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Crónicas del Ángel de la historia

Se permite la copia de uno o de más artículos completos de esta obra o del conjunto de la edición en cualquier formato, mecánico o digital, siempre y cuando no se modifique el contenido de los textos, se respete su autoría y esta nota se mantenga.

En el caso de MANÍ- COMO un joven e inexperimentado psiquiatra visita una casa de reposo, en el campo, que es reputada por un sistema de tratamiento, que se conoce popularmente como el método de la dulzura. Un amigo y colega lo recomienda con el director de dicho establecimiento para ser, él, testigo propio de un método que, según le han dicho, es el paso del mañana en el progreso de salud mental. Sus expectativas llegan a la sorpresa, la admiración y la confusión cuando denota que tras de toda revolucionaria verdad hay un camino lleno de contradicciones. David y Julián ISBN 978-958-49-1660-0 9 789584 916600 O. David Díaz Guzmán. Julián David López Amú. Crónicas del Ángel de la historia: El ocaso de la primavera / Mani- Como. O. David Díaz Guzmán. Julián David López Amú. . Es Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital, Especialista en Filosofía Contemporánea de la Universidad San Buenaventura y Magister en Filosofía Latinoamericana -con Suma Cum Laude- de la USTA; actualmente es docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás de Aquino. Sus campos de investigación versan sobre Filosofía Latinoamericana, teoría crítica y hermenéutica. Como director de teatro adaptó y dirigió las obras Crimen y Castigo, Los Hermanos Karamazov, A Puerta Cerrada, Romeo Y Julieta, y creó y dirigió El Ocaso de la Primavera. Crónicas del Ángel de la Historia hace su primera entrega. En esta ocasión presentamos una obra de teatro y un guión cinematográfico. El ocaso de la primavera es una obra propia del teatro épico que se ubica en la Bogotá de los años 40, y que pretende mostrar de forma explícita las profundas angustias de Juan Roa Sierra –el supuesto asesino de Jorge Eliécer Gaitán-. Es una puesta en escena que le permite al espectador sumergirse en el devenir mismo de la historia nacional, así como adentrarse en la psiquis de su protagonista. Es una pieza que pretende poner en cuestión al espectador, obligándole a mirarse al espejo y con ello lograr que se conmueva, se ría, sufra, sienta compasión, rencor, dolor, amor; que se sienta asesino. Crónicas del Ángel de la historia: El ocaso de la primavera / Mani- Como David Díaz Guzmán. Julián David López Amú. Profesional en psicología egresado de la Universidad de San Buenaventura Bogotá. Experiencia laboral en psicoterapia, individual y grupal, seguimiento, control e intervención en pacientes con enfermedades crónicas, profesional en procesos de reincorporación y reintegración de población victimaria del conflicto armado, valoración psicosocial de personas privadas de libertad y diseño y aplicación de proyectos de investigación desde el método cualitativo. 1 2 Crónicas del Ángel de la historia: El ocaso de la primavera / Maní-como. O. David Díaz Guzmán. Julián David López Amú. 3 Primera impresión, Colombia, enero 2021. Ediciones Angelus Novus Bogotá D.C., Colombia, 2021. ISBN: 978-958-49-1660-0 Impresión. Xpress Estudio Gráfico Y Digital SAS Carrera 69H No. 77 - 40. CP: 111061. Bogotá, D.C. Colombia. Se permite la copia de uno o de más artículos completos de esta obra o del conjunto de la edición en cualquier formato, mecánico o digital, siempre y cuando no se modifique el contenido de los textos, se respete su autoría y esta nota se mantenga. 4 ÍNDICE GENERAL Obertura I ........................................................ 5 Obertura II ...................................................... 16 El ocaso de la primavera................................ 21 Maní-como… .................................................... 87 5 Obertura I Cuestionar los códigos del teatro aristotélico resulta casi una herejía para quienes se anquilosan en los grandes para intentar detener el cauce del río con el dedo meñique. El maestro Santiago García señalaba que la acción teatral se encadena con la fábula, la imagen por supuesto es un guiño a Bertrolt Brech, quien había planteado la idea según la cual “el teatro épico ha de despojar a la escena de su sensacionalismo. Por eso con frecuencia le serviría mejor una fábula antigua que una nueva […] Y si el teatro ha de buscar sucesos conocidos, <<los más adecuados serían por de pronto los históricos>>”1. Acudimos entonces al suceso histórico puesto que es allí donde el teatro agrieta la hermenéutica clásica y establece la comprensión y, por ende, la acción en la colectividad. A saber, unos hombres que comparten perspectivas antagónicas de su vida en ese lazo inquebrantable entre el yo y los otros; en esa angustiosa tarea de hallarme en la alteridad y de tomar postura ante los hechos, ante el Benjamín Walter, “¿Qué es el teatro épico?”, En: Iluminaciones, Editorial Tauros, Colombia 2018, Pág. 138 1 6 drama, la comedia o como gustan decir los estetas del teatro épico: ante la “escena”. Escena en la que fijo la mirada desde la butaca del teatro para entrar en el juego. Gadamer diría a propósito del teatro que: “Su esencia es el juego2 hecho para mirar; la unificación que produce –ser espectador de lo mismo– es una unificación desde la distancia”3 Pero sigamos la pista del maestro Santiago García, quien señalaba que para él la acción teatral “entendida ella como conflicto, o como lo planteaba Aristóteles <<mitos>>, o cadenas de conflictos, que en la jerga teatral se puede definir como fábula, Aristóteles en su poética la llamaba <<alma de la tragedia>>”4. La acción para el dramaturgo se presenta en el marco mismo de la cotidianidad. El arte no hace más que realizar un efecto de extrañamiento de lo obvio. Pareciese como si a los ojos del hombre del común el mundo no fuese más que un juego binario de causa y Entendiendo la amplitud del concepto en alemán de la palabra spiel 3 Gadamer, Hans, “Sobre el Carácter Festivo del Teatro”, En: Hans, Gadamer, “Estética y hermenéutica”, Editorial Técnos, Madrid 1996, Pág. 214 4 García Santiago, “El Quijote”, Ediciones Teatro La Candelaria, Bogotá 2002, Pág. 18 2 7 efecto, negando con ello el pluriverso que contiene la vida, las relaciones sociales, la historia, el pensamiento, lo que somos y no somos. La realidad, entonces, es en sí misma conflictiva. La acción teatral no difiere de la vida misma, por lo cual el conflicto es constitutivo de su lenguaje. Para mí la dramaturgia como escritura, como lenguaje, es la voz que permite seducir al actor, al público y entrar en debate con la historia, con nosotros mismos. Nos llama, nos obliga, nos interpele, nos cuestiona, nos invita a tomar postura frente a su vida, frente a las circunstancias5. vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece siempre posibilidades. El mundo vital se compone en cada instante para mí de un poder hacer esto o lo otro, no de un tener que hacer por fuerza esto y sólo esto. Por otra parte, esas posibilidades no son ilimitadas —en tal caso no serían posibilidades concretas, sino la pura indeterminación, y en un mundo de absoluta indeterminación, en que todo es igualmente posible, no cabe decidirse por nada. Para que haya decisión tiene que haber a la vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expreso con la categoría «circunstancias». La vida se encuentra siempre en ciertas circunstancias, en una disposición en torno —circum— de las cosas y demás personas. No se vive en un mundo vago, sino que el mundo vital es constitutivamente circunstancia, es este mundo, aquí, ahora. Y circunstancia es algo determinado, cerrado, pero a la vez abierto y con holgura interior, con hueco o concavidad donde moverse, donde decidirse: la circunstancia es un cauce que la vida se va haciendo dentro de una cuenca inexorable. Vivir es vivir aquí, ahora —el 5 8 A diferencia de Santiago creo que el teatro debe comprender una armonía entre las ideas, los temas y el desarrollo de las acciones. Es la trinidad del creador de obras teatrales escénicas. Es el arnés que usa y desusa el creador de arte. Por supuesto, para que ello se logre es necesario que la acción sea fractal6, y que sea comprendida como parte constitutiva del elemento tripartita señalado de manera previa. Santiago García relaciona la acción con las “aventuras que aparentemente se suceden por un encadenamiento caprichoso, lúdico, pero aquí y el ahora son rígidos, incanjeables, pero amplios. Toda vida se decide a sí misma constantemente entre varias posibles. Astra inclinant, non trahunt— los astros inducen, pero no arrastran. Vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser libre dentro de una fatalidad dada. Ortega y Gasset, José, “¿Qué es la filosofía y otros ensayos?”, Editorial Alianza, Madrid 2015, Pág. 247, 248 6 El fracto es la imagen en que se coagulan los momentos del proceso del comprender en su determinación comprensiva, interpretativa y aplicativa. Con la comprensión, busca el sentido del texto por medio de la pregunta, y con ello, el centro mismo del texto; con la interpretación a través de la imagen fractal, no olvida que interpretar es conservar el sentido diciendo con expresiones y palabras propias. En este aspecto, la hermenéutica fractal constituye un desarrollo de la propuesta gadameriana de encontrar nuevos géneros y nuevas formas de expresión para mostrar una unidad de sentido Sopó, Á. M. “La hermenéutica Fractal del texto. Fragmentos de una experiencia filosófica”. En: Revista Cuadernos de Filosofía Latinoamericana Universidad Santo Tomás. 2002, 1(86-87), 88-103. 9 que en el fondo están unidas o hilvanadas por un hilo sutil que sería la propia <<deconstrucción>> de los personajes. Es decir, su permanente posibilidad de hacerse y deshacerse, y de esta manera arrastrar la imagen hacia una visión no unitaria, sino fragmentaria de la pieza”7 Acepté la invitación de Betrolt Brecht de realizar un teatro dialéctico. Benjamín nos señala que: “Brecht contrapone su teatro épico al teatro dramático en sentido estricto, cuya teoría formuló Aristóteles […] Así lo que se ha eliminado en la dramaturgia brechtiana es la catarsis aristotélica, la exoneración de las pasiones por medio de la empatía (Einfühlung) con la suerte conmovedora del héroe”8. Mientras que para Santiago la figura del antihéroe es un elemento que se encuentra casi al azar, en mi caso, el antihéroe no es un elemento más, no es producto del azar, nuestro héroe dramático es reflexivo, el sujeto pensante, el sabio, el contradictorio, el lejano hermano de Galy Gay. “Galy Gay, el héroe de la pieza Un hombre es un hombre, no es otra cosa que un escenario de contradicciones que 7 8 Óp. Cit., García, Santiago, Ibíd. Pág. 19. Óp. Cit. Benjamín, Walter, Pág. 140 10 constituyen nuestra sociedad”9. Es aquí, justo aquí, donde irrumpe nuestro hombre, Juan Roa Sierra. El ocaso de la primavera es una obra dramática que se ubica en la Bogotá de los años 40, y que pretende mostrar de forma explícita las profundas angustias de Juan Roa Sierra –el supuesto asesino de Jorge Eliecer Gaitán–. Es una puesta en escena que le permite al espectador sumergirse en el devenir mismo de la historia nacional, así como adentrarse en la psiquis de su protagonista. Es una pieza que pretende poner en cuestión al espectador, obligándole a mirarse al espejo y con ello lograr que se conmueva, se ría, sufra, sienta compasión, rencor, dolor, amor; que se sienta asesino. Quien pretenda encontrar en esta pieza el rigor histórico que proclama el historiador se llevará serias decepciones. Magdalena, la hija de Juan Roa Sierra, tenía 3 años cuando su padre murió. Sin embargo, en nuestra fábula es una niña con consideraciones existenciales y éticas anodinas para un infante. Quien se aproxime a este texto literario encontrará un Juan Roa sierra que discute lo sacro y lo 9 Ibíd. Pág. 139 11 profano, lo metafísico, lo político, lo histórico, lo ético; en síntesis, un “sabio” que reflexiona con su tiempo. Por supuesto, quien lea de manera detallada hallará en Juan profundas contradicciones teóricas en apartados puntuales. Esta es la forma de decirle al espectador que Juan es y no es, que somos y no somos, que el conflicto entre la erudición y la banalidad es la vida. El historiador, el politólogo, el sociólogo, el filósofo, el esteta tomará su abrigo, su sombrero y se marchará de la sala de teatro, o abandonará en el anaquel del olvido este libreto de teatro; y si lo conserva quizás sea por el trabajo de Julián. Puesto que si intenta hallar un saber empírico se encontrará con alucinaciones, reflexiones, análisis, sueños, ficciones y más ficciones. Mi Juan Roa Sierra es una ficción alejada del rigor de lo empírico, alejada de poderlo comprobar. Quizás Juan Roa Sierra también es el autor de esta pieza. Quien se deforma en la historia junto con él, se arma, desarma, cuestiona, grita y calla con nuestro anti héroe. Pues como diría Santiago García el antihéroe “es el personaje que se presenta no como suma de valores arquetípicos de la sociedad, es decir modelo, sino como una especie de saco de contradicciones más de defectos o 12 carencias que de cualidades. De manera que a través de él se puedan construir situaciones o conflictos reveladores de una realidad crítica, convulsiva e inestable” 10. Si usted es él, el hombre de los hechos, está a tiempo de detener la lectura, pues aquí hay historia, literatura, especulación, versos, música, imaginación y ficción11. Pero quien quiera hallar una pieza literaria enteramente ficcional se encontrará con que la obra acude a la historia, la reflexiona, es subsidiaria de discursos históricos verificables que aún susurran violencia. Hallarán ustedes una vez más la idea y el fundamento de la interrupción Óp. Cit. García, Santiago, Pág. 18. Mario Varas Llosa diría en 2010 al ganar el premio nobel de literatura que “La ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad, pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños” 10 11 13 propuesto por Brecht. La obra se puede citar, ella cita y se cita, “citar un texto implica interrumpir su contexto” 12. Actores, directores y público en general deben comprender que el gesto también se cita, “hacer que los gestos puedan ser citados” es una de las ejecuciones esenciales del teatro épico”13, es necesario prestar especial atención a ello. Ya puesto en este tránsito de la narrativa debo expresar mi agradecimiento con Arturo Alape en su texto El Bogotazo: memorias del olvido. Dicha obra me posibilitó pensar los personajes en términos de su personalidad, anhelos, perspectivas, y las relaciones sociales de la época, además de determinar el sentido de la obra. Por supuesto que se articuló con otras voces como la trilogía de Miguel Torres14 y con las lúcidas reflexiones de Gonzalo Sánchez, ellos fueron el pandemónium que tuvo lugar en mi alma. Solo así se explica por qué se encuentran las voces de Jorge Eliecer Gaitán en discursos históricos; o la tenebrosa Óp. Cit., Benjamín, Walter, Pág. 141. Ibíd. Pág. 141 14 La bella trilogía: El crimen del siglo, El incendio de abril, La invención del pasado 12 13 14 voz de Monseñor Miguel Ángel Builes; o la voz bélica de Laureano Gómez; o la voz del diario de Caldas a propósito de Jesús María Cortés, el hombre que salió en libertad luego de asesinar a un periodista; o por qué hallarán la carta que Juan Roa Sierra le envía a Mariano Ospina Pérez; o la forma en que Juan adquiere el revólver; o la cómica escena de Juan en Monserrate con su amigo buscando tesoros escondidos. Hay decenas de elementos históricos que resultaría prolijo mencionar y que los invito a descubrir, gestos nimios y magnos que dan sentido a la pieza. Los recursos fueron entonces la ficcionalización y la historia, en la misma proporción y la misma medida, pero sin olvidar que todos somos ficción en eso amorfo e indefinible que llamamos vida. Así pues, la dulzura literaria contenida en la obra no podría terminar sin un agradecimiento fundamental al Teatro Libre de Bogotá, al maestro Ricardo Camacho, Héctor Bayona y Patricia Jaramillo. También a la contribución indeleble del Teatro La Candelaria con Patricia Ariza y Santiago García mi más profundo agradecimiento por ayudarme a amar este arte desde joven. Esto también es para ustedes, maestros. 15 El ocaso de la primavera es, entonces, una forma de sumergirse en las aguas ferruginosas del teatro épico, para pensarnos en estos ríos de sangre. David Díaz Guzmán. XXX-XI-MMXX 16 Obertura II No me voy a detener en la presunción estética de decir que el cine, si es que cine en las ulteriores páginas se logra, que conforma el final de este volumen, en clave de guion literario, debe ser apreciado y tenido en cuenta como un logro loable a lo que implica escribir algo que pretende ser audiovisual. Maní-como es un ejercicio que se desprende de dos pasiones; a saber, el querer apostar a un ejercicio cinematográfico que dé un paso atrás en tanto recurra a las letras, como fuente primaria, hoy guardadas por siglos, de la literatura; y pensar en la cotidianidad que allí se instauró y que las cámaras pueden representar. Esto con el fin de dar mimesis a la versatilidad del erudito Edgar Allan Poe a propósito de su capacidad para, manifestar en la prosa, lo mucho que entendía la versatilidad de la realidad humana en tanto cotidiana, saturnal y contradictoria: este ejercicio despierta pues la historia de la locura contada por el loco. ¿No es acaso responsabilidad de la razón entender lo que no entiende? Desarrollaré mejor estas consideraciones; por un lado, se me antoja ver, en este ejercicio, un intento de compartir 17 ¿qué? Lo que produce un escrito como obra, en el marco de una fuerza creadora, que lo desea ver en existencias que el autor, por su propia individualidad, dejó en el marco de una propuesta artística concreta; a saber: el cuento. Pero ¿qué produce específicamente? La oportunidad misma de desdibujar lo propio en los pasos de otro autor; de poseer, en la experiencia de la lectura, la oportunidad de abrir nuevos diálogos, nuevos hechos, nuevos dramas y, quizás, nuevas formas de contar una historia del siglo XIX, cuya fuerza es tan diciente que se siente como verdad en nuestro XXI. De allí nace Maní-como, de su padre El sistema del doctor Tarr y del profesor Fether, de la pluma infinitamente brillante de un Poe tan sufrido como genio, y de la traducción de este relato, en la cercana y versátil aptitud del reputado Julio Cortázar. Este libreto no es entonces el afán de llevar a una audiencia a escritos remotos, sino el acercamiento verosímil de un leer en propia voz lo que detallan las letras y dinamiza el luces, cámara y acción. Esta es pues, mi voz abriendo paso al ruido de los reflectores en el silencio de lo literario. En segundo lugar, el relato contiene versiones que ponen en jaque los principios más fundamentales de mi 18 profesión: la psicología. ¿Por qué? Por abordar el asunto en las voces de quienes, a la luz de la razón, no poseen la posibilidad de portar verdad alguna. El relato del norteamericano nacido en Boston produce una fuerza confrontativa y filosa sobre, justamente, esa categoría en respecto a su relación con la psiquis humana: ¿es la verdad el producto de una sanidad mental o la forma más identitaria para justamente señalar, que quien no la tenga, está loco? Ni mi guion adaptado, ni el cuento están en condiciones de responder a semejante pregunta. Sin embargo, es la inquietud que produce lo que genera la necesidad de reescribir esta historia en la problemática de una casa de reposo que, por renovar, renueva cayendo en los vicios propios de lo más tradicional. Esto es, en la reducción de los hechos; en el sometimiento de unos hacia Otros; en el juego lingüístico de una objetividad, que por su naturaleza cerrada se convierte en predecible, y por ello, en el más indicado motivo de burla. No por la intención a la mofa sino por las contradicciones que, en el marco de lo serio, produce la inevitable gesta de lo cómico y por ello, de lo trágico. En otras palabras, esta pregunta, sin responder, se produce porque en esa lectura quien les 19 habla nota que la ciencia juega una vez más a afirmar entender lo que nunca podrá entender a plenitud: el alma humana. Por otro lado, la importancia de mantener el respeto de conservación, a propósito del manuscrito original, en tanto ejercicio de adaptación, me es crucial en cuanto a la amabilidad narrativa que permite la obra originaria y desató la mía, siempre orgánica. Como producto de escritura, esto no es nuevo. Me es ético reconocer esto, ante el y la lectora, antes de que la misma historia empiece. Mi adaptación es un tributo a lo que implica narrar una ficción tan realizable en el mundo del séptimo arte como en el mundo de todo lo cotidiano. Las modificaciones, adiciones y sustracciones obedecen al intento de realizar conexión entre el dialogo del hombre de otro tiempo y las acciones allí halladas aún en este presente. La firmeza con la cual se desarrolla la historia es tan Poe como los giros que me permito yo darle en torno a, hallar en las verdades de su discurso, las verdades de aquello que ni el tiempo borra: el camino del artista como un ser, que con su obrar, procura volver la existencia algo más tolerante para todos. 