 73 días antes y después (respectivamente) del solsticio de invierno, como su otro par que es el 9 de abril y 2 de septiembre en la que ambas están a 73 días antes y después del solsticio de verano, conocida como la familia del 73 (Galindo 1994 y 2005). En la zona arqueológica de Mitla, apareció otra más, ubicada en el Patio I del Conjunto del Arrollo en la que las fechas señaladas eran separadas por un intervalo de 65 días antes y después de los solsticios. Los pares equidistantes de las mismas fueron apareciendo en otras regiones cercanas, como el reportado por el Edificio Enjoyado al oriente de la gran plataforma norte de Monte Albán y también en el área maya como las fauces del Monstruo de la Tierra en la pirámide del Adivino en Uxmal. En todos estos casos los días que se presentaba la alineación solar en fechas como el 16 de octubre y el 25 de febrero para el solsticio de invierno así como en los días 17 de abril y 26 de agosto para el solsticio de verano, quedando formalmente instituida como una tercera familia del 65 o Cocijo17 (Galindo 2005: 15). ¿Y qué importancia podrían tener los múltiplos de 52, 17 El cual tiene su respaldo en documentos históricos, especialmente el que elaboró el sacerdote dominico Córdoba (un diccionario zapoteco) en el que nombra Cocijo a la forma en la que los zapotecos dividían al año de 260 días en 4 períodos de 65 días, representado por la deidad del rayo y de la lluvia. 87 Orlando Casares y Venus Estrella 65 y 73 en los calendarios mesoamericanos, especialmente en el maya? Tal como se había propuesto en los inicios del siglo XX, el calendario maya18 consistió en un conjunto de cuentas simultáneas para dar una fecha concreta en una línea del tiempo, a partir de una fecha de inicio. El calendario civil de 365 días, al ser más extenso, requiere de 52 ciclos para llegar al mismo punto de partida que el calendario sagrado de 260 días como se expresa en la denominada cuenta corta. Desde un ángulo contrario, el calendario de 260 días al ser más corto, requiere de un número mayor que consta de 73 ciclos para igualar los 52 de la cuenta de 365 días. Los mayas, al usar números enteros, requerían de múltiplos que pudieran sincronizarse con otras cuentas, por lo que numerales como el 5, 7, 13, 20, 52, 65 y 73 podían permutarse y combinarse como engranes de un reloj para mantener un ritmo constante en las cuentas calendáricas. 260 días puede ser divisible entre 13 dando un total de 20, así como los mismos 260 días pueden dividirse en 5 partes iguales de 52 días o en cuatro partes de 65. A su vez, el ciclo de 365 días puede dividirse en 5 partes iguales de 73 (Galindo 1994 y 2000). Lo que tenemos en esta explicación, es un sistema de múltiplos definido por fechas específicas dentro del año solar que nos permiten ajustes al mismo, partiendo de los principios religiosos propios de la cultura maya y que también están presentes en sus cuentas en murales, estelas y códices. Este modelo de ordenamiento explicativo está basado en una lógica del propio calendario para ajustar las observaciones 18 Y el mesoamericano por igual. 88 El Castillo de Chichén Itzá dentro de los ciclos anuales del movimiento del sol. Todavía está en desarrollo y falta contrastarlo con otros datos numéricos y ciclos más complejos de los que igualmente se están trabajando por epigrafistas. También es importante señalar que cada sitio tiene sus propias complejidades y la información arqueológica puede definir distintas propiedades a estas mismas alineaciones en cada lugar. 89 Orlando Casares y Venus Estrella 90 El Castillo de Chichén Itzá ASTRONOMÍA Y AGRICULTURA ¿Por qué se perdieron algunos cultos y sólo sobrevivieron los relacionados con los ciclos agrícolas? El proceso que trajo consigo la conquista, creó una ruptura entre las dinámicas rituales asociadas con el culto a los astros, cuya relación estaba centrada en los calendarios, la agricultura y los principios simbólicos que emanaban de la observación celeste. Aunque algunas ciudades ya se encontraban en abandono, otras continuaron siendo el centro de peregrinaciones, pero en cualquiera de ambos casos, el control por la regulación de los ciclos, la construcción de las mismas y la determinación de sus orientaciones se perdió por completo. El control ideológico extranjero impuso un culto ajeno en templos ajenos con una dinámica completamente distinta. En el caso particular del área maya, Mario Ruz ya nos había señalado que el desgarramiento de prácticas y conocimientos religiosos entre los mayas, existió a pesar de las múltiples estrategias surgidas para mantener su identidad a lo largo de todo diverso territorio, ya sea por la resistencia militar, ideológica, el repliegue o la huida a las partes más inhóspitas de su territorio. Justo en ese proceso, fueron las élites mayas quienes figuraron como el principal objetivo de los conquistadores, por lo que los cultos masivos se perdieron con mayor rapidez que aquellos realizados a menor escala o en espacios privados (Ruz 2002: 251). Cómo tal, también la memoria sobre algunos de sus principales personajes fue 91 Orlando Casares y Venus Estrella también blanco de persecución y combate. Es por ello que cuando hablamos de las prácticas rituales derivadas de los cultos masivos en la época colonial (especialmente en las que se encontraba presente la astronomía), debemos estudiar todo aquel registro elaborado desde la clandestinidad, o aquellos que, bajo los nuevos símbolos del cristianismo, no perdieron la dimensión ideológica de los anteriores, por lo que pudieron ser sustituidos, reemplazados o adoptados simultáneamente, a lo que Mario Ruz se refiere como amarrar juntos (Ruz 2002). Los especialistas religiosos de menor rango, al no haber sido el principal blanco de ataque, tuvieron suficiente tiempo para elaborar estrategias (como las ya mencionadas) para el resguardo de los saberes más importantes, sea por miedo, astucia o arribismo, retomaron el control de los cultos a sus deidades ancestrales e incorporaron elementos impuestos, pero dentro de la propia matriz cultural que los antecedía (Ruz 2002: 249). Dentro de los cultos que sobrevivieron (con