Academia.eduAcademia.edu

Don Quijote y Sancho y los trabajos de la dieta disociada

EL INGENIOSO HIDALGO (ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE) Edición a cargo de RODRIGO CACHO CASAL Alcalá de Henares, 2009 Cualquier forma de reproducción,distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Ediciones del Centro de Estudios Cervantinos C/ San Juan, s/n. 28807 Alcalá de Henares (Madrid) Tel.: 91 883 13 50. Fax: 91 883 12 16 http://www.centroestudioscervantinos.es Impresión: Ulzama digital. Navarra (España) © De los textos, los autores © De la edición, Centro de Estudios Cervantinos I.S.B.N.: 978-84-96408-55-5 / Depósito legal: NA-2597/2008 Impreso en España/Printed in Spain ÍNDICE 3 Rodrigo CACHO CASAL, Un brindis a un amigo ......................................................... 9 Emilio MARTÍNEZ MATA, Perfil biográfico de Anthony Close................................. 11 Estudios Mercedes ALCALÁ GALÁN, El libro como objeto en el Quijote ............................... 23 Mercedes BLANCO, Concierto de máscaras. Para una lectura del Buscón de Quevedo como polifonía novelística ............................................................. 43 Jean CANAVAGGIO, Prosper Mérimée, lector del Quijote ........................................ 83 Aurora EGIDO, De la cueva de Atapuerca a la de Montesinos ................................. 99 Ruth FINE, De la polinomasia a la heteronimia: las vicisitudes del nombre en el Quijote .............................................................................................................. 113 Giuseppe GRILLI, La alteridad en Lope .................................................................. 127 Steven HUTCHINSON, La Vida de Jerónimo de Pasamonte: economía del extravío......135 James IFFLAND, Donde el lugar de la Mancha no está: reflexiones sobre la interdisciplinaridad como diálogo de sordos .................................... 153 José Manuel LUCÍA MEGÍAS, Caballero soy y de la profesión que decís: una lectura de la Aventura del Caballero del Bosque a través de la iconografía del Quijote (h. 1650-1905)............................................................................... 185 José Manuel MARTÍN MORÁN, Don Quijote y Sancho, y los trabajos de la dieta disociada ........................................................................................ 219 Emilio MARTÍNEZ MATA, «No hay historia humana que no tenga sus altibajos». Haz y envés en el Quijote......................................................... 233 Michel MONER, Donde menos se piensa................................................................. 247 7 8 ÍNDICE José MONTERO REGUERA, Cervantistas en Lepanto............................................... 257 Proyecto Cervantes, El futuro de los estudios cervantinos: ediciones electrónicas y archivos digitales en el Proyecto Cervantes............. 265 Francisco RICO, Versiones, lecturas y transparencias del Quijote (1604, 1604, 1608) ........................................................................................... 279 Germán VEGA GARCÍA-LUENGOS, El tratamiento (satírico) de la calvicie en la literatura del siglo XVII español............................................................... 303 DON QUIJOTE Y SANCHO, Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA JOSÉ MANUEL MARTÍN MORÁN Università del Piemonte Orientale Don Quijote y Sancho Panza poseen una innegable dimensión arquetípica; y ésta es una de las causas de la vigencia actual del Quijote. En cierto sentido, se podría decir que ambos representan dos modos de ser de cada uno de nosotros; sin necesidad de recurrir a Freud para llegar a decir que el caballero encarna el Superego y Sancho el es, podríamos convenir que en el hidalgo idealista e iluso, y en el escudero cándido y materialista reconocemos dos prototipos del comportamiento humano. Y ¿quién sabe cuánto de este emblematismo de Sancho y don Quijote hay que atribuirlo a su figura, tal y como nos la ha restituido la tradición iconográfica? Son pocos los personajes literarios que podemos reconocer a primera vista, representados, tal vez, en una camiseta o un cenicero; a la pareja cervantina la reconocemos 1 inmediatamente : don Quijote alto y delgado, y Sancho bajo y regordete. 