20 Por esto no es este libreto una invitación abierta a leer el relato original, aunque quien quiera hacerlo bien puede, por supuesto; sino una intención de exponer el impacto que sobre la vida tiene el ir a la literatura en busca de nada y en hallazgo de algo, en este caso particular, una historia que contar. Este guion fue entonces un repaso por la experiencia del tratar al Otro, de dar cuenta que en ese trato nada es lineal, que lo impredecible en los seres humanos está justamente en la condición de ser-humano. Y que la forma científica de ir a estos seres podrá, en el mejor de los casos, aproximarse a las posibilidades mismas de su existencia, pero nunca a la naturaleza misma de esa existencia. Juzgarán ustedes si, al terminar su lectura, estas inquietudes son sufrientemente pesadas como para abordar la versión de una historia, en prosa, en la descripción exegética de algo cuya representatividad más latente es lo audiovisual. No obstante, he aquí en este apartado la oportunidad de dar sentido, en experiencia de autor, de lo que implicó repensarse una creación para crear algo. Julián David López Amú 29-10-2020 21 Obra teatral El ocaso de la primavera David Díaz. A mi hijo, mi más bello Poema A la Literatura de mis días 22 “La historia, como el drama y la novela, es hija de la mitología. Es una forma particular de comprensión y expresión donde, igual que en los cuentos de hadas de los niños y en los sueños propios de los adultos sofisticados, no está trazada la línea de demarcación entre lo real y lo imaginario. Se ha dicho, por ejemplo, de La Ilíada que el que emprende su lectura como relato histórico halla enseguida la ficción, y el que, por el contrario, la lee como una leyenda, halla la historia. Desde historia este punto se parecen de a vista, todos La Ilíada los ya libros de que ninguno de ellos puede eliminar enteramente la ficción. Ya que el simple hecho de escoger, separar y presentar los hechos constituye una técnica que pertenece al dominio de esta”. Arnold J. Toynbee. "La poesía no es una materia estática, sino una corriente fluida que muchas veces escapa de las manos del propio creador. Su materia prima está hecha de elementos que son y al mismo tiempo no son, de cosas existentes e inexistentes” Pablo Neruda... 23 Personajes: Coro: 3 mujeres. Jorge Eliecer Gaitán. Máscara Liberal. Jorge Padilla. Máscara Conservadora Jesús María Cortés. Extraño Pedro Eliseo Cruz. Ignacio Rincón Alejandro Vallejo. Embolador Plinio Mendoza. Magdalena. Juan Roa Sierra. Eudoro Galarza Ossa. Gonzalo Jaramillo. Luis Enrique Rincón Secretaria. Encarnación Sierra. María de Jesús Forero. Umland Gerd. Juez. Fiscal. Máscaras EE.UU. Máscara URSS. 24 ACTO I Se apagan todas las luces del escenario y por los altavoces se oye Bohemian Rhapsody en una versión acústica e instrumental. Acompaña la melodía de fondo la voz de Jorge Eliecer Gaitán. I.I (Sale Juan Roa Sierra acompañado por un coro de 4 personas, cantando) Mama, just killed a man Put a gun against his head pulled my trigger, now he's dead Mama, life had just begun But now I've gone and thrown it all away Mama, didn't mean to make you cry If I'm not back again this time tomorrow Carry on, carry on as if nothing really matters15 Bohemian Rhapsody, EMI Music Publishing, SOLAR Music Rights Management, ASCAP y 8 sociedades de derechos 15 25 I.II (En la oficina de Jorge Eliecer Gaitán) Jorge Padilla: Así que, mi estimado Doctor Jorge Eliecer, has logrado sacar en libertad al famoso teniente Cortés, ¿saben ustedes que el caso fue emblemático? Este pisco, el tal Jesús María Cortés, estaba indignado porque en el diario “La voz de Caldas” se había publicado una nota según la cual este guache de primer nivel, que regía las filas del Batallón de Ayacucho le dio una bofetada a uno de sus subalternos. Pedro Eliseo Cruz: ¿Pero eso fue hace cuánto, ¡ala!? Alejandro Vallejo: Esa nota fue publicada el 10 de enero de 1938, en ese mismo periódico, ¡hombre, Jorge!, ¿dónde has estado? Si esa noticia conmocionó la opinión pública. Jorge Padilla: Bueno, bueno, permítaseme proseguir. La ira del teniente hizo que se portará como lo que es: un chafarote. Pero valga aclarar que él se enteró de lo publicado hasta el 12 de octubre, y envió a uno de los cabos a que le consiguiera un ejemplar de dicha edición. Al ratificar que lo habían puesto en evidencia, este mequetrefe decidió ir al periódico a intentar salvar su honor, y es ahí donde entra Jorge Eliecer y su impecable alegato. Este hombre no solo será el presidente de Colombia, sino pasará a la historia por revolucionar el derecho. El alegato de nuestro querido Jorge fue que él había actuado en defensa de su honor mancillado y que ello, en términos morales, se articulaba con el honor musicales, Escrita por Freddy Mercury…. Toda la obra de arte estará determinada desde esta magna composición 26 militar. ¿Eso también te lo enseñó Ferry en Italia, o es una audacia tuya propia de tu intelecto? (la escena queda congelada) I. III (Al costado izquierdo del escenario se halla Gonzalo Jaramillo, jefe de redacción, sentado detrás de un escritorio, con una máquina de escribir, unos papeles, y unos diarios; al frente de la mesa dos sillas, cuando de pronto entra de forma abrupta el teniente Cortés con el periódico en la mano) Jesús María Cortés: ¡Exijo una explicación!, ¿quién fue el que escribió este exabrupto sobre mí? ¡Exijo una maldita explicación¡, ¿quién es el responsable? ¿Usted? Gonzalo Jaramillo: Buenas tardes, soldado. Jesús María Cortés: ¡Teniente! ¡Teniente Jesús María Cortés! Gonzalo Jaramillo: Mucho gusto, teniente, Gonzalo Jaramillo, jefe de redacción (extiende la mano sin recibir respuesta) Jesús María Cortés: Vengo a arreglar esto como hombres. No quiero actitudes de señorito, impostadas; falsas ceremonias de cortesía, palabras rimbombantes y vacuas en su significado. Quiero que sea la sangre la que limpie el honor que me fue mancillado. Señor mío, lo reto a un duelo (desenfunda el revólver y lo pone sobre el escritorio). Gonzalo Jaramillo: (Visiblemente nervioso) ¡No acepto duelos! Yo soy un periodista; no un hombre de armas, un mercenario. Soy un amante de la verdad y la verdad está 27 en la vida, pues la verdad de la muerte queda para el misterio de las deidades. (corta la conversación y saluda) … ¡Doctor Eudoro Galarza, pláceme en saludarlo! Eudoro Galarza Ossa: Buenas tardes, señores (les extiende la mano a los dos). Jesús María Cortés: Señor, exijo una rectificación por la publicación maligna de su periódico. Eudoro Galarza Ossa: ¿Cuál publicación? Jesús María Cortés: ¡Ah! ¿Cuál publicación?, ¿cuál publicación?, ¿cuál publicación? Esta, Señor (golpea el periódico), esta que afirma de forma calumniosa cosas sobre mí. Ustedes se creen los dueños de la moral pública y no son más que unos mercenarios de la verdad, unos arrodillados del poder, unos manipuladores de la información; pero que les quede muy claro que yo no voy a permitir eso conmigo. Eudoro Galarza Ossa: Tiene, por favor, la amabilidad de sentarse, señor, y conversamos. Cálmese. Jesús María Cortés: No me voy a sentar, ni mucho menos a calmar, oiga usted (lee el periódico) “Caso concreto fue el sucedido la semana pasada cuando el oficial señor Jesús María Cortés dio una bofetada al soldado señor Roberto Restrepo y luego lanzándolo del primer piso del cuartel al patio. El soldado sufrió golpes de consideración”16. Gonzalo Jaramillo: ¿Es verdad o no lo que allí está escrito? 16 Diario la voz de caldas, 10 de enero del 1938 28 Jesús María Cortés: Aquí no vamos a intentar develar qué es la verdad; si es un extremo para hallar lo imposible; o si quizás, no es más que un lugar de certezas que genera confort en el alma de las masas; o si la verdad es una veleta que se acuesta en cama del dueño del capital; o si la verdad es solo el rostro visible de la mentira que abrazamos con tanto regocijo y que aun sabiendo que lo es la necesitamos para vivir; o quizás la verdad no sea una, sino mónadas que son incapaces de comunicarse entre sí, y por ende la verdad son millones de mónadas de confrontar, de conocer y reconocer, de validar e invalidar. Señor, yo solo quiero que se rectifiquen ya mismo, no quiero discusiones sobre filosofía barata, que es lo que les gusta a los comunistas como ustedes. Eudoro Galarza Ossa: teniente, si usted lo que quiere es una rectificación aquí está la máquina de escribir, por favor redacte la comunicación, o dígale a sus superiores que redacten una epístola y con mucho gusto la publicaremos en nuestro periódico, pues no somos secretarios, teniente. (El teniente toma la pistola del escritorio y emite tres disparos sobre Eudoro Galarza, la luz de ese costado del escenario se apaga) I.IV (La escena se descongela, siguen Plinio, Vallejo, Gaitán y Cruz conversando alegremente sobre la hazaña de Jorge Eliecer Gaitán al ganar el pleito y lograr sacar absuelto al teniente Cortés) Jorge Eliecer Gaitán: Fue una defensa excelsa. Logré conjugar el derecho con la moral y desde allí establecer la premisa del honor militar. El proceso fue llevado primero 29 por las autoridades de Manizales, pero ante el temor de que este hecho quedara impune fue remitido a Bogotá, allí me buscaron los soldados que hicieron una colecta para recaudar los fondos para la defensa del teniente Cortés. Mis estimados amigos, esgrimí la tesis de que el señor Jesús María Cortés obró como lo haría cualquier hombre, puesto que cuando la dignidad esta puesta en tela de juicio, no queda más que darle alas al honor y es ese honor la arcilla que posibilita dilucidar lo probo de lo lábil. Es el pundonor del hombre mismo, el mismo que no admite que su honor sea mancillado. Su reacción no fue más que una defensa a una de las condiciones más altas de la humanidad, sus principios y convicciones. Piensen ustedes una cosa, podríamos definir la cuestión así: el honor en términos jurídicos tiene una condición tripartita sine qua non. Para que el honor sea mancillado se requiere un agresor, alguien que violente dicho honor. Por ende, tenemos ante nosotros, entonces, el que fue objeto de la violencia, nuestro segundo elemento del tridente, empero… ¿Cómo saber si el honor se mancilló? ¿Si no es acaso una cuestión hermenéutica de los dos agentes en contraposición? Sencillo. Es el constituyente primario el que dirime el conflicto entre el derecho y la moral. Pues es la comunidad de hombres la que pone las condiciones sobre las que se teje lo correcto de lo incorrecto, lo punitivo de lo pedagógico, lo simple de lo complejo; solo él sabrá si los actos mismos generaron deshonra. (Aplausos de todos en la oficina. Cada uno conversa con los otros en forma alegre, jubilosa. En medio de la reunión Plinio lo toma del brazo y le habla apartándolo de los demás) 30 Plinio Mendoza: Jorge, estoy realmente angustiado, ¿has leído lo que escribieron en el diario del Pacífico? Han dicho que eres un hombrecillo encubierto de los Bolcheviques, que eres un comunista, y que no eres más que un agente de los rojos, del ateísmo, que pervertirás los valores y tirarás por la borda las buenas costumbres y lo que con ahínco han edificado los hombres de bien. Jorge Eliecer Gaitán: (Ríe) “Este movimiento no es personalista sino doctrinario, tiene que terminar el hecho primitivo, el hecho indecoroso para mi patria, ¡que es un gran pueblo! que se le maneje con el irrespeto con que se manejan las bancadas de las haciendas privadas, los hombres colombianos no podemos ser manejados con ese irrespeto, ¡es nuestra dignidad! Que está por encima de los partidos, que está por encima de los cálculos monetarios, que está por encima de las papeletas, porque donde no hay dignidad de hombres todo lo demás está perdido”17… ¿Comunista? ¿Eso es todo lo que tienen que decir los esbirros de la oligarquía? Plinio, ellos enfilan la pluma y disparan mentiras para que sangren los ojos de mi pueblo al leer lo que destila su alma llena de impureza en sus diarios facinerosos. Los oídos de los hombres inocentes oyen falacias en la radio, pero aquí no se trata de ideologías; puesto que, ante el agrietamiento de la oligarquía, ante su paupérrimo y evidente fracaso hemos llegado ante el peligro de esta avalancha humana no por mi nombre, sino por la restauración moral y democrática de la república para aplastar ese monstruo bicéfalo de la oligarquía liberal y conservadora…. Plinio, déjalos que mientan, ¿tienes miedo de que me maten? Si me matan la Discurso de la candidatura Liberal para las elecciones de mayo de 1946, Bogotá 17 31 marea humana hará tricolor la reforma, y llegará a Colombia la fuerza de esta raza…. Plinio Mendoza: Tú sabrás cuidarte, pero piensa bien que debes cuidarte…. Vamos a almorzar y me cuentas cómo te fue anoche en el juicio. Hoy todos los diarios escriben sobre la forma contundente en que lograste llegar al nodo mismo de defender el honor militar. Tu expresión del derecho es maravillosa. Jorge Eliecer Gaitán: Vamos a almorzar, pero te advierto que yo salgo caro. I.V (salen caminando mientras conversan, saludan al embolador, al voceador. Un hombre se encuentra a las afueras de la oficina de Gaitán; camina nervioso, mira para todas partes, parece decidido a hacer algo). Juan Roa Sierra: ¡Doctor Gaitán! (Emite tres disparos. Gaitán cae. Plinio duda en si ayudar a Gaitán o ir tras el asesino. Cruz al ser médico lo atiende. Vallejo mira a todas partes). (Quedan todos congelados y sale un coro de 4 personas Juan Roa Sierra se une a ellos) Is this the real life? Is this just fantasy? Caught in a landslide No escape from reality Open your eyes Look up to the skies and see I'm just a poor boy I need no sympathy Because I'm easy come, easy go Little high, little low 32 Anyway the wind blows Doesn't really matter to me to me I.VI (Hay un comedor con 4 sillas, una radiola, un espejo, dos poltronas viejas, rotas y sucias una a cada costado del escenario) (Juan Roa Sierra está en casa en casa con su madre, Encarnación Sierra; con su pareja, María de Jesús Forero; y su hija, Magdalena) (Suena en la radio un discurso de Jorge Eliecer Gaitán, Juan Roa está en éxtasis oyendo el discurso) (se levanta la madre de Juan y apaga la radio) Encarnación Sierra: Juan, mijo, lleva muchos días en silencio, yo entiendo que conseguir trabajo no es fácil, pero debemos hacer algo, yo ya le recomendé a unos conocidos, tenga paciencia y ruéguele a Dios. Ahora con la conferencia en Bogotá se hace más difícil pero después de que se vayan todas las delegaciones extranjeras y se acabe esta guachafita ya verá que todo regresará a su cauce. Todo es móvil, Juan, la movilidad es el alma misma de la vida que al no ser quietud cava su tumba en el paso indeleble del tiempo, pero también siempre nos deja espacio para crear, recrear y volver a nacer una y mil veces. Piense eso en vez de estar pegado a Gaitán, mijo, mire que son tiempos difíciles. Hoy los sueños se los devora la materialidad, y la dignidad debe ser vendida al patrón que doblega las almas libres y la pone a los pies de la supervivencia, ¡usted ya es un guaimaron, madure, carajo! Juan Roa Sierra: ¿Qué es madurar, mamá? ¿Ah? ¿Acaso usted no sabe que estoy para cosas grandes? (camina y se mira en el espejo) Mamá, ¿a usted no le parece que yo 33 tengo el porte de Gonzalo Jiménez de Quesada o quizás de Francisco de Paula Santander? Mamá, míreme, ¡míreme!, ¡míreme bien! Y se dará cuenta de que algo nos conecta místicamente a nosotros tres; es el río de la historia el que nos puso en este vagón del tiempo para poder hacer cosas grandes (la toma dulcemente por los hombros). Madre, entienda que los designios del tiempo me llaman, es el canto de la aurora que exaltará mi nombre en la arena de la historia, mi nombre será escrito sobre mármol, y quedará tallado para siempre en la memoria de la humanidad. Yo, madre, no nací para ser un simple obrero, ni para mendigar unos centavos, ¿oyó a Gaitán, madre? Yo como él soy un pueblo, y bebo de esta raza indígena que recorre mis venas y pone en su contacto con otros pueblos palabras del castellano en mí. Yo soy un hombre que luchará por la libertad de los pueblos como mi general Santander, ya lo verán. María de Jesús Forero: ¡Ay, Juan! ¡Deje de decir pendejadas! No tenemos para el arriendo, la niña ya no tiene zapatos, tenemos deudas y usted sigue sin trabajo. Al paso que vamos debemos separarnos. Usted sabe, Juan, que el amor dura hasta que el confort de los hombres camina por el placer de lo material, cuando ello se marchita el amor que siempre es interesado, egoísta, envidioso y pusilánime mira a su alrededor y huye como cobarde en tiempos de guerra. ¡Estoy aburrida de su jerigonza, de su poesía sin remedio, de sus delirios de grandeza, de sus sueños anacrónicos, de esa fe suya en su futuro, mientras sus actos en el ahora solo muestran su lado más sórdido, yo ya no veo a un hombre sino a un loco que habla y habla y habla, despierte, 34 estúpido, usted tiene 26 años, ya es un hombre, carajo! (sale llorando) Juan Roa Sierra: Marujita, ¡mi amor!, se lo juro que yo lucho todos los días por cumplirle, por poder traer a casa mis músculos cansados y a fin de mes traer en los bolsillos unos cuantos centavos para usted y para mi hija, pero no se dan las cosas. Yo le pregunto a todo el mundo por trabajo y estos piscos siempre dicen que no, que no hay, que quizás en otra oportunidad, hasta fui a buscar al Doctor Gaitán a su oficina, miré aquí tengo la tarjeta, me pidió que le escribiera una carta al Doctor Mariano Ospina Pérez y no he recibido respuesta de seguro está por llegar. Marujita de mi vida, le prometo que todo saldrá bien, que tendré empleo muy pronto, no se vaya de mi lado, quédese que usted es el aroma de mis mañanas y mi hija la expresión misma del milagro que significa existir…. María de Jesús Forero: Cállese, mentiroso, mentiroso (grita desde el interior de las habitaciones) Mentiroso, lo odio, lo odio, mentiroso. Juan Roa Sierra: ¡Maruja! Encarnación Sierra: Ya, mijo, déjela. Es una situación muy difícil para ella también. Usted debe comprender. Magdalena: (interrumpe) Papi, yo creo en ti. No importa que los gritos quieran callar tus sueños yo estoy contigo, porque amar significa creer y creer implica tener fe, ¿sabes, papi? Sé que pronto me traerás una muñeca. La llamaré Mariana, y entonces, dejarás tu sombrero sobre la mesa y empezaremos a jugar como si esta casa fuese la casa de mis muñecas (lo toma de la mano). Mira, allí haremos, con los muebles de la sala, un parque grande; y en la cocina 35 haremos una piscina, para que las muñecas se puedan bañar, simulando que están vacacionando; en tu cuarto haremos barcos de papel con ese periódico que solo te hace rabiar y diremos que se fueron a conocer el mundo. Después nos tomaremos un vaso de leche muy caliente y yo me dormiré en tu pecho, (él se agacha) no le creas a mi abuelita y a mi mami; yo sí creo que te pareces a Santander, solo te falta el bigote. ¡Te amo, papá! Juan Roa Sierra: Mi amor, ve a la habitación…. (espera que la niña se vaya) Mamá, ¿cuántos héroes caben en un hombre? ¿Cuántos males puede albergar el alma humana? ¿Cuántos ríos del tiempo viven en un hombre? Madre, ¿cree usted que la historia es cíclica? Digo, como ese viejo ensayo de Borges, el mismo que leía yo en esta soledad que me hace delirar, que me hace creer, que me hace odiar, que me hace soñar, caminar, reír, odiar. El general Santander era un hombre de leyes, madre, ¿y sabe qué es la ley? Una regulación de las conductas humanas, de ese egoísmo que llevamos intrínseco. La ley, la fría ley desconoce las pasiones humanas, y eso, justamente eso es lo que exalta Gaitán en su tesis para graduarse de abogado, que las conductas humanas a la luz jurídica no deben ser vistas solamente de forma punitiva. Por el contrario, según él, es la pasión lo que debe estar en la base de la hermenéutica jurídica, entonces, soy Santander porque creo que las leyes nos harán libres, ello me hará huir de las fauces del dogmatismo, del dogmatismo de este tiempo… (se queda unos segundos en silencio) Yo, madre, estoy en esta Atenas suramericana desde donde camino, madre, Gonzalo Jiménez de Quesada fundó una patria, fundó una tierra, y fue allí donde civilizó a esas gentes incultas y nos trajo una religión, una lengua, una patria, madre; yo soy ellos, ellos son yo. 36 Encarnación Sierra: Mijo, en vez de decir tantas pendejadas vaya, cámbiele la cinta a ese sobrero, lustre los zapatos, busque un empleo digno, recupere a su mujer, y viva, viva hoy, porque quien vive en el pasado es presa de sus demonios y quién vive en el futuro es víctima de sus anhelos. Deje de pensar pendejadas, deje de caminar en las nubes, que somos hijos de la tierra y solo aquí, en esta cordillera de los andes, sabremos hacer historia. ¡General Santander!, usted sí que es pendejo, ¿no?, usted no necesita ser como ese general que jamás tuvo lazos de solidaridad con los pueblos hermanos, ni un asesino de los dueños de la tierra, ¡se hace historia siendo Juan Roa Sierra! Juan Roa Sierra: ¡Ninguno entiende, pero haré historia, carajo!, y mi nombre no lo borrará nadie, será como los nombres del arco del triunfo al que todos acuden con admiración. “«El último día de mi vida será el primero en que la Nueva Granada no me verá ocupado de su independencia, de su honor y de sus libertades». «Mi filosofía me hace vivir contento con la seguridad de que el testimonio público y el de mi conciencia, persuaden que he procurado llenar mis deberes»”18. I.VII (Jorge Eliecer Gaitán está dando un discurso, los hombres sentados de espaldas con chalecos, boinas inglesas, algunos con la prensa en la mano agitando sus periódicos, eufóricos de oír al gran líder) (Entre los asistentes está Juan Roa Sierra) “Dos horas hace que ellos desembocan en esta plaza y no hay, sin embargo, un solo grito, porque en el fondo de sus corazones se agolpa la emoción; pero como en las 18 Frases de Francisco de Paula Santander 37 tempestades violentas la fuerza subterránea es mucho más poderosa y esta sabe que tiene el poder de imponer la paz cuando los obligados a imponerla no la imponen. Señor Presidente: Aquí no hay aplausos sino millares de banderas negras que se agitan. Excelentísimo señor: Sois un hombre de universidad y por lo tanto os debe llamar la atención este hecho sin precedentes en la historia de Colombia. Señor Presidente: Aquí están presentes todos los hombres que han desfilado y demuestran una fuerza y un poderío no igualados y; sin embargo, no hay un solo grito. Aquí hay una contradicción a las leyes de la psicología popular. Un pueblo que es capaz de contrariar las leyes de la psicología colectiva es un pueblo que os demuestra que tiene un espíritu de disciplina capaz de superar todos los obstáculos. (Todos se levantan, las antorchas iluminan las caras de los asistentes, ellos giran en 4 movimientos y regresan a sus asientos. Gaitán queda congelado cuando ello ocurre, al sentarse el auditorio sigue con su discurso) Ningún partido en el mundo ha dado una demostración como esta. Pero si esta manifestación sucede es porque hay algo grave y no por triviales razones. Y esto obliga a los hombres universitarios a escucharla y oírla. Somos la mejor fuerza de paz en Colombia. Somos los sustentáculos de la paz en Colombia, y mientras en las veredas y en los municipios fuerzas minoritarias se lanzan al ataque aquí están las grandes mayorías obedeciendo una consigna. Pero estas masas que así se reprimen también obedecerían la voz de mando que les dijera: Ejerced la legítima defensa. 