ORLANDO CASARES CONTRERAS
VENUS ESTRELLA CABRERA
El Castillo
de
Chichén Itzá
Su significado astronómico,
calendárico y agrícola
MERIDA, YUCATAN, MEXICO
AÑO 2020
"EL LIBRO (Analté o Códice) y la Céramica, han sido instrumentos tradicionales
de expresión, preservación y difusión cultural en el Mayab, desde mucho antes de
la llegada de los europeos al continente americano. Mantener y renovar, acorde
a los avances tecnológicos, el desarrollo de estas tradiciones como parte de
nuestro pratrimonio e identidad cultural, ante la globalización, es un compromiso
de todos los habitantes de esta histórica región del mundo: EL MAYAB, Península
de Yucatán, México, América.
Maldonado Editores del Mayab
(Ramalco)
Diseño gráfico y editorial:
Maldonado Editores del Mayab
D.R. © Orlando Casares Contreras
Venus Estrella Cabrera
Primera Edición 2020
D.R. © Maldonado Editores del Mayab
Calle 48 No. 322 x 35 y 37
Col. Emiliano Zapata Ote.
Tel. 986-22-03
Mérida, Yucatán, México
C.P. 97144
E-Mail:maledit@yahoo.com
www.librosdelmayab.com
Tipografía: Carlos García
ISBN: 968-5929-05-3
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción, el almacenamiento en un sistema de recuperación o la transmisión total o parcial de esta obra por cualquier
medio electrónico, de fotocopiado, grabación, etc., sin la autorización
previa del propietario del Copyright.
El contenido total de la obra es responsabilidad del autor y no
representa el punto de vista de la editorial.
Impreso y hecho en Yucatán, México.
Printed and made in Yucatan, Mexico.
El Castillo de Chichén Itzá
CONTENIDO
PRÓLOGO .................................................................................
3
INTRODUCCIÓN A LA OBRA .............................................
7
LAS REFERENCIAS PASADAS DE CHICHÉN ITZÁ Y
SUS POBLADORES .................................................................
Las evidencias arqueológicas ........................................
Las evidencias etnohistóricas .......................................
Las evidencias históricas ...............................................
17
17
28
30
ESTRUCTURA 2D5 (EL CASTILLO):
RECONSTRUCCIÓN E INTERPRETACIONES ................. 41
LA MONTAÑA SAGRADA COMO EL CENTRO DEL
MUNDO ....................................................................................
55
ASTRONOMÍA Y CALENDARIO ........................................ 75
Nociones básicas del calendario.................................... 75
Recuento histórico de las investigaciones entre la
astronomía y el calendario maya.................................. 80
ASTRONOMÍA Y AGRICULTURA ......................................
EL CASTILLO DE CHICHÉN ITZÁ, UNA NUEVA
VISIÓN ASTRONÓMICA ......................................................
El ciclo anual de iluminación en El Castillo ...............
La relación del ciclo de Venus con la agricultura y el
calendario en El Castillo ...............................................
El Castillo (Estructura Q162) de Mayapán, un
modelo similar ...............................................................
91
103
105
109
113
CONSIDERACIONES FINALES ............................................ 129
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................ 131
1
Orlando Casares y Venus Estrella
2
El Castillo de Chichén Itzá
PRÓLOGO
La presente obra es la suma de algunos trabajos, conferencias
y artículos científicos dedicados a un tema que captó nuestra
atención a partir de los debates generados en el año de 2012,
un año muy intenso para cualquier estudioso de la cultura
maya. Ambos autores todavía no se conocían (algo que
ocurrió en marzo del 2014 y por motivos distintos al tema del
libro), pero ya habían experimentado esas intensas campañas
en torno a un año que se promovió como “el fin del mundo”
que como sobra decir, no ocurrió ni tampoco fue predicho
o inscrito en ninguna evidencia arqueológica y/o histórica
entre los mayas.
Entre los temas de ese año, la escritura, pero especialmente
la astronomía maya resultó ser clave para entender los
contextos en los cuales se creó esa interpretación errónea,
por lo que, entre lo que se resaltaba era la enorme habilidad
que se tuvo en tiempos prehispánicos para poder desarrollar
sistemas de observación celeste diurna y nocturna de gran
precisión para la época. Entre esos temas, no podía faltar el
monumento en piedra más grande que no sólo representa
al calendario maya, sino que, también registra un evento
astronómico sumamente promocionado a nivel mundial, el
descenso de la serpiente de luz durante los equinoccios de
primavera y otoño.
Ese mismo año, un grupo de investigadores ponen
en duda dicha propiedad astronómica y presentan sus
3
Orlando Casares y Venus Estrella
evidencias como demostración de que, los triángulos de luz
que se forman en la alfarda norte de la estructura El Castillo
o Templo de Kukulcán en Chichén Itzá, podían extenderse
muchos días antes y otros más posterior al equinoccio,
variando en el número de triángulos formados. Ello condujo
a un largo debate entre los especialistas en astronomía maya.
Este álgido debate de si fue premeditado, producto de la
casualidad o error en la restauración de la estructura continuó,
pero fue hasta el año del 2014, en el que uno de los autores
(Orlando Casares) decidió entrar al mismo, convencido de la
existencia del equinoccio.
Dicho año, al conocerse los autores, la autora del
presente libro, le plantea durante el transcurso de aquel año,
la posibilidad de que, a lo mejor, pudiera no ser un evento
astronómico sino otro relacionado con el calendario, tal
como ocurre en otros sitios arqueológicos. Dicha perspectiva
generó un completo cambio en el rumbo que tomaría la
presente investigación, por lo que se comenzó por plantearse
cuándo comienza y cuándo acabaría de formarse los
triángulos de luz, así como también, si podría existir algún
momento clave en ese período y como tal, los resultados
fueron completamente distintos a los que originalmente se
planearon.
Se encontró que, como lo sugirió al inicio de las
observaciones por parte de la autora, se trataba de un ciclo
que respondía a una necesidad relacionada con el calendario,
porque iniciaba en días que conmemoran los principios que
rigen el funcionamiento de los ciclos de 365 días conocidos
4
El Castillo de Chichén Itzá
en maya como Haab y el de 260 días llamado Tzolkín. A
pesar que para el año 2017 se acabó aquel período de trabajo
que inició en el 2104, los resultados siguieron arrojando otras
perspectivas por demás, interesantes que nos permitieron
vincular dicho ciclo no sólo con el calendario sino con otros
aspectos de suma relevancia en la cultura maya prehispánica
con sus respectivos legados en nuestros tiempos, la
agricultura.
Debido a la formación de ambos autores, siendo el primero
arqueólogo de formación con posgrados en antropología social
e historia del arte sumados a la formación de la autora egresada
en el área de turismo y para el momento de la presente obra,
terminando sus estudios doctorales en antropología, es que
se pudo ir trabajando y vinculando diferentes perspectivas
bajo un mismo hilo conductor. Encontramos que en la
literatura histórica, trabajos etnohistóricos y especialmente
en las etnografía de principios del siglo XX hasta nuestros
días, en toda la región comprendida por los mayas yucatecos
junto con la región de los mayas Itzáes, las similitudes de
aquellos ciclos agrícolas con los ciclos de iluminación, eran
concordantes.
Las evidencias, ya no sólo arqueológicas, epigráficas,
históricas y etnohistóricas de trabajos anteriores a la obra,
nos iban marcando un camino que nos permitía darle un
mayor sentido a dicho ciclos que únicamente señalaban dos
fechas al año, de poca relación con la agricultura y escaso
sustento en otras evidencias como las ya mencionadas.
Por ello, y convencidos de que no basta únicamente
5
Orlando Casares y Venus Estrella
con la publicación en revistas especializadas y de estricto
arbitraje del tema, toda investigación debe llegar a un mayor
público posible en un lenguaje tan claro como sea posible,
es decir, debe ser capaz de divulgarse y como tal, dichas
publicaciones, conferencias y talleres generados como
resultado de esa investigación, es que los autores compilaron
la misma en el presente libro, que de forma general, plasma
en sus diferentes apartados esos puntos que nos permitan
comprender las motivaciones por las que dicha estructura
es considerada con mayor razón, una de las maravillas del
mundo.
Esperamos que su lectura sea de su total agrado:
Orlando y Venus
6
El Castillo de Chichén Itzá
INTRODUCCIÓN A LA OBRA
Una de las estructuras más emblemáticas entre los visitantes
que llegan año con año a la región maya, especialmente
a los Estados de Yucatán y Quintana Roo, ha sido la
estructura 2D5, mejor conocida como El Castillo o Templo
de Kukulcán, ubicada al centro de la zona arqueológica de
Chichén Itzá. Dicha situación, ha sido constante no sólo en
tiempos recientes o desde que se comenzó a difundir la idea
de visitar su vistosa iluminación en triángulos de luz, desde
los relatos que entraron los conquistadores sus menciones
eran de las más recurrentes, a tal grado que parecería que
dicha zona arqueológica junto con aquella estructura fuera
la más importante a partir del siglo X en adelante, lo que
los arqueólogos conocemos como el Clásico Terminal, un
período que aproximadamente va de los 800 a los 1100 años
después de Cristo.
También es cierto que la misma estructura contenida en
el sitio ya mencionado, se ha convertido en un símbolo que va
más allá del Estado de Yucatán y del área maya. Es un ícono
para toda clase de representaciones, lúdicas, gastronómicas y
de cualquier índole comercial, así como también un referente
cultural que abarca tantos ámbitos que nos sería insuficiente
el presente espacio para poderlo describir puntualmente cada
uno de ellos.
¿Por qué llegó a convertirse en tan emblemático ícono?
Esta respuesta va más allá de las razones anteriormente
7
Orlando Casares y Venus Estrella
mencionadas, y como veremos en el desarrollo posterior
de éste documento, su popularidad está relacionada a las
referencias prehispánicas, históricas y contemporáneas en la
región maya. Comenzando por las razones contemporáneas,
es uno de los sitios arqueológicos más grandes y singulares
del norte de la península de Yucatán, fundado en un momento
en los que otras ciudades mayas del centro de la región
mencionada, comenzaron a ser abandonadas y su población
se desplazó a diferentes lugares de la propia península por
razones que todavía siguen siendo motivo de discusiones
entre científicos de todo el mundo, punto que nuevamente
será brevemente abordado en los capítulos siguientes.
También esta referencia motivó a instituciones extranjeras
y nacionales en la intervención, conservación y restauración
de sus principales estructuras con importantes hallazgos que
a la fecha nos hacen constantemente reescribir los detalles en
los que se desarrolló la ciudad y sus implicaciones en el resto
de la región, así como de los lugares en donde tuvo contacto.
Chichén Itzá fue el cuarto sitio arqueológico mexicano en
formar parte del Patrimonio de la Humanidad como bien
cultural en el año de 1988 por parte de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y
la Cultura (abreviada como UNESCO), ya que cumplía
con los principales criterios de evaluación que tiene dicho
organismo1.
1 I. Representar una obra maestra del genio creativo humano; II. Testimoniar un importante intercambio de valores humanos a lo largo de un
periodo de tiempo o dentro de un área cultural del mundo, en el desarrollo de la arquitectura, tecnología, artes monumentales, urbanismo o diseño paisajístico; III. Aportar un testimonio único o al menos excepcional
8
El Castillo de Chichén Itzá
A partir del año 2000, se comenzó una campaña (de índole
comercial y mediática) en realizar una votación mundial
sobre cuáles serían las siete maravillas modernas del mundo,
tratando de actualizar aquella lista elaborada originalmente
por el pintor Neerlandés Maerten van Heemskrerck (en el siglo
XVI). Si bien, fue realizado por una empresa y con carácter
comercial, la propuesta del empresario suizo Bernard Wener,
fundador de la New Open World Corporation, tuvo una
respuesta mundialmente abrumadora y cambió las dinámicas
sociales asociadas a la actividad turística en los países
donde fueron seleccionados los candidatos a la votación que
concluyó el 7 de julio del 2007.
Cuestionada, repudiada, aplaudida y generando todo tipo
de reacciones a favor o en contra por parte de toda clase de
públicos (incluidos los grupos académicos, a favor y/o en
contra también), México compitió tomando como referente
a la estructura mencionada, El Templo de Kukulcán / La
Pirámide de Kukulcán y como tal, resultó ganadora de
aquel certamen no sólo por las características geométricas,
de una tradición cultural o de una civilización existente o ya desaparecida; IV. Ofrecer un ejemplo eminente de un tipo de edificio, conjunto
arquitectónico, tecnológico o paisaje, que ilustre una etapa significativa
de la historia humana; V. Ser un ejemplo eminente de una tradición de
asentamiento humano, utilización del mar o de la tierra, que sea representativa de una cultura (o culturas), o de la interacción humana con el
medio ambiente especialmente cuando este se vuelva vulnerable frente
al impacto de cambios irreversibles; VI. Estar directa o tangiblemente
asociado con eventos o tradiciones vivas, con ideas o con creencias, con
trabajos artísticos y literarios de destacada significación universal. (El
comité considera que este criterio debe estar preferentemente acompañado de otros criterios). Aquí se puede consultar dichas bases sobre la elección de tales criterios: https://web.archive.org/web/20070615203340/
http://whc.unesco.org/world_es.htm
9
Orlando Casares y Venus Estrella
sino por lo que se conocía en esos tiempos como su evento
astronómico representativo, la formación de triángulos de
luz durante los equinoccios, justamente lo que hoy es el
principal motivo de la presente publicación a partir de nueva
evidencia, igualmente a favor y en contra del mismo.
El libro que se le presenta ante usted, no pretende ser
una obra más de las tantas que se han escrito en torno a la
civilización maya, a la zona arqueológica de Chichén Itzá
o a la Estructura 2D5, también llamada La Pirámide de
Kukulcán. Es un análisis que llevó a los autores toda una
serie de discusiones, trabajos, mediciones y lecturas que se
generaron a partir de la polémica puesta en duda sobre las
propiedades astronómicas de la estructura, específicamente
en el año de 2011 y 2012, por parte de algunos investigadores.
En este sentido, quisiéramos aclararle al lector no
especializado, que en muchos ámbitos científicos, es normal y
deseable, poner en duda un argumento con base en evidencias
rigurosamente recolectadas, lo cual nos ayuda a crecer como
científicos y ampliar el conocimiento de una disciplina. Y
es que, gracias a esas críticas, pudimos percatarnos que, por
un lado, estaban en lo cierto al señalar que el equinoccio no
es la razón más importante de los eventos astronómicos que
tiene la pirámide. Aunque nunca nos convenció el descartar
totalmente su función astronómica como los autores que
mencionaremos lo hicieron, ello nos motivó al análisis más
exhaustivo de sus argumentos y de lo que ahí se presentaba,
por lo que eso generó artículos científicos de sus diferentes
análisis de los autores que hoy se conjuntan en esta obra.
10
El Castillo de Chichén Itzá
Por tal razón, elegimos un lenguaje no especializado
o que en caso de requerirse, usar dichos términos con
los que arqueólogos, historiadores, antropólogos y otros
especializados en estos temas manejamos, pero explicados
para un público diverso y que no requiera tener dichos
títulos o formaciones académicas, pero sin renunciar a los
criterios científicos y metodológicos de la información que
iremos presentando en cada uno de nuestros capítulos, los
cuales fueron pensados en proporcionar un amplio contexto
histórico, arquitectónico y social, no sólo de la estructura
sino del sitio, la región maya y los conceptos religiosos que
encierran muchas de sus formas, diseños y el propio evento
mencionado.
En primera instancia, queremos que usted tenga en cuenta
porqué hemos hecho un enorme énfasis en su importancia
histórica y porqué también, a través del análisis de textos
históricos realizados por misioneros, inquisidores y cronistas
durante el proceso de conquista, refieren en mayor medida a
Chichén Itzá como un sitio tan importante en un pasado y que
al momento de su llegada, también seguía siendo ampliamente
visitado en peregrinaciones de carácter religioso. De igual
forma, durante y después del violento proceso de conquista,
la población que permaneció en la región seguía recordando
al sitio y las historias político – religiosas del mismo en
sus escritos como la colección de códices escritos durante
la colonia como los Chilam Balam que son variados en sus
contenidos, especialmente el Chumayel que narra aspectos
de la historia de la población.
11
Orlando Casares y Venus Estrella
En el segundo capítulo, abordaremos un recuento
histórico de las intervenciones que ha tenido el sitio y
en especial, la estructura señalada y motivo del libro. La
importancia de su mención, así como de su documentación
gráfica es debido a que, entre los detractores de la función
astronómica de la pirámide, destaca aquel argumento que
sugiere que en el proceso de consolidación y restauración se
cometieron errores y entre ellos, la iluminación de la alfarda
norte.
En el tercer capítulo de la obra, versará sobre el concepto
de la montaña sagrada, un término que se emplea para
describir las propiedades religiosas y de cultos prehispánicos
a un elemento destacado en toda la cosmovisión maya y de
la región conocida como Mesoamérica. Dicho culto, no sólo
se presentaba a los elementos naturales de cerros y montañas
sino que, en lugares como las planicies yucatecas donde se
carecía de estos accidentes geográficos, se implementó la
construcción masiva de pirámides que suplían a los mismos
(e incluso, aún en zonas montañosas también era motivo de
culto y construcción) como Las Pirámides del Sol y de la
Luna en Teotihuacán, El Templo Mayor en Tenochtitlán,
La Pirámide de los Nichos en el Tajín, El Templo de las
Inscripciones en Palenque y por supuesto, La Pirámide de
Kukulcán en Chichén Itzá, sólo por mencionar algunas de
las tantas que existen. Un culto tan importante que sigue
presente en diferentes poblaciones contemporáneas de hoy
en día.
En el cuarto y quinto capítulo se dedicarán a explicar
12
El Castillo de Chichén Itzá
de forma muy breve algunos aspectos astronómicos de los
pueblos mesoamericanos y principalmente de los mayas.
Esto requería de su propio apartado, ya que la diversidad
cultural de muchos pueblos también se expresó en este punto
y hay suficiente literatura académica que así lo demuestran,
pero también, por la existencia de muchos puntos en común
que derivaron de la actividad astronómica, entre ellos,
el calendario y la agricultura, los cuales jugaron un papel
muy importante en los hallazgos recientes de la Pirámide de
Kukulcán.
Por último, haremos un recuento de las principales
propuestas (científicas obviamente) sobre los usos y funciones
astronómicas del Templo de Kukulcán, las cuales también
han sufrido algunos cambios en función de nuevos trabajos
hasta el ahora presentado, el cual nos muestra que por un
lado la interpretación del equinoccio es insuficiente, para
hablar de lo complejo que ha sido y sigue siendo el motivo de
construcción de la estructura señalada, misma que quedaría
enmarcada en los contextos anteriormente descritos en
capítulos anteriores, como una propuesta de índole académica
y no como un precipitado conjunto de ideas fantasiosas.
Esperamos que encuentre en esta obra, una forma
amena y completa, que no sólo responda a muchos de los
cuestionamientos que surgen sobre la astronomía maya y
especialmente sobre un momento crucial en la misma, sino
que también le permita entender como los ciclos encontrados
en la iluminación de la estructura, nos proveen una nueva
visión en la que la astronomía se vincula aún más con la
13
Orlando Casares y Venus Estrella
agricultura y el calendario maya, así como el papel de la
astronomía en un proceso cultural tan importante, que no
sólo –y justamente– representa un ícono en la arqueología
mexicana y yucateca, sino que también es parte de un legado
que todavía se mantiene con vida en la memoria y en las
prácticas agrícolas de las poblaciones mayas contemporáneas.
14
El Castillo de Chichén Itzá
15
Orlando Casares y Venus Estrella
16
El Castillo de Chichén Itzá
LAS REFERENCIAS PASADAS DE CHICHÉN ITZÁ
Y SUS POBLADORES
Las evidencias arqueológicas
Una ciudad como Chichén Itzá, con su peculiar urbanismo,
estructuras y el pináculo de las mismas que es El Castillo
como edificación que concentró todo el conocimiento
arquitectónico, de ingeniería, astronómico, calendárico,
agrícola y religiosamente la más compleja realización de
lo que veremos como el concepto de Montaña Sagrada,
es importante ubicar a la ciudad y a sus estructuras dentro
de un concepto histórico más amplio, uno que nos permita
comprender cada uno de los procesos más íntimos de cómo
se llegó a ese punto y todavía como es que su legado se sigue
perpetuando con el paso de los siglos.
En el presente capítulo, nos adentraremos en la historia
del principal grupo maya que se encargó de las principales
construcciones realizadas en Chichén Itzá, denominados
Itzaes, establecidos durante el período conocido por los
arqueólogos como el Clásico Tardío, –que comprende entre
los años 600 a 800 d.C.– y que permanecieron en el poder
hasta inicios del Postclásico Temprano –que comprende
entre los años 1,000 a 1,200 d.C.–. Como nota aclaratoria
por los períodos de años aquí expresados, los mismos se
han elegido por los autores como parte de un panorama
cronológico general, ya que todavía persisten debates (y muy
17
Orlando Casares y Venus Estrella
útiles) en torno al tema.
Para ello, tenemos un conjunto de evidencias
arqueológicas que nos permiten plantear un posible
panorama de los movimientos culturales de dicho grupo,
hasta ubicarlos en el punto en donde llegaron a Chichén Itzá,
se establecieron y hasta su posterior abandono, en trayectos
donde posteriormente regresaron a su lugar de origen durante
el proceso de conquista. Estas evidencias van desde los
estudios cerámicos, de materiales producto de la importación
(que nos revelan rutas comerciales), lingüísticos (pasados y
presentes) así como por supuesto, de carácter religioso y en
el mismo, el aspecto astronómico y su huella en los procesos
derivados del mismo como los calendarios agrícolas.