2 Bajtín no llega a identificar, como en su estela hará años más tarde Redondo , la 3 figura de la Cuaresma en el «largo grafismo» de don Quijote y en las redondeces de Sancho la del Carnaval, pero reconoce en su continuo diálogo los ecos de la con4 frontación entre cultura alta y cultura popular . El diálogo sin síntesis dialéctica que caracteriza, según Bajtín, a la novela moderna ya se puede rastrear en el plurilingüismo social de la confrontación entre las dos visiones del mundo del caballero y 5 el escudero . Y no hay duda de que en la antítesis sistemática la comida juega un gran papel. Es más, podríamos llegar a sostener que si el diálogo entre los dos pro1 Riley, 2001, p. 172. Redondo, 1978. 3 Foucault, 1981, p. 53. 4 Bajtín, 1971, p. 28. 5 Bajtín, 1989, p. 127. 2 219 220 DON QUIJOTE Y SANCHO Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA tagonistas sienta las bases de la novela moderna, dado que una buena parte de la confrontación entre las dos visiones del mundo se concentra en el comer, es de algún modo la comida la que ha revolucionado el viejo canon literario y creado el nuevo género. Enunciada así, la tesis puede parecer un tanto excesiva, pero si la reducimos a los modos gentiles de Auerbach, tal vez no lo sea tanto: dice Auerbach que el mayor cambio en el campo de la literatura realista lo produce la inclusión de la vida cotidiana en el relato6; a partir del Lazarillo de Tormes y el Quijote podemos decir que la novela se hace realista. Había sido el propio Cervantes, por lo demás, el que había indicado de modo indirecto la novedad principal de su novela, cuando, hablando del Tirante hace decir al cura escrutiñador de libros: -Aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen. (I, 6, 83)7 Parece un programa realista al que atenerse; y, en efecto, su hidalgo loco come, duerme, muere en su cama y hace testamento antes de morir. CARACTERIZACIÓN DE LOS PERSONAJES A PARTIR DE LA COMIDA También Sancho come. Come Sancho a caballo y don Quijote piensa en Dulcinea (I, 8; I, 23); come Sancho en las bodas de Camacho y don Quijote trata de mediar en el conflicto entre los dos pretendientes de Quiteria (II, 19); comen los parroquianos de la venta y don Quijote pronuncia el discurso de las armas y las letras (I, 37); come Sancho con el escudero del Caballero del Bosque y don Quijote recuerda con él sus gestas y a su amada (II, 13); come Sancho y don Quijote vuelve a pensar en su derrota contra el tropel de toros bravos (II, 59), etc. Su actitud hacia la comida parece diametralmente opuesta; se diría que pertenecen a dos culturas del comer contrapuestas: para Sancho la satisfacción del hambre es uno de sus objetivos de vida; para don Quijote lo es justamente lo contrario: la continencia, si no incluso la abstinencia, en el comer. Pero para ambos la comida juega, o por exceso o por defecto, un papel central en la construcción de su identidad. No tanto porque su figura, y en consecuencia la dimensión emblemática de su apariencia, haya de ser puesta en relación con los hábitos alimentarios, como porque en la base de su caracterización, en sus atributos fundantes, hallamos la actitud hacia la comida. Pero, como tendremos modo de ver, también su desarrollo hay que ponerlo en relación con la diferente función reservada a la comida en sus relaciones con los de6 Auerbach, 1956, vol. II, p. 238. Con la numeración entre paréntesis haré referencia a la parte, el capítulo y la página correspondiente de la edición del Quijote del Instituto Cervantes, dirigida por Rico. 7 EL INGENIOSO HIDALGO. ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE 221 más. Me concentraré, por tanto, sobre la función de la comida en la construcción de los personajes del Quijote; primero veremos la función semántica de los alimentos en la caracterización de los personajes –y aquí puedo adelantar que descubriremos una notable energía connotante en la dieta–, y luego me detendré en la función diegética, para llegar a sostener el cambio de tipología de episodios en correspondencia con el modo de comer. LA COMIDA Y LA IDENTIDAD SOCIAL Desde el principio de la novela, el comer se connota de los rasgos de la pertenencia. Escuchemos, por ejemplo, la presentación de don Quijote: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. (I, 1, 35-36) Antes incluso de esbozar apenas la descripción del protagonista, el narrador nos dice qué es lo que come; en combinación con las armas y el vestuario, a través de la dieta el narrador nos está indicando que Alonso Quijano pertenece a la clase de los hidalgos venidos a menos, en efecto, su patrimonio no había de ser gran cosa, si en la olla podrida ponía más vaca que carnero, siendo éste más preciado que aquella; si su cena