Además, aunque ella no me preguntaba nada sobre mi vida, en el instante de encontrarnos, levantaba las cejas como si se le fueran a volar, y sus ojos, detrás de los vidrios, parecían decir: «¿Qué pasa, hijo mío?».
De los ojos existentes en las prodigiosas cabezas, bajo las cejas, el fuego lanzaba destellos y de todas sus cabezas brotaba ardiente fuego cuando miraba.
Una bata blanca llena de encajes ceñíase dúctil y tentadora a su cuerpo, donde cada curva era un espolazo en los sentidos para todo el que en ella posaba sus ojos; de nácar parecía su semblante oval y de graciosa expresión, y de azabache parecían sus ojos grandes y adormilados, sus cejas pobladísimas y la reluciente crencha que rizábasele sobre la tersa frente.
-¿Y eso poiqué? -preguntóle encorvando las cejas el anciano. -Pus por eso, porque a esa hora precisamente estaba yo platicando con ella por la ventana.
Sus labios delgados y hundidos se dilataban a la sombra de su nariz desmesurada y corva como el pico de un aguilucho, y aunque de sus ojos pequeños, redondos y casi ocultos entre las espesas
cejas, brotaba una chispa de mal reprimida cólera, seguía impasible golpeando con su martillito de hierro el yunque donde aderezaba las mil baratijas mohosas y, al parecer, sin aplicación alguna, de que se componía su tráfico.
Gustavo Adolfo Bécquer
Su aspecto pedía a voces el retrato: era seco como un huso, tenía la boca y los ojos rodeados de arrugas, largos dedos huesudos y
cejas grises y erizadas.
Hans Christian Andersen
Y encontrándose con otro de los suyos en el campo, le decía arqueando las cejas y manifestando en el semblante toda la admiración de su ánimo: Jesús hermano, que cosas tan grandes he oído al hombre docto en la ciudad sobre lo que puede el común; diz que puede más que el rey y a veces más que el Papa.
(Y sonríe frotándose las manos) —Porque nunca llegue el fracaso... ( Y sonríe frotándose las manos y arqueando las
cejas.) —Tuve la oportunidad de largarme pa'l extranjero...
Antonio Domínguez Hidalgo
En el rincón de la celda maloliente y oscura se hallaba cuando el portón se abrió y dos hombres entraron sonriendo: —¡Te salvaste cabrón! ¡Ya cayeron los verdaderos ladrones! —El reo enarcó lo más que pudo las
cejas... —¡Qué!
Antonio Domínguez Hidalgo
Arregla sus despeinados cabellos, colorea sus labios agrietados a dietas, delínea sus
cejas a los mínimo, aumenta sus pestañas a lo máximo y contempla la imagen de su rostro mascaroide en un supuesto espejo de oro, como si en nada pensara.
Antonio Domínguez Hidalgo
El resplandor rojizo de las llamas temblaba en su rostro arrugado, y los ojos brillaban con fuego juvenil bajo la fosca nieve de las cejas.
Eurínome, hija del Océano, de encantadora belleza, le dio las tres Cárites de hermosas mejillas, Aglaya, Eufrósine y la deliciosa Talía. De sus párpados brota el amor que afloja los miembros cuando miran y bellas son las miradas que lanzan bajo sus cejas.