Entonces, ¿Quiénes fueron los Itzáes? El origen no ha
quedado del todo claro y quedan muchas más interrogantes
que certezas, pero gracias a ciertos hallazgos y con el
desarrollo de la epigrafía2, una de las principales pistas
con las que contamos reside en una vasija trípode, un vaso
cilíndrico con tres soportes, en las que se menciona al dueño
de la vasija como Tzi? Hay yu chab sahal yune itsa ahau
–fino su vaso, gobernador hijo del Señor Itzá– (Figura 2),
pieza que pertenece a la colección del Berlon Museumm
für Volkerkunde (Kerr 2000: 972, Boot 1997: 6 y Caso
2002: 714). Esta pieza, al no extraerse con los métodos
arqueológicos (posible saqueo), nos dificulta enormemente
obtener información de la misma que sería muy útil para
2 Una disciplina científica que nos permite estudiar, comprender y analizar la escritura antigua para poder entender mejor no sólo su contenido,
sino el contexto cultural de los mismos.
18
El Castillo de Chichén Itzá
determinar si era parte de una ofrenda, a quién perteneció
exactamente, pero lo que se ha logrado obtener, es que
está fechada entre 435 al 500 d.C. (clásico temprano) y que
posiblemente será originaria de la región del Peten Central,
en Guatemala (Voss 2000: 211).
No sabemos con certeza si realmente el grupo proviene
de esa región, y es algo que se sigue discutiendo por los
especialistas, ya que hay tres posibilidades; 1. Son un grupo
extranjero, posiblemente del bajío mexicano, asentados en
la región Maya Chontal (Tabasco) que llegaron a poblar el
centro de la Península (Chichén Itzá) y dominar la región
posteriormente (Tozzer 1957, Roys 1962: 41, Thompson
1985: 104 – 123); 2. Son grupos mayas que provienen de las
tierras bajas del sur de Yucatán que por desgaste bélico, se
asentaron en Chichén Itzá (Barrera 1972, Barrera 1949, Schele
1995 y Boot 1997); 3. Son un grupo proveniente del Petén
central guatemalteco con influencias del bajío mexicano,
que migraron junto con sus ideas de un culto relacionado
a Quetzalcóatl – Kukulcán y que se impuso a través de la
guerra asentarse en Chichén Itzá (Ringle 1998).
No es la intención del libro hacer una deliberación
detallada sobre el grupo Itzá, sino sólo referenciarlo como
contexto antes de abordar el tema astronómico. A criterio
de los autores, cada una de las presentes propuestas tiene su
fundamento y es difícil descartar una, pero para nuestros
fines, nos centraremos en la tercera opción, emitida por los
arqueólogos William Ringle, Tomás Gallareta y George Bay
(Ringle 1998) salvo que se hará más énfasis (como se verá más
19
Orlando Casares y Venus Estrella
adelante) en señalar que el culto de la serpiente emplumada,
es una adaptación modificada del reptil conocido como
Monstruo Cósmico Maya, por ser un culto extendido en toda
el área maya desde tiempos muy tempranos (Preclásico) y
quizá anteriores a los mayas, como los registrados en los
restos óseos de la Tumba 1 de Chiapa de Corzo y el Altar 12
de Takalik Abaj (Figura 3), ya que tiene elementos saurianos
con manifestaciones terrestres y celestes, así como con aves
o plumas en su iconografía (García 2015: 15 y 16, Velázquez
2002: 419 y 420).
Este panorama, aunque lleno de lagunas que tendrán que
ser esclarecidas por futuras investigaciones arqueológicas y
epigráficas, nos dejan también un hecho seguro, que el grupo
de los Itzá, no eran originarios del norte de la Península de
Yucatán y que en un período en el que muchas ciudades –
estado del Petén Guatemalteco se encontraban en un álgido
momento de luchas y alianzas para afianzar su poder, los
desgastes generados por dichos movimientos generaron una
serie de eventos migratorios en toda la región conocida como
Maya.
En un panorama más amplio y general, estos procesos
no son únicos del área maya, sino que se gestaron en toda el
área conocida como Mesoamérica (y presumiblemente más
allá de la misma) y derivadas de múltiples causas, desde la
influencia Olmeca en la Costa Pacífica, área zapoteca y maya
(tierras altas y bajas), así como la influencia Teotihuacana en
el Petén central de Guatemala y algunas partes de las tierras
bajas mayas hasta las influencias llamadas “Toltecas” hacia
20
El Castillo de Chichén Itzá
la región central que nos ocupa (Lacadena 2009: 58), idea
que al autor le parece desfasada y poco correspondida con la
evidencia arqueológica disponible al momento de la presente
publicación.
Y este último punto, se nos presenta para ayudar a
entender que los contactos ocurridos desde las épocas más
tempranas en las que fueron surgiendo distintas civilizaciones
en toda la región mesoamericana, no sólo se limitaban
a la esfera del intercambio comercial o la bélica, sino que
también implicaban otro tipo de influencias mutuas entre los
grupos que migraban, las cuales se corresponden a la esfera
ideológica, es decir, al conjunto de ideas en las que cada
cultura interpreta el orden de su universo, la valoración de
cómo deben ser las cosas y entre esas ideas, figura la religión
y la capacidad de llevar cultos, modificarlos, adaptar algunas
de sus partes, incorporar otras, etc. (García 2009). Estos
movimientos sociales, tanto en Mesoamérica como dentro
del área Maya, nos permiten entender como una ciudad
como Chichén Itzá pudo acumular tanto conocimiento de
distintas áreas y en su mayor esplendor político – económico
– religioso, pudo establecer un culto tan poderoso que
incluso, dejó evidencia tan poderosa como la estructura 2D5,
conocida como El Castillo y posteriormente su réplica en la
ciudad de Mayapán.
De los que han escrito acerca del grupo maya Itzá (o Itsá
si nos apegamos a las reglas de la epigrafía), para Alexander
Voss, pueden realizarse algunas lecturas sobre el nombre,
etimológicamente derivado de its + a’, dos elementos que
21
Orlando Casares y Venus Estrella
juntos ya habían sido traducidos por Alfredo Barrera como
Brujo del Agua y que Voss señala que efectivamente puede
leerse así, pero añadiendo que lo correcto sería leer itsa’ como
agua que brota o emana (Voss 2000: 213). Pero también han
surgido interpretaciones alternas y anteriores a esa, en las
que lo refieren como un topónimo relacionado al agua o un
gentilicio (cuando lleva Ah) en lugar de un título de origen
según el diccionario Calepino de Motul (Ciudad Real 2001:
32).
La parte que retomamos de las investigaciones de
Voss, basadas en las evidencias encontradas propiamente
en Chichén Itzá, como las encontradas en la estela de la
estructura conocida como El Caracol / El Observatorio
(Figura 4), en la que aparece Ah kan ts’ikinal, ah ts’ikinal
o k’ul ah kan ts’ikinal, en donde Ah Kan significa (en
Maya Yucateco colonial) el que cuenta algo o es diestro en
contarla, siendo que este título se repite en otras crónicas
yucatecas de la colonia, por lo que Voss concluye que Itzá es
una referencia a un oficio, el cual sería Sacerdote u Orador
que anuncia y proclama los pronósticos hechos a base de
observaciones astronómicas (Voss 2001: 219 – 221). Este
título, para el autor no es ajeno a la referencia del grupo que
llegó a poblar Chichén Itzá y si su origen fue regional y/o
parte de alguna migración.
La región y presumiblemente la localidad donde se
funda Chichén Itzá, ya había sido poblada desde mucho
antes de su momento de esplendor, ya que, dentro de las
investigaciones arqueológicas, se han encontrado restos
22
El Castillo de Chichén Itzá
cerámicos correspondientes a lo que llamamos Preclásico
tardío (250 a.C. al 300 d.C.) pero su distribución nos sugiere
que quizá se trató de alguna aldea sin construcciones tan
especializadas (Ruz 1980: 63). Hasta este punto, todavía no
se puede hablar de la ocupación de los Itzáes, a quiénes se han
propuesto como los grandes constructores de los edificios
más destacados que hoy en día vemos en pie.
A pesar de que más adelante haremos un repaso de lo que
dicen las crónicas coloniales y las etnohistóricas3, sobre las
veces en las que fue fundada la ciudad, hay que recordar que
no siempre son coincidentes con la evidencia arqueológica,
por lo que, como habría sugerido Erik Velásquez y Alexander
Voss, son útiles como una cronología relativa (nos dice más
o menos que ocurrió antes y después), más no como una
cronología absoluta (en la que se nos dicen no sólo las fechas
exactas, sino que también podemos contrastarlo con otras
fuentes de información) evitando caer en errores cronológicos
(Velásquez 2016, Voss 2000 y 2001).
En etapas posteriores, lo que denominamos Clásico
Tardío, muchas otras ciudades del Petén Guatemalteco, pero
sobre todo del norte de la Península de Yucatán, pasaban
por un período de esplendor y apogeo, como Oxkintok,
Dzibilchaltún, Acanceh, Izamal, Yaxuná, Cobá, Ichkaantijoo,
etc. También para esa misma época, en Chichén Itzá
encontramos estructuras importantes como Las Monjas, La
Iglesia, La Casa Colorada, La Casa del Venado, El Akandzib
3 Es decir, las fuentes que se escribieron durante el período colonial,
pero por parte de los pobladores locales, aún ya en proceso de traslado
al cristianismo o ya asimilado el mismo. Estos escritos son una visión a
veces distinta, a veces similar a las que reportaron los conquistadores.
23
Orlando Casares y Venus Estrella
y otras estructuras que nos muestran que las crónicas
pudieran estar equivocadas al narrar que Chichén Itzá fue
abandonada por los Itzáes, que se refugiaron en Chakan
Putún y luego volvieron de nueva cuenta a Chichén Itzá, la
cual, arqueológicamente hablando, nunca fue abandonada
en ese tiempo (Ruz 1980: 64). Quizá ya conocían el lugar
y como tal, ya interactuaban con el asentamiento como
comerciantes.
En la evidencia arqueológica, sobre el período de máximo
apogeo de la ciudad, se había propuesto que se alcanzó
durante la “influencia tolteca”, en el período denominado
Postclásico temprano (1,000 a 1,200 d.C.), pero nuevos
datos, no sólo cerámicos sino de radiocarbono calibrado y
del análisis de otros elementos vía el intercambio, así como
de la propia epigrafía, es que dicho período es anterior al
que se mencionó, ubicándose como capital regional entre
el 800 al 1050 d.C. en el período Clásico Terminal, donde
ejerció un enorme poder directo o indirecto entre diferentes
ciudades de las tierras bajas, de otras áreas de la Península
de Yucatán y a través de sus redes de intercambio, con otros
centros productores de Obsidiana así como de diferentes
materiales provenientes de la Costa del Golfo de México, del
bajío mexicano y de Centroamérica (Cobos 1998: 915 y 2004:
521 – 523).
Este aspecto también nos recuerda que la idea de una
influencia tolteca en Chichén Itzá ya no es del todo adecuada
para entender su apogeo, especialmente el papel que tuvieron
los Itzáes dentro del mismo, ya que, al ser situada mucho
24
El Castillo de Chichén Itzá
más temprana, especialmente en comparación con Tula,
ambas regiones casi contemporáneas, el autor retoma aquella
idea original de George Kubler de que fue Chichén Itzá el
que aportó la mayor de las influencias hacia la región de
Tolteca y no al revés, que es como se sigue tomando por
algunos especialistas (Cobean 1994: 16). Ello no implica
que en el momento del traslape de ambas capitales también
existieran elementos de mutua influencia simultánea y que,
de ahí, surgiera el culto ya institucionalizado Kukulcan
– Quetzalcóatl en el resto del territorio mesoamericano,
pero con una mayor derivación de elementos mayas que del
altiplano.
Para el período de apogeo ya mencionado, especialmente
desde la epigrafía, tenemos que la presencia de una serie
de personajes fue crucial para la consolidación del poder
regional de la ciudad y con ello –sea gentilicio o topónimo–
dichos personajes fueron portadores de la denominación
Itzá, con sus respectivas implicaciones astronómicas. Para
ese momento, muchas de las edificaciones como El Osario,
El Caracol y posteriormente las encontradas en La Gran
Nivelación fueron realizadas por dichos grupos, con especial
mención a K’ak’ Upakal. Cabe señalar, que recientemente
en otro trabajo del autor del libro, se reforzó la idea sobre
el significado de los elementos topográficos de la región
circundante de Chichén Itzá con el significado Itzá ya
discutido por Alexander Voss, justamente en el patrón
Montaña Sagrada (pirámide) – Camino (sacbé) – Fuente
de Agua (cenote) encontrada tanto en el grupo del Osario
25
Orlando Casares y Venus Estrella
(Figura 5), como en la Gran Nivelación y cuya influencia
llegó a otros sitios como Dzibilchaltún (Casares 2016: 215 y
216).
No sabemos si fue un gobernante supremo (Boot 2005), o
era parte de un sistema de gobierno dual (Ringle 2004: 213),
de un triunvirato (Voss y Kremer 2000: 171) o un Multepal
(Velázquez 2016: 82). El título completo según se ha sugerido
es K’ak’ Upakal K’inich K’awil y salvo la estructura de El
Akabdzip, todas las inscripciones de los edificios consagrados
entre el 869 y el 890 d.C. en Chichén Itzá, refieren al personaje
en la posición más importante de los textos. Seguido del
mismo, otros personajes emparentados con el anterior que
aparecen son Uchok Waj Uta’ab’ (posiblemente el padre),
K’inil Kopol (hermano), Ak’e Tok’ (se desconoce el tipo de
relación o parentesco con K’ak’ Upakal) pero posiblemente
“hermandado4” con K’inil Kopol (Bíró y Heredia 2018: 211).
K’ak’ Upakal también contuvo algunos importantes
títulos según el registro escrito de Chichén Itzá, uno de ellos
fue el de K’uhul Kokom (divino juez?) y K’uhul aj kan (divino
intérprete) y Ah B’olon K’awil (el orador o el proclamador
de tz’ikinal / tz’iknal), en una referencia, como ya se había
señalado al inicio del capítulo, a la estructura de El Caracol
en Chichén Itzá así como también de otro de sus títulos más
acordes con el acto de observar al cielo, el de Ah Num K’ak’
Nal, que se ha interpretado como El informador o anunciador
de algo antes que suceda (Bíro 2018 y Voss 2001), lo cual
4 Queda entrecomillado, debido a que el término yitaj no queda completamente claro si se refiere a una posición de hermanamiento simbólico
y/o consanguíneo.
26
El Castillo de Chichén Itzá
nos hace pensar que esta es una evidencia clara de que, bajo
su reinado se originó la idea de la última etapa constructiva
de El Castillo / Templo de Kukulcán por las características
astronómicas, ligadas al calendario y a la agricultura.
Posterior a esa etapa y debido a causas que siguen
generando intensos debates en la arqueología maya, Chichén
Itzá dejó su período de apogeo y comenzó su abandono.
Debido a la enorme influencia comercial, política, militar e
ideológica de la ciudad, muchas de las características de la
misma siguieron repitiéndose en otras regiones y una de las
más destacadas es la ciudad de Mayapán, que es una pequeña
reproducción de Chichén Itzá, menos detallada pero con
algunos patrones urbanísticos similares, entre los cuales el
más destacado es otra estructura piramidal también llamada
El Templo de Kukulcán / El Castillo aunque con diferente
denominación en la nomenclatura arqueológica.
Luego de la caída de Mayapán para inicios del Postclásico
tardío (1200 hasta la conquista), se tiene registro que al menos
y quizá desde antes, grupos Itzáes ya habían comenzado a
migrar hacia su posible tierra de origen. Esta posibilidad
se sustenta en los datos que previamente habían recogido
Linda Schele y posteriormente Erick Boot sobre los títulos
itsa y la referencia hacia un personaje denominado Kan Ek’
encontrados en el sitio de Seibal, Motul de San José y Ucanal
ubicados en el Petén central guatemalteco (Boot 1997: 333 –
335). Por las fuentes históricas y etnohistóricas, conocemos
que ahí permanecieron, específicamente en el lago de Tayasal
como el último bastión maya ante los conquistadores.
27
Orlando Casares y Venus Estrella
Es también importante notar, que lingüísticamente
hablando, la relación que existen de las lenguas mayas entre sí
y sus cercanías, nos denota que de las principales líneas en las
que se fueron dividiendo (Figura 6), se propone que después
del siglo IX y X, se dividieron en cuatro partes principales
que son el maya yuceteco, el maya lacandón, el maya Itzá y
el maya mopán, que contienen muchas similitudes entre sí.
Esta serie de datos arqueológicos, históricos y lingüísticos
nos revelan como estos movimientos migratorios, junto con
el proceso de conquista, dieron forma al mosaico cultural
con el que vemos dividida la enorme área conocida como
Maya.
Las evidencias etnohistóricas
En la memoria de las poblaciones mayas durante el proceso
de la conquista y posterior al mismo, se remarca una enorme
importancia hacia la ciudad de Chichén Itzá que parecería
que toda la historia relacionada con los mayas se remontara
o estuviese ligada con dicha ciudad y su fundación. Tampoco
debería extrañarnos esa situación, si dimensionamos la
importancia de la Chichén Itzá en toda la región, pero las
menciones realizadas por quiénes escribieron dichas crónicas
indígenas, nos revelan distintos aspectos de los linajes y
personajes que de ahí emanaron (Voss 2001: 152). En uno
de los relatos encontrados en el Chilam Balam de Chumayel,
conocido como la Serie de los Katunes, se nos narra que:
“en el Seis Ahau, sucedió que descubrieron Chichén Itzá”,
28
El Castillo de Chichén Itzá
mismo que es replicado en otro de los libros del Chilam
Balam de Maní (Barrera 1972: 49 y Ruz 1980: 20).
En esa misma serie de textos, las crónicas del Chilam
Balam de Chumayel y Maní, las referencias a Chichén Itzá
la sitúan como la ciudad más prominente e importante de
la región, un recuerdo que aún después de la conquista y
con las influencias cristianas entre sus líderes, se negaba
a desaparecer del todo, aún desde la clandestinidad,
escribiéndose en cuevas, montes y otros espacios de difícil
acceso para los inquisidores, misioneros y personal de la
corona española. Las demás ciudades mayas, sólo figuran en
un papel secundario en contraste con Chichén Itzá.
En dichas crónicas, también se nos relata un poco de la
historia del grupo ya expuesto como responsable de las más
icónicas construcciones en la ciudad, los Itzáes, en las que de
igual forma, son reconocidos como los principales ocupantes
de Chichén Itzá. Tanto en el Chilam Balam de Chumayel
como en el Chilam Balam de Maní, se relata que los Itzáes
provenían de Bakhalal (Bacalar, Quintana Roo) pero que
dejaron la ciudad de Chichén Itzá para establecerse en
Chakan Putún (Champotón, Campeche) para luego regresar
por última vez a Chichén Itzá (Barrera 1972: 50 y Ruz 1980:
22).
Las referencias al grupo de los Itzáes, no sólo se limitan
a los Chilam Balam de Chumayel y Maní, sus menciones
se extienden en el Chilam Balam de Tizimín, en todos ellos
junto con el nombre de Kukulcan como su señor, pero sin
estar del todo claros si dicha mención lo sitúa como un
29
Orlando Casares y Venus Estrella
personaje histórico, un personaje mítico o como una deidad
local, ya sea proveniente del bajío mexicano o como una
transformación religiosa de algún otro culto, pero que sin
lugar a dudas, el nombre pareció extenderse por el resto de la
península. Seguido en tercer lugar en cuanto a la frecuencia
de menciones, se encuentra K’ak U’ Pakal en las crónicas
del Chilam Balam, el cual es referenciado como un guerrero
deificado que resaltaba y lideraba a los Itzáes.
Las evidencias históricas
La mayor parte de la información proveniente de dichas
fuentes, escritas por misioneros, militares y otras personas
con nuevos cargos en los territorios recién conquistados,
proviene del fraile franciscano Fray Diego de Landa, el cual se
dejará al final del presente apartado, por lo que comenzaremos
con otros de estos personajes, aún sean menciones breves
de los Itzáes, Chichén Itzá o cualquiera de las referencias
hacia ambos (su gente y/o el lugar). Comenzamos con la
obra de Antonio de Herrera y Tordesillas5, especialmente
en su capítulo segundo de su obra Historia general de los
hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar
Océano que llaman Indias Occidentales (también conocida
como Décadas de Herrera), escrita en 1601, resaltando que
la ciudad de Chichén Itzá era la más importante que hubo en
aquellas tierras, así como sus habitantes (Itzáes) y el culto que
5 De quién existe la sospecha que realizó un plagio a la obra de Landa,
con mucho menos detalles, pero entendiéndose que en realidad, ambos
casos eran informes que tenían que presentar hacia la Corona Española.
30
El Castillo de Chichén Itzá
desarrollaban dentro de la misma giraba en torno a Kukulcán
(Ruz 1980: 28).
Otro cronista de nombre Tomás López Mendel, oidor
de la Real Audiencia de los Confines en Guatemala y que
posteriormente se trasladó a Yucatán como visitador y oidor
de la provincia para resolver disputas entre encomenderos y
misioneros. En su escrito conocido como Relación, en 1612,
se centró en describir la práctica de los sacrificios de los
pobladores, en su descripción destaca el capítulo veinte de
su obra, los rituales de lluvia llevados a cabo en Chichén
Itzá con doncellas arrojadas al Cenote Sagrado. Aunque la
mención es escasa, deja clara la importancia ritual del lugar,
su relación con las lluvias y los cultos asociados a las mismas
en lo que podrían ser peregrinaciones al lugar posterior a su
abandono (Ruz 1980: 29) debido a la evidencia arqueológica,
para esas fechas carecemos de materiales que nos hablen de
una ocupación fija.