eran las sobras de la olla del mediodía; si la carne de pluma, un verdadero manjar en la época, se la podía permitir solamente los domingos; y, sobre todo, a pesar de sus limitaciones en la dieta, en el comer se le iban tres cuartas partes de su hacienda. Si caemos en la tentación positivista, podríamos ver en esta dieta metódica y pobre una fotografía de la mesa de cierto segmento social de la España de la época; en esta fotografía también Sancho hubiera podido reconocer su mesa, al menos la del periodo transcurrido al servicio de Tomé Carrasco, padre de Sansón, con la olla garantizada todas las noches8, como él mismo dice a don Quijote (II, 28, 864-65). Sancho nos ofrece información preciosa sobre los hábitos alimenticios de las clases populares, confirmada, por lo demás, por los viajeros de la época; uno por todos, Barthelemy Joly, que visitó España entre 1603 y 1604, se sorprendía de la monoto9 nía de la mesa española, que todos los días preveía para cenar olla podrida . Sin embargo, no caeré en la tentación positivista y me limitaré a subrayar el poder connotante de la comida en el Quijote. Y no solo de la comida; incluso los pali- 8 9 Joly, 1990. Barthelemy Joly, citado por Pérez Samper, 1988, p. 110. 222 DON QUIJOTE Y SANCHO Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA llos de dientes, exhibidos como un trofeo, pueden significar la decadencia económica de toda una clase; dice Cide Hamete en un ímpetu de crítica social: -¡Miserable del bien nacido que va dando pistos a su honra, comiendo mal y a puerta cerrada, haciendo hipócrita al palillo de dientes con que sale a la calle después de no haber comido cosa que le obligue a limpiárselos! (II, 44, 985) Tal vez valga la pena recordar ahora que uno de los mayores cervantistas, Américo Castro, se dejó inspirar, en su relectura del Quijote en clave de dinámicas de casta, por la energía connotante de la comida; según Castro, en efecto, en la presentación oblicua del protagonista podemos identificar un indicio de su pertenencia a la casta de los conversos: la denominación de aquellos huevos con torreznos, “duelos y quebrantos”, expresaría la valoración de la experiencia subjetiva del protago10 nista al comer el plato prohibido en la sagrada jornada del sábado . Sobre la experiencia de don Quijote con la comida se proyecta la vivencia angustiosa del converso Cervantes; esta sería, en definitiva, la raíz autorial de la “incitación” que lleva a don Quijote a sus encontronazos con el mundo, dando origen, así, al conflicto entre exterioridad condicionante e interioridad volitiva, sobre el que se funda la novela 11 moderna, según Castro . Pero no me quiero detener en la discusión de las discuti12 bles propuestas de Castro ; había prometido que no iba a caer en la tentación positivista y Castro me ha tendido una trampa, de la que me apresuro a salir para cambiarle la dieta a don Quijote, o mejor, para ver cómo él mismo se la cambia. No sin antes advertir de que estamos a punto de abandonar el aspecto semántico de la comida, su carga connotante, y de adentrarnos en el terreno de su función narrativa. FUNCIÓN NARRATIVA DE LA COMIDA Raramente en el Quijote se citan los platos consumidos por los personajes; de tal modo se rebaja su dimensión semántica y se subraya, por contraste, su dimensión funcional en la organización del relato. Y así, si el narrador tiene que insertar un discurso de don Quijote, suele escoger escoge un momento convival para hacerlo (el discurso de la Edad de Oro, durante la cena con los cabreros (I, 11); el discurso de las Armas y las Letras, durante la cena con los clientes de la venta (I, 42)); si debe injertar una novela en el cuerpo del relato, escoge a menudo el momento de la comida (la novela de El curioso impertinente es leída de sobremesa en la venta de Palomeque (I, 33-35)). Tan funcionales son las comidas para el narrador que en la 10 Castro, 1974, p. 170. Castro, 1957, pp. 264-65. Se diría que se escucha aquí el eco de las teorías del primer Lukacs, el de la Teoría de la novela. La explicación la encontramos en el hecho de que ambos se inspiraron en el existencialismo de Dilthey. 12 Remito a Martín Morán, (en prensa). 11 EL INGENIOSO HIDALGO. ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE 223 venta de Palomeque los personajes cenan dos veces, porque la narración del cautiverio en tierra de moros de Ruy Pérez de Viedma exige el contexto adecuado para su inclusión en el relato (I, 39-42). Los ejemplos aducidos pueden ser suficientes para demostrar la funcionalidad del acto convival en la organización del relato. La comida en sí, o mejor, el tipo de comida puede incluso explica, como veremos inmediatamente, la evolución de los personajes y el cambio de modelo narrativo. LA DIETA DISOCIADA DE DON QUIJOTE Don Quijote sabe bien que para hacerse caballero andante ha de cambiar de dieta, pero no tanto porque, si debe ir en busca de aventuras, tendrá que comer lo que encuentre más a mano, si no incluso abstenerse (como los positivistas de turno estarán pensando), como porque es lo que hacen sus amados modelos comportamentales: -Hágote saber, Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes, y, ya que coman, sea de aquello que hallaren más a mano; y esto se te hiciera cierto si hubieras leído tantas historias como yo, que, aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relación de que los caballeros andantes comiesen, si no era acaso y en algunos suntuosos banquetes que les hacían, y los demás días se los pasaban en flores. (I, 10, 117-18) La enunciación prescriptiva («es honra de los caballeros andantes») tiene también una formulación menos categóricamente imperativa y decididamente más pragmática pocas líneas más adelante, cuando don Quijote ha de negociar con Sancho la entrega de un pedazo de queso y otro de cebolla, que Sancho no le quiere dar porque son alimentos indignos de su alcurnia; vuelve entonces don Quijote sobre la dieta de los caballeros andantes: -Andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces. (I, 10, 118) Convencido por el argumento, el buen Sancho le otorga por fin el deseado alimento. De modo que el panorama nutricional del andante solo es éste: Alonso Quijano acostumbraba a comer todos los santos días laborales olla podrida a mediodía y sus sobras por la noche, el viernes y el sábado sendos platos penitenciales y el domingo un volátil. Don Quijote, en cambio, sabe que, para imitar a sus modelos, tendrá que conformarse con viandas rústicas, hasta que no encuentre algún gran señor que le ofrezca un banquete en su castillo. La nueva vida que ha emprendido le ha revolu- 224 DON QUIJOTE Y SANCHO Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA cionado la dieta, que era regular, más bien monótona y, por cierto, no muy equilibrada, y se ha convertido en una especie de dieta disociada, con una separación neta de los tipos de alimento en diferentes tiempos de asunción. Con todo, se diría que el novel caballero acepta de buen grado esta dieta disociada; antes bien se la impone, porque sabe que es uno de los motivos de la identidad caballeresca. Sabe también que este es un modo para llevar a cabo la ascesis caballeresca, por eso la penitencia en Sierra Morena, decidido a imitar a Orlando o a Amadís, en camisa, «descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante» (I, 25, 290), la hará también a base de ayunos, interrumpidos por hierbas desconocidas y acompañados por extensas membranzas de la amada, de las que deja poéticas huellas en las cortezas de los árboles. Don Quijote, para hacerse caballero andante, abandona la dieta connotante del hidalgo de aldea venido a menos y adopta una dieta instrumental, en función del credo caballeresco. La parte rústica de su dieta disociada conlleva además la vuelta a la naturaleza, la regresión al estado semisalvaje de la locura semidesnuda y montaraz, evidente en la escena de Sierra Morena, pero ya lo era antes en sus correrías por la Mancha que se traduce en la explícita renuncia al fuego como medio de elaboración de los alimentos, «sin cocinero», primer filtro entre el hombre y la natura13 leza, según Lévi-Strauss . Los dos aspectos de la dieta disociada caballeresca que don Quijote se ha comprometido a seguir corresponden a los dos momentos culturales de la humanidad que la introducción del fuego en la elaboración de la comida escindió: lo crudo y lo cocido, en la terminología de Lévi-Strauss. Pero corresponden también a los dos momentos de la trayectoria del caballero andante: las aventuras en el mundo desordenado y sin ley de los bosques y los caminos, y el reconocimiento de los honores acumulados en los palacios de los príncipes. El positivista de turno podría argumentar, llegados a este punto, que no es necesario acudir a Lévi-Strauss para explicar una de las contingencias del viaje: en el camino más que un picnic con lo que haya a mano no se puede hacer. A lo que responderé, a mi vez, que no debemos infravalorar la elección de vida de don Quijote, el