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Hábitos alimentarios y cocina del Quijote

2005, Ambitos Revista De Estudios De Ciencias Sociales Y Humanidades

El texto realiza un análisis sobre algunos hábitos alimentarios en El Quijore. Explica cómo se manifiestan las formas de pensar y de ser tanto en Sancho como en don Quijote a través de sus inclinaciones alimentarias, prcsemando una forma de manifestación de las costumbres alimentarias

23 REVISTA DE llSTI.I DIOS DE CIICNCIAS SOC IALES Y II UMM''IOADES, ~ún 13 (2001), 111). :!l-27. 1 S.S N.: 1371·21 00. Hábitos alimentarios y cocina del Quijote Almudena Vi llegas Becerril UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA Resumen: El texto realiza un análisis sobre algunos hábitos alimentarios en El Quijore. Explica cómo se manifiestan las formas de pensar y de ser tanto en Sancho como en don Quijote a través de sus inclinaciones alimentarias, prcsemando una forma de manifestación de las costumbres alimentarias españolas de la época y de la propia historia de la alimentación espaiiola. Palabras clave: Cocina, hábitos alimentarios, Quijote, hidalgos, popular, cultura alimentaria española, alimentación. Food and Cuisine ofthe Quixote. Abstract: The text realizes an analysis about sorne food habits úJat Cervantes presents in the cuisinc of his work Don Qrtijore de la Mancha, and how the rood ways demostrate ofthinking and being both, in Sancho and indon Quijote, as well as the food customs and the propcr history ofthe Spanish nourishment. Kcywords: Cuisine, food habits, Quijote, ancient nobleman, popular, spanish food , nourishment. "Una olla de algo más vaca que camero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos Jos sábados, fawejas los viernes, algtíll palomino de aíiadidura los domingos ... " e ómo no iniciar un análisis sobre la alimentación en El Quijote, por modesto que sea, con las palabras del comienzo del Quijore, en las que ya en el primer párrafo define Cervantes la alimentación del hidalgo, que tal vez fuera la de muchos de los hidalgos de la España de la época. Quizás sea El Quijote en este sentido el libro de la no gastronomía, de la alimentación por sí misma, y por la necesidad de sustento propia de los seres humanos. La semblanza doméstica de don Quijote que hace el gran autor, describe el mundo de los hidalgos españoles a caballo entre la austeridad y una auténtica pobreza, con mesas escasamente dotadas de instrumentos, apenas platos y sencillos vasos , a tono con los escasos condumios presentados en ellas. Pero a pesar del escaso interés que don Quijote mani~c s t a por la gastronomía, y de su complexión fisiológi ca, característicamente recia, seco de carnes y enjuto de rostro , propia de un hombre frugal y poco aficionado a los placeres de la mesa, sí encontramos otros personajes mucho más apasionados por la buena mesa, y también, y sobre todo, por la mesa de la abundancia'. E n cuanto a esta úilima característic a, se pone de manifiesto a través de la lectu ra del Quijoze el gusto propio de la época por la comida abundante2 , más que por la alimentación exquisita, característica de un momento histórico en el que el hambre era una compañera de la cotidianidad humana, en la que los individuos se tenían que ocupa.r de evitarla día a día. Por otra parte, la cantidad de comida servida era una cuestión de prestigio, que manifestaba la capacidad económica del anfitrión, quién podía disponer de comida incluso para que sobrara, y vemos en este sentido que las grandes celebraciones, o las mesas más ricas eran también unas mesas socia lmente útiles, ya que la gente más neces itada so lía abastecerse de los restos de los grandes banquetes en las casas ricas. Así vemos las ex uberan tes cocinas y mesas del rico Camacho, y atraído por el aroma de las sabrosas com idas que allí se coc inaban, cómo Sancho se acerca, esperando que por la alegría propia del momento de la celebración, le dejaran mi gar un trozo de pan en 1 En este sen tido, CRUZ CRUZ, J., Teorfa elememal de fa Gastronomfa, Pamplona, 2002, 196, señala que la mayarfa de las apetencias gastronómicas, en este caso por el deseo de abundanc ia, funcionan como identificadores sociales, siendo el funcionamiento de muchas al imentos no sólo para nutrir, sino para identificar grupos socia les, es tados o sexos, incluso. 