Fray Bernardo de Lizana, misionero franciscano que
escribió Historia y Conquista Espiritual de Yucatán en
1633, aborda más detalles sobre la tierra y los procesos en
los que ocurre el cambio hacia la cristiandad, pero en ellos,
hace una ligera mención sobre un grupo antiguo que migró
desde el oriente de la Península y de otra migración mucho
mayor que venía desde el poniente (Lizana 1975), ambas con
ciertas similitudes a las relatadas por el Chilam Balam de
Chumayel en su respectivo apartado de Serie de los Katunes,
mencionada en parráfos anteriores. Esta referencia nos invita
a suponer que esas personas que migraron eran referentes
31
Orlando Casares y Venus Estrella
hacia los ya mencionados Itzáes.
Pedro Sánchez de Aguilar en su Informe contra idolorum
cultores del Obispado de Yucatán, igualmente nos menciona
a Chichén Itzá como la ciudad más importante de la región,
es quién después de Landa, nos proporciona una descripción
limitada del asentamiento, habla del origen exterior de sus
pobladores (del altiplano mexicano) y de su importancia
regional. Diego López de Cogolludo, en su Historia de
Yucatán cambia de tono al asegurar el origen de los Itzáes
como parte de la región, fundadores de Chichén Itzá y quiénes
la abandonaron para irse al sur (Tayazal). Ambos relatan de
la importancia que tenían para los locales el culto a Kukulcán
y el poderío de la ciudad a manos de K’ak’ Upakal6, de cómo
derrotó a sitios como Izamal y Motul, entre otros (Ruz 1980:
28 y 29).
Es de importancia notar que, aunque desde la epigrafía
pueda parecer difícil relacionar su mención con la forma
de transcurrir de los distintos conteos de su calendario, los
autores tomarán como premisa que, si bien los meses podían
rotar, los eventos relacionados con la agricultura no7. A ello,
añadimos la propia mención en Landa, que nos enfatizaba
que dichos actos ocurrían exactamente en ese momento.
6 Tanto Kukulcán como K’ak’ Upakal, escritos de forma distinta sin las
correcciones que en el texto se incluyen (Cuculcan, Chuchulchán, etc.),
así como Caculpa.
7 Quizá otros eventos cívicos y/o religiosos puedan ser fijos durante el
año civil a pesar de la rotación consecutiva de los días y meses, pero
eso no será motivo del presente trabajo, únicamente las festividades relacionadas con los ciclos agrícolas, dado que, durante el año solar, un
cambio en los mismos produciría resultados distintos y con ello, pondría
en riesgo las cosechas.
32
El Castillo de Chichén Itzá
Lo que nos queda claro, es que al igual que los cronistas
posteriores a Relación de las Cosas de Yucatán, el énfasis en
resaltar la importancia de Chichén Itzá, en la cual habitaron
los Itzáes y del poderío regional que tuvieron en Chichén Itzá
y Mayapán, nos señala la relevancia del culto regional y las
peregrinaciones a Chichén Itzá, aún despues de su abandono
(Landa 1965).
Concretamente, cuando narra sobre la historia de la
región en sus Relaciones, nos describe los siguiente:
En un tiempo se tuvo toda esta tierra debajo de
un Señor en el tiempo que reinaban los señores de
Chichén Itzá y duró su señorío más de 200 años…
Los que antiguamente vinieron a poblar esta tierra
que fueron los que poblaron Chichén Itzá, población
antiquísima y según la cuenta de los indios, la primera
que después del diluvio se pobló en estas provincias…
Los primeros pobladores de Chichén Itzá no fueron
idóladras hasta que Rul Ran, capitán mexicano entró
en estas partes, el cual enseñó la idolatría. (Landa
1965: 45 – 53).
De la última parte del relato, entendiéndose a Rul Ran
como un sonido que posiblemente hace referencia a Kukulcán,
dadas las características de la descripción del mismo. La
importancia regional de Chichén Itzá, del grupo maya que
la pobló y gobernó (los Itzáes), así como de algunos nombres
de cultos y personajes que todavía existían en la memoria y
tradición oral en los informantes de los misioneros.
33
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 2. Vasija incista del Clásico Temprano de la zona central
del Petén según el texto, el cual también alude al grupo maya
Itzá. Nótese que a un costado del entierro, hay personas de las
cuales emerge un árbol (foto de Justin Kerr).
34
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 3. Dibujo del Altar 12 de Takalik Abaj, sitio preclásico
ubicado al sur de Guatemala.
Figura 4. El Caracol u Observatorio en Chichén Itzá (foto de los
autores).
35
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 5. Dibujo del conjunto urbanístico de Chichén Itzá
conocido como La Gran Nivelación que incluye el Juego de
Pelota, la Plataforma de las Águilas y Jaguares, la Plataforma de
Venus, El Mercado, entre otras. A su centro, El Castillo o Templo
de Kukulcán, al norte un camino que conecta con el Cenote
Sagrado y al sur, El Osario con su respectiva Plataforma de
Venus y ambas igualmente en dirección hacia el Cenote Xtolok.
36
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 6. Mapa lingüístico de las lenguas mayas y su desarrollo
hasta nuestros días.
37
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 7. Foja 39r del Chilam Balam de Chumayel conocida
como La Rueda de los Katunes, rueda profética en donde se
menciona el asiento del 4 Ahau Katún en Chichén Itzá.
38
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 8. En el facsímil original de la obra de Fray Diego
de Landa, se encuentra la primera ilustración hecha por un
extranjero de lo que es la estructura 2D5 a la cual el franciscano
llamó por primera vez El Castillo.
Figura 9. Litografía elaborada por el arquitecto y dibujante
británico Frederick Catherwood, quien acompañó al
expedicionario y abogado norteamericano John Lloyd Stephens a
múltiples zonas arqueológicas, entre ellas Chichén Itzá.
39
Orlando Casares y Venus Estrella
40
El Castillo de Chichén Itzá
ESTRUCTURA
2D5
(EL
CASTILLO):
RECONSTRUCCIÓN E INTERPRETACIONES
La estructura más emblemática de Chichén Itzá se encuentra
al centro de la Gran Nivelación y se trata de la Estructura
2D5, también conocida como El Castillo o El Templo de
Kukulcán. Dicha estructura acaparó la atención de los
primeros conquistadores y al mismo tiempo se mantuvo
presente en las narrativas histórico – mitológicas de los
pobladores mayas, aún después de su abandono y posterior
a la conquista. Desde las descripciones de Fray Diego de
Landa8, su mención en los libros del Chilam Balam y los
compilados en la obra Relaciones histórico – geográficas de
la Gobernación de Yucatán (Volta y otros 2018: 29 y 31), ya
era un referente histórico en la región norte de la Península
de Yucatán.
Las explicaciones de aquellos documentos, giraban en
torno a la presencia de una deidad conocida como Kukulcán
que fundó la ciudad (de Chichén Itzá), pero no daban mayor
detalle sobre su relación concreta con la principal estructura.
Estas mismas interpretaciones comenzaron a surgir con la
llegada de la incipiente disciplina científica de arqueología
por parte de los académicos de la Carnegie Institute of
Washington (CIW) liderados por Sylvanus Morley con la
supervisión inicial de Earl Morris (a principios del siglo XX).
Las primeras interpretaciones arqueoastronómicas del
8 A quien se le debe la denominación de El Castillo, por su analogía con
los castillos europeos.
41
Orlando Casares y Venus Estrella
lugar no ocurrieron en torno a El Castillo sino a la estructura
conocida como la 3C15 o El Caracol, en las que el arqueólogo
Oliver Ricketson trabajó restaurando las tres ventanillas
que estaban todavía en píe, de las cuales sugirió un uso
astronómico a las mismas con posible dirección al solsticio
de verano junto con los equinoccios de primavera y otoño
(Ricketson 1925). Quién terminó de trabajar su consolidación
fue Karl Ruppert a finales de la década de los años veintes
del siglo pasado (Volta y otros 2018: 32).
Los trabajos en la Estructura 2D5 o la Pirámide de
Kukulcán lo comenzaron en la misma década de los años
veinte, por el equipo mexicano de Miguel Ángel Fernández
y José Reygadas. Posteriormente se sumaron Eduardo
Martínez Cantón y Manuel Cirerol Sansores (Cirerol 1940
y Maldonado 1997). Los trabajos de Eduardo Martínez
fueron asistidos por Emilio Cuevas, durante seis años en
la excavación y consolidación de la estructura citada, en
los que se hicieron inventarios de las piedras encontradas
en el derrumbe y sólo fueron consolidadas in situ aquellas
que marcaran claramente su posición al momento de su
reintegración. Fue un trabajo sistemático y adelantado a su
tiempo, con el cual conocemos la forma en la que encuentra
actualmente la estructura (Maldonado 1997: 105 y 106).
Durante esos trabajos, comenzaron a surgir los primeros
planteamientos de su función y simbolismo. Fue Manuel
Cirerol quien propuso que la cantidad de escalones, peldaños,
almenas y los basamentos en su conjunto se relacionaron
con el calendario civil Haab de 365 días, especialmente
42
El Castillo de Chichén Itzá
por cada uno de sus escalones (91 escalones por lado, más
la plataforma común a sus cuatro escalinatas), así como los
nichos en el talud que son 26 por costado, 52 por lado (dejando
208 elementos en total)9. También señalaba que, al ser 9
basamentos del total, (por lado y considerando la separación
de las escalinatas) nos darían un total de 18 unidades como
representación del número de meses del mismo calendario de
365 días, y sumándole el número de las almenas del templo
superior de cinco por lado, con un total de 20, refiriéndose
a la veintena contenida en cada mes del calendario haab
(Cirerol 1940).
Manuel Cirerol y Enrique Juan Palacios usaron el
mismo enfoque en la subestructura hallada al interior de El
Castillo, pero se encontraron que la misma sólo contenía una
escalinata en la dirección norte. No obstante, en el conteo
de los peldaños de la misma dio un total de 63 peldaños, los
cuales relacionaron con el ciclo de 819 días que mencionaba
Thompson en años pasados, haciendo la relación de múltiplos
en 13 días del calendario sagrado de 260 días (Palacios, 1945:
372).
La siguiente década no ofreció mucho en términos de
aportaciones arqueoastronómicas en el sitio salvo la llegada
en 1932 de una fotógrafa de nombre Laura Gliphin10. En la
fecha mencionada anteriormente, llega al sureste de México,
9 En el entendido de que cada lado es simétrico, pero por razones anteriormente expuestas, en la actualidad no se encuentran reintegradas en
su totalidad.
10 La cual venía recorriendo varios sitios arqueológicos desde el sur estadounidense y norte mexicano, tomando fotos de lo que consideró más
representativo.
43
Orlando Casares y Venus Estrella
donde permaneció un poco más del tiempo previsto en
Yucatán. Entre sus fotografías, destaca una secuencia en
Chichén Itzá de la cual, sobresale el costado norponiente de
la alfarda de El Castillo con un juego de luces y sombras de
triángulos isósceles que rematan en la cabeza de serpiente
ubicada en su base.
Esta fotografía carece del día exacto cuando se tomó,
salvo anotaciones que sugieren algún día de marzo del año
de 1932 (Gliphin 1948: 41-43). La foto se publicó en 1948 en
su libro Temples in Yucatán: A Camera Chronicle of Chichen
Itza. Es el primer registro en cámara que plasma lo que ahora
se conoce como el descenso de Kukulcán (Figura 18). Como
ya habíamos mencionado, la primera interpretación del
evento fue de Jean Jaques Rivard, quien relacionó la fecha de
los equinoccios de primavera y otoño como parte del culto a
la serpiente emplumada (Rivard 1969).
Como veremos en el apartado de Calendario y
Astronomía, esta interpretación quedaba acorde con las
ideas de otros eventos astronómicos señalados en un arreglo
urbanístico conocido como Grupos E, consistentes en
una estructura tipo piramidal, que se toma como lugar de
observación hacia otro conjunto de estructuras ubicadas al
oriente y/o poniente del lugar de referencia fijo (donde se
hace la observación) en lo que cada una de esas estructuras,
a través de su arquitectura, señalizará el lugar de salida /
puesta del Sol en fechas asociadas al inicio de cada una de
las estaciones del año, los solsticios (de verano e invierno) a
los extremos y en medio, a los equinoccios.
44
El Castillo de Chichén Itzá
Pero el trabajo más completo que se escribió para
esos años fue el de Luis Arochi a finales de la década de
los sesenta y en su libro La Pirámide de Kukulcán. Su
simbolismo solar, plasmó sus investigaciones en las que no
sólo registró y escribió sobre los equinoccios vistos desde
la alfarda norte, sino que incorporó por primera vez las
explicaciones anteriores en materia de astronomía cultural
en conjunto con las características arquitectónicas, y las
respectivas comparaciones con otras estructuras similares
como la Pirámide de Kukulcán de Mayapán (Arochi 1984),
incluyendo el mismo evento pero con su explicación en
fechas distintas (solsticio de invierno), siendo el trabajo más
completo y complejo de su tiempo.
Ya sea desde la interpretación arqueológica o las ideas
fantasiosas, el turismo a la zona se incrementó y con el paso
de los años, dicha explicación equinoccial fue y sigue siendo
parte de la información más importante durante la visita
al sitio, especialmente durante los equinoccios. La idea se
instauró en el imaginario popular y las romerías en torno a
esas fechas se extendieron hacia el resto Mesoamérica.
La idea de la observación equinoccial como la principal
atracción turística en El Castillo se mantuvo por muchos años,
sólo complementada por nuevas visiones de su geometría,
significados alternos en su arquitectura e interpretaciones
de la hierofanía en quienes fueron sus pobladores, así como
entre las personas que siglos más adelante retomaron las
visitas con fines lúdicos al evento citado. (Carlson 1999,
Casares 2016, Milbrath 1988 y Ponce de León 1991).
45
Orlando Casares y Venus Estrella
En los años de 2011 y 2012, los trabajos de Arturo
Montero y Guillermo de Anda en el sitio arqueológico de
Chichén Itzá, especialmente en la estructura mencionada
(2D5) dieron un nuevo giro interpretativo. Los investigadores
revelaron que la disposición de alineación de la Pirámide y de
sus escalinatas, se planearon conforme a patrones concretos
en la cosmovisión maya. La escalinata poniente apuntaba
hacia el Cenote Holtún, ubicado a 2 kilómetros del lugar y la
misma dirección se alineaba con el Sol al atardecer durante
la fecha en que éste pasaba por el cenit del lugar los días 24
de mayo y 19 de julio, mientras que la escalinata oriente de
la pirámide apuntaba a otro cenote a una distancia similar,
la escalinata sur hacia el cenote Xtolok y la norte al Cenote
Sagrado (Montero 2013).
Este hallazgo comenzó a marcar una nueva visión sobre
la estructura, que la presentaba con mayor complejidad, el
evento astronómico dejaba de ser exclusivamente equinoccial,
el trabajo mencionado reveló que también se registraban las
direcciones de su escalinata poniente y esquina nororiente a
las alineaciones en fechas cenitales. También se reiteraba la
importancia de este evento en las fechas mencionadas por
su simbolismo acuático y ciclos agrícolas como los eventos
que anuncian la primera y segunda temporada de lluvias
torrenciales (Montero 2013).
En el año 2010, el proyecto dirigido por Ivan Sprajc y
Pedro Sánchez Nava, para realizar mediciones astronómicas
en varios sitios del área mesoamericana, comenzó a cuestionar
la información de muchos sitios (Sprajc y Sánchez 2012: 979),
46
El Castillo de Chichén Itzá
incluyendo la estructura piramidal de El Castillo en Chichén
Itzá. En términos generales, sus resultados generaron una
discusión en torno a los significados equinocciales y en
múltiples trabajos, se llegó a proponer que no se correspondía
con la fecha equinoccial, sino que la proyección de los
triángulos de luz era tan amplia en diferentes fechas que el
mismo no podía ser considerado como equinoccio (Sprajc y
Sánchez 2012 y 2013).
Las réplicas por parte de la comunidad de investigadores
retomaron las explicaciones hacia la importancia del
calendario dentro de los elementos arquitectónicos y ofrecían
una alternativa a la existencia de la observación equinoccial
basada en el error humano (producto de observar a simple
vista), razón por la cual se argumentó que no se correspondería
con la fecha astronómica exacta. La propuesta consistía
en denominarlos equinoccios calculados, es decir, en una
aproximación basada en la división media entre los solsticios
de invierno y de verano (90 días) como punto de observación
(Montero 2014: 81 y 82).
El debate continuó y sus principales detractores no sólo
mantuvieron el argumento original, sino que, apoyados en
otros datos como la epigrafía, aseguraron que la importancia
del evento equinoccial es más una influencia New Age, que
el resultado de mediciones rigurosas. Para Sprajc y Sánchez,
la formación de triángulos no era regular, debido a que
variaba en fechas anteriores y posteriores al equinoccio –
de 6 hasta los 8 triángulos durante los días del 15 al 29 de
marzo– (Sprajc y Sánchez 2015 y 2018). Según sus análisis
47
Orlando Casares y Venus Estrella
en modelos tridimensionales, pueden formarse hasta 9
triángulos a mediados del mes de abril (Spracj y Sánchez
2018: 26 – 28), concretamente la propuesta indicaba el 14 de
abril11.
11 Mismo que fue dado a conocer durante la conferencia: “El descenso
de Kukulcán en Chichén Itzá (y otros inventos equinocciales)” en la VII
Mesa Redonda de Palenque 2017.
48
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 10. Fotografía de El Castillo tomada por el alemán
Teoberto Maler.
Figura 11. Fotografía de El Castillo tomada por el arqueólogo
norteamericano Alfred Maudsley.
49
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 12. Estado de conservación de la Estructura 2D5 antes
de la intervención del equipo mexicano compuesto por Miguel
Ángel Fernández, José Reygadas, Eduardo Martínez Cantón
y Manuel Cirerol Sansores, al cual posteriormente se integró
Enrique Juan Palacios. Fototeca Pedro Guerra.
50
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 13. Proceso de reintegración y reconstrucción de la
alfarda norte de la Estructura 2D5 o El Castillo en Chichén Itzá.
Fototeca Pedro Guerra.
51
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 14. Trabajadores reintegrando elementos arquitectónicos
de los basamentos de El Castillo. Fototeca Pedro Guerra.
Figura 15. Perspectiva del costado nororiental de El Castillo en
su proceso de reintegración de los elementos arquitectónicos de
los basamentos inferiores. Fototeca Pedro Guerra.
52
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 16. Trono de Jaguar encontrado en la Subestructura de El
Castillo. Cuenta con 73 incrustaciones de jade. Fototeca Pedro
Guerra
Figura 17. Planos elaborados de la Estructura 2D5 por Ignacio
Marquina con las plantas, cortes y elevaciones de la estructura y
su subestructura (Marquina 1949).
53
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 18. Fotografía de la norteamericana Laura Gliphin
realizada en 1932, quien en sus múltiples viajes por zonas
arqueológicas desde el sur del país hasta Centroamérica
(pasando por México) decidió pasar un tiempo mayor en el
sureste mexicano. En su libro nunca nos da la fecha exacta en
la que tomó la foto, pero con la nueva evidencia podemos tener
un aproximado contando el número de triángulos de luz en la
misma (foto de Laura Gliphin 1948).
54
El Castillo de Chichén Itzá
LA MONTAÑA SAGRADA COMO EL CENTRO DEL
MUNDO
Un elemento urbanístico importante dentro de la concepción
religiosa en Mesoamérica, es la relacionada con la Montaña
Sagrada o el Culto a los Cerros, y la evidencia arqueológica
sitúa a esa tradición desde los tiempos Preclásicos. Muchos de
los aspectos relacionados con la cosmovisión mesoamericana
tienen lugar en esas épocas y están asociados a las culturas
denominadas Itsmicas o Epiolmecas, las cuales como en
uno de sus nombres indica, habitaron la región del Istmo de
Tehuantepec, que comprende la región occidental de Chiapas,
oriente, centro y norte de Oaxaca, así como el oriente de
Guerrero hasta llegar a la costa del Golfo de México en
Tabasco y la zona sur de Veracruz. Entre los productos
culturales más comunes de esas regiones, se encuentra las
primeras formas de escritura y el uso del calendario (Pérez
2012), que posteriormente se extenderían en el resto de las
culturas mesoamericanas, en donde cada una le daría su
propio sello cultural y sus respectivas modificaciones.
En las primeras y más tempranas ciudades de la zona,
más relacionadas con los Olmecas, quienes se traslapan con
aquellas culturas ístmicas, el asentamiento más conocido es
San Lorenzo, en la que se puede vislumbrar cómo pasaron de
ser un caserío o aldea, a complejizarse más como una urbe,
el inicio de la arquitectura monumental e iconografía que nos
sugería una relación más cercana de sus élites con animales y
55
Orlando Casares y Venus Estrella
lugares sagrados, entre ellos, los cerros (Lunagómez 2017: 169
– 171). La llegada de un nuevo centro regional, La Venta, no
sólo incluyó los elementos anteriormente descritos, sino que
también contuvo elementos innovadores en su traza urbana
como un eje norte – sur y un edificio icónico de más de 30
metros de altura conocido como el C1, de las estructuras tipo
piramidales más antiguas conocidas a la fecha (Drucker 1959
y Lunagómez 2017).
