¡Cuánto extraño tu blanda primavera, que alegre persevera y el año cambia en sempiterno Mayo; tu ambiente puro, sin cesar ajeno a la lluvia y al trueno, y al siniestro relámpago al rayo; tus celestiales hijas, que la fama, en elegante aliño, Y en gracia y en beldad, únicas llama; de tu tan hospital gente y humana el genïal agrado y el cariño, que el extranjero al natural hermana; tus familiares frases expresivas, donde nueva mayor dulzura toma de Iberia el dulce idioma, y su gracia y viveza más avivas; tus casas, templos, calles y paseos que niño hollé con indecisa planta; tus cantos populares que la memoria sin cesar me canta, y hasta tus dulces frutas y manjares!
Tú, que ayer me inspirabas inquieta zozobra, hoy avivas mis cuidados y y solícitos deseos, para que evites los escollos del mar que baña las resplandecientes Cícladas.