38 Dos horas ha gastado esta gente entrando a esta plaza para colmarla. El comercio ha cerrado sus puertas y le debemos gratitud por este noble gesto. Porque somos fuertes somos serenos. Esta es la significación más exacta de que con nosotros no puede abusarse. Hay un partido de orden capaz de realizar estas manifestaciones para evitar que la sangre se derrame y para que las leyes se cumplan, porque son la expresión de la conciencia colectiva. Yo quisiera que todo el país contemplara este espectáculo. No me he engañado cuando he dicho mi concepto sobre la conciencia popular, ampliamente ratificada en esta manifestación, donde los aplausos desaparecen y solo se oye el rumor emocionado de los millares de banderas negras que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres tan villanamente asesinados. (Gaitán queda congelado, y los asistentes acompañan emulando la canción “We will rock you” con palmas y manos, terminada regresa el discurso de Gaitán) Amamos hondamente a esta patria nuestra y no queremos que nuestra nave victoriosa navegue sobre ríos de sangre. Señor presidente: os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad. Os pedimos que no creáis que nuestra tranquilidad, esta impresionante tranquilidad, es cobardía. Nosotros, señor presidente, no somos cobardes: somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. Pero somos capaces, señor 39 presidente, de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia. Impedid, señor presidente, la violencia. Solo os pedimos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo. En vez de esta ola de barbarie, podéis aprovechar nuestra capacidad laborante para beneficio del progreso de Colombia. Señor presidente: esta enlutada muchedumbre, estas banderas negras, este silencio de masas, este grito mudo de corazones, os pide una cosa muy sencilla: que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como querríais que os tratasen a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos, a vuestros bienes”19. I.VIII (En un lugar lúgubre están Umland Gerd y Juan Rosa Sierra conversando) Umland Gerd (Con acento alemán): Mi querido hermano Juan, hace muchos años vienes a visitarme. Tu espíritu, mi querido Juan, debe estar dispuesto a aprender. Recuerda siempre que el alma de los hombres esta imbuida de pasión, roja es la sangre como roja es la rosa, si el alma del hombre tiene color debe ser roja…. (pensando) Ella está oculta en el misterio mismo de su ser, ¿sabes qué es un ciclo? Una máscara, ¿entiendes, Juan? Los ciclos no son las cosas son el rostro de lo que parecen ser, el ser solo es cuando permanece invariable, cuando el ciclo termina y Este breve discurso conocido como la «Oración por la Paz» fue entonado por Jorge Eliécer Gaitán el 7 de febrero de 1948 19 40 muere debe volver a nacer, pero se debe nacer en las manos adecuadas, quien no cuida con su verbo, prosa, verso y acto ello asesina sin piedad el ser mismo…. Juan Roa: Maestro, gracias a usted aprendí a conversar con mi con conciencia interna, con esa voz que no para de susurrarme discursos grandilocuentes, que me trae maestros de todos los tiempos, que me inspira a besar la blasfemia y a hacerle el amor a la deidad. He pensado en tantas cosas que las ideas se agolpan en la puerta de entrada de mi conciencia y algunas pícaras se van a mi inconsciente, pero estoy decidido a hacer grandes cosas, a cambiar la historia. Maestro, fui a visitar al Doctor Gaitán a solicitarle una ayuda para conseguir empleo (La escena se congela unos segundos. Umland Gerd queda quieto, Juan Roa Sierra pasa al siguiente escenario, allí está la secretaría de Jorge Eliecer Gaitán organizando unos documentos) Juan Roa: Buenas tardes (tímido)… Secretaria: Buenas tardes, señor, ¿en qué le puedo colaborar? Juan Roa: Señorita, mire, lo que pasa es que… yo quería saber si… es decir, si existe la posibilidad de…. En otras palabras ¿es posible? Secretaria: Discúlpeme, pero no comprendo lo que quiere expresar, ¿tiene usted cita con el doctor Gaitán? Juan Roa: Sí. Sí, señora. Secretaria: ¿Su nombre? 41 Juan Roa: Juan Roa Sierra (se retira el sombrero de forma respetuosa) Secretaria: mmmm No veo su nombre aquí. No recuerdo que usted me hubiese agendado una audiencia con él, ni vía telefónica ni personalmente. Juan Roa: No, señorita, mi cita con el doctor Jorge Eliecer es una cita con el destino. El destino es una calle en la que nada falta, nada sobra, todo está en su justa dimensión, como las viejas armonías, pero a diferencia de los cantos de las sirenas que seducen a los hombres con su voz, el destino, es la tragedia misma del hombre de la que no puede escapar, son los Dioses cualesquiera que estos sean los que nos colman de bendiciones o maldiciones. Usted verá si se opone al destino, señorita, déjeme pasar. Secretaria: Respetado señor, el destino es un invento frívolo, en el que solo los hombres mediocres creen tener un sentido para vivir, le ruego que sus reflexiones existencialistas las ahorre para ser disertadas en el Café Pasaje, o en el Café San Moritz donde las palabras se llenan del aroma de los cigarrillos y de las ideas libertarias de los cándidos que no han entendido que la vida no tiene escapatoria, que el infierno son los demás… Así que no tengo tiempo para idealismos, para frases que llevan en sus entrañas ruido. Le ruego que se retire, por favor. Juan Roa: Pero, señorita, usted no…. (Sale Gaitán de su despacho) Jorge Eliecer Gaitán: Señorita, re agende todas mis citas, y por favor, programe ello en orden alfabético. Por otro lado, llame a confirmar si el alquiler del Teatro Municipal 42 se hizo efectivo, además… (gira su cuerpo y mira con extrañeza a Juan Roa) Buenas tardes, joven. Secretaria: Doctor, este joven dice que quiere conversar con usted, pero no tiene agendada una cita, así que le he pedido que se retire, pero ha sido difícil pues ha llegado con discursos cicateros que no son dignos de este despacho. Juan Roa Sierra: No, doctor, soy un liberal de corazón, he asistido a todas sus manifestaciones, creo en su proyecto, creo que el pueblo está a la cabeza de la restauración moral de la patria, lo he visto, mil veces, y cada día me convenzo más de que usted no es un hombre, es un pueblo, un pueblo oprimido por ese monstruo bicéfalo que usted magistralmente ha denominado oligarquía. El hambre, la indignidad, los oprimidos no son rojos y azules. Creo en usted, doctor, y tenga por seguro que esa frase que usted enunció de forma magistral la llevo en el alma: “Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si os traiciono, matadme. Si muero, vengadme”, Doctor Gaitán, cuente conmigo hoy y siempre. Cuídese que son días sombríos. Jorge Eliecer Gaitán: (Sonríe complacido) ¿Sabe, respetado señor? "Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí y la oligarquía no me mata, porque sabe que si lo hace el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal."20 Pero tenga usted claro que "yo no creo en el destino mesiánico o providencial de los hombres. No creo que por grandes que sean las cualidades individuales, haya nadie capaz de lograr que sus pasiones, sus pensamientos o sus determinaciones sean la pasión, la Frase de Jorge Eliecer Gaitán pronunciada en sus discursos en el Teatro Municipal. 20 43 determinación y el pensamiento del alma colectiva". 21 Joven, entienda, el pueblo aparece fenoménicamente cuando se opone al poder dominante, solo allí se instaura lo político y venceremos la política del paradigma. Pero no creo que usted venga a discutir solo de los causes de este movimiento. ¿Qué quiere usted de mí? Juan Roa Sierra: Doctor, quiero… llevo mucho tiempo cesante, estoy sin empleo y solicito su ayuda, yo puedo ser su guarda espaldas, su conductor, el obrero de su casa, su secretario personal, puedo trabajar en la logística de sus eventos, en lo que sea. Doctor, ayúdeme por favor, mi hija me necesita, el amor de mi vida está lejos, mi madre ha dejado de tener fe en mí. Doctor, ayúdeme soy del pueblo. Doctor, yo sé que usted tiene influencia en los ministerios. Jorge Eliecer Gaitán: Esos puestos no los da un hombre probo como yo, ¿acaso usted cree que yo tengo un tráfico de influencias, que hablo y se llega a un cargo público? No, señor, pídale al gobierno, vaya donde el doctor Ospina. Yo ahí no puedo colaborarle. Le ofrezco mis disculpas. Solo puedo decirle que si ganamos la presidencia y nuestras alas nos unen volaremos por este bello manantial en el que cada gota de agua forma lo sublime del espectáculo, tendremos la república que soñaron todos los próceres de la patria. Mire, esta es mi tarjeta, cualquier cosa me cuenta. Discurso de 1946 de Jorge Eliécer Gaitán en el Teatro Municipal 21 44 ACTO II. II.I (Sale Juan Roa Sierra acompañado por un coro de 4 personas. De fondo la esposa y la madre están congeladas sentadas en la mesa) Too late, my time has come Sends shivers down my spine Body's aching all the time Goodbye, everybody, I've got to go got to leave you all behind and face the truth Mama, -wish the wind blows I don't want to die I sometimes wish I'd never been born at all (Juan termina de cantar y enciende la radio, en ella se oyen unas noticias sobre la conferencia panamericana. Al terminar irrumpe la voz metálica de Gaitán. Juan lo oye con frenesí (Pensativo apaga la radio y se sienta en la mesa, su esposa y su madre siguen congeladas) (Juan pregunta desde el comedor de su casa y en otro escenario está Jorge Eliecer Gaitán en su famoso discurso de 194622 en el Teatro Municipal. Las escenas se desarrollan de forma simultánea) Juan Roa: Si la revolución llegara mañana, ¿qué haría el doctor Gaitán? Jorge Eliecer Gaitán: “No estáis en unas elecciones, no gentes de todos los órdenes conservadores y liberales ¡os Discurso pronunciado por Jorge Eliecer Gaitán en el Teatro Municipal en 1946 (todas las intervenciones de Gaitán en esta escena corresponden a ese discurso) 22 45 están engañando las oligarquías! ¡En pie nosotros los oprimidos y engañados de siempre! ¡En pie nosotros los burlados de todas las horas! ¡En pie los nosotros, los macerados como yo! A quien la fortuna y un divino ser del cual ahora me acuerdo me dio las fuerzas para esta batalla ¡En pie vosotros los que sabéis sentir y no tenéis la frialdad dolosa de los académicos! En pie vosotros que yo os juro que en el momento de peligro cuando la orden de batalla haya que darla yo no me quedaré en mi biblioteca. Sabed que el signo de esa batalla será mi presencia en las calles a la cabeza de vosotros” Juan Roa Sierra: Doctor, hay esperanza… Jorge Eliecer Gaitán: “Nosotros hemos leído muchos libros y pasado universidades no así como así a la manera de ellos tenemos una estructura mental que ellos no tienen nos hemos quemado demasiado las pestañas, hemos encontrado demasiados obstáculos y de tanto libro, y de tanto maestro, y de tantas cátedras que no las han tenido hemos sacado solo esto hay una brújula que es nuestro corazón hay algo profundo que es la intuición, aquella divina intuición de nuestra madre superiora la sabiduría, aquel sentir que solo el pueblo tiene aquella sabiduría que no es esquema geométrico sino turbulencia de la biología. Grito del alma, fuego de la especie, creación del ritmo que nos dice dónde está el mañana y que es lo que debemos abominar del hoy y olvidar del pasado. Nosotros lo sabemos con fe honda. Serán engañados si nos atraviesan estos ajedrecistas del cálculo. Candidatos y jugadas y gentes que vienen a convenciones previamente facturadas y preparadas y manzanillos de todo pelambre que vienen a simular una opinión que ellos no tienen gentes que están esperando con el fraude” 46 Juan Roa Sierra: ¿Y si Gaitán es un embaucador? Jorge Eliecer Gaitán: “Se engañan. Yo no sé si también me engañe, pero yo me he recorrido el país, esta gente lo niega, esta gente llega a farsas como la de Barranquilla donde había cien mil hombres donde no hay sino solo dos mil conservadores y después se daban el consuelo de decir que era que los conservadores habían recibido la orden de acudir a mis manifestaciones. Esta gente se engaña y simula. Esta gente no cree en el pueblo colombiano y yo creo en el pueblo colombiano. Y aquí hay algo distinto de la cosa electorera, aquí hay una fuerza colombianista que no quiere dejarse ultrajar en sus antecedentes y en la gloria de sus mayores, aquí hay una fuerza de futuro donde miran los ojos de liberales y conservadores no hacia un socialismo comunismo, pero si hacia una justicia algún alto de justicia. Yo no creo que seáis inferiores y entonces yo digo aquí a vosotros en Bogotá a la gente de todo Colombia no hay sino una solución. A las calles permanentemente si es que en verdad tenéis la potencia de lucha para dar la batalla. Aquí no puede haber más combinaciones aquí no puede haber todo este enjambre de cosa tortuosa. Vamos a ver si el pueblo colombiano es digno de esta campaña. Yo no le digo que me siga, ni digo que quiero ser candidato. Digo que él lo resuelva y si se sale a las calles y si libra la batalla de ahora hasta el 5 de mayo que lo digan en las calles, que lo digan en las veredas, que lo digan en los pueblos, que lo digan en las capitales de departamentos, que lo diga la voz clamorosa de vosotros en Bogotá. Ni un momento de quebranto ante la jugada de los sanedrines. La voz clamorosa de las masas en las plazas y las calles. 47 Ahora sí para terminar: ¡pueblo, por la restauración moral ¡A la carga! Pueblo, por vuestra victoria ¡a la carga! Pueblo, por la derrota de la oligarquía ¡a la carga! ¡Pueblo, por vuestra victoria!” (Se apaga la luz del escenario de Gaitán, la escena del comedor se descongela) Juan Roa Sierra: Fui a ver a Gaitán, madre, pero me dijo que esos puestos no los daba él, sino el gobierno, que le escribiera a Mariano Ospina Pérez, madre, él no me quiso colaborar, ni siquiera me oyó, duré toda la noche ensayando lo que le iba a decir. Gaitán no es más que un verbo dulce con actos de hiena en medio de terneros recién nacidos. Encarnación Sierra: ¡Ay, Juan!, yo no entiendo usted porque le tiene fe a ese señor, usted sabe que la política es el invento de los poderosos para legitimar la dominación del hombre por el hombre. Usted sabe que el poder se esconde tras las leyes y la moral; el poder se embriaga con la vanidad, el interés y el ego de los hombres que viven sin vivir, que aman sin amar, que odian con locura la fraternidad. Gaitán viene de Italia, mijo, allí el fascismo tiró por la borda el anhelo y la esperanza del porvenir, (Se queda pensando) ¡usted si es que es muy pendejo! ¿no, Juan? Escena II.II (A un costado del escenario se halla el alemán en su consultorio, la familia queda congelada, la luz de Gaitán sigue apagada) Umland Gerd: ¿Qué es la muerte, Juan? La muerte siempre ronronea en cada paso que damos; la muerte es la probabilidad de todas las probabilidades, y en ella nos hallamos finitos. Sin la muerte lo bello no sería tal. A saber: 48 lo bello es todo aquello que se agota para renacer, lo bello es como el ocaso de la primavera, ¿recuerdas, Juan? La primavera es como la virtud que pregonó Aristóteles, es el Justo medio. (Piensa) Juan, en el término medio está la virtud, la primavera le sigue al invierno y antecede al verano, a los extremos. Las flores germinan como milagro mismo que solo puede ser expresado por la voz del poeta que hace oda a la primavera… mientras los niños cantan, los amantes vuelven a creer que el ahora es el tiempo del amor, amor que reverdece entre besos, abrazos, entre la complicidad de lo que significa hallarse como causa y azar en la existencia misma. La primavera hace creer en el infinito, la primavera saca a las calles a la juventud que desafía el mundo que los viejos dejamos bajo el ruido insoportable de la guerra… Juan, naciste en la primavera, tu pueblo tiene fe, tiene la esperanza de robar un poco de cielo a los dioses, de hallarse en la bella aurora. (Encarnación se levanta del comedor, entra al consultorio del místico y se sienta frente a él) Encarnación Sierra: Maestro, hace días Juan tiene delirios de grandeza, su galimatías me tiene harta, sus ideas le han hecho creer algo que él no es. Nosotros nacimos de una familia de obreros y moriremos siendo obreros. No es deshonra vivir para trabajar, para saciar nuestras demandas básicas. Nosotros no estamos para meta-relatos, ni discursos grandilocuentes, ni círculos concéntricos que explican la realidad como algo complejo. Juan debe vivir para trabajar, criar a su hija, cubrir sus necesidades, quizás prender la radio y preocuparse por las cosas banales del 49 mundo. El hombre que piensa es un monstruo, un monstruo que deja de lado los sentimientos y se entrega a los axiomas y cree que el mundo es probabilidad, variable, teoría… y, por ende, cree que nada en el mundo es imprescindible y que el amor no es más que un instante fugaz que se debe superar en el ocaso. El hombre racional no entiende que el ocaso de la primavera es solo la memoria de un nuevo renacer, ¡deje de meterle ideas estúpidas y místicas de alemán! Umland Gerd: Si somos seres para la muerte, mujer, y somos conscientes de ello por qué no burlarse de ella abrazando lo sublime. No seamos hipócritas; usted, Juan, Gaitán, todos tienen un demonio egocéntrico que hace que queramos ser Raskolnikov, hombres extraordinarios, todos queremos ser inmortales, que nuestro nombre desborde los papiros de la historia y que la juventud venidera invoque nuestro nombre como consigna de esperanza. Puedo verlo, puedo sentirlo, me lo han dicho desde el más allá, Juan esta para cosas grandes, quizás sea un lógico tan grande que pueda crear el tecnofacto adecuado que cambie el rumbo mismo de la cotidianidad. Mujer, ¿usted es la madre y no cree en él? Sabe usted que lo único que nos salva de esa vieja consigna de Hobbes “del hombre lobo para el hombre lobo” es el amor, lo único que nos mantiene vivos es ello. Juan es un hombre que con amor será un gran empresario, inventor, qué sé yo… no le cierre las puertas del amor, pues ellas son las puertas que conducen a la realidad y no a la inversa. Encarnación Sierra: ¡Malditos alemanes que se inventaron la modernidad y se cagaron el mundo mitopoyético de mis ancestros, sean ustedes malditos, con sus inventos 50 pueriles y su pirotecnia verbal cada vez más lejos del hombre de a pie! (Se congelan, a medida que van hablando cada una se levanta de su silla, la que ocupa en el comedor y van al frente del escenario. Le hablan a Juan, mirando al horizonte, con ternura) Magdalena: Huele guerra. Mi girasol y las margaritas las han desojado los hombres que se creyeron dueños del tiempo y se sintieron solos desoyendo las voces que, como huellas, habían quedado indelebles en alma de la humanidad que desde siempre soñó con la hermandad. Los ancestros han sido condenados al silencio, y el ruido de los monstruos racionales rompe el silencio con lo más soez de la existencia, con teorías que se ufanan de verdad y dominan todo; la flora, la fauna, los dioses, los mitos, el misterio, lo incomprensible. Y se entregan al carnaval de la dominación, y se embriagan con la sangre de la tierra de sus hermanos los hombres, las mujeres, los niños, los abuelos, la juventud. María de Jesús Forero: Pequeño Juan, eres un niño en el cuerpo de un hombre. No es una ofensa, amor mío, es una virtud que conserves tu inocencia, que creas que todos es posible, que rías y juegues, que no sepas que la vida se entrega a esa arrogante materialidad que se confunde con la vida misma y que su ejército de valores va colmando cada espacio de la cotidianidad, del hogar, la educación, la diversión, todo. Todo debe tener un valor, un valor material, un valor para ser usado, para sentirse uno, para hallarse como identidad, como fetiche, que no piensa el sistema. Juan, yo entiendo tus disquisiciones, pero, amor… Nos estamos muriendo de hambre, y de sueños no va a vivir nuestra hija… 51 No sueñes, amor, no sueñes que los sueños desgarran, y quien se deja seducir por ellos quedará atrapado, vivirá a contrapelo… (Juan se levanta de su silla, todas quedan congeladas, una luz roja ilumina a Juan) Juan Rosa Sierra: ¿Quién es Gaitán? ¿Qué quiere Dios para mí? ¿Qué quiere Dios para el destino de esta tierra de monstruos bicéfalos? (Saca del bolsillo una carta y la lee) Bogotá, marzo de 1948. Respetado Doctor Mariano Ospina Pérez. Presidente de la República de Colombia. Ciudad. Excelentísimo señor Presidente de la República. Doctor don Mariano Ospina Pérez E. S. M. Por medio de la presente me permito dirigirme a su Excelencia para manifestarle lo siguiente: es y ha sido siempre el anhelo constante de mi alma el llegar a serle útil a mi Patria, a mi familia y a la sociedad en general, pero, no habiendo podido encontrar el medio propicio para llevar a feliz término este anhelo, me dirijo a vuestra Excelencia porque creo que es y podrá ser la única persona que pueda ayudarme a resolver satisfactoriamente este constante problema de mi vida; y por eso es que, con verdadera satisfacción y alegría me he atrevido a dirigirle este breve mensaje, en la seguridad y confianza de que Su Excelencia no me negará el servicio de concederme una entrevista breve en la cual pueda exponerle el ferviente 52 deseo que me anima de poderle ser útil a mi Patria mediante la instrucción y el estudio. No es ni ha sido mi intención el molestar a su Excelencia para obtener estos favores, y solo lo hago compelido por la necesidad obligante de satisfacer este mi anhelo de estudiar y de servirle a la sociedad en un faro no lejano. Escrito en este día con el deseo sincero de servir. En espera de la grata contestación de su Excelencia me es grato suscribirme como Juan Roa Sierra. C.C 2.750.300 Dirección: Calle 8.