En un análisis más profundo de aquellos elementos
iconográficos de aquellos asentamientos citados y otros
más de procedencia olmeca, la catedrática Caterina Magni,
elaboró una propuesta sobre el simbolismo de los mismos,
en una relación entre la cueva, la montaña y los elementos
posiblemente astronómicos y/o naturales como lugar de
origen del universo, pero en una clara vinculación con los
grupos de poder de dichos asentamientos (Magni 1995). Una
de las características que tiene este mito y que se extendió (con
sus respectivas modificaciones) en el resto de Mesoamérica,
es su atemporalidad en cada uno de los asentamientos más
importantes, como parte de un ritual de fundación, digno de
repetirse y darle propósito al orden ideológico del lugar y de
sus élites (Magni 1995: 93).
La evidencia más clara de dicha relación entre los
Olmecas y en aquellas épocas tempranas del territorio
mexicano, se ubica en el sitio arqueológico de Chalcatzingo,
Morelos y se ubica cronológicamente en el Preclásico Medio
(900 a 200 a.C.). En la superficie de una gran formación
natural de rocas ubicada en un costado del Cerro de la
56
El Castillo de Chichén Itzá
Cantera, en el denominado Relieve 1 del sitio, podemos
apreciar a un personaje sentado, dentro de un nicho que en
realidad representa las fauces de un reptil, en las que salen
unas volutas de su boca (o entrada). Esta imagen ha sido
interpretada como la entrada de una cueva, también asociada
a un útero y a elementos acuáticos, lugar donde se origina
el agua misma y en su interior, morada de las deidades y
también de elementos asociados al poder como el Sol /
Jaguar / Gobernante, todos ellos como parte de una montaña.
Este mismo relieve también está asociado al monumento 9
con vista de frente y una mandíbula cuadribulada (Figuras
19 y 20), representando las fauces de un monstruo de
características sauriandas que en sí mismo también puede
ser interpretado como una montaña y sus fauces como una
cueva / entrada a su interior (Broda 2018: 146, Córdova 2007:
64, Gómez 2018: 163 y Magni 1995).
Este aspecto es particularmente importante, ya que es
una de las mejores evidencias arqueológicas de un patrón
que veremos repetirse –con sus respectivas diferencias
culturales– en otras regiones de Mesoamérica en diferentes
cronologías. Este patrón urbanístico – religioso que involucra
en un solo concepto –Montaña Sagrada–, las relaciones entre
el cerro/montaña/monstruo de la tierra, su entrada como
fauces/cuevas/inframundo, con elementos acuáticos/lluvia/
fertilidad y el mismo elemento como receptáculo de una
deidad/soberano/animal sagrado, en la que se establece este
punto como un elemento central en mitos fundacionales.
Dicho patrón religioso, será considerado en el presente
57
Orlando Casares y Venus Estrella
libro, como una parte sustancial del Núcleo Duro de la
cosmovisión mesoamericana y especialmente en la maya,
que es el motivo principal12 de nuestro texto. Y cuando
hablamos de un núcleo duro, nos referimos al concepto
planteado por el investigador Alfredo López Austin en el
que nos detalla que, al hablar de cosmovisión en un contexto
general, muy amplio como el analizado en Mesoamérica,
existen elementos que han sido parte del mismo, elementos
relacionados con mitos de creación, religiosidad, rituales
y elementos de orden ideológico que han permanecido por
muchos siglos, aún posterior a la conquista (López 2001).
De igual forma, también nos aclara que eso no implica
que sean inmunes al cambio, sino que el mismo, ocurre,
pero negociando, dejando e incorporando características
propias, ajenas (impuestas o adoptadas) de las que es posible
irlas rastreando a lo largo del tiempo (López 2001 y López
2009). Como tal, así consideraremos al concepto de Montaña
Sagrada en el marco de nuestro análisis de algunas pirámides
mayas prehispánicas.
Enfocando esta perspectiva en el área maya, muchas de
las trazas urbanas desde el propio período Preclásico tenemos
no sólo las estructuras piramidales (como la Estructura 30)
de Izapa, Chiapas, sino algunas escenas en su iconografía
que nos proveen un marco interpretativo con diferencias del
resto de Mesoamérica. En las representaciones de la Estela 5
12 Esto es importante para ponerlo en un contexto mucho mayor en términos cronológicos y/o espaciales. Aunque nos enfocaremos mucho más
en la cosmovisión maya, el autor espera que el lector pueda contextualizar el análisis de la presente propuesta en un marco mucho mayor, pero
considerando también las diferencias regionales.
58
El Castillo de Chichén Itzá
y la 25 del mismo sitio, predomina la presencia de un árbol
como elemento sagrado, axis mundi y una relación con la
fertilidad, el parentesco y el poder (Eres 2015: 52 y 53). Esta
característica multivalente que tiene como símbolo, también
se verá que aparece siglos más tarde, pero en el mismo
contexto maya, en códices como el Madrid (páginas 75 y 76
del mismo, Figura 21) con atribuciones muy similares –si no
es que las mismas- a las que tiene la Montaña Sagrada y una
prevalencia que todavía funge hoy como símbolo fundacional
en comunidades mayas contemporáneas.
Nos basamos mayormente en el contenido de la Estela
25 (Figura 22), en la que se puede apreciar un reptil con su
mandíbula y patas traseras hacia abajo (presuntamente se
trata de un cocodrilo) y la espalda hacia arriba, en la cual
emanan unas ramas con sus respectivas hojas, sobra la cual
hay un pájaro descansando y a un costado de dicha imagen,
una persona sosteniendo un cetro del cual, al final, se posa un
ave con algunas características saurianas. Estos elementos
también veremos que están presentes en otros sitios mayas,
especialmente durante el Clásico en adelante, relacionados
al monstruo celeste maya, al axis mundi con su respectiva
cuadripatición del mundo, ligados a las élites, al origen del
maíz y en algunas veces, relacionados con el inframundo
(Eres 2015).
El sitio de San Bartolo y los murales de la Estructura
Sub-IA (Figura 23), especialmente del mural norte, vemos
que hay componentes iconográficos que relacionan a la
fertilidad con lugares vinculados a los ciclos míticos del
59
Orlando Casares y Venus Estrella
dios del maíz, en donde aparecen a un costado de la deidad,
elementos que representan la montaña con el maíz y en su
costado poniente, una serie de escenas sobre el nacimiento
del cosmos maya, con el árbol, el dios del maíz, un ave con
una serpiente entre sus garras encima del árbol (son cinco
árboles en total con la misma escena), ofrendas y al final de
las mismas, un asistente con un soberano coronado en su
trono (Salazar 2017: 168 – 171).
La serie de trabajos y sus respectivas ideas, nos van
formando un panorama general cada vez más claro, sobre lo
más importante a concebir cuando hablamos de la Montaña
Sagrada y hasta ahora, hemos presentado unas propuestas
sobre cómo se pudo ir gestando dicho culto religioso, que
elementos contiene, sus relaciones entre sí y todo ello en un
momento de formación temprana en lo que luego sería un
patrón muy marcado para el resto del área maya, con sus
respectivos legados en tiempos más recientes.
Desde la perspectiva de la epigrafía, así como existen
algunos elementos que pueden complementar dicha idea,
también existen otros que todavía nos dejan algunas lagunas
y puntos que faltan por ir esclareciendo. Tomando la
consideración anteriormente expuesta, una de las propuestas
de lectura para entender el papel ideológico de la montaña,
especialmente durante el Clásico maya (del 250 al 900
d.C. aproximadamente) es la lectura del jeroglífico T52913
propuesta por David Stuart como Witz cuya traducción más
13 El Mayista Erick Thompson, en unos de sus intentos por descifrar
la escritura maya, se dedicó a catalogar cada uno de los elementos que
estaban presentes en los escasos registros que existían a principios y mediados del siglo XX, lista que a la fecha se va actualizando.
60
El Castillo de Chichén Itzá
aceptada es de “montaña” (Stuart 1997). Pero no estamos
ante un jeroglífico o iconografía unificada, debido a las
particularidades de cada grupo maya a lo largo de toda la
península, vemos variaciones no sólo en la denominación
sino en su representación iconográfica.
En algunas ocasiones, vemos que la figura zoomorfa que
representa a la montaña sagrada puede contener facciones
saurianas como ya se ha mencionado, pero en otros casos,
como en las Estelas 1 y 3 del sitio Tres Islas, aparece un pico
de ave, en alusión a la “Montaña de la Guacamaya” o Mo’
Witz, misma que también se encuentra presente en la Estela
B de Copán, Honduras, o a veces aparece la figura zoomorfa
con la mandíbula descarnada como en la acrópolis de
Toniná, Chiapas. En todos esos casos, un elemento constante
es la representación de bandas acuáticas que simbolizan ya
sea al inframundo acuoso o corrientes de agua superficiales
(Salazar 2014: 42). A pesar de las variaciones, vemos también
una consistencia en relación al complejo concepto de
montaña sagrada, con las características que hemos estado
mencionando.
Otra de las lecturas que nos ayudan a esclarecer un
poco más este aspecto, son las relaciones de los diferentes
elementos relacionados con la cueva, que aún por separado
nos remiten a la noción de montaña. En la propuesta de
Alejandro Sheseña sobre una lectura para el jeroglífico de
siete cuevas, nos llama la atención las relaciones del signo
K’an, que entendiéndose con significados como “amarillo,
maduro, precioso” también puede leerse como “escalinata,
61
Orlando Casares y Venus Estrella
base, asiento14” y nos provee de una serie de ejemplos de
las características de dicho elemento (una cruz, que igual
puede representar una escalinata) como las representaciones
cuatrifoliadas, tales como el Monumento 9 de Chalcatzingo
–ya mencionado– y que a su vez se relaciona con el monstruo
de la tierra o Witz, la mitad de un caparazón de una tortuga
bicéfala, donde emerge el dios del maíz o la Estela 8 de Izapa,
en cuyo interior –del caparazón de una tortuga– se ubica un
personaje (Sheseña 2007: 365 – 370).
Estas asociaciones de los elementos de montaña-cueva
y sus características ideológicas no sólo eran aplicadas
para los entornos naturales de cerros y montañas tanto en
Mesoamérica como en la región de las Tierras Altas de los
Mayas, tanto en esas regiones como en aquellas carentes de
dichos accidentes geográficos con sus respectivos estilos
arquitectónicos de cada región del área maya, la acción que
implicaba el construir o recrear de forma artificial dichos
elementos de la Montaña Sagrada, era considerada un acto
de creación y recreación del universo, del origen del mundo,
de la creación de la humanidad –a través del maíz– , morada
de sus deidades y por supuesto, la relación que todo ello
conllevaba con las élites en las que legitimaba su posición
y de sus linajes con dichos relatos, expresados en rituales
que giraban en torno a esas estructuras, mayormente de tipo
piramidal (García 2019: 146).
Para ir cerrando el presente apartado, analizaremos
algunas consideraciones de porqué encontramos unas veces
una forma de saurio, otras un ave y una tercera variante
14 Retomado de Lacadena y Wichmaan (2004)
62
El Castillo de Chichén Itzá
como un ave con características de reptil. Desde la propuesta
de Erik Velásquez García, se trata una entidad compleja
denominada Monstruo Cósmico o Monstruo Celeste, mismo
que hemos visto desde tiempos tempranos en el caso de Izapa
y su Estela 25, así como también en sitios mayas tempranos
como el Altar 12 de Abaj Takalik en Guatemala (Velásquez
2002: 419).
Una de las formas más comunes, como ya hemos
mencionado, es la forma de un lagarto, con el dorso escamoso
y dentado, adornado con unas marcas que los epigrafistas
llaman Kawak y están asociadas a la lluvia y las rocas. Para
el epigrafista Karl Taube, se trata de Itzamná o Itsam Kab
Ahiin / Yax Mumul Ahiin (Figuras 25, 26 y 27), un cocodrilo
que en su espalda está representada la superficie de la tierra
pero que también puede tener elementos celestes con signos
astronómicos en su cuerpo (banda celeste) y en ese último
caso, es generalmente representado como una serpiente o
con forma parecida a la misma, una visión más clara de esa
propiedad, se encuentra en el Altar 41 de Copán (Taube 1989:
2 y 3).
En términos astronómicos, una de las cabezas del
monstruo cósmico, asociado a la montaña sagrada, es la
personificación al planeta Venus y al otro extremo, a la
división cuatripartita del universo/mundo maya, retomando
las palabras de Erik Velásquez, de esta quimera que contiene
múltiples simbolismos, funciones y significados. Uno de
ellos, especialmente cuando contiene una banda celeste, es
atribuible a la vía láctea, pero también señala que en otros
63
Orlando Casares y Venus Estrella
casos y más cuando dicha representación está alineada
norte – sur, puede también estar representado por una ceiba
o árbol cósmico (Velásquez 2002: 425). Ello nos refrenda
la constante relación de dicho monstruo / lagarto con los
árboles fundacionales cuando reemplazan a la montaña
sagrada como axis mundi.
La relación del lagarto / monstruo con Venus, no sólo
se encuentra iconográficamente relacionada, sino que otros
ejemplos de la arquitectura de estructuras mayas también
contienen la misma, uno de los más ilustrativos es la entrada
al Templo 22 de Copán (figura 28), que en su iconografía no
sólo están representados a lo largo de la misma, las cabezas
del monstruo cósmico, sino elementos del inframundo, el
maíz, la lluvia así como una alineación solar a lo largo del
eje de las ventanas este – oeste, en fechas que señalan los
días 12 de abril y 2 de septiembre (Aveni 2005, Closs 1984 y
Sprajc 1998).
Estas correspondencias entre Venus y la relación
Montaña Sagrada con el Monstruo Cósmico ya habían sido
señaladas con anterioridad. En el análisis de Adrián Recinos
sobre los textos mayas coloniales del Popol Vuh como del
Memorial de Sololá, señala que la deidad mencionada como
Gucumatz y sus respectivos atributos acuáticos no sólo
están relacionados con el planeta Venus y como tal, con la
serpiente emplumada (Recinos 2006: 63 y Recinos 1976: 157
– 166). Esta propuesta de entender a la deidad de Gucumatz
como el pájaro – serpiente puede ser la misma que ha estado
representada en épocas tempranas, por ejemplo, en los
64
El Castillo de Chichén Itzá
murales de San Bartolo, en Izapa o en otros sitios incluso
más tempranos y olmecas (Magni 1995) y aunque no es tan
popularizada como aquella que plantea que esa idea vino de
la zona Tolteca, exploremos un poco más sobre la misma.
Ya en un capítulo anterior, el autor había referido sobre
la hipótesis de Ringle, Gallareta y Bay sobre el posible culto
a la serpiente emplumada, proveniente del Petén central
guatemalteco, la cual, el presente libro sostiene como una de
las más probables, así como la otra hipótesis de Kubler de que
el culto a esta figura, sea una influencia maya hacia la región
tolteca y el resto del altiplano central. Esto es, muchas de
las características ya enumeradas de esta figura, relacionada
con la montaña sagrada y el planeta Venus tienen mayores
referencias y más tempranas desde los Olmecas y poco más
tarde entre los mayas a partir del período Preclásico. Es muy
probable que aquellos grupos mayas, conocidos como los
Itzáes, en sus diferentes migraciones fueran adoptando cada
uno de dichos elementos y generando uno propio a partir de
varias tradiciones religiosas hasta dejar su propia huella en lo
que fue su principal asentamiento, Chichén Itzá.
No sólo Adrián Recinos concibe tal propuesta,
Erick Thompson, anteriormente lo había propuesto pero
anteponiendo a la figura de Quetzalcóatl con sus propiedades
asociadas a Venus, la lluvia, la agricultura y las cuevas como
su morada (Thompson 1966: 134 – 136), a su vez, Mercedes
de la Garza también ha sugerido que la forma sauriana del
monstruo de la tierra tiene relaciones con signos celestes,
especialmente con Venus y que también, ambas están
65
Orlando Casares y Venus Estrella
relacionadas con la deidad maya de Itzamná o Itzam Nah Yax
Kokak Mut (De la Garza 1984: 163), aunque también, existen
opiniones recientes y divergentes en torno a su origen, como la
de Ivan Sprajc que, concediéndole las mismas características
relacionales ya descritas, Kukulcán no fue más que una
introducción extranjera como variante de Quetzalcóalt que
reemplazó a Itzamná (Sprajc 1998: 32), pero que a visión
de los autores de la presente obra, no tiene mucho sustento
ante la evidencia epigráfica que ubica a Itzamná en contextos
posteriores a la caída de Chichén Itzá.
Toda esta visión, nos hace señalar que cuando hablamos
de la Montaña Sagrada, aludimos a una de serie de
características que cumplen varias funciones y cada una de
ellas con múltiples significados, dependiendo del contexto
cultural, pero que a pesar del tiempo y del espacio, también
convergen en relaciones incluyentes e interrelacionadas,
producto de los contactos culturales que se vivieron desde
las etapas más tempranas de Mesoamérica y en el área maya,
esto generó la correspondiente diversidad ya citada, pero
también una relación que establece el origen y orden del
universo, así como la relación de lo sagrado con las élites.
A pesar de las disruptivas que se generaron con
la conquista, esta parte importante del núcleo duro
mesoamericano permaneció en la memoria colectiva de
las poblaciones indígenas, aún con las ideas traídas del
cristianismo. A través de los estudios etnohistóricos como
de las etnografías, hemos visto como –con sus respectivos
cambios– se ha mantenido vigente la idea de la Montaña o
66
El Castillo de Chichén Itzá
Cerro como un ente vivo, símbolo de un territorio ritual que
sigue incluyendo a los mismos elementos como las cuevas,
el agua, rituales agrícolas y espacios para seres sagrados que
vigilan las selvas y montes (Barabas 2010, Gossen 1989, Vogt
1979 y Vogt 2005).
Incluso en las planicies yucatecas, si bien existe esta
visión con los Muulo’ob, cerros artificiales creados por los
ancestros (referencias a las zonas arqueológicas cercanas a las
poblaciones), también fungen los árboles de Ceiba como un
elemento del Axis Mundi con el que establecen el centro de sus
poblaciones (Casares 2014) y en esas mismas áreas cercanas,
especialmente en fuentes de agua y cavernas, la referencia a
una serpiente con crin de caballo como la guardiana de las
mismas (Evia 2007) en referencia al remanente sauriano de
tiempos prehispánicos asociado al interior de las cavernas y
montañas.
A raíz de los nuevos hallazgos que se presentarán en el
último capítulo del presente libro, veremos cómo los mismos,
nos muestran que cuando hablamos de la estructura conocida
como El Castillo en Chichén Itzá, desde su iconografía,
descenso e iluminación de luz en diferentes tiempos desde
la alfarda norte del mismo, nos estamos refiriendo a todos
y cada uno de los elementos aquí señalados, contenidos en
un dispositivo relacionado con Venus, el agua, los ciclos
agrícolas y el calendario.
67
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 19. Relieve 1 de Chalcatzingo, Morelos. Nótese el
personaje al interior de las fauces de una figura zoomorfa
(sauriana) y de las cuales exhala unas volutas (foto de los
autores).
Figura 20. Monumento 9 de Chalcatzingo, Morelos, actualmente
ubicado en el Museo de Arte de Nueva York.
68
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 21. Páginas 75 y 76 del Códice Madrid en donde se
representa el plano del universo según los mayas. Nótese al
centro del mismo, la figura de un árbol con deidades ancianas en
sus costados.
69
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 22. Estela 25 de Izapa, Chiapas. Nótese el lagarto cuyas
fauces apuntan hacia abajo y su torso superior se convierte en
un árbol. A su derecha, un personaje con finos tocados levanta
un cetro y del cual, se posa un ave con características reptilescas
en su rostro, similares a la deidad de Gucumatz en el Popol Vuh
(foto de los autores).
70
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 23. Murales de San Bartolo, Guatemala. En el muro oeste
de la subestructura 1A (arriba) se narra el nacimiento del cosmos
maya y en el mural norte (abajo) se contempla una secuencia que
involucra a la deidad del maíz. En ambos murales, puede notarse
en la iconografía el elemento del árbol sagrado, y al pájaroreptil (presuntamente Itzamná) como elementos fundacionales
y relacionados con los gobernantes (ilustraciones de Heather
Hurst).
71
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 24. Variantes del glifo T529, también conocido como
Witz que representa a la montaña. a) Tablero de la Cruz Foliada,
Palenque, Chiapas; b) Vasija del Clásico Temprano; c) Estela
1 de Bonampak, Chiapas; d) Friso de Balamkú, Campeche;
e) Logograma (o glifo T529) de WITZ; f) Logograma de HA’
(agua); g) Estela 6 de Caracol, Belice; y h) Estela 8 de El Perú,
Guatemala. Ilustraciones de García Capistrán (2018).
72
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 25. Tablero de la Cruz Foliada, Palenque. Ceremonia de
entronización de K’inich Kan Bahlam (izquierda) y al otro lado
su padre K’inich Janahb Pakal (fallecido). Del centro, emerge
de la montaña Witz, un árbol del cual se desprenden a los lados
las cabezas del dios del maíz y posado del mismo, la deida
Itzamnaaj como pájaro con fauces de reptil (ilustración de Linda
Schele).
Figura 26. Representación de la deidad Itzamnaaj dentro de las
páginas 4 y 5 del Códice Dresde (ilustración de Linda Schele).
73
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 27. Altar 41 de Copán, Honduras. Foto y representación
de una variante bicéfala del Monstruo Cósmico maya, también
asociado a Venus, la fertilidad y a la montaña (ilustración de
Linda Schele).
Figura 28. Templo 22 de Copán, Honduras. Representación
tallada de escenas mitológicas con el Monstruo Cósmico bicéfalo
a lo largo de la entrada. La misma estructura está alineada con la
aparición de Venus en su extremo norte al poniente (foto de los
autores).