sus respectivas adaptaciones y negociaciones) están aquellos ligados a la agricultura, por lo que si aquellos ciclos agrícolas mencionados estuvieron ligados con la instauración de un poder regional que los dirigía (el linaje Itzá de K’ak’ Upakal), acorde con las festividades establecidas en sus calendarios civiles y sagrados, no es de extrañarnos que sobrevivieran durante la colonia y tiempos posteriores, ya que los mismos también eran una respuesta local a las formas de producción a pequeña, mediana y gran escala de los productos agrícolas 92 El Castillo de Chichén Itzá producidos en el sistema de la milpa, con los tiempos que ya funcionaban de antaño. Lo que finalmente importaba, era que siempre estuvieran en forma de tributos e impuestos de la población indígena a sus conquistadores. La información histórica sobre el uso que tenían los mayas de los ciclos agrícolas ha sido muy escasa y las menciones por parte de los conquistadores se limitan básicamente al texto escrito por fray Diego de Landa. En su Capítulo XL sobre el calendario romano y yucateco, algo revelador era el inicio de la cuenta durante el mes de febrero y que llamaban Hun Imiz, que, aunque no nos especifica si era a inicios, mediados o finales del mes, si lo pone como el punto de partida de la cuenta anual, coincidente con los ciclos de luz de la estructura de El Castillo en Chichén Itzá. Para marzo, habla de una festividad hacia los Chaces (¿Chaak?) e Izamná (¿Itzam Yax Kokaj Mut19?) y cercana a la misma la de Tuppkak, que por su descripción (búsqueda de animales en el campo) se deba a las posibles preparaciones del mismo (Landa 1965: 81). Entre otra de las celebraciones, se menciona que para el mes Xul (en su entendimiento del calendario maya) pero que corresponde a noviembre, le dedicaban una fiesta a Kukulcán (Landa 1965: 83). No está claro tampoco en qué momento correspondería, pero usando la información de los ciclos de iluminación de El Castillo, pudiera tratarse de una festividad realizada inmediatamente a la finalización de la etapa de iluminación, justo al inicio de los 105 días de penumbra de 19 Nombre referido a Itzamná, una de las deidades creadoras, con representaciones saurianas como las encontradas en Chichén Itzá y al inicio de la alfarda norte de El Castillo. 93 Orlando Casares y Venus Estrella la alfarda, antes de iniciar nuevamente en febrero la cuenta de 260 días. De las festividades no muy claras en los meses posteriores a marzo, revela en su crónica que para julio celebraban su inicio de año, lo cual ha llevado a plantearse cuál habría sido la fecha o las razones para mencionar dos inicios. Recordemos que en febrero habla del inicio de “la cuenta del calendario” (Hun Imix) en tanto el mes de julio habla de una celebración de año nuevo por lo que, puede ser que ambos inicios se traten de diferentes cuentas como la de 365 días y la de 260 días, o que, como veremos en el siguiente capítulo, es acorde a los hallazgos de los ciclos de iluminación registrados en la estructura de El Castillo. El Hun Imix de febrero se refiera al inicio del ciclo de iluminación en tanto en julio se hiciera alusión al segundo paso del sol por el Cenit en Chichén Itzá (registrado por Montero et al 2013 y 2015) a la par que coincide con la iluminación máxima de 9 triángulos de luz que perdurará hasta iniciado septiembre (Casares 2017) hasta su penumbra, coincidiendo con la fiesta a Kukulcán relatada a en noviembre durante el ciclo de penumbra. En el presente escrito nos inclinamos a optar por la segunda opción. En todo el proceso generado desde la conquista hasta iniciados en el siglo XX con el surgimiento de la arqueología como ciencia y desde la influencia norteamericana, la antropología enmarcada en el culturalismo de Boas con su respectiva escuela, desembocó en una serie de trabajos etnográficos en la región maya con diferentes vetas. Entre las principales destacaban las investigaciones que buscaban 94 El Castillo de Chichén Itzá vestigios de la antigua sociedad maya, con las poblaciones locales cercanas y las formas de aprovechamiento del medio ambiente para su sustento. En cualquiera de los casos, se escribieron tratados sumamente interesantes que nos describían el sistema de la milpa como una forma ancestral de trabajar la tierra y obtener de la misma, su principal fuente de sustento. Entre los trabajos más importantes, se destacan aquellos patrocinados por la Carnegie Institution of Washington, en donde a la par de los arqueólogos que trabajaron principalmente en el sitio de Chichén Itzá, se emplearon también a un equipo de antropólogos para estudiar a las comunidades mayas en las cercanías, destacando la labor de Robert Redfield como el principal personaje que, en cooperación con Manuel Gamio y uniendo esfuerzos con Alfonso Villa Rojas, tuvieron uno de los trabajos etnográficos más reconocidos y completos de la región central de Yucatán y sus proximidades. Entre sus trabajos dedicados a Yucatán, se destaca The Folk Culture of Yucatán publicado en 1941, especialmente en su capítulo IX, nos relata sobre las prácticas agrícolas relacionadas con los cultos ancestrales han disminuido al igual que el progresivo abandono de sus comunidades, especialmente aquellas que están mejor comunicadas por carreteras u otras vías. Nos llama la atención en sus escasas menciones, que sus ciclos agrícolas se producen todo el año, pero las épocas más importantes suceden a mediados de febrero con la preparación de los campos, los rituales de la lluvia que comienzan entre abril y mayo, las épocas de 95 Orlando Casares y Venus Estrella cosechas a partir de julio y cómo esta gran época tiene un menor ritmo a partir de noviembre (Redfield 1941: 231-249). El compendio más completo en torno a la información de campo en las comunidades cercanas a Chichén Itzá así como posteriormente en las regiones orientales de la Península de Yucatán que conforman el estado de Quintana Roo, se realizó por Alfonso Villa Rojas, quién comenzó siendo profesor rural y su incorporación a los trabajos de la Carnegie como su trayectoria de docente en diversos institutos y universidades nacionales como