Y la mirada burlona de la hermana pequeña -una chicuela despabilada ya- se le clavará a la mayor, como alfiler de a
ochavo, en la cara y en las entrañas...
Emilia Pardo Bazán
Por aquel romanticismo de la limosna callejera se regañaba diariamente a sí propio, tratándose de hombre ñoño y sin sustancia y pensando que, en lugar del
ochavo, le estaría mejor establecer alguna sociedad o congregación, escuela dominical o cocina económica, «a fin de recabar de la filantrópica abnegación de las colectividades lo que no logran los más gigantescos esfuerzos de la iniciativa individual», como decía un periódico local, El Nautiliense, tratando de una empresa para salvamento de náufragos.
Emilia Pardo Bazán
Destrozada, arrastrándose, descalza de pie y pierna, Venturiña acudía a postrarse en el Santuario, después de darle la vuelta alrededor de rodillas, para que, al momento solemne de alzar a Dios, los demonios fuesen lanzados y la salud floreciese otra vez en su persona. En comparanza con lo de Venturiña, lo de Esperanciña no valía un
ochavo.
Emilia Pardo Bazán
--Querría comprarle un huevo, por favor --dijo al cabo con timidez. --¿A cuánto los vende? --A cinco reales y un ochavo el huevo... y a dos reales la pareja.
-Sí, amigo mío, sí, le respondió su avaro amo; sí, tú me has servido bien y te se pagará bien. En seguida sacó tres ochavos de su bolsillo y se los dio uno a uno: -Te doy un
ochavo por cada año.
los Hermanos Grimm
Iba a poner en ejecución su propósito, y ya se había sentado y se disponía a tenderse, cuando en la parte misma de su cuerpo con que acababa de tocar la cama sintió una dolorosa picadura, como si con un alfiler de a ochavo la punzasen, y oyó de nuevo una voz que decía: -¡Tate...
La música es el arte por excelencia, por lo mismo que no expresa nada terminante. .............................. -¡Señor, que me falta un
ochavo para una rosca! ..............................
Pedro Antonio de Alarcón
Cuando lo meditaban seriamente los vecinos de la inmortal villa, se indignaban contra las ruinas y juraban decírselas frescas cuando se presentase la ocasión, porque así como así, aun cuando las ruinas no pedían un miserable ochavo a los ricos del pueblo, se irritaban de ver al uno sin querer aceptar nada de nadie, mientras todos sabían que andaba con el vientre flojo como pellejo vacío; a la otra haciéndose todavía la gran señora, cuando ya ni restos le quedaban de sus antiguos fueros, y al buen don Braulio queriendo derrochar todavía los bienes del prójimo, cuando no tenía en dónde caerse muerto.
No echo mangas largas, sino que cuento con lo que gano. No tanto queso como pan. Sin un ochavo no se hace un real. Es como el cura de Trebujena, que se murió de sentir penas ajenas.
Ni un ochavo tenía que restituirle alma nacida, porque, menor y todo, nadie le ponía el pie delante en lo de negociar con astucia, en la estrecha esfera en que la ley hasta entonces se lo permitía.
Comprendo que se borren otros detalles fisonómicos e indumentarios de varón tan insigne, por ejemplo: los ojillos pequeños como cabezas de alfiler de a
ochavo, emboscados tras la broza desigual de las cejas; los labios belfos, haciendo pabellón a la monástica papada; el cráneo puntiagudo, con erizada aureola de canas amarillas; las orejas de ala de murciélago, despegadas, vigilantes, sirviendo de pantalla a las mejillas coloradotas; las manos hoyosas y carnudas, de abadesa vieja...
Emilia Pardo Bazán
-Pues bien, muchacho: consiento en darte gusto; pero con una condición, y es esta: D. Raimundo me ha de jurar ante la Hostia consagrada que no regalará un
ochavo a su hija ni la dejará un real en la herencia.
Ricardo Palma