No duden los hombres, que todo esto ofrecerán las mugeres, si ellos les dan parte en sus resoluciones, y las estimulan a pensar en el bien general que tanto muestran que apetecen.
De Jano no me ocurre fácilmente acción alguna que pertenezca a su deshonor e infamia; y acaso fue tal, que observó una vida inocente, absteniéndose de los delitos y pecados obscenos que a los demás se acumulan; recibió, pues, con benignidad y cariño a Saturno cuando andaba huido vagando por todas partes: partió con su huésped el reino, fundando cada uno de éstos una ciudad, Jano a Janículo, y Saturno a Saturnia; pero los que en el culto de los dioses apetecen todo desdoro a aquel cuya vida hallaron menos torpe...
Elegimos con conocimiento de causa a los platónicos, que justamente son los más famosos y cuerdos entre todos los filósofos; porque así como pudieron comprender con las luces de su entendimiento que el alma del hombre, aunque era inmortal, racional o intelectual, con todo no podía ser bienaventurada sin la participación de la soberana luz de aquél por quien ella y el mundo fue criado, así también negaron que alguno pueda conseguir la eterna felicidad que todos los hombres apetecen y desean, a no ser que se una la pureza de un amor casto con aquél sumo bien, que es el inmutable y omnipotente Dios.
Y esto nace de la destemplanza de ánimo, y de los cobardes o poco prósperos deseos, que no se atreven a tanto como apetecen, o no lo consiguen; y adelantándose en esperanzas, están siempre instables, accidente forzoso a los que viven pendientes del querer ajeno.
Estas mismas tampoco están de acuerdo sobre su verdadera utilidad. Apetecen el obsequio y el incienso; están acostumbradas de largo tiempo a uno y a otro; pero no procuran hacerlo más sólido, mereciéndolo de veras, como sucedería, si a las gracias exteriores, y pasageras, que ahora cultivan, uniesen las intrínsecas y duraderas.
Con esto, pues, concederás que he probado que hay incomodidades que resultan en beneficio de quien las recibe; y muchas cosas de las que se alaban y apetecen se convierten en daño de aquellos que con ellos se alegran, siendo semejantes a las crudezas y embriagueces, y a las demás cosas que con deleite quitan la vida.
¿Qué sentís, amigo, desto? DON DUARTE ¿Qué os parece a vos que sienta de lágrimas a dos haces que apetecen lo que niegan? Vive Dios que va perdida, y que el grano de pimienta de los celos que la distes ha sazonado la mesa.
-No, señor -repuso el viejecito-, que posee una gran virtud, pues que en pocas horas lleva a su dueño y a los que con él se embarcan adonde apetecen ir y donde deseen.
Para ti la vida está en el agua, mas yo acostumbro roer cuanto poseen los hombres: no se me oculta el pan floreado que se guarda en el redondo cesto; ni la gran torta rociada de sésamo; ni la tajada de jamón; ni el hígado, dentro de su blanca túnica; ni el queso fresco, de dulce leche fabricado; ni los ricos melindres, que hasta los inmortales apetecen; ni cosa alguna de las que preparan los cocineros para los festines de los mortales, echando a las ollas condimentos de toda especie.
Las heridas de los cuchillos y las llagas de los latigazos cubrieron el piso de sangre, cosa que me causaba viva inquietud, pues temí que la diosa extranjera no sintiera avidez de sangre de asno, como hay hombres que apetecen leche de burra.
Advierte a futuros viajeros de que “en estos montes, doquiera reina la escasez, a excepción de corderos y terneros, los que, mientras pueden (los indios) venden a precios elevados; pero bajo ningún concepto venden el caballo y el mulo y nadie se imagina cómo apetecen los caballos y mulos, aún del mismo padre misionero.
Las causas voluntarias, o son de Dios, o de los ángeles, o de los hombres, o de cualesquiera animales; pero al mismo tiempo deben llamarse voluntades los movimientos de los animales irracionales, con los que practican ciertas acciones, según su naturaleza, cuando apetecen alguna cosa buena o mala...