cual habría podido servirse de las ventas que se encuentra en su camino para la satisfacción de sus necesidades alimentarias, como, por otro lado, hace cuando a ellas llega, y como hacen, por ejemplo, viandantes que con don Quijote departen y, además, comporten los alimentos cocidos que un criado les trae de la más cercana venta. Y hay que decir que, por ejemplo, el «conejo fiambre» con que el canónigo de Toledo obsequia al cabrero, durante la comida campestre cerca de la venta de Palomeque (I, 50, 574), llevaba en sí todos los signos de la elaborada cultura de la cocina tradicional española, dado que primero se ponía a macerar durante una noche, luego se freía en grasa de cerdo y en ella se conservaba para ser comido frío. 13 Lévi-Strauss, 1990, pp. 439-447. EL INGENIOSO HIDALGO. ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE 225 SACRIFICIO DE LA RENUNCIA Decía antes que no debemos infravalorar la elección de vida de don Quijote, en vista del notable sacrificio que le supone la abstinencia alimenticia o el predominio de las hierbas en la parte cruda de la dieta, a juzgar por lo que dice a Sancho, cuando éste le comunica que ha echado en falta las alforjas de la despensa: -Tomara yo ahora más aína un cuartal de pan o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna. (I, 18, 197) Las mismas hierbas que antes elogiaba como alimento caballeresco, la hostia de su comunión, serían ahora cambiadas –y son las ilustradas por Andrés Laguna– con dos vulgarísimas cabezas de sardinas arenques y un mendrugo de pan. Así que podemos imaginar cuánto le ha de costar al pobre hidalgo abstenerse de comer en aquellas interminables jornadas por los caminos de la Mancha. Con todo, su decisión vocacional permanece inquebrantable en la dirección de la renuncia y la autolimitación a la dieta cruda, llegando incluso a exponer la ideología caballeresca que lo impele en términos de retorno a lo crudo: la misión que se ha dado en la tierra es la de restaurar aquella Edad de Oro en la que el hombre vivía en total sintonía con la naturaleza y no tenía que trabajar para obtener la comida, ni mucho menos elaborarla. El discurso de la Edad de Oro, propinado a sus anfitriones cabreros que lo acaban de invitar a cenar (I, 11), se lo sugieren las bellotas que tiene en la mano, el rústico postre de la cena que acaba de consumir. En la elección de lo crudo hallamos, pues, la raíz ideológica de su acción en el mundo. Su esperanza es, en cambio, llegar a lo cocido, el premio de sus esfuerzos caballerescos. PREDOMINIO DE LO COCIDO En la segunda parte del Quijote predomina, de hecho, lo cocido, la parte civilizada de la dieta disociada del caballero. Para entender por qué, tenemos que desviar la mirada hacia el contexto narrativo. El principio de la segunda parte introduce un elemento diegético revolucionario desde muchos puntos de vista: la historia asume como dato incontrovertible la publicación del libro que contiene la primera parte de las aventuras de don Quijote; todos los personajes, incluidos los protagonistas, se comportarán en consecuencia; a partir de este momento, don Quijote será tratado como lo que es: el protagonista de un libro de aventuras caballerescas. En otras palabras, en el Quijote de 1615 nos encontramos frente a un modelo narrativo diferente respecto al del Quijote de 1605; Cervantes ya no necesita mostrar las extravagancias de su personaje; ahora ya no será don Quijote el que busque las aventuras, sino que serán los otros quienes se las propongan, bajo forma de simulacros –véase, 226 DON QUIJOTE Y SANCHO Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA por ejemplo, la escena de los títeres de Maese Pedro (II, 26), el vuelo sobre el caballo Clavileño (II, 40), etc.– y en repetidas ocasiones lo tratarán, incluso, como si de un verdadero caballero andante se tratara, como sucede en la casa de los duques. La diferencia, desde el punto de vista del modelo narrativo, está en el paso del predominio del cronotopo del camino al predominio del cronotopo de los interiores habitados. Y con la variación del cronotopo varía también la dieta del caballero: de lo crudo se pasa a lo cocido; ha llegado por fin la hora de los reconocimientos –¿qué importa si son ficticios, o burlescos?