1 En este sentid o, la obra de MONTANARI, M., El hambre y la abundancia , Barcelona, 1993, es una referencia importante para expl icar las relac iones en tre el hambre y el gusto por la presentación de abundan lcs alimentos en la mesa. 24 ÁMBu oS HF,.V ISTII OC ES1l.IOIOS l)f. Cll!t-'CIAS SOClii i.US Y¡¡ MANI OAO ES, tulm ll ( ~) algu na de aquell as impresionantes ollas. Pero no solamente le invitan a comer lo que guste, sin o que le animan a que "espume una gallina o dos", y es que "el aparato de boda era riÍstico, pero tan abundante, que podía sustentar a un ejército": cincuenta coc ineros y coc ineras, un nov illo relleno de doce lechones, especias por 31Tobas, seis medias tinajas usadas como oll as, en las que cabían carneros enteros, liebres, ga lli nas, gansos, pájaros y caza de todo tipo. Además, odres de vino, montones de pan blanco -un pan de presti gio y calidad frente a los panes negros-, quesos api lados en pil as, y ca lderas de acei te para freír, seguramente dulces, como frutas de sa rtén. Vemos más de lo necesario para satisfacer el hambre, que no apetito, de un Sancho expectante y asombrado, y también de los nu merosos invitados a las bodas del rico Carnacho, así como de todos aquell os que se acercaban, aún sin estar in vitados, co mo era el caso de do n Quij ote y Sancho. Como s"e ñala Fernández Arrnes to1 , la comida es un criterio de diferenciac ión socia l entre miembros de di sti ntos grupos sociales, ya que, en real idad, nunca existi ó una edad de oro de la igualdad en la histori a de la humanidad. Tampoco esto sucede aquí, y don Quij ote, cuyas pos ibili dades alimentarias son escasas, en concordancia con su patrimonio , elige aliment arse muy escasamente incluso dentro de esas cortas posib ilidades, actitud que hace resaltar lla mati vamellle la di ferente postura de muchos de los personajes que le rodean en sus avemuras, que comen con apetito, y hasta con vorac idad, manjares tan rú sti cos como bellotas o sencillos panes. Él elige la cas i absoluta fruga lidad, en una actitud ex trema de sobriedad hasta los lím ites hu manos, igualándose con los que, por su condi ció n soc ial, son di fe ren tes a él, ennobleciéndolos por las leyes de la caballería y compartiendo con ell os tanto el condumi o sustancioso como el humilde' . En los momentos en los que se comparte una comida en común, ocasiones características de la vida social, incl uso de aquella ex istencia tan rústica como la de los cabreros qu e protagoni zan es ta escena , las personas se someten voluntari amente a esas normas establecidas y no escritas, ya que, a pesar de que vemos que comen con apetito, no les falta la comida, por senci lla que ésta sea. Así, los cabreros so n cap aces de convidar a los desco noc idos a co mpart ir sus parcos co ndumios, de forma que comprobamos cómo incl uso en los ambientes menos retinados se cumplen ciertas normas de conducta social, corno hicieron los cabreros, tendiendo en el suelo unas pi eles de ovej a para sentarse a co mer, organizando un a rústi ca mesa con muy buena voluntad, y ofreciendo a don Quijote un dornajo vuel to de l revés para que pudiera sentarse lo más cómodamente posible a compartir su com ida con ellos. Se trata de unas nor- ) mas de comportamiento muy sencill as, como paralelamente podemos hablar de la existencia de un protocolo mucho más refin ado de la época', en otros ámbi tos, pero dichas normas son características del medio en el que se comparte la co mi da, que como esta, son muy si mples y poco elaboradas. Aunque la sim plicidad del entorno no fue moti vo para que don Quijote no compartiera gustosamente la mesa con los cabreros, valorando la generosa actitud de compartir los al imentos. En cualqui er ambiente -sencillo o acomodado- observ<lmos una serie de normas sociales de comportamien to en relación con la alimentac ión y su protocolo, a pesar incluso de la frugal idad propia del caballero andante. Así, un caballero enseñaba sus conocimientos no solamente co n el ejemplo, si no con la palabra, y Cervantes no olvida hacer mención de alg unos de estos aspectos en relació n con la interacción socia l, y hace decir al Quijote en el capítul o xurr: " ... En