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Teologia-y-Steriologia-Parte-12

La Antropología es la ciencia del hombre. Como ciencia, trata sobre preguntas relacionadas con el hombre primitivo, la distinción de razas y los factores que participan en el desarrollo y progreso del hombre. En su sentido teológico, el término se limita al estudio del hombre en sus aspectos morales y religioso, con realce particular en el estado del hombre antes de la caída. Para comprender estos problemas necesitamos examinar ciertos temas que se relacionan con más especificación con la antropología en su definición más amplia como ciencia. Entre los asuntos a los cuales dedicaremos alguna atención se encuentran los siguientes: (1) El origen del hombre, (2) los elementos constitutivos de la naturaleza humana, (3) la unidad de la raza humana y su comunidad de origen, (4) el origen del alma, (5) la imagen de Dios en el hombre, y (6) la naturaleza de la santidad primitiva.

El Origen del Hombre Génesis 1:26-27; 2:7; Salmo 8:3-6 La Naturaleza de la Antropología La Antropología es la ciencia del hombre. Como ciencia, trata sobre preguntas relacionadas con el hombre primitivo, la distinción de razas y los factores que participan en el desarrollo y progreso del hombre. En su sentido teológico, el término se limita al estudio del hombre en sus aspectos morales y religioso, con realce particular en el estado del hombre antes de la caída. Para comprender estos problemas necesitamos examinar ciertos temas que se relacionan con más especificación con la antropología en su definición más amplia como ciencia. Entre los asuntos a los cuales dedicaremos alguna atención se encuentran los siguientes: (1) El origen del hombre, (2) los elementos constitutivos de la naturaleza humana, (3) la unidad de la raza humana y su comunidad de origen, (4) el origen del alma, (5) la imagen de Dios en el hombre, y (6) la naturaleza de la santidad primitiva. La Creación del Hombre Hay varios puntos que se pueden derivar de la narrativa del Génesis con respecto a la creación del hombre (Génesis 1-2). Estas ideas se desarrollan y expanden en el resto de las Escrituras. Primero, el origen del hombre no se encuentra en la evolución, sino en la mente de Dios. El Hombre no fue una ocurrencia irrelevante de algún tipo, sino fue creado con propósito, plan, y previsión de Dios. En Génesis 1:26 Dios dice “hagamos al hombre…” Segundo, el hombre tiene un lugar particular en la creación como una culminación de su obra. Estamos hechos en la imagen de Dios. Nada más, incluyendo a los ángeles, se dice que esté hecho a la imagen de Dios. Por lo cual somos, en este sentido, únicos en el orden creado, dándonos como resultado un privilegio y una responsabilidad (ver Gen 3). Conjuntamente los hombres y mujeres reflejan la imagen de Dios. Tercero, llevamos una relación especial con Dios. En nuestra creación original, viniendo de la mano de Dios, somos benditos, honestos, y perfectos y no hay ninguna hostilidad entre Dios y nosotros. Cuarto, tenemos cierto rol en la creación. Fuimos creados para gobernar sobre la tierra creada de Dios, esto es, para tener dominio sobre ella. Quinto, el hombre fue creado en lo que aparece ser un hecho instantáneo de Dios trayendo en unión aspectos materiales y el “aliento de la vida.” Así que no fuimos tomados de ningún animal que previamente existía. De acuerdo a Génesis 2:7, nuestra creación dio pie a la naturaleza dual de nuestra experiencia ya que nos relacionamos tanto en una dirección espiritual como en una dirección material. 1 Los dos Relatos Escriturales de la Creación del Hombre Aparte de la revelación divina, el hombre ha tenido solamente teorías mitológicas vagas respecto a su origen. Con frecuencia los hombres se han considerado a sí mismos como nacidos de la tierra, emanados de las rocas, de los árboles, de los animales silvestres, de los dioses o seres que evolucionaron a partir de ciertas formas inferiores de vida. La revelación encontrada en la Biblia debe ser nuestra autoridad en cuanto al origen de la humanidad. El único relato con autoridad que poseemos del origen del hombre es el que se encuentra en los primeros capítulos del libro de Génesis. 1. El primer relato de la creación del hombre. En el primero de estos relatos del origen del hombre encontramos el mandato creativo de la deidad. “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. La creación del hombre representa, y es, la culminación de todos los actos creativos anteriores. Está conectado inmediatamente a estos actos precedentes como la culminación de la creación, y es distinto de ellos como un nuevo orden de existencia. 