- Pero ¿cómo concebís que un difunto haya podido pintar su agonía? - ¡Concibiendo que un vivo pueda adivinar o representar su
muerte!
Pedro Antonio de Alarcón
Las asustadas fueron las tres buenas mujeres: doña Teresa por pura humanidad; Augustias, por cierto empeño hidalgo y de amor propio que ya tenía en curar y domesticar a tan heroico y raro personaje, y la criada, por terror instintivo a todo lo que fuera sangre, mutilación y
muerte.
Pedro Antonio de Alarcón
Lea usted esta carta que acabo de recibir, y verá dónde estaban los quinientos duros desde la tarde en que mi madre cayó herida de
muerte...
Pedro Antonio de Alarcón
¡Antoniño! ¡Yalma mía! ¡Siempre lo dije, siempre lo dije, que habías de morir de mala
muerte! ¡De
muerte fea! Hubo un movimiento de indignación en los familiares, en los señores del acompañamiento...
Emilia Pardo Bazán
Quedó, pues, la calle sola y muda, y en medio de ella, tendido y desangrándose, aquel buen caballero, que acaso no había expirado todavía, y a quien manos solícitas y piadosas pudieran tal vez librar de la
muerte...
Pedro Antonio de Alarcón
-Escribe lo que te he dicho. Los franceses se rieron de admiración al ver al farmacéutico ocupado en ajustar cuentas cuando le rodeaban la
muerte y la ruina.
Pedro Antonio de Alarcón
Sin embargo de todos esos horrores, y en vista de que había jugado al tute, en el pícaro Casino del Príncipe, su escaso caudal con arreglo a su clase, ocurrióseme, hace siete años, la peregrina idea de nombrarle Contador de mi casa y hacienda, rápidamente desvinculadas por la
muerte sucesiva de los tres últimos poseedores (mi padre y mis hermanos Alfonso y Enrique), y muy decaídas y arruinadas a consecuencia de estos mismos frecuentes cambios de dueño.
Pedro Antonio de Alarcón
Usted tiene un don infernal de dominarme y exasperarme con su prudencia; yo no llegaría a ser nunca amigo de usted sino su esclavo; y, por no serlo, le propondría a usted que nos batiéramos a
muerte.
Pedro Antonio de Alarcón
El pobre joven, que había anotado las cantidades con sudores de
muerte, vióse obligado a hacer el resumen con los dedos, como las viejas.
Pedro Antonio de Alarcón
Contábame mi difunto esposo, que, cuando un buque mercante o de guerra descubre en la soledad del mar y salva de la
muerte a algún náufrago, se recibe a éste a bordo con honores reales, aunque sea el más humilde marinero.
Pedro Antonio de Alarcón
Quitáronme el uniforme de Capitán, y me pusieron una gorra y un capote viejo de soldado. Así marché a la
muerte con mis diez y nueve compañeros de desventura....
Pedro Antonio de Alarcón
Dijérase que odiaba de
muerte a la hermosa joven, tal vez por lo mismo que nunca lograba disputar con ella, ni verla incomodada, ni que tomase por lo serio las atrocidades que él le decía, ni sacarla de aquella serenidad un poco burlona que el cuitado calificaba de constante insulto.
Pedro Antonio de Alarcón