ª n.° 30-65, Bogotá23. (Salen de escena el alemán y Gaitán. Juan y su familia se descongelan) (Juan se queda mirándose al espejo, Encarnación Sierra está tejiendo y la niña se queda jugando con sus muñecas en el piso. En la radio se oye un discurso de Gaitán y después la canción “A la carga” del maestro Pacho Galán inicia la escena) María de Jesús Forero: Juan, ¿qué es lo que tanto se ve en ese espejo? Juan Roa Sierra: Si me quedo mirándome fijamente la imagen del General Santander se funde con la mía, aunque en el alba es la imagen de Don Gonzalo Jiménez. Acérquese, Marujita, y verá que es así… Carta de Roa Sierra el presidente Mariano Ospina Pérez, recuperada de: Alape, Arturo, “El Bogotazo memorias del olvido”, Bogotá: Ministerio de Cultura: Biblioteca Nacional de Colombia, 2016, Pág. 856, 857 23 53 María de Jesús Forero: Juan, debemos separarnos. Usted siempre tiene cosas más importantes que yo. Juan, yo lo amaba y di todo por usted, pero usted es un vago, un sinvergüenza, vive como un maldito loco creyéndose dos tipos que dejaron de existir hace años. Juan, ¡está muy viejo para tener amigos imaginarios! ¿Por qué no le dice a su amigo Francisco de Paula que si nos da para comprar una casa? ¡o a Gonzalito que, si fundamos una ciudad que se llame Roaburgo, o Juanland! ¡Idiota, estúpido, imbécil, mentecato, caricato, majadero, sandio, atortolado!… como me fui a meter con una caspa como usted, ¡ushhhh, definitivamente usted es un conchudo, usted siempre será un guache maldito! Juan Roa Sierra: Marujita, ¡no joda más, déjeme en paz! Escena II.III (Sale caminando Roa a encontrarse con Luis Enrique Rincón, tiempo después llega Ignacio Rincón a tomar cerveza) Luis Enrique Rincón: Es usted muy puntual. Mire, aquí está el revólver que es propiedad de mi hermano (le enseña el revólver). Juan Roa Sierra: Creo que este es el adecuado, es justo lo que estoy buscando. ¿Dónde podemos probarlo? Luis Enrique Rincón: El problema es que tiene un solo proyectil Juan Roa Sierra: pues sino hay de otra, probemos con ese. (Disparan el proyectil) 54 Juan Roa Sierra: pues dispara, yo no sé mucho de pistolas, pero esta dispara… (pensando) hablemos del precio… Luis Enrique Rincón: Deme 80 pesos. Juan Roa Sierra: le doy 75. Luis Enrique Rincón: Trato hecho. Juan Roa Sierra: ¿Se deja usted convidar a una cerveza? (pasan a un escenario contiguo, una mesa, música de la época y muchas botellas) Señorita, regáleme dos cervezas… ¿Sabe, Luis? Estoy sacando el pase, mi hermano me ayudará para trabajar de chofer. Mire, esta es la escuela donde recibo clases (toma una tarjeta del bolsillo del saco del vestido). Usted sabe que en Bogotá no hay muchos choferes así que es un muy buen campo laboral. Luis Enrique: Pero qué bueno, Juan, así las penurias del bolsillo se aliviarán muy pronto. El dinero no es la felicidad, pero es una simulación casi perfecta de ella, así que es fantástico. Juan Roa Sierra: Sí, pero soy muy de malas, justo ahora que estoy aprendiendo a conducir me llamaron unos extranjeros, para ir a trabajar al llano, pero ellos requieren que la presencia sea inmediata, pues es una mina de oro y mucha gente se está disputando ello. Usted sabe que eso da mucho billete y pues las oportunidades las pintan calvas, así que debo irme, justamente para eso es el revólver, me piden que por seguridad lleve uno con unas dos cargas. Luis Enrique: Pero ¿no es mejor hacer las cosas al derecho? Es decir, ¿por qué no saca primero el pase y ahí si hace el viaje? 55 Juan Roa Sierra: No, cómo se le ocurre, ¿usted cree que ellos ansiosos por la explotación de la mina de oro, me van a esperar? No, debo ir a hacerme unos pesos –ojalá, quiera Dios sean bastantes- y regresar y ahí si terminar el curso…. Oiga, Luis, pero y lo del revolver qué, ¿Al fin me lo va a dejar en 75 pesos? Luis Enrique: Hágale. (Juan pone el dinero sobre la mesa, en ese momento entra Ignacio rincón) Luis Enrique: Ignacio, este es el hombre que quiere comprar el revólver. Ignacio rincón: Mucho gusto Ignacio Rincón. Juan Roa Sierra: Mucho gusto, señor, soy Juan Roa Sierra. Ignacio Rincón: El revólver está en buenas condiciones, la verdad lo adquirí después de hacer un negocio de un reloj con Jorge Arenas. Juan Roa Sierra: La verdad no pensaba comprar uno. Mi hermano me prestó un dinero para poder tramitar la licencia de conducción, pero se me presentó un viaje urgente a los llanos a una mina de oro y debo ir y para ello necesito ese útil al servicio de la muerte y del miedo. II.IV (María de Jesús forero y Juan Roa Sierra entran cada uno por un costado del escenario. Él entra con margaritas en las manos, ella con un girasol, se hace un rito de amor de miradas, sonrisas tímidas, contemplaciones) 56 María de Jesús forero: Hola… Juan Roa Sierra: Hola… María de Jesús Forero: ¡Qué extraño es no poder estar lejos de ti! Es como si la eternidad no fuese más que una treta para seguir hallándonos una y mil veces en cada una de nuestras vidas. La eternidad, Juan, es muy pequeña para el anhelo que desborda mi alma. Tú eres el horizonte que contemplan mis ojos y el aire que besa la primavera mientras las estrellas celosas dibujan tu sombra en esta vieja Bogotá… Yo miro tu sombra y también la beso mediante versos, la acaricio y cierro los ojos para que ella no se vaya nunca de mí, cuando ella huye es tu aroma mi compañía. Aquí donde estoy percibo cada uno de tus olores, y ellos producen ñañaras24 en mí. Juan, ¿qué es un olor?, dime a qué huele lo que se huele. Dime qué ama el amor. Juan Roa Sierra: No lo sé… son preguntas muy difíciles. No sé cómo describir el olor, el amor ¿tú podrías hacerlo con los colores? María de Jesús Forero: Todos los colores son la primavera que se anuncia en el oriente con el arcoíris. Juan, ¿nunca has pensado que el arcoíris es un regalo de los dioses, que cuidan el secreto del amor, y solo se lo entregan a quienes saben oír sus mensajes? Los colores no están para ser definidos están para que la vida tenga el matiz mismo de poder saber que no todo se puede comprender… Amor, tan solo lléname de palabras porque las palabras son como las flores, solo cuídalas. Tú serás las palabras y yo las flores 24 Sensación de nervios que se expresan en el vientre. 57 y juntos seremos la primavera, que en el ocaso siempre renace, siempre, amor mío. Juan Roa Sierra: (nervioso y enamorado señala de forma incoherente) Las flores y las palabras, Marujita, parecen cantos sordos en un día de invierno. Si las palabras fueran flores, los pétalos rozarían la semántica misma en la que me hallo como descifrando el significado de un mundo cuya convulsión no es más que los demonios que he asesinado. Me interpela, entonces, el filamento como sombra de la fonética en la que la armonía rompe el silencio para tejer el verso mismo en que me siento caminante con sueños perdidos y luces intermitentes, que no logran ser aquello que el sépalo recoge y donde se divisa la gota de rocío y en el que la morfología queda amorfa en el misterio mismo de lo que significan las palabras. Hoy nadie ve las flores, porque la primavera ya no es el refugio de los hombres que miran al horizonte contemplando el detalle. Las flores y las palabras las devoró la fría contemporaneidad, lo útil, lo pasajero, lo que se va y nadie rememora. Las palabas y las flores son un vago recuerdo de lo bello. (Le entrega las margaritas, tímido). María de Jesús Forero: (le entrega el girasol) ¿Quieres un dato curioso? Sabes que sospecho que las margaritas y los girasoles son de la misma familia… Cierro los ojos y veo las viejas sombras que el viajero deja a su paso, el trazo de los sueños del caminante se ata y desata en la agonía y la armonía como símbolo mismo de creer que el mañana es el impulso vívido en el que el cielo se funde con la tierra y no quedan más que palabras para descifrar la 58 inmortalidad de la vida. Si el sueño fuese carne tu cuerpo sería el camino para llegar al rito de perderme en tu piel, de saber que solo allí puedo creer que el viaje del viajero, que el camino del caminante llegó al Edén. Juan, nuestro amor, nuestro caótico amor debe renacer, porque nacer es desgarrarse y hallarse de nuevo desnudo frente a la vida como proyecto, como el proyecto en el que tu tiempo se fusionó con el mío, como esa vieja fusión de horizontes en que no somos más que alteridad. Acaso, ¿amar no es ser otro para otro, en el que el rostro del otro es mi propio rostro? Hoy te extiendo mi mano, compañero mío, mis manos que saben luchar y hacer artesanía; te extiendo mis labios que saben gritar rebeldía y libertad; mis ojos que ven lo nimio y lo magno; mis oídos que oyen versos aún en medio del horror; te extiendo mis ideas con morfología de humanidad; te extiendo mis sueños y los pongo a los pies de los tuyos, para que el sueño sea el hogar que nos prometimos… como aquella vieja melodía: Juan Roa Sierra: (Toma una guitarra y canta) He querido navegar, por tus pechos por tu cuerpo, intentando dibujar el arcoíris en tu cuerpo de mujer, bésame con locura, bésame como ayer, bésame que yo estoy aquí atado a tus demonios ¡oh, mujer! Eclipse Lunar, Luna roja, Carita de gato, Dime, dime. Dime amor. Ayer, soñé contigo amaneciendo, 59 entre lunas del ayer, Soles del mañana, carias sin cuerpo, Besos sin versos, Sexo sin tiempo, Eternidad sin ayer. Eclipse Lunar, Luna roja, Carita de gato, Dime, dime, amor25. Escena: II.V (Sale de escena María de Jesús Forero e ingresa Magdalena con un vestido rojo, zapatos de charol rojos, medias blancas dos colitas, un globo y una muñeca de trapo) Juan Roa Sierra: ¿Sabes, amor mío? hoy 12 de mayo quisiera... (se queda pensando) ... Llegaste para acompañarme por siempre en este tránsito histórico que ato y desato una y mil veces en la dulce magia de tu sonrisa, en la alegría de los versos que brotan de tus labios, en la inocencia de tus actos que llegan a mí como versículos que guían mi vida, mis sueños altruistas, mi condición de humanidad. He caminado por tantos caminos que es difícil recordar el sendero de cada uno. En muchos de ellos hay mil colores, imágenes, sonidos, olores, odios y amores, pero ninguno me reconforta tanto como llegar a tus brazos, pues allí, el mundo parece el sueño del poeta, y, desde hace unos años todos los periplos conducen a tu ser. Es como si cada palabra que emana de ti creará mi mundo. Me recuerda a esa bella figura mítica según la cual el mundo se creó bajo 25 Eclipse Lunar, Compuesta por David Díaz Guzmán. 60 la lectura de un poema de Marduk, pues mi poema sois vos… Magdalena: Papi... aún recuerdo lo que me decías de nuestros ancestros, que para ti El Dorado es una representación más de los peldaños que subimos y bajamos como viajeros que buscan la leyenda de El Dorado en tierras andinas para hallarnos felices. El dorado no era la ciudad por la que mataban los españoles, El Dorado es para ti mi alma y con ella para mí tus sueños. Por eso, debes hacer de ellos una obra de arte que se configurará a medida que se vaya tejiendo con el siempre autónomo hilo de la libertad, con los colores de la justica, de solidaridad, de la creación, la verdad y el amor. Por ello, la única arma que tendrás siempre para defenderte de los agravios, improperios, adjetivaciones, injusticias y demás cosas que traigan las tinieblas serán tus ideas; solo ellas te permitirán hacer el tejido perfecto que irás albergando en tu mente y tu corazón. Esas palabras que me obsequiaste hoy te las presto con amor. Juan Roa Sierra: Qué lindo es haberte hallado en medio de esta difícil existencia, de ser el fruto de un amor que creyó en lo imposible, que dibujó en medio de su juventud el ser que hoy llamamos sin más por tu nombre. Casi bíblicamente eres un David que vence el Goliat de la desesperanza. Hoy recuerdo con tanta emoción aquella noche cuando te tuve entre mis brazos por vez primera, recuerdo que el alma quería salir de mi cuerpo, pero su vía de fuga fueron mis ojos. Lloré de emoción al sentir que eras la extensión de una larga generación de abuelos campesinos que migraron a una ciudad de cielo gris, engalanada con gabardinas y sombreros, y allí entre sueños y luchas la cadena llegó a su cúspide cuando 61 dejaste el vientre de tu madre y te posaste en mis brazos… allí estabas y descubrí que ser padre no es más que el rito de un hito que se funda en la perdida de subjetividad y la unión atemporal de dos corazones que laten al ritmo del amor. Magdalena: Papi, ¿no somos acaso seres de elecciones y a medida que las vamos tomando, las iremos contrayendo? Cada elección tuya será una elección mía, y en ella nos iremos haciendo tú y yo como papito e hija. Recuerda que no importa si la decisión es acertada o desacertada, siempre contarás conmigo para reafirmar tu libertad aun cuando el resultado no parezca favorable. Son ellas, las elecciones, los senderos por los que transitarás. Siempre ejércelas como individuo, jamás por presión social o por el cliché de la moda, o por quedar bien con alguien, pero mis palabras, papito, deben penetrar en tu alma puesto que todo esto es para ti. Yo solo soy tu eterna compañera de viaje en esta existencia, pero eres tú quien con tus manos de artesano labrarás tu futuro y con ello el futuro de la humanidad. Recuerda siempre que no puedes, ni debes, aceptar una injusticia contra ningún ser humano en el planeta -incluyéndote por supuesto-, y que debes luchar sin cesar contra todos los mortales y si es necesario contra todos los dioses por no hacerle daño a nadie... esto me lo enseñaste tú... Juan Roa Sierra: Hoy, quiero contarte que gracias a ti descubrí el secreto que ocultan los dioses de nuestros ancestros y que brotó como manantial de tus labios una fría mañana cuando siendo aún una bebé respondiste a la pregunta: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? – y expresaste con dulzura: - “Feliz”-. Por ello intento que cada día tuyo sea magnifico. Tu frase la uní a mi largo 62 caminar entre la profunda angustia de pensar por sí mismo, entre la aventura de vivir mil vidas en la literatura y de soñar que hallo el asombro en las bibliotecas, y de luchar por dejar un mundo mejor para ti; un mundo donde los conflictos sean el espacio para crecer, donde estemos llenos de conflictos, pero sin violencia, sin suprimir a los demás. Recuerda que hay mil causas que deben ser combatidas; la pobreza, la desigualdad social, el arte, el derecho a ser, pensar y sentir diferente. Magdalena: En los avatares de la historia yo estoy aquí puesta en este tránsito donde todos los caminos se entremezclan, donde el tiempo lleva en su aureola la dulce melodía de nuestros nombres, donde el espacio danza libre en el sueño sin fin de haberte hallado en esta loca libertad que aún no logro descifrar porque sigo sin saber cuál es el camino adecuado para vivir, para ser, para no ser, para estar, porque sigo buscando sin cesar la felicidad que solo llega cuando puedo admirar los frutos de la vida en ese lazo paternal que nos unirá cosmológicamente por siempre. (Sale a Escena Magdalena. Juan Roa Sierra está de pie en el centro del escenario con la mirada perdida en el horizonte) Juan Roa Sierra: Estoy a pocas horas de nuestro arribo a las costas de lo extraño. Terminamos todos juntos explorando las playas de la fascinación, recogiendo las semillas que otrora el mundo pensó, aprendimos las consonantes fenicias y cantamos para aprender las vocales griegas. Mientras entre pirámides y faraones comprendimos los números, la cantidad y la magnitud; aquí en este punto, en estas coordenadas ya estamos más allá de la playa, ya en tierra firme buscamos construir un 63 puerto donde puedan atracar nuestros sueños, y donde los dilemas propios del entendimiento jamás lograrán zanjar el delgado intersticio entre la fantasía y la realidad, la perplejidad de la dualidad puesta en cuestión. Nadaremos por las olas de la historia; que pase entonces lo que tenga que pasar... héroe o asesino, seré víctima o victimario, ángel o demonio… 64 ACTO III Escena III. I (sale Juan Roa sentado en un juzgado, un juez con bata negra un martillo y una balanza, el rostro del juez no es visible. Juan está compareciendo ante el estrado. Quien lo interroga es un fiscal cuyo rostro nunca se ve, siempre está de espaldas) (El escenario contiene tres escenarios simultáneos, a saber: el juzgado, a un costado del escenario una cama, y al otro costado una mesa de cantina) Fiscal: Señor Juan Roa Sierra, ¿es usted gaitanista? Juan Roa: Sí, señor, soy gaitanista de corazón. Fiscal: ¿Por qué? Juan Roa Sierra: Porque el doctor Gaitán comprende que el problema de Colombia no es un tema simple y llanamente bipartidista. Aquí el establecimiento se tomó el poder desde tiempos inmemoriales. ¿Recuerdan a Antonio Nariño y Camilo Torres, la disputa entre comerciantes y terratenientes? O acaso, ¿no han comprendido que aquí el problema no es rojo o azul? El problema aquí es de intereses de clase, de esa clase oligárquica que camina con pies de plomo, pero ¿sabe? La oligarquía es un gigante con pies de barro, y el pueblo, solo el pueblo podrá tomar de nuevo las riendas de la historia, volver a ver el esplendor mismo de sus luchas y aquilatar los sueños en la caja de pandora que esta vez no cerraremos para dejar libre la esperanza…. Fiscal: Y, según usted, este ególatra llamado Jorge Eliecer Gaitán ¿qué ha hecho aparte de agitar a las masas, de 65 poner pólvora en sus palabras y de intentar llevarnos a la anarquía misma? Juan Roa Sierra: Como ministro de educación ayudó a tanta gente, niños, profesores, religiosas. Claro, no iba a salir en los periódicos oficiales. Aquí hay un concubinato entre el poder y la información, pero fue así, señor. Fiscal: ¡Ah! se refiere usted a esas marchas fascistas en que sacó a nuestros niños y niñas a marchar en un desfile que recuerda lo que se vive en Europa: hombres y mujeres formados para la milicia y no para el orden, la moral, y las buenas costumbres. No sabía que usted era fascista. Juan Roa Sierra: ¡No soy fascista! ¡Los gaitanistas no somos fascistas! Fiscal: Ah, ¿no? ¿No trabajó usted en la embajada del Tercer Reich?, ¿no llevaba usted revistas a su casa sobre propaganda del Nacional Socialismo? Juan Roa Sierra: (visiblemente nervioso) Usted miente, miente. Fiscal: En nuestras investigaciones parece ser verdad lo que le manifiesto, pero, señores, vean ustedes cómo el acusado miente, hasta visita a un místico alemán. Juan Roa Sierra: Y eso, ¿qué tiene que ver? Fiscal: Nada, “solo coincidencias”, pero si ustedes no son fascistas, ¿por qué el Doctor Gaitán intentó uniformar a los emboladores y choferes cuando fue alcalde?, “qué coincidencia”. Marchas al estilo fascista, adoctrinamiento de niños, pérdida de subjetividad, uniformidad de la sociedad. ¿Quién es él? Adolfo Benito Jorge Eliecer Gaitán 66 Musilinni Hitler, señores, gracias a la conciencia de este pueblo lleno de gente de bien, lo terminaron haciendo dimitir a su cargo de burgomaestre. O acaso, ¿estoy mintiendo, señor Roa? Juan Roa Sierra: Esa es una interpretación burda de la historia, es una manera demagógica de presentar el devenir histórico de Colombia, por qué… Fiscal: (interrumpe) ¿Y demagógico es también decir que usted compró un revolver? Juan Roa Sierra: eh… ah, eh… Usted, ¿cómo sabe eso? ¿Qué tiene que ver ello con el interrogatorio original? Fiscal: Señores del jurado, ¿recuerdan ustedes cuando Hitler configuró el paramilitarismo en Alemania que llamaron las S.A., las camisas pardas, los grupos de asalto que se encargaban de ejercer violencia sobre el embeleco ideológico que se estaba armando? Su retórica aún persiste, su discurso de espaldas a la humanidad: la homosexualidad como anormalidad, los judíos como enemigos, los intelectuales como farsantes del ser, los gitanos puestos en la guillotina de la razón, los comunistas juzgados de la misma manera como ellos juzgan, los libres pensadores puestos en prisión so pretexto de la verdad, los periodistas obligados a la propaganda y la universidad reducida al monólogo del adoctrinamiento político… Ellos, que cumplieron “tan loable” labor al servicio de la muerte, fueron citados en la noche de los cuchillos largos y fueron asesinados todos, incluido Röhm, el homosexual amigo de Hitler, que fue traicionado por éste último… Así se fundan las SS. Señor Juan Roa, ¿usted hará lo mismo que Hitler le hizo a Röhm?, ¿usted matará a Gaitán? Así es como operan los fascistas, como cronos, se devoran ellos 67 mismos, devoran lo mismo que ellos inventan, como la pintura de francisco de Goya. Juan Roa Sierra: ¿Usted insinúa que yo compré el revólver para matar a Gaitán? Señor, permita expresarle que no es verdad, yo compré el revólver porque tengo un viaje. Fiscal: ¿A quién se lo compró? (Juan Roa pasa al siguiente escenario: una mesa de cantina, una botella de licor, copas. Bebe nervioso, a su lado un hombre está sentado de espaldas al público, de fondo suena El tango de la muerte de Calos Gardel) Juan Roa Sierra: ¿Sabe usted si las armas son el vehículo del odio? ¿Sabe usted si cuándo cegamos la vida de alguien no es en el fondo deshonrarnos y matarnos a sí mismos, buscando con la bala asesina acabar la maldad humana silenciando la voz del otro, que no es más que la mía, que me interpela y me incomoda, porque me pone en cuestión y me arma y desarma mi existencia?... (Silencio) Seré breve, quiero un revolver para que mi mano pueda guiar mis ideas, mis miedos, mis odios, mis ideales, estaré fuera de toda moral y el ruido del disparo será una epopeya a la libertad. Cuando la bala salga de la prisión de mi arma buscará atracar en el cuerpo del otro, y cuando el depositario de la bala muera la idea que hizo que la bala saliese rauda por el espacio cobrará su libertad mediante el silencio de ese otro miserable. Extraño: ja, ja, ja. Salió poeta y asesino, qué extraña combinación. Juan Roa Sierra: ¡Yo no soy un asesino! 