extranjeras nos brindan un panorama similar y con muchos más detalles de los ciclos agrícolas de dichas comunidades mayas, relatos en sus diversos artículos como en: Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo (1978). En dicha obra, en su segunda parte, en el capítulo que nos narra sobre las ceremonias agrícolas, no distan mucho de la descripción ya mencionada por Redfield. Aunque son más detalladas que la anterior, en su mayoría están relacionadas con la milpa y los seres responsables de la lluvia, ejecutadas por el h’meen quien funge como especialista ritual y guardián de los conocimientos ancestrales, transmitidos por la tradición oral. Es también quién interviene en las ceremonias y sus pautas, que tienen sus inicios en el mes de febrero y van alcanzando su máximo clímax en abril hasta septiembre (Villa Rojas 1978: 326 – 328). En dicho período, se habla del tupp-kak, que puede iniciarse a mediados de febrero o prolongarse hasta mayo y consiste en la preparación de los campos (Villa rojas 1978: 96 El Castillo de Chichén Itzá 329). Lo interesante es ver como se conserva el nombre con relación a la presuntamente misma ceremonia narrada por Landa en su Relación en un mes cercano (el habla de marzo, pero no especifica mucho en qué momento) y considerando el desfase del calendario juliano con el gregoriano, muchos de los eventos narrados en dicha relación parecen no alejarse mucho en fechas a pesar de la enorme distancia en siglos que acontecieron entre uno y el otro. Las ceremonias agrícolas tienen su menor momento a partir del día de muertos que es a inicios de noviembre y luego de los dobleces de las mazorcas, se dejan descansar los terrenos o se eligen otros para su comenzar sus trabajos en con sus respectivas ceremonias de petición de permisos y rogaciones en febrero del siguiente año, dejando entre tanto, un descanso de la anterior parcela para su recuperación y reclamo de los seres del monte llamados Yumtsilo’ob (Villa Rojas 1978: 334 y 335). Otro de los trabajos etnográficos de mediados del siglo XX se realizó por Rubén Reina de la Universidad de Pensylvannia, sobre las formas y tecnologías usadas por los mileperos en la región central de Guatemala, que, aunque no corresponden con el área cercana a Chichén Itzá, desde las crónicas se narra la huida de los Itzáes a dicha región. En sus descripciones, encontramos que todas las comunidades de la zona trabajada, destacando los ciclos rituales, tipos de suelo y composición de la milpa, son muy similares a la de los grupos mayas de las tierras bajas y en las temporadas de trabajo agrícola, inician con el mes de febrero en la preparación de 97 Orlando Casares y Venus Estrella la tierra, en marzo y abril con las delimitaciones, posteriores quemas y siembras de especies de maíz de corta maduración hasta que en mayo comienzan los primeros temporales y las siembras del maíz de larga maduración (Reina 1967: 10 – 12). Es a partir de la segunda temporada de lluvias torrenciales, que relata ocurre en julio (según sus informantes) que se prepara el momento de mayor intensidad en las cosechas de todos los elementos que acompañan al maíz, preparándose para las primicias de septiembre hasta que el trabajo se vaya disminuyendo a finales de octubre, dejando noviembre, diciembre y enero para siembras menos generosas, el doblez de las mazorcas ya cosechadas, al mismo tiempo que se ofrece un descanso al suelo para la llegada del siguiente año (Reina 1967: 13 y 14). A pesar de la distancia, al parecer la presencia de grupos Itzáes en la región, generó un arraigo en las mismas prácticas agrícolas en cuanto a sus tiempos de selección, preparación, siembra y cosechas propuestas para los tiempos prehispánicos en los que son coincidentes los ciclos de iluminación de la alfarda norte de El Castillo durante los siglos X y XI de nuestra era. Otros trabajos más recientes han señalado tanto en ceremonias agrícolas como en sus diferentes ciclos para cada etapa de la milpa al mes de febrero (donde la fecha exacta varía según la comunidad y sus particularidades), la preparación, quemas y rogaciones para marzo, abril y mayo, las primeras siembras intensivas para mayo, junio y julio, dejando agosto, septiembre y octubre como las épocas más importantes para las cosechas en aprovechamiento de las lluvias torrenciales 98 El Castillo de Chichén Itzá que se esperan desde finales de abril hasta mediados de mayo con un segundo momento de las mismas en julio, agosto y septiembre (Bello 2011, Hernández 1981, 1995, Terán 1994 y Tuz 2009). De la discusión anterior, hemos visto que desde las etnografías más recientes hasta aquellas que se remontan a mediados e inicios del siglo XX, se sigue un patrón sumamente similar en las fechas en las que gira todo el calendario agrícola, sin que éste sea ajeno a las prácticas religiosas compuestas de elementos cristianos como paganos20, mismo que si continuamos el orden de lo contemporáneo a lo más antiguo, al pasar por el momento de choque generado por el proceso de conquista militar como ideológica, vemos que en sus escasas menciones, mantiene rasgos similares en tiempos e incluso –como el caso señalado por Villa Rojas– el mismo nombre relatado por fray Diego de Landa en su Relación. Estos resultados, nos dan una señal que los ciclos encontrados en la iluminación de la estructura denominada El Castillo en el interior de la zona arqueológica de Chichén Itzá. Los denominados Itzáes, crearon un dispositivo complejo en la señalización por medio de la hiefanía en el número de triángulos como en los tiempos en los que se van formando, sus máximos de iluminación, el proceso regresivo hasta la total penumbra del mismo para volver a iniciarse al 20 Usando dicho término como parte de aquellas prácticas que tienen una fuerte relación con el pasado prehispánico, pero que, a la fecha se siguen practicando en los montes y selvas de las regiones no conurbadas de las comunidades mayas. El mismo término era usado por aquellos etnógrafos y etnógrafas para igualmente hacer alusión a las deidades no cristianas, razón por la cual, el autor decidió mantener el mismo. 