lo que toca a cómo has de gobernar tu persona y casa, Sa ncho, lo primero que re encargo es que seas limpio, y que re cortes las urlas, sin dejarlas crece1; con/O algun os hacen, a quien su ignorancia les lw dado a el/lender que las rulas largas les hermosean las manos, como si aquel es·cremenro y {1/Jadidura que se dejan de corwr fu ese wia, siendo antes garras de cemícalo lagamjero: puerco y exrraordiuario abuso. No audes, Sancho, desce1/ido y fl ojo, que el vestido descompuesro da indicios de áuimo d es ma ~ a ­ lado, si ya la descomposrura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se juzgó en la de Jn lio Cés(ll: Toma con discrecióu el pulso a lo que pudiere valer fu oficio, y si suf riere que des librea a tus criados, dásela honesra y provechosa más que vistosa y biwrra, y repártela emre tus criados y los pobres: quiero decir que si has de vesrir seis pajes, visre tres y orros rres pobres, y así rendrás pajes para el cielo y para el suelo; y es/e nuevo modo de da r librea no la alcan zan los vanagloriosos. No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor ru villanería. Anda despacio; ha bla con reposo, pero no de mrmera que parezca que re escuchas a ri mismo, que roda afecración es mala. Come poco y cena más poco, que la salud de roda el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el be/m; considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. Ten cuema, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de ermar de/ame de nadie... " Es deci r, don Quijote recomienda a Sancho cuidar cien os aspectos de educac ión, normas de relación soci al co n respecto a otras personas, a través de los cuales podemos ver reOejadas las normas básicas de cualqu ier tratado de protocolo, como son la limpieza personal como principio bás ico, y le advierte que debe el iminar aquellos hábitos que 'FERNÁN DEZ A RM ESTO, F., His10ria de la comida, Barcel ona , 2004 , p. 163. "En el ca pftulo XI, ve mos a don Quij ote y Sa ncho compart ien do mesa y alimento con un grupo de cabreros. y cómo: "Semóse don Quijott', y quedábase Sm1cl10 en pie para sen1ir/e fa copa, que era hecha de (;uemo. Viéndole en pie su amo, le dijo: -Porque \leas, Sancho, el bien que en st enciura la andante (;abal/ería ... quiero que aquf a mi lado y en romfJOiiía des/a buena geme te Jienre.f, y que seas unu memw cosa conmigo, que soy tu amo y natural se1iur : que comas en mi plato y bebas por do11de yo bebiere: porque de la raba/ler(a at1dante se puede decir lo mesmo que del amor se dice: q r~ e todas las cosas iguala ·•. s Un protocolo puesto en la prácti ca en el ámbito de los grand es banq uetes palaciegos y señoriales, heredero de una tr <~ di c i ó n muy es tricta y reg lamentada, que podía inclu so convertir la alimentación cot idiana de los reyes en unos momentos ca rgados de normati vas, a veces excesivamente complicados. ÁMBITOS 25 REVISTA DF. ESTU DI OS OE CIF.NCIAS SOC IALES Y II UMI\ NIDADES , nüm. ll (!OOS) pudieran ser desagradables en el trato social. Asim ismo, don Quijote aconseja a Sancho que cuide ciertos aspectos rela cionados con su alimentación, como evitar el comer ajos o cebollas -desagradables 1ma los demás por su olor-, no em briagarse ni comer sin medida. Se trata de normas de ca rácter soci alizador, di spuestas para fac ilitar la convivencia de forma agradable al conjunto social. As í, vamos percibiendo cómo no solamente en los grandes banquetes existe este protocolo característico de la conducta comuni taria, sino que en momentos y espacios menos selectos, también existen ciertas normas gracias a las cuales se organizan orden adamente las comidas en común. A propósito de los grandes banquetes que también se celebraron en este siglo pocos años después de la publi cación del Quijote -en el año 1624-, se dispuso en Doñana un gran banq uete organizado por el Duque de Medinas idonia para festejar a su primo el Rey Felipe IV, un banquete que costó la friolera de 300.000 ducados gas tados durante la celebración de las fi estas, las cuales duraron tres días, y a las que asistieron doce mi l invitados. Este banquete es comparado por uno de los asisten tes, el capell án del rey D. Pedro de Espinosa', con las ya entonces famosas bodas de Camacho del Quijote: "Sabido es que la