2. El segundo relato de la creación del hombre: El segundo y más elaborado relato del origen del hombre se encuentra en Génesis 2:4-35. Fue dado con el fin de que fuera el punto de partida para toda consideración 1 No estoy sosteniendo ningún tipo de dualismo Gnóstico o Platónico, o algo parecido. Simplemente estoy diciendo, como C. S. Lewis tuvo la oprtunidad de decirlo, que fuimos hechos para vivir en dos mundos simultaneamente. específica respecto a la historia personal del hombre. Encontramos aquí un acto creativo dual: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). El primero de estos actos creativos consiste en la formación del cuerpo del hombre del polvo de la tierra y de las sustancias químicas que lo componen. La palabra “formó” encierra la idea de la creación resultante de materiales preexistentes. Al momento que el polvo dejó de ser polvo, existió como carne y hueso y constituyó el cuerpo humano. Sin embargo, este relato nos enseña que en un aspecto el hombre está relacionado con la naturaleza, y que en este aspecto, él es la culminación de reino animal y representa su perfección tanto en estructura como en forma. Pero el elemento distintivo en la creación del hombre se encuentra en la declaración siguiente: “Y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Aquí encontramos una creación única, nueva, no una mera formación. Dios hizo al hombre un espíritu, una persona, un ser consciente de sí mismo y determinante de sí mismo. Por el aliento divino, el hombre llegó a ser un espíritu inmortal. El Origen de la Mujer En Génesis 2:21-23 tenemos un relato del proceso por medio del cual el hombre genérico fue creado en dos sexos. Esta declaración ha sido una fuente de perplejidad para muchos comentaristas y se han sugerido muchas teorías en su afán de interpretarlo. Pablo nos dice que “Adán fue formado primero, después Eva” (1 Timoteo 2:13) Con esto quiso decir que el hombre fue perfeccionado primero y de él Dios tomó aquello con lo que hizo a la mujer. Este hecho fue reconocido por Adán cuando dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2:23). La palabra hebrea que se traduce como “costilla” en el relato de Génesis, no es la traducción más exacta. La palabra original se encuentra cuarenta y dos veces en el Antiguo Testamento y en ninguna otra ocasión se ha traducido como “costilla”. Se traduce generalmente como “costado” o “lados”. El relato bíblico enseña claramente que todo individuo de la raza, incluyendo a la primera madre, tiene su representante antitipo en el primer hombre. Este aspecto genérico de la creación del hombre se presenta no sólo desde el punto de vista físico, sino que forma también la base de la estructura social en la relación matrimonial. Pablo elabora sobre este aspecto del relato de Génesis y nos da uno de los símbolos más significativos y hermosos de la relación entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:23-32). La Unidad de la Raza y su Comunidad de Origen Las Sagradas Escrituras afirman tanto la unidad de la raza como su comunidad de origen. La palabra “Adán” en un tipo fue el nombre de un individuo y de una familia un nombre personal del primer hombre y del nombre genérico de la humanidad. Pablo declara que: “De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hechos 17:26). Con el establecimiento de la primera pareja, la Biblia enseña que todas las razas de la humanidad han descendido de ellos (Génesis 3:20). La evidencia científica tiende a sostener el punto de vista escritural de la unidad de la raza y su comunidad de origen. Entre esta evidencia de apoyo se encuentra: (1) la similaridad de características físicas que se encuentran en todos los pueblos, (2) similaridad de características mentales, tendencias y capacidades, (3) principios similares, básicos a todo lenguaje, y (4) una vida religiosa básica y común con las tradiciones que indican un lugar permanente también común y una unidad de vida religiosa. Se considera como juicio dictado de la ciencia, basado en una riqueza de evidencia acumulativa, que las razas de la humanidad han tenido un punto común de origen en algún lugar determinado, en alguna parte del cercano oriente, probablemente en la Mesopotamia. El Hombre en la Imagen de Dios La “imagen de Dios”—el referente al cual consideramos lo mismo con “semejanza de Dios”—es una expresión difícil de entender con precisión. Ha habido muchos intentos de reducirlos a varios aspectos del ser del hombre o relacionarlo en alguna cualidad particular del hombre como es su naturaleza racional, moralidad, o capacidad religiosa. Otros, como los mormones, sostienen que la imagen de Dios es física. Hay otros que sugieren que la imagen es más relacional en naturaleza, y se refiere a la experiencia del hombre de estar en relación con Dios, con otras personas, y con la creación. Algunos han colapsado el significado de la imagen en la función dada por Dios de gobernar sobre la tierra. Por lo tanto, en esta última apreciación, “imagen” se refiere a la habilidad del hombre para gobernar (ver Gen 1:26; Sal 8:5-6). Cada una de estas perspectivas tiene una contribución que hacer, aunque es dudoso la perspectiva funcional o relacional realmente contesta la pregunta de cómo es realmente la imagen (no que hace). Estas describen, más bien, ciertas realidades que fluyen del ser creados en la imagen de Dios, pero no describen por si mismas tal imagen. La perspectiva substantiva, por largo tiempo sostenida a través de la historia de la iglesia, es la mejor perspectiva en general, pero