68 Extraño: Ah, ¿no? Dígame, usted, ¿qué hombre decente carga un revolver, sale de su casa, alista las llaves, la billetera, su sombrero, el paraguas, y guarda un arma como un utensilio de la cotidianidad? Juan Roa Sierra: Es solo para defenderme, son tiempos difíciles. Yo soy un hombre de bien, no quiero matar a nadie… Extraño: Si, sí, sí, eso dicen todos los que llevan en sus labios la muerte, y en sus manos la sangre del prójimo, “yo soy decente”. El otro es el bárbaro, siempre hay una justificación para violentar a otro, pero nunca una para decir que el hijueputa es uno. Juan Roa Sierra: No tengo porque discutir mis convicciones éticas con usted. Usted es un hampón y yo un hombre decente que solo quiere protegerse. Extraño: ¿Es que acaso un hombre decente va a salvarse invocando la ayuda de nosotros, los rufianes? Ja, ja, ja, ja. “Convicciones éticas”, que linda es la palabra, la palabra es un instrumento para mentir. Juan Roa Sierra: (lo interrumpe) ¿Sabe qué? Creo que fue una mala idea, no debo estar aquí. Usted quiere equipararme con usted y estamos a millares de distancia en términos morales. Me voy. Extraño: (Lo Toma del Brazo) Tranquilo, Tranquilo, tengo un lindo bebé: una Smith & Wesson, negra, (apunta con su dedo índice a juan) Suena delicioso, ¡Boom, Boom, Boom! y misión cumplida 69 Juan Roa Sierra: Esa, esa me gusta, he oído mucho de ella, esa es la que necesito. Extraño: Tranquilo, nene, el precio es 200 pesos, es traída directamente de los Estados Unidos. Juan Roa Sierra: No tengo ese dinero ya, pero si usted me la deja a crédito, yo se la pago en 10 cuotas. Extraño: No, mi estimado amigo, no quiero terminar usando esa misma arma contra usted, aquí es plata en mano y culo en tierra, viejo… Haga el esfuerzo, se lleva una joya que podrá hacer que los hombres de bien como usted se defiendan de nosotros los guaches, “carachas”. Juan Roa Sierra: no me alcanza… lleguemos a un acuerdo. Extraño: ¡Bah! Estoy discutiendo con un arrancado. Si no tiene plata no joda. Aquí no es un hogar de beneficencia pública. ¿Cómo quería pagarme? ¿A picos, maricón? (Se levanta para irse, Juan lo toma del brazo) Juan Roa Sierra: Espere, hombre, espere. Tengo 75 pesos… no tengo más, pero si usted me da plazo yo consigo lo que falta. Extraño: Ja, ja, ja, ja con esa plata no consigue nada, ¿por qué mejor no se compra una pistolita de madera y juega al vaquero en el Oeste? (Se levanta para irse, da tres pasos y gira como recordando algo) Tengo una pistola, pero está muy cascada… no es muy efectiva, a veces se traba y cuesta cerrar el tambor, pero digamos que sirve para algo no tan serio, la saca de su gabardina y se la enseña. Juan Roa Sierra: (La mira con fascinación. El extraño sale de escena) ¿Puedo yo ser Gaitán? ¡Ey, tú, negro Gaitán!, ja, ja, 70 ja (Apuntando con el arma hacia el frente) Dizque el adalid de los pobres, ¿recuerdas cuando fui a tu oficina a pedirte empleo o una beca para estudiar abogacía? y tú indolente dijiste que esos puestos no los dabas tú sino el gobierno. “Escríbale al Doctor Mariano Ospina Pérez”, me dijiste con frialdad. (Piensa, su mirada al frente, el revólver en sus manos apuntando al horizonte). Gaitán el demagogo, el embaucador, el señor de la palabra, el adulador de las masas, el señor de señores, el caudillo… ja, ja, ja… Gaitán, te admiro. Atrapaste los sueños del pueblo y los hiciste verbo, los hiciste estallar como relámpago en el firmamento celeste de este cielo que vigila la doliente Colombia… pero a mí, a mí, a Juan Roa Sierra no lo engañas. Yo soy el heredero de mi general Francisco de Paula Santander; la reencarnación de Gonzalo Jiménez de Quesada, y no voy a caer en el ardid de tu plan, en la vieja treta de usar a los pobres como trampolín para alcanzar el poder, para embriagarte de él, para sumergirte en las ferruginosas aguas del deleite de sentir que te adulan, que se postran ante ti, por la suave y dulce tentación de la corrupción. Te seduce la pompa y la gala que distancian a la oligarquía de tu pueblo, es lo que anhelas, anhelas sentirte el príncipe de los príncipes. Tu aire mesiánico seduce, pero ya no me convence… me dejaste solo… Prometes el tan anhelado cielo de los pobres y señalas a la oligarquía con dedo inquisidor como la fuente del pecado original. Pretendes expulsar a los mercaderes del templo de mi Colombia, y haces eternos soliloquios. Parece como si el canto de las sirenas fuese tu metálica voz. Eres el poeta de los pobres y serás la desilusión de las masas… Gaitán, ya no sé si te odio o te admiro. 71 (Vuelve a levantar el arma y apunta al horizonte, gritando 4 veces Gaitán, por cada vez que grita sale un hombre con gabardina y sombrero. El primero lleva una máscara roja; el segundo, una máscara azul; el tercero, una máscara blanca y una bandera norteamericana; el cuarto, una máscara negra y una bandera de la Unión soviética. Juan después de ello se sienta de nuevo en la mesa y bebé unos tragos, las máscaras se aproximan a la mesa y lo abordan) Máscara Azul: “En Colombia se habla todavía del partido liberal para designar una masa amorfa, informe y contradictoria. Nuestro basilisco camina con pies de confusión y de inseguridad, con piernas de atropello y de violencia, con un inmenso estómago oligárquico, con pecho de ira, con brazos masónicos y con una pequeña, diminuta cabeza comunista pero que es la cabeza”26 Máscara Roja: Nosotros somos liberales en el discurso y godos en la cotidianidad. “Los días que vivimos son malos. Gravísimos peligros amenazan a la Iglesia y a la Patria si el liberalismo comunista gana las elecciones de junio venidero. En nombre de Cristo y de la Iglesia recordamos a nuestros amados diocesanos que no pueden votar, so pena de pecado mortal, por candidatos liberalizquierdistas, porque estos son hostiles a la Iglesia; y que todos los que aman su religión y no quieren verla perseguida y destruida, es decir, todos los católicos de nuestra grey, están en la obligación, igualmente so pena de pecado mortal, de votar por candidatos que garanticen la defensa de los derechos de Dios y de la Iglesia, y con éstos los de la Patria y la libertad”27. 26 27 Discurso de Laureano Gómez. Pastoral de Monseñor Miguel Ángel Builes. 72 Máscara Azul: “El liberalismo es un error religioso, filosófico, social y jurídico, que consiste en proclamar absoluta independencia o autonomía del hombre. Es un sistema religioso porque secunda en el orden político, una secta, el racionalismo o naturalismo, y lucha contra la iglesia, que se interpone en su camino, siendo, en el fondo, el vetusto, racionalismo pagano”28. Máscara Roja: “Prepárense pues nuestros amados hijos para enfilar, no en los ejércitos izquierdistas que diabólicamente prepara, dirige y extiende por toda la tierra el espíritu del mal, sino en las Derechas que defienden a Dios contra el demonio, a la verdad contra el error y al bien contra el mal.”29 Máscara negra EE. UU: El águila extiende sus alas y vuelan al sur, en sus patas lleva el viejo pergamino que sentencia que América es para los americanos, nosotros somos la civilización que hará de sus materias primas los productos industriales que generan el estereotipo del progreso. Juan, nosotros estamos inquietos, algo extraño pasa en Bogotá… no es normal que sus policías se vistan como soldados prusianos y que el hombre del que todos hablan lleve en su verbo el fascismo y en sus manos un comunismo exacerbado. La democracia moderna es nuestra, y el Estado Nación que se funda con la guerra nace con nosotros. Tengan ustedes muy claro que, si nuestras ideas se ven amenazadas, no permitiremos que los soviéticos avancen ni un milímetro en esta América. Es más, Juan, ustedes deberían estar agradecidos con 28 29 Pastoral de Monseñor Miguel Ángel Builes. Pastoral de Monseñor Miguel Ángel Builes. 73 nosotros. No pueden negar que el norte de México y ahora sur de los Estados Unidos es civilizado, culto, democrático y digno de ser puesto en los libros de historia, que nuestros banqueros son hombres de negocios que han ayudado a que el cauce político y económico transite de forma adecuada. ¿Te acuerdas de Cornelius Vanderbilt, William Walter? Claro, uno que otro tiro, uno que otro bombardeo, pero siempre a nombre de los valores de la civilización democrática. ¿O es que no te parece un acto altruista el hecho que mediante la Enmienda Platt nosotros podamos siempre intervenir en estas repúblicas bananeras que no saben aún distinguir entre el jefe de la tribu y una institución? Piensa, por ejemplo, a propósito de estas republiquetas, lo desperdiciado que estaba el canal de Panamá. Nos tocó administrarlo para que la fuerza de la industria llevara de mar a mar el aroma del progreso. Juan, hemos salvado de la debacle a Haití, República Dominicana, Cuba, Puerto Rico, Honduras, México. Hemos llevado hombres maravillosos como Anastasio Somoza. El comunismo ronronea tu país… ya tenemos 24 intervenciones en este continente… Mátalo, Juan. Mátalo. Harás un servicio a la patria, Juan, serás un héroe... Máscara negra URSS: Ay, Juan, el cielo de los trabajadores, la patria obrera es una ficción, un paraíso que soñó el hombre desde tiempos inmemoriales. Nosotros enarbolamos las viejas banderas de algo que sabemos que es imposible. Todos queremos que las alas de hielo vuelen muy cerca del sol incandescente y no se derritan, pero la patria de los trabajadores no resuelve las voces malignas del alma humana... Ya ves cómo la idea bella terminó siendo un campo de concentración de quien 74 piensa diferente, un cese de las libertades individuales, una miserable masificación, una invasión de la Europa del Este, el absurdo de que cada acción deba estar al servicio del partido, del camarada, del líder supremo, de la cárcel, de la ideología... América Latina quedó en manos del imperialismo norteamericano y no hemos podido avanzar. Pero Gaitán es un pequeño burgués, quizás si lo matas, Juan, llega el paraíso de los trabajadores, y todos se entregan al frenesí de la muerte, de la revolución. Tendríamos una emulación de octubre de 1917 (Todos dicen al unísono: mátalo, Juan, mata a Gaitán, mátalo, mátalo, mátalo) (Juan intenta huir, pero ellos hacen un círculo, Juan con el revólver en la mano tiembla, el grito desesperado: “nooooooooooo”, las luces se apagan y Juan Vuelve al estrado) Juez: Señor Juan Roa Sierra, podría usted relatar ante este despacho qué se encontraba haciendo la tarde del 9 de abril de 1948, día en que fue asesinado el Doctor Jorge Eliecer Gaitán. Juan Roa Sierra: Estaba en casa con mi madre… Fiscal: ¿Estuvo todo el día en casa de su madre? Fiscal: Sí… Fiscal: ¿Esa noche no se quedó usted con su esposa en casa? Fiscal: No. Fiscal: ¿Por qué? Juan Roa Sierra: Marujita y yo estamos separados. 75 Fiscal: Comprendo. ¿Quién podría matar al doctor Gaitán? Juan Roa Sierra: Y yo, ¿qué diablos voy a saber? Fiscal: Especulemos… ¿o es que al ser usted el autor material del magnicidio es incapaz de concebir la idea de que otro pudo hacerlo? Juan Roa Sierra: Señor, le ruego que no haga aseveraciones tendenciosas. Yo no fui. Yo soy un gaitanista de corazón. Fiscal: Entonces, responda a mi pregunta. Juan Rosa Sierra: El doctor Gaitán tiene tantos enemigos como seguidores, ¿sabe? Con el mismo ahínco con que lo defienden también hay hombres desde las sombras dispuestos a matarlo. Algunos quisieran matarlo por demagogo, consideran que no es más que un hombre de verbo dulce con piel de oligarca. Otros podrían creer que está al servicio de los rusos y que liquidándolo se evapora el fantasma del comunismo. Otros creen que dio en el blanco cuando comprendió que la oligarquía no es más que la dueña de este paisito… o quizás un loco con ínfulas de héroe…. El panorama es tan amplio que es difícil saber. Fiscal: ¿No es acaso usted el idiota que se cree Santander o Jiménez de Quesada? Juan Roa Sierra: (Se apagan las luces) Yo no soy ningún idiota, no lo soy, no lo soy, no lo soy, no lo soy, no lo soy. Maldito pusilánime, idiota, que no comprende el ser de lo que soy. No soy un idiota, no soy un idiota (Juan despierta en su cama, sudando) 76 (sale María de Jesús Forero) María de Jesús Forero: ¿Qué es ese escándalo, Juan? Juan Roa Sierra: Marujita, ¿cierto que yo no soy ningún idiota?, ¿cierto que yo soy el tiempo de la historia y el espacio de la geometría?, ¿verdad que un hombre incomprendido siempre es un héroe? Marujita, ese fiscal es un idiota… un estúpido (Ríe) (María de Jesús Forero le da una cachetada) María de Jesús Forero: Juan, otra vez su jerigonza, otra vez sus palabras sin fundamento. Si usted entendiera que el mundo de hoy es de evidencias; la prueba calla el argumento, y el argumento se doblega ante la medida de todas las cosas. Hoy todo se mide; se mide el mundo, se mide el espacio, se mide la vida, se mide todo, ya no hay tiempo para soñar, pero si usted quiere soñar sueñe con un maldito trabajo, sueñe con un sueldo, sueñe con salir de las naguas de su mamá, sueñe con que se cure usted de esas alucinaciones que hasta loco parece, sueñe con una familia que le permita vivir la primavera. Juan Roa Sierra: Otra vez con la misma desesperanza. Su voz es una emisaria de lo sórdido, y sus manos son las que portan el látigo de la maldición, y sus ojos tienen el imperio de la indiferencia… Maruja (Lo interrumpe) María de Jesús Forero: No, amor… No… calla… no pelees más. Solo abrázame, déjame refugiarme en tu alma y permíteme tomar tu mano para saber que hoy es mañana, y que el mañana no se quedó en el ayer, y que el ayer es la memoria que roba sonrisas. Amor, deja que mis manos acaricien tu corazón y que mi voz sea quien 77 pregone eternidad… Perdóname. Solo estoy desesperada por dinero… Juan Roa Sierra: … Ay, Marujita… III.II (Hay neblina. Colgando del techo del escenario aparece el símbolo de los rosacruces, una imagen vívida del Mohán, un cofre lleno de monedas, el símbolo del Nacional Socialismo y las máscaras) (Juan Roa Sierra se encuentra en Monserrate, el frío penetra en sus huesos, él conversa con su amigo Quintero, empero el personaje nunca se ve, solo se oye al interlocutor conversar) Juan Roa Sierra: Qué frío tan terrible. Subir a Monserrate a las 3 de la mañana no es muy agradable que digamos, pero yo también creo que aquí hay tumbas de hombres muy ricos que quisieron poner todas sus riquezas en este suelo santo… He soñado mucho con encontrar un tesoro. Dios sabe que yo tengo los mismos méritos que los señores adinerados de la ciudad, quizás mi vínculo con los muertos es para volver a anclarme en la vida. La muerte y la vida tienen su dialéctica indeleble, su cauce. No siempre hablan los vivos, pues son los muertos los que me envían señales, todos los días, Quintero, Hermano, me dicen que yo saldré de pobre y que mi nombre será grabado en la memoria de la humanidad. Quintero: Ya, Juancho, deje de decir pendejadas. Más bien abra bien esos ojos, en esta noche de plenilunio es muy posible que oigamos al Mohán tocar su guitarra (Se oye un bunde tolimense) … ¿Lo escucha, Juan? ¡Es el Mohán, es el Mohán! Carajo, seremos ricos… 78 Juan Roa Sierra: Pero, hermano, yo no oigo nada… además, si bien es cierto el mito es una explicación válida de la realidad y bella en su composición misma, pues es poema popular. No por ello se debe creer que es verdad en su totalidad, quizás el mito sea racional en su abstracción, pero no es un tema fáctico. Quintero: ¡Cállese, Juan!, lo va a espantar. Mire, el Mohán es un viejo chiquito de Barba muy larga, mujeriego, buen bebedor y amante del buen tabaco. Él siempre llega con piedras preciosas y si su alma tiene el resplandor adecuado él le entrega muchas piedras preciosas, ¡así que aliste su mochila, hermano! Juan Roa Sierra: Pero yo no veo, ni oigo nada, y no es una cuestión de escepticismo, yo sé que el escepticismo es una serpiente que se devora a sí misma por la cola, que cae en el mismo axioma que prejuzga como falso, pero se lo juro que mis sentidos no perciben nada. Además, está haciendo mucho frío… vámonos de aquí y si quiere venimos más tarde y escavamos, que yo sé que aquí debe haber oro de conquistadores. Recuerde usted que don Gonzalo Jiménez de Quesada fundó Bogotá muy cerca de aquí, y ahí sí nos haremos ricos es una labor ardua, pero sé que podemos. Quintero: Juan, ¡cállese! ya la guitarra no se oye, yo creo que el Mohán dijo, para qué le doy riquezas a un pobre huevón como ese. Juan Roa Sierra: ¡Yo no soy ningún Huevón! Huevón usted, tan viejo y trayéndome a ver dizque al Mohán. Mire, eso es lo que pasa cuando uno no comprende los misterios mismos de la existencia. 79 Quintero, en vez de pensar pendejadas debería unirse a los rosacruces. Nosotros somos una orden fraternal, somos millares por el mundo, silenciosos, sigilosos, comprendemos que las posibilidades son múltiples y en lo múltiple se haya la totalidad; totalidad que se expresa como unidad pero que se comprende en sus partes. Cada parte es entonces millares de posibilidades en las que se sumerge la vida… pero el hombre simple, el hombre del común no puede comprender ello. Por eso acudimos a nuestra herencia ancestral, a conocimientos guardados celosamente por los grandes esotéricos de la humanidad. Ellos potencian nuestras facultades y ahí nos hacemos uno con el universo. Quintero: Juan, ¡deje de ser tan pendejo, usted si habla mucha carreta!, ¿de qué está hablando? la polita le está haciendo como daño para la cabeza. Juan Roa Sierra: Hombre, hágame caso. Mire, cada miembro de los rosacruces recibe instrucciones de cómo funcionan las leyes cósmicas, en ellas están inscritas las leyes naturales y por supuesto las de nuestro universo. Yo creo que el universo es infinito y aunque nadie lo comparta creo que es así. Ya sé que usted estará pensado que esto es una religión, y quizás sí, quizás no. Lo que sí le puedo garantizar es que ello tiene unas concepciones filosóficas bien fundamentadas. Por ello es que nosotros consideramos que esto es Metafísica, nosotros hayamos las causas primeras y las desgranamos en las disciplinas básicas: biología, psicología, sociología, historia, economía. Quintero: Y si esto es así, ¿usted por qué sigue siendo el mismo vaciado de siempre, el mismo hombre que solo 80 vive de ideas sin un peso en el bolsillo y fracasando en cada empresa que emprende? A mí no me meta en sus cuentos de loco, en sus supersticiones, en sus ideas de gitano loco. Juan Roa Sierra: (Ríe tranquilo) Sí, eso dicen ustedes, pero no es así. Se ha puesto a pensar, Quintero, ¿qué pasa con nuestra alma cuando uno muere? El alma al ser la vida misma progresa, pero el progreso del alma se va dando a medida que vamos reencarnando. Siempre reencarnamos en alguien mejor, en alguien que la historia puso allí para transformar la humanidad –claro, solo si usted es consciente de ello-. Yo, por ejemplo, soy la reencarnación del General Santander y de Gonzalo Jiménez de Quesada, por eso ustedes creen que soy un hombre fracasado, porque no tengo empleo y no tengo dinero, pero es que mi alma esta para cambiar la historia, no para nimiedades. Esta reencarnación borrará de la historia todos los nombres menores y pondrá el mío en el panteón de los hombres más probos de la historia. Quintero: ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja hace falta ser muy pendejo uno en la vida para creerse ese cuento. Juan Roa Sierra: No es un cuento, hombre, entienda. Mire, el hecho de que seamos albañiles no nos hace con menores capacidades para comprender el mundo. Mire, Dios no es una persona, a saber: Dios no es unipersonal, Dios es la mente universal en la que todos estamos, y estaremos de forma atemporal. Todos estamos allí y él nos cobija a todos con su manto de sabiduría. Dios está en todas las partes de la totalidad, puesto que él es ello. Quintero: Ah, Gran pendejo, ya llegó el alba y yo oyendo toda su verbosidad sin sentido, sin camino, siempre 81 palabras que conducen a la locura. Mi mujer dice que si yo sigo poniéndole cuidado a usted terminaré en Sibaté como su hermano, pero la verdad, Juancho, es que quiero que ambos salgamos de pobres y así cuando usted entre a la universidad se le quitarán esas ideas sin fundamento y tendremos la vida que nos merecemos. Juan Roa Sierra: Cuando encontremos las tumbas llenas de tesoros todos los que dudaron de nosotros alguna vez pavimentarán las calles con sus elogios, edificarán nuestra personalidad con sus alabanzas y nuestras palabras serán la voz a la que todos siguen. Ese dinero nos hará los amos y señores, nuestras rodillas jamás estarán de nuevo puestas en el piso, y Magdalena, mi hija, se sentirá orgullosa de su padre. Yo me dedicaré a los negocios, pero lo primero que haré será comprarme un buen vestido, un sombrero y un ramo de rosas para mi amada. III.III (Sale Encarnación Sierra. Se está poniendo un velo negro sobre el rostro, cuando en la radio se oye la muerte de Gaitán, el grito desgarrador de la ella diciendo “-Juan, Nooooo”-) (Sale María de Jesús Forero y Magdalena. María peinando a su hija, se oye la misma noticia en la radio y ella la abraza diciendo: “Ay Dios mío, Juan, ¿qué hiciste?”) (Ambas escenas son simultáneas) III. IV Máscaras: (Empiezan a arrojar monedas sobre él. Juan gira en círculos feliz de ver la riqueza) Juan, el gran capital se hace a 82 costillas del trabajo humano, y se aprovecha de ti, te vilipendia a cada instante y tú debes soportar la ignominia de gastar la mayor parte de tu vida trabajando para que otro tenga la plusvalía que se convierte en capital y tus sueños ya no importan, solo importa sobrevivir…. Entonces, ¿por qué no retar a la moral y matar al demagogo, al populista, al charlatán?, Juan, Juan, Juan, salva la patria. Mátalo (a un costado del escenario en hilera las 4 mascaras quedan de espaldas por donde saldrá Gaitán, Juan también de espaldas en medio de ellas) III. V (En el despacho de Gaitán Plinio, Vallejo, Gaitán y Cruz conversando alegremente sobre la hazaña de Jorge Eliecer Gaitán al ganar el pleito y lograr sacar absuelto al teniente Cortés) Jorge Eliecer Gaitán: Fue una defensa excelsa. Logré conjugar el derecho con la moral y desde allí establecer la premisa del honor militar. El proceso fue llevado primero por las autoridades de Manizales, pero ante el temor de que este hecho quedara impune fue remitido a Bogotá, allí me buscaron los soldados que hicieron una colecta para recaudar los fondos para la defensa del teniente Cortés. Mis estimados amigos, esgrimí la tesis de que el señor Jesús María Cortés obró como lo haría cualquier hombre, puesto que cuando la dignidad esta puesta en tela de juicio, no queda más que darle alas al honor y es ese honor la arcilla que posibilita dilucidar lo probo de lo lábil. Es el pundonor del hombre mismo, el mismo que no admite que su honor sea mancillado. Su reacción no fue más que una defensa a una de las condiciones más altas de la humanidad, sus principios y convicciones. 