saber


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Sinónimos para saber

conocer

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hacer saber

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Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.

Sinónimos para saber

Ejemplos ?
Porque ha de saber usted que el abogado que me asesoraba, herido en su orgullo, de resultas de haberlo desdeñado la chica, o deseoso de aumentar nuestra desgracia a fin de rendir la voluntad de Angustias y obligarla a casarse con él..., me envió anteanoche la cuenta de sus honorarios, al mismo tiempo que la fatal noticia...
Pero, ¿será inexacto el hecho de que, estando más extendida la instrucción y siendo más numerosas las personas ilustradas, las grandes figuras literarias y políticas, científicas y profesionales que honraron a Chile y que con la influencia de su saber y sus prestigios encauzaron las ideas y las tendencias sociales carecen hasta ahora de reemplazantes?
Y luego, sacudiendo de pronto su letargo, y llegando hasta incorporarse en la cama, dijo con voz entera y vibrante, como si ya estuviese bueno: -¡Seamos claros, señora! Yo necesito saber dónde estoy y quiénes son ustedes...
flores que nos echa el caballero Capitán? ¡Por fortuna ya me ha explicado su señor primo todo lo que importaba saber respecto del carácter de nuestro amabilísimo huésped!
Nos, los Estados abajo firmantes del Reino de Suecia, condes, barones, obispos, nobleza, clero, procuradores de los burgos y del campo, reunidos en sesión general extraordinaria de la Dieta del Reino aquí en Örebro, por la presente hacemos saber que con la muerte...
Si lo dudáis, os referiré la aventura de un pavo, del cual, si se descuida, no quedarían ni huesos, porque los huesos de pavo son muy gratos a los canes. En este pavo de mi cuento existía, por lo menos, el instinto de conocerse y saber que, inteligencia, no la tenía.
Como tenía vendados los ojos, no veía caer a mis compañeros. Quise contar las descargas para saber, un momento antes de morir, que se acababa mi existencia en este mundo.
El viejo y la vieja le miraron pasmados, sin saber lo que les pasaba: él, con su zueco a medio desbastar en la mano; ella, con una sarta de cebollas que acababa de enristrar; y como su ilustrísima, sofocado de emoción, no pudiese articular palabra, tuvo el arcipreste -sacerdote de explicaderas, orador sagrado de renombre, de genio franco y despejado- que tomar la ampolleta y dirigirse a los dos aldeanos atónitos y algo recelosos además -no se sabe nunca qué intenciones traen los señores.
-¡Apartad, apartad! -mandó la madre, sin esforzar la voz; y las rapazas se desviaron, estremecidas sin saber por qué... María Vicenta se echó al suelo, pegó el rostro al de su hijo y así permaneció un rato largo, sin llorar, sin moverse, cual si se hubiese dormido.
Y, al acercarse la noche, bajo un cobertizo humilde, en un barrio de miserables, descubrí al fin otro ser salvado de la hecatombe: una mozuela, balbuciente de terror, que casi no podía articular palabra... No la miré, no quise ni saber cómo tenía el rostro.
-¿Cómo que no? ¡Estas chiquillas se lo quieren saber todo! ¿Pues ignora usted que doña Teresa acababa de enajenar una joya de muchísimo mérito?...
Al acusarme de haber herido el prestigio de mi patria por haber publicado en el extranjero la verdad que en mi patria un régimen de facultades extraordinarias y decensura no me permite hacer saber, no se infiere una injuria a mí sino a los más grandes hombres de la humanidad y a los Padres de la Patria.