s bodas de Camacho fueron penileucia de monje y parvedad de anacore/a si se comparan con (y aquí describe prolijamente todos los ali mentos y sus enormes cantidades uti lizados en el banquete) cmr que el Duque obsequió a Citan/Os personajes asis1iero11 a la Ji es/a ... " Para don Qu ijote y Sancho, sin embargo, las tan nombradas bodas de Camacho son el momento álgido de celebración al imentaria, pero por norma general, sólo subsi ste n, y Sancho se preocupa continuamente por lo más cotid iano y necesario, como es la comida, celebrando siempre con gran alegría el momento de tomarla, incluso aunque consista en un trozo de pan y queso, como es lo más habitual, que le parece siempre un momento muy feliz, precisamente porque la toma adobada con hambre. Así, la sencillez del al imento del cual disfru tan Sancho y don Quijote, y su consta nte escasez, hace n que la finura de percepción gastronóm ica se encuen tre totalmente ausente de su co nducta ali mentaria, precisamente porque en los momentos en que se tomaba, el alimento era lo necesario, y no lo superOuo. Era el alimento para supl ir carencias y no el fes ti vo, el al imento imprescindible para la vida. En este sentido, Revel' señala que "Tener hambre no es el mejor esrado para apreciar los plaros, porque, elllonces, IOdo parece delicioso", como efectivamente sucede con Sancho, que no llega a alcanzar el placer de lo innecesario, la exquisitez o el refinamiento. 6 A pesar de su sencillez aparen te, el tex to cervantino que cit ábamos al principio, sí nos puede dar una visión de lo que era la alimentación de un hida lgo de la época, que comi enza con la oll a tfde algo más vaca que ca rn ero", herede- ra de la elaborada adafina 8 de orígenes judíos, un guiso complejo en el que intervenían diferentes carn es, sobre todo de carnero, garbanzos -y a veces otras legumbres-, cebolla y otras verduras, hi erbas aromft ticas y, en el caso de las adafinas más opu len tas, algunas aves. Esta adafina se "crist iani zó", haciéndola suya la población española desde época muy tem prana co n la incorporació n de trozos de carn e de ce rdo , tocino o embu ti dos, denominándose oll a por el recipiente en el que se coc in aba, en e l cua l cocía lentamente, desp re ndiendo todos sus sabores y aroma s. Sin embargo, en casa del hidalgo se comía con vaca , un a ca rne mucho menos aprec iada en la época que la del carnero, ya que se solía n sac rifi car vacas viejas y no terneras jóve nes, por lo que fin almente res ultaba una ca rn e dura y poco sabrosa y se consideraba peor, sin duda, que el carnero. Estas oll as' tenían una gran cantidad de varian tes, que dependían en primer lugar de los gustos persona les, pero tambié n de las posibilidades económicas -las familia s más pudientes les añadían más cantid ad de ca rnes variadas , y las pob res, más legumbres y verduras-, as í como de la época del año y de la ex iste ncia o no de caza, em butidos y especias '0 . Casi todas las noches, en la hacienda de don Quij ote se comía salp icó n, hecho que al ana li za do co mprobaremos cómo se trata de una sit uación lóg ica derivada de la posición económ ica de l hi da lgo. El sal pi cón es un plato que se preparaba con los restos de la oll a del mediodía que se tomaba en la hac ienda manchega a diario, añad iendo gra ndes can tidades de ceboll a a los restos de la ca rne desm igada, algunas legumbres y a veces nabos, componi endo así unn cena muy sabrosa que debía ser patrim onio cu lina ,-io coITiente y cotidiano en la España cerva ntin a, y que vemos que se repi te en el Quijote con cierta frecuencia, co mo cuando protesta Sancho, en e l capítu lo XLTX de la seg unda parte por la fa lta de co mida, y le dan fi nalmente de ce nar: "un salpicón de vaca con cebolla y rmas manos cocidas de /er1/era, algo emrada en días ... ", y es que, se queja ba Sancho: "mi eslómago ... es/á acosrwnbrado a cabra, a vaca, a focino, a cecin a, a nabos y cebo lla s ", en vez de otras exq uisiteces co mo "f rancolin es de Milán, faisanes de Roma, w m era de So rremo, pe1dices de Morón o gansos de Lavajos ", manj ares a los cuales no estaba acostumbrado, y más que probabl emente, sólo conocía de oídas. Así, vemos un sa lpicón emparentado di rectamente con la clásica receta de la "ropa vieja", que también utili za los sabrosos restos del cocido, y que es mu es tra de una ALONSO, J. C., Eltm1 célebre bnllquete de Dmiana, Huclva, 1995, 25-26. REVEL, J.F. , Un festín en palabras. 