Consternados con aquel espectáculo, echamos a huir; ellas, sin titubear, se lanzan juntas hacia Laoconte; primero se rodean a los cuerpos de sus dos hijos mancebos y atarazan a dentelladas sus miserables miembros; luego arrebatan al padre, que, armado de un dardo, acudía en su auxilio, y le amarran con grandes ligaduras, y aunque ceñidas ya con dos vueltas sus escamosas espaldas a la mitad de su cuerpo, y con otras dos a su cuello, todavía sobresalen por encima sus cabezas y sus erguidas cervices.
Los corazones se llenan de pavor de mis acompañantes, mi mente impertérrita permanece, con los exilios suyos contenta, cuando sus cuellos, feroces, 515 a los estrechos viran y erguidas sus orejas se espantan mis cuadrípedes y del monstruo por el miedo se turban y precipitan el carro de las altas peñas.
Antes que las montañas dominasen, Antes que
erguidas en sus bases de oro Las columnas del cielo se elevasen, Tú en la sede divina te gozabas, Do no hay profundidad, do no hay altura.
Marcelino Menéndez y Pelayo
Tronos, cetros, alcázares reales, Soberbias torres hasta el cielo
erguidas, Cayeron en sus urnas sepulcrales, Como caen las encinas sacudidas.
Marcelino Menéndez y Pelayo
Un manto de nieve cubría en torno la tierra y coronaba a trechos con blancos penachos las erguidas y sombrías copas de robles, abetos y pinos.
21 Del primero llover, que siempre cae de levantadas nubes sacudidas por viento volador que las distrae, también cantaba en voces no aprendidas, sonoro imán que espíritus atrae. Luego refiere cómo las erguidas selvas se levantaron, y por ellas fieras vagaron de veloces huellas.
Libres serán cual águila en su vuelo, Altivos cual los montes que sus crestas Elevan hasta el cielo, y que la nieve ::De mil años ciñó; Ni en resonantes bóvedas erguidas En ligeras columnas de oro y mármol Darán venal laurel al que tan sólo ::Desprecio mereció.
La diligencia, ya enganchada, revivía para proseguir el viaje, mientras las palomas de blanco plumaje y ojos rosados, con las pupilas muy negras, picoteaban el estiércol, erguidas y oscilantes entre las patas de los caballos.
Nada menos que eso: Cervantes saca el caballo limpio: esas virtudes quedan en pie, erguidas, adorables; no han hecho sino ir a la batalla.
Armados de hierro y cubiertas las erguidas cabezas con relucientes penachos, ambos se mantienen firmes uno a la derecha y otro a la izquierda de las torres, cuales en contorno de los ríos, ya en las márgenes del Po, ya en las del ameno Atesis, álzanse dos altísimas encina y mecen en el firmamento sus nunca podadas y altas copas.
Al punto uno y otro tomaron posición erguidos sobre las puntas de los pies, e impertérritos levantaron los brazos al aire, echando atrás las erguidas cabezas para esquivar los golpes; juntan las manos con las manos y empeñan la lucha.
Para un Virgilio un Mevio, un Bavio: preciso era que inteligencia superior, corazón sensitivo, alma pura, buenas costumbres, poesía en sus más erguidas y hermosas disposiciones tuvieran enemigos que las hicieran resaltar con el contraste de los vicios fingidos por la calumnia.