99 Orlando Casares y Venus Estrella siguiente año. Este mismo símbolo del poder –representando el concepto de montaña sagrada– era parte de los legados que dejaron a la zona arqueológica y al mismo se encuentra replicado en Mayapán, y como tal, instituyó a través de los principios del calendario maya, todo un ciclo agrícola del cual derivó la milpa que conocemos hoy en día. 100 El Castillo de Chichén Itzá Figura 31. El H’Meen, sacerdote ritual maya, prepara las ofrendas a las deidades de la lluvia durante el Ch’a Chaak, una ceremonia con simbolismos provenientes del pasado prehispánico. Aunque los días que se realizan varías de una comunidad a otra en el norte de la Península de Yucatán, en promedio comienzan a inicios de abril. 101 Orlando Casares y Venus Estrella 102 El Castillo de Chichén Itzá EL CASTILLO DE CHICHÉN ITZÁ, UNA NUEVA VISIÓN ASTRONÓMICA Un previo análisis realizado por el autor desde el año de 2014 que comenzó la labor de esclarecer la polémica sobre la hierofanía en El Castillo, sé observó un patrón urbanístico dentro del sitio y su correspondencia en otros lugares lejanos que responden a un culto relacionado con los elementos acuáticos y con significado astronómico (Casares 2016: 215) o como otro elemento constitutivo de la montaña sagrada en los sitios del clásico tardío y terminal. En la propuesta, se señala que se extiende hacia el norte de la península de Yucatán, pero con posibilidades de que futuros análisis puedan señalar otros sitios más remotos y de otras temporalidades más tempranas o tardías. La propuesta consistió en ver el patrón de distribución de la estructura principal dentro del grupo más importante del sitio (La Gran Nivelación) de la cual, se extiende un camino (sacbé) hacia una fuente de agua más cercana, el cenote21, la estructura principal contiene un simbolismo solar y acuático, expresado mediante una hierofanía (comúnmente asociada a equinoccios). Para Chichén Itzá, lo que se aprecia en la Gran Nivelación, es una estructura piramidal cuyo acceso principal al templo superior –la alfarda norte– va en dirección a una plataforma con elementos iconográficos de una estrella 21 Quizá en otros lugares del norte de la península yucateca pudiera darse hacia aguadas o en las regiones más al sur de montañas, entendiéndose que en todos estos casos se refiere a los elementos naturales que en la cosmovisión maya se resguarda el agua. 103 Orlando Casares y Venus Estrella –posiblemente Venus– y de ahí a una calzada que dirige al elemento acuático más cercano, el Cenote Sagrado (Figura 48). Esta misma disposición se repite al sur en el Osario con dirección al cenote Xtolok y también hay un patrón similar en el sitio de Dzibilchaltún (Casares 2016). La disposición urbanística del sitio también revela razones y expone elementos de una cosmovisión concreta, como había señalado anteriormente Arturo Montero y Guillermo de Anda sobre la disposición de la propia estructura 2D5 o El Castillo con relación a su orientación marcada por sus escalinatas en dirección hacia cuatro fuentes de agua cercanas y lejanas (equidistantes a dos kilómetros en promedio), una de las cuales es la escalinata poniente y la esquina nororiente apuntando a las fechas de puesta y salidas del sol respectivamente con el día que pasa por el cenit del lugar (Montero 2013). Estos resultados nos señalan una relación de eventos solares con la agricultura, el culto acuático y la figura de Venus. De igual forma se ha reiterado esta misma relación por Rubén Morante sobre el Osario, con un fuerte simbolismo venusino, el mismo patrón urbanístico ya señalado y una construcción que también registra el paso del Sol por el cenit del lugar (Morante 2014: 29). Estas mismas atribuciones, serán retomadas en el análisis final del documento como parte de lo que se encontró en los ciclos de la Estructura 2D5, tanto en su distribución espacial como en los elementos iconográficos que la caracterizan. 104 El Castillo de Chichén Itzá El ciclo anual de iluminación en El Castillo De las propuestas derivadas de Sprajc y Sánchez Nava (2012 y 2013) en la que se cuestionó el significado equinoccial de El Castillo, se procedió a reevaluar la información disponible en materia arqueológica, iconográfica, arqueoastronómica y etnográfica junto con otras observaciones iniciadas en marzo de 2014 hasta abril del 2018. En ellas, se inició el registro de la iluminación anual de la alfarda norte y el intervalo de las horas con las que se harían las fotografías. A la par, se consultaron los informes y documentos arqueológicos desde la década de los años veinte del siglo pasado hasta las últimas intervenciones en la pirámide citada. La idea era reevaluar los argumentos sobre la forma de la Estructura 2D5, en la que los arqueólogos han señalado que dicha iluminación puede ser producto de un error en la consolidación y restauración de la misma, así como la presencia de elementos arbóreos que no permitieran una observación adecuada al evento. Basándonos la revisión de informes arqueológicos de los investigadores involucrados en su consolidación junto con el registro fotográfico de los mismos, ubicados en el material fotográfico del Sistema Nacional de Fototecas del INAH (SINAFO) y la fototeca Pedro Guerra de la Universidad Autónoma de Yucatán, se determinó que la misma es correspondiente en buena medida con la imagen contemporánea. De igual forma, los informes de trabajos arqueológicos 105 Orlando Casares y Venus Estrella y pozos de exploración realizados en la Gran Nivelación, han revelado que todas sus etapas constructivas contaron con piso de estuco, lo que nos indica que durante sus etapas funcionales, no había vegetación ni árboles que impidieran la visualización del mismo. Así mismo, las observaciones y consecuentes registros fotográficos de la presente investigación, aún con los árboles plantados de forma contemporánea, tampoco resultan impedimento para la presente propuesta. Durante la primera etapa del registro fotográfico, buscando las primeras formaciones de triángulos de luz, se pensó que pudieran iniciare en marzo (tal como lo plantearon inicialmente Sprajc y Sánchez) y basándonos en un modelo digital