83 Piensen ustedes una cosa, podríamos definir la cuestión así: el honor en términos jurídicos tiene una condición tripartita sine qua non. Para que el honor sea mancillado se requiere un agresor, alguien que violente dicho honor. Por ende, tenemos ante nosotros, entonces, el que fue objeto de la violencia, nuestro segundo elemento del tridente, empero… ¿Cómo saber si el honor se mancilló? ¿Si no es acaso una cuestión hermenéutica de los dos agentes en contraposición? Sencillo. Es el constituyente primario el que dirime el conflicto entre el derecho y la moral. Pues es la comunidad de hombres la que pone las condiciones sobre las que se teje lo correcto de lo incorrecto, lo punitivo de lo pedagógico, lo simple de lo complejo; solo él sabrá si los actos mismos generaron deshonra. (Aplausos de todos en la oficina. Cada uno conversa con los otros en forma alegre, jubilosa. En medio de la reunión Plinio lo toma del brazo y le habla apartándolo de los demás) Plinio Mendoza: Jorge, estoy realmente angustiado, ¿has leído lo que escribieron en el diario del Pacífico? Han dicho que eres un hombrecillo encubierto de los Bolcheviques, que eres un comunista, y que no eres más que un agente de los rojos, del ateísmo, que pervertirás los valores y tirarás por la borda las buenas costumbres y lo que con ahínco han edificado los hombres de bien. Jorge Eliecer Gaitán: (Ríe) “Este movimiento no es personalista sino doctrinario, tiene que terminar el hecho primitivo, el hecho indecoroso para mi patria, ¡que es un gran pueblo! que se le maneje con el irrespeto con que se manejan las bancadas de las haciendas privadas, los hombres colombianos no podemos ser manejados con ese 84 irrespeto, ¡es nuestra dignidad! Que está por encima de los partidos, que está por encima de los cálculos monetarios, que está por encima de las papeletas, porque donde no hay dignidad de hombres todo lo demás está perdido”30… ¿Comunista? ¿Eso es todo lo que tienen que decir los esbirros de la oligarquía? Plinio, ellos enfilan la pluma y disparan mentiras, para que sangren los ojos de mi pueblo al leer lo que destila su alma llena de impureza en sus diarios facinerosos. Los oídos de los hombres inocentes oyen falacias en la radio, pero aquí no se trata de ideologías; puesto que, ante el agrietamiento de la oligarquía, ante su paupérrimo y evidente fracaso hemos llegado ante el peligro de esta avalancha humana no por mi nombre, sino por la restauración moral y democrática de la república para aplastar ese monstruo bicéfalo de la oligarquía liberal y conservadora…. Plinio, déjalos que mientan, ¿tienes miedo de que me maten? Si me matan la marea humana hará tricolor la reforma, y llegará a Colombia la fuerza de esta raza…. Plinio Mendoza: Tú sabrás cuidarte, pero piensa bien que debes cuidarte…. Vamos a almorzar y me cuentas cómo te fue anoche en el juicio. Hoy todos los diarios escriben sobre la forma contundente en que lograste llegar al nodo mismo de defender el honor militar. Tu expresión del derecho es maravillosa. Jorge Eliecer Gaitán: Vamos a almorzar, pero te advierto que yo salgo caro. Discurso de la candidatura Liberal para las elecciones de mayo de 1946, Bogotá 30 85 III.VI (Salen caminando mientras conversan, saludan al embolador, al voceador. Un hombre se encuentra a las afueras de la oficina de Gaitán (las máscaras de espaldas). Juan Camina nervioso, mira para todas partes, parece decidido a hacer algo, se ubica de espaldas en medio de las máscaras). Juan Roa Sierra: ¡Doctor Gaitán! (Las 4 máscaras y Juan giran y disparan al unísono contra Gaitán, mientras Roa corre a la droguería Granada las 4 máscaras se unen a la multitud e incitan a matar a Roa) (El embolador grita –“Mataron a Gaitán”, la secretaría de Gaitán sale gritando desesperada. De los cuatro costados del teatro salen hombres con machetes, revólveres, antorchas, gritando, un caos, un frenesí un dolor popular) (La muchedumbre se congela; dentro de la droguería Granada que se representa como una celda en la que Juan se ocultó cuando disparó hay un coro Juan Roa Sierra canta con ellos). I see a little silhouette of a man Scaramouche, Scaramouche, will you do the Fandango Thunderbolt and lightning, very, very frightening me -Galileo- Galileo -Galileo- Galileo Galileo Figaro, "magnífico" I'm just a poor boy and nobody loves me He's just a poor boy from a poor family Spare him his life from this monstrosity 86 Easy come, easy go, will you let me go? Bismillah! No, we will not let you go -Let him go!Bismillah! We will not let you go -Let him go!Bismillah! We will not let you go -Let me goWill not let you go. -Let me goWill not let you go. -Let me goAh, no, no, no, no, no, no, no -Oh mama mia, mama mia- Mama mia, let me go Beelzebub has a devil put aside for me, for me, for me. III.VII (Arrastran a Juan. Gritos desgarradores por la muerte de Gaitán, antorchas, machetes, gritos, caos total en el teatro completo). FIN 87 Maní–como Por: Julián David López Amú Guion cinematográfico basado en el relato: El sistema del doctor Tarr y el profesor Fether de Edgar Allan Poe31 Ficha técnica. Sinopsis: Un joven e inexperimentado psiquiatra visita una casa de reposo, en el campo, que es reputada por un sistema de tratamiento, que se conoce popularmente como el método de la dulzura. Un amigo y colega lo recomienda con el director de dicho establecimiento para ser, él, testigo propio de un método que, según le han dicho, es el paso del mañana en el progreso de salud mental. Sus expectativas llegan a la sorpresa, la admiración y la confusión cuando denota que tras de toda revolucionaria verdad hay un camino lleno de contradicciones. PERSONAJES. Simón: colega de Adrián y amigo del Dr. Antonio Miranda. Adrián: médico psiquiatra, anfitrión en el Maní-como. Vigilante Mosquera: jefe de personal del Maní-como. Dr. Antonio Miranda: director del Maní-como. Dr. Augusto Nariño: colega y par del Dr. Antonio Miranda. Jennifer: sobrina del Dr. Miranda. Minerva: enfermera - jefe del Maní-como. Concepción: enfermera en el Maní-como. Claudia: enfermera en el Maní-como. Cuentos II, POE. Alianza editorial. Tercera edición. (2010). Prólogo y traducción de Julio Cortázar. 31 88 Eponina: ama de llaves en el Maní-como. Ursula: asistente personal del Dr. Antonio Nariño. Clementina: hermana del Dr. Antonio Miranda y madre de Jennifer. Carlos: enfermero en el Maní-como. Arturo: enfermero en el Maní-como. EXT. ATARDECER. DÍA NUBLADO. Un hombre llamado ADRIÁN (40) está parqueando su auto en un estacionamiento de una gran casa de campo. Cuadra el auto en frente de una gran puerta de madera de dos entradas. Su mirada se fija en dicho umbral cuando de repente su teléfono celular suena, desde el interior de la guantera del carro, Adrián abre el compartimiento con la mano izquierda y con la derecha toma el celular, ve en la pantalla, y su rostro se torna amigable y confiado pues observa que quien llama es alguien conocido; contesta y habla como sigue. ADRIÁN: ¿Aló? (No se escucha la voz que llama. Solo en este momento se podrá saber lo que Adrián dice. No obstante, se alcanza a percibir un sonido acústico e inteligible, el típico ruido que suele escucharse cuando una persona, que no habla por teléfono, intenta escuchar a quien sí lo hace). ¡Ah! Eres tú, Simón, lástima que no viniste. (O.S) (Mientras escucha, del otro lado de la línea, Adrián se desajusta el cinturón de seguridad, abre un poco las piernas y apoya su codo izquierdo en la base de la puerta del piloto dejando la mano, de ese 89 suscrito brazo, disponible y en vocación de masajearse tranquilamente la barbilla mientras escucha). ADRIÁN: Sí, hombre, ya sé que estamos de vacaciones y resulta de un gusto raro visitar una casa de reposo en semejante circunstancia. ¿Pero no visitarías un lugar que resulta distinto a todos los lugares solo por amor a la diferencia? A mí me resulta inevitable (ríe). (O.S) ADRIÁN: Bueno, está bien... soy yo, como tú dices, el que quiere saber de trabajo a todas horas. Déjame mirar qué hay con este lugar. De vacaciones tendré la posibilidad de visitar sin ser molestado como el doc. Vamos, de este sitio se habla en nuestro círculo como la revolución loca que te cura la locura; si hay algo exótico que hacer en estos tiempos para vacacionar ¡presente, te digo! Y te dejo. Estoy mirando la puerta desde que llegué y tu llamada no me deja entrar. Cuando termine de ver estaré de nuevo contigo para continuar nuestro viaje, nos vemos más tarde en el hotel. ¡Cuídate! (Adrián cuelga; se endereza en el asiento; pone su celular en el bolsillo de su pantalón en el costado derecho; se acomoda el cuello de su camisa negra, para ello va acomodando, con su mano izquierda, el espejo del retrovisor; se retoca ligeramente su cabello y sale del auto para ingresar a ese gran portal de madera que da ingreso a la suscrita clínica psiquiátrica). INT, SALA, DIA NUBLADO. (La puerta de madera, en forma de arco gótico y de unos cinco metros de altura por unos siete de ancho, se encuentra abierta. El establecimiento es una vieja hacienda amplia de unas veinte 90 hectáreas totalmente enrejadas. La casa principal permite espacio para la residencia de los pacientes, el ala de los empleados en turno, la recepción, el comedor y la cocina. Por su parte, en la parte trasera hay un vasto jardín con mesas, con sombrilla, y sillas para que los enajenados allí retocen y pasen el tiempo cuando no hay tratamientos y/o intervenciones por hacer. Adrián se encuentra en la sala, un área de unos ochenta metros cuadrados, con suelo empedrado, al estilo de un monasterio en épocas de colonia. Un gigantesco candelabro redondo, quizás del siglo XIX, ilumina con seis potentes bombillos toda la sala cuyo interior es decorado con muebles rústicos, de roble y cuero. Dos sofás de cuatro puestos mirándose de frente, y justo debajo del ya mencionado candelabro, dos sillones grandes y altos, con un decorado gótico y cojinería en cuero, también mirándose de frente y a los costados de cada uno del par de sofás grandes. Estos cuatro asientos forman entonces un cuadrado cuyo centro es una mesa de medio metro de altura, aproximadamente, y sobre ella se encuentran historietas cómicas de súper héroes y vigilantes encapuchados. En la esquina izquierda se halla un tocadiscos, con dos grandes parlantes, y contra la pared del fondo en el cual suena una sonata de piano de Franz Schubert32. En las lateralidades de la sala hay plantas de laurel y eucalipto, que aromatizan de una forma particular la sala, y en las paredes hay dos pantallas de unas cuarenta pulgadas, sin marco, puestas en las lateralidades de la sala, estando esta percepción desde la entrada principal, que van proyectando diferentes obras de arte33. Así mismo, en la pared del Sonata in G major OP. 78, D.894 “fantasie”: I Molto moderato e cantable. 33 Pinturas sugeridas: El patio de los locos de Goya, Fragilidad humana de Salvator Rosa, El navío de los Locos de El Bosco, ojos sobre la mesa de Remedios Varo y los comedores de papas de Vincent Van Gogh. 32 91 fondo de la sala se halla una puerta, de madera gruesa, color café oscuro, doble y de forma rectangular. Brillante por su barniz y oscura por su tonalidad). Finalmente, en la esquina izquierda, entre tanto hay un pequeño mostrador con un guardia, rubio y tan bajito, vestido muy elegante, con uniforme de seguridad que más parece el traje de un lancero condecorado. El guardia tiene una insignia identificadora con el apellido Mosquera allí grabado. Al ver entrar a Adrián se levanta, se le acerca cortésmente, le hace un saludo formal en forma de venia y le recibe como sigue). VIGILANTE MOSQUERA: Tenga usted, caballero, la más cálida bienvenida a la casa de reposo Maní-como. Mi nombre, como puede ver. (Señala su placa identificadora siempre sonriente y mirando a Adrián). No obstante, me temo que hoy no es día de visitas. Deberá usted venir de nuevo el lunes, desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde. (Adrián sonríe tranquila y cordialmente, se siente bienvenido y bien atendido, extiende su mano, hacia abajo, para saludar al caballerovigilante, que tan solo mide un metro cincuenta y ante lo que escucha responde, ambos se corresponden en saludo, con el gesto ya descrito, y una vez se sueltan las manos Adrián habla como sigue). ADRIÁN: Disculpe usted; en efecto, tengo entendido que hoy la clínica no tiene atención al usuario. Permítame presentarme; mi nombre es el doctor Adrián Mahecha. Mi colego y amigo, el Dr. Simón Buenavista, conoce a su jefe y también colega el Dr. A. Miranda. Ambos se conocen, por coincidir en la academia. Tengo conmigo una carta de recomendación del Dr. Buenavista para que su supervisor, y 92 gerente de esta institución, me reciba como si fuera yo miembro de esta casa terapéutica. (Adrián introduce su mano izquierda al costado izquierdo del bolsillo trasero de su pantalón, de allí se ve un sobre negro con membrete, la vara de Esculapio en rojo y blanco. El vigilante abre los ojos y reconoce en ese documento una importante correspondencia, lo recibe con mucha más formalidad aun y habla como sigue). VIGILANTE MOSQUERA: Caballero, permítame usted dirigirme a la oficina del doctor y darle entrega del documento que me acaba de dar. Lo invito a que se siente en la cómoda sala (Señala los muebles) O si prefiere usted disfrutar de las pinturas que proyectan nuestras pantallas mientras llevo su recado. (Abre los brazos, toda su figura forma una cruz cuya sombra se refleja alta y ancha por toda la pared hasta llegar al techo, esto dura poco menos de dos segundos. En ello vuelve a bajar sus brazos y se dirige al doble portal rectangular del fondo de la sala, lo flanquea, no sin antes abrirlo con sus llaves, y desaparece dejando a Adrián esperando. El suscrito se pasea, mira los cuadros con asombro, rodea el área de los muebles y toca la madera, haciendo gestos de aprobación y buen gusto. Finalmente, llega al mostrador que funciona como lugar del vigilante, allí hay una pantalla con diversas imágenes del lugar, que resultan de las cámaras de seguridad, un blog de notas, probablemente para recibir mensajes del personal no autorizado a entrar, un bolígrafo, un café a medio beber en una taza desechable y un pisa papeles de cobre con forma 93 de busto de Horacio Quiroga34). Se abre de súbito la puerta. Sale un hombre de unos cincuenta años, con entradas, pero aun con basto cabello, mitad canoso, mitad castaño, de gafas circulares, bata y traje de paño tras de ella. Lleva una barba que le llega hasta el final de la garganta, de un gris en las raíces y un blanco en sus puntas, y el comienzo del pecho; es el director del centro de reposo, el Dr. Antonio Miranda. El director mira a Adrián, quien se encuentra a su costado izquierdo admirando el busto; el doctor sonríe, mira al vigilante, le hace señas para que se quede quieto y en silencio, se acerca tranquilamente a Adrián, le toma el hombro, este voltea diligentemente la cabeza hacia el doctor, quien está siempre sonriente y afable. Él corresponde a tan calurosa actitud de bienvenida, mostrándole una sonrisa y la mano extendida. Antonio Miranda le responde el saludo y dice). ANTONIO MIRANDA: Sea usted bienvenido, su humilde servidor, se presenta: Dr. Antonio Miranda, nuestro amigo en común me habló de usted, colega. Es un gusto y un honor que quiera visitarnos y conocer de qué forma hemos revolucionado nuestro oficio. Tenga usted a bien acompañarme a la sala contigua y allí conocer en detalle mucho más de lo que su curiosidad está dispuesta a satisfacerle. (Adrián agita la mano, produciendo agitar también la de su interlocutor, en efecto del entusiasmo que le inspira la amabilidad del director. Cuando el termina su saludo, le suelta cortésmente la mano y le habla). 34 Escritor uruguayo. 94 ADRIÁN: Sus formas de recibimiento ya son toda una novedad, mi muy estimado doctor, como, evidentemente ya sabe, mi nombre es Adrián. Disculpe que no ponga antes el “doctor”, estoy de vacaciones. Y ¿sabe? Mi vocación también. Los dos ríen, se estrechan nuevamente, ya en un tono más amistoso y confraterno. El Dr. Miranda señala la puerta, por donde salió, para indicarle a Adrián el camino a seguir. El vigilante Mosquera, silencioso pero atento testigo, abre la puerta decorosamente y con una sonrisa invita a los dos a seguir. Ellos ingresan inclinando sus cabezas y mirando al señor Mosquera, mostrándole gratitud al vigilante; quien cierra la puerta, y menciona una vez cerrada y asegurada. VIGILANTE MOSQUERA: ¡Ah, Esos doctores chanceando dejan de hacer cosas de doctores! ni (Se encoge de hombros y vuelve a su lugar de trabajo). INT, SALÓN DE CULTURA DEL HOSPITAL, DÍA NUBLADO. (Miranda y Adrián entran a un amplio salón, que hace las veces sala de estar, de piso de madera fino y brillante, los pasos se escuchan como suena la percusión peculiar que produce el andar en calzado en este tipo de suelos. Un techo de blanco marfil con iluminación led, en forma de circunferencia, y articulado a la parte interna de esa cubierta superior del establecimiento. La luz tiene una forma circular; diez bombillos en total, cuyo radio cubre todos los límites de la habitación, habiendo una undécima bombilla justa en la mitad del interior de esa circunferencia. Las tres paredes de la habitación, que no corresponden a la pared que tiene la puerta tienen en su superficie estantes, hechos de la misma madera del piso, 95 que forman la impresión de que la habitación, por sí misma, es una amplia biblioteca). Por su parte, los setenta metros cuadrados que componen el área de la suscrita habitación están repletos de libros de distintas formas y colores, de consulta conceptual y literatura. No obstante, la pared del fondo tenía una agradable chimenea, de unos dos metros de alto, empedrada en un gris oscuro y elegantemente rústico; el fuego divide en dos mitades allí el enorme catálogo de libros. Así mismo, en el centro de la habitación hay un piano de cola, negro como la noche. En el oriente se extiende la caja de resonancia, que apunta hacia una sala de cómodos canapés y divanes en tapicería de cuero en cuyo centro se encuentran cinco atriles, con cinco violines y un violonchelo reposado en un diván. Adicionalmente, el occidente, que es mirado de frente por el atril, conserva muebles en igual y exacta posición, con la diferencia, de que en el centro de esta sala hay tamboras, marimbas y un requinto sobre un diván. Ambas salas están cubiertas por dos sublimes tapetes persas, puestos exactamente proporcionales a las áreas de cada una de ellas. Simultáneamente, una chica (24), trigueña, de fina nariz, ojos cafés, pelo castaño y manos con dedos delgados, muy bien aseados y presentados se encuentra tocando el ya mencionado piano. La joven interpreta un bambuco35 y, al sentir a los hombres, se interrumpe y le hace una venia caricaturesca y torpe a Adrián. La joven posee en su rostro un aire melancólico y son sus ropas de un luto conservador y riguroso. Se acerca y habla). CHICA: Dr. Miranda, reciba mis saludos, cuando se dirigió a la sala de la entrada, desde su oficina, vi de lejos la butaca del piano y no pude resistirme practicar un poco. 35 Pueblito viejo. 