– y por consiguiente la hora de los banquetes: en casa del Caballero del Verde Gabán (II, 18), en las bodas de Camacho (II, 20), en casa de Basilio (II, 21), en el palacio de los duques (II, 31), en casa de Antonio Moreno (II, 62). Llegados a este punto de razonamiento he de detenerme a corregir el conocido concepto bajtiniano de cronotopo, la relación tiempo–espacio de la que nace una determinada lógica del relato; y así, por ejemplo, en el cronotopo del camino encontraremos un tiempo y un espacio técnicos, habitados por la casualidad, y en el cronotopo del interior habitado, el desarrollo de relaciones humanas y la expresión de la interioridad de los personajes14. Bajtín ha olvidado, a mi ver, un aspecto importante que habría podido redondear de modo definitivo su concepto; estoy hablando del honorable acto de la manduca, cuyas formas y modos se hallan en clara dependencia del tipo de relación tiempo–espacio que los alberga. Por este motivo propongo la corrección del nombre del afortunado concepto bajtiniano en gastrocronotopo. En lo específico, en la obra que nos ocupa, en la primera parte encontramos un gastrocronotopo predominante que junta camino–casualidad–dieta cruda, y en la segunda otro grastrocronotopo que conjuga espacios cerrados– conversación–dieta cocida. LA ETIQUETA EN LA MESA Vinculado al gastrocronotopo de la segunda parte, como lógica derivación de él, hallamos en diferentes momentos del relato el problema de la etiqueta en la mesa. En toda la primera parte, a pesar de que también allí estuviesen presentes escenas de banquetes internos, no se planteaba el problema de la etiqueta; lo que, por contraste, hemos de interpretar como una prueba de su vinculación al gastrocronotopo específico de la segunda. La primera vez que el problema sale a la luz del relato es más una disculpa para que Sancho pueda contar la facecia de la precedencia en la mesa que pone en dificultad a don Quijote; el duque obliga a don Quijote a sentarse a la cabecera de la mesa, a pesar de su reluctancia. Sancho, entonces, narra la anécdota del hidalgo que obliga a su invitado a ocupar la cabecera de la mesa con el 14 Bajtín, 1979, pp. 204. y ss. EL INGENIOSO HIDALGO. ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE 227 siguiente argumento: «Sentaos, majagranzas, que adondequiera que yo me siente será vuestra cabecera» (II, 31, 887). Volvemos a encontrar el motivo de la etiqueta en los consejos con que don Quijote quiere preparar a Sancho para el gobierno de la ínsula Barataria: -No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería. Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala. Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie. (II, 43, 973-74) El hecho de que los consejos de don Quijote parezcan inspirados en la moderación senequista y que se puedan encontrar en los diferentes Galateos de la época no puede esconder que don Quijote está proponiendo a Sancho un modo de comportarse opuesto al acostumbrado en él. Por supuesto, ya estábamos al corriente de que Sancho no es capaz de moderarse en lo referente a la comida; baste pensar en su pantagruélica comilona en el episodio de las bodas de Camacho; se acerca a una de las seis medias tinajas donde se está cocinando una mastodóntica olla podrida y tímidamente solicita a uno de los cocineros que le deje mojar un mendrugo de pan; el cocinero, afortunadamente para Sancho, es generoso: -Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene juridición la hambre, merced al rico Camacho. Apeaos y mirad si hay por ahí un cucharón, y espumad una gallina o dos, y buen provecho os hagan. (…) Y diciendo esto asió de un caldero y, encajándole en una de las medias tinajas, sacó en él tres gallinas y dos gansos, y dijo a Sancho: -Comed, amigo, y desayunaos con esta espuma, en tanto que se llega la hora del yantar. (II, 20, 794) A Sancho no le parece cierto: por fin podrá satisfacer el hambre atrasada. El cuerno de la abundancia ha dispensado sus dones en la fiesta campesina y Sancho disfruta de sus beneficios. La Cuaresma ha terminado y comienza el Carnaval. Las bodas de Camacho serán un continuo punto de referencia para el hambriento Sancho (II, 24; II, 28; II, 62; II, 67); las recordará, por ejemplo, en el momento de la contratación sindical por un salario digno que lo ve contrapuesto a su patrón: -Cuando yo servía (…) a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuestra merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida. Con vuestra merced no sé lo que puedo ganar, puesto que sé que tiene más trabajo el escudero del caballero andante que el que sirve a un labrador, que, en reso- 228 DON QUIJOTE Y SANCHO Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA lución, los que servimos a