74
El Castillo de Chichén Itzá
ASTRONOMÍA Y CALENDARIO
Nociones básicas del calendario
La contabilización del tiempo siempre ha sido una cuestión
de suma importancia en las sociedades pasadas. Si bien
el sistema empleado, en lo general no fue de procedencia
únicamente maya y al igual que otras nociones culturales
que ya se expusieron, tiene su origen anterior a tiempos
mixe – zoques y olmecas. Claro, ello no implicó que, como
veremos a continuación, los mayas no le imprimieran su
propio sello y características únicas, que lo distinguieron de
otros calendarios en Mesoamérica. Así que procederemos a
enumerar algunos puntos básicos para entenderlo con mayor
detalle.
Está basado en un sistema de numeración vigesimal
(Figura 29), en el que un punto se usa para denominar a una
unidad, dos puntos para dos unidades y así sucesivamente
hasta llegar a las cuatro unidades. Posterior a ello, se usa una
barra para representar de forma abstracta cinco unidades y
se combina con el anterior sistema, siendo que el número
seis, se representa con un punto y una barra, hasta llegar a los
cuatro puntos y una barra para el numeral nueve, teniendo
el diez como dos barras. Esta combinación sólo puede ser
posible hasta el diecinueve, que son cuatro puntos y tres
barras. Aquí la aclaración, es que la cuenta comienza con
el número cero para alcanzar las veinte unidades, es decir,
75
Orlando Casares y Venus Estrella
del 0 al 19 (Lizardi 1962: 345, Marcus 2000: 15 – 18 y Tena
2000: 8 – 11).
El calendario usado por los mayas prehispánicos (Figura
30), consta de varios ciclos entrelazados de uso común y
otros más que todavía siguen generando algunos debates
entre los especialistas. De forma más conocida, tenemos un
ciclo mayor de uso civil conocido como el Haab en maya
yucateco, el cual consta de 365 días, los cuáles están divididos
en 18 meses y cada uno de ellos, conteniendo 20 días, una
combinación que nos da un total de 360 días, conocidos
como Tun (piedra) pero que para conteo del año solar, se le
añadieron 5 días adicionales llamados Wayeb.
Este calendario se combinaba con otro más corto y de
uso ritual, conocido como Tzolkín, el cual consta de 260 días
totales, que está dividido por 13 meses de 20 días cada uno.
Una de las particularidades del calendario maya, aparte del
uso del cero para su conteo, es el uso de un punto de partida,
una fecha que en el registro arqueológico aparece como 4 ajaw
8 kumkú, fecha que surge de la combinación del calendario
ritual de 260 días y el calendario civil de 365 días. El mejor
registro y más claro de la misma, se ubica en la Estela C de
Quiriguá, Honduras. En dicha combinación de calendarios,
para volver a llegar a la fecha inicial, se requieren 52 ciclos
de 365 días del calendario civil o 73 ciclos de 260 días del
calendario ritual.
Pero esta fecha de inicio, con la cual en la mitología maya
se estableció el inicio del universo tal como lo conocemos,
también es expresada en una cuenta con más dígitos, llamada
76
El Castillo de Chichén Itzá
cuenta larga y es expresada como 13.0.0.0.0. Este sistema
va de forma conjunta con el anterior, aunque posterior al
período clásico dejó de emplearse y únicamente permaneció
el de cuenta corta (la combinación de las fechas de los
calendarios sagrado con el civil). El sistema de cuenta larga,
sólo expresa en cada posición un valor de veinte dígitos, pero
cuya posición expresa diferentes cantidades.
Señalando que el conteo generalmente es de abajo hacia
arriba / derecha a izquierda para cantidades ascendentes, se
comienza con la cantidad más baja que es denominada Kin
(día), la cual tiene un valor máximo de 20 (0 al 19) y apenas
es superada por una unidad, se representa en su inmediata /
superior nivel que es el winal, cuyo valor se multiplica por
20, es decir, va del numeral 20 hacia el 359 (la cantidad ahí
expresada se multiplica por 20); de ahí, se ocupa la tercera
posición en el Tun, aquella cuenta con valor de 360 (es decir, la
cantidad ahí expresada se multiplica por 360). Las siguientes
unidades, son el Katún (donde la cantidad ahí expresada se
multiplica por 7,200 días) y el Baktún (donde la cantidad ahí
expresada se multiplica por 144,000 días).
Si bien existen cuentas que superan el Katún, no serán
explicadas debido a que no serán requeridas para los fines del
presente libro, pero queda la mención, ya que la misma nos
permite una visión más amplia de las posibilidades de dicho
sistema vigesimal empleado por los mayas. A continuación,
haremos una síntesis de cómo se ha relacionado este principio
general del calendario maya (y mesoamericano) con la
astronomía de dichas regiones.
77
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 29. Numeración vigesimal maya del 0 al 19 usando
numerales de cabeza. Esta variante distinta a los puntos y barras,
expresa la naturaleza sagrada de los números con la deidad
que los representa (del 0 al 12) y la versión con mandíbula
descarnada 13 (nótese el numeral 3) al 19 (nótese el numeral 9)
consecutivamente.
78
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 30. Los meses del calendario sagrado/tzolk’in
(izquierda) y los meses del calendario civil/habb (derecha). En
la representación hipotética de abajo, la forma en la que ambos
calendarios se combinan en la cuenta corta maya.
79
Orlando Casares y Venus Estrella
Recuento histórico de las investigaciones entre la astronomía
y el calendario maya
Entre los primeros estudios sistemáticos sobre el calendario y
la numeración maya, destacan los trabajos del lingüista León
Louis de Rosny, especialmente en su obra L’Interprétation
des anciens textes mayas (publicada en 1875) en la que
describió un sistema de vigesimal compuesto por puntos y
barras (para una unidad y cinco unidades respectivamente)
así como la relación de algunos signos para cielo, sol, luna
y estrellas plasmados en glifos (Rosny 1875) pero sin llegar
una idea clara de su posible relación con el propio calendario.
Para ese período, Ernst Förstermann expuso que este
sistema vigesimal se relacionaba con el conteo de ciclos
astronómicos y calendáricos, especialmente plasmados
en el Códice Dresde y para 1901, propuso una distinción
entre la lectura de los numerales en colores rojo y negro
del mismo documento, así como la posición para la lectura
adecuada de los mismos, la distinción de diferentes ciclos
y la reiteración de la propuesta de Rosny en emplear los
glifos para denominar al Sol, la Luna, Venus y otros que
él había señalado como Marte y Júpiter. Entre otros de sus
hallazgos, hizo una descripción detallada del año de 260
días (denominado Tzolkín) como un calendario compuesto
por 20 días combinados con 13 numerales, así como de otro
ciclo mayor de 365 días (denominado Haab) conformado por
18 períodos de 20 días más 5 días adicionales así como la
80
El Castillo de Chichén Itzá
combinación de ambos, el uso del signo con una equivalencia
de cero, la identificación de los números distancia (o series
secundarias), las Tablas de Venus y los eclipses lunares
dentro del códice ya mencionado, así como el uso de una
fecha de inicio (Ayala 2012: 4).
Un problema era la correlación entre la observación
astronómica y la cuenta del calendario. Dicha labor fue
iniciada por Joseph T. Goodman, quien estaba en contacto
con los trabajos arqueológicos de Alfred Maudlay. No sólo
identificó los números mayas por variantes de personas
y cabezas (que son esquemas que representan deidades
mitológicas y de la naturaleza cercana), sino que creó las
bases15 de la correlación de fechas del calendario cristiano
con el maya, conocida como GMT (Goodman – Martínez –
Thompson), actualmente con mayor uso y aceptación entre
investigadores de la cultura maya (Ayala 2012: 6).
Entonces, ¿cómo surge esta correlación? Además de la
influencia ya citada con Alfred Maudlay, sus trabajos fueron
continuados por Juan Martínez Hernández en 1926 en los
que, años más tarde, el arqueólogo británico Eric Thompson
retoma en 1927, haciendo uso del método que usan los
astrónomos para calcular eventos celestes desde el 1º de enero
del 4,713 del calendario juliano, por un evento astronómico en
común que sucedió en Europa como en América, obteniendo
la constante de 584,284 días (Goodman 1905: 644, Martin
2012: 3, Martínez 1926: 31 y Thompson 1927: 3 – 6).
15 Usando el documento colonial llamado Crónica Xiu. Esta propuesta
pasó a ser corregida por Martínez Hernández y posteriormente por Eric
Thompson.
81
Orlando Casares y Venus Estrella
Tras la consolidación de la arqueología como actividad
científica, la misma comenzó con planteamientos, preguntas
y propuestas que giraban hacia los distintos aspectos de
la cultura maya y su relación con prácticas astronómicas.
Al carecer de las evidencias arqueológicas que hoy en día
tenemos, las incipientes interpretaciones realizadas a inicios
y mediados del siglo XX sobre el calendario maya con sus
lecturas de fechas (usando mayormente la correlación GMT
ya descrita), muchas de ellas se intentaron relacionar con
eventos solares como los equinoccios y solsticios e incluso,
buscando formas arquitectónicas que pudieran servir
de referentes para la realización de estas observaciones
astronómicas.
Las propuestas de encajar fechas calendáricas con
acontecimientos astronómicos comenzaron con la idea
central de Erick Thompson de que la principal actividad
realizada por los mayas era la astronomía, dejando de lado
el complejo modo de vida que hoy en día conocemos en los
que, sin duda, la astronomía jugó un papel importante a la
par de otros aspectos no ritualísticos de la vida cotidiana
de los mayas prehispánicos. Spinden y Morley buscaron
materializar aquella idea, por lo que el primero trató de
encajar las fechas con eventos solares como los equinoccios y
solsticios. Otra propuesta fue la realizada por Morley, Bloom
y Ricketson, sobre la determinación del calendario solar
con la observación astronómica, la cual llevó a considerar
a los denominados Grupos E como una forma de arreglo
urbanístico para la observación del año solar, siguiendo las
82
El Castillo de Chichén Itzá
salidas y/o puestas del astro desde un punto central hacia otros
referentes artificiales como cornizas, esquinas, cresterías y/o
templos en una dirección oriente - poniente (Aimers 2006: 79
y 82 y Morley 1947: 272).
Con ello fueron surgiendo otras propuestas sobre las
prácticas astronómicas, y es en los trabajos de Hermann
Beyer y la consecuente incorporación de astrónomos como
Maud W. Makemson, César Lizardi, Charles Nowotny y otros
más que, usando los datos de textos coloniales y los códices
prehispánicos (principalmente el de Dresde) buscaban
una explicación entre los calendarios mesoamericanos
(especialmente el maya) y la observación astronómica. A este
panorama, se le agregaban más descubrimientos como los de
un ciclo de 819 días por parte de E. Thompson, que tanto él
como Heinrich Berlin y David Kelley no le encontraron un
sentido astronómico. Poco se había hecho a nivel de campo y
como tal, la arqueoastronomía como disciplina científica no
existía para esas fechas.
La publicación de Gerald Hawkins en 1964 llamada
Stonehenge Decoded, versaba sobre las estructuras
megalíticas del sitio y su función astronómica, los trabajos
de medición de las estructuras arqueológicas cobraron un
mayor interés en el continente americano y principalmente
en el área maya. A partir de la interpretación de Jean Jaques
Rivard (1969) en asociar la hierofanía vista (y anteriormente
registrada por la fotógrafa Laura Glipin) en la alfarda norte
de la Estructura 2D5, El Castillo o Templo de Kukulcán
en Chichén Itzá, Yucatán, se consolidó la idea de rastrear
83
Orlando Casares y Venus Estrella
eventos solares –principalmente equinoccios y solsticios– a
lo largo del área maya y otras regiones de Mesoamérica.
Ya sean estructuras tipo piramidal, con arreglos
arquitectónicos y urbanísticos semejantes a los Grupos E
o estableciendo líneas a gran distancia en un plano oriente
– poniente, los trabajos arqueoastronómicos comenzaron a
realizar mediciones (mayormente por astrónomos) para ir
detectando eventos como los solsticios y equinoccios.
En aquellos trabajos, comenzaron a surgir fechas a lo
largo y ancho de toda el área maya (así como el resto de
Mesoamérica) que no se correspondían únicamente por
fechas de solsticios y equinoccios ni tampoco por eventos
solares como el tránsito del sol por el cenit del lugar. Las
fechas que aparecieron, dieron lugar a otras interpretaciones
de distinta índole sobre las razones y motivos de las mismas
fechas (en el caso de alineamientos solares) así como también
las respectivas descalificaciones a las mismas (Baudez 1987:
64 y 65).
De las interpretaciones que surgieron, una sugiere que,
para los sitios preclásicos en la zona sur del área maya
cercanos a latitudes de 15º norte, pudieron ser lugares donde
se originara la cuenta calendárica a partir de esas fechas
anteriormente encontradas. Según el geógrafo Vincent
Malmström (1973 y 1978), las observaciones del paso del sol
por el cenit en latitudes cercanas a los 15º norte, ocurren en
los días 29 de abril y 13 de agosto, dando pie a una división
del año de 365 días en porciones de 105 / 260 días (29 de abril
al 13 de agosto en 105 días y este último hacia fines de abril
84
El Castillo de Chichén Itzá
un total de 260 días restantes) permitiendo un cómputo dual
de 365 días y 260 días.
Aquella interpretación y sus resultados reforzaban la
propuesta de la correlación GMT y que la misma debía ser
correcta. Tomando como punto de partida que el inicio del
ciclo ritual de 260 días coincida con lo reportado como el
inicio de fecha era (4 ahau 8 Kumkú) señalada anteriormente
(un 13 de agosto del 3114 a.C de nuestro calendario
gregoriano.). Dichos sitios estarían representados por Izapa
o Copán –en su ocupación preclásica– según la propuesta
original (Malmström 1973 y 1978).
Anthony Aveni a su vez reportó la aparición de otro
intervalo de fechas en las que el sol se alineaba en las ventanas
del Templo 22 (en Copán, Honduras) en intervalos de días
como el 28 de octubre y el 14 de febrero, e intentó relacionar
la alineación de esas fechas con la cercanía de festividades
del año nuevo de la calendárica azteca (12 de febrero según
la corrección gregoriana) como la referencia más cercana
(Aveni 2005: 163). En ese mismo sitio, la orientación a gran
distancia de la Estela 12 con la 10, se alineaban con el sol
en los días 12 de abril y 7 de septiembre, siendo que otros
trabajos también reportaron fechas similares (9 de abril y 2
de septiembre) para la misma alineación. En ambos casos se
buscó dar una explicación basada en analogías etnográficas y
épocas de cultivo de la región (Aveni 1980: 18, Casares 2016
y Folan 1980: 22).
Otros autores reportaron nuevamente fechas como el 29
de abril y 13 de agosto en las alineaciones solares en el Templo
85
Orlando Casares y Venus Estrella
de la Cruz en Palenque y la propia dirección del Templo de
las Inscripciones que en sus ventanas iniciaba su iluminación
transversal el mismo día 29 de abril hasta la llegada del
solsticio de verano hasta dejar de iluminarse a partir de la
fecha también señalada del 13 de agosto (Anderson 1981a y
1981b) coincidente con las fechas mencionadas una década
antes por Malmström. Más ejemplos fueron surgiendo para
esos años en el área maya y otros sitios del altiplano mexicano
y zonas cercanas.
Para finales de los años ochenta e inicios de los noventa,
el investigador y astrónomo Jesús Galindo Trejo había
reportado fechas similares en las etapas constructivas del
Templo Mayor y propuso un modelo explicativo a tales
fechas llamado alineaciones calendárico – astronómicas
por tener como base los múltiplos más importantes del
calendario mesoamericano, usando de pivote a un evento
solar de fácil detección a simple vista que son los solsticios,
tanto de verano (21 de junio aprox.) como de invierno (21 de
diciembre aprox.) donde los múltiplos se presentaban a partir
del intervalo de días entre una iluminación o aparición del
Sol en una fecha con el solsticio más cercano (Galindo 1994).
Estas mismas alineaciones, según el número de días
transcurridos hacia un solsticio se clasificaron en familias
según sus pares de fechas equidistantes con relación al
evento solar mencionado. Por ejemplo, aquellas fechas16 que
se presentaban del 29 de octubre al 12 de febrero tienen en
16 Las fechas se presentan como una medida promedio, la cual dependerá de la fecha exacta en la que ocurran los solsticios de verano y de
invierno, por lo que es común ver las variaciones en la literatura especializada del tema.
86
El Castillo de Chichén Itzá
común el transcurso de 52 días antes y 52 días después del
día del solsticio de invierno, lo mismo ocurre con los días
29 de abril y 13 de agosto con relación al día del solsticio de
verano, por lo que se le ha denominado familia del 52. Así
también ocurre con las fechas del 9 de octubre y 4 de marzo
que se encuentran a 73 días antes y después (respectivamente)
del solsticio de invierno, como su otro par que es el 9 de abril
y 2 de septiembre en la que ambas están a 73 días antes y
después del solsticio de verano, conocida como la familia del
73 (Galindo 1994 y 2005).
En la zona arqueológica de Mitla, apareció otra más,
ubicada en el Patio I del Conjunto del Arrollo en la que las
fechas señaladas eran separadas por un intervalo de 65 días
antes y después de los solsticios. Los pares equidistantes de
las mismas fueron apareciendo en otras regiones cercanas,
como el reportado por el Edificio Enjoyado al oriente de
la gran plataforma norte de Monte Albán y también en el
área maya como las fauces del Monstruo de la Tierra en la
pirámide del Adivino en Uxmal. En todos estos casos los días
que se presentaba la alineación solar en fechas como el 16 de
octubre y el 25 de febrero para el solsticio de invierno así
como en los días 17 de abril y 26 de agosto para el solsticio de
verano, quedando formalmente instituida como una tercera
familia del 65 o Cocijo17 (Galindo 2005: 15).
¿Y qué importancia podrían tener los múltiplos de 52,
17 El cual tiene su respaldo en documentos históricos, especialmente el
que elaboró el sacerdote dominico Córdoba (un diccionario zapoteco) en
el que nombra Cocijo a la forma en la que los zapotecos dividían al año
de 260 días en 4 períodos de 65 días, representado por la deidad del rayo
y de la lluvia.
87
Orlando Casares y Venus Estrella
65 y 73 en los calendarios mesoamericanos, especialmente
en el maya? Tal como se había propuesto en los inicios del
siglo XX, el calendario maya18 consistió en un conjunto de
cuentas simultáneas para dar una fecha concreta en una línea
del tiempo, a partir de una fecha de inicio.
El calendario civil de 365 días, al ser más extenso,
requiere de 52 ciclos para llegar al mismo punto de partida
que el calendario sagrado de 260 días como se expresa en
la denominada cuenta corta. Desde un ángulo contrario,
el calendario de 260 días al ser más corto, requiere de un
número mayor que consta de 73 ciclos para igualar los 52 de
la cuenta de 365 días. Los mayas, al usar números enteros,
requerían de múltiplos que pudieran sincronizarse con otras
cuentas, por lo que numerales como el 5, 7, 13, 20, 52, 65
y 73 podían permutarse y combinarse como engranes de
un reloj para mantener un ritmo constante en las cuentas
calendáricas. 260 días puede ser divisible entre 13 dando un
total de 20, así como los mismos 260 días pueden dividirse
en 5 partes iguales de 52 días o en cuatro partes de 65. A su
vez, el ciclo de 365 días puede dividirse en 5 partes iguales
de 73 (Galindo 1994 y 2000).
Lo que tenemos en esta explicación, es un sistema de
múltiplos definido por fechas específicas dentro del año
solar que nos permiten ajustes al mismo, partiendo de los
principios religiosos propios de la cultura maya y que también
están presentes en sus cuentas en murales, estelas y códices.
Este modelo de ordenamiento explicativo está basado en una
lógica del propio calendario para ajustar las observaciones
18 Y el mesoamericano por igual.
88
El Castillo de Chichén Itzá
dentro de los ciclos anuales del movimiento del sol. Todavía
está en desarrollo y falta contrastarlo con otros datos
numéricos y ciclos más complejos de los que igualmente
se están trabajando por epigrafistas. También es importante
señalar que cada sitio tiene sus propias complejidades y la
información arqueológica puede definir distintas propiedades
a estas mismas alineaciones en cada lugar.
89
Orlando Casares y Venus Estrella
90
El Castillo de Chichén Itzá
ASTRONOMÍA Y AGRICULTURA
¿Por qué se perdieron algunos cultos y sólo sobrevivieron los
relacionados con los ciclos agrícolas? El proceso que trajo
consigo la conquista, creó una ruptura entre las dinámicas
rituales asociadas con el culto a los astros, cuya relación estaba
centrada en los calendarios, la agricultura y los principios
simbólicos que emanaban de la observación celeste. Aunque
algunas ciudades ya se encontraban en abandono, otras
continuaron siendo el centro de peregrinaciones, pero en
cualquiera de ambos casos, el control por la regulación de
los ciclos, la construcción de las mismas y la determinación
de sus orientaciones se perdió por completo. El control
ideológico extranjero impuso un culto ajeno en templos
ajenos con una dinámica completamente distinta.
En el caso particular del área maya, Mario Ruz ya
nos había señalado que el desgarramiento de prácticas y
conocimientos religiosos entre los mayas, existió a pesar de
las múltiples estrategias surgidas para mantener su identidad
a lo largo de todo diverso territorio, ya sea por la resistencia
militar, ideológica, el repliegue o la huida a las partes más
inhóspitas de su territorio. Justo en ese proceso, fueron las
élites mayas quienes figuraron como el principal objetivo de
los conquistadores, por lo que los cultos masivos se perdieron
con mayor rapidez que aquellos realizados a menor escala
o en espacios privados (Ruz 2002: 251). Cómo tal, también
la memoria sobre algunos de sus principales personajes fue
91
Orlando Casares y Venus Estrella
también blanco de persecución y combate.