96 DR. MIRANDA: Descuide, recuerde que este lugar le permite la libre circulación, más aún si está motivada a alimentar el alma… Pero permítame presentarle a mi acompañante e invitado de honor, el D…que diga el señor Adrián. (El Dr. Miranda sonríe y le guiña el ojo a Adrián. La joven con un aire siempre nostálgico y tímido, se presenta). CHICA: Mi nombre es Jennifer, señor Adrián, es un gusto conocerlo. (Extiende discretamente la mano que Adrián toma, solo desde la parte superior de sus dedos, y corresponde al saludo). ADRIÁN. Jennifer, es un gusto conocerla. Qué bien se escuchaba eso que tocaba con tanta atención. JENNIFER: Muchas gracias (Ríe nerviosamente y mira al Dr. Miranda mientras lo hace sin dejar de hablar). Llevo mucho tiempo practicando, el tiempo suficiente como para saber que se ha mejorado y siempre hay cosas por mejorar. (Jennifer cruza los brazos y los pone hacia adelante, su postura es recta y ceremonial, pero el tono de su voz es bajito y nostálgico. Adrián continúa la conversación). ADRIÁN: Siempre que se puede mejorar se mejora. Yo que la escucho la primera vez diría que, si tiene algo que mejorar, es en todo caso muy poco. 97 (Jennifer toma una actitud seria y discreta y de manera muy formal dice). JENNIFER: Muy amable de su parte, le agradezco que le gustara. Ahora, si me disculpan los dos, iré un momento a mi cuarto…Bienvenido, Señor Adrián, espero que su visita cumpla con sus expectativas. (Suspira, gira las pupilas a la izquierda, e inmediatamente hace esto torna lenta y decorosamente, también todo su cuerpo hacia la izquierda, camina hasta el fondo de la habitación, en dirección recta hacia la chimenea. Cuando está por llegar, se va haciendo poco a poco en el costado derecho de la misma, y retira, desde la parte superior, un ejemplar de un texto que tiene en su costado este título: El libro de la arena de J.L.B. Una vez hecho ello, ella empuja su brazo ligeramente hacia adelante, en la altura de la pared con estantes, que tiene en total seis, forma una suerte de puerta secreta que se abre hasta adentro, a lo que parece un pasillo oscuro. Jennifer ingresa, cierra tras de sí, la puerta-biblioteca, y desaparece). Adrián se dirige a la sala donde están las tamboras, de frente le queda la otra sala, el piano en medio, y luego de ello, el contiguo espacio con los muebles e instrumentos ya descritos. Toca, como quien quiere palmar, una de las percusiones, en eso se acerca el Dr. Miranda, quien se siente, siempre sonriente, y se sienta en uno de los sillones. Adrián le da la espalda, no se percata de su presencia, se queda entretenido haciendo sonar aleatoriamente los tambores, abruptamente se detiene y escucha unos aplausos efusivos, se voltea bruscamente y encuentra al doctor, ya de pie, y aplaudiendo). ADRIAN: Es demasiado condescendiente, solo golpeaba sin más. 98 Dr. MIRANDA: Como pudo fijarse en las formas de Jennifer, la condescendencia aquí es un mandamiento. ADRIÁN: ¡Esa sí es manera de demostrar amor al prójimo! (Se voltea graciosamente y toca de nuevo la tambora tratando de emular el sonido de percusión que se suele usar en clásico Stand-up Comedy). Dr. MIRANDA: (Risa jocosa) Nuestro prójimo es el cuidado mismo de la vida. Es bueno encontrar visitantes que notan ese principio de nuestro establecimiento antes siquiera de recibir una verdadera atención. (Mientras el doctor dice esto, mete la mano en el borde del costado derecho del mueble y saca una pequeña campanilla que agita cuatro veces, volviendo a poner en su lugar. Adrián se impresiona y señala con su dedo la humanidad de Miranda mientras este le hace una señal de espera y lo invita a sentarse en el asiento contiguo suyo. Mientras Mario se sienta, se abre la puerta, por donde ellos habían entrado, y surge de nuevo el vigilante, esta vez con esmoquin, y una charola plateada con un estuche rectangular dorado y resplandeciente, al lado de dicho estuche, un encendedor tipo cipo y un cenicero de vidrio. Por su puesto el estuche contiene cigarrillos. Adrián mira sorpresivo, iba a decirle algo al vigilante Mosquera, ahora mayordomo, pero este le interrumpió con un gesto cortés, le presentó una venia y habló como sigue): MOSQUERA: El vigilante debe amansar al invasor con su garrote y relajar al visitante con nicotina. Con el primero se viste de autoridad, con el segundo de frac. 99 (Reverencia de nuevo y sin darle oportunidad a Adrián de decir algo se retira presuroso. El Dr. Miranda enciende un cigarrillo, cogiendo el pucho con la mano derecha mientras con la izquierda, el fuego y pone el cenicero en uno de los gruesos brazos de su asiento, aquel que por supuesto estaba más al alcance de su huésped. Había sacado los elementos de la charola mientras Mosquera hablaba, y tenía el estuche el brazo en donde no se encontraba el cenicero. Cuando Adrián volteó con cara de sorprendido, y con vocación de preguntar qué estaba pasando, se vio a sí mismo en el reflejo del estuche dorado que le ofrecía el médico; notó la expresión ridícula en su rostro, sonrió nerviosamente, tomó un cigarrillo, al tiempo que Miranda cerraba con ruido el estuche y convidaba el Zipo a su compañero con fuego en ristre. Adrián carbura su cigarro con la mano derecha y suelta una bocanada, se rascó un poco la frente, con los dedos de la mano que sostenían el cigarro ya humeante, y habló). ADRIÁN: Es asombroso lo que un lugar como este (Mira alrededor girando la cabeza) ha hecho con la notable chica que acaba de abandonarnos. DR. MIRANDA: No, no…permítame usted, no es ella una paciente, es mi sobrina y como usted se acaba de dar cuenta es una joven encantadora, tanto por su belleza como por su talento. (Adrián sube las cejas, abre los ojos y habla respetuosamente como sigue) ADRIÁN. Estimado colega, dispénseme la imprudencia. Sé que usted sabrá entender la loable causa de mi confusión. La 100 reputación de su casa mental le precede, amigo mío, y al ver a esa muchacha me pareció natural creer que… (En ese momento el Sr. Miranda toma con sus manos los hombros de Adrián, le sonríe, los suelta y dice). DR. MIRANDA: Tranquilo, colega, antes debo yo agradecerle el que haya sido lo suficientemente prudente, ante ella, como para que sea solo delante de mí que se viera reflejada su confusión. Le sorprendería saber la cantidad de inconvenientes que hemos pasado por este tipo de malos entendidos ¡resulta tan difícil, en estas épocas de ciencia, hallar personas cabalmente racionales! Y esa condición no distingue doctor o transeúnte. Claro, esto era antes, cuando estaba en vigencia mi antiguo sistema y se dejaba a los pacientes pasear libremente por las instalaciones de este establecimiento. Cuánto caos, histeria, delirio y desorden promocionaba ello; por eso me vi en la obligación de restringir la movilidad y no permitir, ni el ingreso ni la libre circulación, de nadie en el cual no pueda yo confiar. He allí la necesidad de la recomendación previa de nuestro amigo en común para que su visita se diera en estos exactos términos. (El Dr. Miranda fuma su cigarrillo y lo sacude un poco en el cenicero, Adrián de nuevo arquea las cejas mientras inhala una profunda humarada). ADRIÁN: ¡Cuando estaba en vigencia su antiguo sistema! (Fuma, la ceniza de su pucho se cae en medio de sus piernas sobre el cuero del sofá). Debo asumir entonces que ese famoso método de la dulzura, del que tanto oí hablar, ya no existe. 101 (El Dr. Miranda hace un gesto de “no” girando la cabeza de izquierda a derecha mientras de sus fosas nasales y de su boca sale una importante nube de humo). ADRIÁN: Estoy verdaderamente sorprendido, mi estimado doctor. (El Dr. Miranda apaga su cigarrillo mientras suelta una última cortina de humo y responde, su rostro refleja por vez primera severidad y resignación). DR. MIRANDA: Mi estimado amigo Adrián, nos vimos en la innegociable necesidad de adoptar formas más ortodoxas y convencionales. Eso que usted llamó el sistema de la dulzura (Hace comillas con sus dedos) No nos brindó otra cosa que una cotidianidad llena de inestabilidad y riesgo. Por su parte, mucho me temo que todo lo fascinante, que ha escuchado hablar usted sobre el tema, responde más a las exageraciones propias de la opinión pública. Le puedo garantizar; sin embargo, que el descarte de ese alternativo método se da en tanto hicimos lo más humana y profesionalmente posible para que funcionase. Alrededor de ello me es lamentable que no haya venido usted en sabáticos anteriores (Ríe cortésmente). De esa manera su propio ojo clínico concluiría lo que aquí yo le digo. Supongo de todas formas que está usted al tanto de las características de lo que es hoy nuestra antigua forma de tratar la enajenación mental a saber esa famosa “muletilla” del sistema de la dulzura. (Adrián se percata de las cenizas que antes había vertido en el sofá. El Dr. Miranda nota el descubrimiento de su visitante y con la sonrisa 102 cortés de siempre extiende el cenícero en el borde del reguero mientras el apenado huésped lo barre hasta que cae al recipiente y aprovecha para apagar su pucho ya teniendo tan particularmente cerca el cenícero. El Dr. tiene la deferencia de sostenerlo mientras Adrián hace la acción descrita. Una vez termina vuelve a ponerlo en el brazo de su sofá y en eso Adrián habla). ADRIÁN: No, realmente solo sé el asunto de nombre, realmente me son desconocidas las formas del asunto… DR. MIRANDA: Mi querido Adrián, lo que ahora usted rebautiza como asunto…no consistía en otra cosa que el paciente, como un privilegiado, en tanto todas sus quimeras estaban al servicio de nuestro personal. En otras palabras, nos encargábamos de hacer realidad cuanto delirio tuvieren nuestros locos. Esto nos dejaba en el rol de estimular cuanta fantasía pueda imaginarse y cuanta no pueda también. Los logros terapéuticos, de esta curiosa formula, sugerían una suerte de cura. Permítame comentarle un caso de manera breve, tuvimos alguna vez a una persona que se creía muerta, y por fuera de respirar, hablar y andar como cualquiera, se aseguraba finada y no comía absolutamente nada. Una noche, en compañía de dos enfermeros y una enfermera, ingresamos a su habitación vestidos de negro, con velas y base en el rostro para denotar la acostumbrada palidez cadavérica. Llevábamos con nosotros una cesta con empanadas y vino, nos hicimos al pie del somier de la cama, extendimos un mantel y cenamos mientras comentábamos cuan satisfactorio era el sabor de la comida cuando se está muerto. Así es, comimos simulando ser espíritus hambrientos ¡ja, ja, ja! En cuanto el finado en ayuno sintió el olor, y nuestras aseveraciones sobre la culinaria del más allá le cautivaron, se convirtió en un comensal más. 103 (Adrián inclina su torso hacia adelante, alejándolo del espaldar del sofá, y pregunta interesado). ADRIÁN: ¿Entonces el sistema de la dulzura era simplemente la aceptación de la locura como valor de verdad? DR. MIRANDA: De ningún modo, amigo mío, teníamos tanta confianza en las alucinaciones de nuestros pacientes como en las posibilidades sublimatorias del arte, el ejercicio, la danza, la literatura, los juegos de mesa y esas cosas por el estilo. (El doctor señala con los brazos, ligeramente plegados e inclinados hacia arriba, el alrededor de instrumentos y libros que en la sala ya se han descrito). Nuestra confianza en el tratamiento era tal, que asumimos la locura como el más tratable y genérico de los males. De hecho, esa palabra, y los derivados técnicos que le ha asignado nuestra profesión, estaba terminantemente prohibido usarla. Un detalle, quizás de alto significado pese a no mencionárselo antes, era que nuestra dulzura incluía que cada paciente supervisaba y cuidaba a sus pares tanto como sus pares a él lo cuidaban. Depositar semejante grado de responsabilidad en un delirante equivale, amigo mío, a ganarse su afecto en cuerpo y alma. Además de esta manera nuestro presupuesto se veía absuelto del sueldo de un número importante de enfermeros y gendarmes. (Adrián, en el colmo del interés que produce el morbo, cruza sus piernas poniendo su pie derecho sobre su rodilla izquierda, mientras apoya su codo sobre el brazo derecho de su asiento y se manosea, con la mano derecha, su mentón). 104 ADRIÁN: ¿No aplicaban ningún castigo físico o, en cuyo caso, la punición del encierro? DR. MIRANDA: En muy raras ocasiones, en realidad, cuando alguien entraba en un acceso demasiado iracundo, le encerrábamos en una habitación cuya ubicación y forma de abrirse y cerrarse solo conocía el personal. Esto ocurría hasta entregar a la persona a sus parientes o cuidadores; nuestra filosofía terapéutica involucraba no tener nada que ver con la enfermedad mental que solo se remitía a la violencia como síntoma de base. (Adrián se acomoda extendiendo de nuevo sus piernas, poniendo su espalda en el espaldar del asiento y sus brazos sobre sus muslos). ADRIÁN: Y entonces en el presente todo esto ha cambiado… ¿considera dicha modificación una decisión loable? (Miranda masajea, de abajo hacia arriba, con su mano izquierda la parte inferior de su barba). DR. MIRANDA: Sin duda, era un sistema que, si bien provocaba nuevas formas de tratar la enfermedad mental, como ya le dije, el grado de responsabilidad y cuidado desbordaba la capacidad y paciencia del más docto. Esto hizo que hoy, ninguna casa terapéutica lo adopte, al menos hasta donde he podido yo saber. ADRIÁN: Debo decirle, mi estimado Dr. que estoy sorprendido. Daba por revolucionario su método. Y en torno a ello imaginaba este lugar como el inicio de una nueva etapa en nuestro oficio. DR. MIRANDA: Usted es joven, amigo mío, un honorable novicio en estos menesteres, con el tiempo la experiencia le dirá 105 cuál es el juicio más acertado y cuál no. Reciba este consejo de perro viejo: no crea nada de lo que oye y solo la mitad de lo que ve. No cabe duda de que el entusiasmo de las masas le han generado falsas expectativas sobre lo que somos y hacemos en este lugar. No obstante, no quisiera defraudar su curiosidad, después de invitarle a una excepcional cena, le haré un recorrido detallado por el lugar que me permitirá exponerle un enfoque terapéutico del que, tanto colegas como pacientes, han convenido es maravillosamente mejor del que ha escuchado usted hablar. Es una lástima que nuestro amigo en común no viniese para conocerlo también…. ADRIÁN: Recuerde, Dr. Miranda, que nuestro Simón es todo un bribón; solo hace lo que le place y ciertamente no fue hoy de su placer nuestra compañía. Pero dígame ¿es suyo este enfoque del que habla? DR. MIRANDA: Me enorgullece decirle que lo es…a lo menos en cierta medida. Pero posterguemos los detalles de esto. Permítame observar que se acerca la hora de la cena. (Se levanta Miranda mientras dice esto). me gustaría en estos momentos que viera a mis pacientes; empero considero prudente que primero atemperemos sus nervios con buena comida. Tenga la bondad de ser primero mi comensal y luego mi colega. (Adrián, halagado por tanta deferencia, se levanta en gesto de condescendencia y agradecimiento. Miranda acude a la parte posterior de la sala y activa la misma compuerta-estante que hace un rato habría accionado Jennifer. La entrada se visualiza oscura con el doctor en el marco de la misa señalándola y mirando a su invitado en un gesto que 106 indica un “por favor, después de usted”. Adrián ingresa en dicha oscuridad seguido de su anfitrión). NOCHE, INT, CORREDOR. (Todo es oscuro, los pasos de Adrián se escuchan con eco, detrás de sí se oye la voz de Miranda). DR. MIRANDA: Ponga sus manos al frente, dé trece pasos y al sentir un gran portón de madera toque tres veces; tenga la bondad. (Adrián, con la psicorrigidez propia del médico, sigue la instrucción y al tocar la suscrita puerta se abre e ingresa con el Dr. Miranda siguiéndole los pasos). NOCHE, INT, COMEDOR. (Adrián llega a una habitación, con forma ovalada de unos trecientos metros cuadrados, con un gran candelabro de luces eléctricas en la mitad de un amplio comedor circular. El piso es de baldosas blancas y negras que se intercalan, como un enorme tablero de ajedrez. En ambas lateralidades del gran salón hay ventanales de un metro y medio de altura por quinientos centímetros de ancho, en forma de arco y con barrotes diagonales antes de los cristales y sin cortinas. En cada arco hay dos candelabros, de medio metro, con una vela blanca, en baldosín negro, y una negra, en baldosín blanco, encendida. Así mismo, en la mitad de este espacio, se encuentra un comedor de madera con capacidad para doce personas, ingles tipo Princeton, el mantel, de seda hindú, de un rojo oscuro casi vinotinto. Las sillas, también de madera, sin cojinería y con un espaldar que cubre toda la parte posterior de un ser humano de estatura de un metro con setenta centímetros. Todos los puestos están ocupados, salvo los dos que corresponden al Dr. Miranda Y Adrián, respectivamente. El médico se hace en la cabecera de la mesa, permitiéndole ver a todos los comensales, y Adrián, se encuentra en 107 frente del médico y dándole la espalda a la puerta por donde ingresaron. Toda la pared del gran comedor es blanca, incluso el pequeño portón se confunde con dicha blancura. En total hay en la sala siete mujeres y cinco hombres, contando a los recién llegados. Las damas (6) son de avanzada edad, entre los 60-70 años aproximadamente, están vestidas con indumentaria de carnaval (trajes con hombros descubiertos, de colores vivos, fosforescentes y chillones, de faldones con pliegues multicolor y enormes adornos florales en sus cabezas, llenas de anillos, collares y pulseras, extremadamente maquilladas. Con esta indumentaria se encontraba también la séptima dama, que no es otra que Jennifer, ya no de luto sino como se describe. Así mismo, los tres hombres, de unos cincuenta años de edad, visten guayaberas blancas con naranja, pantalón de drill y sandalias). En el costado derecho del fondo de la habitación hay una orquesta con tamboras e instrumentos de viento, compuesta por cuatro personas; dos en percusión, uno en una gaita y el último con un bajo y cantando, llevan máscaras de marimonda, salvo el cantante, que lleva una suerte de antifaz estilo veneciano). Por su parte, la mesa tiene en la mitad un gran platón, cóncavo, con doce cucharones medianos, con frijoles hirviendo, alrededor de sí. Hay doce platos de porcelana con arroz y carne molida; alrededor, como lunas, dos platos, también de porcelana, medianos, uno con aguacates picados y el otro con patacones y chorizos con una rodaja de limón para el gusto. Los cubiertos, a saber: cuchara, cuchillo y tenedor, de plata, se encuentran perfectamente colocados y a la diestra de cada ocupante. Finalmente, alrededor de esta gran mesa, encontramos cuatro camareros que se encargan de asistir la servida de los comensales y un quinto que va supervisando y dando órdenes; este es el ya conocido Mosquera). Miranda levanta un momento su mano izquierda, señalando a los músicos que tocaban inteligibles sonidos, estos entienden la orden y se 108 detienen, tanto como los comensales que hablaban al tiempo, y en varias conversaciones, callan acudiendo a las palabras del anfitrión). DR. MIRANDA: Amigas y amigos, es para mí un gusto tenerlos, en esta noche de niebla y frio, en el calor de mi “casa”. (risas). Permítanme presentarles a un colega que nos visita, como parte de sus vacaciones, y que es recomendado de un viejo amigo mío. Reservémonos, por petición suya, el Dr. Y digámosle Adrián. ADRIÁN. Buenas tengan todos y todas. (Buenas noches en general y sonoro surge de toda la audiencia incluyendo a los músicos, los camareros y el propio doctor). JENNIFER: Conocí hace un rato al señor Adrián, es un caballero muy amable y cordial Dr. MIRANDA: Es muy amable de tu parte, Jenny. Permíteme ahora presentarle a nuestros demás comensales; comenzaré de izquierda a derecha, veamos… (Todas y todos los que presenta Miranda saludan, con una sonrisa y reverencia a Adrián). aquí tenemos a nuestra experimentada jefa de enfermeras, Minerva; a continuación, mi asistente personal, Úrsula; bendecido entre mujeres, mi colega y par en esta casa, el Dr. Augusto Nariño; las enfermeras Claudia y Concepción finalizan esta lateralidad. Llegamos a usted y a su diestra encuéntrese de nuevo con mi encantadora Jennifer (Guiña el ojo). Luego de ella permítame presentarle a mi hermana, la madre de esa encantadora jovencita, cuyo nombre es Clementina; a su lado nuestra más antigua enfermera, la señora Concepción y; a su lado, como siempre, nuestra ama de llaves, Eponina. Finalmente, 109 es mi placer terminar esta presentación con nuestros fuertes enfermeros: el señor Carlos y el siempre benévolo Arturo. (Adrián, intimidado por las despampanantes indumentarias de la multitud, pero con el disimulo que exige el decoro se pone formalmente de pie y dice). ADRIÁN: Damas y caballeros, me honra ser parte de su velada el día de hoy, reciban mi saludo y respetos. MINERVA: Doc…ejem, discúlpeme, señor Adrián, es muy amable. Dígame, ¿qué tal le ha parecido su visita en nuestro establecimiento? ADRIÁN: Ha sido muy ilustrativo. Me fascina poder visitar lugares que desean renovar los tratamientos de la enajenación antes de condenar a la humanidad que la lleva consigo. (Una vez termina la extraña orquesta regresa a tocar notas y sonidos experimentales mientras se avecinan risas y aplausos. En medio del ruido y lo hilarante los camareros van trayendo en charolas naranjada en vasos de vidrio con hielo y una servilleta envuelta para evitar el contacto con el frio). CLAUDIA: ¡Es oportuna su llegada! Justamente nos entreteníamos recordando a los casos más celebres del establecimiento. Pero lo hacíamos de manera ruidosa, le propongo a toda la asamblea que cada uno comparta aquello que pudiere ser valioso de contarle a nuestro visitante. (Exclamaciones generales de aprobación. Arturo levanta la mano. Todos miran, aprueban en silencio que él tome la palabra). 