labradores, por mucho que trabajemos de día, por mal que suceda, a la noche cenamos olla y dormimos en cama, en la cual no he dormido después que ha que sirvo a vuestra merced. (II, 28, 864-65) También Sancho, por tanto, sigue una dieta disociada: lo cocido cuando trabaja a salario y lo crudo cuando trabaja a merced; a diferencia de don Quijote, su dieta disociada parece impuesta por la forma de relación laboral y no sugerida por su propia voluntad. Ahora bien, el escudero está determinado a cambiar sus condiciones de trabajo, y en ellas parece incluir la comida. Uno de los puntos de conflicto entre el escudero y el caballero, sobre todo en la segunda parte, será precisamente el tipo de relación laboral que los une, con un Sancho cada vez más combativo y un don Quijote obligado a reconocer la legitimidad de las modernas reivindicaciones salariales de un Sancho que ya no acepta la relación feudal con el señor15; es interesante constatar que en la confrontación sobre el tema la comida tiene su parte. Y aquí habría podido detenerme en el cambio de las relaciones laborales en la España de la época, con alguna consideración sociológica sobre la evolución de la toma de conciencia del proletariado campesino que renuncia al servicio a merced, a la servidumbre tardofeudal, para erigirse en dueño del propio tiempo, antes de reificarlo y venderlo por dinero en la ciudad. Pero seguramente habría caído en algún error conceptual y no quiero ofrecer ventajas al positivista que se esconde entre los lectores de este humilde trabajo. OJO, BOCA Y UNA OLLA QUE HABLA De cualquier modo, no creo que esta dicotomía, lo cocido a salario y lo crudo a merced, sea la que explique la actitud de Sancho hacia la comida, como más bien la insanable contradicción entre el ojo y la boca, entre las expectativas siempre insatisfechas del escudero y la cruda realidad. La dicotomía se hace explícita en la escena del ventero nutricionalmente espléndido de palabra, pero parsimonioso de hecho; el ventero dice a Sancho que pida lo que quiera, que de las pajaricas del aire, de las aves de la tierra y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta. (II, 59, 1109) Y luego, poco a poco, va retirando una parte del bestiario anunciado para reducir su oferta culinaria a una olla más bien mísera: -Lo que real y verdaderamente tengo son dos uñas de vaca que parecen manos de ternera, o dos manos de ternera que parecen uñas de vaca; están cocidas con sus garbanzos, cebollas y tocino, y la hora de ahora están diciendo: “¡Comeme! ¡Comeme!”. (II, 59, 1110) 15 Morón Arroyo, 1984; Close, 2001; Martín Morán, 2004. EL INGENIOSO HIDALGO. ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE 229 Sobre el contraste entre el deseo de Sancho y la imposibilidad de satisfacerlo se juega también la escena en que el doctor Pedro Recio de Tirteafuera consiente a Sancho que contemple una mesa preparada según la moda borgoñona importada por Carlos V16, con todos los platos en la mesa, para después vedárselos uno a uno, previa descripción de la receta; y así el ojo ve como se alejan de la boca las perdices asadas, los conejos guisados, la ternera en adobo asada, la olla podrida (II, 47, 1005-1006). DE NUEVO LA ETIQUETA Después de tan severas lecciones de sobriedad y compostura, no hay que sorprenderse si al final del gobierno de la ínsula Barataria, don Quijote se enorgullece de tener un escudero de refinados modos convivales: -La parsimonia y limpieza con que Sancho come se puede escribir y grabar en láminas de bronce, para que quede en memoria eterna de los siglos venideros. Verdad es que cuando él tiene hambre parece algo tragón, porque come apriesa y masca a dos carrillos; pero la limpieza siempre la tiene en su punto, y en el tiempo que fue gobernador aprendió a comer a lo melindroso: tanto, que comía con tenedor las uvas, y aun los granos de la granada. (II, 62, 1134) Si lo que don Quijote dice corresponde a la verdad, Sancho debe de haber sido uno de los primeros españoles en usar tan bien el tenedor, instrumento diabólico introducido en España desde Francia –se dice que Carlos V tuviese una importante colección de tenedores–, adonde había llegado desde Italia, y aquí, a su vez, desde Bizancio, en el siglo XI. En España su uso se generalizó, y solamente en ciertos ambientes sociales, a finales del siglo XVI17, razón por la cual Sancho debe de haber sido, como decía, uno de los primeros en desarrollar la destreza descrita por don Quijote. La duda sobre la veracidad de cuanto afirma don Quijote nace de la sorpresa del lector al ver a Sancho convertido en un maestro de la etiqueta y por el hecho de que la respuesta de don Quijote parecería un tanto interesada; don Antonio Moreno en la pregunta a Sancho, cargada de alusiones a su glotonería y a su escasa limpieza, se refiere a un episodio contenido en la segunda parte apócrifa del Quijote que hacía de Sancho un borracho sucio; la respuesta de don Quijote contrapone implícitamente las virtudes del Sancho cervantino a los defectos del avellanedesco, con lo que reivindica la autenticidad de su escudero y la suya propia frente a sus dos alteregos apócrifos. 