En uso de la libertad garantizada por el régimen, muchos pudieron evitar los prejuicios entrañados por la devaluación; otros, lucraron al especular con nuestra moneda perjudicando al país; pero la gran mayoría, la que no tenía con qué ejercer su libertad, se la jugó con México y corre riesgo de quedar seriamente dañada.
Por eso, uno como el otro se oponen a que el Estado se fortalezca, a que haga suyos los instrumentos que podrán garantizar el desarrollo económico y social de México, al retirar las concesiones que había hecho a quienes lucraron y especularon sin límite y con ello condujeron al país a una situación crítica en materia de financiamiento interno.
Los nuevos ricos, o burgueses, que lucraron durante la revolución para ascender en la escala social son representados por Federico Robles quien era un simple peón que se convirtió en banquero potentado.
El último ministro zarista de Agricultura, Krivoshéin, quedó al cargo de Interior, llenándose la policía de antiguos oficiales zaristas que desencadenaron una «caza de brujas», represalias contra el campesinado y a menudo se lucraron en sus puestos.
En este contexto nacieron los ganchos y las agencias de emigración que (de forma similar a los que sucede hoy en día con los emigrantes) se lucraron a costa de los emigrantes que se hipotecaban para pagar el viaje a cambio de poder trabajar en el país de destino y así poder saldar su deuda.