Un día me vinieron a decir que la casa estaba concluida y habían llevado los muebles necesarios, mis pájaros y algunas flores. Mi pobre tía se había esmerado en que tuviese cuantas comodidades podía apetecer.
Hablaría con lisura, francamente; haría todas las reservas y daría todas las explicaciones que pudiese
apetecer el amor propio, hasta la vanidad de Nina; proclamaría la verdad a gritos, o si era preciso, la reemplazaría con la mentira más conveniente y discreta; se declararía arruinado, enfermo, vicioso, lo que quisiesen y le impusiesen; pero rompería la boda.
Emilia Pardo Bazán
Pero si hubo batalla; si el afán de progreso en las repúblicas aún no cuajadas lleva a sus hijos, por singular desvío de la razón, o levadura enconada de servidumbre, a confiar más en la virtud del progreso en los pueblos donde no nacieron, que en el pueblo en que han nacido; si el ansia de ver crecer el país nativo los lleva a la ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto de factores extraños u hostiles al país...
La guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil, que sólo tendrían derecho a demorar o condenar los que mostrasen la virtud y el propósito de conducirla a otra más viable y segura, y que no debe en verdad apetecer un pueblo que no la pueda sustentar; sino el producto disciplinado de la resolución de hombres enteros que en el reposo de la experiencia se han decidido a encarar otra vez los peligros que conocen, y de la congregación cordial de los cubanos de más diverso origen, convencidos de que en la conquista de la libertad se adquieren mejor que en el abyecto abatimiento las virtudes necesarias para mantenerla.
-Vuelvo a repetir a usted que la mía, si no tan lujosa como ésta y otras semejantes, es bastante más cómoda que todas ellas, pudiendo también asegurar, pues las he visto, que hay casas de aldea en esta provincia que contienen cuanto puede apetecer la persona más escrupulosa y exigente.
Sería de apetecer que en tales ocasiones las dichas músicas se limitasen a acompañar algún himno religioso, escrito en latín o en lengua vulgar, cantado por los cantores y las piadosas cofradías que asistan a la procesión.
Lo que más me gusta en sus cartas es que me traen recuerdos e ideas de un buen amigo como usted, con quien me hallo casi de acuerdo, sin que ninguno de los dos hayamos pretendido estar acordes. Lo estamos por casualidad, que es cuanto se puede
apetecer, y lo estamos aunque sentimos de modo muy diferente.
Ángel Ganivet
No quedó el hombre reducido con el pecado o con la pena a la ignorancia y debilidad del alma y cuerpo que observamos en los niños (que en esta ignorancia e imbecilidad quiso Dios que entrasen en la vida, como los hijos de las bestias, los tiernos hijos de los padres que había condenado a una vida y muerte propia de bestias, como lo dice la Sagrada Escritura: «El hombre, cuando vivía honrado en la justicia original, no entendió, no uso de la razón, y pecando, vino a ser semejante a las bestias, que no tienen discurso ni razón, siendo mortal como ellas»; y aún observamos en los niños que en el uso y movimiento de sus miembros, y en el sentido de apetecer o evitar...
De los grados y diferencias de las críaturas, las cuales de una manera se estiman respecto del provecho y utilidad, y de otra respecto del orden de la razón Entre las criaturas que son de cualquiera especie, y no son lo mismo que es Dios, por quien fueron criadas, se anteponen y aventajan las vivientes a las no vivientes, como también las que tienen facultad de engendrar o apetecer a las que carecen de esta tendencia; y entre las que viven se anteponen las que sienten a las que no sienten, como a los árboles, los animales; y entre las que sienten se anteponen las que entienden a las que no entienden así como los hombres a las bestias; y entre las que entienden se anteponen las inmortales a las mortales, como los ángeles a los hombres.
–decíase entonces, queriendo quizás aclarar con esta pregunta los orígenes de la ansiedad que le hacía
apetecer una existencia en la cual el mañana no fuera la continuación de hoy con su medida de tiempo, sino algo distinto y siempre inesperado como en los desenvolvimientos de las películas norteamericanas, donde el pordiosero de ayer es el jefe de una sociedad secreta de hoy, y la dactilógrafa aventurera una multimillonaria de incógnito.
Roberto Arlt
Porque de estas cuatro, cada una de ellas se sujeta a veces a la virtud, de modo que parece que se deben apetecer, no por sí mismas, sino por amor a la virtud; o, tras veces se aventaja, de forma que parece que la virtud y estas cualidades deben apetecerse por sí mismas, y así triplican el número cuaternario y llegan a constituir doce sectas.
A esto te respondo que importa ver el ánimo con que pasas la vida civil; si es para andar siempre inquieto, sin tomar tiempo necesario para pasar la vista de las cosas humanas a las divinas, no siendo digno de aprobación el apetecer las cosas sin ningún amor de las virtudes y sacando desnudas las obras sin cultura del ingenio, porque todas estas cosas deben mezclarse y unirse.