13arcclona, \996, p. 31. MARTI NEZ LLOPIS, M., Historia de la Gmtronomfa espmlola, Madrid, 1981. p. 11 8. 'CRUZ CRUZ, J., Teorfn elemental de In Ga.1·tronomía, Pampl ona, 2002, pp. \ 04-1 07. Anal iza diversos aspectos de la clásica ol<:~ podrida española a tra vés del tiempo. incluyendo as pectos relacionados con el Qu ij ote. H'CHAMORRO, M.l. , Gnslrorwmfa del Siglo de Oro espmiof, Barcelona , 2002, pp. 124 -1 26 . Esta autora recoge diferen tes tipos de olla característi cos del siglo de oro cspu ñol, desde la olla gitana a la morisca, la olla con pies de cabrito o la clásica y más conocida de todas , olla podrida, alabada por todos los autores de este siglo y considerada como el plato nacional de la época. 7 1 ., 26 ÁMmToS REVISTA 00 ESTUDIOS DE CI ENCIAS SOC IALES , , II UMAN IOADES,rMltn. 13 coci na popu lar y de aprovechamiento , com o sucede co n muchos de los platos re fl ej ados a través de las páginas del Quijote. Por otra parte, los viernes, como buen hidalgo cristiano, don Qu ij ote practica la abstinencia -la ausencia de carne en la dieta como recuerdo y honra del día de la muerte de Jes ucri sto-, comi endo lentejas sin mucho condi mento. La impon ancia de la práctica de hábitos ali mentarios en relación con creencias religiosas es una constante en todas las culturas , que honran sus creencias a través de las pnlcticas alimentarias por med io de sacrific ios , símbolos y comi das simbólicas, aunqu e también por la ausencia de ciertos alimentos en la di eta y por la presenc ia de muchos otros de fo rma intencionadamente buscada. Pero además de las lentejas de los viernes, y también en relación con las prácticas religiosas de la época, don Quijote come los sábados duelos y quebrantos. Co n cier1as variantes en las que no interesa aquí entrar directamente, como en la carne util izada o la forma de present ar los huevos, los duelos y quebrantos consisten tradicional mente en un pl ato preparado con huevos, sesos de cordero y j amón o toc ino entreverado y torreznos. Y e n cuanto a su particul ar nomencl atura, opi namos que se debe, no a que en la casa se haga duelo por la oveja muerta , de la cual se tomaba n los sesos en este pl ato si ngu lar, como por otra parte opi na Lorenzo Díaz", en su interesante tesis al respecto, sin o que más bien se retlere a las cos tu mbres alimentarias de los nuevos cris tianos, antes j udíos viejos. Y es que el sábado es el día del precepto religioso hebreo, el dfa de cuila a Ya hvé, la jornada festi va por excelencia, en la que casi todas las actividades están reglament adas de acuerdo con un estricto códi go. Si a esto uni mos que las creencias religiosas hebrai cas prohiben tajantemente el consumo de cerdo, que tan abundantemente prol ifera en los duelos y quebrantos en forma de jamón, tocino fresco o entreverado, encontramos una doble ruptura del código judío. El consumo de carn e de cerdo duran te el S<íbado supondría ese doble quebranto de la ley religiosa hebrea , dando por esta razón nom bre al pl ato, ya que quienes lo tomaban , a pesar de estar aparentemen te cris ti anizados, rompía n con la reli~i. ó n -de 1u rs ma.,voce s. co n las costumbres rel[_g iosas mil e narias, y de ah í el du e lo por hacer lo que est aba preceptualmente prohi bido, y el quebranto ante sus norm as religiosas ances trales. Y los dom ingos, ahora sí, el día festivo semanal, el día de descanso y holganza del mundo cristiano, se comían palominos, que muy probablemente habría cazado el mismo don Quij ote, ya que era muy afic ionado a la caza y a la pesca. Qui zás preparados en mirrauste, un a salsa de origen mu y anti guo que ya recoge Ru perto de Nota en su recetario del año 1520, li gada con almendras, azúcar y caldo de ave, o bien cocinados de cualquier otra forma . En sus háb itos ali mentarios , don Quij ote refleja su form a de pensar, su economía doméstica -muy escasa-, su ( ~ S) co nd ición ín tegra de hidalgo y sobre todo, sus creencias religiosas, directamen te emparentadas con su forma de comer, con los días en que come -o no- determi nados alimentos , remarcando con esta actitud la antigüedad de su condición de creyente antiguo, con orígenes no jud íos ni musulmanes, manifestándose así de nuevo su condición de hidalgo. Cervantes presenw el panorama de un momen to históri co español en el que podemos percibir claramente la presencia de un a serie de costu mbres gastronóm icas muy ricas y complejas, algunas de ellas herencia de la cocina hebrea y en algunos casos, también de la cocina árabe, que se mezcl aron silenciosamente con la tradicional cocina de los cristia nos v iejo s~ llegando a alca nza r entre todas una rica fu sión gastronómica. Algunas de las cos!U mbres alimentarias actuales, son herederas de la sociedad que rell eja la obra cervanti na, como muchos plutos todavía presentes en la más profu nda cocina de la Mancha. A lo largo de las páginas del Quijote, Cervantes recoge un extenso recetario de la cocina manchega, una coci na basada en las actividades agrícolas y ganaderas de la zona, en los productos naturales y autóctonos de la Mancha. Se trata de una fo rma de alimentación que presenta platos muy nutritivos y calóricos, sabrosos y adaptados a las necesidades de los habitantes de la Mancha de aquell a época, desde grandes señores a paswres, labradores o arri eros. Algu nos de los platos más importantes de la cocin a de l Qu ij ote son los sonoros duelos y quebrantos, la carne de cabrito y las tiernas gall inas de corral, las deliciosas y complejas ollas, los gazpachos manchegos, las empanad as con reminiscencias ;\rabes. El vino de la zona, transportado en pellejos de gran tamaño o pequeñas botas, es el com pañero de Sancho, que cuelga los zaques de árboles, para que el vino se refresque" . Eran vi nos del año, sin envejecer, jóvenes y proclives al avinagramiento, pero capaces de calmar la sed, sin duda. Los hábitos alimentarios, como hemos comprobado, reflej an toda una cul tura, en una gran cantidad de aspectos de los que algunos son muy complejos: desde los relacionados con el ámbito rel igioso, como vemos que sucede entre cri stianos viejos y nuevos, a otros de ámbito soci al como las diferencias que quedan paten tes entre los hidalgos y la gente del pueblo, pero también los hábi tos relacionados con las acti vidades económicas, como la alimentación de los cabreros o la de il!Tieros en las ventas del camino. A través de las páginas del Quijote se pone de manifies to la cultura alimentaria de los hidalgos de la época, de los hidalgos pobres, claro, pero también se manifiesta una cul tura popular y cot idiana, a veces con crudeza , que se alimenta sencillamente con bellotas. Y además, hay al gún ati sbo de la cocina de élite, en algunas referencias de Sancho a ciertos platos muy prestigiosos, que seguramente jamás ha probado, pero que se hacían casi míticos, y también la pode mos ver durante su etapa de gobernador en la soñada In sula Barataria , desplegada en una imagen ideal de hartaz- DÍAZ. L., W c:oc:itw de( Quijote, M adri d, 2002, p. 26. Capítu lo XI: "Sancho, nsimesmo, ca flaba y comfa bellotas, y visitaba muy a ttu:m1do el scgu11do zaque, que, parque se tenfan colgado de un alr ornoq ue". 11 •l et~frias el vi11o, le ÁMBTFOS Rf.\'IST,\ DE ESTUDIOS DEi CIENC IA S SOC! ,\1.11" Y I IU~ go y sin embargo, una realidad de auténtica hambre. La realidad, si n embargo, se impone constantemente, contrastando con la acti tud de don Quijote, y mientras él sueña con avcntums, Sancho se encarga de llevar las alfo rjas llenas o de abastecer lo mejor que puede a su señor y a las caballerías. Sus intereses alimentnrios, sin duda, reflejan su fo rm a de vivir y de pensar, de ser una época hi stóri ca concreta, que Cervantes pormenoriza en algunas de las costumbres culinarias del héroe manchego universal. BIBLIOGRAFÍA ALONSO, J.C., El tan célebre banquete de D01iana, I-luelva, 1995. CERVANTES SAAVEDRA, M., Don Quijote de la Man cha, Madrid , 199 1. 27 t ANID F.S, nlinL Jl (2005¡ CHAMORRO, M.I., Gastronomía del Siglo de Oro espaiio/, Barcelona, 2002. CRUZ, CRUZ, J., Teoría elem emal de la Gastronomía, Pamplona, 2002. DÍAZ, L. , La cocina del Barroco. U1 gast ronomía del Siglo de Oro en Lope, Ce rvantes y Q¡¡ evedo , Madrid, 2003. -La cocina del Quijote , Madrid, 2002. 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