En esto Eneas descubre desde el piélago un espacioso bosque, por en medio del cual va el caudaloso y manso Tíber, amarillo con su abundante arena, a desembocar con rápidos remolinos en la mar; en derredor y encima del río varias aves, acostumbradas a sus riberas y a sus aguas, llenaban de dulces melodías el viento con sus gorjeos y revoloteaban por el bosque. Allí manda Eneas a sus compañeros que tuerzan el rumbo, enderezando a tierra las proas.
Mas, viendo que no aprovechaban sus voces ni sus amenazas, hizo volver las
proas de las galeras a la ciudad y disparar una pieza sin bala (señal de que si no se apartasen, otra no iría sin ella).
Miguel de Cervantes Saavedra
El clima era templado, y cuando llegaron allá los portugueses, que fue a mediados de octubre, concluía el invierno. Después de descansar algunos días, levaron anclas los atrevidos aventureros y dirigieron las
proas al polo meridional.
Pedro Antonio de Alarcón
Tales eran los escogidos próceres que en treinta bajeles acudían en auxilio de la nueva Troya, surcando con sus ferradas proas la salada llanura.
En la playa de la ensenada, las chalupas pescadoras descansaban en su lecho de arena ostentando la graciosa y curva línea de sus proas.
Vuelven las proas hacia el mar; sujeta el áncora las naves con tenaz diente y las corvas popas recaman las costas con sus varios colores.
Ya el ígneo sol inflamaba el cenit cuando divisaron a lo lejos unas murallas, una fortaleza y algunas escasas habitaciones, las mismas que ahora ha levantado al firmamento el poderío romano y que entonces formaba la pobre capital del rey Evandro. Hacia ella enderezan al punto las proas y se acercan a la ciudad.
Mientras las chalupas hendían con sus filosas proas las quietas aguas del golfo, el carpintero no cesó un instante de observarlas con minuciosa atención, analizando con ojo experto el más insignificante detalle.
¿Será mi pregonar de espiga o mi navegar de ola? ¿Qué es esto que infinita mi alegría y la nutre de horizontes y de
proas? ¿Qué es esto que estremece mis desiertos y sobre ellos se yergue de laureles?
Antonio Domínguez Hidalgo
Arribaron entonces a una pequeña isla, que denominaron de Santa Cruz, situada en la frente de Cafrería; y reparadas las averías de las naves, y hechas algunas provisiones, levaron anclas, volvieron las
proas hacia el camino que habían traído, y emprendieron la vuelta a Portugal, adonde llegaron en diciembre de 1487, diecisiete meses y medio después de su partida.
Pedro Antonio de Alarcón
De allí, apenas el sonoro clarín dio la señal, todos precipitadamente arrancan de sus sitios; la grita de los marineros llega al firmamento; cúbrese de espuma la mar, batida de los forzudos brazos; hiéndela las naves con iguales surcos, y ábrese toda ella al empuje de los remos y de las ferradas proas de tres puntas.
Nunca a fuerza de remos llegó la nave de los argonautas, ni la impúdica Medea pudo imprimir sus huellas, ni los marinos de Sidón o la chusma trabajada de Ulises enderezaron allí sus proas; ningún contagio se ceba allí en los ganados, ni los aniquila la influencia letal de un astro maligno.