110 ARTURO: Recordarán ustedes a aquella señora que decía estar perdidamente enamorada de un toro, la pobre decía que el animal no le prestaba atención alguna y que eso se debía a su fea apariencia. Pasaba los días en nuestro taller de costura confeccionando un disfraz de vaca el cual pretendía luego ponerse para acercarse al animal en cuestión y que este, al verla así, la desease y amase. (Carlos levanta la mano y habla como sigue). CARLOS: A propósito de animales de granja, ¿recuerdan al caballo? ¡Qué duro fue tenerlo! No comía otra cosa que no fuera avena cruda y por si no fuera poco, el infeliz se la pasaba haciendo coces de esta manera. (CARLOS tiene en su mano derecha una cuchara con arroz, se levanta y empieza a simular el movimiento del equino saltando y pisando con dureza en el piso primero con el pie izquierdo y luego con el derecho para volver a saltar. La concurrencia ríe, menos Eponina, quien se levanta molesta). EPONINA: ¡Caballero! Compórtese, tenga la bondad. Bastaba con solo describir a nuestro “caballo” para que nuestro invitado supusiese el resto. ¡Su demostración ha puesto en mi vestido un montón de arroz como si de un matrimonio saliese! (Carlos se percata del incidente, se inclina ante la dama ofendida, le besa la mano derecha, se incorpora y dice). CARLOS: Mil perdones, querida Eponina (Vierte delicadamente el arroz en su plato). Mi demostración fue producto del efusivo interés que, como de costumbre, estos temas nos producen a todos, no tuve jamás la intención de perturbarla, bella dama. 111 (En ese momento el Dr. Augusto Nariño señala a Adrián y habla como sigue). DR. AUGUSTO NARIÑO: Estimado colega Adrián, sabemos, quienes diagnosticamos, que no hay locura más grande que aquella que lleva al loco a la vocación de autodestrucción. No tiene usted idea la tesis que fue para mí, en una ocasión, tratar con cierto sujeto que, manteniéndose relativamente lógico, en ocasiones le daba por decir que era un chorizo español parlanchín. Esta rara creencia estaba siempre acompañada del solicitar, a todos los vientos, a un carnicero con su cuchillo para que le tajase finamente el muslo. Cuando las gentes se aterraban ante tal barbaridad él decía que valía la pena “degustarle”, pues sus carnes eran el maridaje más grato de toda Castilla. URSULA: ¡Doctor Nariño! Que verdadero alienado, eso me recuerda a aquella adolescente que creía ser una fina botella de champaña y se “descorchaba” haciendo, hábilmente, el respectivo sonido con la boca, mientras con su misma oralidad burbujeaba de esta manera. (Úrsula toma un poco de jugo de naranja y de la más grotesca forma hace gárgaras asumiendo, con ese sonido lo que hacia aquel paciente. A saber, el sonido de la champaña espumeando. Todos ríen. Adrián lo hace por condescendencia y para encubrir una suspicacia ya despertada en él. En ese momento Concepción hace uso de la palabra). CONCEPCIÓN: Ustedes deben recordar que más sabe el diablo por viejo que por diablo. (Todos exclaman ¡viva la más bella enfermera, la reina de Maní-como, Concepción! (La suscrita hace una reverencia con gesto complacido y halagado). 112 Ya ve, caballero Adrián, que nuestra soltura se debe a que la fraternidad que produce trabajar tanto tiempo en el mismo sitio lo despeja a uno de la timidez del protocolo y la cortesía. Hablando del pasado, recuerden a aquel miserable que se creía rana, y cuya cara alargada y saltones ojos bien lo hacían parecer una. Cómo se me antoja que le viera usted en este preciso momento, señor Adrián, hubiera pensado, sin contexto alguno, que se trataba del más diestro de los imitadores. Ese pobre lunático hacia más o menos así: O-o-ogh…, O-o-o-ogh36…era de una musicalidad exquisita ¡un SI BE MOL! Y con qué falta de pudor guiñaba los ojos de manera dispareja y rápida. (La vieja enfermera simula dicho guiñar no sincrónico de manera cómica). Le puedo asegurar, amigo mío, que al verle hubiera quedado en el colmo de la hilaridad. ADRIÁN: No tenga duda de ello. JENNIFER: Disculpen, disculpen, recuerdo haber visto alguna vez a uno que decía que venia del Vaupés y era un fino Rapé, lo que eso quiera significar, y se metía el dedo anular en la boca y el índice en la nariz afirmándose que era para “consumirse a sí mismo”. DR. MIRANDA: Querida sobrina, es un polvo de tabaco. (Jennifer hace un gesto de desagrado y desaprobación. En eso Mosquera que se encontraba entre el personal que servía a los comensales se anima a decir). Se sugiere emular el sonido de la rana vaquera, especie reptil sobre todo habitada en los llanos orientales colombianos. 36 113 MOSQUERA: Las damas y los caballeros recordarán a aquel caballero, antes erudito en botánica, creo que su apellido era Llinás, decía ser una zanahoria y como me veía cocinar, me solicitaba deferentemente que le metiera en el horno y le usara para ser una torta. CONCEPCIÓN. Querido Mosquera, usted tan servicial como elocuente. Figúrese, Adrián… (En ese momento Clementina, que se encuentra al lado de Concepción, le susurra algo muy cerca de la oreja que más a su alcance tiene. Luego de eso Clementina habla). CLEMENTINA: Querido hermano, acabo de recordar a aquella mujer, tendría mi edad hoy, que trataste hace unos cinco años atrás. La pobre creía ser un gallo, no hablaba, y tu antiguo método ese que todos llamaban, el de la dulzura, te sugería cortarle todo alimento y no darle otra cosa que no fueran semillas, tu compasión te llevó a darle muchas veces chía, pero el corazón de esta historia era ese cacareo que hacía. (Clementina trata de simular dicho sonido. El Dr. Miranda se pone en pie indignado, da una palmada a la mesa y refiere como sigue). DR. MIRANDA: ¡Hermana! No es propio de una Miranda ese comportamiento. ¡Ten la bondad de mostrar una conducta propia de tu condición o lárgate inmediatamente del salón! ¡Elige! (Clementina baja la cabeza, muy abochornada, muy humillada. Todos callan. Los sonidos experimentales de la orquesta son los únicos que impiden la total incomodidad). JENNIFER: No se preocupe, madre, ya sabe que mi tío solo procura el bien para nosotras. (Ella mira al tío que mira con rabia a 114 su hermana. Cuando Miranda se percata de la visión de su sobrina, que le sonríe afablemente, cambia la expresión y sonríe mirándola, asiente con la cabeza y toma un aguacate para degustarlo. Mientras Jennifer sigue su discurso). ¿Recuerdan ustedes aquella bella muchacha que se sentía avergonzada por sus ropas? Decía con insistencia que nada le quedaba bien y por tanto concluyó, según dijo después de reflexionarlo con calma, que lo mejor era ponerse todo al revés, cosa muy sencilla, permítanme demostrarlo… (Jennifer se pone de pie, se quita la flor que tiene en la cabeza y comienza a desabrochar una lateralidad del vestido. En eso todos en unísono exclaman: ¡señorita, por dios, tranquila, entendimos! En ese momento Clementina logra salir de la estupefacción que le produce la anterior amonestación de su hermano y, con la naturalidad de una madre, recoge la flor, la pone sobre la frente de su hija y reacomoda la parte del vestido que intento desabrochar. Mientras todos muy atónitos ven esto comienzan a escucharse múltiples gritos de fondo, todos palidecen y se levantan, la banda calla también alarmada. Mosquera se dirige a la diestra de Miranda aguardando instrucción y Adrián alarmado se levanta de la mesa y trata de mirar en el ventanal en donde más agudo se escuchan los gritos, a saber, en el costado oeste del comedor. El Dr. Nariño les pide a todos, con extensión de los brazos hacia arriba y la muestra de las manos abiertas con vista en sus palmas, que se tranquilicen, guarden asiento y continúen cenando. También, le hace un gesto a Miranda que direcciona a que le acompañe hacia donde está Adrián. El director se voltea hacia la orquesta y con un gesto les pide que continúen su recital. La orquesta sigue tocando disonante y extraño, mientras los dos médicos se reúnen en el ventanal con su colega. El Dr. Miranda toma el hombro de Adrián, este voltea, en ese instante los gritos cesan. 115 DR. NARIÑO: Concierto matutino de la noche, ya sabe cómo son los enajenados, con uno que grite los demás se contagian, la gente cree que la epidemia solo existe en la gripa. DR. MIRANDA: Tranquilo, amigo mío, usted bien sabe que esas son las condiciones que forman la cotidianidad de la enfermedad mental. ADRIÁN: Pero caballero, su hermana y su sobrina…el comportamiento que han mostrado, por no hablar de los demás… DR. MIRANDA: ¡Por favor, señorito! Está hablando de la única familia que me queda. No se atreva a terminar eso que iba a decir, ni de ellos ni de nuestros colaboradores. ADRIÁN: Disculpen, disculpen, colegas, pero todo esto me tiene confundido, el comportamiento de todos sus colaboradores es, por no decir más, raro. DR. NARIÑO: ¿Raras? Señor, usted es de ciudad, no me venga con esas palabras como si viviera aquí o viniera seguido. En el campo, de solapados no tenemos nada. Así que le solicito la prudencia del visitante que hasta entonces estaba mostrando. ADRIÁN: Dispénseme, tiene razón, dispénseme… (Estrecha la mano de ambos). Pero dígame, Dr. Miranda, ¿Me refirió hace un rato que este nuevo sistema es de su autoría? DR. MIRANDA: No del todo, mi amigo, el Dr. Nariño aquí presente es también parte de esta innovación. Así mismo, hay 116 ciertos elementos, tanto teóricos como prácticos, que se desprenden de nuestro amigo en común, el Dr. Simón. ADRIÁN: Mi querido doctor, ignoro por completo qué extractos conceptuales y metódicos de nuestro colega ha usted tomado, tanto y más puesto que aún no terminamos de cenar, condición necesaria que me puso para conocer en detalle ese nuevo sistema… de otra parte, respetable Dr. Nariño, ha logrado con su justificable reclamo ponerme en vergüenza conmigo mismo. DR. NARIÑO: Tranquilo, joven colega. Una vez alivianadas estas asperezas, continuemos lo que ha sido una exquisita velada, ¡Mosquera!, ¡El aguardiente! (La orquesta suena más duro tras estas palabras, todos aplauden dicha orden, Mosquera ordena a sus empleados, dos de los cuatro se retiran por la compuerta fundida por la pared, y los otros dos sacan de sus charolas baldes de aluminio con hielo y diminutos vasos, tipo shot, a cada uno le sirven en su mesa. Los tres médicos observan complacidos la alegría de todos desde aquel ventanal). ADRIÁN: Excúsenme, colegas, debo insistir en que nos quedemos un rato en esta zona de la habitación, me temo que la alegría de la llegada certera del licor no me permitirá conversar con ustedes de ciertos asuntos que quisiera preguntarles. DR. MIRANDA: Amigo mío, usted es nuestro invitado, será un placer, en este punto, complacerle ello. (En ese instante Miranda le hace señas a Mosquera, este, que ya coordinaba la servida del licor que traían de vuelta los camareros que habían salido, le solicita a uno de los que se quedó que le organice una bandeja con tres copas, tipo OPORTO, que rodean un balde con hielo cuyo contenido suspende una botella de anís alicorado. El asistente de 117 Mosquera sostiene estos artículos mientras este último sirve los tragos de los médicos). ADRIÁN: ¡Por las prosperidades del vicio, caballeros! ¡Salud! (Brindan con efusión y beben, ponen el licor en la bandeja y Miranda le ordena a Mosquera retirarse para asegurar la degustación de aguardiente del resto de los comensales y la orquesta). ADRIÁN: Dr. Miranda, antes de ingresar a cenar me dijo que el “sistema de la dulzura” representaba ciertos peligros. DR. NARIÑO: Mi estimado director, permítame hacer uso de la palabra para satisfacer la curiosidad científica de nuestro amigable visitante. Nos resultaba, como usted pudiera inferir si lo piensa cuidadosamente, demasiado complejo complacer cuánto capricho hubiera de tanto enajenado que tuviéremos. Los insanos pueden estar “tranquilos” por un tiempo, pero es corto, y cuando acaba, arma el alboroto que su pasajera tranquilidad no le permitió. Además, la locura está acompañada de una astucia tan profunda como el delirio que la conforma. El paciente tiene una idea fija, un propósito, digamos, y lo ocultara ante usted bajo la capa más elegante de cordura. Eso hace que la medicina no alcance a divisar los verdaderos límites de la mente, al tiempo que, su madre la filosofía, no resuelva jamás el debate sobre los misterios del alma humana. ADRIÁN: Entiendo, pero permítanme, ¿agotaron ustedes todas las posibilidades de ese sistema de la dulzura como para concluir que era totalmente descartable? DR. MIRANDA: ¿Descartar? De alguna manera si, verá… Miranda Y Nariño se miran fijamente y asienten con la cabeza de manera coreográfica. Hubo un incidente en donde un alienado se 118 convenció de ser un gran líder social. Él creyó en, lo bautizó como, la independencia de la locura. Como la dulzura le permitía la libertad de su delirio, convenció a todos los demás locos de que su lucha era justa y necesaria. Cuando menos lo pensamos los enfermeros, enfermeras y demás personal, despertaron amordazados en las habitaciones de los pacientes, y estos últimos, tratando a nuestro personal como si de pacientes se tratare. Si se pregunta por qué nunca oyó de tal escándalo, se debe a que afortunadamente pudimos contener semejante situación sin que nada en externo se supiera. Ya calcula usted que esto repercutiría en lo que nuestros inversionistas y clientes llaman una mala publicidad. Le pido, como una alianza de colegaje, que guarde este secreto, incluso de Simón. En nombre de Esculapio se lo pido. ADRIÁN: ¡Caramba! Qué suceso terrible a propósito de la angustia de sus empleados, pero díganme: ¿cuánto duró ese horroroso motín? DR. NARIÑO: Sería casi de un mes, como le dije, la discreción de esa operación fue tan crucial como su precisión, tuvimos que acudir a nuestros inversores más allegados para que nos apoyaran en semejante empresa bélica. ¡Esos bellacos! No contentos con abusar de sus libertades y encerrar a quienes se las habían dado, se dedicaron a comer de lo que aquí se cultiva y se cría, a vestir las ropas del departamento del teatro, como si todos los días fuera carnaval y a beber como centauros en orgia. Amigo mío, ¡el loco sabe lo que es beber compartiendo su alzada de codo, con la misma muerte! ADRIÁN: ¡Por Dios! ¿Y qué pasaba con los hombres y las mujeres sanas y sanos en cautiverio? 119 DR. MIRANDA: Como mi colega Nariño ya se lo ha anunciado, el loco por más loco de astucia no carece. Sabiéndose del sistema de la dulzura por haberlo sufrido le era infinitamente sencillo hacerse de unas condiciones que pudieren perfeccionarlo. No por volverlo más complejo, sino absolutamente todo lo contrario, por su sencillez y practicidad. El asunto constituía lo que sigue… (Antes de que Miranda terminara su parlamento, se escucha de nuevo un bullicio tremendo, mucho más fuerte que el anterior. Se oyen adicionalmente vidrios que se rompen y puertas que se golpean. El ventanal en donde están los tres médicos permite ver muchas figuras humanas en la oscuridad corriendo, todas se aglomeran en las ventanas y las comienzan a golpear, rodean por completo la habitación, mientras surge del portón blanco golpes y la intencionalidad de flanquearla por número incontable (unas siete personas aproximadamente) pero significativo de personas). ADRIÁN: ¡Los pacientes han salido de sus habitaciones! DR. NARIÑO: ¡No, no, no! ¡No de nuevo, Dios! (Los doctores, se ponen pálidos, y ambos salen corriendo a esconderse debajo de las mesas. Adrián examina a su alrededor, la conversación con sus colegas le impidió notar antes que los demás comensales en menos de nada se habían bebido alrededor de tres garrafas de aguardiente. La orquesta tocaba aún más duro y más inteligible. Clementina se sube a la mesa y comienza a cacarear. Jennifer se revuelca en el piso y se rasga las vestiduras. Arturo emite sonidos de caballo y comienza a brincar. Carlos brinca en cuclillas por toda la habitación como si fuese una rana. Úrsula hace gárgaras con la boca llena de jugo de naranja, saliéndole dicho liquido por todas las direcciones de la boca. Mosquera grita, revoleando un cuchillo, gritando la palabra calabaza, y recorriendo la forma de circunferencia que es el gran salón. Los camareros están en 120 una esquina sollozando y Eponina se tapa la cabeza con el gran platón de frijoles vertiéndose lo que quedaba encima de su humanidad. La puerta blanca cede, entran criaturas con aspecto de orangutanes, pero erguidos como el homo sapiens. Adrián, en el colmo de los asombros, se hace contra la ventana que tenía a su espalda. Las gentes que golpeaban tras de sí, rompen el cristal y esas manos, negras, con plumas y un olor alquitrán lo sujetan, ahorcan y aruñan. Los que flanquearon la puerta agarran a puños y golpes a todo comensal que avistan, concluyendo a la orquesta y los camareros. El Dr. Miranda es sacado y jalado de los pelos de debajo de la mesa y el Dr. Nariño es también descubierto de allí, empero uno de estos terribles violentos le parte un plato en la cabeza dejándolo noqueado). Quien tiene a Miranda ve a Adrián y levanta la mano señalándole). HOMBRE EMPLUMADO: ¡Alto, no lastimen a ese hombre, no pertenece a esta sarta de miserables desquiciados que nos tuvieron en el más inhumano de los cautiverios! (Sueltan a Adrián súbitamente, cae al piso de rodillas, magullado y tose. Quien le salva de la violencia hace que a Miranda lo sujeten los otros hombres emplumados. Los comensales delirantes están sometidos. El salvador de ADRIÁN se acerca, con la delicadeza de un hombre cuerdo y la ridiculez de uno emplumado). HOMBRE EMPLUMADO: Caballero, es usted un hombre afortunado, ha pasado todo este tiempo entre gente insana que no supo aprovechar las bondades de un sistema psiquiátrico menos carcelario, y el desafortunado descenso de su director, en una locura peor de la que pretendía tratar. Permítame me presento, soy yo el verdadero Dr. Nariño. Hace más de un mes mi colega, y ahora interno, el Dr. Miranda se obsesionó demasiado 121 con el sistema de la dulzura, dejó su mente demasiado hundida en los caprichos cumplidos de los pacientes y se alío con ellos para encerrarnos a todos en las terribles condiciones que usted mismo ve, y libertar a los insanos en la ridiculez que ha presenciado en las últimas horas. (Adrián asombrado, sin saber qué hacer se levanta, por impulso corre, aprovecha la puerta blanca abierta, se introduce en el pasillo y desaparece en la oscuridad, no sin antes proferir lo que sigue, mientras emplumados y delirantes por igual le escuchan). ADRIAN: ¡Al carajo la dulzura! ¡Arriba la amargura de las ciencias! FIN. Epílogo: Carta a un dramaturgo El ocaso de la primavera La memoria es diván de puertas abiertas que de cuando en cuando se desempolva para buscar la verdad; Lugar oscuro y frío que aguarda ser develado. En un rincón de aquel diván, cercana a la luz, hallé la literatura eterna y cautivadora seduciéndome a interpretar el curso del tiempo desde sus ficciones, pues sensata ante la magnitud de versiones que sobre el pasado reposan, ella ha optado por hacer de la mentira su única verdad. Y yo, ante tan humilde claridad he sucumbido a sus historias. Una vez hecho el pacto de fe entre ella y yo, me contó sobre un pobre asesino. Un hombre raso con aspiración a la inmortalidad propia de los dioses, que dispuesto a superar el tiempo y la muerte confió su corazón a la oratoria grandilocuente de algún político, de aquellos que ya tienen la inmortalidad asegurada. Cándido ante la verborrea se permitió soñar con un poco de dignidad para sobrellevar el presente y otro poco para pensar en futuro, sin embargo, con rapidez comprendió la retórica tautológica del Estado- Nación contemporáneo y entregado a la desesperanza vio en las balas un ápice de expiación. Así pues, asesino y asesinado, Roa Sierra hoy hace parte de todos los textos de historia colombiana contemporánea, en los que se le reconoce como el autor material del crimen más importante del siglo XX. Su nombre sirvió de excusa para desatar el delirio colectivo de las masas hambrientas, torpes y fratricidas quienes hasta hoy siguen viendo en la figura de Gaitán un salvador crucificado antes de tiempo. Descubrí entonces el ocaso de la primavera como tragedia contemporánea en la que ni siquiera el amor puede detener la cita con el destino, especialmente cuando éste es el destino de los pueblos. La obra discute los heroísmos que la historia impuso, los niega y desenmascara pues llegada la hora de dar la palabra a los personajes la única voz que reluce es la voz del dramaturgo desde sus miedos, angustias y anhelos que lo convierten en lo mismo que es Roa Sierra: tan solo un hombre. Es pues este hombre de sexo sin tiempo quien gana la voluntad del lector bajo su promesa de amor y angustia por el mundo; elementos ineludibles para hacer historia a través de la fábula. Así las cosas, entre humanos que leen y humanos que escriben, el diván de la memoria se ilumina a través de lo sublime, para que la primavera vuelva a retoñar. María Fernanda Camacho Reina Socióloga y literata por la Universidad Nacional de Colombia