elaborado con las medidas contenidas en los libros de Ignacio Marquina (Marquina 1951) así como los informes ya citados, se determinó las fechas para realizar las observaciones durante los días y horarios pertinentes. En las primeras salidas al campo y usando el modelo digital, nos arrojaban datos sobre la iluminación a las 15:50 horas del horario natural y se pudo notar que las primeras formaciones según las simulaciones, iniciaron el día 4 de marzo y 9 de octubre, pero durante el registro fotográfico en el año del 2016, los custodios del lugar señalaban que días antes a las fechas obtenidas podía observarse las primeras formaciones. Esto provocó un ajuste en los registros fotográficos, con previas entrevistas al personal y población de la localidad de Pisté, para el posterior ajuste en las fechas y horarios en 106 El Castillo de Chichén Itzá las que se seguirían realizando las fotografías. Lo anterior, ameritó una ampliación del rango de horas desde las 14:00 horas hasta la puesta del Sol y con la valiosa colaboración de la custodia Ligia Aguilar Salazar22 durante los siguientes años hasta finales del 2018. Ya realizadas las tomas del 2014 al 2017 en los intervalos mencionados23, el resultado registrado fue el siguiente: El primer triángulo de luz comienza a formarse durante el 12/13 de febrero, es decir, a 52 días de transcurrido el Solsticio de Invierno y el mismo desaparecen en la fecha equidistante que es en promedio el 29 de octubre, unos 52 días antes del mismo evento solar mencionado. Esto ocurre a las 15:32 horas y dura unos 18 minutos aproximadamente durante ese día (Figura 32). A partir de esa fecha, los triángulos de luz comienzan a formarse con un poco más de amplitud y el tiempo de duración va prolongándose unos minutos más por día transcurrido. Al transcurso de los días, más triángulos de luz se forman, en períodos más prolongados y con mayor claridad, pero se desvanecen antes de la puesta del sol hasta llegado el día 4 de marzo que se forman los primeros 7 triángulos y desaparecen con el ocaso del Sol (la fecha equidistante ocurre el 9 de octubre). Posteriormente, la determinación del día exacto de la formación de los 9 triángulos de luz en función de que cada uno de los 9 basamentos debió registrarse como 22 Custioda del sitio, quien a su vez es nieta de Don Arcadio Salazar, custodio que señaló la existencia del evento a la fotógrafa Laura Gliphin, así como a los primeros investigadores que tuvieron contacto con él. 23 El año de 2018 se siguió con el registro únicamente para fines de control y reiteración de los resultados obtenidos del 2014 al 2017. 107 Orlando Casares y Venus Estrella un triángulo de luz durante el ciclo anual. La fecha obtenida de las observaciones finales y fotografías del 2016, el 2017 y mediados del 2018 que el día, siendo el 9 de abril a las 18:37 horas (Figura 41) del horario de verano en México. A partir del 9 de abril, los triángulos de luz comienzan a ceder con la iluminación propia del sol, haciéndose más extensos hasta iluminarse por completo la alfarda norte a partir del día 24 de mayo. De esta fecha hasta la llegada del solsticio de verano y posterior al mismo, el ciclo de iluminación de la alfarda norte se invierte, haciendo que la sombra comience a delinear los 9 triángulos de luz el día 19 de julio hasta llegar el día 2 de septiembre. Hay que recalcar que el inicio de la iluminación de los 9 triángulos ocurre 73 días antes del solsticio de verano y termina el 2 de septiembre, 73 días posteriores. El simbolismo calendárico de la pirámide ya había sido propuesto con anterioridad a partir del número de basamentos que la componen junto con sus elementos arquitectónicos (ya mencionados anteriormente) y resaltado por Montero, Galindo y Wood (Montero 2013), lo cual corresponde con los resultados obtenidos del registro anual de las luces y sombras en la alfarda norte de la Estructura 2D5. Recordemos la importancia de las fechas que señalan 52 días antes y después de los solsticios, especialmente el de invierno que se registró en la estructura señalada, del 29 de octubre al 12 de febrero. Su complejidad astronómica se extiende al uso de la familia de alineaciones que dividen al año en porciones de 73 días antes y después de un solsticio (en este caso particular, 108 El Castillo de Chichén Itzá del solsticio de verano) que se encuentra registrado a partir de la formación del máximo de triángulos que es 9. Lo importante es destacar que esta división en partes de 73 no sólo contiene el mismo significado calendárico y simbólico que el 52 (que conmemoran los principios de sincronía del calendario mesoamericano) sino que la familia del 73 permite sincronizar la observación de Venus en su período sinódico de 584 días, que también es el resultante de extender ocho veces el ciclo de 73 días (73 x 8 = 584). La relación del ciclo de Venus con la agricultura y el calendario en El Castillo Desde el análisis urbanístico, la vinculación en el sitio de Chichén Itzá y sus dos estructuras piramidales y el culto venusino es evidente a través de las representaciones de serpientes emplumadas, elementos acuáticos y plataformas con glifos de estrella que aluden al planeta mencionado. Las alineaciones solares que dividen al año en períodos de 73 días con relación a un solsticio, permiten un seguimiento al astro citado, partiendo de la división de cinco partes de 73 días, en ocho partes. Para ejemplificarlo, podríamos observar a Venus por la tarde un día 2 de septiembre del año 2017 (el último día de formación de los 9 triángulos), para ubicar nuevamente al astro mencionado en un lugar similar, deberá transcurrir 365 días hasta el 2 de septiembre de 2018, pero considerando que faltarían 219 días para cubrir los 584 días del ciclo, bastaría con esperar a la siguiente formación de los 109 Orlando Casares y Venus Estrella 9 triángulos en la alfarda norte, el 9 de abril de 2019 para ubicar nuevamente a Venus por la tarde como el día 2 de septiembre ya mencionado. Las propias plataformas de Venus24, nos muestran el mismo patrón de representación del astro en cada una de sus esquinas, dos por cada costado de la