16 17 Rodríguez Marín, 1947, p. 423, ofrece diferentes testimonios de la época. Sánchez Meco, 1998, pp. 101-102. 230 DON QUIJOTE Y SANCHO Y LOS TRABAJOS DE LA DIETA DISOCIADA EL SENTIDO DE LAS COSAS A través de la comida, o mejor de la actitud hacia la comida, y aquí incluyo también las cuestiones de la etiqueta en la mesa, podemos constatar una evolución de los personajes: en el caso de don Quijote el paso de lo crudo a lo cocido marca el final de sus fatigas caballerescas y el comienzo del reconocimiento de sus méritos; marca también un cambio de modelo narrativo, con cronotopo diferente, o mejor, con gastrocronotopo diferente; y marca, ¿cómo no?, la recuperación de la cordura de nuestro héroe, el cual, a causa de las exigencias comunicativas de la ocasión convival propia de lo cocido, adquiere una mayor sabiduría y participa en sesudas conversaciones. En el caso de Sancho, el mismo grastrocronotopo le impone la adquisición de una sabiduría, también a él, y lo obliga a someterse a las normas exigidas por la etiqueta de lo cocido. BIBLIOGRAFÍA Auerbach, E., Mimesis. Il realismo nella letteratura occidentale, (1946), Torino, Einaudi, 1956, 2 vols. Bajtín, M., La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, (1965), Barcelona, Barral, 1971. ——, Estetica e romanzo, (1975), Torino, Einaudi, 1979. ——, Teoría y estética de la novela: trabajos de investigación, (1975), Madrid, Taurus, 1989, p. 127. Castro, A., «Cervantes y el Quijote a nueva luz», en Cervantes y los casticismos españoles, Madrid, Alfaguara, 1974, pp. 1-183. ——, «La estructura del Quijote», en Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1957, pp. 241-65. Cervantes, M. de, Don Quijote de la Mancha, ed. Instituto Cervantes dirigida por F. Rico, Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica, 1998, 2 vols. Close, A., «¿Cómo se debe remunerar a un escudero, a salario o a merced?: La cuestión del realismo del Quijote», en Silva. Studia philologica in honorem Isaías Lerner, coords. I. Lozano Renieblas y J. C. Mercado, Madrid, Castalia, 2001, pp. 153-65. Foucault, M., Las palabras y las cosas, (1966), Madrid, Siglo XXI, 1981. Joly, M., «L’idéologie de la poule au pot: les avatars de la olla podrida», en Le corps dans la société espagnole des XVI et XVII siècles, ed. A. Redondo, Paris, Publications de la Sorbonne, 1990, pp. 103-12. Lévi-Strauss, C., Il crudo e il cotto, (1964), Milano, Il Saggiatore, 1990. Martín Morán, J. M., «El salario de Sancho Panza: trasfondo político-literario de una reivindicación sindical», en Modelos de vida en la España del Siglo de Oro, EL INGENIOSO HIDALGO. ESTUDIOS EN HOMENAJE A ANTHONY CLOSE 231 coords. I. Arellano y M. Vitse, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2004, pp. 367-94. ——, «Don Quijote descastado», en Early Modern Spanish Studies in Honor of Carroll B. Johnson, ed. S. Velasco, Los Angeles, University of Southern California, (en prensa). Morón Arroyo, C., «Amo y criado en el Quijote», en De los romances-villancico a la poesía de Claudio Rodríguez. Homenaje a Gustav Siebenmann, eds. J. M. López de Abiada y A. López Bernasocchi, Madrid, José Esteban, Editor, 1984, pp. 355-78. Pérez Samper, M. A., La alimentación en la España del Siglo de Oro, Huesca, La Val de Onsera, 1988. Redondo, A., «Tradición carnavalesca y creación literaria. Del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el Quijote», Bulletin Hispanique, 80, 1978, pp. 39-70. Riley, E. C., «Don Quijote, del texto a la imagen», en La rara invención. Estudios sobre Cervantes y su posteridad literaria, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 169-82. Rodríguez Marín, F., «El yantar de Alonso Quijano el Bueno», en Estudios cervantinos, Madrid, Atlas, 1947, pp. 421-39. Sánchez Meco, G., El arte en la cocina en tiempos de Felipe II, El Escorial, Ayuntamiento, Consejería de Cultura, 1998.