saborear

(redireccionado de saboreando)
También se encuentra en: Diccionario.
Graphic Thesaurus  🔍
Display ON
Animation ON
Legend
Synonym
Antonym
Related
  • all
  • verbo

Sinónimos para saborear

paladear

recrearse

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.

Sinónimos para saborear

Ejemplos ?
Hemos hallado el medio de emanciparnos solos sin directores ni jefes que nos obliguen a obrar según su criterio, hacia tal o cual fracción o escuela que en teoría son muy hermosas, sobre todo después de haber comido bien y como sobre mesa saboreando un buen café; más pasado el instante del sueño ideológico volvemos a caer en la amarga realidad del presente.
Ambos gozan en su obra: febrilmente y violentamente, uno, como conquistador que vence y pasa, en las alas de la victoria; el otro, saboreando despacio el inmenso placer de crear, imponiendo su dominación con serenidad, exigiendo del vencido el merecido tributo.
Pero, al cruzar el acompañamiento por este mismo campo que le había pertenecido, ya se podía tranquilizar para el porvenir, su alma inquieta, al ver pacer, tan indiferentes, sus propias ovejas, gozando de la vida, saboreando el pasto tierno en la pradera sin fin, y disgustadas tan sólo por la molestia que les diera la comitiva, al removerlas, para poder pasar.
A continuación vamos a narrar la Historia de la Tragedia Fronteriza en 1.941, que la venimos saboreando como una amarga filosofía; acibarada de recuerdos sombríos, de acechanzas de infortunio, de desfallecimiento de ánimos y con aguijoneadas fuertes de dolor y decepción, que se ha convertido en un telón negro para la Patria y en fúnebres crespones que nos hacen cerrar los ojos en parajismos de tedio y en horas de incertidumbre, sintiendo un rubor interminable de ecuatorianidad.
Cuando quedé vencido, justamente al marcar el reloj, según creo haberlo visto entre mi somnolencia, las dos de la madrugada, me dormí saboreando aún la exótica cena que había preparado esa noche mi madre para celebrar sus bodas de plata con mi padre.
En pocas palabras, no se goza de la fruición de leer “saboreando” el placer de la lectura, que siempre es lento y que nos inspira la admiración por la construcción de determinado mundo literario.
Y si había allá «choyo»..., ¡magnífica sorpresa también! Saboreando sus propósitos, al revolver de una esquina tropezó con un aldeano, que, al verle, pegó involuntario respingo y trató de escabullirse, ocultándose en un portal; mas no le valió la treta, porque Marcos echó a correr detrás del fugitivo, le agarró por la faja de lana de colores y obligó al compadre Antón -pues él era- a volverse y reconocerle.
El fuego, ligero en las lomas arenosas, donde encontraba poco alimento, se detenía en los bajos, de pasto tupido y de pajas altas, comiéndose despacio, como saboreando, los pajonales, avivándose repentinamente, al devorar una mata de cortadera, envolviendo con sus roscas coloradas los magníficos penachos plateados, tumbándolos y no dejando el sitio, sino cuando no quedaba más que un tronquito calcinado, resto informe de la soberbia planta.
Él partía, y entonces, en la carretera que extendía sin terminar su larga cinta de polvo, por los caminos hondos donde los árboles se curvaban en bóveda, en los senderos cuyos trigos le llegaban hasta las rodillas, con el sol sobre sus hombros y el aire matinal en las aletas de la nariz, el corazón lleno de las delicias de la noche, el ánimo tranquilo, la carne satisfecha, iba rumiando su felicidad, como los que siguen saboreando, después de la comida, el gusto de las trufas que digieren.
Porque la casa -pudiera decirse palacio- de aquel niño mimado de la suerte está situada en la calle más céntrica, y los amigos, saboreando los lentos goces de la pereza, conocedores de las almas que animan los cuerpos de las mujeres a quienes ven pasar reclinadas en sus coches, comentan la historia de aquellas almas con indulgencias y tolerancias de escépticos amables y gastados.
y bostezó, sin hastío, sin sueño -acababa de dormir diez horas-, sin hambre -acababa de tomar chocolate-; saboreando el bostezo, poniendo en él algo de oración al dios de la galbana, que alguno ha de tener.
Lo cierto es que ella gozaba, como en su primera juventud, al llegar la hora del espectáculo, al sentirse arrastrada en su coche hacia el circo de Recoletos, al atravesar los pasillos, al sentarse en su palco, saboreando de antemano las delicias de aquella noche.