(Quizá salga también su fotografía) La niebla matutina de los días lluviosos de invierno bañaba en desolantes
caricias la faz mortecina y agitada del centro de la urbe.
Antonio Domínguez Hidalgo
Habiendo revuelto estos pareceres Casio, la primera diligencia que hizo fue irse a buscar a Bruto, y después de haberse reconciliado con él por caricias y abrazos, le preguntó si se pensaba hallar en el Senado el día de las calendas de marzo, porque había entendido que los amigos de César aquel día querían tratar de establecer su reino.
¿Pero si desobedeciendo a este maestro y despreciando sus atenciones y alabanzas, se deja seducir por las caricias y alabanzas del pueblo y de los ignorantes, no le resultará mal?
¿Qué he encontrado yo en sus brazos sino ficción y locura? ¿Qué me ha dado en sus caricias a beber más que cicuta? ¿Qué espero de sus promesas sino que jamás se cumplan?
Hasta que al fin fatigada sobre un almohadón se sienta, más seductora que nunca y más que nunca halagüeña. Y mientras don Juan de besos y de caricias la llena, don Gonzalo les aplaude, trastornada la cabeza.
Si las tratan mal, muchas son peores. Aquél es avisado, que usa de sus caricias y no se fía dellas. Más pueden con algunos reyes, que con los otros hombres, porque pueden más que los otros hombres los reyes.
Cuando aún buscaba los hijos para por ellos luchar. Y extrañaba sus
caricias, sus mimos, su amor de entonces... Llegué a pensar que ya no le interesaba mi persona para nada...
Antonio Domínguez Hidalgo
Mas la familiaridad con Casio le estragaba el amor que a César debía tener; porque si bien no estaba reconciliado con Casio, oía los consejos de sus amigos, que le instigaban diciéndole que no se dejase llevar de las caricias del tirano, ni envilecer y comprar de sus beneficios; que antes debía irse retirando de su familiaridad y trato, porque era cierto le honraba, no para premiar sus virtudes, sino antes para distraerlas y infamarlas.
Me encontrarán en la flor que se desnuda en sus perfumes, en el árbol abierto hacia los siglos, en el viento coplero de
caricias...
Antonio Domínguez Hidalgo
Casio a Bruto Casio, que vio remitida esta facción en el consentimiento de Marco Bruto, se fue a él, y con caricias de cuñado y abrazos de amigo, después de haber reconciliado con él las diferencias pasadas, como quien conocía la prudencia de su mente, por mejor cautela preguntó y no propuso.
y te recuerdo en ese cuarto donde tu cuerpo en otro cuerpo se conturbaba. con las caricias que eran tan mías. Que fue un error… Lo has comprendido.
Es matador invisible a la guarda de los monarcas; éntrales la muerte por los oídos, envainada en palabras halagüeñas. Las caricias en los palacios hacen traiciones y traidores; y cuando son menos malas, son prólogos de la disimulación.