Es por ello que cuando hablamos de las prácticas
rituales derivadas de los cultos masivos en la época
colonial (especialmente en las que se encontraba presente
la astronomía), debemos estudiar todo aquel registro
elaborado desde la clandestinidad, o aquellos que, bajo los
nuevos símbolos del cristianismo, no perdieron la dimensión
ideológica de los anteriores, por lo que pudieron ser
sustituidos, reemplazados o adoptados simultáneamente, a lo
que Mario Ruz se refiere como amarrar juntos (Ruz 2002).
Los especialistas religiosos de menor rango, al no haber
sido el principal blanco de ataque, tuvieron suficiente tiempo
para elaborar estrategias (como las ya mencionadas) para el
resguardo de los saberes más importantes, sea por miedo,
astucia o arribismo, retomaron el control de los cultos a sus
deidades ancestrales e incorporaron elementos impuestos,
pero dentro de la propia matriz cultural que los antecedía
(Ruz 2002: 249).
Dentro de los cultos que sobrevivieron (con sus
respectivas adaptaciones y negociaciones) están aquellos
ligados a la agricultura, por lo que si aquellos ciclos agrícolas
mencionados estuvieron ligados con la instauración de un
poder regional que los dirigía (el linaje Itzá de K’ak’ Upakal),
acorde con las festividades establecidas en sus calendarios
civiles y sagrados, no es de extrañarnos que sobrevivieran
durante la colonia y tiempos posteriores, ya que los mismos
también eran una respuesta local a las formas de producción
a pequeña, mediana y gran escala de los productos agrícolas
92
El Castillo de Chichén Itzá
producidos en el sistema de la milpa, con los tiempos que
ya funcionaban de antaño. Lo que finalmente importaba, era
que siempre estuvieran en forma de tributos e impuestos de
la población indígena a sus conquistadores.
La información histórica sobre el uso que tenían los mayas
de los ciclos agrícolas ha sido muy escasa y las menciones por
parte de los conquistadores se limitan básicamente al texto
escrito por fray Diego de Landa. En su Capítulo XL sobre el
calendario romano y yucateco, algo revelador era el inicio
de la cuenta durante el mes de febrero y que llamaban Hun
Imiz, que, aunque no nos especifica si era a inicios, mediados
o finales del mes, si lo pone como el punto de partida de la
cuenta anual, coincidente con los ciclos de luz de la estructura
de El Castillo en Chichén Itzá. Para marzo, habla de una
festividad hacia los Chaces (¿Chaak?) e Izamná (¿Itzam Yax
Kokaj Mut19?) y cercana a la misma la de Tuppkak, que por
su descripción (búsqueda de animales en el campo) se deba a
las posibles preparaciones del mismo (Landa 1965: 81).
Entre otra de las celebraciones, se menciona que para el
mes Xul (en su entendimiento del calendario maya) pero que
corresponde a noviembre, le dedicaban una fiesta a Kukulcán
(Landa 1965: 83). No está claro tampoco en qué momento
correspondería, pero usando la información de los ciclos de
iluminación de El Castillo, pudiera tratarse de una festividad
realizada inmediatamente a la finalización de la etapa de
iluminación, justo al inicio de los 105 días de penumbra de
19 Nombre referido a Itzamná, una de las deidades creadoras, con representaciones saurianas como las encontradas en Chichén Itzá y al inicio de
la alfarda norte de El Castillo.
93
Orlando Casares y Venus Estrella
la alfarda, antes de iniciar nuevamente en febrero la cuenta
de 260 días.
De las festividades no muy claras en los meses posteriores
a marzo, revela en su crónica que para julio celebraban su
inicio de año, lo cual ha llevado a plantearse cuál habría sido
la fecha o las razones para mencionar dos inicios. Recordemos
que en febrero habla del inicio de “la cuenta del calendario”
(Hun Imix) en tanto el mes de julio habla de una celebración
de año nuevo por lo que, puede ser que ambos inicios se
traten de diferentes cuentas como la de 365 días y la de 260
días, o que, como veremos en el siguiente capítulo, es acorde
a los hallazgos de los ciclos de iluminación registrados en la
estructura de El Castillo. El Hun Imix de febrero se refiera
al inicio del ciclo de iluminación en tanto en julio se hiciera
alusión al segundo paso del sol por el Cenit en Chichén
Itzá (registrado por Montero et al 2013 y 2015) a la par que
coincide con la iluminación máxima de 9 triángulos de luz
que perdurará hasta iniciado septiembre (Casares 2017) hasta
su penumbra, coincidiendo con la fiesta a Kukulcán relatada
a en noviembre durante el ciclo de penumbra. En el presente
escrito nos inclinamos a optar por la segunda opción.
En todo el proceso generado desde la conquista hasta
iniciados en el siglo XX con el surgimiento de la arqueología
como ciencia y desde la influencia norteamericana, la
antropología enmarcada en el culturalismo de Boas con
su respectiva escuela, desembocó en una serie de trabajos
etnográficos en la región maya con diferentes vetas. Entre
las principales destacaban las investigaciones que buscaban
94
El Castillo de Chichén Itzá
vestigios de la antigua sociedad maya, con las poblaciones
locales cercanas y las formas de aprovechamiento del medio
ambiente para su sustento. En cualquiera de los casos,
se escribieron tratados sumamente interesantes que nos
describían el sistema de la milpa como una forma ancestral
de trabajar la tierra y obtener de la misma, su principal fuente
de sustento.
Entre los trabajos más importantes, se destacan aquellos
patrocinados por la Carnegie Institution of Washington, en
donde a la par de los arqueólogos que trabajaron principalmente
en el sitio de Chichén Itzá, se emplearon también a un equipo
de antropólogos para estudiar a las comunidades mayas en
las cercanías, destacando la labor de Robert Redfield como el
principal personaje que, en cooperación con Manuel Gamio
y uniendo esfuerzos con Alfonso Villa Rojas, tuvieron uno
de los trabajos etnográficos más reconocidos y completos de
la región central de Yucatán y sus proximidades.
Entre sus trabajos dedicados a Yucatán, se destaca The
Folk Culture of Yucatán publicado en 1941, especialmente
en su capítulo IX, nos relata sobre las prácticas agrícolas
relacionadas con los cultos ancestrales han disminuido
al igual que el progresivo abandono de sus comunidades,
especialmente aquellas que están mejor comunicadas por
carreteras u otras vías. Nos llama la atención en sus escasas
menciones, que sus ciclos agrícolas se producen todo el
año, pero las épocas más importantes suceden a mediados
de febrero con la preparación de los campos, los rituales de
la lluvia que comienzan entre abril y mayo, las épocas de
95
Orlando Casares y Venus Estrella
cosechas a partir de julio y cómo esta gran época tiene un
menor ritmo a partir de noviembre (Redfield 1941: 231-249).
El compendio más completo en torno a la información de
campo en las comunidades cercanas a Chichén Itzá así como
posteriormente en las regiones orientales de la Península de
Yucatán que conforman el estado de Quintana Roo, se realizó
por Alfonso Villa Rojas, quién comenzó siendo profesor rural
y su incorporación a los trabajos de la Carnegie como su
trayectoria de docente en diversos institutos y universidades
nacionales como extranjeras nos brindan un panorama
similar y con muchos más detalles de los ciclos agrícolas de
dichas comunidades mayas, relatos en sus diversos artículos
como en: Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de
Quintana Roo (1978).
En dicha obra, en su segunda parte, en el capítulo que
nos narra sobre las ceremonias agrícolas, no distan mucho de
la descripción ya mencionada por Redfield. Aunque son más
detalladas que la anterior, en su mayoría están relacionadas
con la milpa y los seres responsables de la lluvia, ejecutadas
por el h’meen quien funge como especialista ritual y guardián
de los conocimientos ancestrales, transmitidos por la
tradición oral. Es también quién interviene en las ceremonias
y sus pautas, que tienen sus inicios en el mes de febrero y
van alcanzando su máximo clímax en abril hasta septiembre
(Villa Rojas 1978: 326 – 328).
En dicho período, se habla del tupp-kak, que puede
iniciarse a mediados de febrero o prolongarse hasta mayo y
consiste en la preparación de los campos (Villa rojas 1978:
96
El Castillo de Chichén Itzá
329). Lo interesante es ver como se conserva el nombre con
relación a la presuntamente misma ceremonia narrada por
Landa en su Relación en un mes cercano (el habla de marzo,
pero no especifica mucho en qué momento) y considerando
el desfase del calendario juliano con el gregoriano, muchos
de los eventos narrados en dicha relación parecen no alejarse
mucho en fechas a pesar de la enorme distancia en siglos que
acontecieron entre uno y el otro.
Las ceremonias agrícolas tienen su menor momento a
partir del día de muertos que es a inicios de noviembre y
luego de los dobleces de las mazorcas, se dejan descansar
los terrenos o se eligen otros para su comenzar sus trabajos
en con sus respectivas ceremonias de petición de permisos y
rogaciones en febrero del siguiente año, dejando entre tanto,
un descanso de la anterior parcela para su recuperación y
reclamo de los seres del monte llamados Yumtsilo’ob (Villa
Rojas 1978: 334 y 335).
Otro de los trabajos etnográficos de mediados del
siglo XX se realizó por Rubén Reina de la Universidad de
Pensylvannia, sobre las formas y tecnologías usadas por los
mileperos en la región central de Guatemala, que, aunque no
corresponden con el área cercana a Chichén Itzá, desde las
crónicas se narra la huida de los Itzáes a dicha región. En sus
descripciones, encontramos que todas las comunidades de la
zona trabajada, destacando los ciclos rituales, tipos de suelo y
composición de la milpa, son muy similares a la de los grupos
mayas de las tierras bajas y en las temporadas de trabajo
agrícola, inician con el mes de febrero en la preparación de
97
Orlando Casares y Venus Estrella
la tierra, en marzo y abril con las delimitaciones, posteriores
quemas y siembras de especies de maíz de corta maduración
hasta que en mayo comienzan los primeros temporales y las
siembras del maíz de larga maduración (Reina 1967: 10 – 12).
Es a partir de la segunda temporada de lluvias torrenciales,
que relata ocurre en julio (según sus informantes) que se
prepara el momento de mayor intensidad en las cosechas de
todos los elementos que acompañan al maíz, preparándose
para las primicias de septiembre hasta que el trabajo se vaya
disminuyendo a finales de octubre, dejando noviembre,
diciembre y enero para siembras menos generosas, el doblez
de las mazorcas ya cosechadas, al mismo tiempo que se
ofrece un descanso al suelo para la llegada del siguiente año
(Reina 1967: 13 y 14). A pesar de la distancia, al parecer la
presencia de grupos Itzáes en la región, generó un arraigo
en las mismas prácticas agrícolas en cuanto a sus tiempos
de selección, preparación, siembra y cosechas propuestas
para los tiempos prehispánicos en los que son coincidentes
los ciclos de iluminación de la alfarda norte de El Castillo
durante los siglos X y XI de nuestra era.
Otros trabajos más recientes han señalado tanto en
ceremonias agrícolas como en sus diferentes ciclos para cada
etapa de la milpa al mes de febrero (donde la fecha exacta varía
según la comunidad y sus particularidades), la preparación,
quemas y rogaciones para marzo, abril y mayo, las primeras
siembras intensivas para mayo, junio y julio, dejando agosto,
septiembre y octubre como las épocas más importantes para
las cosechas en aprovechamiento de las lluvias torrenciales
98
El Castillo de Chichén Itzá
que se esperan desde finales de abril hasta mediados de mayo
con un segundo momento de las mismas en julio, agosto y
septiembre (Bello 2011, Hernández 1981, 1995, Terán 1994
y Tuz 2009).
De la discusión anterior, hemos visto que desde las
etnografías más recientes hasta aquellas que se remontan a
mediados e inicios del siglo XX, se sigue un patrón sumamente
similar en las fechas en las que gira todo el calendario
agrícola, sin que éste sea ajeno a las prácticas religiosas
compuestas de elementos cristianos como paganos20, mismo
que si continuamos el orden de lo contemporáneo a lo más
antiguo, al pasar por el momento de choque generado por el
proceso de conquista militar como ideológica, vemos que en
sus escasas menciones, mantiene rasgos similares en tiempos
e incluso –como el caso señalado por Villa Rojas– el mismo
nombre relatado por fray Diego de Landa en su Relación.
Estos resultados, nos dan una señal que los ciclos
encontrados en la iluminación de la estructura denominada
El Castillo en el interior de la zona arqueológica de Chichén
Itzá. Los denominados Itzáes, crearon un dispositivo
complejo en la señalización por medio de la hiefanía en el
número de triángulos como en los tiempos en los que se van
formando, sus máximos de iluminación, el proceso regresivo
hasta la total penumbra del mismo para volver a iniciarse al
20 Usando dicho término como parte de aquellas prácticas que tienen
una fuerte relación con el pasado prehispánico, pero que, a la fecha se
siguen practicando en los montes y selvas de las regiones no conurbadas
de las comunidades mayas. El mismo término era usado por aquellos
etnógrafos y etnógrafas para igualmente hacer alusión a las deidades no
cristianas, razón por la cual, el autor decidió mantener el mismo.
99
Orlando Casares y Venus Estrella
siguiente año. Este mismo símbolo del poder –representando
el concepto de montaña sagrada– era parte de los legados
que dejaron a la zona arqueológica y al mismo se encuentra
replicado en Mayapán, y como tal, instituyó a través de los
principios del calendario maya, todo un ciclo agrícola del
cual derivó la milpa que conocemos hoy en día.
100
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 31. El H’Meen, sacerdote ritual maya, prepara las
ofrendas a las deidades de la lluvia durante el Ch’a Chaak,
una ceremonia con simbolismos provenientes del pasado
prehispánico. Aunque los días que se realizan varías de una
comunidad a otra en el norte de la Península de Yucatán, en
promedio comienzan a inicios de abril.
101
Orlando Casares y Venus Estrella
102
El Castillo de Chichén Itzá
EL CASTILLO DE CHICHÉN ITZÁ, UNA NUEVA
VISIÓN ASTRONÓMICA
Un previo análisis realizado por el autor desde el año de
2014 que comenzó la labor de esclarecer la polémica sobre
la hierofanía en El Castillo, sé observó un patrón urbanístico
dentro del sitio y su correspondencia en otros lugares lejanos
que responden a un culto relacionado con los elementos
acuáticos y con significado astronómico (Casares 2016: 215) o
como otro elemento constitutivo de la montaña sagrada en los
sitios del clásico tardío y terminal. En la propuesta, se señala
que se extiende hacia el norte de la península de Yucatán,
pero con posibilidades de que futuros análisis puedan señalar
otros sitios más remotos y de otras temporalidades más
tempranas o tardías.
La propuesta consistió en ver el patrón de distribución de
la estructura principal dentro del grupo más importante del
sitio (La Gran Nivelación) de la cual, se extiende un camino
(sacbé) hacia una fuente de agua más cercana, el cenote21, la
estructura principal contiene un simbolismo solar y acuático,
expresado mediante una hierofanía (comúnmente asociada
a equinoccios). Para Chichén Itzá, lo que se aprecia en la
Gran Nivelación, es una estructura piramidal cuyo acceso
principal al templo superior –la alfarda norte– va en dirección
a una plataforma con elementos iconográficos de una estrella
21 Quizá en otros lugares del norte de la península yucateca pudiera darse hacia aguadas o en las regiones más al sur de montañas, entendiéndose
que en todos estos casos se refiere a los elementos naturales que en la
cosmovisión maya se resguarda el agua.
103
Orlando Casares y Venus Estrella
–posiblemente Venus– y de ahí a una calzada que dirige al
elemento acuático más cercano, el Cenote Sagrado (Figura
48). Esta misma disposición se repite al sur en el Osario con
dirección al cenote Xtolok y también hay un patrón similar
en el sitio de Dzibilchaltún (Casares 2016).
La disposición urbanística del sitio también revela
razones y expone elementos de una cosmovisión concreta,
como había señalado anteriormente Arturo Montero
y Guillermo de Anda sobre la disposición de la propia
estructura 2D5 o El Castillo con relación a su orientación
marcada por sus escalinatas en dirección hacia cuatro fuentes
de agua cercanas y lejanas (equidistantes a dos kilómetros en
promedio), una de las cuales es la escalinata poniente y la
esquina nororiente apuntando a las fechas de puesta y salidas
del sol respectivamente con el día que pasa por el cenit del
lugar (Montero 2013).
Estos resultados nos señalan una relación de eventos
solares con la agricultura, el culto acuático y la figura de
Venus. De igual forma se ha reiterado esta misma relación
por Rubén Morante sobre el Osario, con un fuerte simbolismo
venusino, el mismo patrón urbanístico ya señalado y una
construcción que también registra el paso del Sol por el cenit
del lugar (Morante 2014: 29). Estas mismas atribuciones,
serán retomadas en el análisis final del documento como
parte de lo que se encontró en los ciclos de la Estructura
2D5, tanto en su distribución espacial como en los elementos
iconográficos que la caracterizan.
104
El Castillo de Chichén Itzá
El ciclo anual de iluminación en El Castillo
De las propuestas derivadas de Sprajc y Sánchez Nava (2012
y 2013) en la que se cuestionó el significado equinoccial de
El Castillo, se procedió a reevaluar la información disponible
en materia arqueológica, iconográfica, arqueoastronómica y
etnográfica junto con otras observaciones iniciadas en marzo
de 2014 hasta abril del 2018. En ellas, se inició el registro
de la iluminación anual de la alfarda norte y el intervalo de
las horas con las que se harían las fotografías. A la par, se
consultaron los informes y documentos arqueológicos desde
la década de los años veinte del siglo pasado hasta las últimas
intervenciones en la pirámide citada.
La idea era reevaluar los argumentos sobre la forma de
la Estructura 2D5, en la que los arqueólogos han señalado
que dicha iluminación puede ser producto de un error en
la consolidación y restauración de la misma, así como la
presencia de elementos arbóreos que no permitieran una
observación adecuada al evento. Basándonos la revisión de
informes arqueológicos de los investigadores involucrados
en su consolidación junto con el registro fotográfico de los
mismos, ubicados en el material fotográfico del Sistema
Nacional de Fototecas del INAH (SINAFO) y la fototeca
Pedro Guerra de la Universidad Autónoma de Yucatán, se
determinó que la misma es correspondiente en buena medida
con la imagen contemporánea.
De igual forma, los informes de trabajos arqueológicos
105
Orlando Casares y Venus Estrella
y pozos de exploración realizados en la Gran Nivelación,
han revelado que todas sus etapas constructivas contaron
con piso de estuco, lo que nos indica que durante sus
etapas funcionales, no había vegetación ni árboles que
impidieran la visualización del mismo. Así mismo, las
observaciones y consecuentes registros fotográficos de la
presente investigación, aún con los árboles plantados de
forma contemporánea, tampoco resultan impedimento para
la presente propuesta.
Durante la primera etapa del registro fotográfico,
buscando las primeras formaciones de triángulos de luz,
se pensó que pudieran iniciare en marzo (tal como lo
plantearon inicialmente Sprajc y Sánchez) y basándonos en
un modelo digital elaborado con las medidas contenidas en
los libros de Ignacio Marquina (Marquina 1951) así como los
informes ya citados, se determinó las fechas para realizar las
observaciones durante los días y horarios pertinentes.
En las primeras salidas al campo y usando el modelo
digital, nos arrojaban datos sobre la iluminación a las 15:50
horas del horario natural y se pudo notar que las primeras
formaciones según las simulaciones, iniciaron el día 4 de
marzo y 9 de octubre, pero durante el registro fotográfico en
el año del 2016, los custodios del lugar señalaban que días
antes a las fechas obtenidas podía observarse las primeras
formaciones.
Esto provocó un ajuste en los registros fotográficos, con
previas entrevistas al personal y población de la localidad
de Pisté, para el posterior ajuste en las fechas y horarios en
106
El Castillo de Chichén Itzá
las que se seguirían realizando las fotografías. Lo anterior,
ameritó una ampliación del rango de horas desde las 14:00
horas hasta la puesta del Sol y con la valiosa colaboración
de la custodia Ligia Aguilar Salazar22 durante los siguientes
años hasta finales del 2018.
Ya realizadas las tomas del 2014 al 2017 en los intervalos
mencionados23, el resultado registrado fue el siguiente: El
primer triángulo de luz comienza a formarse durante el 12/13
de febrero, es decir, a 52 días de transcurrido el Solsticio
de Invierno y el mismo desaparecen en la fecha equidistante
que es en promedio el 29 de octubre, unos 52 días antes del
mismo evento solar mencionado. Esto ocurre a las 15:32
horas y dura unos 18 minutos aproximadamente durante ese
día (Figura 32). A partir de esa fecha, los triángulos de luz
comienzan a formarse con un poco más de amplitud y el
tiempo de duración va prolongándose unos minutos más por
día transcurrido.
Al transcurso de los días, más triángulos de luz se
forman, en períodos más prolongados y con mayor claridad,
pero se desvanecen antes de la puesta del sol hasta llegado
el día 4 de marzo que se forman los primeros 7 triángulos y
desaparecen con el ocaso del Sol (la fecha equidistante ocurre
el 9 de octubre). Posteriormente, la determinación del día
exacto de la formación de los 9 triángulos de luz en función
de que cada uno de los 9 basamentos debió registrarse como
22 Custioda del sitio, quien a su vez es nieta de Don Arcadio Salazar,
custodio que señaló la existencia del evento a la fotógrafa Laura Gliphin,
así como a los primeros investigadores que tuvieron contacto con él.