plataforma, con un total de ocho representaciones en total (Figura 47), la misma cantidad por la que debe ser multiplicado el período de 73 días señalado en la formación y desaparición de los 9 triángulos de luz sobre El Castillo. Esta relación urbanística, calendárica y astronómica de las dos estructuras refuerza los significados de Venus asociados a la agricultura y las fuentes de agua, sin limitarnos únicamente a la calzada que lleva al Cenote Sagrado en la Gran Nivelación o del Osario al cenote Xtolok. Este patrón iconográfico en ocho elementos asociados a Venus también puede ser encontrado en la decoración del Palacio del Gobernador en Uxmal, Yucatán, donde se pueden apreciar los glifos de estrella (también aludiendo a Venus) en los párpados inferiores de sus mascarones, agrupándose en cinco partes y con los numerales del ocho en las esquinas norte y sur del edificio, así como ocho serpientes bicéfalas que adornan la entrada principal (Sprajc 1998: 77). Esta relación de ya había sido reportada por Thompson en un análisis del himno a Xipe y segundada por Piña Chan en su análisis iconográfico de fuentes históricas sobre Quetzalcóatl, como un ser mítico desde las épocas remotas de Mesoamérica que estaba asociado al agua, a los cielos, 24 La del grupo del Osario y de la de la Gran Nivelación. 110 El Castillo de Chichén Itzá las nubes y principalmente a las épocas de lluvia (Piña 1977 y Thompson 1950) así como Michael Closs estableció formalmente el trinomio de Venus – Lluvia – Maíz en los análisis arqueoastronómicos, por los simbolismos generados en la iconografía del Templo 22 de Copán (Closs 1984) y señalado posteriormente por Sprajc (1998). Elementos que habían sido mencionados previamente como parte de las características de la Montaña Sagrada. Esa relación también fue señalada por Sprajc en otro análisis arqueoastronómico del Templo 22 en Copán, en las que señalaba a las ventanas asociadas a la estructura como elementos arquitectónicos que permitían la observación de Venus (Sprajc 1998: 89). Aunque las fechas que reporta para ese caso son el 12 de abril y el 1 de septiembre, su cercanía en los días encontrados para la iluminación del noveno triángulo en El Castillo nos llevan a pensar que se cumple la misma regla de los 73 días antes y después del solsticio de verano, así como la relación de ambas fechas con la observación venusina. En la misma obra citada de Sprajc, también señala con mucha claridad que el trinomio Venus – Lluvia – Maíz debió remontarse a épocas preclásicas y muy tempranas del desarrollo de la agricultura (Sprajc 1998: 93) por lo que el simbolismo astronómico, calendárico y venusino de la Estructura 2D5 de Chichén Itzá es consecuente con las propuestas anteriores a lo que estamos presentando en nuestros resultados. En la estructura mencionada, debió representar una culminación de aquel culto citado durante 111 Orlando Casares y Venus Estrella su período de esplendor en el Clásico Terminal en el sitio de Chichén Itzá y sus dominios. Dentro de los principios del núcleo duro de la cosmovisión mesoamericana que plantea Alfredo López Austin y que ya han sido señalados en su concepto de Núcleo Duro, es posible que, con algunas modificaciones y como también ya se había planteado en capítulos anteriores, el culto a la serpiente emplumada hubiera perdurado y se hiciera presente en los mitos, ceremonias y fechas agrícolas importantes entre los mayas. En una revisión de las etnografías del norte de la península a principios y mediados del siglo XX, vemos que las temporadas del ciclo agrícola reportadas comienzan a mediados de febrero, con la preparación de los campos para la milpa para dejarla lista a principios de abril que comienza la siembra y la posterior espera de las lluvias, dejando las épocas de invierno para el descanso de los campos y la posterior repetición del ciclo de tumba – roza y quema (Redfield 1941: 156 – 161). Este mismo ciclo agrícola ha sido reportado por otros etnógrafos que van desde Alfonso Villa Rojas (1978) hasta Quintal y otros (2003) en los que se registran los complejos ciclos del año agrícola, los meses en los que se realizan determinadas ceremonias y en los cuales no se puede hablar de un momento importante sino de varios que conforman todo el proceso que inician en febrero, preparan los campos en marzo, comienzan la siembra en abril a esperas de las primeras lluvias torrenciales de mayo. Los múltiples ciclos del calendario que se han encontrado 112 El Castillo de Chichén Itzá en los análisis arqueoastronómicos de la estructura piramidal de El Castillo son muy cercanos a los reportados por etnografías de la zona durante medio siglo de trabajos etnográficos, con diferencia sutiles pero consistentes a pesar del tiempo transcurrido y los procesos de ruptura generados por la conquista, cuyos aproximados son señalados a través de los ciclos donde inicia la iluminación de la alfarda, y llega a su plenitud al anunciar la primera y segunda temporada de lluvias hasta su posterior desaparición. El denominado Descenso de Kukulcán observado sobre la alfarda norte de El Castillo queda clara su función calendárica y no exclusiva hacia el equinoccio25. A través de sus elementos arquitectónicos y los eventos astronómicos relacionados con la misma iluminación ya citada, la hierofanía que vemos a lo largo del año, engloba todo el ciclo agrícola, el calendario maya y las relaciones con los cultos acuáticos relacionados con Kukulcán. El Castillo (Estructura Q162) de Mayapán, un modelo similar. La estructura Q-162 de Mayapán, la cual es una estructura piramidal compuesta por nueve basamentos a los cuales se anexan cuatro escalinatas en cada uno de sus costados en una aparente dirección cardinal. La escalinata norte es la 25 Esta atribución deja muchas dudas porque el comportamiento anual señalado es bastante amplio con relación a las fechas equinocciales y sus atributos geométricos, arquitectónicos, disposición urbanística y astronómicos apuntan a un simbolismo relacionado con el calendario y Venus, que se ve reforzado por otros elementos cercanos a la estructura. 