es tal vez muy estrecha para restringirla al “conocimiento,” “rectitud,” “santidad,” “moralidad” o a nuestra habilidad de pensar racionalmente , etc. Es más bien todas estas y cualquier otra cosa que nos hace en la imagen de Dios, manteniendo, por supuesto, las distinciones necesarias entre la criatura y el Creador Bíblico. (Opuesto al Mormonismo). La Naturaleza Constitucional del Hombre La pregunta surge en la teología en torno a la naturaleza constitucional del hombre. La mayoría de los naturalistas sostienen que el hombre es mónistico, esto es, que él es puramente físico y que no tiene alma o substancia inmaterial en su ser. Esto, en bases bíblicas, debe ser plenamente rechazada, aunque aquellos quienes viven una vida Docética Cristiana, negando ya sea un involucramiento realmente humano en la producción de las Escrituras, o negando el impacto de su humanidad en su propio caminar Cristiano (casi siempre estos dos parecen ir juntos), ellos tal vez harían bien en darse cuenta de las inseparables conexiones ordenadas por Dios que existen entre sus naturalezas materiales e inmateriales. Muchos teólogos Cristianos prefieren una perspectiva tricótoma del hombre, que él es cuerpo, alma y espíritu, donde cada término se refiere a substancias separadas. Esta perspectiva ha sido frecuentemente propuesta en bases de pasajes como 1 Tesal 5:23, Heb 4:12 y Cor 14:14. El problema principal con esta perspectiva, y la razón de que ya no se le reciba bien, es el casi reconocimiento universal de que la Biblia usa “alma” y “espíritu” intercambiadamente (Lucas 1:4647; Juan 12:27; 13:21). Más aún, Marcos 12:30 enlista cuatro aspectos del hombre: corazón, alma, mente, fuerza. ¿Debemos tomar cada uno de estos como constitución de una substancia diferente? Ese no fue lo que Jesús dijo, ni tampoco está en la Carta de Pablo en 1 Tesal 5:23. El punto en 1 Tesal 5:23 y Hebreos 4:12, no es informar a los Cristianos en cuanto a las substancias precisas que forman su naturaleza inmaterial, sino más bien que la santificación debe abarcar a la persona en su totalidad. Tomando toda la evidencia Bíblica en consideración, parece ser que la mejor perspectiva es alguna forma de dicotomía. En cualquier perspectiva acerca del hombre, sin embargo, dos cosas deben ser mantenidas: (1) que el hombre es un ser compuesto teniendo aspectos que son tanto como material complejo así también como inmaterial complejo; (2) que al hombre se le representa en las Escrituras como un ser unificado, así que lo que haga con su cuerpo también afecta su espíritu y lo que hace con su espíritu también afecta su fisiología. De hecho, ambos aparecen estar involucrados en todo lo que hacemos. Esta perspectiva del hombre lo relaciona bien con su Creador que está en el cielo y su encargo aquí en la tierra. También interpreta los datos Bíblicos en una manera que es un poco más consistente con el uso de los términos en las Escrituras (donde dos o más términos se refieren a la misma sustancia incorpórea). Finalmente, dada nuestra cultura actual, es necesario notar que cuando argumentamos acerca de un aspecto inmaterial en el ser del hombre, usando términos como alma y espíritu, no estamos diciendo como tantos lo han hecho en movimientos de la Nueva Era, que todos poseemos a “dios” en nosotros. Lo que decimos es que hay más en nosotros que solamente materia; también que somos seres espiritualmente orientados, creados en imagen de Dios (pero no que somos “dioses” en cualquier sentido). El Estado Primitivo del Hombre Las Escrituras no apoyan el punto de vista evolucionista. Este afirma que el estado primitivo del hombre era de barbarie; y que salió de este estado por un proceso lento de desarrollo a un estado de civilización. En su lugar, la Biblia enseña que el hombre fue creado originalmente en un estado de madurez y perfección. Esta perfección no evitó progreso o desarrollo, sino que debe entenderse en el sentido de una adaptación propia para el fin que fue creado. Por lo que se refiere a la madurez, las Escrituras se oponen de manera inequívoca a la enseñanza que considera al hombre primitivo como compuesto de una condición física un tanto nula y de una mentalidad inferior, formándose para sí un lenguaje propio y despertando gradualmente a los conceptos morales y religiosos. Para los cristianos, el punto de vista escritural relativo a esto, es de decisivo. El relato Bíblico desafía también la hipótesis evolucionista en lo que se refiere a la antigüedad del hombre. En tanto que el evolucionista presupone la necesidad de incontables millones de años a fin de dar paso al desarrollo del hombre, las Escrituras enseñan que solamente fueron suficientes unos cuantos miles de años. Las cronologías aceptadas, por ejemplo, la de Ussher y Hales, difieren un tanto, porque las genealogías en las que se basan son variables. Sin embargo, parece que la creación del hombre en el V y VI milenios antes de Cristo, tal como estas cronologías presuponen, serían tiempos suficiente para todos los desarrollos raciales y lingüísticos, así como para el aumento de población a su nivel presente