23 El año de 2018 se siguió con el registro únicamente para fines de control y reiteración de los resultados obtenidos del 2014 al 2017.
107
Orlando Casares y Venus Estrella
un triángulo de luz durante el ciclo anual. La fecha obtenida
de las observaciones finales y fotografías del 2016, el 2017 y
mediados del 2018 que el día, siendo el 9 de abril a las 18:37
horas (Figura 41) del horario de verano en México.
A partir del 9 de abril, los triángulos de luz comienzan
a ceder con la iluminación propia del sol, haciéndose más
extensos hasta iluminarse por completo la alfarda norte
a partir del día 24 de mayo. De esta fecha hasta la llegada
del solsticio de verano y posterior al mismo, el ciclo de
iluminación de la alfarda norte se invierte, haciendo que la
sombra comience a delinear los 9 triángulos de luz el día 19
de julio hasta llegar el día 2 de septiembre. Hay que recalcar
que el inicio de la iluminación de los 9 triángulos ocurre 73
días antes del solsticio de verano y termina el 2 de septiembre,
73 días posteriores.
El simbolismo calendárico de la pirámide ya había sido
propuesto con anterioridad a partir del número de basamentos
que la componen junto con sus elementos arquitectónicos
(ya mencionados anteriormente) y resaltado por Montero,
Galindo y Wood (Montero 2013), lo cual corresponde con los
resultados obtenidos del registro anual de las luces y sombras
en la alfarda norte de la Estructura 2D5. Recordemos la
importancia de las fechas que señalan 52 días antes y después
de los solsticios, especialmente el de invierno que se registró
en la estructura señalada, del 29 de octubre al 12 de febrero.
Su complejidad astronómica se extiende al uso de la
familia de alineaciones que dividen al año en porciones de 73
días antes y después de un solsticio (en este caso particular,
108
El Castillo de Chichén Itzá
del solsticio de verano) que se encuentra registrado a partir
de la formación del máximo de triángulos que es 9. Lo
importante es destacar que esta división en partes de 73 no
sólo contiene el mismo significado calendárico y simbólico
que el 52 (que conmemoran los principios de sincronía del
calendario mesoamericano) sino que la familia del 73 permite
sincronizar la observación de Venus en su período sinódico
de 584 días, que también es el resultante de extender ocho
veces el ciclo de 73 días (73 x 8 = 584).
La relación del ciclo de Venus con la agricultura y el
calendario en El Castillo
Desde el análisis urbanístico, la vinculación en el sitio de
Chichén Itzá y sus dos estructuras piramidales y el culto
venusino es evidente a través de las representaciones de
serpientes emplumadas, elementos acuáticos y plataformas
con glifos de estrella que aluden al planeta mencionado. Las
alineaciones solares que dividen al año en períodos de 73
días con relación a un solsticio, permiten un seguimiento al
astro citado, partiendo de la división de cinco partes de 73
días, en ocho partes. Para ejemplificarlo, podríamos observar
a Venus por la tarde un día 2 de septiembre del año 2017
(el último día de formación de los 9 triángulos), para ubicar
nuevamente al astro mencionado en un lugar similar, deberá
transcurrir 365 días hasta el 2 de septiembre de 2018, pero
considerando que faltarían 219 días para cubrir los 584 días
del ciclo, bastaría con esperar a la siguiente formación de los
109
Orlando Casares y Venus Estrella
9 triángulos en la alfarda norte, el 9 de abril de 2019 para
ubicar nuevamente a Venus por la tarde como el día 2 de
septiembre ya mencionado.
Las propias plataformas de Venus24, nos muestran el
mismo patrón de representación del astro en cada una de
sus esquinas, dos por cada costado de la plataforma, con
un total de ocho representaciones en total (Figura 47), la
misma cantidad por la que debe ser multiplicado el período
de 73 días señalado en la formación y desaparición de los 9
triángulos de luz sobre El Castillo. Esta relación urbanística,
calendárica y astronómica de las dos estructuras refuerza los
significados de Venus asociados a la agricultura y las fuentes
de agua, sin limitarnos únicamente a la calzada que lleva al
Cenote Sagrado en la Gran Nivelación o del Osario al cenote
Xtolok.
Este patrón iconográfico en ocho elementos asociados
a Venus también puede ser encontrado en la decoración del
Palacio del Gobernador en Uxmal, Yucatán, donde se pueden
apreciar los glifos de estrella (también aludiendo a Venus) en
los párpados inferiores de sus mascarones, agrupándose en
cinco partes y con los numerales del ocho en las esquinas
norte y sur del edificio, así como ocho serpientes bicéfalas
que adornan la entrada principal (Sprajc 1998: 77).
Esta relación de ya había sido reportada por Thompson
en un análisis del himno a Xipe y segundada por Piña
Chan en su análisis iconográfico de fuentes históricas sobre
Quetzalcóatl, como un ser mítico desde las épocas remotas
de Mesoamérica que estaba asociado al agua, a los cielos,
24 La del grupo del Osario y de la de la Gran Nivelación.
110
El Castillo de Chichén Itzá
las nubes y principalmente a las épocas de lluvia (Piña
1977 y Thompson 1950) así como Michael Closs estableció
formalmente el trinomio de Venus – Lluvia – Maíz en los
análisis arqueoastronómicos, por los simbolismos generados
en la iconografía del Templo 22 de Copán (Closs 1984) y
señalado posteriormente por Sprajc (1998). Elementos que
habían sido mencionados previamente como parte de las
características de la Montaña Sagrada.
Esa relación también fue señalada por Sprajc en otro
análisis arqueoastronómico del Templo 22 en Copán, en las
que señalaba a las ventanas asociadas a la estructura como
elementos arquitectónicos que permitían la observación de
Venus (Sprajc 1998: 89). Aunque las fechas que reporta para
ese caso son el 12 de abril y el 1 de septiembre, su cercanía
en los días encontrados para la iluminación del noveno
triángulo en El Castillo nos llevan a pensar que se cumple
la misma regla de los 73 días antes y después del solsticio
de verano, así como la relación de ambas fechas con la
observación venusina.
En la misma obra citada de Sprajc, también señala con
mucha claridad que el trinomio Venus – Lluvia – Maíz
debió remontarse a épocas preclásicas y muy tempranas
del desarrollo de la agricultura (Sprajc 1998: 93) por lo
que el simbolismo astronómico, calendárico y venusino
de la Estructura 2D5 de Chichén Itzá es consecuente con
las propuestas anteriores a lo que estamos presentando en
nuestros resultados. En la estructura mencionada, debió
representar una culminación de aquel culto citado durante
111
Orlando Casares y Venus Estrella
su período de esplendor en el Clásico Terminal en el sitio de
Chichén Itzá y sus dominios.
Dentro de los principios del núcleo duro de la cosmovisión
mesoamericana que plantea Alfredo López Austin y que
ya han sido señalados en su concepto de Núcleo Duro, es
posible que, con algunas modificaciones y como también
ya se había planteado en capítulos anteriores, el culto a la
serpiente emplumada hubiera perdurado y se hiciera presente
en los mitos, ceremonias y fechas agrícolas importantes
entre los mayas. En una revisión de las etnografías del norte
de la península a principios y mediados del siglo XX, vemos
que las temporadas del ciclo agrícola reportadas comienzan
a mediados de febrero, con la preparación de los campos para
la milpa para dejarla lista a principios de abril que comienza
la siembra y la posterior espera de las lluvias, dejando
las épocas de invierno para el descanso de los campos y
la posterior repetición del ciclo de tumba – roza y quema
(Redfield 1941: 156 – 161).
Este mismo ciclo agrícola ha sido reportado por otros
etnógrafos que van desde Alfonso Villa Rojas (1978) hasta
Quintal y otros (2003) en los que se registran los complejos
ciclos del año agrícola, los meses en los que se realizan
determinadas ceremonias y en los cuales no se puede hablar
de un momento importante sino de varios que conforman
todo el proceso que inician en febrero, preparan los campos
en marzo, comienzan la siembra en abril a esperas de las
primeras lluvias torrenciales de mayo.
Los múltiples ciclos del calendario que se han encontrado
112
El Castillo de Chichén Itzá
en los análisis arqueoastronómicos de la estructura
piramidal de El Castillo son muy cercanos a los reportados
por etnografías de la zona durante medio siglo de trabajos
etnográficos, con diferencia sutiles pero consistentes a pesar
del tiempo transcurrido y los procesos de ruptura generados
por la conquista, cuyos aproximados son señalados a través
de los ciclos donde inicia la iluminación de la alfarda, y llega
a su plenitud al anunciar la primera y segunda temporada de
lluvias hasta su posterior desaparición.
El denominado Descenso de Kukulcán observado
sobre la alfarda norte de El Castillo queda clara su función
calendárica y no exclusiva hacia el equinoccio25. A través de
sus elementos arquitectónicos y los eventos astronómicos
relacionados con la misma iluminación ya citada, la hierofanía
que vemos a lo largo del año, engloba todo el ciclo agrícola,
el calendario maya y las relaciones con los cultos acuáticos
relacionados con Kukulcán.
El Castillo (Estructura Q162) de Mayapán, un modelo
similar.
La estructura Q-162 de Mayapán, la cual es una estructura
piramidal compuesta por nueve basamentos a los cuales se
anexan cuatro escalinatas en cada uno de sus costados en
una aparente dirección cardinal. La escalinata norte es la
25 Esta atribución deja muchas dudas porque el comportamiento anual
señalado es bastante amplio con relación a las fechas equinocciales y sus
atributos geométricos, arquitectónicos, disposición urbanística y astronómicos apuntan a un simbolismo relacionado con el calendario y Venus,
que se ve reforzado por otros elementos cercanos a la estructura.
113
Orlando Casares y Venus Estrella
única que remata con dos cabezas de serpiente de estuco al
finalizar sus dos alfardas, las cuales ya no se encuentran en
su lugar pero existe la marca de las mismas en estuco, que
señalan el lugar donde se ubicaron. Ambas escalinatas llevan
a una estructura que remata en el último basamento, mismo
que en costado norte también se encuentra franqueado por
dos serpientes de estuco de las que sólo quedan algunos
restos, marcados en las columnas que las contuvieron.
Desde los primeros trabajos de la Carnegie Institution,
Tatiana Proskouriakoff consideró a la estructura como un
templo, al cual también denominó El Castillo o Templo de
Kukulcan, siendo para ella la más grande de la zona (Figura
49), comparable al de Chichén Itzá que lleva el mismo nombre
pero con una disposición única tanto de la estructura (por las
características anteriormente descritas) como por el arreglo
arquitectónico que presenta a su alrededor (Proskuriacoff
1962: 91 y 118).
La mayor parte de los trabajos realizados en la zona
de Mayapán se enfocaban en las esculturas que se podían
verse en los montículos o a un costado de los mismos, así
como de la cerámica obtenida en los trabajos de prospección
y análisis del patrón de asentamiento que se realizaron
posteriores a las expediciones de la Carnegie Institution
(Masson 2014 y Milbrath 2003). Estas intervenciones nos
dejaron una adecuada medición de las fechas en las cuales
surgió y se desarrolló como una capital importante durante
el postclásico26, la cual ha sido acompañada de estudios
26 A partir de los estudios por tipo – variedad de los restos cerámicos en
superficie y excavaciones.
114
El Castillo de Chichén Itzá
históricos de relatos crónicos en los que se menciona el sitio
(Milbrath 2003: 32 – 35).
En torno a los estudios arqueoastronómicos, la ciudad
de Mayapán no había sido trabajada hasta la llegada del libro
de Luis Arochi “La Pirámide de Kukulcán: su simbolismo
solar”, en 1984 pero basado en investigaciones previas que
realizó a mediados de la década de los setentas, en las que
señalaba que su intención no era centrarse en Mayapán sino
en la estructura de El Castillo de Chichén Itzá, pero las
afinidades arquitectónicas lo llevaron a dedicarle un capítulo
en su obra a ésta ciudad y su correspondiente estructura
piramidal de la cual surgió la primera propuesta en materia
arqueoastronómica señalaba al evento de formación de
triángulos de luz durante el solsticio de invierno al atardecer
(Arochi 1984: 160). Fuera de aquella mención, no proporciona
mayor explicación al suceso.
Las observaciones que el autor realizó durante el 2016
al 2018, correspondieron a un ciclo menos complejo y
distinto al que se encontró en su antecesor en Chichén Itzá.
Aquí vemos que el patrón de iluminación es distinto, ya
que todo el año se encuentra iluminada pero a partir del 8/9
de octubre por la alfarda norte, cuando el sol comienza a
ocultarse, se comienzan a marcar una serie de triángulos
de sobra, conforme van transcurriendo los días, este mismo
irá definiendo los triángulos de luz hasta llegado el solsticio
de invierno el 21/22 de diciembre (Figura 51) y el proceso
se repetirá en forma contrara –la sombra inferior de los
triángulos irá disminuyendo– hasta llegado el 4/5 de marzo
115
Orlando Casares y Venus Estrella
en donde estará iluminada por el resto del año (Figura 50).
Como ya se expuso con anterioridad, este ciclo está
directamente relacionado con el movimiento de Venus a
partir de la división del año en dos períodos de 73 días y
un restante de 219 días (o tres veces 73), mismo que si lo
exponemos tres veces más (73 por 8) tendríamos de nueva
cuenta el período sinódico de Venus de 584 días. A diferencia
de la 2D5 de Chichén Itzá, las cabezas de serpiente de la
Q162 fueron elaboradas con estuco, razón por la cual no se
encuentran presentes hoy en día, pero si uno observa con
detenimiento, las marcas en estuco permanecen en la parte
inferior de la alfarda norte únicamente y en la parte superior
del templo que remata la estructura tipo piramidal.
Cabe señalar, que al igual que en Chichén Itzá, pero sin
su misma complejidad, existe un patrón urbanístico similar,
donde si bien quedó omitido el sacbé que comunica a la fuente
de agua, la representación de la Q162 como una Montaña
Sagrada también tiene relación con fuentes de agua, ya que en
su costado oriente existe una cueva que da acceso a un cenote
como fuente de agua. La falta de la complejidad tampoco
debería extrañarnos, ya que estos ciclos relacionados con el
calendario también se expresan a través de las alineaciones
descritas por los trabajos de Jesús Galindo en las mediciones
realizadas al Edificio Circular (Q152) del mismo sitio que se
ubica en su costado oriente, así como de las representaciones
de discos solares en las pinturas que se ubican en el mismo
costado de El Castillo (Q162) en las que se había propuesto
que las manchas ahí representadas dentro del disco solar
116
El Castillo de Chichén Itzá
(Figura 52), eran representaciones del tránsito del planeta
Venus dentro del disco Solar (Galindo 2007 y 2012).
117
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 32. 12/13 de febrero. Inicio de la iluminación con dos
triángulos de luz en la alfarda durante unos instantes (foto de los
autores).
Figura 33. 18 de febrero. Primera formación de tres triángulos de
luz (foto de los autores).
118
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 34. 22 de febrero. Inicio de la iluminación de cuatro
triángulos de luz (foto de los autores).
Figura 35. 26 de febrero. Formación inicial de cinco triángulos
de luz (foto de los autores).
119
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 36. 4 de marzo. Primeros cinco triángulos de luz
formados más la cabeza de serpiente (foto de Ligia Aguilar
Salazar).
Figura 37. 11 de marzo. Se forman búrdamente los primeros seis
triángulos de luz (foto de Ligia Aguilar Salazar).
120
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 38. 15 de marzo. Formación de los primeros siete
triángulos de luz incluída la cabeza de serpiente (foto de los
autores).
Figura 39. 20 de marzo. Los mismos siete triángulos de luz
durante el equinoccio de primavera (foto de Ligia Aguilar
Salazar).
121
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 40. 26 de marzo. Formación inicial de los primeros ocho
triángulos de luz, incluída la cabeza de serpiente (foto de los
autores).
Figura 41. 9 de abril. Comienzo de la formación máxima de
los nueve triángulos de luz, correspondientes a los nueve
basamentos de la pirámide (foto de los autores).
122
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 42 y 43. 18 de abril (arriba) / 29 de abril (abajo). Nótese
que en ambas fotografías siguen los nueve triángulos de
luz iluminados, pero se aprecia el avance de la luz hacia los
basamentos de la estructura (fotos de los autores).
123
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 44. 24 de mayo. Primer día en que toda la alfarda norte se
encuentra totalmente iluminada al atardecer, coincidiendo con el
paso del sol por el cenit del lugar (foto de los autores).
Figura 45. 21 de junio. La alfarda norte durante el solsticio de
verano (foto de Ligia Aguilar Salazar).
124
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 46. 22 de diciembre. La alfarda norte durante el solsticio
de invierno al atardecer. Del 29 de octubre al 11/12 de febrero
permanecerá en penumbras (foto de Ligia Aguilar Salazar).
Figura 47. Uno de los costados de la Plataforma de Venus en Chichén
Itzá. Nótese la figura en la que un personaje está emergiendo de las
fauces de una figura zoomorfa y su similitud con las presentadas en
la discusión de la Montaña Sagrada y sus elementos.
125
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 48. Vista aérea de Chichén Itzá en donde se puede
apreciar el patrón de Montaña Sagrada - Fuente de Agua, donde
los elementos iconográficos de sus estructuras se relacionan
entre sí mismos como la Serpiente/Monstruo Cósmico/Venus
con los elementos acuáticos, el inframundo (cenotes) y la
fertilidad/lluvias (foto de Edward Kurjack).
126
El Castillo de Chichén Itzá
Figura 49. La Estructura Q162 de Mayapán, también conocida
como El Castillo antes de ser intervenida (foto de Edward
Kurjack).
Figura 50. El Castillo de Mayapán durante el 2 de marzo, fecha
cercana a su completa iluminación durante el resto del año (foto
de los autores).
127
Orlando Casares y Venus Estrella
Figura 51. El Castillo de Mayapán durante el solsticio de invierno
(22 de diciembre) en la que se forman con mayor definición los
nueve triángulos de luz (incluyendo la cabeza de estuco, hoy
desintegrada). En el remate superior se alcanza a ver una parte
del noveno triángulo (foto de los autores).
Figura 52. Uno de los discos solares de las pinturas en el costado
oriental de El Castillo de Mayapán. Nótense los puntos oscuros
en su interior, propuestos como una representación del paso de
Venus por el disco solar (foto de los autores).
128
El Castillo de Chichén Itzá
CONSIDERACIONES FINALES
Las discusiones derivadas en torno a la existencia o no los
equinoccios en la sociedad maya, han abierto una nueva veta
de investigaciones para comprender mejor el significado
de ciertos eventos astronómicos, su relación con los ciclos
agrícolas, el calendario y el culto a Venus. Los trabajos
realizados en un período de cuatro años comprendidos
del 2014 al 2018, nos ha revelado nuevas lecturas mucho
más complejas de las que teníamos conocimiento sobre la
hierofanía en la alfarda norte de la estructura piramidal
conocida como El Castillo o el Templo de Kukulcán.
Descalificar por completo la existencia o no del
equinoccio, puede ser muy prematuro a raíz de los nuevos
resultados de las observaciones anuales, dichas evidencias
nos relatan otro enfoque en el que el equinoccio como
evento astronómico, pasa a ser una consecuencia secundaria
o incluso, algo sin la importancia señalada anteriormente.
Los inicios de la iluminación hasta la formación máxima
del número de triángulos de luz nos van revelando otras
perspectivas para la discusión.
El modelo propuesto para entender éste evento
astronómico está basado en los principios fundamentales
del calendario maya y su concordancia con los ciclos
agrícolas que también están señalados simbólicamente a
través del culto Venus – Maíz – Lluvia, representados en
una serpiente emplumada con motivos acuáticos, a la que se
129
Orlando Casares y Venus Estrella
le ha denominado Kukulcán y asociado con el Quetzalcóatl
del bajío mexicano. Es también un modelo acorde con las
discusiones planteadas para entender en su sentido más
amplio el culto a la montaña sagrada como elemento que
legitima a un grupo en el poder y como tal, hablamos de
cómo los mayas Itzáes lograron materializar un conjunto
de conocimientos en una de las obras más icónicas de la
ingeniería prehispánica.
Los estudios arqueoastronómicos del siglo XXI han
demostrado su valía a través de análisis de las orientaciones
de sus estructuras, pero éstos por sí mismos deben de ser
concordantes con las fuentes de información arqueológica,
histórica y etnográfica del lugar, especialmente cuando se
cuenta con remanentes vivos de la cultura aludida. Dichos
elementos perduran a través de la memoria histórica, los
mitos y rituales de las comunidades junto con los registros
encontrados en otros tipos de fuentes ya mencionadas.
La presente obra, no sólo busca proponer un nuevo
enfoque con el cual podamos entender las principales
razones y motivaciones astronómicas por las que se realizó la
construcción de la estructura 2D5 (o El Castillo), es también
para visualizar los puentes y los procesos históricos dejados
como legado por los mayas prehispánicos, a las comunidades
contemporáneas y en las que, a través de sus rituales agrícolas
y narrativas asociadas al campo junto con los elementos de
su naturaleza próxima, se nos presentan como parte de una
herencia que podemos identificar con su pasado.
130
El Castillo de Chichén Itzá
REFENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aimers, James J. y Prudence M. Rice
2006 Astronomy, Ritual, and the Interpretation of
Maya “E-Group” Architectural Assemblages. Ancient
Mesoamerica. 17: 79 – 96.
Alaya Falcón, Maricela
2012 El sistema calendárico maya. Historia de su
desciframiento. Revista Digital Universitaria. Vol. 13, 12: 2
– 14.
