Porque ha de
saber usted que el abogado que me asesoraba, herido en su orgullo, de resultas de haberlo desdeñado la chica, o deseoso de aumentar nuestra desgracia a fin de rendir la voluntad de Angustias y obligarla a casarse con él..., me envió anteanoche la cuenta de sus honorarios, al mismo tiempo que la fatal noticia...
Pedro Antonio de Alarcón
Pero, ¿será inexacto el hecho de que, estando más extendida la instrucción y siendo más numerosas las personas ilustradas, las grandes figuras literarias y políticas, científicas y profesionales que honraron a Chile y que con la influencia de su saber y sus prestigios encauzaron las ideas y las tendencias sociales carecen hasta ahora de reemplazantes?
Y luego, sacudiendo de pronto su letargo, y llegando hasta incorporarse en la cama, dijo con voz entera y vibrante, como si ya estuviese bueno: -¡Seamos claros, señora! Yo necesito
saber dónde estoy y quiénes son ustedes...
Pedro Antonio de Alarcón
flores que nos echa el caballero Capitán? ¡Por fortuna ya me ha explicado su señor primo todo lo que importaba
saber respecto del carácter de nuestro amabilísimo huésped!
Pedro Antonio de Alarcón
Nos, los Estados abajo firmantes del Reino de Suecia, condes, barones, obispos, nobleza, clero, procuradores de los burgos y del campo, reunidos en sesión general extraordinaria de la Dieta del Reino aquí en Örebro, por la presente hacemos saber que con la muerte...
Si lo dudáis, os referiré la aventura de un pavo, del cual, si se descuida, no quedarían ni huesos, porque los huesos de pavo son muy gratos a los canes. En este pavo de mi cuento existía, por lo menos, el instinto de conocerse y
saber que, inteligencia, no la tenía.
Emilia Pardo Bazán
Como tenía vendados los ojos, no veía caer a mis compañeros. Quise contar las descargas para
saber, un momento antes de morir, que se acababa mi existencia en este mundo.
Pedro Antonio de Alarcón
El viejo y la vieja le miraron pasmados, sin
saber lo que les pasaba: él, con su zueco a medio desbastar en la mano; ella, con una sarta de cebollas que acababa de enristrar; y como su ilustrísima, sofocado de emoción, no pudiese articular palabra, tuvo el arcipreste -sacerdote de explicaderas, orador sagrado de renombre, de genio franco y despejado- que tomar la ampolleta y dirigirse a los dos aldeanos atónitos y algo recelosos además -no se sabe nunca qué intenciones traen los señores.
Emilia Pardo Bazán
-¡Apartad, apartad! -mandó la madre, sin esforzar la voz; y las rapazas se desviaron, estremecidas sin
saber por qué... María Vicenta se echó al suelo, pegó el rostro al de su hijo y así permaneció un rato largo, sin llorar, sin moverse, cual si se hubiese dormido.
Emilia Pardo Bazán
Y, al acercarse la noche, bajo un cobertizo humilde, en un barrio de miserables, descubrí al fin otro ser salvado de la hecatombe: una mozuela, balbuciente de terror, que casi no podía articular palabra... No la miré, no quise ni
saber cómo tenía el rostro.
Emilia Pardo Bazán
-¿Cómo que no? ¡Estas chiquillas se lo quieren
saber todo! ¿Pues ignora usted que doña Teresa acababa de enajenar una joya de muchísimo mérito?...
Pedro Antonio de Alarcón
Al acusarme de haber herido el prestigio de mi patria por haber publicado en el extranjero la verdad que en mi patria un régimen de facultades extraordinarias y decensura no me permite hacer saber, no se infiere una injuria a mí sino a los más grandes hombres de la humanidad y a los Padres de la Patria.