113 Orlando Casares y Venus Estrella única que remata con dos cabezas de serpiente de estuco al finalizar sus dos alfardas, las cuales ya no se encuentran en su lugar pero existe la marca de las mismas en estuco, que señalan el lugar donde se ubicaron. Ambas escalinatas llevan a una estructura que remata en el último basamento, mismo que en costado norte también se encuentra franqueado por dos serpientes de estuco de las que sólo quedan algunos restos, marcados en las columnas que las contuvieron. Desde los primeros trabajos de la Carnegie Institution, Tatiana Proskouriakoff consideró a la estructura como un templo, al cual también denominó El Castillo o Templo de Kukulcan, siendo para ella la más grande de la zona (Figura 49), comparable al de Chichén Itzá que lleva el mismo nombre pero con una disposición única tanto de la estructura (por las características anteriormente descritas) como por el arreglo arquitectónico que presenta a su alrededor (Proskuriacoff 1962: 91 y 118). La mayor parte de los trabajos realizados en la zona de Mayapán se enfocaban en las esculturas que se podían verse en los montículos o a un costado de los mismos, así como de la cerámica obtenida en los trabajos de prospección y análisis del patrón de asentamiento que se realizaron posteriores a las expediciones de la Carnegie Institution (Masson 2014 y Milbrath 2003). Estas intervenciones nos dejaron una adecuada medición de las fechas en las cuales surgió y se desarrolló como una capital importante durante el postclásico26, la cual ha sido acompañada de estudios 26 A partir de los estudios por tipo – variedad de los restos cerámicos en superficie y excavaciones. 114 El Castillo de Chichén Itzá históricos de relatos crónicos en los que se menciona el sitio (Milbrath 2003: 32 – 35). En torno a los estudios arqueoastronómicos, la ciudad de Mayapán no había sido trabajada hasta la llegada del libro de Luis Arochi “La Pirámide de Kukulcán: su simbolismo solar”, en 1984 pero basado en investigaciones previas que realizó a mediados de la década de los setentas, en las que señalaba que su intención no era centrarse en Mayapán sino en la estructura de El Castillo de Chichén Itzá, pero las afinidades arquitectónicas lo llevaron a dedicarle un capítulo en su obra a ésta ciudad y su correspondiente estructura piramidal de la cual surgió la primera propuesta en materia arqueoastronómica señalaba al evento de formación de triángulos de luz durante el solsticio de invierno al atardecer (Arochi 1984: 160). Fuera de aquella mención, no proporciona mayor explicación al suceso. Las observaciones que el autor realizó durante el 2016 al 2018, correspondieron a un ciclo menos complejo y distinto al que se encontró en su antecesor en Chichén Itzá. Aquí vemos que el patrón de iluminación es distinto, ya que todo el año se encuentra iluminada pero a partir del 8/9 de octubre por la alfarda norte, cuando el sol comienza a ocultarse, se comienzan a marcar una serie de triángulos de sobra, conforme van transcurriendo los días, este mismo irá definiendo los triángulos de luz hasta llegado el solsticio de invierno el 21/22 de diciembre (Figura 51) y el proceso se repetirá en forma contrara –la sombra inferior de los triángulos irá disminuyendo– hasta llegado el 4/5 de marzo 115 Orlando Casares y Venus Estrella en donde estará iluminada por el resto del año (Figura 50). Como ya se expuso con anterioridad, este ciclo está directamente relacionado con el movimiento de Venus a partir de la división del año en dos períodos de 73 días y un restante de 219 días (o tres veces 73), mismo que si lo exponemos tres veces más (73 por 8) tendríamos de nueva cuenta el período sinódico de Venus de 584 días. A diferencia de la 2D5 de Chichén Itzá, las cabezas de serpiente de la Q162 fueron elaboradas con estuco, razón por la cual no se encuentran presentes hoy en día, pero si uno observa con detenimiento, las marcas en estuco permanecen en la parte inferior de la alfarda norte únicamente y en la parte superior del templo que remata la estructura tipo piramidal. Cabe señalar, que al igual que en Chichén Itzá, pero sin su misma complejidad, existe un patrón urbanístico similar, donde si bien quedó omitido el sacbé que comunica a la fuente de agua, la representación de la Q162 como una Montaña Sagrada también tiene relación con fuentes de agua, ya que en su costado oriente existe una cueva que da acceso a un cenote como fuente de agua. La falta de la complejidad tampoco debería extrañarnos, ya que estos ciclos relacionados con el calendario también se expresan a través de las alineaciones descritas por los trabajos de Jesús Galindo en las mediciones realizadas al Edificio Circular (Q152) del mismo sitio que se ubica en su costado oriente, así como de las representaciones de discos solares en las pinturas que se ubican en el mismo costado de El Castillo (Q162) en las que se había propuesto que las manchas ahí representadas dentro del disco solar 116 El Castillo de Chichén Itzá (Figura 52), eran representaciones del tránsito del planeta Venus dentro del disco Solar (Galindo 2007 y 2012). 117 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 32. 12/13 de febrero. Inicio de la iluminación con dos triángulos de luz en la alfarda durante unos instantes (foto de los autores). Figura 33. 18 de febrero. Primera formación de tres triángulos de luz (foto de los autores). 118 El Castillo de Chichén Itzá Figura 34. 22 de febrero. Inicio de la iluminación de cuatro triángulos de luz (foto de los autores). Figura 35. 26 de febrero. Formación inicial de cinco triángulos de luz (foto de los autores). 119 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 36. 4 de marzo. Primeros cinco triángulos de luz formados más la cabeza de serpiente (foto de Ligia Aguilar Salazar). Figura 37. 11 de marzo. Se forman búrdamente los primeros seis triángulos de luz (foto de Ligia Aguilar Salazar). 120 El Castillo de Chichén Itzá Figura 38. 15 de marzo. Formación de los primeros siete triángulos de luz incluída la cabeza de serpiente (foto de los autores). Figura 39. 20 de marzo. Los mismos siete triángulos de luz durante el equinoccio de primavera (foto de Ligia Aguilar Salazar). 