Anderson, Neal S. y Moises Morales
1981a Solsticial Aligments of the Temple of the Inscriptions
at Palenque. Archaeoastronomy. Vol. IV, 3: 30-33.
1981b A Solar Aligment of the Palace Tower.
Archaeoastronomy. Vol. IV, 3: 34-36.
Arochi, Luis Enrique
1984 La pirámide de Kukulcán. Su simbolismo solar.
México. Editorial Panorama.
Aveni, Anthony
1980 Introducción. Astronomía en la América Antigua en
A. Aveni (comp) pp. 14 – 22. Siglo XXI. México, D.F.
2005 Observadores del cielo del México antiguo. Fondo de
Cultura Económica. México.
Barabas, Alicia
2010 El pensamiento sobre el territorio en las culturas
indígenas de México. Avá. Revista de Antropología. Número
17. https://www.redalyc.org/pdf/1690/169020996001.pdf
131
Orlando Casares y Venus Estrella
Barrera V., Alfredo y Sylvanus Morley
1949 The Maya Chronicles, Contribution to American
Anthropology and History 48. Carnegie Institution of
Washington Publication 585. CIW, Washington, D.C.
Barrera Vázquez, Alfredo y Silvia Rendón
1972 El Libro de los libros del Chilam Balam. Fondo de
Cultura Económica, México.
Baudez, Claude
1987 Archaeoastronomy
INDIANA. 11: 63 – 71.
at
Copan.
An
Appraisal.
Bello, Eduardo y Estrada, Erin
2011 Milpa, conocimiento local y organización social
del espacio. Cultivar el territorio maya: conocimientos y
organización social en el uso de la selva. Fondo Institucional
de Fomento Regional para el Desarrollo Científico,
Tecnológico y de Innovación – El Colegio de la Frontera Sur.
México.
Bíró, Péter y Pérez de Heredia, Eduardo
2018 La organización política y el paisaje de Chichén Itzá,
Yucatán, México, en el período Clásico Terminal (830 – 930
d.C.). Latin American Antiquity. Vol. 29, 2: 207 – 221.
Boot, Erik
1997 Kan Ek’, Last Ruler of the Itsá. Yumtzilob. 9: 5 – 21.
2005 Continuity and Change in Text and Image at
Chichén Itzá, Yucatán, México: A Study of the Inscriptions,
Iconography and Architecture at Late Classic to Early
Postclassic Maya Site. CNWS Publications, Leiden.
Broda, Johanna
2018 Las pirámides en el paisaje ritual de Mesoamérica.
132
El Castillo de Chichén Itzá
Las Pirámides de México. Cosmovisión, Cultura y Ciencia.
Sánchez (coord.) pp. 141 – 161. Secretaría de Cultura – INAH.
México.
Carlson, John B.
1999 Pilgrimage and the Equinox “Serpent of Light and
Shadow” Phenomenon at the Castillo, Chichen Itza, Yucatan.
Archaeoastronomy. The Journal of Astronomy in Culture.
Vol. 14, 1: 136 – 152.
Casares Contreras, Orlando
2014 Bix u na’atik Maaya Wíinik le Ka’ano. Un estudio
antropológico sobre la visión del cielo y la naturaleza según
los mayas. Publicia. Saarbrücken, Alemania.
2016 Astronomía en el área Maya. Universidad Autónoma
de Yucatán. México.
2016 Astronomía y arquitectura en el norte de la península
de Yucatán: Análisis comparativo entre Chichén Itzá y
Dzibilchaltún. Revista Ciencias Espaciales. Vol. 9, 1: 201 –
220.
2017 Del cielo al inframundo: observatorios astronómicos
subterráneos de Mesoamérica. Temas Antropológicos. Vol.
39, 2: 105 – 122.
2017 Los estudios arqueoastronómicos de El Castillo en
Chichén Itzá: nuevas propuestas para su interpretación.
Arqueología. Revista de la Coordinación Nacional de
Arqueología. 54: 155 – 166.
Caso Barrera, Laura y Mario Aliphat
2002 Organización Política de los Itzáes. Desde el
Posclásico hasta 1702. Historia Mexicana. Vol. 51, 4: 713 –
748.
Cirerol Sansores, Manuel
1940 El Castillo, Misterioso Templo Piramidal de Chichén
133
Orlando Casares y Venus Estrella
Itzá. Mecanoescrito, Archivo General del Estado de Yucatán
(AGEY). México.
Ciudad Real, Antonio de
2001 Calepino Maya de Motul. Edición de René Acuña.
Plaza y Valdez editores. México.
Closs, Michael, Anthony Aveni and Bruce Crowley
1984 The Planet Venus an the Temple 22 at Copan.
INDIANA. 9: 221 – 247.
Cobean, Robert H.
1994 El Mundo Tolteca. Arqueología Mexicana. Vol. 2, 7:
14 – 20.
Cobos Palma, Rafael
1998 Chichén Itzá y el Clásico Terminal en las Tierras
Bajas Mayas. Simposio de Investigaciones Arqueológicas en
Guatemala, 1997, en J.P. Laporte et al. (coord.), pp. 915 – 930.
Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.
2004 Chichén Itzá: Settlement an Hegemony during
the Terminal Classic Period. The Terminal Classic in the
Maya Lowlands: Collapse, Transition and Transformation,
A. Demarest et al (edit) pp. 517 – 544. University Press of
Colorado, Boulder.
Córdova Tello, Mario y Carolina Meza R.
2007 Chalcatzingo, Morelos. Un discurso sobre piedra.
Arqueología Mexicana. Vol. 15, 87: 60 – 65.
De la Garza Camino, Mercedes
1984 El universo sagrado de la serpiente entre los mayas.
UNAM – Centro de Estudios Mayas, México.
134
El Castillo de Chichén Itzá
Drucker, Phipip, Robert Heizer and Robert Squier
1959 Excavations at La Venta Tabasco, 1955. Bureau of
American Ethnology, Bulletin 170. Smithsonian Institution.
Washington, D.C.
Eres, Ana Somohano
2015 Árboles en las Estelas de Izapa: Una propuesta
de análisis. Tesis de Maestría, Universidad Autónoma de
México. México.
Evia Cervántes, Carlos
2007 El mito de la serpiente Tsukán. Universidad Autónoma
de Yucatán. México.
Galindo Trejo, Jesús
1994 Arqueoastronomía en la América antigua. México.
Sirius – CONACyT.
2005 La astronomía prehispánica en México. Anuario
Astronómico de Madrid para el 2006. Madrid, España.
Instituto Geográfico Nacional.
2007 Un análisis arqueoastronómico del edificio circular
Q152 de Mayapán. Estudios de Cultura Maya. 29: 63 – 81.
2012 Mayapán y el tránsido de Venus de 2012. Arqueología
Mexicana. Vol. 19, 118: 43 – 45.
García Barrios, Ana
2015 El mito del diluvio en las ceremonias de entronización
de los gobernantes mayas. Agentes responsables de la
decapitación del saurio y nuevas fundaciones. Estudios de
Cultura Maya. 45: 9 – 48.
García Barrios, Ana y Rogelio Valencia Rivera
2009 A cuestas con sus dioses: Implicaciones religiosas de
las migraciones mayas. Diásporas, Migraciones y Exilios en
el Mundo Maya. M. Ruz y otros (edits) pp. 79 – 102. UNAM
135
Orlando Casares y Venus Estrella
– Sociedad Española de Estudios Mayas, México.
García Capitrán, Hugo
2019 La montaña sagrada. Aspectos sobre la legitimación
del poder en el Clásico maya. Estudios de Cultura Maya. 53:
139 – 172.
Gliphin, Laura
1948 Temples in Yucatan. A Camera Chronicle of Chichen
Itza. University of California Press.
Gómez Chávez, Sergio
2018 Altepetl: La montaña de agua. Cosmovisión y sistema
político del complejo pirámide – agua – cueva. Las Pirámides
de México. Cosmovisión, Cultura y Ciencia. Sánchez (coord.)
Pp. 163 – 175. Secretaría de Cultura – INAH. México.
Goodman, Joseph
1905 Maya dates. American Anthropologist 7. 4: 642 – 647.
Gossen, Gary
1989 Los chamulas en el mundo del Sol. Tiempo y espacio
en una tradición oral maya. Instituto Nacional Indigenista.
México.
Hernández Xololotzi, Efraím
1981 Prácticas agrícolas. La milpa entre los mayas
de Yucatán en L. Varguez (ed) pp. 45 – 73. Universidad
Autónoma de Yucatán.
Hernández X., Efraím, Bello, Eduardo y Levy, Samuel
1995 La milpa en Yucatán: un sistema agrícola tradicional.
Colegio de Postgraduados. México.
136
El Castillo de Chichén Itzá
Kerr, Barbara y Justin Kerr
2000 The Maya Vase Book, Vol. 6. A Corpus of Rollout
Photographs of Maya Vases. Kerr Associates. New York.
Lacadena García – Gallo, Alfonso y Andrés Ciudad Ruiz
2009 Migraciones y llegadas. Mito, Historia y Propaganda
en los relatos mayas prehispánicos en las tierras bajas.
Diásporas, Migraciones y Exilios en el Mundo Maya. M.
Ruz y otros (edits) pp. 57 – 78. UNAM – Sociedad Española
de Estudios Mayas, México.
Lacadena García – Gallo, Alfonso and Soren Wichmann
2004 On the Representation of Glotal Stop in Maya
Writing. The Linguistics of Maya Writing, Wichmann (ed.)
pp. 103 – 162. University of Utah Press.
Landa, Diego de
1965 Relación de las Cosas de Yucatán. Porrúa. México.
Lizana, Bernardo de
1975 Historia de Yucatán: Devocionario De Ntra. Sra. De
Izamal y Conquista Espiritual. Porrúa. México.
Lizardi Ramos, César
1962 El “cero” maya y su función. Estudios de Cultura
Maya. Vol. 2: 343 – 353.
López Austin, Alfredo
2001 El núcleo duro, la cosmovisión y la tradición
mesoamericana. Cosmovisión, ritual e identidad de los
pueblos indígenas de México. Broda, J. y otros (coords.) pp.
47 – 65. Fondo de Cultura Económica. México.
López Austin, Alfredo y Leonardo López Lujan
2009 Monte Sagrado – Templo Mayor: el cerro y la
137
Orlando Casares y Venus Estrella
pirámide en la tradición religiosa mesoamericana. UNAM
– INAH. México.
LunaGómez Reyes, Roberto
2017 El surgimiento de la civilización mesoamericana:
Los Olmeca. Perspectivas latinoamericanas. 14: 164 – 179.
Maldonado Cárdenas, Rubén
1997 Las intervenciones de restauración arqueológica en
Chichén Itzá (1926 – 1980). Homenaje al profesor César A.
Sáenz. A. García y otros (eds) pp. 103 – 132. México. Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Malmström, Vincent H.
1973 Origin of the Mesoamerican 260-Day calendar.
Science. 182: 9 -39.
1978 A Reconstruction of the Chronology of Mesoamerican
Calendarical Systems. Journal for the History of Astronomy.
Cambridge, England. Vol. IX, 105.
Marcus, Joyce
2000 Los calendarios prehispánicos.
Mexicana. Vol VII, 41: 12 – 19.
Arqueología
Marquina, Ignacio
1951 Arquitectura Prehispánica. SEP – INAH. México.
Vol. II.
Martin, Simon & Joel Skidmore
2012 Exploring the 584286 Correlation between the Maya
and European Calendars. The PARI Journal. Vol. 13, 2: 3 –
16.
Martínez Hernández, Juan
1926 Paralelismo entre los calendarios maya y azteca. Su
138
El Castillo de Chichén Itzá
correlación con el calendario juliano. Compañía Tipográfica
Yucateca. México.
Masson, Marilyn and Carlos Peraza
2014 Kukulcan’s realm: urban life at ancient Mayapán.
University Press of Colorado. Boulder, Colorado.
Milbrath, Susan
1988 Representación y orientación astronómica en la
arquitectura de Chichén Itzá. Boletín de la Escuela de
Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán. Vol.
15, 89: 25 – 40.
Milbrath, Susan y Carlos Peraza
2003 Revisiting Mayapan: Mexico’s last Maya capital.
Ancient Mesoamerica. Volume 14, No. 1, pp: 1 – 46.
Montero García, Arturo
2013 El sello del Sol en Chichén Itzá. México: CACCIANI,
S.A. de C.V, Fundación Armella.
Montero, Arturo; Jesús Galindo y David Wood
2014 El Castillo en Chichén Itzá. Un monumento al tiempo.
Arqueología Mexicana, Vol. 21 127: 80 – 85.
Morante López, Rubén
2014 El Osario de Chichén Itzá: ¿Tumba del Gran Sacerdote
u Observatorio Astronómico? La interpretación en la
Astronomía Cultural. Memorias de la Segunda Jornada de
Astronomía Cultural y la Tercera Escuela Interamericana de
Astronomía Cultural, pp. 28 – 31. México, CDMX.
Morley, Sylvanus G.
1947 La civilización maya. México. Fondo de Cultura
Económica.
139
Orlando Casares y Venus Estrella
Palacios, Enrique Juan
1945 Guía Arqueológica de Chichén Itzá. Biblioteca
Yucatanense. Tomo II pp. 367 – 389. Gobierno del Estado de
Yucatán. México.
Pérez Ruiz, Maya L
2018 La milpa como patrimonio biocultural. Biodiversidad,
Patrimonio y Cocina. Procesos bioculturales sobre
alimentación – nutrición, en Peña et al (coords), pp. 215 –
236. INAH, México.
Pérez Suárez, Tomás
2012 La escritura istmeña o epiolmeca como antecedente de
la maya: una revisión histórica. Revista Digital Universitaria,
Universidad Autónoma de México. Vol. 13, Número 11. http://
www.revista.unam.mx/vol.13/num11/art106/index.html
Piña Chan, Román
1977 Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. México.
Fondo de Cultura Económica.
Ponce de León, Arturo
1991 Propiedades geométricas – astronómicas en
la arquitectura prehispánica. Arqueoastronomía y
Etnoastronomía en Mesoamérica. J. Broda et al (edit) pp. 413
– 446. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
México.
Proskouriakoff, Tatiana
1962 Civic and religious structures of Mayapan. Pollock,
H. & others in Mayapan, Yucatan, Mexico. Publication 619.
Carnegie Institution of Washington. Washington D.C.
Quintal, Ella, J. R. Bastarrachea y otros
2003 U lu’umil maaya wíiniko’ob: La tierra de los mayas.
140
El Castillo de Chichén Itzá
Diálogos con el territorio. Simbolizaciones sobre el espacio
en las culturas indígenas de México. Barabas (coord.). Tomo
I. México. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Recinos, Adrían
1976 Popol Vuh: Las antiguas historias del Quiché..
Editorial Unversitaria Centroamericana.
Recinos, Adrian y Dionisio Chonay
2006 Memorial de Sololá: Anales de los Cakchiqueles.
Título de los señores de Totonicapán. Fondo de Cultura
Económica.
Redfield, Robert
1941 The Folk Culture of Yucatán. University of Chicago
Press.
Reina, Rubén M.
1967 Milpas and Milperos: Implications for Prehistoric
Times. American Anthropologist. 69: 1 – 20.
Ricketson, Oliver G.
1925 Report on the Repair of the Caracol. Year Book 24.
pp. 265 – 267. Carnegie Institute of Washington. USA.
Ringle, William
2004 On the Political Organization of Chichén Itzá. Ancient
Mesoamerica. 15: 167 – 218.
Ringle, William; Gallareta, Tomas y George Bay
1998 The Return of Quetzalcoatl. Evidence for the spread
of a world religion during the Epiclassic period. Ancient
Mesoamerica. Vol. 9, 2: 1983 – 232.
141
Orlando Casares y Venus Estrella
Rivard, Jean Jaques
1969 A Hierophany at Chichen Itza. Katunob. Vol 7, 3: 51
– 57.
Rosny, Leon Louis L. P. de
1875 L’interpretation des anciens textes mayas. Paris,
France. G. Bossange.
Roys, Ralph
1962 Literature Sources for the History of Mayapan,
Yucatan, Mexico. Carnegie Institution of Washington
Publication 619. Pp. 25 – 86. CIW, Washington, D.C.
Ruz Lhullier, Alberto
1980 Chichén Itzá en la historia y en el arte. FONATUR,
México.
Ruz Sosa, Mario
2002 <<Amarrando juntos>>. La religiosidad maya en la
época colonial. Religión maya, en De la Garza (coord.) pp.
247-281. Edit. Trotta, Madrid, España.
Salazar Lama, Daniel
2014 Montañas, antepasados y escenas de resurrección
en el friso de Balamkú, Campeche. Tesis de Maestría.
Universidad Autónoma de México. México.
2017 Los señores mayas y la recreación de episodios
míticos en los programas escultóricos integrados en la
arquitectura. Estudios de Cultura Maya. 49: 165 – 199.
Schele, Linda
1995 Some Suggestions on the K’atun Prophecies in the
Books of Chilam Balam in Light of Classic – period History.
Texas Notes on Precolumbian Art, Writing and Culture 72.
Austin, Texas.
142
El Castillo de Chichén Itzá
Sheseña, Alejandro
2007 ¿Glifo Maya para “Siete Cuevas”? INDIANA. 24: 367
– 399.
Sprajc, Iván
1998 Venus, lluvia y maíz: simbolismo y astronomía en la
cosmovisión mesamericana. INAH, México.
Sprajc, Iván y Pedro F. Sánchez Nava
2012 Orientaciones astronómicas en la arquitectura maya
de las tierras bajas: nuevos datos e interpretaciones. XXV
Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala,
2011, pp. 977–996, B. Arroyo, y otros Mejía (eds.). Guatemala:
Instituto de Antropología e Historia, Asociación Tikal.
2013 Astronomía en la arquitectura de Chichén Itzá: Una
reevaluación. Estudios de Cultura Maya, 41: 33–60.
2015 Orientaciones astronómicas en la arquitectura maya
de las tierras bajas. INAH, México.
2018 El Sol en Chichén Itzá y Dzibilchaltún. La supuesta
importancia de los equinoccios en Mesoamérica. Arqueología
Mexicana. 149: 26 – 31.
Stuart, David
1997 The hills are alive: Sacred mountains in the Maya
cosmos. Symbols. 13: 13 – 17.
Taube, Karl
1989 A Representation of the Principal Bird Deity in the
Paris Codex. Center for Maya Research. Washington.
Tena, Rafael
2000 El
calendario
mesoamericano.
Mexicana. Vol. VII, 41: 4 – 11.
143
Arqueología
Orlando Casares y Venus Estrella
Terán, Silvia y Rasmussen, Christian H.
1994 La milpa de los mayas. La agricultura de los mayas
prehispánicos actuales en el Noreste de Yucatán. CICY –
Gobierno de Dinamarca. México.
Thompson, Eric S.
1927 A Correlation of the Maya and European Calendars.
Anthropological Series 17. Publication 241. Field Museum of
Natural History, Chicago.
1966 Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction.
University of Oklahoma Press.
1985 Grandeza y decadencia de los Mayas. Fondo de
Cultura Económica, México.
Tozzer, Alfred
1957 Chichén Itzá and its Cenote of Sacrifice. A
Comparative Study of Contemporaneous Maya and Toltec.
Memoirs of the Peabody Museum of Archaeology and
Ethnology, Harvard University. Vols. XI and XII. Peabody
Museum, Cambridge.
Tuz Chí, Lázaro H.
2009 Así nuestro pensamiento. Cosmovisión e identidad
en los rituales agrícolas de los mayas peninsulares. Tesis
Doctoral. Universidad de Salamanca, España.
Velázquez García, Erik
2002 Una nueva interpretación del Monstruo Cósmico
maya. Arte y Ciencia. P. Krieger (ed.) pp. 419 – 458. UNAM,
México.
2016 K’áak’ Upakal en Yucatán. Historia de la historiografía
de un personfaaje maya. De historiografía y otras pasiones.
Homenaje a Rosa Camelo, a. Matute et al (coords) pp. 57 –
96. UNAM, México.
144
El Castillo de Chichén Itzá
Villa Rojas, Alfonso
1978 Los elegidos de Dios. Etnografía de los Mayas de
Quintana Roo. Instituto Nacional Indigenista. México.
Vogt, Evon
1979 Ofrendas para los Dioses. Fondo de Cultura
Económica. México.
Vogt, Evon and David Stuart
2005 Some notes on Ritual Caves among the Ancient
and Modern Maya. In the Maw of the Earth Monster.
Mesoamerican Ritual Cave Use. J. Brady and others (eds.),
pp. 155 – 185. University of Texas Press.
Volta, Beniamino, N. Peniche and G. Braswell
2018 The Archaeology of Chichen Itza. Its History, What
We Like to Argue About, and What We Think We Know.
Landscapes of the Itza. Archaeology and Art History at
Chichen Itza and Neighboring Sites. Linnea et al (editors) pp.
28 – 64. University of Florida Press. USA.
Voss N., Alexander W.
2000 La identidad socio-política los Itzá de Chichén Itzá.
Temas Antropológicos. Vol. 22, 2: 208 – 241.
2001 Los itzáes en Chichén Itzá: Los datos epigráficos. Los
investigadores de la Cultura Maya 9, Tomo I. Pp. 152 – 173.
Universidad Autónoma de Campeche, Campeche, México.
Voss, Alexander y Jürgen Kremer
2000 K’ak’-u-pakal, Hun-pik-tok’ and the Kokom: The
Political Organization of Chichén Itzá. Sacred and the
Profane: Architecture and Identity in the Maya Lowlands.
P. Colas (edit) pp. 149 – 182. Acta Mesoamericana 10. Verlag
Anton Saurwein, Markt Schwaben.
145