En ese momento depositaban el cuerpo incorrupto de la joven casta en un camastro de mármol adornado con cientos de flores y rodeado de tapetes de cempasúchiles. El copal ahumaba abundantemente el lugar y el viento se encargaba de esparcir su olor solemne.
Obedecí, falto de toda voluntad, y entramos por una calle de huertos y casuchas bajas que humeaban en la paz del crepúsculo, esparciendo en el aire el olor de la pinocha quemada.
El perfume, alma de las flores, espárcese en sutiles oleadas bajo el follaje temblón, mezclado con el
olor acre y campestre de los árboles.
Vicente Blasco Ibáñez
Agustín envuelto en sus aromas de odres con su sutileza desglosaba léxicos; perdidos Mateos que eclipsó la marcha en carabelas de letras fantasmas. Ellos callaron y ya no vieron el acabose de las barcarolas, donde hienas procaces de mentiras traicionaron el olor a rosas.
Un galgo viejo que dormitaba en el umbral gruñó al vernos llegar y permaneció echado. El zaguán era oscuro, lleno de ese olor que esparce la yerba en el pesebre y el vaho del ganado.
Cuarenta y tantas carretas toldadas con negruzco y pelado cuero se escalonaban irregularmente a lo largo de la playa y algunos jinetes con el poncho calado y el lazo prendido al tiento cruzaban por entre ellas al tranco o reclinados sobre el pescuezo de los caballos echaban ojo indolente sobre uno de aquellos animados grupos, al paso que más arriba, en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules que habían vuelto de la emigración al
olor de carne, revoloteaban cubriendo con su disonante graznido todos lo ruidos y voces del matadero y proyectando una sombra clara sobre aquel campo de horrible carnicería.
Esteban Echeverría
-¡Es de una magnificencia incomparable! ¡Qué
olor más delicioso debe reinar aquí, cuando todas estas plantas entren en putrefacción!
Hans Christian Andersen
Se descubrió la cabeza, fijó los ojos en los bondadosos de la santa, y a su alrededor todo se llenó de brillo y de rosas, que se esparcieron exhalando delicioso perfume; y sintió también el
olor tan querido de las manzanas, que venía de un manzano en flor cuyas ramas se extendían por encima de su persona.
Hans Christian Andersen
Y, sin embargo, estabas para el amor formada, Hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo, Para llorar tristeza sobre el pecho querido Deshojando una rosa de olor entre los labios.
71 Si a alguien, en ley buena, de sus sobacos le fue molesto su sagrado hirco, o si a alguien con mérito la tarda gota saja, el émulo este tuyo, el que vuestro amor ejerce, milagrosamente, de ti, ha hallado uno y otro mal, pues cuantas veces folla, tantas veces reciben castigo ambos: a ella la azota con su olor, él mismo perece de gota.
Tal como vine aquí, partirme quiero; y así mismo vosotros haced juego; si no tenéis, cual yo, en el cuero hirsuto asco a tomar olor de animal bruto--.
Por eso no dormía; Por eso le temblequeaban las enclenques piernas, al quedarse abandonado en aquel pazo de carcomidas puertas y tapia desportillada, llena de boquetes. ¡Las onzas! Al
olor de las onzas, la gente mala no podía menos de acudir. Y él, ¿cómo las defendía?
Emilia Pardo Bazán