121 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 40. 26 de marzo. Formación inicial de los primeros ocho triángulos de luz, incluída la cabeza de serpiente (foto de los autores). Figura 41. 9 de abril. Comienzo de la formación máxima de los nueve triángulos de luz, correspondientes a los nueve basamentos de la pirámide (foto de los autores). 122 El Castillo de Chichén Itzá Figura 42 y 43. 18 de abril (arriba) / 29 de abril (abajo). Nótese que en ambas fotografías siguen los nueve triángulos de luz iluminados, pero se aprecia el avance de la luz hacia los basamentos de la estructura (fotos de los autores). 123 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 44. 24 de mayo. Primer día en que toda la alfarda norte se encuentra totalmente iluminada al atardecer, coincidiendo con el paso del sol por el cenit del lugar (foto de los autores). Figura 45. 21 de junio. La alfarda norte durante el solsticio de verano (foto de Ligia Aguilar Salazar). 124 El Castillo de Chichén Itzá Figura 46. 22 de diciembre. La alfarda norte durante el solsticio de invierno al atardecer. Del 29 de octubre al 11/12 de febrero permanecerá en penumbras (foto de Ligia Aguilar Salazar). Figura 47. Uno de los costados de la Plataforma de Venus en Chichén Itzá. Nótese la figura en la que un personaje está emergiendo de las fauces de una figura zoomorfa y su similitud con las presentadas en la discusión de la Montaña Sagrada y sus elementos. 125 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 48. Vista aérea de Chichén Itzá en donde se puede apreciar el patrón de Montaña Sagrada - Fuente de Agua, donde los elementos iconográficos de sus estructuras se relacionan entre sí mismos como la Serpiente/Monstruo Cósmico/Venus con los elementos acuáticos, el inframundo (cenotes) y la fertilidad/lluvias (foto de Edward Kurjack). 126 El Castillo de Chichén Itzá Figura 49. La Estructura Q162 de Mayapán, también conocida como El Castillo antes de ser intervenida (foto de Edward Kurjack). Figura 50. El Castillo de Mayapán durante el 2 de marzo, fecha cercana a su completa iluminación durante el resto del año (foto de los autores). 127 Orlando Casares y Venus Estrella Figura 51. El Castillo de Mayapán durante el solsticio de invierno (22 de diciembre) en la que se forman con mayor definición los nueve triángulos de luz (incluyendo la cabeza de estuco, hoy desintegrada). En el remate superior se alcanza a ver una parte del noveno triángulo (foto de los autores). Figura 52. Uno de los discos solares de las pinturas en el costado oriental de El Castillo de Mayapán. Nótense los puntos oscuros en su interior, propuestos como una representación del paso de Venus por el disco solar (foto de los autores). 128 El Castillo de Chichén Itzá CONSIDERACIONES FINALES Las discusiones derivadas en torno a la existencia o no los equinoccios en la sociedad maya, han abierto una nueva veta de investigaciones para comprender mejor el significado de ciertos eventos astronómicos, su relación con los ciclos agrícolas, el calendario y el culto a Venus. Los trabajos realizados en un período de cuatro años comprendidos del 2014 al 2018, nos ha revelado nuevas lecturas mucho más complejas de las que teníamos conocimiento sobre la hierofanía en la alfarda norte de la estructura piramidal conocida como El Castillo o el Templo de Kukulcán. Descalificar por completo la existencia o no del equinoccio, puede ser muy prematuro a raíz de los nuevos resultados de las observaciones anuales, dichas evidencias nos relatan otro enfoque en el que el equinoccio como evento astronómico, pasa a ser una consecuencia secundaria o incluso, algo sin la importancia señalada anteriormente. Los inicios de la iluminación hasta la formación máxima del número de triángulos de luz nos van revelando otras perspectivas para la discusión. El modelo propuesto para entender éste evento astronómico está basado en los principios fundamentales del calendario maya y su concordancia con los ciclos agrícolas que también están señalados simbólicamente a través del culto Venus – Maíz – Lluvia, representados en una serpiente emplumada con motivos acuáticos, a la que se 129 Orlando Casares y Venus Estrella le ha denominado Kukulcán y asociado con el Quetzalcóatl del bajío mexicano. Es también un modelo acorde con las discusiones planteadas para entender en su sentido más amplio el culto a la montaña sagrada como elemento que legitima a un grupo en el poder y como tal, hablamos de cómo los mayas Itzáes lograron materializar un conjunto de conocimientos en una de las obras más icónicas de la ingeniería prehispánica. Los estudios arqueoastronómicos del siglo XXI han demostrado su valía a través de análisis de las orientaciones de sus estructuras, pero éstos por sí mismos deben de ser concordantes con las fuentes de información arqueológica, histórica y etnográfica del lugar, especialmente cuando se cuenta con remanentes vivos de la cultura aludida. Dichos elementos perduran a través de la memoria histórica, los mitos y rituales de las comunidades junto con los registros encontrados en otros tipos de fuentes ya mencionadas. La presente obra, no sólo busca proponer un nuevo enfoque con el cual podamos entender las principales razones y motivaciones astronómicas por las que se realizó la construcción de la estructura 2D5 (o El Castillo), es también para visualizar los puentes y los procesos históricos dejados como legado por los mayas prehispánicos, a las comunidades contemporáneas y en las que, a través de sus rituales agrícolas y narrativas asociadas al campo junto con los elementos de su naturaleza próxima, se nos presentan como parte de una herencia que podemos identificar con su pasado. 130 El Castillo de Chichén Itzá REFENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Aimers, James J. y Prudence M. Rice 2006 Astronomy, Ritual, and the Interpretation of Maya “E-Group” Architectural Assemblages. Ancient Mesoamerica. 17: 79 – 96. Alaya Falcón, Maricela 2012 El sistema calendárico maya. Historia de su desciframiento. Revista Digital Universitaria. Vol. 13, 12: 2 – 14. 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